La isla 2. cap 5. Martín. Libre albedrío
Por fin Martín tiene suficiente edad y experiencia para tener su primera relación sexual.
A partir que los nenes recibían un dildo anal se les entregaba el calzón amarillo. Los había de varios modelos: tipo speedo, tipo jockstrap… pero todos ellos dejaban accesible su ano para ser penetrado en el momento en que un adulto decidiera bien clavarle un dedo, o un dildo, u otro aparato que necesitase para dominar su voluntad.
Los niños creían en el libre albedrío, creían que tenían su propia voluntad o que tomaban la decisión de a que clan pertenecer, pero la verdad es que era yo el que lo controlaba todo, era yo el que elegía que los de pene grande, los superdotados, fuesen dadores, mientras que los culones los domesticaba para que fueran buenos chupa penes, dejándose follar por todo el mundo. Era yo el que determinaba cada etapa de su vida, hasta convertirlos en máquinas de dar placer sexual.
A los 9 años todos los niños iban desnudos y eran mamadores de pollas… pero a los 11 años, cuando empezaban a tener semen se les asignaba un calzoncillos de color (siempre con un agujero a la altura del ano para que yo o cualquier controlador pudiera dominarles en un instante sin necesidad de desnudarlos, introduciéndoles las drogas que hiciesen falta vía anal).
A medida que iban creciendo en edad o avanzando superando diferentes pruebas (empezaban por dildos de pequeño tamaño hasta ir probando penes grandes) a los muchachos se les asignaba un calzón de diferente color, que evidenciaba, a vista de todos, el nivel o graduación de aquel chaval y lo que podía hacer con él. Estaba prohibido follar a los menores de 9 años, que iban desnudos por la isla, pero en cuanto se les entregaba su calzón blanco ya podían empezar a ser penetrados.
A mí me encantaba verlos disfrutar. Me había corrido viendo a Martin autopenetrandose en el cubículo de aquel dildo meses atrás. A veces cuando veía a un muchacho follándose a una nenita no podía resistirme y salía de mi sala de control hacia donde estaban ellos e iba a clavarle en el culo una inyección de viagra para que la polla se le pusiese super dura y el empalme le durase mucho tiempo más, para que hiciese sufrir al pobre pasivo la tortura de ser follado mucho más tiempo y con una polla mucho más dura, que lo que se empalmaría de forma normal, o le clavaba algo que le relajaba y le convertía yo en follado por mi pene descomunal, en plan tren, mientras el se follaba a otro chaval. Yo lo controlaba todo, yo lo disponía todo, yo elegía todo. Yo disponía del centro médico, de la camilla de exploración anal a la que podía atar a los muchachos rebeldes con correas de cuero inmovilizándoles mientras les introducía todo tipo de artefactos en el culo… Y es más, yo podía tener el privilegio de desvirgar a quien quisiera en la isla… y con Martin iba a dar el siguiente paso.
Martin ya tenía casi once años, y ya se había metido todo tipo de consoladores en su joven y aun virgen ano. Ano que yo iba a desvirgar. Había visto la evolución de mi pequeño a través de cámaras. Me la había cascado mogollon de veces al otro lado del monitor viendo sus caras de placer cuando se penetraba cada vez con dildos más y más grandes… pero aún no eran del tamaño de mi pene. Y hoy se lo iba a dar. Su primer pene tamaño real iba a ser uno real y no un consolador. Y Martin había sido elegido por el Jefe, el Dios se la isla, ser mi esclavo sexual.
Aparecí por aquella zona de la isla. Hacía más de un año que Martincito no me había visto, desde que lo penetré de forma bucal con mi super pene. Le había enseñado a mamar penes y hoy le iba a dar una nueva lección. Iba a ser follado.
Martincito se había desarrollado con los cánones que correspondían a su edad. Empezaban a aparecerle pelos en el pene, que se había alargado notablemente, aunque yo me había encargado, con los geles de placer y el consolador, que su área de placer fuese la anal. Aquel chico aún no se la había cascado pero todo evidenciaba que estaba a punto de tener su primera corrida. Era la edad de la pre-pubertad. Martincito iba a dejar de ser un niño y ser un mayor de 11 años de edad que eyaculaba y producía semen. Pero quería enfocar su placer no en las corridas, sino en el placer anal, porque quería hacerlo mi esclavo personal. Por ello tendría que hacer que su primera corrida fuera con una penetración anal. Y estaba en ello. Su primera penetración iba a ser la mía. Y su primera eyaculación iba a ser con mi pene dentro de su ano.
-Hola Martin -el niño se giró y sorprendió de volverme a ver
-Hola papi -contestó
-¿Me has echado de menos?
-Sí, papi.
-Pensé que te habías enfadado conmigo
-No, papá… te quiero desde que me enseñaste la isla.
-Muy bien pequeño. Yo también a tí.
He seguido tu evolución todos estos meses y hoy te voy a hacer un niño grande.
–¿sí? papá.
-Si, Martincito. Acompañame.
Llegamos a una habitación donde iba a tener lugar aquel encuentro sexual.
Las puertas se cerraron detrás de nosotros y yo abracé a Martin y le di un beso de pasión metiéndome mi lengua hasta la garganta. Se la saqué y le fui lamiendo el cuello, el pecho, el ombligo, regodeandome en el agujero que tenía en mitad de su tripita, y a la vez, con ambas manos, le bajé el calzón amarillo para tener acceso completo a su polla que fue lo siguiente en comer.
Las muecas de Martin no dejaban lugar a dudas de que lo estaba disfrutando. Y yo no perdí tiempo, lo volteé y pasé de comerle la polla a comerle el culo, algo que nunca le habían hecho. Así cuando mi lengua tocó su estrella Martin estalló un gemido de placer.
