La Doble Sumisión Anal de Panchita – Parte I
La verdadera historia de lo que pasó cuando a Panchita le dió fiebre… Y tuve que ponerle dos supositorios en el popó….
Francisca es una preciosa niñita rubia, de pelo castaño-dorado, largo y liso, y unos grandes ojos verdes, súper expresivos. Y con una personalidad muy pizpireta, muy rebelde, traviesa, inquieta y revoltosa, muy juguetona y muy llevada de sus ideas.
A esta preciosura la traté desde chica con el cariñoso diminutivo “Panchita”. Es hija de una prima lejana, así es que técnicamente somos primos en segundo grado, aunque ella siempre me trató de tío.
Con Panchita siempre tuvimos una relación muy especial, desde que era súper chica. Por temas de negocios regularmente tenía que visitarlos, y ella, cada vez que tenía la oportunidad, se me lanzaba encima, jugando y molestándome, para que yo la “castigara”. El “castigo” consistía en que yo la agarraba y la ponía boca abajo sobre mis rodillas, le hacía cosquillas hasta que casi se hacía pipí de la risa, y entre cosquillas le daba unas buenas palmadas en el pompi. A ella le encantaba este juego y se reía como loca, y me volvía a molestar a propósito para que la “castigara” de nuevo. Y como teníamos esta relación tan especial de cariño y confianza, además de jugar a las cosquillas y las palmadas, conversábamos mucho y me preguntaba de todo.
A Panchita le faltaba poco para cumplir 12 años cuando pasó lo de la fiebre. En esa época mi prima y su tercer marido (o enésimo amante, o lo que fuera) salían de viaje con bastante frecuencia, y cuando viajaba me encargaba visitar a Panchita, que se quedaba sola con la nana (el papá de Francisca los abandonó cuando ella era guagua y se fue a vivir a otro país). Y durante uno de esos viajes, mi prima me llamó desesperada desde fuera de Chile y me pidió que fuera a su casa, porque Panchita estaba sola con la nana y se había resfriado, habían llamado al pediatra para que fuera a visitarla y para variar esta mocosa pizpireta ya le había dicho que no pensaba hacerle caso ni al doctor ni a la nana.
“¡Anda tú y convéncela que se trague lo que sea que le dé el doctor porfa, eres el único al que le hace caso!” me rogó mi prima. Y esto último era verdad; por alguna extraña razón Panchita, que era una rebelde y una desobediente con su mamá y con todos, me obedecía a mí en lo que fuera que yo le ordenara.
“Porfa, porfa, lo que sea que le dé el doctor, ¡asegúrate y dáselo aunque se lo tengas que dar por la fuerza a esta cabra de miéchica! Oye, y que no te diga que se lo dejes porque lo va a botar en el baño, la conozco… ¡Tienes que dárselo tú personalmente, porfa! Yo ya hablé con ella y le dije que tú ibas para allá y que te haga caso en todo, porque si no, la voy a dejar castigada y no va a poder ir el sábado al cumpleaños de la Coti” (Coti era una compañera de curso de Panchita y su mejor amiga).
Cuando llegué, me abrió la nana, que era una viejuja bastante pesada, nos saludamos muy formalmente y acto seguido me dice “¡Vino el doctor, esta niñita está con fiebre y no me deja hacerle nada!”
“Ok, vamos a verla”, le respondí muy serio. Pasamos el living y la sala y nos dirigimos por el largo pasillo a los dormitorios.
Desde su pieza Panchita me llamó con voz angustiada, “¡Tío, ven porfi, porfi!”. Su voz se escuchaba un poco nasal, típica voz de resfrío.
Entré a su dormitorio con la nana detrás.
“Hola preciosa, ¿qué te pasó?” y antes que ella alcanzara a contestar, la nana me dice “¡Es que el doctor dijo que tenía que ponerle ésto y esta mocosa no me deja!” y me mostró una caja.
“¡Pucha tío, no quiero, no quieroooooo!” protestó Panchita.
“¿Qué es?” Le pregunté a la nana.
“Son supositorios. El doctor me dijo que si le subía la fiebre, tenía que ponerle dos. ¡Y ahora está con la frente caliente y ella no me deja!”
“¿Y porqué no le dejó algún antigripal en pastillas?”
“El doctor dijo que como la mamá anda de viaje, había que asegurarse que le bajara la fiebre, y que la única forma de ir a la segura es poniéndole dos de estos supositorios, y me dejó la caja para que se los pusiera, ¡Pero esta mocosa porfiada no quiere!”
“Bueno, veamos primero si realmente tienes fiebre” le dije a Panchita, que me miró con cara de “No, si no estoy tan mal”, haciendo un pucherito de protesta con sus labios.
Me acerqué y me senté en el borde de la cama, Panchita se incorporó, me abrazó y me dió un beso en la mejilla y me dijo “No quiero que ella me ponga esoooo… pucha tío, no, noooo…”
“Tranquila, preciosa, tranquila. Déjame ver primero cómo estás de fiebre”. Le besé la frente y realmente la sentí algo afiebrada a la pobre.
“Mmmm… yo diría que estás con algo de fiebre amor. Pero asegurémosnos bien con un termómetro. ¿Tienen uno?”.
“Aquí está” me dice la nana, pasándome uno de esos típicos termómetros digitales.
“Abre la boca”.
Panchita hizo un puchero con la boca y me miró desafiante.
“Francisca, ¡Abre la boca!” le ordené, poniéndome súper serio.
Lentamente, entreabrió sus labios. Le puse el termómetro en la boca y le dije “¡Quédate quieta y no lo muerdas!”
La nana me miraba entre sorprendida y admirada, porque la rebelde Panchita, desobediente como ella sola, me obedecía a mí sin chistar.
Esperé hasta escuchar el típico pito intermitente del termómetro que avisa que la medición está lista, le saqué el termómetro de la boca y miré la lectura. Treinta y siete coma uno. No se estaba volando de fiebre, pero estaba efectivamente algo afiebrada.
“Panchita, tienes un poco de fiebre. Vas a tener que dejar que te pongan los supositorios, tal como ordenó el doctor”.
“¡¡Pucha, noooo, no quieroooo…!!
Le tomé las manitos y la miré fijo a los ojos.
“Amor, tu mamá me llamó, y me pidió que viniera específicamente a asegurarme que se hiciera lo que fuera que el doctor ordenara. Y tú sabes que si no obedeces, tu mamá no te va a dejar ir al cumpleaños de tu amiga Coti este sábado”.
Panchita me miró sorprendida. “Pucha oooohh… pucha ooohhh…” comenzó a repetir, con vocecita angustiada. Había dado en el clavo. El cumpleaños de su mejor amiga era algo que no quería perderse por ningún motivo. Y sabía que su mamá hablaba en serio. Iba a tener que someterse no más, no tenía alternativa. Pero su espíritu rebelde seguía oponiéndose, aún sabiéndose vencida y dominada.
“El doctor le dijo a tu nana que si te subía la fiebre, tenía que ponerte dos supositorios, ¿correcto?”
“¡Sí, y ella sabe, porque me lo dijo delante de ella!” interrumpió la nana.
“Panchita, no creo que tu nana esté mintiendo. Eso es lo que dijo el doctor, ¿correcto?”
“Pancha, ¿Correcto?”
“Sí ooooh…” me contestó Panchita, con un hilo de voz.
“¡¡Pero no quiero que ella me haga eso…!!”
“Amor, si no dejas que tu nana te los ponga, voy a tener que llamar al doctor para que él te ponga los supositorios”.
“¡¡Noooo, nooo, menos ese viejo guatón y feo…!! Oye… ¿y si me los dejan y yo me los pongo más rato?”
La miré fijo, con una ligera sonrisa, y ella no pudo evitar una sonrisita de niñita traviesa… Se sabía pillada en la mentira…
“Ninguna posibilidad, amor…. Y tú sabes porqué: los vas a botar en el baño… ¿O no, niñita malula?” le dije mirándola directo a los ojos y tomándole la barbilla. Panchita volvió a sonreír, mirándome con cara de “Me pillaste…”
“Y sin los supositorios, podría seguir subiéndote la fiebre amor. NO. Te los tienen que poner tal como dijo el doctor, y yo tengo que asegurarme que te los pongan”.
“¿Y porqué no se los pone Usted mejor?” me dijo la nana, con cara de “Parece que usted es el único que sabe cómo someter a esta mocosa desobediente…”
Panchita se puso roja como tomate y se llevó las manitos a la boca, como diciendo “Oooohhh”, lanzándome una mirada con una mezcla de sorpresa, vergüenza y… ¡Una sonrisa! ¿¿Una sonrisita algo pícara, casi como que le gustaba la idea?? Nooo, no puede ser, pensé.
