La carcel. Cap. II: La cama al final del pabellón.
Este es un proyecto que estoy comenzando, auqnue por desgracia escribí el cap 2 antes, asi que tomenlo como un adelanto. Si alguien desea dar su comentario adelante. .
Los primeros días fueron duros, y no de la forma que me gustaba. La cárcel es un mundillo con sus propias reglas y todos tenemos que aprender algunas. La compañía constante, el ruido, los otros presos que dependen de drogas y negocios turbios. Aprendí rápido a esquivar los asuntos que no me concernían y más rápido los que no me convenían.
Me costó más acostumbrarme al aburrimiento. Esos primeros días el sexo no existía, a decir verdad primero ni pensé en ello; pero con el paso de las semanas mi deseo fue volviendo junto con las costumbres. Además estaba rodeado de hombres, algunos muy atractivos y otros que podían servir para una desfogada rápida. Solo en mi pabellón ya le había echado el ojo a un par. Uno moreno delgado y narigón, parecido a Di María, (el jugador de futbol); me lo imaginaba vergón potente solo de verle la nariz y las manos enormes. Pero decían que estaba casado y con varios hijos, “otro macho de familia” pensé un poco decepcionado. Ya se encargaría el tiempo de mostrarme mi error.
El otro era un pelado alto, un poco fornido pero venido a menos. Lo que más lo distinguía era la pulcritud de su apariencia, porque por lo demás podía pasar por cualquiera. Me senté en mi cama a mirarlo entre las cortinas improvisadas con sábanas viejas mientras se vestía al otro lado de su habitación. Cuando estaba poniéndose la camiseta de tirantes que le resaltaba los brazos gruesos, súbitamente levantó la mirada y se fijó en mí; fue solo un momento. Pero enseguida sonrió con una mueca ligera y me guiñó un ojo. Me puse nervioso y desvié la mirada, así que me levante y fingí acomodar mis cosas. Cuando voltee a espiar ya no estaba.
Esa noche me acosté como siempre, las luces se apagaron y de a poco se fue reduciendo el ruido. Los viejos dormían primero, cerca de la puerta y del baño, (reglas de la cárcel). Los jóvenes se quedaban con los lugares del fondo, como el mío y poníamos cortinas en las camas para tener un poco de privacidad. Por eso no me di cuenta que alguien rondaba mi zona hasta que escuché que alguien susurraba mi nombre. Apenas me asomé por el borde de la cortina lo vi al pelado en la oscuridad del pasillo: “¿Qué pasa?” “¿Te jode si te hago compañía un rato?” No lo podía creer, si me había guiñado el ojo.
Como me vio indeciso se coló igual dentro y me empujó con él. Tenía puesto un pantalón corto y la camiseta de tirantes blanca que le quedaba tan bien. Estábamos parados muy juntos frente a frente entre la cama y la cortina, tan cerca que podía sentir su aliento en el rostro. Olía bien. “¿Vos sos puto, no?” No me animé a decirle que no, pero tampoco le dije que sí. No le importó porque igual me agarró la mano y la llevo a su entrepierna, tenía verga gomosa y larga; me tiró el aliento en la cara y sin pensar le busqué la boca. Me besó metiendo la lengua, pasándome su saliva, y me dejé hacer mientras se pajeaba despacio con mi mano.
Con el brazo me rodo los hombros para sujetarme en el beso y de a poco el peso de su mano se hizo sentir. Ya tenía la verga bien dura así que me arrodillé para buscársela y empezar la mamada. Se la chupe arrodillado en la oscuridad un rato largo, afuera alguien escuchaba música todavía y eso ayudaba a disimular los ruidos. Cuando se cansó de la mamada me levantó empujándome hacia la cama. “Te quiero coger bien” me dijo.
Coger bien significó que durante gran parte de la noche lo tuve dentro del culo, abotonado en mi interior. De una forma u otra logró que acabe varias veces mientras me montaba en todas las posiciones que podíamos dentro de ese espacio reducido.
