La isla 2. cap 3. Martin. Jardín de Infancia
Martín aún no podía ser follado, porque era muy pequeño… pero le iba a enseñar a usar su boquita.
CAP 3 MARTIN. JARDIN DE INFANCIA
Los niños más pequeños no podían ser follados, pero era un placer verlos corretear desnudos.
A Martín, como aún no tenía 9 años, le tocaba ir desnudo durante los 3 próximos años de edad. Le bajé de mi piso a la calle, y allí le presenté a los demás niños de la isla, y le enseñé donde iba a vivir a partir de ahora. Los niños pequeños vivían en comuna en literas en un gran dormitorio. Y de que creían e iban adquiriendo individualidad, disponían de pequeños apartamentos en diferentes alas del complejo, cada cual dividida por el rango de edad de sus huéspedes.
En la de los nenes, que no podían ser raptados muy chiquitos sino con una edad para que pudiesen ya ellos valerse por sí mismos, todos los pequeños se juntaban en un clan donde prevalecía el espíritu de equipo.
Martin enseguida hizo nuevos amigos. Los niños sabían que solo les podía dar placer un adulto, y que entre ellos solo podían jugar.
Disponían de zonas comunes, piscina para su clan lejos de niños adultos, y de su comedor a parte. Aquella zona del complejo era exclusiva para los niños que acababan de llegar tras los 10 u 11 años donde tendría lugar su primera prueba de iniciación y su primera eyaculación de semen, que los convertiría en adultos prepúberes,
A los niños les controlaban una serie de adultos guardianes, de mi confianza, que iban a lograr su completa sumisión. Disponía de guardias y de un equipo de médicos y enfermeros que les iban a ir inyectando sustancias para hacerlos mis esclavos, como aquel gel anal, cada poco tiempo. Y luego yo tenía a mi disposición una serie de supositorios y drogas que podía inyectar para conseguir el resultado correcto. Había niños obedientes, que no las necesitaban, y revoltosos a los que había que domar. Pero todos, de una u otra manera, acabarían pasando por el aro.
Disponía también de una pequeña escuela donde eran instruidos sobre la necesidad del semen, y eran educados a ser desinhibidos y liberales, lo que permitiría que en unos años se dejaran follar sin pudor. Y es más, fueran ellos buscando ser follados y dar placer a los demás, respetando a los de más edad, siendo completamente sumisos a ellos. Uní niño de menor edad o graduación –el rango lo marcaba el color del calzoncillo que pronto empezarían a llevar–, siempre tenía que rendir pleitesía, arrodillarse, chupar el pene de un mayor, y dejar ser follado si el adulto así se lo requería. (Pero esto no ocurriría hasta que tuvieran más edad y hubieran pasado la prueba del desvirgue).
Hola Martin… pequeño -le dije cariñosamente. Me gustaba ver a mis pequeños y solía aparecer, a veces, por aquella parte de la isla (aunque lo tenía todo controlado por cámaras y les podía ver, sin que se dieran cuenta, en cualquier parte).
Martin me sonrió. Tenía un cariño especial hacia aquel pequeño.
Le acaricié el pelo, lo cogí en brazos, y lo besé.
–Hola papi Albert. -me respondió
–¿qué tal está mi cachorro? Te veo bien, mi pequeño ¿cómo te has adaptado a la isla?
–Muy bien. He hecho muchos amigos de mi edad.
–Eso está bien, pequeño Martin. Me alegro que te guste el complejo.
Mientras decíamos todo esto Martin y yo seguíamos paseando. Tras abrazarlo y besarlo lo había dejado en el suelo y le había dado de la mano, y ahora le acompañaba a una estancia donde Martin nunca había estado para que siguiera aprendiendo.
Detrás de nosotros se cerró una puerta automática corredera, aislándonos del resto de peques.
Abracé y besé de nuevo a Martincito. Y prolongué mi beso con lengua haciéndole que comiera mucha de mi saliva.
–¡Te quiero mundo, peque!
–Y yo a tí, papá
Martin, en aquellos meses, ya se había olvidado de su familia de Nueva York. Su familia actual eran los cuidadores del jardín de infancia, y el resto de niños de su edad eran como sus hermanitos.
Bajé mi lengua desde su boca eróticamente por su cuello, pechito, ombligo y le comí el pene. Martin ya tenía 9 años y su pene había crecido, como todo él. Su sensibilidad genital había aumentado con lo que chupandole el glande con mi lengua, tras descapullarle, pude ver que mi mamada le sumía en un gran placer, casi extasis.
–Ahhhh, papi… ¡¡qué rico haces!!
–Si, nene Martin
Él no se daba cuenta. Tenía los ojos cerrados del placer que le estaba dando. Pero aunque se diese cuenta miraba hacia mi espalda y no sabía lo que iba a hacer con él.