Para ser franco, yo ya estaba considerando esa alternativa, pero me daba algo de nervio ponerle supositorios a una niñita tan grande. Una cosa es ponerle un supositorio a una guagua o a una niñita de dos o tres años… Pero Panchita tenía casi doce, era una niña increíblemente linda, sabía arreglarse y pintarse como una niña mucho mayor, y lo más peligroso: desde chiquita siempre tuvo un popín bien curvilíneo, muy femenino, redondo, precioso y perfecto como toda ella… Y ahora casi con doce años, su popó era perturbadoramente sensual… Otras adolescentes llegan hasta los 15 años o más, y todavía no tienen ni poto ni pechitos ni curvas ni nada, onda la Olivia de Popeye, esa caricatura antigua… Pero éste no era el caso de Panchita, que además de ser absolutamente preciosa, ya tenía un bellísimo y sensual popó de niña adolescente… ¿No sería un poco pedófila esta cuestión? Pero por otro lado, si Panchita no dejaba ni que la nana ni que el doctor le pusieran los supositorios, y la fiebre le seguía subiendo durante la noche y terminaba en la clínica, ¡Su mamá no me lo perdonaría nunca!
Fuera o no fuera un acto rayano en lo pedófilo, no tenía otra opción. Pero conociéndome como me conozco, con mi largo historial de tipo sádico y depravado que goza sometiendo y penetrando a las minitas por el pompi (como la gran mayoría de los hombres, lo confiesen o no), sabía que iba a tener que hacer un esfuerzo extremo para reprimir cualquier pensamiento erótico. ¡Nada de erotismo! ¡Nada de tentarse con el popó de Panchita! ¡PROHIBIDO!
Respiré hondo, mantuve mi compostura y con voz bien ronca y seria le dije:
“Amor, si no quieres que te los ponga tu nana ni quieres que te los ponga el doctor, tu nana tiene razón. Voy a tener que ponértelos yo. Salvo que quieras perderte el cumpleaños de tu amiga Coti”.
La pobre Panchita, colorada de vergüenza, se mordía el labio inferior y se retorcía las manitos de puro nervio, posiblemente arrepintiéndose de su primera reacción con esa carita de vergüenza y sonrisa cómplice con la que me miró, ya que ahora entendía que la cosa no era un juego, sino que iba en serio. Disimulando mis propios nervios, y manteniéndome firme y estricto, seguí mi discurso con lo que veía como las únicas alternativas posibles, dadas las circunstancias:
“Panchita, amor, si no quieres perderte el cumpleaños de tu amiga, vas a tener que dejar que te pongan los supositorios. Y si te los voy a poner yo, hay dos alternativas: O me dejas ponértelos por las buenas, o voy a tener que pedirle a tu nana que me ayude a sujetarte y te los voy a tener que poner por la fuerza…”
Esto sonó súper sado-masoca, a pesar de mis esfuerzos por mantener a raya hasta el más mínimo erotismo…
La pobre Panchita se mordió las uñas y se retorció aún más de nervios con esta amenaza, muerta de vergüenza, repitiendo en voz baja:
“Pucha ooohhh… pucha ooohhh…”
Pero ya estaba casi rendida y entregada a su suerte, y me miraba con ojitos de súplica, como con carita de “¿me va a doler mucho?”
Volví a respirar hondo, y manteniendo mi compostura, le acaricié su precioso pelo rubio, le tomé la barbilla y le dije:
“Amor, tú sabes que te quiero mucho mucho mucho, ¿no es cierto?”
“Sí tío…”
“¿Confías en mí?“
“Sí tío…”
“¿Me vas a obedecer y vas a dejar que te ponga los supositorios?”
Panchita me miró y miró a la nana con cara de “¡Andate!”. El mensaje era claro, así es que miré a la nana y le hice un ademán para que saliera de la pieza y nos dejara solos. La nana entendió que su presencia no me iba a facilitar las cosas, así es que me hizo caso y salió sin decir nada, con cara de “por fin le van a bajar el moño a esta mocosa rebelde”.
Una vez solos, la nerviosa Panchita me hizo la pregunta que ya me había hecho con sus ojitos de súplica.
“Oye… ¿me va a doler mucho?”
Por un instante me pareció que Panchita lanzaba una mirada furtiva al bulto en mi pantalón, mordiéndose el labio inferior… Me dieron ganas de decirle: ¡¡Panchita!! ¿¿Qué onda?? Pero después pensé: Noooo, no puede ser… “¡Ya, córtala, te estás imaginando cosas!” me repetí mentalmente, manteniendo mi actitud de tío serio y estricto. Borré esos pensamientos perturbadores de mi cabeza y me concentré en contestarle su pregunta.
“No te va a doler casi nada si te relajas bien, amor” le dije, tomándole de nuevo las manitos para que se quedara tranquila. Tenía las manitos frías y sudorosas y le temblaban de puro nervio. Le acaricié de nuevo el pelo, le dí un suave beso en la frente y le pregunté, con voz ronca y seria:
“¿Entonces me vas a obedecer, como buena niñita sumisa y obediente?”
La pobre seguía retorciéndose toda nerviosa, sin contestar.
Finalmente, después de un breve silencio, me contestó con un hilo de voz:
“Bueno ya oooohhh…”
Le dí un besito en la mejilla y le susurré en el oído: “Bien, preciosa. Te prometo que va a ser súper lento y suave, para que no te duela prácticamente nada. ¿OK?”
Asintió con la cabecita.
“Voy a lavarme las manos. ¡No te muevas!” le ordené. Fuí al baño de su pieza, me lavé las manos y volví. Increíblemente, la rebelde y pizpireta Panchita me obedeció y no se movió ni un milímetro mientras yo estaba en el baño.
“¿Estás lista?”
Asintió de nuevo con la cabeza.
“Entonces, ¡date vuelta y ponte boca abajo!” le ordené, con voz muy seria. La pobre todavía se resistía, mirándome asustada, mordiéndose el labio inferior con una evidente lucha interna entre nervios, vergüenza y el temor de perderse el cumpleaños de su mejor amiga… O al menos eso fue lo que me pareció en ese momento… Ni se me ocurrió que ella pudiera haber estado pensando también en otras cosas… Aunque me extrañó y me perturbó profundamente que de nuevo lanzara una mirada directa al bulto en mi pantalón… ¡¡Y esta vez sin ningún disimulo…!!
Pues bien, como verán más adelante, la linda Panchita sí tenía otros pensamientos en su preciosa cabecita… Mucho más oscuros… Tan oscuros, que con razón estaba toda nerviosa y saltona con lo que yo le iba a hacer ahora en el pompi…
“¡Ya pues, dáte vuelta!” le ordené sin darle alternativa a resistirse.
Casi en cámara lenta, Panchita giró sobre sí misma hasta quedar boca abajo, se abrazó a la almohada con la cabecita de costado y entrecerró los ojos, mirándome de reojo.
Tomé el plumón que la cubría y lo bajé lentamente, hasta destaparle el pompi. Tenía puesta una polerita blanca y un coqueto pantalón de pijama rosado, con tiernos monitos estampados.
Con mucha suavidad, le tomé el pantalón del pijama por las caderas y se lo comencé a bajar. Panchita hizo un ademán brusco de tomar el pijama, como diciendo “¡No me lo bajes!”
Le tomé las manos y se las devolví a la almohada, diciéndole súper serio:
“¡Obedéceme y quédate quieta! Ya quedamos en que te vas a portar como niñita buena, sumisa y obediente. No me obligues a llamar a tu nana y ponerte los supositorios por la fuerza”.
Panchita sabía que yo hablaba en serio. Lentamente, volvió a abrazarse a la almohada y se quedó quieta, mirándome de reojo y mordiéndose el labio inferior, toda tensa y tiritona. Tomé de nuevo el pantalón de su pijama por los costados de sus caderas, y comencé a bajárselo muy lentamente, evitando movimientos bruscos que la habrían puesto aún más tensa y nerviosa. Y poco a poco, se lo bajé hasta las rodillas, dejando totalmente al descubierto su precioso popó de niñita.
Como ya les dije, pese a no haber cumplido doce todavía, Panchita tenía un bellísimo popín de niña adolescente, redondo, sensual, tierno y perfecto como toda ella. No pude evitar recordar el popó de la inglesita que fue la primera minita a la que penetré por el ano en mi vida… ¡Horror! ¡No, no! Pensé, tratando de reprimir y eliminar todo posible erotismo de la “tortura” a la que estaba a punto de someter a la pobre Panchita.
Volví a respirar hondo, tomé la caja, la abrí y saqué el envase. Presioné una de las protuberancias hasta romper el aluminio y sacar un supositorio. Y me llamó la atención el tamaño. Estos supositorios eran mucho más grandes que los típicos que yo conocía, onda del largo y grosor de mi dedo pulgar.
“Mmmmm… Si no se relaja bien, va a costar meterle dos de éstos en el poto…” pensé.
Tomé el supositorio con una mano, y con la otra le abrí los cachetes del popó hasta dejar al descubierto el pequeño y rosado orificio. La pobre cerró los ojos, crispó sus manitos en la almohada y la abrazó con fuerza. Acerqué la punta al orificio y lo rocé ligeramente. Panchita dió un respingo. Puse la punta bien centrada en el orificio, y probé a empujar el supositorio, a ver si le entraba aunque fuera un poco.