Embobasé toda la zona a lubricar, y sin que se diera cuenta, le puse a cuatro patas y le metí la puntita y Martín gimió acostumbrándose al glande. Le había visto disfrutar de dildos de hasta 17 centímetros, así que penetrarle la mitad de mi pene fue fácil… pero yo tenía tres centímetros más que su dildo de mayor grosor… aunque no le iba a dejar que dudara o se quejara. Se lo clavé todo de una vez, y lloró.
Una lagrimita cayó por su rostro
-Ayyyy papi… para… duele
Le giré, sin sacarle el pene. Martin yacía tumbado en la cama boca abajo y le puse boca arriba. Con mi pene en lo profundo de su ano dolorido por la invasión de algo tan largo y gordo como nunca había probado, le dije.
-Tranquilo, mi nene… enseguida se pasa, solo duele un poco al principio.
-Ah, papi, papi… para, para para… clamó pidiendo clemencia. Pero conmigo no hay clemencia que valga. De hecho me pone más burro oirles cuando se quejan.
Comprendía que si a lo perrito, a cuatro patas, le dolía, cuando ahora se la clavase del todo dandole la vuelta, la penetración iba a ser mayor.
Martin me conocía lo suficiente sabiendo, de la otra vez, que yo no iba a parar, e intentó escaparse de la cama. Pero yo tenía medio pene dentro de su ojete… y era mío. Puse mis manos sobre sus muñecas, inmovilizándole, y me tumbé sobre él con la mitad de mi pene aún dentro, sus manos inmovilizadas, y ahora aplastando su cuerpecito de niño con mis casi 100 kilos de hombre tonificado. No tenía escapatoria.
Bajé, reposé todo mi peso en su cuerpo… y lo besé para tranquilizarlo. A parte mi saliva era como anestesia así que escupí abundantemente dentro de su boca, sellándola con mi boca para que no pudiese escupir mi saliva, en un beso de pasión.
-Te quiero, mi niño, y hoy serás mío -le dije mientras le iba clavando el centímetro 13, 14, 15 de mi pene, y podía disfrutar de las muecas que mi jovencito Martin ponía en su cara. Toda una expresión con cada centímetro que le clavaba. 16…. 17… (ahí era su máximo dildo, pero mi pene era de mayor grosor, por eso provocaba más dolor y placer a la vez, en sus paredes anales)… 18… Martin perdió la mirada… puso los ojos en blanco… 19… ahgggg y 20 centímetros….
Le había clavado toda mi polla a Martin. Un niñito de apenas 11 años.
-Tranquilo… relájate le dije a la par que le sacaba varios centímetros de mi polla
Martin respiró con alivio pensando que se la iba a sacar, pero solo estaba cogiendo carrera y a la mitad fuera le di otro arreón y le volví a clavar mis 20 centímetros, con lo que Martin gimió. Le había pillado por sorpresa.
No así mis embestidas siguientes. Sabía lo que venía… así que poco a poco se fue acostumbrando a ir recibiendo mi pene. Total, sólo eran tres centímetros más y un poco más gordo que el ultimo dildo sobre el que se había sentado en cuclillas, sudando a mares al llegar al centímetro 17, y empalmándose su polla como un mástil de hierro.
La polla de Martin se volvió a empalmar. Ya estaba disfrutando de tenerme dentro. Eso era lo que yo quería.
Le di un beso de pasión traspasándole mi saliva anestésica a su garganta, para que no le doliera mi pene adulto que acababa de romper su virginal culo.
-Te quiero… te amo… no podía dejarte ir, Martin mio. Te quise desde que pisaste la isla
le dije mientras le seguía follando. Ahora ya no se quejaba de mi cabalgada anal… empezaba a sentir placer. Su pene tieso de hecho prensaba contra mi pecho cuando le penetraba total… y sus gritos se transformaron en jadeos de placer.
Le volví a poner a cuatro y le seguí penetrando a caballito en la cama. Postura que me hacía no ver su cara de placer, pero sí agarrar su joven y enhiesto pene.
-Si, hijo mío… sigue así.. veo que te gusta, le dije tocándole el pene y haciéndole una paja mientras lo follaba. Así el placer en su pene le hacía olvidar el dolor de su culo.
Seguimos así sobre 10 minutos hasta que los jadeos de Martin se hicieron más extraños. Estaba a punto de eyacular.
-Ah… me corro…. me corro… me voy a correr, jadeó Martin mientras aún le tocaba y le embestía su ano
Yo también estaba a punto de correrme y de hecho apreté con fuerza y le solté mi primer trallazo de lefa en lo profundo de su ano. Martin, al sentir mi semen caliente en su ano, también se corrió, le gustó aquella sensación extraña que había probado por primera vez, de alguien eyaculando en su ano.
-Ahhh… .ahhhh ohhhh ooohhhh qué corrida -dije mientras seguí soltando trallazos de semen en sus intestinos virginales
-la sábana de la cama también yacía inundada del semen de Martin, que se había corrido por primera vez con un hombre penetrando su ano, lo que iba a significar que su cerebro iba a asociar placer con que le fallen su ano… Mi objetivo había sido conseguido. Había desvirgado a Martin. Martín ya tenía su calzoncillos blanco… Y yo iba a ser su amo.
por favor pon la otra parte
todos los relatos son una serie… y continuarán. Este de Martín es un episodio, una historia de 5 capítulos, que acaba con este… aunque viendo que os gusta, inventaré capítulos nuevos…
Me encantan tus relatos, me encanataria como sigue la relacion con martin y sus otros nenes
muy buen relato
va a ir habiendo nuevos personajes y distintas aventuras en los próximos episodios
Me gusta. Tienes algo pero ya con mujeres que los chupen o que se las cojan?