La Doble Sumisión Anal de Panchita – Parte II
Panchita aprende una lección que su popó no olvidará jamás….
Al otro día, temprano en la mañana me sumergí en mis actividades típicas de fin de semana, partiendo por mis intensos entrenamientos matutinos de triatleta, esquiador y karateca. Yo pensaba que iba a quedar suficientemente cansado como para bajar un poco la intensidad de mis oscuros pensamientos con Panchita, pero el entrenamiento sólo aumentó el inconfesable e irrefrenable deseo de ir a verla, y ponerle… “mi supositorio”… en su precioso popó de niñita… Chuuuuuuu… ¡No podía pensar en otra cosa, sino en mi misión para esa tarde!
Tipo mediodía, me dí una buena ducha y me vestí con mi típica pinta de aventurero de montaña, con sombrero gringo y todo. Me eché una buena cantidad de Eau Sauvage, que a Panchita le encantaba, tomé el pote de crema Nivea… Y un lubricante especial para sexo anal, a base de silicona y jojoba, que tiene un efecto específicamente relajante en el popó de las niñas… Como Panchita es hiper laxa pero también primeriza, la combinación es lo más apropiado… Como ya verán…
Y bueno, respiré hondo, me subí al auto y partí raudo.
Cuando llegué, la reja estaba abierta así es que entré directamente hasta la puerta y toqué el citófono. La ví asomarse por la ventana de su pieza con una gran sonrisa. La sentí correr como loca por toda la casa hasta la puerta.
“¡Hola preciosa!” le dije cuando me abrió.
“¡Hola tiíto lindo preciosoooo!” me dijo, se me tiró encima, me abrazó a lo koala y me empezó a llenar de besos… Panchita estaba… ¡¡En pijama!! ¡¡Y con el mismo coqueto pantalón de pijama rosado con tiernos monitos estampados, que tenía puesto cuando le puse los supositorios!!
Uuuuuuuuu…
La última vez que la había visto en pijama había sido “aquella vez”, la semana anterior… Y desde entonces, hasta su cumpleaños ayer, a propósito había evitado ir a su casa, y menos a horas en que podría haber estado en pijama… habría sido demasiado peligroso… Pero ahora, me viene PERFECTO que esta preciosura esté con el mismo pijama… Las imágenes de aquella sesión de supositorios y del video que estaban viendo ayer con sus amigas se me aparecían una y otra vez en la mente… en alta definición…
¡¡¡Muchas gracias de nuevo por tu regalo, te adoro te adoro te adorooooo!!!
“Qué bueno que te gustó amor. ¿Cuándo vuelve tu mamá del viaje?”
“El viernes… se supone”
“¿Viajó con su pololo?”
“¿Cuál de todos…? Jajaja…”
“Jajaja… Oye, no critiques a tu mami… ¿Y tu nana?”
“Mi mamá le dió salida esta tarde porque sabía que tú venías”
“¿O sea que estás solita?”
“Síiiiiiiiiiiii…” me respondió, toda coqueta y risueña… Buenísimo, pensé…
“¿Y porqué estás con pijama? ¿No me digas que estás de nuevo en cama con fiebre?”
“Síiiiiiiiiiiiii…” me contestó, mordiéndose un dedito, sonriendo y meneándose burlonamente…
A esta altura, con todo lo que les he contado de Panchita, me imagino que tienen claro lo juguetona y traviesa que es esta mocosa… Y ahora me está invitando y desafiando abiertamente, a propósito, como siempre lo ha hecho desde que era chica, para que este tío “malvado” la persiga, la agarre y la “castigue”… Pero esta vez la cosa tiene un tinte muy especial… Después de los supositorios de la semana pasada, mas todo lo que pasó ayer, el video del negro con la gringuita, lo que le confesó a la crespa, las miradas furtivas a mi bulto… y lo que le susurré al oído mientras le daba unas palmaditas en el popó al despedirme… es evidente para dónde quiere llevar la cosa esta pendex hipersexualizada…
“Mmmmmm… A ver, déjame ver si realmente tienes fiebre” le contesté, siguiéndole el juego.
Le puse la mano en la frente, sabiendo que estaba mintiendo descaradamente…
“Mmmmmm… Mentirosilla… No tienes NADA de fiebre…”
Panchita me miraba con cara pícara, sonriendo y mordiéndose un dedito, como expectante a lo que yo haría a continuación…
Le tomé la manitos y noté que las tenía sudorosas y tiritonas de puro nervio… La miré directo a los ojos y en un tono semi serio le dije:
“Por traviesa, revoltosa y mentirosilla, te voy a aplicar tres castigos”
“Uuuyyyyyy… qué susto… ¿Qué me vas a hacer?”
“Primero, te voy a hacer cosquillas”.
“¡¡¡Nooooo…!!!” gritó, y arrancó corriendo a su dormitorio, entre risas y grititos, conmigo persiguiéndola detrás…
Entró corriendo a su pieza, la agarré de la cintura y la puse sobre la cama, me puse encima de ella y comencé a hacerle cosquillas. Panchita se reía y gritaba a voz en cuello, pataleaba y trataba de defenderse, pero yo seguía haciéndole cosquillas, y ella se ahogaba de tanta risa…
En medio de la “lucha”, la dí vuelta y la puse boca abajo en la cama, y me puse de costado sujetándola para que no pudiera moverse.
“Ahora te voy a aplicar el segundo castigo” le dije.
