LA NIÑA LIMPIAPARABRISAS QUE ME DIO LAS NALGAS (MÉXICO LINDO Y QUE RICO… COGEMOS)

La niñita abrió los ojos y con cara de picardía desesperada, me dijo que por doscientos pesos le podía hacer lo que yo quisiera. Hija de toda su reputa madre, se me paró la verga nomás de pensarlo..

LA NIÑA LIMPIAPARABRISAS QUE ME DIO LAS NALGAS

(MÉXICO LINDO Y QUE RICO… COGEMOS)

Les voy a platicar de la primera vez que me pisé a una niñita; en serio, la cosa fue de esta manera.

Al detener mi carro en el semáforo, se me acercó una niña a limpiar el parabrisas y le dije que no. La chiquilla, con cara de hambre me pidió cualquier moneda y le dije que mejor trabajara para que no estuviera mendingando. Abriendo los ojos y con cara de picardía desesperada, me dijo que por doscientos pesos le podía hacer lo que yo quisiera. Hija de toda su reputa madre, se me paró la verga nomás de pensarlo.

Para mis adentros me dije “Ha piche chamaca puta” a mí no me busques porque yo si te doy fierro a lo cabrón.

Le dije, a ver, déjame estacionar y me explicas lo que quieras. Parqueé el carro, me bajé y recargado en la puerta la miré con detenimiento y noté que su horrendo vestido roto era la única prenda de vestir que traía y por supuesto un calzón todo mugroso; lo supe porque de inmediato le dije que si era verdad se levantara el vestido. Estimé que la niña debería rondar los diez u once años de edad. Miré para todos lados buscando elementos que me permitieran calibrar la situación ¿se trataría de una trampa? No, nos encontrábamos solos ella y yo, excepción hecha de los autos que pasaban buena velocidad por esa calle.

Te voy a dar quinientos pesos y estos chocolates si me dices toda la verdad ¿Quién te acompañó a esta esquina para trabajar y cuantas veces lo haz hecho con otros hombres? Me respondió que su madre la llevaba cada dos días a ese lugar y que a sus demás hermanos los repartía en otras calles. En ese momento estaba totalmente sola y me dije “ya te chingaste pendeja”. También mencionó que yo era el segundo conductor que, en varias semanas, se detenía a tratar este mismo tema, y que ella creía que a los demás conductores les daba miedo o que no le crían su oferta.

Le dije que diera la vuelta y que se subiera en los asientos de atrás. Le di los chocolates que de inmediato empezó a devorar, lo cual me permitió llevarla distraída y tranquila hacia un motelito muy discreto y escondido de esa zona industrial en la que nos encontrábamos. Ya en el camino le ordené que se pasara para adelante, pues quería manosearla y ofenderla por puta.

Le tomé su manita y la llevé hacia mi verga ¿sabes qué es esto? Dijo sí, es su pipí y creo que me lo va a meter en el mío. ¿Cuántas veces lo has hecho cabrona? Dijo que cinco pues su Papá la había “desquintado” y desde entonces un tío y tres señores la habían “agarrado”. La muy perdida ya tenía su historia, pero conmigo la iba a reescribir, pues la chiliza que se iba a llevar sería perturbadora y dolorosa; jamás iba a olvidar la chinga que le iba a dar.

Yo me había ya cogido a jovencitas adolescentes, pero esta aún era una niña. La experiencia de este degenere sería para contarla. La bichola ya la traía bien parada y ya empezaba a escupir líquido. Todo esto fue en Ecatepec estado de México que es un lugar lleno de fábricas, hoteles, tragedias familiares y pobreza; así que era yo o cualquiera otro el que se empinaría a la chavita.

Al llegar al motel, le dije que se acostara en el asiento y que se tapara con mis ropas de trabajo, obedeció y entramos tranquilos. Le pedí que se bajara y que me dijera su nombre. Me llamo Antonia. Le exigí que no hablara más y que se bañara mientras le pedía yo que le llevaran algo fuerte para comer.

Me asomé a la ducha y la observé con esa codicia que tenemos los degenerados a la hora de clavar por primera a una hembrita. Su cuerpecito era delgado y solo se esbozaban unas tetitas, las nalgas eran infantiles pero paraditas y deliciosas. Gira hacia mí, le ordené; dio media vuelta y me mostró, agachando la mirada y con pudor infantil, sus delicados labios vaginales. Ya me imaginaba mamando esa panocha y lengüeteándole el clítoris. Le enjaboné la espalda y bajando el jabón hasta su culo, le acaricié las nalgas. Mi mano hizo que abriera las piernas y pude llegar hasta su pepita abierta. ¡Mmm! qué puto banquete me iba yo a dar, me comería sus tetas, su anito y su bizcochito recién lavado.