Panchita se puso súper tensa, soltó un “¡MMMMMM…!” ahogado contra la almohada, y cerró el orificio con tanta fuerza, que la punta del supositorio no entró ni un milímetro.
Me acerqué y le susurré en el oído: “Amor, así no va a entrar a menos que te lo meta por la fuerza. Tienes que relajar el popó, preciosa. ¡Ya, para el popín y prepárate!”.
Curiosamente, me obedeció sin chistar, y para mi gran sorpresa, ¡Solita quebró ligeramente las caderas y paró su precioso popó, que quedó desnudo y vulnerable en el aire…!
Oooohhhh… Mantener a raya las oscuras ideas que se me venían a la cabeza estaba siendo cada vez más difícil… Y el bulto en mi pantalón comenzó a dolerme de tan grande y duro que se me puso…
Respiré hondo, intentando mantener mi autocontrol. Nuevamente le puse la punta del supositorio bien centrada en el orificio… Al sentirlo, ella dió un pequeño respingo y crispó las manitos… Y comencé a empujar… Otra vez Panchita se aferró a la almohada gimiendo un ahogado “¡MMMMM!” y de nuevo apretó tanto el hoyuelo del popín, que el supositorio no le entró nada. Por supuesto que si se lo hubiera empujado con fuerza, le habría entrado igual, pero eso habría sido quizás demasiado violento para la pobre, y la promesa era que si se relajaba, no le dolería casi nada. Una promesa es una promesa, tenía que cumplirla. ¿Cómo hacer que Panchita relajara el orificio del pompi?
Por supuesto que yo tenía la respuesta. Simplemente tenía que someter a Panchita a la misma preparación a la que sometía a mis ex antes de penetrarlas por el popó. ¡¡Pero es demasiado erótico!! ¡¡Nada de erotismo!! ¡¡Nada de erotismo!! Seguía repitiendo en mi mente.
“Ok, ok”, pensé. “Suprime la parte sensual, y hazlo como un frío procedimiento médico. Frío, frío como un pescado. Nada de erotismo ni sensualidad, ¿OK?” me dije a mí mismo.
Me acerqué y acariciándole el rubio pelito le dije en el oído:
“Amor, estás demasiado tensa. Quédate bien quieta, te voy a enseñar a relajar el popín. Pero tienes que quedarte quieta, preciosa. Confía en mí y hazme caso amor. Te prometo que te va a gustar lo que te voy a hacer”
“¿¿Qué me vas a hacer…??”
“Confía en mí, amor. No es nada malo, es sólo una técnica para relajarte el popó. Y te prometo que te va gustar. Es la única manera de que no te duela cuando te ponga los supositorios”
“¿Y si no me lo haces me va a doler?”
“Sí, preciosa. Te va a doler si no te lo hago”.
Se quedó pensativa unos momentos, mirándome de reojo muy curiosa. Volvió a abrazarse a la almohada, y me dijo en un susurro casi inaudible:
“Bueno…”
La tapé con el plumón sin subirle el pijama y le dije:
“No te muevas, quédate así mismo, boca abajo. Ya vuelvo”.
Fui hasta mi auto, y volví con algo que siempre andaba trayendo conmigo, desde los tiempos de la gringuita Maureen: Un pote de crema Nivea. Pasé de nuevo al baño a lavarme las manos y lavar el pote. Salí del baño, me senté en la cama al lado de Panchita, y le mostré la crema.
“¿Qué es eso?” me preguntó, al verme con el pote azul en la mano.
“Es una crema suave” le contesté.
No sé si adivinó lo que le iba a hacer, o no se atrevió a preguntarme, pero el asunto es que volvió a abrazar la almohada y se quedó bien quieta, mirándome de reojo, como lista y dispuesta al “tratamiento”.
Bajé el plumón hasta dejar de nuevo al descubierto su tierno y precioso popó de niñita y le bajé el pantalón del pijama hasta más abajo de las rodillas. Me senté al lado de su pompi, abrí el pote de crema y saqué un poco con el dedo índice de mi mano derecha. Le separé suavemente las nalgas con los dedos de mi mano izquierda, y con extremo cuidado, acerqué mi mano derecha y le metí el dedo con crema hasta rozarle el tímido orificio. Ella dió un pequeño respingo y soltó un gemido ahogado en la almohada…
Y con mucho cariño y suavidad, comencé a masajearle el pequeño orificio con lentos movimientos y roces circulares, tal como había aprendido en los muchos años que llevaba penetrando por el popó a cuanta polola tuve, desde la gringuita Maureen en adelante. Le acariciaba y masajeaba suavemente los labios del ano, alternando las caricias con unas ricas cosquillitas justo en el centro del orificio. Tomaba más crema con el dedo y repetía el procedimiento.
Con toda mi experiencia, no me tomó mucho tiempo lograr que Panchita relajara el primer esfínter. Y también como que se relajó entera, cerró los ojos y empezó a suspirar y a retozar y a disfrutar el “tratamiento”, toda regalona.
“¿Viste? Te dije que te iba a gustar” le susurré en el oído, sin dejar de acariciarle los labios del ano.
“Síiiiii… es riiiiiico…” me respondió entre suspiros.
Como el supositorio era del grosor de mi dedo pulgar, me bastaba con relajarle sólo el primer esfínter. Pasando ese esfínter, el estímulo y la excitación al sentir la penetración del supositorio sería más que suficiente para que se le relajara también el segundo esfínter, por lo menos para el grosor del supositorio, así es que no iba a ser necesario meterle dos dedos en el poto hasta el fondo, como cuando preparaba a mis ex. Podía proceder directamente a ponerle los supositorios. Mis ex pololas sí necesitaban que les metiera no sólo uno, sino que dos y hasta tres dedos juntos en el popó, antes de proceder a penetrarlas con mi “Súper Supositorio”…
Tomé el supositorio que había dejado en el envase, le acaricié el pelito rubio, le dí un cálido beso en la mejilla y le dije:
“Ya amor, tu popó está listo”
Ella hundió la carita en la almohada y se quedó muy quieta. Ahora estaba temblando un poco la pobre… ¡Pero igual quebró las caderas y paró el pompi…! Mmmmm…
Le abrí los cachetes y le puse la punta del supositorio bien centrada en el ano, que le pulsaba nerviosamente… casi como que se le abría solo… Ella crispó las manitos y se quedó totalmente quieta, con los ojitos cerrados, aguantando la respiración, como esperando el ataque…
Y comencé a empujar…
Los labios del ano se le abrieron lentamente, como una bella flor, y el supositorio comenzó a entrar, prácticamente sin esfuerzo al principio, gracias a la crema y a la relajación inducida por mis caricias y cosquillas… Panchita crispó las manos, apretó la almohada y emitió un largo “¡Aaaayyyyyy…!” que no podía ser de dolor, porque el supositorio le estaba entrando casi sin esfuerzo, y si le entraba súper lento, era sólo porque yo no quería empujarlo con más fuerza, para asegurarme que le entrara muy lento y suave, tal como le había prometido.
¡Aaaayyyy…! seguía gimiendo Panchita, con la voz ahogada contra la almohada, y noté que trató de cerrar el popó, en una especie de último y desesperado intento por detener el avance del supositorio…
Oh-oh… Esto no podía permitirlo, tenía que someterla y obligarla a rendirse, para que le entrara completo y hasta el fondo… Si no, lo iba a expulsar de vuelta, el supositorio se iba a empezar a deshacer y todo el trabajo iba a ser inútil… Así es que le tomé firmemente la cabecita por la nuca, le hundí la cara contra la almohada y seguí empujando el supositorio, esta vez con fuerza y sin detenerme…
La pobre Panchita soltó un gemido gutural, casi como un animalito salvaje, y rasguñó y mordió la almohada con todas sus fuerzas, estremeciéndose de pies a cabeza… Pero yo le mantuve la carita hundida contra la almohada para que no se pudiera mover, y seguí empujando el supositorio, sin hacer caso de sus ahogados pucheros, mini sollozos, hipidos y jadeos… Y así le siguió entrando el supositorio, milímetro a milímetro… hasta que terminó de pasar el primer esfínter… Pero faltaba asegurarme que pasara el segundo esfínter, para que no pudiera expulsarlo de vuelta… Seguí empujando el supositorio y ahora mi dedo comenzó a entrar en su popó… y se lo seguí metiendo… muy, muy lento… milímetro a milímetro… hasta que sentí que el supositorio terminaba de pasar el segundo esfínter, y desaparecía engullido totalmente en lo más profundo del popó de Panchita…
No era mi intención, pero buscando empujar el supositorio hasta el fondo… ¡Mi dedo había entrado entero en su popó, prácticamente sin esfuerzo!
