LA CONCHA BERLINESA, LA MANO NEGRA Y EL DEDO QUE BUSCA
Al entrar al ascensor, se levantó el vestido y girándose me preguntó ¿si creía yo que podría terminarme todo eso? La abracé de nuevo para que sintiera mi erección de acero, con ambas manos le abrí las nalgas y le acaricie el ano. La recargué en la pared de enfrente y me coloqué en cuclillas para dar.
LA CONCHA BERLINESA, LA MANO NEGRA Y EL DEDO QUE BUSCA
Ya son muchos años y muchas colas, ya estaba yo promediando arriba de 300 como los buenos beisbolistas. No exagero inicié la cogedera a los 12 o 13 años con una prosti de los barrios humilde de la ciudad. Y de ahí hasta hoy, he recorrido muchos lugares y muchas camas, así que no puedo decirte con quien me eché el mejor “palo”; pero te voy a relatar un par de ellos que fueron deliciosamente atascados, llenos de lujuria y pasión, de verdad memorables.
La güera se llama Agneta (algo así como pura o pureza) la conocí en una empresa alemana, pues su padre tuvo que venir al país a trabajar por una reubicación. Desde mi perspectiva el pueblo alemán es verdaderamente liberal y exitoso en sus prácticas sexuales cogen sin restricciones morales o de otro tipo. Y para iniciar con la charla, te diré que Agneta aguantaba mi verga por el culo sin problemas, incluso antes de cualquier clase de estímulo o lubricación; es decir, en frio. No lo intentes en tu casa, la verdad es que es doloroso pero muy caliente para ambos por que se parece mucho a una violación; eso supongo.
Esta hermosa mujer, blanca como la nieve y de profundos ojos azules, tenía unas nalgas que en conjunto con su cintura asemejaban a una pera o tal vez a un durazno, y su delicioso fundillo se me antojaba aún y cuando ya tenía mi verga hasta dentro de su apretado coñito. He de confesarte que las nalgas, cuando menos para mí, son la cosa más hermosa del universo y lugares circunvecinos, no hay nada más deseable para morder y mamar.
La conocí de mañana en la empresa química de su padre, en donde ella entró a cubrir a la recepcionista.
Sabes que soy un sinvergüenza inmune al rechazo, lo que me ha permitido poseer mujerones que a la mayoría de los varones les parecen imposibles; estúpidos, no saben que las hembras más hermosas están solas y aburridas ya que nadie las saca ni a bailar. Pero, como dicen en mi pueblo, “entre menos burros más elotes”.
Al verla esa mañana, en mi escaso alemán, le pregunté ¿sprechen sie deutsch? (sí ella hablaba alemán) y en su idioma nativo me dio una larga respuesta, por lo que tuve que pedirle que me hablara en español por que yo no sabía hablarlo, cantarlo, bailarlo ni pensarlo. Ella sonrió de buena manera mientras negaba con la cabeza. Al preguntarme a quien visitaba o que podría hacer para ayudarme, metí mi mano al bolsillo y le di la espalda y me retiré del lugar sin decir ni hablar nada más. Soy un patán al que le funciona esa descarada manera de crear sorpresa e interés en mi persona.
A la mañana siguiente, de nueva cuenta me presenté ante ella y le espeté con ojos desorbitados, que el día anterior me había atendido una hermosa rubia de pelo largo que en alemán quiso entrevistarme y que me había avergonzado tanto que me había mojado el pantalón y que ahora regresaba yo con un pañal entre las piernas y con una confianza infinita para ser entrevistado en el idioma que fuera. Agneta soltó una discreta carcajada y me preguntó que, si de verdad estaba preparado para la entrevista, a lo que conteste que sí, siempre que se pudiera entender en español. Sonrió de nuevo y me dijo, que estaba de acuerdo y que ella haría hasta lo imposible por hacer que olvidara yo a esa horrible mujer de ayer.
Solté un estruendoso NO de ninguna manera, pues esa chica de ayer no podía ni quería yo olvidarla.
Agneta salió de su lugar y tomándome del brazo me llevó a los sillones ubicados a un costado de la recepción, justamente desde donde se podían ver esos hermosos muslos que seguramente auguraban unas nalgas de infarto.
Ya en serio le dije que tenía una cita con el director de producción, mismo que el día de ayer me había solicitado reagendar nuestra reunión, y que su WhatsApp me había llegado mientras discutía con ella por su respuesta en alemán. Anunció mi llegada con el hombre de producción y me acompañó hasta su oficina. ¡Puta madre, qué cuerpazo! Al subir por la escalera, le cedí el paso y quedé prendado de la forma y tamaño de su trasero, de inmediato pensé en lo delicioso que sería meterle la lengua en el culo… seguramente sabría a caramelo.