“¿¿Q-q-qué me vas a hacer??” me preguntó, todavía medio ahogada de tanto reírse. Me acerqué, le dí un besito en la frente y acariciándole el pelito le susurré al oído:
“Te voy a hacer tan tan a poto pelado”
Giró la cabecita, me miró toda colorada, entre risueña, sorprendida e incrédula y se tapó la boquita con las manos, como diciendo Ooooohhh… porque cuando jugábamos a este juego, le hacía tan tan en el poto pero siempre por encima de la ropa, nunca antes se lo hice a poto pelado…
Y acto seguido, me dijo en tono desafiante:
“Saaaaale… Ah que no te atreeeeveees… lero lerooooo… jajaja…”
“¿Aaahhh nooo?” le respondí, y sujetándola con mi peso sobre su espalda para que no se pudiera mover, comencé a bajarle el pantalón del pijama lentamente…
Trató de protestar con unos “Oye… nooo…” y unos pucheritos falsos… ¡mezclados con risitas…!
Y a medida que le bajaba el pijama, el hermoso y perfecto popó de Panchita fue quedando al descubierto…
Sin hacerle caso a sus pucheros fingidos, seguí bajándole el pijama más y más… hasta dejar todo su popó completamente desnudo… Oooohhh… Qué belleza… Aquellas dos perfectas redondeces… Y aquella hendidura perfecta… Y en el centro de la hendidura, entre las bellas redondeces… El pequeño y rosado orificio de su popó… Aquel orificio tan tímido… tan sensual… tan erótico y prohibido… Mi preciosa Panchita tenía uno de los popós más bellos y sensuales que he visto en mi vida…
Le bajé el pijama hasta que quedó a mitad de sus muslos.
Y con deliberada lentitud, comencé a darle unas buenas palmadas en el potito pelado.
“¡Ayyy! ¡Ayyyy! ¡Noooo! ¡Malooooo!” me decía, pero yo seguía dándole palmadas, suficientemente fuertes como para que el escozor hiciera que se le erizaran todos sus vellitos rubios hasta la nuca, pero calculadamente controladas para que el dolor no fuese demasiado fuerte, sino súper excitante…
Cuando ya tenía los cachetes bien rojos, me detuve.
“¡¡Oye… Que eres maloooo…!! ¡¡Me hiciste doler!!” me dijo, fingiendo unos lloriqueos como bebé…
Me acerqué de nuevo, le dí un suave beso en la mejilla, y acariciándole el popó, le susurré al oído con voz firme y seria:
“Ahora te voy a preparar para el tercer castigo. Sí, amor: El tercer castigo también va a ser aquí, en tu popó…”
La bella y pizpireta Panchita escuchó ésto y me quedó mirando con los ojitos bien grandes, mordiéndose un dedito, como sin saber si sonreír o asustarse… y entre pucheros fingidos y sonrisitas pícaras, me dijo:
“Oye… Malooooo… ¿Cuál es… el tercer castigo…?”
Con las cosquillas y las palmadas, estaba colorada como tomate, y aparentemente ya sin fuerzas para resistirse. Manteniéndome sobre su espalda, muy suavemente le metí un dedo entre los cachetes, hasta rozarle el tierno hoyuelo de su popó… ella dió un pequeño respingo… comencé a hacerle unas ricas cosquillitas en el tímido orificio, y ella retozó toda regalona, con los ojitos cerrados, meneando ligeramente el pompi… Y sin dejar de acariciarle el orificio, me acerqué y le susurré al oído:
“¿Quieres saber cuál es el tercer castigo?”
Asintió tímidamente con la cabeza.
“Te voy a poner un supositorio aquí, en tu lindo popó… Pero no los supositorios de la semana pasada… No, amor… Esta vez va a ser un supositorio especial… Muy especial… Mucho más grande y grueso…”
Y diciendo ésto, saqué del bolsillo de mi chaqueta el pote de crema Nivea y el lubricante especial para sexo anal… y los puse en la cama justo frente a su cara, a propósito para que los viera, especialmente este último.
Al verlos, me miró y soltó un “Oooooohhh” con una risita nerviosa… Y se quedó mirando fijo el lubricante anal, leyendo muy concentrada lo que decía el envase… mientras yo le seguía acariciando el tierno orificio su bello popó…
La pobre se retorció los deditos de puro nervio, y le tembló la barbilla mientras leía el envase, al entender perfectamente de qué se trataba… Y me miró de nuevo, mordiéndose el labio, esta vez con una mirada muy tierna, de niñita asustada… Ahora ya sabía que yo hablaba en serio…
“¿Te acuerdas cómo te preparé el popín para los supositorios?” le pregunté al oído, dándole besitos en la mejilla y sin dejar de acariciarle el popó…
Ella asintió con la cabecita, gimiendo un “Sí…” casi inaudible. Y se abrazó a la almohada, muy regalona.
“Te voy a relajar el popín con la misma crema…”, le susurré en el oído, mostrándole la crema Nivea.
