La hermana de mi amiga está más buena
La penetraba más profundo con cada metida que le daba. Aferrándome a sus caderas, jalaba su cuerpo hacía mí mientras le embestía duramente..
Continuación de: Me cogí a mi amiga por hacerme una broma y me arrepiento
Había estado tratando de contactar con Martha, pero no recibía respuesta. Así que me contacté con su hermana. Sabía que ella nos había escucha teniendo sexo, por lo que sería algo incómodo, pero no quería dejar las cosas así.
«¿Hola?». Contestó
«Alejandra, soy yo»
«Ah hola amigo, ¿Buscas a Martha?».
«Eh, sí. No he ha respondido mis mensajes ni llamadas. ¿Está contigo?»
«No, está en su trabajo, pero no vayas a buscarla». Ella me odia, pensé.
«¿Por qué? ¿Está enojada conmigo?». Pregunté
«No sabría decirte. No he habla a mi tampoco, aunque vivo con ella.»
Esto iba a ser difícil de tratar, pero Alejandra dijo algo inesperado.
«Escuché todo lo que hicieron el otro día.». Me puse tenso
«Lo supuse. Lo siento, queríamos terminar antes…»
«Ella sabía que me gustas»
«¿Qué?»
«Ella sabía que me gustas y aún así hizo que te la cogieras.» Su tono de voz se hizo más fuerte.
«Oye, perdóname. No lo sabía y simplemente se dio la oportunidad con ella y… pues lo hicimos».
Tengo que mencionar que Alejandra tiene 20 años. Es muy parecida a su hermana, pero un poco más delgada, un poco más de pecho, soprendetemente. Mide apentas 1.49 metros aproximadamente. Da tertura.
«Ya cállate.». Dijo en tono serio. «Quería tener mi primera vez contigo, pero del coraje tuve sexo con un amigo, fue asqueroso»
Sé que no era mi culpa, ella nunca dijo nada y lo de su hermana… simplemente fue algo no planeado. Pero se me ocurrió una idea.
«A mí ya no me importa que no seas virgen. Sigues siendo hermosa.»
«Sé lo que intentas, mejor para»
«¿Qué? ¿Acaso no me estás diciendo esto para acostarte conmigo?». pregunté.
«Sí quiero estar contigo, pero estoy enojada también.». Pausó por un momento y continuó. «Pero… ¿vienes a mi casa?»
«Creo que mejor en otro lugar. No quiero que me vuelvan a atrapar nuevamente. Ven a mi casa, acá no nos molestarán»
«Ok, deja voy entonces».
«No, yo voy por tí, no te preocupes».
«¿Seguro? ¿Qué quieres que me ponga?»
«¿Me vas a dar gusto a pesar de que estás enojada?» Me arriegué.
«Mira, aprovecha porque me puedo arrepentir». Eso fue una amenaza.
«Okay. Ponto tu ropa de siempre. Y vente cómoda».
Después de esa conversación, confirmamos hora y salí directo a recogerla. Otra cosa que me gustaría decir, es que si Martha tenía un buen cuerpo, esa chica tenía cuerpo de diosa en miniatura. Pelo lacio y negro, piel súper limpia y blanca. Aunque en rostro tenía semenjanzas a su hermana, en lo demás la superaba.
Cuando llegué a su departamento, ya la tenía parada. Me estaba esperando un con pans y una camisa holgada, pero aun así sus pechos resaltaban. Llevaba una pequeña mochila.
«Sube» Le dije
Abrió la puerta y subió rápidamente al coche. Durante todo el camino nunca me miró. Todas las preguntas que hacía, las respondía de forma cortante.
Cuando llegamos a mi casa, y el coche estuvo dentro, nos bajamos.
«No perdamos el tiempo, ven». Dije tomándola de la cintura.
La llevé a mi cuarto.
«Yo ya me bañé. Si quieres tomar una ducha..»
«Igual ya estoy limpia. Empecemos».