A mí me valen madre los condicionamientos sociales, el recato de las mujeres y los prejuicios de los seres limitados por miedosos. Desde que la hice sonreír la primera vez, supe que tenía yo grandes posibilidades de hacerla mía esa cola era el preludio de un primoroso bizcocho. Terminé mi reunión de trabajo y al salir, le expresé mi deseo por invitarla a comer o cenar para que no se quedara con una presión equivocada de mi persona.
Mentira vil, la iba a seducir y a darle una cogida brutal que la iba a dejar sin caminar una semana, ya estaba en edad de clavar sin restricciones y sin calzones. Hija de su puta madre, que buena estaba y con esa cartita de muñeca, seguramente me exigiría que el esperma se lo echara en ese maravilloso rostro.
Después de hacerse la ocupada y apretando sus delicados labios me dijo que no sabía que decidir, pues no nos conocíamos. Le dije que tenía razón y que le agradecía que me protegiera de esa manera tan elegante, y que, en todo caso, cenaría yo solo para poder olvidad a la rubia del primer día; recordándola mil veces. Ella sentenció —¿no te vas a rendir verdad? — Claro, basta con que me lo pidas.
Aceptó, me dio su número del móvil y su domicilio en una tarjetita. Pasaría por ella a las 8:00. Fui directo a la farmacia a comprar un viagrazo de 100, pues mi verga iba aprobar carne nueva; y quien no usa el viagra… seguramente no se pica a su hembra de manera adecuada o lo hace como los escorpiones.
¡Madre mía de la pasión apasionada! Al salir de su casa, venía hecha un espectáculo erótico, su vestido era cortito y pegado al cuerpo y no podía distinguir las marcas de su ropa interior, la cadencia de su andar le paraba la verga hasta al Padre Pérez quien es bastante pendejo. Horas más tarde confirmaría que no traía más cosas encima que el vestido y algunas gotas de perfume. Al subirse al auto, me dio un beso en la mejilla y me dijo —soy toda tuya— le pedí que me lo jurara, enseñó su blanca dentadura y me beso en la boca con una lengua que sabía a canela. La víbora se levantó y ella lo notó.
La muñeca dijo.
—No quiero cenar, prefiero tomar algo fuerte—
Le respondí.
—Tus ordenes son deseos para Mí—
Eres un tonto. Me haces reír mucho, sabes que no he salido en meses a divertirme y hoy me siento relajada y contenta de estar contigo.
Agny preciosa, no quiero echar a perder la noche, pero no puedo invertir muchas horas en la velada, desafortunadamente tengo una reunión zoom con gente de Japón en algunas horas. Pero te prometo que en otra ocasión podría compensarte.
Todo era mentira, solo deseaba que ella cooperara para darle celeridad a la ensartada de reata que le iba a dar. La mujer que se entera de tu gusto por ella, infaliblemente te ayuda a llegar a tu objetivo.
Un par de calles antes de llegar al bar, se acercó a mí y puso su manita en mi pierna. Al acercarse la gente del valet parking, le pedí al chico que no le abriera la puerta, eso lo haría yo para poder verle la tanga o la prenda íntima que no podía notar; carajo, le vi una raja divina, no estaba usando ropa interior. Más claro ni el agua, esa noche iba a mamarle la concha a la berlinesa, y mi salchicha sería su plato fuerte. Ya podía empezar a llamarla perra.
Después de charla divertida y algunos tragos ligeros, me dijo que ella me acompañaría a mi reunión zoom para que no terminara tan temprano esa noche. A lo que le respondí con un beso apretado que ya nos teníamos que ir, pues mi reunión era decisiva para nuestra felicidad futura. Meneando la cabeza, se puso de pie y me dijo que esa noche sería mi noche inolvidable.
Se encaminó hacia la salida meneando esa tremenda cola que Dios le dio, la tela del vestido se le metía entre las nalgas, dando una excitante exhibición para los demás parroquianos; los murmullos no se hicieron esperar, hasta exclamaciones obscenas llegaron a sus oídos. Aún le faltaba escuchar mi vocabulario soez a la hora de coger. ¡La verguiza que le iba a meter!
De camino a mi departamento, se acomodó recargándose en la puerta de auto y apuntando sus maravillosas piernas hacia mí, y abriendo y cerrando las piernas me decía Uy Uy Uy. Soltó una fuerte carcajada y le estiré la mano derecha pretendiendo alcanzar el tesoro. Se acercó a mí y buscándome la bragueta, se fue agachando para lamerme la picha. Ahora si podía tocarle la cola con la diestra y llenándome la mano con esos gordos cachetes la acerque más hacia mí. Llevé mi dedo cordial a mi boca para ensalivarlo y regresarlo a su culito. Con los otros dedos le separé las nalgas y le metí un poquito el dedo.