“Bueno…” murmuró Panchita, y cerró los ojos, totalmente entregada, preparándose para disfrutar del “tratamiento”, igual que la semana anterior…
Abrí el pote de crema y saqué una buena cantidad con el dedo índice de mi mano derecha… Muy lentamente le separé los cachetes para dejar al descubierto su tierno y rosado ano… Y comencé a aplicarle la crema con suaves caricias en el hoyuelo. Al sentir la crema en el popín, dió un pequeño respingo, pero se relajó completamente con las caricias y cosquillas, y comenzó a suspirar despacito, disfrutando intensamente esta “preparación” para el tercer castigo, tal como había disfrutado la semana anterior…
Ella retozaba y rezongaba abrazada a las almohadas, toda regalona, disfrutando nuevamente con aquellas sensuales caricias y cosquillitas en el ano que ya conocía… Tomé más crema con el dedo y repetí las caricias y cosquillas, lenta y suavemente, girando ligeramente el dedo para estimularle y relajarle el primer esfínter… y sentía cómo ella pulsaba el ano… ¡La linda Panchita lo estaba abriendo y cerrando ella misma, entre pequeños gemidos y unos “Mmmmm…” ahogados en la almohada…!
El popó de Panchita recordaba perfectamente bien mi dedo… sentía cómo relajaba y abría el primer anillo de músculos anales con las caricias y cosquillas, como si ansiara sentir pronto el dedo entrando lentamente…
Sin dejar de acariciarle el hoyuelo, le tomé la cabeza por la nuca, y con una mezcla de firmeza y cariño, le aplasté la carita contra la almohada… La bella Panchita ya sabía lo que ésto significaba… cerró los ojitos, se echó un poco para atrás hasta quedar casi en cuatro y paró el popó, ofreciéndomelo sin oponer resistencia, como ya lo había hecho antes…
Centré bien el dedo en el pequeño orificio… Y comencé a empujar…
Con la excitación y el recuerdo de la sesión de supositorios, el popó se le abrió sin ningún esfuerzo… Y el dedo le empezó a entrar…
“Ayyyyy…” se quejó Panchita, apretando las almohadas con las manitos y los brazos… Y cerrando los ojos, soltó unos quejidos casi como pequeños sollozos de protesta, con voz de niñita chica… Pero al mismo tiempo quebraba las caderas y movía el popó, empujando hacia atrás, como para que el dedo le entrara más profundo… Sonreí, porque sabía que estaba sintiendo puro placer y no estaba sufriendo en absoluto… Por ahora…
Seguí metiéndole el dedo poco a poco, avanzando deliberadamente lento… hasta que sentí el segundo esfínter. Ahí me detuve y comencé a estimularlo con suaves roces y caricias, girando el dedo lentamente… Panchita gemía y gemía y meneaba el popó suavemente… Con lo excitada que estaba, después de unas pocas caricias y masajes, el segundo esfínter ya estaba listo para ser forzado…
Presioné la cabeza de Panchita un poco más contra la almohada… y empujé el dedo… el segundo esfínter cedió suavemente… y le metí el dedo muy, muy lento… los labios del ano cedían más y más… sentía y veía cómo le iba entrando, milímetro a milímetro… hasta que finalmente… el dedo le entró entero… y sentí los labios del ano que me apretaban nerviosamente la base…
La linda Panchita emitió un largo y ahogado “¡Mmmmmmm…! contra la almohada, crispando las manitos y rasguñando las sábanas… pero sin dejar de menear suavemente el popó, disfrutando cada segundo…
Le revolví el dedo entero dentro del popó, estimulándole los dos esfínteres simultáneamente… Panchita se retorcía y se quejaba con pucheros y gemidos que yo sabía que eran de puro placer, pero posiblemente mezclado con sentimientos de deseo, vergüenza, pasión y excitación máxima…
Si el objetivo hubiese sido ponerle los mismos supositorios de la semana pasada, con ésto habría sido más que suficiente. Pero esta vez el supositorio que le voy a poner en el popó es nada menos que “Mi Pirulón-Supositorio”… Un supositorio muchísimo más grande y grueso que los supositorios para la fiebre que le puse entonces. Como mi linda Panchita es hiper laxa, técnicamente ya está lista hace rato, incluso para mi pirulón entero… Pero igual, esta vez va a ser algo mil veces más intenso que la semana pasada… Tratándose de una primeriza, aunque sea hiper laxa, es mucho mejor y mucho más excitante para ella que la preparación sea completa…
De nuevo le hundí la cabeza en la almohada, y muy muy lentamente…
Comencé a meterle DOS dedos juntos en el popó…
“¡MMMMMM… MMMMMMMM…!” gimió desesperadamente la pobre Panchita, con los ojos cerrados y la cara hundida en la almohada…
La sujeté con fuerza, y seguí metiéndole los dos dedos juntos hasta que el primer esfínter se le abrió al grosor máximo de ambos dedos… Giré despacio y masajeé el primer esfínter, que se le relajó totalmente… Panchita seguía gimiendo desesperada y moviendo el popó, y hacía como unos lloriqueos fingidos…
La sujeté con más fuerza, y empujé los dedos para que siguieran entrando hasta el segundo esfínter… Y tal como yo ya sabía, conociendo como conozco esta parte de la anatomía femenina, con todo lo ultra caliente que ya estaba Panchita, y con la excitación y el escozor de las palmadas, el segundo esfínter respondió sin mayor resistencia al estímulo de los dos dedos, y se le relajó totalmente a medida que entraban los dedos cada vez más profundo…
Panchita seguía abrazada a la almohada, gimiendo “¡¡MMMMMM…MMMMMM…!!” y medio lloriqueando con los ojos cerrados… Pero ya totalmente sumisa y rendida… Seguí empujando y metiéndole los dedos muy lento y suave… Hasta que le entraron completos…
Se los mantuve metidos hasta el fondo, revolviéndolos muy lentamente… Y Panchita ya no se quejaba tanto, sino más bien murmuraba “Ooooohhh… Ooooooohhh…” Y no con voz fingida, sino con un tono de suspiro y jadeo involuntario… Retrocedí hasta casi salir, y empujé de nuevo los dedos hasta el fondo… Otra vez gimió “¡¡MMMMMM…MMMMMM…!!” entre pucheros, pero siempre meneando el popó… ¡Y empujando ella misma hacia atrás…! ¡Cómo disfrutaba esta mocosa con mis dos dedos metidos en el poto…!
