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Dominación Hombres, Fantasías / Parodias, Gays

La instrucción – Parte 4

Lucas y Ernesto continuan entrenando a Alex..
Hola, ha pasado un tiempo. Pueden revisar las demás partes de esta historia en mi perfil. ¡Espero que les guste y me dejen sus comentarios!

La reunión que cambió todo

Ernesto y Lucas coordinaron con la ayuda de Anabel una reunión con los padres de Alex, le prometieron que le darían un porcentaje de su idea de negocio y la mujer presa de la codicia accedió, Lucas explicó que necesitaban más tiempo para producir contenido para la deep web y ahora tenian que justificar los tiempos.

Miguel y Clara, los padres de Alex, llegaron a la escuela con puntualidad obsesiva. Clara, con su vestido de flores y el pelo recién alisado, caminaba un paso por delante de Miguel, que ajustaba su corbata con nerviosismo. Anabel los recibió en la entrada, con una carpeta bajo el brazo y una sonrisa de circo.

Anabel (con voz melosa):
—Gracias por venir. Ernesto y su asistente Lucas tienen algo especial para Alex.

La sala de reuniones olía a café rancio y esperanza falsa. Ernesto los esperaba sentado, con una postura militar impecable. Lucas, de pie junto a la ventana, jugaba con un collar de cuero negro entre sus dedos. El padre lo notó.

Lucas (sonriendo con indiferencia):

—Ah, sí. Es para mi perro. Un pitbull. Le encanta morder las correas viejas.

Clara (con una risa nerviosa):
—Qué curioso.

Ernesto (ignorando la interrupción):
—Alex es un niño… sensible. Demasiado para el entorno normal. Su timidez lo ahoga. Pero podemos cambiar eso.

Lucas (volviendo a guardar el collar en su bolsillo):
—El programa intensivo lo hará desenvolverse. Disciplina, deporte, coordinación. Nada extremo.

Anabel (interviniendo):
—El taller empezará a las 2:00 p.m. y se extenderá hasta las 8:00 p.m.. La escuela cubrirá sus comidas. Ustedes solo deben recogerlo al final del día.

Clara (inclinándose hacia adelante):
—¿Y las clases no serán interrumpidas?

Ernesto (sonriendo):
—Claro que no. El taller será un complemento. Será como su segunda casa.

El padre, escéptico:
—¿Y no cree que se agotará?

Lucas (mostrando un informe falso):
—El horario es controlado. Nada excesivo.

La madre dudó. Sin embargo ecordó las noches de discusiones con su esposo, las recientes llamadas de la escuela por el aislamiento de Alex. El padre, cansado de sentirse impotente, asintió.

Miguel:
—¿Cuándo empieza?

Ernesto (sonriendo):
—Mañana. A partir del final de clase regular, dejelo en la escuela a las 8:00 a.m., como siempre.

Comienza la rutina

La rutina se estableció con precisión. Cada mañana, Clara y Miguel, los padres de Alex, lo dejaban en la escuela a las 8:00 a.m. con la falsa seguridad de que su hijo regresaría a las 8:00 p.m. después del «taller de resiliencia». Lo que no sabían era que, apenas el niño cruzaba las puertas del colegio, Ernesto y Lucas lo escoltaban en un auto con ventanas tintadas hacia el hotel donde todo ocurriría.

Apenas llegaban al cuarto se dio por iniciada una danza grotesca. Alex recibió una mascara de latex para cubrir su rostro y un collar, el mismo que llevaba Ernesto en plena reunión con sus padres. Alex fue tumbado de espaldas, con las piernas levantadas y los tobillos unidos por una cuerda fina. Le introdujo un consolador pequeño en el ano, lubricado con saliva. La máscara amortiguaba los sonidos que Alex intentaba contener.

Ernesto (a la cámara):
—La disciplina requiere control, tienes que acostumbrarte.

La habitación olía a sudor y desinfectante barato. Las luces del techo proyectaban sombras alargadas sobre la cama, donde Alex yacía inmóvil, con la espalda arqueada por la presión del objeto que le invadía el cuerpo. Su respiración se aceleró, pero no lloró. Ya sabía que las lágrimas solo traían más tiempo en esa posición. Lucas ajustó el enfoque de la cámara para capturar los detalles: el collar apretando su cuello, el consolador brillando bajo la luz artificial.

Lucas (acercando el lente a su rostro):
—Mira cómo aprieta los dientes por debajo de la mascara. Está aguantando para nosotros.

Ernesto (girando el consolador dentro de él):
—Eso es bueno. Quiere decir que está aprendiendo.

Alex no emitió sonido. Su cuerpo se tensó, pero obedeció. Lucas enfocó en sus manos: los nudillos blancos agarrando las sábanas, los dedos temblando.

Lucas (murmurando al oído del niño):
—¿Duele, putita?

Alex asintió, la máscara de látex amplificó el gesto. Ernesto sonrió mientras le daba una nalgada al niño.

Informando a los padres

A la 1:30 p.m., Ernesto envió un mensaje a Clara y Miguel:

«Alex estará en su sesión de clase regular hasta las 2:00 p.m. Luego iniciamos el taller. Le dejo fotos adjuntas del equipo deportivo y su almuerzo.»

Clara respondió en minutos:
«Gracias. Apreciamos mucho su apoyo.»