Mmmmm… ¿Será que Panchita es hiper laxa?, pensé. Ahí me acordé de haberla visto más de alguna vez doblarse los dedos hacia atrás hasta tocarse el antebrazo sin problema… ¡Wow…! ¡Panchita es hiper laxa…! O sea que si el supositorio no le había entrado nada al principio, era porque ELLA estaba apretando el hoyuelo del pompi con todas sus fuerzas… Y por eso, apenas se relajó con las caricias y la crema, el supositorio y mi dedo le entraron hasta el fondo sin esfuerzo alguno…
Pero además noté algo extraordinariamente perturbador… Pese a los quejidos, pucheros y pequeños sollozos, ella quebraba las caderas y meneaba el popó, e incluso… ¡Daba pequeños empujoncitos hacia atrás! ¡¡¿¿La preciosa Panchita estaba gozando con mi dedo entero metido en el poto??!!
Oooooohhhh… ¡Panchita es hiper laxa… y está disfrutando indisimuladamente con mi dedo entero dentro de su popó…!
Eso quiere decir que… un “supositorio” mucho más grande y grueso… le entraría muy fácil, lento y suave en su lindo popó… Y lo disfrutaría al máximo…
¡¡NOOOOO, no, fuera esos pensamientos, nada de tentarse con el popó de esta mocosa!!
Retrocedí muy suavemente hasta sacarle el dedo del pompi, y el encremado orificio se le cerró como si lo que acababa de pasar nunca hubiese sucedido.
Panchita hizo unos cuantos pucheros más, y emitió unos quejidos como de bebita… Y no pude evitar una sonrisa, porque sabía que todos esos gemidos, quejidos y pucheros no podían ser porque le dolió mucho… Sino que eran de pura protesta de niñita malcriada, desobediente y rebelde, por sentirse totalmente sometida y subyugada por la fuerza, de aquella forma tan… tan… Iba a pensar “erótica”, pero inmediatamente reprimí ese pensamiento… ¡¡Ya dije que nada de erotismoooo!!
Le mantuve mi dedo entre las nalgas, rozándole el orificio, acariciándolo suavemente. Y sin dejar de hacerle esas ricas cosquillitas en el popó, me acerqué y le susurré en el oído:
“¿Y? ¿Cómo estuvo este primer supositorio?”
Girando la cabeza, con la carita colorada como tomate, me respondió toda regalona, pero haciéndose la enojada y haciendo un puchero con la boquita:
“¡Que eres malo! ¡Me dolió!”
No pude evitar una sonrisa…
“Mentirosilla… apuesto que no te dolió casi nada… Y la verdad es que te gustó… ¿O no?” le susurré en el oído, y ella también sonrió, toda sonrojada… Sabía que no podía engañarme…
“Aaahhh, ¿viste? Yo sé cómo relajarle el popó a las niñitas como tú…”
Ella volvió a sonreír, mirándome toda ruborizada y coqueta, y yo me horroricé inmediatamente de lo que acababa de decir. ¡Sin sensualidad! ¡Sin erotismo! me repetí para mis adentros…
Terminemos la tarea pronto, será mejor, pensé.
“Ya preciosa, prepárate para el segundo” le dije.
Pero ahora, en vez de tratar de resistir como al principio con el primero, Panchita se abrazó a la almohada, cerrando los ojos y retozando, bien regalona… Y para mi GRAN sorpresa, comenzó a echarse hacia atrás, estirando los brazos, quebrando la cintura y doblando las rodillas…
¡Hasta que quedó prácticamente en cuatro patitas, con la carita hundida en la almohada, parando el popín, como ofreciéndomelo a propósito, lista y dispuesta a recibir el “castigo”…!
¿¿¿Qué onda, Panchita??? pensé para mis adentros…
¡¡¡Esta mocosa estaba preparándose para disfrutar el segundo supositorio, ofreciéndome el pompi sin ninguna inhibición…!!! Era como para sospechar que esta pendex había visto más de algún video porno de sexo anal duro… ¿Sería eso…? ¿La linda Panchita boca abajo en la cama, en cuatro patitas, parando el poto, estaría imitando lo que vió en un video porno? Mmmmmmm…
“Y bueno… Por lo menos este segundo va a ser mucho más fácil”, pensé, tratando desesperadamente de mantenerme frío y serio, disimulando mi asombro y profunda perturbación ante la inesperada desinhibición total de esta mocosa…
La volví a tomar por la nuca y hundiendo su carita con fuerza contra la almohada, procedí a meterle el segundo supositorio en el pompi, con la misma suavidad y lentitud que con el primero, empujándolo con mi dedo. Y era obvio que Panchita estaba disfrutando intensamente cada instante, porque hasta meneaba el popó y daba empujones hacia atrás para facilitar la penetración, abrazando con fuerza la almohada, gimiendo y mordiéndose los labios con los ojitos cerrados…
¡¡Hey, basta, BASTA de pensamientos eróticos!! repetí varias veces en mi mente, tratando de reprimir mi propia excitación… Pero era casi imposible, viendo cómo esta linda mocosa disfrutaba y gemía, ahora ya sin inhibición alguna, mientras le hundía mi dedo entero en su popó, empujando el supositorio hasta el fondo… Sí, de nuevo terminé metiéndole el dedo entero en el poto. “Hey, es sólo para asegurarme que el supositorio le entre hasta el fondo y no lo pueda expulsar de vuelta para afuera, nada más”, me repetí varias veces mentalmente, tratando de ignorar los ahogados gemidos y espasmos de placer de Panchita, que temblaba de pies a cabeza con mi dedo entero dentro de su popó… Pero la verdad es que hacía mucho rato que el bulto en mi pantalón era súper evidente… ¡Ok, ok, basta, basta, BASTA!
Lentamente, retrocedí hasta sacarle el dedo del pompi, le dí un par de palmadas en las tersas nalgas, seguí acariciándole suavemente el orificio y le dí un beso en la mejilla. Ella se estiró en la cama, muy regalona, giró más la cabecita hacia mí, sin dejar de abrazar la almohada, me sonrió, se mordió el labio inferior y me quedó mirando con una mirada muy tierna y cómplice, retozando y disfrutando con las suaves caricias de mi dedo en su rosado ano. Le dí otro beso suave en la mejilla, sin dejar de acariciarle y hacerle cosquillitas en el delicado y “castigado” orificio… Y ella, ahora con los ojitos semi cerrados, suspiraba y meneaba suavemente el popó, disfrutando mis caricias en forma evidente… ¿¿La linda Panchita… deseando… un nuevo ataque de mi dedo en su popó…??? ¡¡¡Noooo, nooo, nooooooo…!!! Para, para, ¡¡¡PARA!!!
Ufffffffff… Tuve que hacer un esfuerzo GIGANTESCO para resistir la tentación de meterle de nuevo el dedo hasta el fondo… Junté TODA mi fuerza de voluntad, respiré hondo, y retiré lentamente mi mano de su popó, tratando de bloquear todos esos oscuros pensamientos que me invadían de pies a cabeza…
“Ya amor, terminó el “castigo”, le susurré en el oído. Con mucho cariño le subí el pantalón del pijama y la tapé con el plumón. Ella giró hacia mí. Estaba toda colorada y con la frente y la naricita mojadas de traspiración. Se incorporó y me estiró los brazos para que la abrazara, la abracé y le dí un beso en la mejilla. “Te quiero mucho mucho mucho tiíto lindo…” me susurró en el oído, y me devolvió un beso húmedo ¡casi en la boca! “Yo también te quiero mucho, preciosa” le respondí, dándole otro beso en su sonrosada mejilla.
Debo reconocer que todo ésto me había dejado súper perturbado y confundido. Me horrorizaba la precoz sensualidad y coquetería de Panchita. Y me horrorizaba la sola idea de haber llegado a sentir un altísimo grado de erotismo y excitación sexual con el acto de meterle los supositorios en el popín a esta linda mocosa. ¡Son supositorios para la fiebre! ¡Recetados por el doctor! ¡¡NADA MAS!! Me repetía mentalmente una y otra vez.
Me despedí de Panchita con un último abrazo, pese a que ella puro quería que me quedara más rato. “Pucha, quédate conmigo porfi tiiíto lindo precioso porfi porfiiii…” me repetía en el oído… “Perdona amor, pero tengo que irme…” le dije. “Bueno, pero prométeme que vas a venir a verme… ¡Prométeme, prométeme, porfi, porfi…!” me suplicaba, abrazada a mí sin soltarme. “Ok amor, te prometo que nos veremos pronto” le respondí. Le dí un último beso en la mejilla, me separé suavemente de ella, agarré el pote de crema, lo cerré, lo metí en mi bolsillo y partí. Saliendo de la pieza, le sonreí y le hice adiós con la mano, ella también me hizo adiós con su manito y me tiró un beso, sonriendo toda coqueta. Tuve que hacer otro esfuerzo gigante para girar y salir de ese dormitorio…
En la puerta principal la nana me dió las gracias por ayudarla a salir del problema, le dije que le tomara la temperatura en una media hora para asegurarnos que le hubiese bajado, y me fui. Más bien dicho, casi salí arrancando de esa casa, todavía tiritón y tratando de reprimir todo ese erotismo extremo que se produjo en ese dormitorio… Y más encima no cualquier erotismo… ¡Nada menos que el nivel máximo de erotismo que sólo se alcanza con el acto sexual más voluptuoso, tabú, sádico, caliente, depravado y prohibido…! Ese nivel de erotismo eléctrico, explosivo, que sólo se alcanza cuando una niña se entrega a su macho para que la domine, la subyugue y la someta… ¡¡¡Penetrándola por el popó…!!!