Repetí varias veces el “procedimiento”, para relajarle los esfínteres al máximo. Y lentamente retrocedí hasta sacarle los dedos del pompi.
Me acerqué y le susurré en el oído:
“Ya amor, estás lista… Para “Mi” supositorio…”
Me miró con carita asustada, suspirando entrecortado y mordiéndose el labio inferior… ¡Pero sin moverse de su posición en cuatro y con el potito parado! Sí, la pobre Panchita estaba asustada, pero excitada al máximo, lista y deseosa, tal como le confesó a sus amiguis ayer, mientras veían al negro sodomizando a la mocosa gringa…
Me incorporé, me puse de pie al lado de la cama, me limpié la crema de los dedos con la toalla, y comencé a sacarme la ropa. Panchita seguía abrazada a la almohada, mirándome de reojo con los ojitos entrecerrados, con una mezcla de excitación, curiosidad y miedo… Me miraba el paquete sin ninguna inhibición… El paquete que a esa altura ya era un bulto enorme, con lo caliente que estaba…
Me saqué la camisa, me abrí el cinturón del pantalón… me abrí el cierre… me bajé los pantalones… y con deliberada lentitud, me bajé los slips hasta que mi “pirulón-supositorio” quedó totalmente expuesto… Y Panchita pudo apreciar el verdadero tamaño y grosor del supositorio que le iba a poner este tío malvado en su lindo popó de niñita…
La pobre se llevó las manos a la boca, como para ahogar un gemido de puro miedo…
“Ooooohhh…” dijo finalmente, mientras yo terminaba sacarme la ropa y me subía a la cama.
Para mi sorpresa, Panchita sin ninguna inhibición estiró una mano y tomó la lanza, como midiendo el grosor del “supositorio”. El pirulón se me puso aún más grande y duro al contacto de su manito. Giró, y hundiendo la carita en la almohada, gimió con voz ahogada:
“Tío… Es tan grande… ¡Me dá mucho miedo…!”
“¡Quédate quieta!” le ordené. Y ella me obedeció, muy abrazada a la almohada, pero siguió mirando fijo el “supositorio” con carita de susto.
Tomé el plumón que todavía le tapaba de la rodilla para abajo, y lo corrí totalmente para atrás. Con mucho cariño, tomé el pantalón del pijama y se lo bajé hasta sacárselo y dejarla totalmente desnuda de la cintura para abajo.
“¡Ponte de nuevo en cuatro patas!” le ordené. Y Panchita, ya totalmente entregada y deseosa, a pesar del susto, me obedeció sin protestar. Dobló las rodillas (que le tiritaban) y paró el potito, siempre boca abajo sobre la almohada. Tomé el lubricante anal, me eché una buena cantidad en los dedos, y comencé a lubricarme el “pirulón-supositorio”, acariciándole también el pulsante orificio del popó con el mismo gel… Panchita me miraba el pirulón como hipnotizada, con una mezcla de fascinación y terror… la misma carita con la que miraba cómo el negro sodomizaba a esa niñita rubia en el video ayer… Sólo que esta vez la niñita rubia va a ser ella… Y el negro voy a ser yo, su tío malvado y adorado…
“Oye t-t-tío…” me preguntó con un hilo de voz entrecortada, mientras yo seguía lubricándole el popó y lubricando el “supositorio” entero hasta la base.
“Dime preciosa…”
“¿M-m-me va a d-doler m-m-mucho…?”
Me acerqué y le susurré en el oído:
“No te voy a mentir, amor. Vas a sufrir, sí. Pero vas a gozar sufriendo…”
Panchita hizo un puchero y soltó una especie de pequeño sollozo fingido, se mordió el labio inferior, le tembló la barbilla y crispó las manitos apretando la almohada, retorciéndose entre la excitación, el miedo y el deseo…
Le dí un beso muy cariñoso y le ordené, con ternura pero con firmeza:
“Ahora abraza la almohada, para bien el popín y quédate quieta”.
Me obedeció sin chistar…
Verla así, abrazada a la almohada, mirando asustada de reojo, en cuatro patitas, a potito pelado, temblando de excitación y de miedo, caliente como un animalito salvaje… era a la vez tan tierno y tan sensual… Mi preciosa Panchita ya estaba lista para el terrible supositorio que le voy a poner en el popó…
Seguí aplicando abundante lubricante a la punta, a toda la cabeza y a todo el tronco… dándole a entender que se lo iba a meter entero, completo, en todo su grosor y longitud…
Panchita seguía mirándome de reojo, mordiéndose nerviosamente el labio inferior y un dedito, respirando con un semi jadeo, mezcla de excitación, ansiedad y miedo…
Con el pirulón-supositorio perfectamente lubricado hasta la base, dejé el envase a un lado. Hice que separara un poco las piernas y me puse de rodillas entre sus pantorrillas, directamente detrás de su popó.