Con su pene en mi boca impregné mi dedo anular en un gel de placer y empecé a meterle el dedo, lubricado en este gel crema, en su culete, dándole un masaje, hipersensibilizándole la zona anal.
Aquella tarea la iba a repetir a lo largo de los siguientes meses varias veces hasta lograr el resultado deseado, y terminaba con mi lengua dentro de su boca y mi dedo en su culo, y su pequeño pene erectándose de placer a través del panty beige que mi niño llevaba desde que cumplió sus 9 años, apretándole su penecito. Todos los niños, a partir de los 9 años de edad, vestían un panty con un agujero o abertura anal, que me permitía meterles lo que quisiera por su cuele sin desnudarlos. El panty era un símbolo de su edad. Pasaban de estar completamente desnudos, cuando llegaban a la isla, si lo hacían con menos de 9 años porque a veces raptábamos o comprábamos niños adolescentes, a vestir esta malla de color carne hasta los 10 años en que pasaban a llevar un slip amarillo ajustado con el mismo agujero anal, y blanco a los 11 años. Había un cambio, de panty a slip de color naranja, aproximadamente a los 9 años y medio, la edad que ahora tenia Martin. La malla de lycra la llevaban los nenes que habían empezado a recibir estimulación anal con un dedo.
-Martin… Ya vas a ser mayor –le dije. No hay nada que agrande más el ego de un nene que sentirse grande. Nuestras idas y venidas, a lo largo de los últimos meses, a aquella habitación en la que le metía la crema gel con mi dedo en su culo, habían ido forjando una relación especial, de cariño y de placer, entre ambos.
-Hoy vas a superar una nueva etapa -le dije. Y Martin se quedó mirándome
-Vas a conseguir tu primer calzón naranja (ahora llevaba un panty beige), lo cual significa madurez sexual.
Martin no me comprendía pero él quería crecer y progresar en la isla y sabía que se iba a dejar hacer.
Lo besé, bajé de su boca a su cuello, a su pecho, a su pene…. dándole placer. y lubriqué su ano, como había hecho cada vez, mes tras mes, con su pene en mi boca.
Martin se derretía de gusto porque ya tantas veces le había impregnado su culo de crema gel que tenía hipersensible esa zona.
-Martin. Me incorporé. Yo te he dado placer chupándote la colita. Ahora es lo justo que me devuelvas el placer, dije desnudándome. Martin, hasta ahora, no me había visto sin mi speedo (que no disponía de apertura anal). Y pudo ver con sorpresa una polla grande erecta, frente a sus ojos.
-Arrodillate! le ordené
Martin así lo hizo, mirándome con una mirada como suplicante y pidiéndome perdón a la vez. Como que deseaba comerme la polla pero a la vez tenía miedo que eso tan grande reventase su boquita.
–Cómemela -ordené
Matin no se hizo esperar y metió mi glande en su boquita, de rodillas como estaba, y comenzó a comerme unos centímetros de pene
-Cometela toda ¡Cabron! -le grité empujando su boca hasta meterle toda mi polla en la garganta
Martin se asustó por mu brusquedad. Nunca había sido brusco con él. Pero no quería que aquello fuera eterno, y le clavé toda mi polla haciéndole llorar
Martin suplicaba que se la sacase, pero yo apretaba su cabecita rubia de pelo lacio contra mi vello púbico mientras le daba embestidas sacándosela y volviendo a clavar mi polla en su garganta aumentando mi velocidad, sin compasión. Es más, los gritos y sollozos de Martin me excitaban y hacían que aumentase mi velocidad clavándole la polla como si estuviera poseso, como si fuese un animal salvaje. Lo cual me excitaba a la vez y me hacía penetrarle más y más rápido, hasta que eyaculé en él, en su garganta.
-Ohhhh, Dios. cabronazo -dije mientras le sujetaba su cabeza clavada en mi pene. Si naricita estaba aplastada contra mis vellos púbicos, mientras descargaba en su garganta trallazo tras trallazo de lefa haciéndole mío.
-Cabrrronnnnn Hijo de puta -le dije mientras me corría
Martin lloraba. Había sido muy violento con él. Nunca Martin había visto mi lado salvaje.
-Eres una puta perra. Mi esclava. Quiero bien que lo sepas, y que tengas aprendida, desde hoy, esa lección, Martin. Cuando yo quiera, me comerás la polla ¿entendido?
-si, amo -musitó sollozando con semen saliendo de sus comisuras de los labios
-Muy bien, perra. Te has ganado el bañador naranja. A partir de hoy ya eres un niño adulto. Te has vuelto todo un comepollas.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!