Este nivel de erotismo extremo… Que sólo se alcanza con el sexo anal… Ese erotismo capaz de incendiar paredes… Se acaba de producir…
¡¡¡Entre Panchita y yo!!! ¿¿¿Será posible???
Ni qué decir que no pude dormir casi nada esa noche. Me sentía súper confundido, no sabía si sentirme culpable o no… No sabía si simplemente había ayudado a que le bajara la fiebre y nada más, o si a la pobre en realidad la había sometido a su primera sumisión anal, y sin querer le había enseñado los primeros pasos en el prohibido y voluptuoso acto sexual de someter y subyugar a una mujer penetrándola por el popó… ¿¿¿Sería eso lo que acababa de hacer??? ¿¿¿Le acabo de enseñar a Panchita a someterse, a gozar sufriendo, y disfrutar intensamente el sexo anal??? ¡¡¡Qué horror!!!
Pero bueno, al día siguiente, los quehaceres de la vida diaria me distrajeron lo suficiente como para enfriar un poco este caliente y escabroso tema. Aunque debo reconocer que me costaba no pensar en el precioso y sensual popó de Panchita… ¡Por más que trataba, no me lo podía sacar de la cabeza!
El resto de esa semana y la siguiente evité aparecerme por su casa, a pesar de mi promesa… Me ponía demasiado nervioso el sólo pensar en encontrarme de nuevo con esta lindura de mocosa… Así es que me las arreglé para que con mi prima y sus socios nos juntáramos en algún café a ver los temas de negocios, en vez de ir a su casa. Mi prima estaba ultra agradecida de mi ayuda esa noche. No sé si habrá cachado el intenso erotismo que involuntariamente se produjo entre Panchita y yo, pero si lo sospechaba, parece que no le importaba, porque cuando nos juntamos me dijo “Oye, Panchita quiere que la vayas a ver, te echa ene de menos. Dice que eres el mejor tío del mundo. Oye, pero si es verdad, tú eres el único capaz de someter a esta mocosa rebelde. Menos mal que fuiste y la obligaste y le metiste los supositorios en el poto a esta cabra de miéchica esa noche, si no, no sé qué habría podido pasar. Realmente nos salvaste. ¿Porqué no vienes a visitarnos? Oye, acuérdate que Panchita cumple doce, y no te va a perdonar si no vienes a su cumpleaños. Mira la tarjeta de invitación que te hizo, con mucho cariño. ¡Tienes que venir!”
La tarjeta era realmente preciosa, dibujada entera por la linda Panchita, llena de corazones ¡Y besitos! ¡Panchita se pintó los labios y besó la tarjeta por todos lados! Y me escribió cosas como: “Te quiero mucho mucho mucho tiíto lindo, ven a mi cumpleaños porfi porfi”
Chuuuuuu… Parece que a Panchita le gustó tanto que le metiera los supositorios y el dedo en el popó… ¡que se enamoró de este tío sádico y depravado…! ¿Y ahora cómo miéchica voy a poder borrar el recuerdo de lo que pasó y todo ese erotismo eléctrico que se produjo entre Panchita y yo esa tarde?
Y bueno, con esa invitación con tantos corazones y besitos, el sábado no me quedó otra que ir a su cumpleaños. Averigüé qué cosas quería que le regalaran y le compré lo que me pareció más bacán. Antes de partir, me dí una buena ducha, me afeité y hasta me eché Eau Sauvage, mi colonia favorita. Me vestí con mi típica pinta de aventurero, incluyendo el sombrero gringo que a Panchita le gustaba tanto. Y mientras me vestía, no podía evitar pensar en la perturbadora sesión de supositorios de la semana anterior… Y lo peligroso que iba a ser encontrarme con esta linda mocosa de nuevo…Pero una promesa es una promesa, así es que respiré hondo y partí.
Panchita sonrió feliz cuando me vió por una ventana. No necesité tocar el citófono, porque ella salió corriendo a recibirme antes que nadie.
“¡Feliz cumpleaños!” le dije, y ella se me tiró literalmente encima, me abrazó y me tuvo un buen rato abrazado. “¡Qué bueno que viniste! ¡Te adoro te adoro te adoro tiíto lindo precioso!” Me decía, mientras me llenaba de besos. “¡Y tú eres mi sobrina adorada, y estás más linda que nunca!” le respondí. Y era verdad… Panchita se había arreglado como nunca… bien peinada, con su pelo rubio, largo y liso, ojitos con rimmel, boquita pintada, linda blusa, botas altas y minifalda cortita, que apenas le tapaba su redondo y sensual potito de niña… Chuuuuuu… Se veía absolutamente preciosa… Una preciosa y precoz adolescente, pero además… muy, muy sexy… ¡Demasiado sexy! ¡Peligrosamente sexy…! A pesar de estar cumpliendo recién doce añitos… Abrazándome bien apretado, sus bracitos alrededor mío, suspirando y dándome besos… Mis manos en su cintura, mis dedos deslizándose hacia atrás sobre su coqueta minifalda, sintiendo el comienzo de las curvas de su lindo popó… ese precioso potito donde le metí los supositorios y el dedo hasta el fondo, apenas la semana pasada… Uffffffffff… ¡Tuve que hacer un esfuerzo enorme para vencer la tentación de seguir bajando, levantarle la minifalda, meterle mi mano en los calzoncitos y acariciarle el hoyelo del popín!
Peeeeligrosoooo… ¡Demasiado peligroso…! pensé, tratando infructuosamente de reprimir los oscuros pensamientos que me invadían… y tratando de que ella no sintiera el gran bulto en mi pantalón… Pero ella seguía apretada a mí, y no me soltaba… Hasta que sentimos ruido, ahí como que se puso nerviosa, se separó de mí con un último beso, le pasé su regalo y entramos a la casa.
Panchita, sonriendo toda coqueta, abrió el regalo, puso una tremenda cara de sorpresa y con una enorme sonrisa me dijo “¡¡¡Ooohhh qué bacán!!! ¡¡¡Gracias gracias gracias, que eres lindo, era justo lo que más quería…!!!” Y de nuevo se me tiró encima, me abrazó y me llenó de besos… Y esta vez simplemente no pude evitar la tentación de acariciarle el popó y darle unas palmaditas… mientras le decía al oído: “Oye… ¿Cómo te has portado? Porque si te portas mal, voy a venir y te voy a castigar en el popó igual que esa noche que estabas con fiebre…”
No había terminado de decirle ésto, y ya estaba horrorizado y arrepentido… Pero Panchita me miró con una mirada cómplice, toda colorada y coqueta, se tapó la boca con una manito, dijo “Uuuyyy…¡Ya poh!”, se mordió un dedito, sonriéndome toda pícara y traviesa… ¡Y me volvió a abrazar con fuerza!
Mmmmmmm… Le acaricié suavemente la hendidura entre los cachetes, por encima de la minifalda, y estaba a punto de ceder a la tentación de levantarle la mini para acariciarle el popín por encima de los calzoncitos, justo cuando aparecieron sus amiguis, así es que instintivamente nos separamos… Como las sentí venir antes que aparecieran, no alcanzaron a ver que le tenía la mano en el pompi… ¡Uffff!
Las amiguitas, mirándome muy risueñas y curiosas, le empezaron a preguntar “¿Qué te regaló? ¡A ver, muestra, muestra!”
Panchita me dió un último un beso rápido en la mejilla, me miró toda coqueta y pícara, como con una mirada entre apasionada y cómplice, también como pidiéndome perdón por tener que irse con sus amiguis, y partió con ellas donde el resto de sus compañeras, que estaban jugando videojuegos en la salita multimedia. Yo pasé a saludar a mi prima, su pololo y un par de amigos que estaban en el living.
Me senté a conversar con ellos, todo súper normal, pero no alcanzaron a pasar ni cinco minutos y sorprendí a Panchita y a su íntima amiga la Coti mirándome desde un rincón, a escondidas, cuchicheando entre ellas y riéndose coquetonamente. ¿Sería idea mía, o las pillé a ambas lanzándome furtivas miradas al bulto en mi pantalón? Nooo, no puede ser, pensé. Pero de repente, la Coti puso cara de niñita malula y traviesa, me sonrió muy pícara, y mordiéndose el labio inferior, sin dejar de mirarme giró la cintura, se agachó un poco, paró el popín, se levantó el vestido ¡¡Y me mostró el poto!! ¿¿Qué onda esta pendex?? Por suerte ninguno de los otros adultos alcanzó a ver nada… Panchita le dió un empujón a la Coti como diciéndole “¡Oyeeee!”, la Coti se rió y nos miró alternadamente a Panchita y a mí, siempre mordiéndose el labio inferior… Panchita me miró con una mirada muy tierna, como pidiéndome perdón, me sonrió toda colorada, volvió a empujar a la Coti y se fueron raudas donde las otras amiguis…
¿Será que Panchita le contó a la Coti todo lo que le hice esa noche de la fiebre? ¿Y especialmente, “cómo” y “por dónde” se lo hice?