Con una mano la tomé de la cadera, con la otra me agarré el pirulón, y comencé a acercarme a ella.
Panchita hizo un puchero, se abrazó con fuerza a la almohada y hundió la cabeza… Noté que la pobre se puso a temblar de susto, de pies a cabeza…
Siempre sujetándola de la cadera con una mano, acerqué la cabeza del pirulón-supositorio hasta rozarle la hendidura entre los redondos cachetes, pero sin llegar a tocar el orificio prohibido…
Panchita soltó un quejido…
Comencé a pasarle la cabeza del pirulón-supositorio por la hendidura, de arriba abajo y de abajo arriba, muy lento y suave, haciendo todos los movimientos en súper cámara lenta… rozándole los cachetes a ambos lados de la cabeza del pirulón, pero sin llegar a tocar los labios del ano… Al pasar justo frente al orificio, movía el pirulón hacia los lados, como separándole los cachetes para atacar el orificio, pero sin rozarlo… y continuaba hacia arriba y hacia abajo por la hendidura…
Podía sentir cómo Panchita esperaba ansiosamente el ataque del pirulón cada vez que me detenía justo frente al orificio… Y suspiraba con un dejo de decepción cuando, en vez de embestirla, yo seguía deslizando la cabeza por la hendidura…
Después de unos cuantos deslizamientos sin tocarle el ano, me detuve justo frente al orificio, moví el pirulón hacia los lados abriéndole las nalgas, y lo fuí acercando hasta punzar ligeramente el delicado hoyuelo…
Panchita dió un respingo, y se quedó súper quieta, como esperando la embestida… Pero yo retrocedí ligeramente, y seguí con los suaves y súper lentos deslizamientos por la hendidura, de arriba abajo y de abajo arriba… sólo que ahora, cada vez que la cabeza pasaba frente al orificio, jugaba rozando la cabeza con los cachetes de lado a lado y de arriba abajo, acercando la punta hasta rozar y punzar levemente el hoyuelo… Panchita daba otro respingo y se quedaba súper quieta… Pero yo volvía a retroceder ligeramente, y continuaba con los lentos deslizamientos a todo lo largo de la hendidura…
Podía sentir cómo crecía el deseo y la ansiedad de Panchita… Cada vez que le rozaba y punzaba ligeramente el orificio, daba un saltito y se aferraba con todas sus fuerzas a la almohada, creyendo que el momento había llegado… Pero yo volvía a retroceder, y seguía paseándole el pirulón-supositorio súper lento por la hendidura, jugando con ella como el gato juega con el ratón…
Hasta que después de un buen rato de roces y punzadas, cuando ya notaba que ella no aguantaba más de deseo… puse la cabeza de mi pirulón-supositorio entre sus nalgas justo frente al pequeño orificio… y con suaves movimientos circulares, rozando las nalgas como separándolas hacia los lados… fui acercando la punta poco a poco… hasta tocar el orificio…
Panchita una vez más dió un saltito… Pero ahora, en vez de retroceder, continué con el movimiento circular, rozándole lascivamente los labios del ano y punzando el orificio, sin separarme de ella…
Ella comenzó a menear suavemente el popó, pulsando y abriendo y dilatando el ano, deseosa y excitada al máximo, sintiendo cómo yo le acomodaba bien la cabeza del pirulón-supositorio contra el delicado hoyuelo…
Presioné un poco más la punta contra el orificio, hasta que la cabeza quedó perfectamente centrada…
Mantuve el pirulón-supositorio firme y quieto en esa posición, listo para la embestida… Y ella adivinó que por fin el momento había llegado…
Manteniéndole la cabeza bien centrada en el tierno orificio de su popó, y apretándola firme con mi mano en su cadera, le dije con voz ronca y seria:
“Ahora te voy a someter, amor… Te voy a someter en forma total, absoluta… Como nadie te ha sometido jamás… Y vas a ser mía, amor… Toda mía… Hasta lo más profundo de tu ser…”
La pobre Panchita respiró hondo, y temblando de pies a cabeza, se quedó expectante, casi aguantando la respiración…
La sujeté con fuerza de la cadera, me tomé el pirulón bien firme…
Y comencé a empujar…
Ella soltó un largo y desesperado “¡¡¡MMMMMMMM…!!!” que era entre gemido y puchero, y sentí cómo el rosado orificio se le abría poco a poco, a medida que la cabeza de mi pirulón entraba, milímetro a milímetro, en su sensual popó de niñita…
Qué les puedo decir de lo que yo sentía en ese momento…
La mejor forma de explicarlo es la siguiente (por favor disculpen el lenguaje, mis niñas lectoras, pero es que no hay mejor forma para que me entiendan):
No existe NADA más delicioso en el UNIVERSO… Que culiarse a una mocosa preciosa como Panchita…
¡¡¡POR EL POTO…!!!