Ella reaccionó y ya pegada a mi pito, empezó a mamarlo delicadamente. En el semáforo la levanté para besarla, le metí la lengua hasta la garganta y ella me correspondió con besos mordelones. Se enderezó en su asiento sin arreglarse la ropa y sin retirar su manita izquierda del tronco enardecido que ella misma había incendiado. Arranqué de nuevo y le metí la mano a la entrepierna, hasta tocarle dulcemente el clítoris que en unos minutos más me iba a cenar.
Al entrar al ascensor, se levantó el vestido y girándose me preguntó ¿si creía yo que podría terminarme todo eso? La abracé de nuevo para que sintiera mi erección de acero, con ambas manos le abrí las nalgas y le acaricie el ano. La recargué en la pared de enfrente y me coloqué en cuclillas para darle la primera mamada a su panocha. Nada más se arqueó y me puso las manos en la cabeza, levantando levemente su pierna derecha.
Abrió el ascensor directamente en el departamento y de inmediato desabotonó mi camisa, la conduje hacia el sofá de la sala y la senté a mi izquierda para que mi diestra pudiera de nuevo jugara a “la mano negra y el dedo que busca” la besé y con la izquierda alcance su seno izquierdo. Era el momento de quitarle el vestido, pero antes debería recibir mi endurecido chile en su bizcochito. Con ella sentada y yo de rodillas, le di una especie de mamada, que más bien fue una ensalivada de pepa para que no hubiera dolor o incomodidad.
Ella berreaba de caliente y pedía que la clavara, me saqué la verga y abriéndole más las piernas, le metí mi fierro hasta la mitad, dándole cadencia ala mete saca, le avisé que ya le empujaría todo, y en una actitud casi altanera, me dijo, pues ya hazlo y rómpeme la concha, quiero venirme desde que estabas tocándome en el auto. Se la empujé hasta el tope y ella se relajó. Cógeme despacio y después me la empujas con dureza. La estuve bombeando de manera acompasada durante unos cinco minutos y después se la saqué para ir al baño a echarme agua fría. Sorprendida y exigente me reclamaba que no la dejara así.
Tranquila Mami, hoy no te la acabas. Tu cuerpo será el templo de este demonio y tu matriz su dormitorio.
Al salir del baño, le pedí que se quitara todo y se acostara boca abajo en la cama. Con un vaso lleno de hielo en mi mano, metí la lengua entre los hielos hasta que se me durmió la misma. Ella estaba desesperada y solo exigía sexo. Le las manos le abrí las nalgas y le metí profundamente la lengua helada en el ano, solo escuché como jalaba aire hacia adentro y me dijo “que me haces papito, que me vuelvo loca… casi me desmayo”.
Le di un par de nalgadas y la puse en cuatro patas sobre la cama, de nuevo le metí un par de lengüetazos, iniciando en el clítoris y terminando en su ano; es decir, que mi lengua recorrió toda la ruta de sus orificios de placer. Con ella de perrito, le pedí que levantara más ese culote y le clave la víbora en la pepa; chuop chuop chuop se escuchaba en cada impele de mi verga, ella estaba inundada de sus jugos, dirigí la mano izquierda a sus chichis y le pellizqué los rosados pezones con los que pensaba terminar de criarme, sería mi nodriza germana.
La hermosa teutona se vino a chorros, suplicándome que se la sacara para que eyaculara, le dije que NO. Que terminaríamos juntos o muertos, pero que la mazacuata no se la iba a sacar. Me suplicó que le diera más fierro y que cuando ella me avisara por piedad se la sacara. Así lo hice, me puse a bombear y bombear hasta que finalmente me avisó que se empezaba a correr, retiré mi endurecido miembro y pudo aventar sus fluidos hasta empapar la cama. Me pidió descansar y lo acepté recostándola de costado viéndome a los ojos; quise admira y detallar ese lindo rostro de muñeca para no olvidarla jamás.
Estaba exhausta y de seguro ya no aguantaría mucho más tiempo. Después de algunos minutos abrazados y en silencio, la solté para echarme un trocito de hielo a la boca, la coloqué de patas al cielo y me acerqué a su endiablada rajita, con dos dedos le abrí los labios y le introduje el hielo en la matriz. Se aferró a las sabanas y con un grito ahogado se contrajo y me interpeló:
—Que me has hecho, me vuelves loca, me vas a enviciar—
—Sólo te apagué el incendio— quieres aprender más o te llevo a casa.
—Quiero que termines dentro de mí y me veas mañana—
Me jalé la verga, mientras ella me enseñaba como se masturbaba y en el momento adecuado, le ensarté mi nabo hasta la empuñadura, le di un par de clavadas más y me vacié en esa increíble vagina alemana. Nos vimos el día siguiente para comer, regresamos a mi departamento a descansar del agarrón del día anterior y desnudos nos acurrucamos de cucharita en mi cama hasta que nos quedamos dormidos; bueno, pero ella tenía mi verga adentro también haciendo la siesta.
Para conseguir mujeres el dinero no lo es todo; pero ayuda mucho.
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