La metamorfosis.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por putitopasdf.
Tenía 14 años en esa época. Iba a la preparatoria por las tardes y mi última clase de los viernes me obligaba a salir a las 10 y llegar por lo tanto a mi casa, a las 11 de la noche. La escuela a la que iba era de buen nivel, en una buena zona, sin embargo, mi colonia era forma por ser un nido de “ratas” y “lacras” en donde solamente entraban aquellos que conocían la zona. Obviamente yo era una de esas personas. La verdad no le tenía miedo a mi colonia. La había caminado durante toda mi vida, conocía los lugares como la palma de mi mano. Sin embargo ese día una serie de sucesos cambiaron la situación por completo. Debo aclarar que vivo con mi hermano en una casa bastante acomodada (a la que estoy acostumbrado por completo) que nuestros padres nos dieron para poder estudiar. En realidad yo no soy de aquí, soy de allá y mis padres se fueron a Estados Unidos a trabajar y nos mandan dinero muy seguido. Dinero que mi hermano y yo usamos para enfocarnos solamente en nuestros estudios.
En verdad que nos enfocamos en nuestros estudios, pero es inevitable cuando no tienes alguna autoridad paterna o materna, que cometas tus deslices de vez en cuando. Mi hermano tiene 22 años, estudia ingeniería mecánica y jamás le he conocido amigos. Al igual que yo, llega los fines de semana (sábados y domingos) muy borracho, casi arrastrándose para caer en la cama. La razón por la que lo sé es porque casi siempre llegamos juntos, arrastrándonos, sin hablarnos, a la casa. A lo que nos acomete. Un Viernes como cualquier otro, mis compañeros decidieron ir a tomar cerca de la escuela. Estaba completamente borracho y recuerdo tomar un taxi y pedirle que me acercara a mi casa, sin embargo, como en otras ocasiones “Lo siento joven, lo puedo acercar, pero a ese barrio no entro” me dijo el taxista “déjame en la avenida principal” respondí. Ya conocía la historia. Fin de semana, a las 2 de la mañana, caminando por uno de los barrios más afamados de la ciudad, iba yo arrastrando los pies con todo el deseo de llegar a mi cama y dormir hasta hartarme. Pero la vida tenía planes distintos. No sé ni recuerdo en que momento me quedé pensando en una idea que salió de la desinhibición provocada por la cerveza. Comencé a imaginarme llegando a mi casa, tirándome en la cama y a mi hermano llegando igual de borracho que yo y al no poder controlar la calentura follarme el culo mientras yo estaba inconsciente y dejarme el culo lleno de su semen para después amanecer al lado mío. Yo preñado por mi hermano. Aquí es donde admito mi perversión.
Mi hermano y yo no somos para nada unidos, sin embargo, hay algo que me salía de la mente siempre que me ponía borracho. Yo pienso que era la calentura y el efecto del alcohol lo que me impulsaba a imaginarme eso, sobre todo porque yo no creía que me gustaran los hombres, pero el pensar en mi hermano, en que él abusara de mí, era una fantasía silenciosa, enterrada a los días siguientes de cruda, en mis deseos pervertidos, en la memoria, en la negación. De repente abrí los ojos y entonces me di cuenta que no estaba de camino a casa “¿Dónde mierdas estoy?” me dije a mi mismo. No conocía el lugar, era una vecindad, eso era seguro, pero ¿cuál? Estaba todo completamente obscuro y sentía que todo se me movía. Intentaba en vano enfocar la mirada para saber dónde estaba, buscar una salida, encontrar el camino para ir a casa. No podía. “¿Qué tranza morro, qué haces aquí?” Dijo una voz ronca, profunda y amenazadora. Busqué el origen de tan estentórea voz pero no lograba encontrarla “Se me hace que anda perdido” Dijo otra voz ¿O era la misma? La obscuridad y el vértigo me nublaban hasta que sentí una mano que me agarró el antebrazo. No sé si el alcohol había sensibilizado mis sentidos, pero pude sentir una fuerza brutal que me agarraba y me jalaba, una mano callosa, enorme. Caí al piso.
Entonces vi al dueño de una de las voces. Quizás fue el terror el que me hizo verlo gigante, o el estar en el piso, o en realidad era un tipo enorme, grueso. Llevaba una chamarra holgada, no sé de qué color, unos tennis deportivos y un pantalón grande de mezclilla. Intenté levantarme pero el vértigo me volvió a tirar “Que mal pedo morro, hoy no es tu día de suerte” No entendía porque lo había dicho. Unos brazos me levantaron como si fuera un hoja de papel, y me pusieron en el hombre del dueño de los brazos que me había levantado ¿Cuánto pies caminaba junto a aquél hombre? Uno, dos, tres, seis. No pdñia contarlos ¿A dónde me llevaban? No podía hablar. Subimos unas escaleras, caminamos por un pasillo “Sí, es una vecindad” pensé. Abrieron una puerta. Caminaron sin prender las luces y me botaron en una cama. La luz de la luna era la única que podía mostrarme el lugar y las personas a mi alrededor, pero era muy tenue “A falta de pan tortilla carnales” dijo alguien. Miré hacia un lado de la cama, en dirección de donde provenía la voz.