Mmmmmmm…¡Era obvio que le había contado todo! Ahora resulta que la mocosa traviesa de la Coti sabe lo de los supositorios que le puse a Panchita en el popó… Y seguro que Panchita le contó también que empujándole el supositorio, terminé metiéndole el dedo en el poto hasta el fondo… ¡dos veces! ¿Quién más de estas mocosas sabrá…? Mmmmmmm…
Panchita lo estaba pasando bomba con todas sus amiguitas del colegio, así es que salvo por ese momento, me sentí relativamente fuera de peligro por un rato… Del peligro de sentir cosas que no debería sentir tratándose de una pendex tan chica. Y pariente, más encima. Pero era difícil no mirarla, y especialmente difícil era evitar mirarle su lindo popó. Estaba absolutamente preciosa, y como era la más chica del curso, muchas de las amiguitas ya tenían trece… Un peligro público todas estas linduras… ¡Ya, fuera estos pensamientos! me decía a mí mismo. Pero me costaba concentrarme en otros temas…
Hasta que en un momento, mientras conversaba con mi prima y su enésimo pololo, noté algo curioso.
Una niña crespa, que había llegado recién y que parecía mayor que el resto, estaba hablando con Panchita y Coti, las tres mirándome medio escondidas desde el mismo rincón. Esta niña se veía mayor, en realidad. Pelo rubio y crespo, ojos claros, buen físico, bien bonita pero no tan linda como Panchita, y muy parecida físicamente a la Coti. Calculé que debe haber tenido por lo menos unos dos o tres años más que Panchita y Coti. Obviamente no era una de las compañeras de curso de Panchita. Estaban las tres hablando, la rubia crespa estaba preguntándoles algo, indicándome y mirándome con una sonrisa muy pícara…
Panchita y Coti me miraron y asintieron riéndose, como diciéndole, “Sí, es él”…
¿Qué onda? Uuuuuuu… ésto tenía toda la pinta de que le estaban indicando a la crespa quién era el tío que le puso los supositorios a Panchita la semana anterior…
Panchita y Coti empezaron a pedirle algo a la crespa, y le indicaban el celular que tenía en la mano, como tratando de quitárselo. La crespa, toda risueña, se puso de pie con el celular en alto para que no se lo quitaran, y les indicó que fueran a los dormitorios, y las tres partieron raudas, siempre sonriendo y mirándome de reojo… La crespa me miraba con una sonrisa entre curiosa y socarrona, mordiéndose el labio inferior; la traviesa de la Coti me miraba sonriendo con su mirada de niñita malula, y Panchita también me miraba sonriendo, pero con una mirada muy tierna, colorada como tomate… Las caché que las tres se escurrieron a los dormitorios sin que el resto de las pendex se dieran cuenta.
¿Quién sería esa niña crespa recién llegada? ¿Y porqué Panchita y Coti querían quitarle el celular?
Qué quieren que les diga, la curiosidad superó la cautela… Esperé unos diez minutos, y como las mocosas no volvían, dije que iba al baño y partí a espiar a estas pendex. Sin hacer ruido, caminé sigilosamente por el pasillo hasta el dormitorio de Panchita, de donde salían unos gemidos y quejidos muy perturbadores… Escuché a la crespa que les decía: “¡Ahí se le abrió el primer esfínter! ¡Miren cómo le entra la cabeza entera!”
Me asomé apenas, manteniéndome en la oscuridad del pasillo. Estaban las tres alrededor del escritorio de Panchita, habían conectado el celular a su notebook y estaban viendo… ¡Un video porno!
Sin que me vieran, espié unos minutos… En la escena que estaban viendo, un negro enorme, muy musculoso, le estaba metiendo su gigantesco y bien lubricado pirulón a una preciosa niñita rubia de ojos azules, con pinta de gringuita, que se veía de la misma edad de Panchita… Y se lo estaba metiendo… ¡¡Por el poto!!
Debo admitir que la escena era alucinante… La gringuita estaba agachada boca abajo sobre la cama, potito parado, gimiendo y temblando descontroladamente, mordiendo y rasguñando las sábanas, con la carita empapada de traspiración y lágrimas, y la boquita chueca en una grotesca mueca de placer; con el negro detrás de ella, tomándola firmemente de las caderas, penetrándola por el popó… En súper alta definición, con el enfoque típico de los videos porno, la cámara se movía lentamente, recorriendo toda la escena, mostrando las caritas que ponía la mocosa gringa, y después moviéndose hacia atrás hasta mostrar el manso pirulón del negro entrando en el popó de la gringuita… y de vuelta hacia adelante para mostrar de nuevo las muecas y gemidos de la preciosa gringuita… Era impresionante ver el grosor del pirulón del negro, y el rosado ano de la gringuita abriéndose al máximo, en forma inverosímil, alrededor del tronco de ese gigantesco pene africano, y cómo el negro la sujetaba y empujaba con fuerza, y cómo el enorme “supositorio” iba entrando súper lento en el popó de la linda gringuita, milímetro a milímetro…
La crespa seguía hablando, explicándole la escena a las otras dos, como haciéndoles una verdadera clase de sexo anal… Y les decía: “Este negro sabe hacerlo súper bien… Mira cómo se lo mete súper lento y suave… Cácha, ella tiene el poto bien relajado y está súper excitada con toda la previa de las palmadas y las caricias con lubricante en el potito… Mira cómo menea el poto para que le entre…”
“¡Le quedaron los cachetes rojos con las palmadas…!” dijo Coti, con una risita entre nerviosa y asustada…
Panchita también se rió, pero con mucho nervio, retorciéndose enterita, toda tiritona, mordiéndose un dedo, apretando y rasguñando su minifalda… parecía como que se iba a hacer pipí de puro nervio… La mocosa traviesa de la Coti hacía unas muecas extrañas y también se retorcía entera… Las dos gemían casi en sincronía con la gringuita de la película… Y la crespa, también con la boca chueca en una mueca extraña, se mordía los labios… ¡Y empezó a masturbarse con la escena! Pero no paró de “hacer clases”, y les seguía explicando: “Mira, ahí le está estimulando el segundo esfínter… ¡Ahí se le está abriendo! ¡Mira cómo le sigue entrando! ¡Mira la cara que pone ella!”
Pese a que me había acercado a la pieza de Panchita súper sigilosamente, sin hacer ningún ruido, me extrañaba que ninguna de las tres siquiera mirara para atrás por si había alguien en la puerta… Las tres parecían estar en trance, haciendo muecas como si el negro las hubiera estado penetrando por el popó a ellas…
El gigantesco pene del negro entraba más y más en el popó de la linda gringuita rubia… ¡Hasta que entró entero!
El negro le empezó a revolver el pirulón dentro del popó a la gringuita, con lentos movimientos de caderas… Y la pobre se estremecía con violentos estertores, soltando unos terribles berridos guturales… parecía que se estaba acercando a un orgasmo atómico… ¡Y las tres, Panchita, Coti y la crespa gemían al unísono! Yo me fijaba especialmente en Panchita, que se mordía el labio inferior, le temblaba la barbilla y aspiraba aire entre los dientes, con la boquita chueca en una mueca extraña, entre sonrisa y puchero, retorciéndose entera, rasguñando y apretando su minifalda como con una mezcla de excitación, fascinación y miedo…
Ooooohhh… Ahora sí que todo mi autocontrol tratando de evitar pensar en el popó de Panchita, se empezó a ir a la cresta… El bulto en mi pantalón me dolía de lo grande que se me puso…
“¡Mira…! ¡Ahí se fué cortá la gringa…!” dijo la crespa, sin dejar de masturbarse. Y tal cual, la rubia gringuita se puso tensa, mordió la almohada con todas sus fuerzas, empujó violentamente hacia atrás varias veces, temblando descontroladamente de pies a cabeza, y se relajó en un océano de placer…
A esta altura era más que obvio que Panchita le había contado todo lo de los supositorios a la Coti y a esta amiga crespa… Y las dos le indicaron a la crespa quién era yo… Y acto seguido, van y le piden que les muestre este video porno que la crespa tenía en su celular, en la que un negro le clava su manso “pirulón-supositorio” en el poto a una preciosa gringuita de la misma edad de la Coti y Panchita… ¿Cómo sabían que la crespa tenía este video porno en su celular? ¡Evidentemente ya lo habían visto antes! ¡Este era el video que Panchita estaba imitando cuando se puso en cuatro para el segundo supositorio!
¿¿¿QUE ONDA ESTAS PENDEJAS CALIENTES…???