Le tomé la palabra, hice que dejara la mochila a un lado y lo primero que hice, fue tocarle su vagina sobre el pans. Ella se sobresaltó y puso sus manos sobre mi pecho. Frotaba, sobre su ropa, la parte exterior de sus labios vaginales y luego me pasaba a su rajita. Así estuve unos 3 a 4 minutos.
«No te mojas tan fácil ¿eh?»
«La verdad estoy algo nerviosa.»
Me senté en la cama y le indiqué que se sentará entre mis piernas, apoyando su culo en mi paquete. Comencé a masajear sus pechos. Cada vez lo hacía más agresivamente, pero nunca se quejó. Solo estaba tanteando que tan brusco podía ser con ella. Le quité la camisa y levanté su brasier dejándolo sobre sus pechos y volví con la manoseada. Sus pechos me cabían perfectamente en mi mano, pero al ser más grandes que los de su hermana, apretarlos era lo más rico del planeta. Tenía los pezones un poco más claros. La giré un poco y comenté a succionar sus pechos. Ella comentó gemir despacio. Mientras mi boca saboreaba sus pezones, metí mi mano de su pans y me encontré con una suave y extremadamente depilada vagina. El calor y los pocos fluídos que tenía hicieron que mi eres fuese tan grande, que le pedí que se moviera un momento en lo que me quitaba el pantalón y el boxer, par dejar ami amiguito libre, ya que me estaba lastimando mucho dentro del pantalón. Seguí jugando con su cuerpo, mientras ella buscaba mi pene. Comenzó a masturbarlo torpemente.
Daba pequeños mordiscos a sus pezones y mis dedos estaban metidos en su vagina, cada vez había más fluidos. Sus gemidos se hicieron abudantes, sus piernas se cerraban involuntariamente del placer que le estaba provocando la manoseada que le daba en su vagina.
«Espera.» Me detuvo de golpe. Se levantó, tomó su mochila y sacó un consolador, medía 22m. «úsalo también. Y sé más duro conmigo, te doy permiso».
Abrí los ojos de lo que me estaba pidiendo.
No dije nada. Tomé el consolador. Mi mano que estaba en su vagina, se lo metí bruscamente en la boca. Ella abrió grandemente los ojos, sorprendida. La aventé a la cama, tenía ahora medio torso sobre la cama, los pies aun en el suelo, pero su parte trasera completamente expuesta. Mi pene palpitaba por entrar en ella. Tomé sus caderas y empujé fuerte mente mi pene en su entrada de su vagina. Ella se quejó. Mi pene no quería entrar, su vagina se oponía. Empujé con más fuerza mientras ella me suplicaba que esperara. Intentó levantarse, pero puse mi mano sobre su espalda y todo mi peso en ella para mantenerla en esa posición.
Con mi otra mano, acomodaba mi pene en la entrada de su angosta vagina cada vez que se salía del camino. Metía y saca, metía y saca, cada vez más profundo. Comenzó a sollozar. aun trataba de lavantarse. Un último intento y empujé fuertemente. Mi pene entró por completo y ella soltó un grito, sus piernas de aflojaron y se dejó caer sobre la cama completamente. Puse mis manos en sus caderas nuevamente y comencé a bombearla. Ella entre sollozos, gemía con fuerza.
«No pares». Me decía. «Más fuerte».
Tomé el consolador. Y sacando mi pene de su vagina, unté con sus fluídos el consolador y con mi mano llevé sus jugos hasta su ano.
La volví a penetrar con fuerza, ella se quejó de placer.
Puse el consolador en su ano y comencé a meterlo lentamente, pero despacio.
«No, espera, duele, detente.» Comenzó a forcegear más intensivamente, evitando ser penetrada por el culo, pero sería en vano. Yo al ser más alto y fuerte, volví a detenerla.
Cuando tenía dentro ya 15 cm del consolador en el culo. Ella dejó de moverse. Sus respiración era agitada, se escuchaban ligeros quejidos. Veía lágrimas en sus ojos cerrados.
Saqué de tajo el consolador. Estaba manchado de excremento. Lo tiré en la cama, frente a su cara para que viera su propia caca. Ella al olerlo, lo aventó lejos.