Pude distinguir un cinturón que se abría, un botón que se desabrochaba y una verga que salía. Sentí el olor a orina, vi el abundante vello púbico alrededor de unos huevos colgando, grandes y una verga gruesa sin circuncidar de un tamaño considerable. Mi cuello no pudo soportar el peso de mi cabeza y fue cuando comprendí que me iban a violar. Uno de ellos me voleó boca abajo, una mano me agarró de la muñeca, otra más me sostenía la otra, mientras otras dos me bajaban el pants ¿Por qué chingados llevé pants ese día? Igual daba lo mismo, aunque llevará mezclilla, me chingarían el culo “Hasta con acceso fácil” dijo alguien “me cae que a falta de morras, lo jotitos andan listos a darte la cola” Intenté en vano desatarme de las manos que me sometían “No soy puto pinches maricones” Oí caer el cinturón al piso “Pues después de todos los mecos que te vamos a dejar adentro, te vas a hacer maricón pinche jotito”
El miedo por fin recorrió mis cuerpo y la borrachera empezó a bajar. Irónico que cuando deseaba que se me bajará para entrar a clases no podía bajarla ni a putazos, pero en este momento, en el que estar borracho e inconsciente hubiera sido lo mejor, mis sentidos regresaron de golpe “Aguanten, tengo dinero, denme chance y les doy una lana, neta sin engaños” dije rogando, a punto de llorar “No culito, al chile ahorita varo no es lo que queremos, lo que queremos es un culo en donde depositar nuestra leche” Algo duro, grueso y caliente, lleno de una substancia que se sentía viscosa, se introdujo entre mis nalgas. Era una verga. Uno de los tipos que me agarraba la mano, encendió un cigarro. Intentaba infructuosamente descifrar su rostro, pero no era delgado, tampoco gordo, estaba musculoso y eso era obvio en mis fallidos intentos por zafarme. Uno de ellos me acariciaba las nalgas. Empecé a sollozar “Tranquilo morrito, tu flojito y cooperando y sales sano y salvo de aquí.
Eso sí, caminando, no te lo aseguro” Se rieron “Pa’ como vamos a dejarte la cola a lo mejor en un buen rato piensas dos veces antes de sentarte” La burla era tan cruel en ese momento, sin embargo… ¿por qué tenía YO una erección? “¡Por favor, no me la metan, se los ruego, no sean culeros!” dije humillándome, llorando, suplicando “¡Deja de chillar puto! Te la voy a meter lento, no quiero lastimarte, queremos violar tu culo un buen rato” Lentamente empezó a meter su miembro, primero pasando mis nalgas, poniendo su cabeza en mi culo mientras yo apretaba las manos con fuerza, cerrando los ojos. Metía lentamente su verga y era peor para mí su lentitud “No mames está apretadísimo este maricón, me la va a apretar chingón” Apenas empezaban y el dolor ya era insoportable “¡Sácala, por favor, neta me duele un chingo!” Pero parecía no oírme y empezó a meterla y sacarla lentamente, gimiendo, gozando mi culo. Exhausto por el esfuerzo de apretar mi culo para impedirle la entrada a su verga, sin saber que contrario a lo que creía lo estaba haciendo gozar más, abrí lo ojos y pude ver que los dos tipos que me agarraban las mano se jalaban las vergas. Definitivamente no era mi día de suerte. Dios los hace y ellos se juntan.
Cada vez me violaba con más fuerza, más duro y violento ¿Por qué demonios mi verga estaba dura y lubricando tanto? Me dolía, quería que parara, pero parecía que mi cuerpo opinaba distinto. El tipo todavía no se venía, mala suerte de nuevo, tenía aguante “Ya cabrón, déjanos algo, nosotros también queremos preñar un culito” Fue así como se empezaron a turnar mi culo. No sé en que momento me soltaron las manos, pero en un punto me veía yo, parando el culo, agarrando las cobijas, pidiendo que se pararan, mientras uno a uno se turnaban mi culo. Y entonces sucedió. Quería venirme. No podía, no quería, sin embargo sentía esa sensación de querer eyacular mientras abusaban de mi culo. Apretaba lo más que podía, luchaba contra mi propio cuerpo evitando que eyaculara. Sentí que en el momento en que yo me viniera sería un joto por fin. No se venían y yo luchaba por no venirme “Ahí van los mecos putito. Te voy a preñar” dijo uno de ellos gimiendo. En un grito ahogado y con embestidas que buscando meter la leche hasta lo profundo de mi ser, uno de ellos acabó.
Estuve cerca de eyacular. ”Hay que llenarlo de mecos, para que sepa quiénes son los machos que lo hicieron jotito” Dijo otro de ellos mientras seguía alguien más, el primero en venirse, dentro de mi culo. Un chorro caliente me lleno las nalgas, saliéndose de mi culo uno, para batir los mecos el otro. Faltaba uno, el que se puso al lado de mí y me echó su semen caliente en toda la cara, como un disparo, abundante, que parecía un chorro con un olor tan peculiar. Hace mucho había dejado de llorar. Se subieron los pantalones. Se limpiaron la verga con mí calzón, el único que me habían quitado junto con mi pants, y se fueron “Nos volveremos a ver, putito” Me rendí exhausto en la cama. Fue una nueva sensación, el querer eyacular y luchar ante todo por no hacerlo, prolongando un orgasmo hasta un tiempo inimaginable para mí. Quería volverlos a ver.
La luz del sol empezó a iluminar el cuarto en el que estaba. Se hizo la luz y descubrí que estaba en mí cuarto.
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