¡Y yo que estaba asustado de mis instintos e impulsos con el popó de Panchita!
Así como vamos, capaz que no sólo Panchita, sino que también su amiga Coti y esa amiga crespa, me pongan todas el poto y me pidan por favor que les ponga “mi supositorio”…
Y justo cuando pensaba ésto, mientras el negro seguía con un lento y rítmico mete-saca en el popó de la gringuita, la crespa va y le dice a Panchita con una sonrisa pícara:
“Oye Pancha… Harto rico tu tío… Me encantan los viejos canosos como él… con pinta de atleta…” (¿¿”VIEJO CANOSO”?? ¡Me cagó la pendeja! Jajaja…)
Panchita sonrió y la miró como con cara de “No te metas con mi tío”, y la crespa le dijo “Ay ya, weona… No te pongái celosa… Si no te voy a quitar a tu tiíto lindo… Pero no entiendo cómo no le pediste que te lo hiciera por el chico, si ya estábai lista, después de esa mansa sesión de supositorios… ¡Weona, si hasta te metió el dedo entero en el poto, y me dijiste que te gustó…! ¡Y tú y la Coti ya habían visto esta película del negro con la gringa, así que ya sabíai cómo se hace por detroit! Yo le habría rogado de rodillas que me lo metiera igual que el negro… ¿Porqué no le pediste que te lo metiera? ¡Que erís weona, te quedaste con las ganas!”
Panchita soltó una risita nerviosa y sin dejar de mirar como hipnotizada al negro sodomizando a la mocosa gringa, balbuceó con voz tiritona:
“Ay, sí sé oooh… si sé… Si yo quería… Pero es queee… Ay, no séeee… Es que me daba como nervio pedirle, poh…”
“Pero te gustó que te metiera los supositorios y el dedo en el poto, ¿o no?”
“Síiiiii… fué bacán… me encantó…”
“Y puro queríai que te hiciera lo mismo que el negro a esta gringa… ¿O no…?”
“Ayyyy… Síiiiiiii…”
“¿¿Y porqué no se lo pediste??”
“Ay, no séeeee… es que me daba cosaaaa… me daba vergüenza… Y él puro quería irse…”
“Weona, si no se lo pides tú, se lo voy a pedir yo… que me lo haga a mí… ¡Tu tío es un experto, weona, ya te expliqué porqué sé…! Así que ya sabís… Si voh no querís, le voy a pedir que me lo meta por el poto a mí… Igual que el negro… Mmmmm… me estoy mojando de puro pensarlo… Oye… Y tu tío… ¿Tendrá el pirulón igual de grande que el negro? Me tinca que lo tiene grande… Weona, ¿le cachaste el bulto que tiene en el pantalón? ¡Te apuesto que lo tiene grande y grueso…! Ooooohhh… Qué riiicoooo… Sentirlo en el poto… Mmmmmm…”
“Yo me voy a hacer la enferma pa’ que me ponga el supositorio a mí… Síiiii… ¡Brígido! Jijiji…” dijo la Coti, sonriendo toda pícara y traviesa, meneándose nerviosamente y mordiéndose un dedito…
“¡¡Oye córtenla…!!” les respondió Panchita, entre riéndose y enojada, mientras las otras se reían como locas…
Wow… ¡Panchita se puso celosa…! ¿Será entre celos y pánico de que las amenazas de estas dos pendex fueran en serio? La verdad es que después de la sesión de supositorios, yo no podía pensar en otra cosa que en mi linda Panchita y su sensual popó, pero Panchita no tenía cómo estar segura de que no me tentara con el poto de la crespa… o el de la Coti… ¡Mi linda Panchita está celosa! Y toda nerviosa y tiritona viendo cómo el negro se lo mete por el popó a esa preciosura de mocosa gringa de su misma edad… Y apenas la semana anterior la tenía boca abajo, a potito pelado… ¡Aquí en su cama…! Y le puse los supositorios… Y le metí el dedo en el popín hasta el fondo… ¡Y ella lo disfrutó intensamente…!
Mi linda Panchita… Toda nerviosita, viendo al negro metiéndole el manso pirulón a la gringuita por el popín… Acaba de confesar una vez más lo que yo ya sabía… Que le encantó que le pusiera los supositorios y le metiera el dedo en el pompi… Y que deseaba que le metiera… ¡Mi pirulón en el popó…! Y no me lo pidió sólo porque le daba vergüenza… Oooooooooohhhh…
Ahora ya era imposible reprimir en mi mente las imágenes vivas de Panchita boca abajo y a potito pelado, aquí en su cama, conmigo metiéndole el dedo en el pompi hasta el fondo… y ella gimiendo y disfrutando… Ya le enseñé a gozar con la mezcla de placer y dolor del sexo anal, con los supositorios y mi dedo en su popó la semana pasada… Ahora es obvio que está lista para someterse y disfrutar con el sufrimiento del verdadero “supositorio”… el que anhela y desea desde la semana pasada… ¡Mi pirulón-supositorio en su popó!
Momento, momento.
¡¡MOMENTO!!
Chuuuuuu…
¿¿En qué quedaron todos mis esfuerzos por reprimir esos oscuros deseos con el popó de Panchita??
¿No me pasé toda la semana tratando de bloquear y olvidar ese intenso erotismo eléctrico que se produjo entre Panchita y yo cuando le puse los supositorios y le metí el dedo en el poto?
Pero ahora resulta que Panchita, mucho antes de la sesión de supositorios, ya había visto el video del negro sodomizando a la gringuita… O sea que mi linda Panchita ya sabía muy bien lo que era el sexo anal cuando le puse los supositorios… ¡Y más encima le acaba de confirmar a la crespa que puro quería que yo le metiera mi pirulón por el popín cuando terminé de ponerle los supositorios! En ese momento lo sospeché, por las miradas furtivas que me lanzó al paquete y todo lo que disfrutó, especialmente con el segundo supositorio, pero preferí creer que era sólo mi imaginación…
Chuuuuuuuuu…
¿Ahora cómo miéchica voy a reprimir el deseo de hacerle a mi linda Panchita lo mismo que el negro le está haciendo a la mocosa gringa en el video…?
La voz de la crespa me sacó de mis oscuros y depravados pensamientos…
“Ya weona, no seái gallina… ¡Aprovecha, qué mejor que aprender a hacerlo por detroit con un tío que te gusta! Y voh cachái que por el chico no hay guagua, no perdís la virginidad y no pasa nada, el poto se te cierra y no queda huella de nada, ¡es bacán…!”
“Ya, ¿pero qué le digo…?” le preguntó Panchita, con las palmas de las manitos dobladas hacia arriba.
“Mira, yo te voy a decir cómo se lo tienes que pedir… Porque no podís llegar y decirle “Tío, métemelo por el poto porfi…” Jajaja obvio que no, poh… Tenís que ser onda sutil, coquetearle con el potito, insinuarle el potito… ¿Cachái? Y voh Coti, escucha y aprende primita, pa’ cuando te toque a tí… Tengo un amigo que te voy a presentar pa’ que te enseñe… Es un viejo cuico muy bacán, parecido al tío de Panchita, y sabe hacerlo súper bien por el chico, te va a gustar… El me enseñó a mí cuando era más chica que Ustedes, así que ustedes demás que están listas… Así van practicando las dos, si quieren aprender a ser Escorts como yo”
“Escorts como yo”… ¡¡”Escorts como yo”, acaba de decir la crespa!! ¡Mis sospechas se confirmaron! Esto explica el manejo del lenguaje de esta pendex: “el primer esfínter”, “el segundo esfínter”, “por detroit”, “por el chico”… Esta mocosa cacha demasiado bien de lo que está hablando… Obviamente, esta rucia crespa tiene sus amigos viejones como yo… Y les debe cobrar por hacerlo por el popó, onda Escort profesional… Eso explica todo… Y parece que es prima de la Coti, porque le dijo “primita”…
“A ver Pancha, tu mamá se va de viaje otra vez mañana, ¿cierto?”
“Sí, se va por toda la semana”
“Ya poh, bacán, cuando se vaya tu mamá, invitái a tu tío a tu casa y lo esperái en pijama… ¡Y te hacís la que estái con fiebre!”