OOOOOHHHH… Qué sensación más deliciosaaaaa… Sentir el tierno y delicado ano de Panchita… abriéndose suavemente… alrededor de la cabeza de mi pirulón… pulsando como un anillo elástico y nervioso la cabeza de mi duro y caliente pirulón… y sentir cómo poco a poco se le dilata el popó… más y más… a medida que la voy penetrando muy lentamente…
Siendo hiper laxa, si hubiese empujado con fuerza, el pirulón le habría entrado fácilmente, entero y hasta el fondo… Pero a propósito no dejé que la lanza le entrara de golpe, sino que penetré a Panchita exasperantemente lento… hasta que finalmente… la cabeza le entró entera en el popó… y el tímido orificio la engulló golosamente…
El anillo del primer esfínter se cerró y me apretó ligeramente el tronco inmediatamente detrás de la cabeza… como desafiando al lascivo invasor a proseguir con su avance cruel e inexorable…
Como ya dije, no existe nada más delicioso en el universo… que tener a una mocosa preciosa como Panchita así, en cuatro patitas, a potito pelado, excitada y caliente, toda deseosa de ser sometida por el popín… Y satisfacer sus deseos… Penetrándola lenta y sádicamente… ¡Por el ano…!
Con la cabeza de mi pirulón-supositorio entera dentro de su popó, ya no necesitaba mantener mi lanza sujeta con una mano.
Tomé a Panchita con ambas manos de las caderas, con lo que ahora tenía aún más control total sobre ella. Y ella lo supo de inmediato… Y murmuró, entre gemidos e hipidos ahogados:
“…Te… a-a-adorooooooo… T-t-tiíto l-l-lindoooo… ¡¡¡T-te… A-a-adorooooooo…!!!”
Controlando mi respiración, le respondí:
“Yo también te adoro Panchita… Mi niña preciosa…”
Al escuchar mi respuesta, Panchita sollozó de pasión, y trató de empujar hacia atrás, como para demostrarme que su entrega y sumisión era tan absoluta, que estaba dispuesta a sufrir al máximo con la penetración más sádica, cruel y terrible a la que se puede someter una niña… Quería mostrarme que estaba totalmente dispuesta al sacrificio de ser empalada por su adorado tío… Como una linda pollita en un anticucho… ¡En forma violenta y brutal…!
Sí, la penetración anal es una penetración depravada, malvada, sádica y cruel. Pero si bien ésta no era la primera experiencia anal de Panchita (acuérdense de los supositorios de la semana anterior), yo estaba determinado a que este sacrificio de Panchita fuese perfecto, tal como fueron los supositorios. Y para que fuese perfecto, debía ser lento…Muy, muy lento. Por ningún motivo violento. Por más que ella lo deseara. Así es que la sujeté, y evité que se ensartara ella misma en la estaca, manteniendo sólo la cabeza de mi pirulón dentro de su popó.
Sumisa y obediente, Panchita dejó de empujar y se quedó quieta, esperando que yo la penetrara como yo quisiera… Y relajaba y dilataba el primer esfínter, tratando de relajar voluntariamente el segundo, en una evidente invitación a que la dominara, la subyugara y la penetrara por el popó… ¡Hasta el fondo…!
Pero yo sé que ni ella ni ninguna niña controla conscientemente su segundo esfínter… La excitación y el deseo de ser penetrada por el popó ayudan a que el segundo esfínter se les relaje más fácilmente, pero en última instancia soy yo, su tío malvado, con mi lanza cruel y despiadada, el que deberá vencer y derrotar esta última defensa del bello y sensual popó de mi linda sobrinita…
Ya con la cabeza de mi pirulón entera dentro de su popó, comencé a atraerla hacia mí con mis manos bien firmes en sus caderas, moviéndola suavemente hacia los lados, punzando y presionando el anillo del segundo esfínter con la punta de mi pirulón-supositorio… Panchita también movía suavemente el popó, quebrando las caderas y siguiendo el lento ritmo que yo le imponía. Gemía, jadeaba y temblaba con pequeños sollozos… Aproveché su meneo para aumentar el estímulo sobre su segundo esfínter anal. Y poco a poco, sentí cómo el segundo esfínter se relajaba totalmente.
Ahora sí estaba lista para ser penetrada hasta el fondo…
La tomé con fuerza de las caderas, y apliqué una presión continua… No demasiado por la fuerza, pero suficientemente firme para que el segundo esfínter cediera y se dilatara al máximo… Y sentí cómo el segundo anillo se abrió lentamente, alrededor de la cabeza de mi pirulón… Hasta que la cabeza pasó completa…
Panchita emitió un largo y agónico “OOOOOOHHHHHH…”, y se estremeció con unos gemidos ahogados…
La última defensa del popó de Panchita había sido vencida…
Ahora ya nada podía detener el avance de mi pirulón-supositorio… Hasta lo más profundo de sus entrañas…
Con mucho cariño y ternura, pero en forma implacable, seguí penetrándola milímetro a milímetro…
A medida que mi pirulón-supositorio entraba más y más profundo en el popó de la pobre Panchita, ella mordía la almohada y arañaba las sábanas con desesperación…
Emitía unos ¡¡¡MMMMMMMM…MMMMMMMM!!! agónicos, mezclados con unos gemidos primitivos, guturales…
Y se ahogaba en sollozos, estremeciéndose con violentos espasmos…
Yo seguía atrayéndola hacia mí de las caderas… lentamente… y veía como mi pirulón entraba más y más profundo en su popó… y sentía cómo los anillos de los esfínteres anales se le seguían abriendo, apretando el tronco de mi pirulón cada vez más atrás…
