La isla 2. cap 2. Control total
Había comprado una isla en mitad del Pacífico y me dedicaba a raptar niños y llevarlos a ella para hacerlos mis esclavos sexuales.
CAP 2. LA ISLA. CONTROL TOTAL
Tenía suficiente dinero para haber comprado una isla en mitad del Pacífico, lejos de ninguna parte habitada. Hasta allá había transportado a aquellos chicos guapos. Los niños pequeños que desaparecían misteriosamente en el Primer Mundo habían sido narcotizados con éter y metidos en furgonetas y trasladados en helicóptero hasta allí. En la isla tenía unas instalaciones subterráneas secretas para el adoctrinamiento mental. Tenía que hacerles olvidar su pasado, la existencia de padres, y las leyes absurdas de la sociedad. Y lo hacía con amor y placer y tortura. La táctica de premio castigo que siempre ha funcionado.
Al principio, cuando recuperaban el conocimiento, los niños estaban en una habitación blanca, desnudos. La desnudez les hacía sentir completamente vulnerables… pero la primera lección era hacer que se sintieran bien con su cuerpo, que disfrutaran del placer… y que con esta nueva experiencia olvidasen su pasado.
Todos eran jóvenes imberbes por lo que eran vírgenes y nunca se la habían cascado. De hecho no sabían nada de placer sexual… por lo que mi secta se basaba en la paz y el amor… y las drogas complementaban la sumisión total, cuando me hacían falta.
–Hola Martin -salí a recibir al muchacho que acababa de despertar y se encontraba solo en la estancia
–Tus padres han muerto. Ha habido una catástrofe… yo te he salvado. Y te voy a cuidar. No te preocupes. A partir de hoy vas a tener una nueva familia con muchos hermanos de tu edad y un papi, yo, que te quiere.
Y lo besé metiendo mi lengua en su boquita, agarrándole la cabeza y dándole un placer bucal como nunca le habían dado.
Le comí la boca a aquel nene imberbe, de poco más de 8 años, mientras le bajaba mis manos de su cuello hacia su espalda, abrazándole.
–Martin… te quiero. Eres un niño muy bonito -dije cuando separé nuestros labios de ese beso de pasión y placer
–Ven.. te voy a hacer descubrir el placer…. descubriremos la pasión juntos. Sé que de esto nunca te han hablado porque en el mundo que vivías hay muchos tabús… pero ahora vives en mi isla, la Isla de los niños, la isla de la pasión… donde vas a poder disfrutar de una vida sin complicaciones ya que dispone de todo lo que puedas querer: canchas de fútbol, playa, piscinas… ricos alimentos, escuela, médico. Aquí tendrás una vida nueva –le dije mientras le iba enseñando las maravillas de la isla a través de la ventana de la habitación–.
Martin podía ver abajo, en la calle central del complejo, decenas de niños de su edad y chicos jóvenes, completamente desnuditos o con un simple taparrabos.
Mi saliva tenía una sustancia especial calmante lo cual me hacía dominar a todo aquel que besara y le hiciese beber mis fluidos. Así la había diseñado para calmar el dolor de mis duras penetraciones. No hay nada que me de más morbo que alguien se queje del grosor de mi pene a la vez que le escupo en la boca cuando grita y sigo clavándole mi pene como no tardaría en hacer con aquel nuevo niño que había llegado… porque a todos me los pasaba por la piedra.
Volví a besar a aquel rubito de pelo lacio, pero ahora tras hacerle tragar mi saliva en un nuevo beso de sumisión, dominante, pase mi lengua por su pecho hasta su colita… que se la unté con mi saliva dandole a Martín un placer que nunca había sentido antes. Así lo indicaba el ahogado gemido que expulsó de su boquita aquel pequeño, que cerró los ojos mirando al cielo mientras me comía su pollita.
Le tenía dominado e iba a ser mío, como el resto de muchachos… Algunos me habían salido más peleones y había tenido que usar métodos más duros para hacerles entrar en razón y someterlos… pero yo tenía a mi disposición todo tipo de aparatos y drogas para convertirlos en mis leales esclavos, sin que lo supieran.
El chico nunca había experimentado placer igual en la vida… lo que le hizo olvidar su secuestro. Con los niños pobres, del Tercer Mundo, lo tenía más fácil porque aquella isla les ofrecía unas posibilidades y unos placeres que jamás habían podido soñar en sus anteriores vidas, lo que hacía que su adecuación al complejo fuera más rápida. Se entregaban al placer en pocos días olvidándose completamente de su vida anterior. Pero Martin era un niño de una familia de clase media de Nueva York al que había raptado cuando su madre se paró a probarse ropa en el centro comercial, en un despiste de ella. Mis matones le habían puesto cloroformo en un tramito, por detrás, tapándole la boca. Martin no pudo gritar. Cuando quiso llamar a su mamá respiró los aromas de aquella sustancia que lo narcotizó e hizo que se desmayase en mis brazos. Inmediatamente lo habíamos sacado de allá evitando las cámaras de seguridad y sin levantar sospechas. Cuando su madre se quiso enterar Martin ya estaba en una furgoneta sin ventanas destino a un aeropuerto desde donde le trasladaríamos a la isla.
La misión había terminado
Cuando Martin despertó no sabía qué había pasado ni donde se encontrada. Vio una estancia blanca y una agradable voz –la mía– que le habló explicándole la nueva situación. Yo era su salvador y le quería, y es más le iba a dar una nueva vida y le iba a cuidar, dándole un montón de amiguitos y hermanos.
Seguía con la cosita de Martín en mi boca y el niño extasiado de placer cuando le metí un dedo en el ano, cosa que le sobresaltó, pero como mi dedo estaba lubricado en una sustancia gel, le dio más placer si cabe, a pesar de la intromisión. Nunca le habían metido nada en el ano…. Aquella era una sustancia especial de mi invención que agudizaba el placer de cualquier cosa que te metiesen por el año, a la que le iba a hacer adicto, como a todos los chavales de la isla. Martin no lo sabía pero desde ahora era su amo y señor.
Con mi dedo aún dentro de su ano, esperando absorbiera su intestino aquella primera dosis de sustancia-gel que a partir de ahora iba siempre a necesitar, le volví a dar un beso con lengua metiéndole mi saliva. Martin no lo sabía pero pasaba a ser mi esclavo.
buenos dias por favor la tercera parte