La dp de mi esposa
Mi esposa quiso un trió, quiso gozar por todas sus cavidades, un concha-culo con dos tipos, dijo con gracia..
Su fantasía se transformó, un poco, también en mi fantasía; compartimos la cama y la excitación, la literatura, el sexshop y los quehaceres pero no compartían los cuerpos hasta ese día sin estribos, ni secretos, ni tabúes.
Lejos de las sonrojas de los primeros susurros aquella noche de verano, cuando a medias luces deslizó con la impostergable franqueza de sus fluidos, con la respiración entrecortada y con la mirada enardecida, jadeando y jadeando con la comisura de los labios repletos de saliva: quiero que me cojan dos tipos, aunque para ser exactos sus palabras fueron “quiero un concha-culo con dos tipos”.
Risas de perplejidad, un breve silencio y el morbo de la amante compartida recorrieron toda la escena, él, con la pija dura y gruesa como nunca le suplicó mientras lamía su cuello que le cuente que le cuente le pedía una y otra vez, con lujo de detalles, la secuencia porno que los dos imaginaban, él quería escucharla y ella, vamos, quería contarla hace tiempo.
(…)
Ese día no bastaba con lamerla por completo y deslizar un dedo en su culo dilatado mientras mordisqueaba el clítoris vibrante, había más siempre mas. Desapareció por uno minutos y volvió apenas vestida con conjunto de lencería para el infarto, húmeda entre sus piernas bajó mis pantalones y comenzó a chuparme la pija con delicadeza cuando de repente exclamó con la voz de mando de una dominatrix pasando sus uñas por mi pecho: ¡sentate ahí!
Empoderada, segura de sí misma como nunca, caminó con esos tacones ruidosos hasta el otro extremo de la habitación, abrió la puerta rotundamente pero con guantes de seda negra y dejó entrar a dos tipos enormes apenas cubiertos con unas toallas. Sin perder el tiempo la rodearon mientras apretaron sus tetas y trenzaban sus lenguas, ellos metían sus manos por cada rincón de su cuerpo transpirado y ella hizo caer sus toallas dejando al desnudo esas vergas que pronto la llenarían de lujuria.
Desde mi lugar en un cómodo sillón podía ver todo, los hielos de mi vaso se derritieron en minutos y la temperatura febril por las nubes. Hipnotizado me deleitaba con su piel erizada a contraluz, con gemidos frenéticos les pedía gozo urgente y con sus manos húmedas y un poco temblorosas tocaba esas dos pijas, sus ansiadas pijas de negro.
Se arrodilló con el sigilo de un gato y con lamidas profundas puso todo su cuerpo a merced de aquellos extraños. Desde mi lugar, en el cómodo sillón podía ver sus guantes hasta el codo, sus labios rojos y chorros de placer mojando el piso. Después de un rato de lamidas, escupidas y dedos hurgantes, uno la llevó a la cama con firmeza, quedó debajo, la acomodó sobre su enorme pija gruesa, le pego un chirlo estruendoso en la cadera y pude ver como entraba feroz sobre la concha húmeda de mi compañera poseída por mil demonios y dos desconocidos amantes ocasionales. Mientras tanto, el más joven de los dos se puso en un costado y le introducía la pija en la boca para lubricarla para poseerla para satisfacerla como tantas veces lo imaginamos.
Después de un rato, pasó por detrás ella acomodó su pecho y sus enormes tetas duras hasta frotarse con el del tipo de abajo, mi pija explotaba y comencé a masturbarme con descaro (la miraba, les mostraba la pija a los tres), el otro lubricó ese culo sediento con una crema, sospecho que un poco también tocó el miembro de su compañero y cuando el culo de mi esposa estaba listo hizo dos movimientos con su pija negra y la introdujo, pude ver la excitación en el aire, el olor a orgasmo en el ambiente y unos minutos de vaivén, cada cual en su sitio: el más grande en su concha el más joven en el culo y yo apretando mis bolas fuerte para acabar en el sillón. Ella jadeando como una loca, pidiendo mas mas y mas… y los desconocidos, bueno, llenando de leche caliente todas sus cavidades para luego repetir, mas tarde, en otra escena mas porno y mas salvaje que la primera porque ahora seríamos cuatro.
Que rica experiencia