“Jajaja… demás…” se rió Panchita, mordiéndose un dedo y con una risita muy, muy nerviosa…
“Oye, y si tu tío no atina… ¡Te presento a uno de mis amigos! Lo pasaríai la raja… Claro que no te vai a poder sentar bien hasta el otro día… Jajajaja…”
Mi linda Panchita y su amiga Coti se rieron juntas, mirándose con una malicia cómplice de niñitas traviesas y revoltosas… Mmmmm… Súper peligroso… O sea que si no es conmigo, la preciosa Panchita va a terminar en manos de uno de los viejos calientes amigos de la crespa… y sería un suertudo hijo de puta, porque resulta que yo ya le preparé el poto a Panchita con los supositorios y mi dedo y se la dejé servida en bandeja… Chuuuuu… ¡Nika, nika, nika! (Ahora yo me puse celoso… Jajaja…)
Justo en ese momento me pareció ver a otra de las pendex pasar por el fondo del pasillo. Por si acaso, sigilosamente comencé a regresar, mientras seguía escuchando los agónicos gemidos de la gringuita de la película mezclados con la voz de la crespa y las risitas nerviosas de Panchita y Coti. Las otras pendex seguían súper entretenidas con videojuegos en la tele grande de la salita; mientras mi prima, su pololo y el par de amigos seguían conversando tranquilamente en el living…
Doblé a la cocina a buscar un trago de algo, tratando de disimular el bulto en mi pantalón y actuando lo más normal posible… Pero no podía sacarme de la cabeza lo que acababa de ver y oír, mezclado con el recuerdo vivo de los suaves gemidos de Panchita, con mi dedo entero dentro de su redondo y sensual popó la semana anterior…
Trataba de no pensar en nada, pero era imposible. ¿Qué hago si Panchita le hace caso a la crespa y me empieza a coquetear y a insinuar que hagamos la del negro y la gringuita en el video?
Me tomé un corto de whisky al seco, voy saliendo de la cocina y me encuentro de frente con las tres mocosas que venían de la pieza de Panchita. La crespa y la Coti me miraron con mucha malicia de niñitas traviesas, me dijeron “¡Hola!”, yo también las saludé y ellas siguieron caminando de vuelta a la sala, mirándome hacia atrás, cuchicheando y riéndose… ¡Y mirándome sin disimulo el bulto en mi pantalón! Panchita se quedó conmigo, esperó que desaparecieran y de nuevo se me tiró encima, me abrazó muy apretado, me llenó de besos y me susurró: “Te quiero mucho tiíto lindooooo…”
“Tú sabes que yo también te quiero mucho, preciosa. ¡Feliz cumpleaños!”, le respondí. Me dió un tremendo beso, medio entre la mejilla y la boca…
Suspiré hondo, perturbado y confundido al máximo, y en un último esfuerzo por evitar la tentación de su hermoso y sensual popó, junté todas mis fuerzas y le susurré en el oído:
“Me tengo que ir amor”.
Ella me me dijo “Nooooo… no te vayas todavía… porfiiiii…”, me dió otro beso más en la mejilla y se abrazó a mí con mucha fuerza, como para impedir que me fuera.
“Perdona amor, pero tengo una tonelada de cosas por hacer”.
Se pegó más a mí, como para impedir que me fuera. Sentía su corazoncito latiendo a mil. Estuvimos así, bien abrazados por largos segundos… Yo haciendo un esfuerzo gigantesco para no acariciarle el popín… Hasta que de repente me dice:
“Oye tío…”
“Dime, preciosa”
“Eeeeee… Ya, filo… mañana voy a estar sola porque mi mamá se va de nuevo… ¡Ven a verme, porfi, porfiiii…!”
“Mmmmm… mañana también tengo que hacer un montón de cosas, amor”
“¡Ya poooh, ven a verme mañana, porfi porfi porfiiiiiiiiii…!”
No podía decirle que no… ¡Imposible decirle que no a esta preciosura!
“Mmmm… Ok… Te podría a venir a ver mañana en la tarde…”
“¡¡¡Yaaaaa, bacán…!!!
Con una mano le tomé la cabecita por la nuca, la giré un poco y comencé a susurrarle en el oído, acariciándole suavemente la hendidura entre los cachetes del popó con la punta de los dedos de mi otra mano:
“Ok… voy a venir a verte mañana en la tarde… Pero prepárate, porque te voy a volver a castigar aquí… Sí, en el popín… Y a popín pelado… Por insistente y traviesa… Y esta vez va a ser un castigo mucho más grande que el de la semana pasada…”
Y ahora sí que me estremecí, porque simplemente no pude evitar decirle ésto y acariciarle el potito… Pero ella, en vez de rechazarme, me miró con los ojos bien grandes y una gran sonrisa nerviosa, toda colorada, se tapó la boca con una manito, dijo “Ooohhh…” y se mordió un dedo, meneándose muy pícara y pizpireta… Y acto seguido, se abrazó más fuerte a mí, ¡suspirando y cerrando los ojos…! La abracé bien fuerte de vuelta, le volví a hacer cariñito en el popín, ¡y ella me llenó de besitos…!
“Ya, ahora sí me voy, preciosa”, le dije.
“¿Me vienes a ver mañana, entonces? ¿¿Me lo prometes??”
“Sí amor, te lo prometo. Mañana nos vemos”
Me separé lentamente de ella, le dí una palmada en el popín y último beso en la mejilla, y ella me lo devolvió ¡casi en la boca!
Me acompañó pegada a mí a despedirme de su mamá y de los otros adultos. Y cuando me estaba despidiendo de mi prima-socia-mamá de Panchita, ella me dice: “Oye, tu sabís que me voy de viaje mañana de nuevo, así que te encargo a la Panchita… Ven a verla mañana, que va a estar sola, poh… y si se resfría, ella ya sabe lo que le vái a hacer… Jajaja…”
¡¡La mamá de Panchita me está dando permiso!! Chuuuuuu… Pero no sé si sospechará cuál es el verdadero “supositorio” que estoy pensando ponerle a la pobre Panchita en su lindo popó de niñita…
Panchita estaba súper feliz… me acompañó hasta la reja de entrada muy abrazada a mí y me dijo “¿Viste? ¡Me tienes que venir a ver mañana!”
“Por supuesto, preciosa… Mañana nos vemos”
Le dí un último beso y tuve que hacer un esfuerzo gigantesco para separarme de ella y partir raudo… ¡Más tiritón que una gelatina!
Desde la reja ella me hacía adiós con la mano y me tiraba besitos…
Ufffffffff…
Ufffffffff…
Aún más confundido que la semana anterior, cuando salí de esta casa después de ponerle los supositorios, me subí al auto y comencé a manejar, sin poder dejar de pensar en todo lo que había pasado…
Qué hago, qué hago… ¿Vengo o no vengo mañana? Si vengo a verla, va a ser imposible que no pase nada… ¡Imposible!
Pero si no vengo y me viro con alguna excusa y evito a propósito que volvamos a estar solos, capaz que termine en manos de uno de los amigos de la crespa… O sea, GIL, va a terminar DE TODAS MANERAS empalada en el popó con uno de esos viejos…
Ni qué decir que me pasé todo el trayecto hasta mi casa dándole vueltas al tema: ¿Será que soy un idiota por tener tantas dudas? Una mocosa preciosa a la que ya sodomicé con mi dedo la semana pasada, y lo disfrutó intensamente… Ahora está lista y dispuesta a que le ponga el “gran supositorio” en el popó… ¿¿¿Y yo con dudas???
¿¿No seré el FARAON de los giles si dejo que otro compadre termine la tarea y ensarte en el popó a esta deliciosa pollita??
Sí sé, sí sé, es que tengo mis dudas por lo chica que es Panchita… Se supone que sería totalmente depravado… prohibido…inmoral… ilegal… ¡tabú…!
Pero por otro otro lado, ésto no tiene nada de nuevo… ¿Un viejo canoso como yo, que le enseña a hacerlo por el popó a una lolita como Panchita? Esto sucede en todas partes y a cada rato… Y desde el principio de los tiempos… Como muestra explícitamente el famoso Papiro de Turín, que tiene 4.000 años de antigüedad… O como Marlon Brando con la lolita María Schneider en la famosa escena de la mantequilla de la película El Ultimo Tango en París… O como Madeleine LeClerc, la última amante del Marqués de Sade, que tenía la misma edad de Panchita cuando se hizo amante del famoso Marqués… Y adivinen por dónde le gustaba que se lo metiera el Marqués…
A lo largo de siglos y milenios, siempre ha sido tabú y súper prohibido… Pero eso jamás detuvo ni a las lolitas ni a sus amigos viejones…
Mmmmmm… Es obvio que todo se encamina inevitablemente hacia lo prohibido…
Y bueno… Si es inevitable… mejor aceptarlo de una vez y concentrarme en hacer bien la tarea… Panchita se merece que su tiíto adorado sea su cruel amo y maestro de sexo anal, y no uno de los viejos que le podría presentar la crespa… Lo mínimo que se merece es que sea yo quien termine la tarea que ya comencé la semana pasada, con los supositorios y mi dedo en su popín… Además, sin falsa modestia, hay pocos tipos que sepan hacérselo por el popín a las niñas mejor que yo, especialmente a una pendex primeriza como Panchita… Más aún, yo sé EXACTAMENTE cómo hacerlo para que ella lo pase BOMBA desde el primer minuto, y disfrute a concho cuando finalmente la penetre por el popín, gozando al máximo con esa mezcla perfecta de placer y dolor… ¡Y es lo que ella desea, según ella misma le confesó a sus amiguis!
Caso cerrado.
Decisión tomada.
No más dudas. Mi misión está clara.
Mañana mi linda Panchita va a aprender una lección que su popó no olvidará jamás…
Continuará…
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