Ya había entrado más de la mitad…
Pero yo no me detenía…
Y seguía entrando…
Y ya llegaba a tres cuartos adentro…
Y Panchita, con la carita bañada en transpiración y lágrimas, crispaba las manitos y seguía gimiendo “¡¡¡MMMMMM…MMMMMMM!!!… Y mordía la almohada con tanta desesperación, que parecía que iba a rasgar la funda en cualquier momento…
Pero yo seguía penetrándola aún más profundo…
Sujetándola firmemente de las caderas, y atrayéndola hacia mí…
Sin detener el avance…
Hasta que finalmente…
Los cachetes del popó de Panchita se pegaron totalmente a mi bajo vientre…
Y mis vellos se apretaron contra sus nalgas…
Yo sentía el ano de Panchita dilatado y abierto al máximo, alrededor de la base del tronco…
Y a pesar de sentir mi pirulón-supositorio entero dentro de su popó… en un verdadero ataque de pasión y deseo… empujó con desesperación hacia atrás, y estiró un brazo y me atrajo hacia ella tomándome de una pierna, como para asegurarse que la había penetrado hasta el fondo… Yo la mantenía pegada a mí, sujetándola y atrayéndola con fuerza de las caderas, y meneaba suavemente el pirulón dentro de ella, para que lo sintiera entero, al máximo, en toda su longitud y grosor…
Mantuve mi mano izquierda en su cadera, siempre con mi pirulón entero dentro de su popó, meneándolo con lentos movimientos de mis caderas… Y con la otra mano acaricié suavemente su muslo derecho… y subí acariciando su hermoso cuerpo de niña, por la cintura y toda la espalda hasta los hombros… La tomé de la nuca y metí suavemente mis dedos entre su pelito rubio, acaricié su cabecita, su cuello y sus hombros… La volví a tomar de la nuca, le hundí la carita en la almohada, la sujeté con fuerza y empujé al máximo hacia adelante con mis caderas, y sentí cómo el pirulón le entraba un último par de milímetros en el popó… Respiré hondo, y con voz controlada y muy ronca le dije:
“Eres mía, amor… TODA MIA…”
La pobre Panchita parecía que se iba a ahogar entre hipidos y sollozos, mientras empujaba para atrás y se pegaba a mí con todas sus fuerzas… Y entre hipidos, gemidos y sollozos, me respondió:
“¡S-s-síiiiii…! ¡S-s-soy… t-t-tuya… Tiíto… lindoooooo…! ¡S-s-soy t-t-toda… T-t-tuyaaaaaa…!”
Hasta que de repente… Empujó con todas sus fuerzas hacia atrás y se quedó un instante estática, pegada a mí… y se retorció y se estremeció con varios espasmos, y emitió un gemido terrible… y como que colapsó, y su ano pulsó varias veces en la base de mi pirulón…
¿Será posible que Panchita, a pesar de ser tan joven… haya tenido el primer orgasmo anal de su vida…?
Me agaché sobre ella y le dí un beso en la mejilla… Ella giró la cabecita y me dió un beso en la boca… Nos besamos así, un largo rato… Y mientras nos besábamos, le metí una mano por delante y le empecé a acariciar el chochi…
La pobre Panchita se volvió loca… gimió y se puso a empujar para atrás de nuevo con todas sus fuerzas… yo seguía acariciándole el clítoris… y ella se autoempalaba con desesperación, empujando hacia atrás una y otra vez…
Me incorporé, la tomé de las caderas, retrocedí suavemente y comencé con un lento mete-saca… Panchita estaba vuelta loca… Gozaba descontroladamente con el mete-saca, meneando el popó y gimiendo como si estuviera agonizando…
Parecía más que suficiente para esta segunda experiencia anal de la preciosa Panchita (y primera de sexo anal de verdad, con el pirulón de un hombre mayor clavado entero en su popó…)
Pero faltaba algo…
Me faltaba acabar yo… y a ella le faltaba sentirme acabar dentro de su popó…
Con mucha suavidad, comencé a retroceder y avanzar en un lento y suave mete-saca… y de nuevo ella agarró vuelo… pero no la dejé volverse loca… impuse un ritmo lento y pausado del mete-saca, retrocediendo hasta dejar la pura cabeza adentro… y avanzando muy lentamente hasta metérselo entero…
Panchita emitía unos ruidos extraños, como quejidos guturales… y se ahogaba en jadeos y “AAAAAAHHHHH….” y “MMMMMMMM…”
Y en uno de aquellos lentos avances, un calor subió por todo mi cuerpo… Penetré a Panchita hasta que el pirulón le entró entero en el popó… Y acabé con un orgasmo tan potente, que me estremecí de pies a cabeza con cada espasmo… Y ella me sintió, por supuesto, y mis espasmos y los chorros de líquido que inundaban sus entrañas, se confundían con los violentos estremecimientos y estertores de placer de Panchita…
Suavemente, hice que estirara las rodillas, y nos tendimos, ella boca abajo y yo sobre ella, con mi pirulón todavía dentro de su popó… Ella tenía el pelito empapado de transpiración, y todo el cuerpo cubierto de sudor… y la cara totalmente mojada de transpiración y lágrimas…
Giró la carita, le besé la frente y nos besamos en los labios…
“Te adoro tiíto lindo precioso… te adoro te adoro te adorooooo…” me susurró, casi sin aliento.
“Yo también te adoro, Panchita mi niña preciosa…” le dije al oído.
Estuvimos besándonos así un largo rato, yo encima de ella, abrazándola y haciéndole cariño, con mi pirulón todavía dentro de su popó, y ella toda regalona dejándose querer.
