La Isla (2)
Yo era un Dios. Había creado aquella isla, y tenía a 250 chavales a mi disposición para follarles cuando quisiera.
Ellos no lo sabían, creían que era un habitante más en la isla, pero yo la había creado. Había ideado todo el complejo, rodeado de mar para que no hubiera escapatoria, con 250 chavales de todas las razas y edades que había secuestrado cuando eran niños o comprado, por dinero, a los padres, en países pobres.
Los niños que se habían criado desde pequeños en aquel lugar del océano creían todo lo que les había contado: que si eyaculaban cinco veces seguidas morirían. Ello me servía para controlarlos y tenerlos dominados a todos, ya que todos eran esclavos del semen, de una u otra manera… por lo que nadie pensaba en escapar sino en chupar pollas y robarle el semen en una magnífica mamada o que le follaran en cualquier rincón, en los vestuarios o entre los arbustos.
Todos los chicos iban desnudos o a lo sumo solían llevar jockstrap, lo que me permitía su acceso anal en cualquier momento. Y es que era muy importante para mí tener su ano a mi disposición en cualquier momento, no sólo para follarles, sino para inyectarles supositorios con diferentes sustancias para relajarles, dominarles o empalmarles, según mi conveniencia.
Yo no me los podía follar a todos, pero sí podía elegir follarme a quien me conveniera. Y para que se arreglasen entre ellos en esa guerra del semen, les había amaestrado desde pequeños para que hicieran todo tipo de perversiones sexuales y follasen entre ellos. Los había dividido en dos clanes: dadores, que se creían superiores por dar por culo a los pequeños, y recibidores, que sabían que ellos serían siempre jóvenes chupando semen, lo que les hacía ávidos comedores de pollas y les liberaba dejandose ser follados por cualquiera en todo momento.
Los chicos estaban sanos, en la isla no había enfermedades, aún así los tenía sometidos a controles médicos que aumentaban su dependencia y mi poder sobre todos ellos.
Los dadores sabían que necesitaban ser follados o mamar pollas o semen cada cuatro o cinco corridas, por lo que ello me permitía dominio total y absoluto sobre todos y cada uno de ellos… aunque había dispuesto dildos en los vestuarios, suministradores de semen… semen que era el que absorbían mangueras de las pajas que se cascaban los chavales en los vestuarios y duchas y cambiadores de la isla. Era todo un circuito cerrado de perder semen y tomar semen, un circulo vicioso que permitía mi total y absoluto control sobre cada uno de aquellos cuerpos.
JARDIN DE INFANCIA
Los niños más pequeños no podían ser follados, pero era un placer verlos corretear desnudos.
En aquella etapa eran instruidos sobre la necesidad del semen, y eran educados a ser desinhibidos y liberales, lo que permitiría que en unos años se dejaran follar sin pudor.
Las primeras lecciones en el jardín de infancia era aprender a tomar leche directa de polla de un adulto y distinguir el rango (había tres) de quien mandaba en la isla. Y es que todo el mundo empezaba en el nivel cero, pero podía ascender, según dejase ser follado, a nivel 1 y nivel 2, siendo estos los más expertos y que más privilegios tenían… aunque yo estaba por encima de todos: tenía a todos a mi disposición. Y podía interrumpir a dos muchachos cuando estuvieran follando entre ellos, o follarme al que follaba al chaval haciendo un trenecito, o inyectarle con jeringuilla o supositorios a traes de dildos, drogas que hacían que durase más tiempo la penetración (azul), o blanca (para que se desvaneciesen y se dejasen follar por mí o por quien yo dispusiera). Podía dejar que follasen entre ellos y toda la isla se controlase sola, o podía intervenir cambiando la configuración de lo que quisiera para que todos necesitasen ser penetrados más a menudo por un consolador (podía volverles esclavos dependientes de los dildos o liberarles para que no necesitasen autopenetrarse todos los días… pero me molaba verlos, a través de las cámaras del complejo, que yo controlaba desde mi sala de control, cómo se ponían todos en cuclillas metiéndose aquellos falos que salían del suelo, de diferentes tamaños, autoinsertándose mis dildos, cada vez más gordos y largos, en aquellos cubículos en los que ellos creían tenían intimidad.)
LIBRE ALBEDRÍO
Los niños creían que tenían su propia voluntad de decisión de a que clan pertenecer, pero era yo el que elegía que los de pene grande, los superdotados, fuesen dadores, mientras que los culones los domesticaba para que fueran buenos chupa penes, dejándose follar por todo el mundo.
A los 9 años todos los niños iban desnudos y eran mamadores de pollas… pero a los 11 años, cuando empezaban a tener semen se les asignaba un calzoncillos de color (siempre con un agujero a la altura del ano para que yo o cualquier controlador pudiera dominarles en un instante sin necesidad de desnudarlos, introduciéndoles las drogas que hiciesen falta vía anal). A medida que iban creciendo en edad o avanzando superando diferentes pruebas (empezaban por dildos de pequeño tamaño hasta ir probando penes grandes), a los muchachos se les asignaba un calzón de diferente color, que evidenciaba, a vista de todos, el nivel o graduación de aquel chaval y lo que podía hacer con él. Estaba prohibido follar a los menores de 9 años, que iban desnudos por la isla, pero en cuanto se les entregaba su primer calzón ya podían empezar a ser penetrados.
A mí me encantaba verlos disfrutar. A veces cuando veía a un muchacho follándose a una nenita no podía resistirme de clavarle en el culo una inyección de viagra para que la polla se le pusiese super dura y el empalme le durase mucho tiempo más, para que hiciese sufrir al pobre pasivo la tortura de ser follado mucho más tiempo y con una polla mucho más dura, que lo que se empalmaría de forma normal.
Yo disponía del centro médico, de la camilla de exploración anal, a la que podía atar a los muchachos rebeldes con correas de cuero inmovilizándoles mientras les introducía todo tipo de artefactos en el culo… Y es más, yo podía tener el privilegio de desvirgar a quien quisiera en la isla.
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