LA GORDA.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sí: yo era un calentón jovencito que solía andar por la zona de aquel muy distinguido colegio de señoritas adineradas, y en mi costumbre de observarlas siempre, fijé mi atención en una muy gorda pero hermosa muchacha de unos 16 años, dueña de unas piernas por demás gruesas y gordas. Ella, lo notó.
Ufana y orgullosa de saberse por mí así tan calenturientamente poseído en el deseo de mirarla, en cada salida diaria del colegio, iba hasta la parada de bus que las recogía para volverlas a la ciudad, y allá estaba siempre yo con mi atróz calentura de adolescente quinceañero esperándola embelezado.
Debo decir que era yo, un chico de condición muy humilde. Casi, un harapiento que apenas si vestía, aunque mi hermosura física y un encanto especial, como que "barnizaban" mi pobreza extrema.
La gorda me contemplaba con cierta sonrisa entre orgullosa y burlona, y se regodeaba en contemplar mi calentura por demás evidente así por ella.
Una tarde queda ella sola esperando aquel bus, y ahí estaba yo mirándola. Exprofesamente se sienta cruzando sus piernas de manera por demás provocativa exhibiéndolas por completo decubiertas en su gordura imponente, y yo comienzo a retorcerme y hasta gemir ahí delante de ella mirándola sin disimulos. Ella, reía. Burlonamente comenzó a mirarme de arriba abajo riéndose, y fijando su mirada indisimuladamente a mi bulto genital que debajo de un andrajoso shotcito evidenciaba una imponente erección en mi pene y dos henchidas formas redondas en mis testículos, así mirándome y con una audacia y desparpajo absoluto, la gorda aquella, utilizando su regla T de dibujo, me la dirigió al genital bulto, presionando sobre él al tiempo que riendo y burlona, así me decía:
-"CROOOOCH….CROOOOCH…CROOOOCH!!!" yo, sonriendo sonrojado, solté un gemido y un "Aaay!" Ella, soltó una carcajada. Ahí muy cerca, un boscoso parque mostraba su entrada con aquella derruída puerta de hierro entre muros de piedra y hiedras tupidas. La gorda, señalándome aquella entrada, me díjo con la más maliciosa de las miradas y una sonrisita por demás puerca:
-"Vammos ahí dentro? mh? vamos…que te voy a hacer "cositas" mh?" Con manera autoritaria se puso de pié y me agarró fuertemente de un brazo, comenzando a llevarme hacia aquel portón, ya llevándome con fuerza y rapidéz, marchando yo sin resistencia así llevado por ella.
Ya llegando a la entrada, apuró la entrada empujándome con violencia a l tiempo que me decía :
-"Yo voy a enseñarte a obedecerme!!!" Yo, poseído en un espíritu de sumisión absoluta hacia ella, me dejaba hacer, al tiempo que un fuego verdaderamente volcánico ardía en mi eroticidad adolescente.
Aquella imponente gorda linda me hizo ir llevándome a los empujones bien adentro del boscaje hasta llevarme a un interior engramillado y rodeado de bosque, y allí, me arrancó a los tirones mi andrajoso shortcito dejándome completamente desnudo, y comenzando ya, ahí mismo conmigo, una verdadera sesión de lujuriosa dominación absoluta practicándome todo tipo de manoseos y cosquillas, y al manosearme los huevos y yo instintivamente poner mis manos defendiéndome, me abofeteó con repetidas cachetadas para decirme que yá, procedería a maniatarme "por atrevido".
Quitándose sus medias me las hizo oler pbastante antes de con ellas maniatarme, y aquel olor a pié en sus sudadas medias multiplicó aún más mi ya despampanante excitación monstruosa la cual ya hacía exhibir en mi empinada verga una erección gruesísima y por demás dura, y mis testículos una redondéz y dureza henchida de tanto semen acumulado. Mirándome todo eso y riéndose, la gorda procedió a maniatarme, y una vez maniatado a mis espaldas así mis manos detrás, comenzó a azotarme con una fina y flexible varita que hacía zumbar en el aire en cada chirlazo que surcaba mi desnudéz. La gorda, había comenzado yá, aquella dominación lujuriosa sobre mí.
Gemía yo y comenzaba a soltar gritos que me fueron inmediatamente por ella prohibidos, debiendo continuar yo soportando la paliza sin emitir grito alguno y mordiéndome los labios ante la azotaína inclemente.
-"Tomá, tomá, tomá, tomá, tomá, tomá, tomá, tomá, tomá, tomá,!!!" me repetía una y cien veces así azotándome, y yo sentía arder mi cuerpo sintiendo aquellos chirlos en mis carnes calientes.
Luego, satisfecha en su deseo de darme aquella paliza, me hizo hincarme de rodillas a sus pies, sentándose sobre una roca y colocando sus descalzas plantas sobre mi cara, me hizo lamer sus pies y chupárselos todo el tiempo que se le antojó. Sus pies tenían un fuerte olorcito a queso, el cual quedó impregnado en mi boca y paladar, sintiendo yo aquel gusto de ahí en más, por varias horas me acuerdo. Mientras tanto, la gorda continuaba haciéndome cosas.
Me montaba desnudo por el parque, debiendo yo llevarla sobre mis hombros así montada con su enorme peso que encendía aún más mi excitación erótica bestial. Sus gordísimas piernas colgaban desde mis hombros, y aquello era para mi sentir, un placer monstruosamente delicioso.
Por fin yo extenuado y jadeante, procedió a tenderme desnudo en el pasto así boca arriba, y ahí…comenzó a "jugar" con mi cuerpo: cosquillas, cosquillas y más cosquillas, y pajas, pajas y más pajas, y mi verga que escupía semen a chorros y la gorda que se regodeaba viendo cómo me hacía acabar y acabar en medio de orgasmos monstruosos.
Me follaba, me mamaba, me hacía el 69,me apretaba los huevos torturándome, hacía con mi cuerpo, en fin, lo que quería.
Alguien, no sé quién, vió todo aquéllo…las autoridades del colegio supieron de lo sucedido, y me enteré que le hicieron tremendo lío. Pero el tema era su reputación…lo que me había ella hecho y lo que pasaba conmigo no era problema. Al contrario; al volver yo por el lugar al día siguiente, la policía me echó del lugar amenazándome con llevarme preso si volvía por allí.
Cierta tarde, andando yo por una zona alejada cercana a una playa, siento que tras de mí se detiene una hermosa camioneta, frena bruscamente, y se abre la puerta y la veo: era la gorda!!!
-"Adentro!!!" -me ordena- inmediatamente obedezco, y yá, aquella camioneta sale de allí como flecha mientras la miro y me mira con su clásica mirada burlona y maliciosa, mientras me llevaba, otra vez, rumbo a aquél parque.
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