La producción
Después de la primera grabación, entregaron a Alex quien sabía que sus padres, presos de sus problemas maritales lo ignorarían completamente, mientras que la habitación del hotel Ernesto y Lucas revisaron el video en silencio. La pantalla mostraba a Alex, de rodillas, con el collar apretando su cuello y la máscara de látex deformando su rostro. Las imágenes eran crudas pero efectivas. No necesitaban perfección, solo realismo. Lucas ajustó los efectos de distorsión en sus voces, borró cualquier detalle que pudiera identificarlos y recortó el archivo a un fragmento de 30 segundos: Alex, arrodillado, repitiendo «Soy suyo» con la máscara apretada. Ernesto lo subió a un foro oscuro bajo el seudónimo @ResilienceLab, con la descripción: «Niño, 5 años. Entrenamiento básico. Muestra gratis».

Las respuestas llegaron al día siguiente. Un usuario anónimo identificado con las iniciales P.B.A ofreció $3,000 en XMR por una muestra más larga. Ernesto aceptó, se había familiarizado con criptomonedas lo suficiente como para saber que era un buen monto, sin embargo debia cumplir una condición del comprador: «Una prueba para enviar el pago antes de enviar cualquier cosa». Lucas envió el fragmento de 20 segundos donde Alex repetía «Soy tuyo», con la mascara levantada ligeramente, mientras sacaba la lengua con un cartel que tenía las iniciales del cliente. La respuesta fue inmediata: «Quiero más, pago por packs semanales».

La rutina se estableció con precisión. Cada lunes, Ernesto y Lucas publicaban una muestra gratuita: Alex arrodillado, ajustándose el collar, respondiendo a órdenes en voz baja. Los viernes, subían el contenido de paga: escenas de «entrenamiento», donde el niño era forzado a mantener posturas durante horas, con el collar aprentando su cuello mientras un vibrador en su culo que sonaba fuerte cada vez que se aumentaba la intensidad. Las ganancias crecieron exponencialmente. A la tercera semana, ya tenían clientes recurrentes que pedían escenas específicas por montos superiores al contenido de venta regular, hasta que uno hizo una propuesta interesante: «¿Pueden hacer una transmisión en vivo para mí y mis amigos? Pago 1 BTC por hora».

Ernesto aceptó de inmediato. La transmisión se programó para el viernes siguiente. Prepararon la habitación del hotel con luces rojas, cámaras adicionales y un sistema de chat encriptado para recibir instrucciones en tiempo real. Alex fue presentado desnudo, llevando un collar nuevo, y la máscara de siempre. A las 4:00 p.m., la transmisión comenzó. El primer mensaje del comprador fue claro: «Hazlo llorar, pero sin sonido». Ernesto obedeció, dandole bofetadas al niño durante un buen rato mientras Lucas ajustaba la cámara para enfocar las lagrimas que se diluian por debajo de la máscara. El collar estaba muy ajustado y resaltaba en su cuello.

Conforme pasaban los minutos el accionar se volvió más atrevido. Ernesto y Lucas experimentaron con diferentes objetos: consoladores con puntas, vibradores pequeños, incluso juguetes infantiles modificados para tener forma falica. Tras jugar con el trasero del niño durante varios minutos, Ernesto se acercó a Alex sin decir palabra, lo obligó a arrodillarse frente a él, le levantó la máscara solo para exponer su boca y le ordenó abrirla. Alex obedeció, los ojos clavados en el suelo mientras Ernesto lo manipulaba con movimientos bruscos, la respiración del hombre entrecortada, las manos apretando su cabeza para mantenerlo en posición. Lucas grababa desde ángulos cercanos: el collar apretado, las manos del niño temblando mientras intentaba contener la náusea.

Los comentarios llegaron durante la transmisión:

DarkViewer101: «¿Pueden hacer que diga que quiere más?»
ShadowCollector: «¿Edad confirmada? Necesito garantías.»
PayForBoy: «¿Qué pasa si el niño se queja?»
Ernesto se limitó a dejar un comentario desde la cuenta principal: «Esperemos hayan disfrutado nuestra primera sesión en vivo. Estamos abiertos a reservaciones.»

La transmisión terminó antes de las 7PM. Ernesto recibió el pago: 1 BTC equivalente a $30,000. El comprador escribió: «Espero que puedan producir un video de una hora a demanda. Estoy complacido.» Lucas  solo revisó las ganancias y sonrió.

Pasan los días…

Alex, entre tanto, se volvió una sombra de sí mismo. Sus movimientos eran precisos, mecánicos. Ya no temblaba cuando le colocaban el collar o le ajustaban la máscara. Aprendió a contener el llanto, a responder a órdenes con monosílabos, a fingir que el dolor no existía. Pero Ernesto notó algo: el niño empezaba a cuestionar en silencio. Un parpadeo más lento, una pausa antes de obedecer, una mirada fija en la puerta del hotel como si esperara que alguien lo rescatara.

Lucas:
—¿Notaste cómo me miró hoy?

Ernesto (guardando el collar en una caja de herramientas):
—Son las ultimas señales de su voluntad, conforme pasen los días se dará cuenta que no hay escapatoria.

Siguiente parte, próximamente…

35 Lecturas/7 junio, 2025/0 Comentarios/por TheRelator
Etiquetas: amigos, colegio, culo, hijo, hotel, madre, militar, padre
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