Lentamente, mi pirulón disminuyó de tamaño hasta que con un suave movimiento hacia atrás, hice que saliera del popó de Panchita hacia arriba, para evitar que rozara su chochi. Me incorporé y le pregunté si quería ir al baño. “Anda tú primero…” me dijo, con carita de sueño.
Me bajé de la cama, dejé la crema y el lubricante en el velador y la cubrí con el plumón, le acaricié el pelito y le dí un beso tierno en los labios. Partí al baño, y a la vuelta Panchita estaba todavía en la misma posición, colapsada sobre las almohadas.
Me senté a su lado, le dí un beso en la mejilla y le acaricié el popín por encima del plumón.
“Oye que eres malo túuuuu… Me hiciste sufrir muchoooo… Malooooo…” me dijo, con voz de niñita chica.
“Te dije que te iba a hacer sufrir. Pero también te dije que te iba a hacer gozar sufriendo. Y gozaste harto, ¿o no?”
“Síii oooohhh… fué riiiiiiicoooo… Y te sentí a tí… cuando acabaste… fué bacán…” me respondió, sonriendo con cara de niñita malula…
Sonreí y le dí un suave beso en la boca. Ella estiró los bracitos y los puso alrededor de mi cuello, y nos besamos apasionadamente.
“Oye tío…”
“Dime preciosa”
“Eeeee… podríamos… eeee… onda… juntarnos de nuevo… eeeee…”
“¿Te gustaría que jugáramos de nuevo a que te dá fiebre y yo te pongo… “mi supositorio” en el popó…?”
“Síiiiiii…”
“Cuando quieras amor”
“Ya, bacán… pero… eeeee…”
“Dime amor, te escucho”
“Eeeee… pucha es que me dá vergüenza…”
“Panchita, tú ya sabes que te adoro… Me puedes decir lo que sea. Dime preciosa, te escucho”
“Eeeee… Si nos juntamos y me pones tu supositorio de nuevo… Eeeeee… Ay, ya, filo… ¿Tú cachái… la onda Escort…?”
Wow. Esto me descolocó un poco, pero la verdad es que tenía toda la razón. Si la crespa puede tener sus amigos viejujos y ganarse sus lucas prestando el poto, ¿Porqué Panchita no podría hacer lo mismo con su tío sádico y adorado?
“¿Tú sabes lo que es ser Escort?”
“Síiiii… obvio…”
“¿En serio, sabes? A ver, ¿Qué es ser una Escort?”
“Eeeeee… ya, filo… es ondaaaa… esto mismo poh… o sea… lo que hicimos ahora… pero la niña… Eeeee… recibe… eeeee…”
“La niña recibe dinero, en compensación”
“¡¡¡Eso!!!”
“¿Te gustaría ser mi Escort privada?”
“Síiiiii… ¡Sería bacán…!”
Me acerqué a ella, y dándole un besito en la boca, le dije:
“Ok amor”
“¡¡Bacán!!”
“Vamos a tener que conversar del precio. Pero las Escort privadas tienen un sólo amigo. O sea, si quieres ser mi Escort privada, no vas a poder hacer ésto con nadie más, sólo conmigo. Mientras seas mi Escort privada, en tu vida diaria vas a ser libre en todo menos en el tema sexual. En este tema yo voy a ser tu amo, y tú vas a ser mi esclava sumisa. Te voy a dar instrucciones precisas de lo que puedes hacer y de lo que no puedes hacer. Te voy a enseñar cómo debes prepararte, y lo que debes hacer para que te recuperes lo más rápido posible. Me vas a tener que obedecer absolutamente en todo lo que te ordene. Y por supuesto, ésto va a ser estrictamente entre tú y yo, absolutamente confidencial”
“¡¡¡Yaaaaa, bacán!!! Sí, que no sepa nadie… ¡Y que no sepa mi mamá porque me mata… y te mata a tí también!!!”
“Por mi lado puedes tener confianza absoluta. ¿Puedo confiar en que tú tampoco le vas a contar jamás a nadie, ni siquiera a tu amiga Coti?”
“Te lo juro tiíto lindo, te lo juro”
“Ok. Entonces conversemos del precio y cuándo hacemos la próxima sesión. Y te voy a dar las instrucciones de lo que puedes hacer y de lo que no puedes hacer de ahora en adelante”.
“¡Yaaaaa, te adoro tiíto lindo preciosooooo…!”
Y así fué cómo mi linda sobrina Panchita se convirtió… ¡En mi esclava anal!
Y lo sigue siendo… hasta hoy.
Tanto el primer relato como el segundo , estuvieron muy buenos , espero volver a leer otro relato de Panchita
un buen relato, lastima lo reiterado de pirulo, grueso, grande, supositorio etc, hacen que se pierda un poco tu tantas veces nombrada ‘perversión’
igualmente es bueno espero mas de ti, saludos
Gracias Catdog96 y suaveprofundo, efectivamente las referencias a mi miembro y a la penetración anal son más bien infantiles y repetitivas, es porque originalmente lo escribí para Panchita, a pedido de ella, y no para este blog. A Francisca (obviamente no es su verdadero nombre) le gustaba este lenguaje, y le encantaba que lo hiciéramos siempre en la forma de un juego, onda jugar al doctor. Curiosamente, no es la única lolita a la que le gustaba este lenguaje de «supositorios», como verán en otro de mis relatos.