Con los ojos acostumbrados a la oscuridad nos desnudamos ambos y me hizo levantar las piernas hasta sus hombros, me metió los dedos con saliva y se escupió la verga. Me la metió así, mirándome a la cara disfrutando de mi culo que se estiraba intentando acogerlo y de mi rostro que intentaba contener el dolor y luego los gemidos de placer. Cuando sentíamos que íbamos a hacer demasiado ruido simplemente me la metía hasta los huevos y clavaba su lengua dentro de mi boca. Me hacía gritar dentro de su boca por la sensación de que me reventaba el culo, así que lo apretaba todo, hasta los ojos. Al abrirlos me encontraba con sus mirada fija en mí, los ojos brillantes de placer sintiendo mi tensión, mi entrega, los apretones de mi culo intentando aceptar su metida. Cuando se dio cuenta que me estaba dejando sin resistencia volvió a hacerlo una y otra vez, siempre de la misma forma. Penetrarme la boca y reventarme el culo al mismo momento, disfrutando la experiencia de abrirme sin que me pudiese resistir.
La primera monta fue agotadora para mí, pero él también estaba cansándose de la posición. Me tapo la boca con la mano y me dio duro un par de golpes, hasta que sentí como acababa abundante dentro de mí. Me dolía el culo muy adentro, donde me llegaba la fuerza de su corrida pero aguanté hasta que se salió un poco y lentamente nos caímos hacia un lado sin que me saque la pija.
Ya era casi de madrugada creo cuando me sentí adormecer. Estábamos en la misma posición y a él no se le bajaba la pija, cuando se le volvía un poco gomosa enseguida me la clavaba así de costado como estábamos y sentíamos como volvía a ponerse dura en mi recto. De a poco le fue agarrando ritmo, separé las piernas un poco para darle espacio, y me dio una cogida más suave pero continua hasta que de nuevo me clavó profundo rebalsándome el orto de leche.
Después me la sacó y me puso su camiseta contra el ano para secar el semen que me salía a chorros del culo. Me puse boca abajo para no ensuciar la cama y el aprovechó para terminar de limpiarnos un poco. Hablamos un rato, susurrándonos en los oídos para que nadie nos escuchara. Se llamaba Pablo, me preguntó si disfruté, dije que sí. Me preguntó si me dolió, le dije que un poco cuando me la metía muy profundo. Sonrió arrogantemente con esa respuesta, me dijo que eso siempre le pasaba porque la tenía muy larga pero que me iba acostumbrar. Le dije si pensaba seguir cogiéndome y me dijo que si yo quería no había problemas. No había muchos culos disponibles y el mío le había encantado por lo tragón que era. Me metió un par de dedos mientras decía esto y acomodó la pierna sobre mí, estaba caliente y pesada. Me gustó la sensación y levanté el culo para rozar más a gusto, así que me clavó los dedos y buscó un beso.
Nos fuimos calentando y me preguntó si me aguantaba otra cogida, obvio le dije que sí. Me dio vuelta y de costado en la cama me la metió duro. Faltaba un poco de lubricación así que me escupió el culo un par de veces y volvió a darme despacio. “Apretá amor” me decía y yo le apretaba el culo alrededor de la verga. Me sujetó pegado a su cuerpo y me cogió con golpes duros un rato largo buscando acabarme adentro una tercera vez. Creí que no lo iba a lograr pero finalmente me clavó firme y con un gruñido me llenó el culo de nuevo.
Ya era muy tarde, así que después de que recuperamos el aire me la sacó y se preparó para irse. Antes de salir por la cortina me agarró la cara y mirándome fijo a los ojos me dijo si quería que volviera. “Obvio, mi macho” le dije y sonrió. Me dio otro beso intenso con los dedos hurgándome el orto y se fue.
Ufff como me gustaría tener un macho así que te de verga todos los días, eso de estar en la carcel y ser la hembrita de un macho que te coja todos los días es de lo más excitante.
Es un sueño personal tener un macho asi. Y ahora lo estoy llevando a mis historias de a poco.
Uffff… Mucho mejor que el primero, te vas luciendo. Se siente hasta el olor de sexo y sudor.