Saqué mi pene, me arrodillé y comencé a hacerle un oral. Sus gemidos se intensificaron, sonaba como perra en celo, chillando de placer. De un momento a otro, soltó y fuerte suspiro y grandes cantidades de fluídos salieron de ella, empapando mi rostro, yo solo saboree.
Cuando intenté acomodarla para subir sus piernas a la cama, ella no se movía ni me ayudaba a acomodarla. Ya que no pesaba mucho, la acomodé dejando su cabeza colgando de la orilla de la cama. Metí mi pene en su boca. Metía y sacaba mi pene de su boca, ella apenas hacía algo, parecía ida. Metí tanto mi pene, hasta llegar a su garganta. Haciendo arcadas, intentó escupir mi pene, pero yo lo mantenía dentro de su coba, es más hacía más presión. Saqué mi pene después de unos segundos.
Ella jadeaba fuertemente.
«Oye, espera, no me dejas respirar.» Parece que se repuso.
«Lo voy a volver a intentar, ¿lista?»
«Dale, pero chúpame a mi también»
Lo que quiera mi princesa. Metí mi pene lo más profundo en su carganta. Ahora podía sentir como su lengua movía sobre mi pene. Subí mis rodillas en la cama, y manteniendo mi pene en su boca, comencé a darle un ora. En momentos sacaba mi miembro de su boca para dejarla respirar.
Ya no podría más. Eyaculé las dos semanas que estuve reprimiédome. Su pequeña boca se llenó de mi semen. Ella intentaba tragarlo, pero era tanta que mucha la escupía y le volvía a caer su cara.
Puse rostro frente al suyo y la besé. Me comí mi propio semen, pero saborear su saliva, su lengua, sus labios, era más excitante.
«Quiero que te vengas dentro de mí.»
«Espera» Dije entre respiraciones agitadas. «Necesito un pequeño descanso».
Me senté en la cama, apoyando mi espalda en la cabecera. Ella me siguió y me estuvo haciendo un ligero oral. Con la lengua, como su fuera una paleta, lamía mi pene, suavemente. Ella, al estar de rodillas, haciéndome el oral, metí mis dedos en su vagina nuevamente, juagndo con todo su sexo. En momento, ella levantaba el culo, y/o soltaba un peequeño gemido.
Después de unos momento de descanso. La tomé de los hombros y la aventé, dejándola boca arriba. Abrí sus piernas y le metí mi pene, aun sentía su vagina súper apretada. Bombeé lo más fuerte que pude. Ella solo cerraba los ojos mientras se masturbaba su clítoris. Después de un minutos aproximadamente, sin parar, sentí las ganas de venirme. Solté una segunda corrida, dentro de ella.
Ambos, agitados, nos abrazamos un rato.
Nos levantamos de la cama, cambiamos las sábanas y nos metimos desnudos a la cama nuevamente. Ese día, ella se quedó a dormir en mi casa.
«¿Hola?» respondí a mi celular
«Oye, ¿sabes dónde está Ale? No llegó a dormir a noche.»
«Hola, estoy bien gracias por preguntar. Y sí, ella está conmigo.»
«No me digas que tú… maldito mal amigo»
«Oye, tranquilízate. Fue todo por voluntad propia.»
«No me digas qué hacer, quiero hablar con mi hermana»
Le pregunté a Alejandra si quería hablar con ella, pero me dijo que no.
«Sigue dormida, ¿quieres que le diga algo de tu parte?»
«Nada.» y colgó.
Después de esa conversación con Martha, Alejandra y yo volvimos a tener sexo. Algo más ligero, a diferencia del día anterior, pero igual de placentero. Ya no la volví a penetrar por el pene, porque despertó adolorida, pero su vagina es más rica, así que no pierdo nada.
Nunca pensé que esta chica, tan callada conmigo, le gustase que la tratara así.
Me gustaría que me dieran ideas para jugar con el cuerpecito de Alejandra. Los leo.
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