La Carcel. Cap. III: El flaco narigón ese
«Tercera parte de esta Cárcel que voy escribiendo a medida que mi aburrimiento me deja. Si te gustó, avísame en comentarios. Si no te gustó, algo está mal en tu vida.».
Cap. III: El flaco narigón ese
El flaco estaba encargado de la cantina, y repartía bolsas a los gritos tirándolas por todo el pabellón mientras cantaba la letra desarmada de un regguetón mal aprendido. Era alto, narigón y medio bruto, pero demasiado divertido como para que molestara. Los viejos lo amaban porque siempre les prestaba atención y contaba chistes malísimos de esos que a los viejos hacen reír por desgano. También jugaba al futbol como una bestia, con más aguante que un caballo; y se podía estar con él un par de horas sin decir nada tomando mate y leyendo las revistas viejas de la biblioteca móvil. Esto hacía que lo amaramos todos.
Además cogía muy bien. La primera vez que me cogió fue terminando el primer mes de mi llegada, en las duchas del pabellón mientras los guardias se distraían enumerando listas interminables y hacían todo su absurdo ceremonial para el conteo de la tarde. Nos contaban cuatro veces por día, pasando lista y revisando apenas que no se les hubiese pasado alguno más para evitarse un disgusto con los de arriba más que por vocación. Mientras preparaban el conteo de las siete, aproveché para meterme a las duchas antes de que el resto las copara y se hicieran inhabitables, y no vi que detrás de mí el flaco se coló en la penumbra fresca de los baños.
Estaba desnudo en la penumbra, con las orejas llenas de agua y el culo de jabón cuando escuché un chasquido y reconocí al instante su silueta mirándome desde la esquina. Las orejas lo delataban inconfundible. Me asusté, porque hay demasiadas películas de presos violados en las duchas, pero cuando vi que estaba solo comencé a entender. Afuera los guardias se gritaban por las planillas y el flaco se agarró el paquete con toda la manaza sonriéndome; estaba sin remera y descalzo, y el short se le reventaba en la entrepierna. No demoré casi nada en asentir y vino derecho para donde yo estaba, me metió la lengua en la boca, las manos me estrujaron el culo, el paquete apoyado contra mí. No diría que fue la cogida más cómoda de las que tuve ahí, pero si fue la más intensa lejos. Mientras escuchábamos a los guardias hacerse bromas idiotas se la chupé con todo el hambre posible, atragantándome de verga bajo el agua de la ducha. La tenía larga, no muy gruesa, pero con una linda cabeza rozada, casi lampiña y apenas curvada hacia arriba. Además tenía la mejor forma para disfrutarla en el culo, delgada en la base y más gruesa a partir del medio. Los que conocen saben que una verga con esos detalles puede hacer maravillas. Creo que si fuese por el flaco me había acabado en la boca, pero yo estaba lanzado y quería más. Tenía el culo latiendo de una mezcla de ansiedad, calentura y miedo de que los guardias terminaran demasiado pronto. Me levanté limpiándome la baba que me había hecho chorrear desde la garganta y me dio vuelta con empujones. No era muy delicado, pero me calentaba su forma de darme empujoncitos y apretones en el cuerpo cuando quería que me pusiera de alguna forma.
Me la metió con mucha saliva, entrando y saliendo para acostumbrarme, mientras me susurraba y jadeaba en la nuca. Me calentaba muchísimo oírlo disfrutar detrás de mí, mientras me rellenaba el culo de verga. Después me dio duro contra el muro salpicando agua para todos lados mientras ambos intentábamos hacer el mínimo ruido posible, aunque era una tarea difícil. Me aguantaba los gemidos y jadeaba intentando no gritar cuando me metía la verga demasiado profundo, sentía como me llenaba el culo a tope y latía dentro de mí estirándome el recto. Hacia el final me abrazó de atrás y me preguntó al oído si me podía aguantar los gemidos para que acabara; le susurré que no con miedo a que me la sacara, pero lo arregló rápido. Así parados como estábamos me agarró del pelo tirando hacia atrás, y con la derecha me tapó la boca, me arquee del todo ofreciéndole el culo y me serruchó sin piedad durante unos largos minutos buscando acabarme adentro. Yo gemía, jadeaba y me sacudía con la boca ahogada por sus dedos mientras sentía que el culo me iba a reventar y me faltaba el aire aunque lo estaba disfrutando como nunca. Al final me soltó el pelo y la boca, sus manos me aferraron por la cintura apretando hasta hacerme doler contra su verga que muy en lo profundo de mi culo empezó a tirar todo su semen bañándome por dentro. Me apretó un rato más como asegurándose de preñarme a fondo y después me fue soltando suave sin sacármela.
Con la acabada el flaco se puso cariñoso: me acariciaba el culo, daba besos en mis hombros, incluso buscó el jabón y me acomodó el pelo pero en ningún momento me saco la verga del culo. Se le fue bajando sola de a poco hasta salirse – Gracias bebé, buen culo tenés- me dijo y se dio vuelta hacia la puerta. Tenía una toallita amarilla tirada al lado de la entrada y se fue secándose.
En cuanto pude salí corriendo del baño para llegar al conteo antes que algún guardia se pusiera a quejarse. Aunque acababa de secarme y el atardecer estaba fresco sentía la cara ardiente y que más de uno me miraba sospechando. Del otro lado del pasillo común el flaco hablaba con un par de tipos como si no hubiese pasado nada en el último cuarto de hora. No volteó a verme aunque yo sentía como se me humedecían los boxers con el semen que me había dejado adentro. Anocheció y dieron aviso de luces apagadas, nos fuimos yendo a las camas y entre la gente que entraba al pabellón no me di cuenta que alguien se movía pegado a mí. -Estás bien? – me dijo y me giré apenas sorprendido. El flaco me sonreía en la penumbra. – Si, re bien- le tiré sonriendo. – Que bueno che. A ver cuando te visito de nuevo ese culo.
Cuando quieras, flaco querido, cuando quieras.
Uffff sería genial que en el mismo día te dieran pija el profesor y estos dos últimos, sin qu ninguno sepa…