Tocaron a la puerta y chequé que fuera el servicio de comida, con ella encarrada en el baño y el mesero en la habitación, mi lujuria aumentaba, pues el peligro de ser descubierto con una menor de edad, me produjo una sensación de superioridad y de placer enfermo.

Salió del baño con la traía la toalla enredada en su cuerpecito, no le dije nada, solo que comiera pero que no se llenara, después se podría lo que sobrara. Comió poco y bebió con desesperación el jugo de naranja. Yo solo me había quitado la camisa y me senté en el silloncito de la habitación, le pedí que se acercara y me lamiera los pezones mientras yo le acariciaba la cola, tenía las nalgas duritas y el fundillo muy apretado. Me cay de madre que los pedófilos mexicanos somos bien pinches degenerados y bastante cerdos.

La hice hincarse mientras sacaba la verga del pantalón, la traía bien parada, pero con unas buenas mamadas iba aquedar al puro tiro. Le pedí que la tocara suavemente con la mano y que se acercara a besarla. Sentí sus besos en el glande de una manera delicada y deliciosa, pero cuando empezó a lengüetear el glande, me pareció inigualable, pues la nenita era cuidadosa y nada restringida para tratarme. La eché hacia a tras para masturbarme un poco mientras la miraba desnuda dando vueltas sobre la alfombra. Me subía y bajaba el cuero y ella me veía con cierta sorpresa.

La hice masturbarme en tanto yo la acariciaba. Nos pasamos a la cama ya desnudos y la abracé y besé como si fuera mi novia, sabía a chocolate con naranja. La recosté y me bajé a darle mameluco, la panochita olía a jabón y su color era rosa obscuro, la lengüeteé y le mamé el clítoris despacito. Con fuertes lengüetazos ascendentes, le comí desde el ano hasta arriba de su botoncito del placer. Puta madre qué caliente me puse. Con la mano izquierda le abrí los labios vaginales y le introduje mi lengua en forma de punta en el mero agujero de su pucha. La chamaca solo jalaba aire cuando sentía ese placer culposo.

Me acosté de espalda e hice que me diera la vulva en un maravilloso 69, la mazacuata estaba durísima y apuntaba al cielo, me empezaba a punzar la necesidad de clavarla. Aprovechando ese 69, intenté meterle el dedo en el ano y respingó diciendo “me duele”, te jodes hija de la chingada que para eso te estoy pagando, evidentemente no pensaba darle nada excepto pito y mocos al por mayor.

Con el chocho bien mojado y la verga en tan caliente condición, era ya necesaria clavarme a esta piche desposeída. Le acerqué mi pitote y le entró la cabeza delicadamente, pero al empezar a hundirlo, la cara se le descomponía por el dolor, cosa que no me importó ni me detuvo; la verga pa’dentro hasta el tope. Me quedé quieto al llegar a su pared interior, su angostura era el clímax del placer sexual.

Ha qué rico estaba cogiendo. Esa hembrita desflorada por su padre, había quedado tan traumada que le hiciera lo que le hiciera, iba a obedecer y a someterse. Empecé mi mete saca de manera acompasada, ella gemía tanto por placer como por dolor; el sexo sin amor es más disfrutable, pues no tienes porque preocuparte por las consecuencias. Le saqué la verga de un jalón y ella me pidió que se la metiera de nuevo y le diera más duro.

La volteé ahora para deleitarme con sus nalgas y darle chile en esa posición le entró en la cuca despacito, pero a profundidad. Ella lo disfrutó, no tengo duda. Sin sacarle mi nabo, la puse en posición de perrito y la reata le entró totalmente, ella decía no tanto, no tanto. La tomé de la cadera y le aventé todo el rifle hasta adentro y más allá, nomás berreaba la muy perra.

Lima y lima en esa posición y la verga estaba por explotar, la acosté mirando pal´techo y a lo misionero la estaba clavando, le abría las piernitas en compás para que la verga entrara toda; la tenía metida hasta la empuñadura y podía ver en todo su esplendor mi reata sumida a todo lo que daba; me empecé a venir a chorros.

Después de eyacular, mi pito empezó a reducirse ya ponerse blando, la cogida fue completa y fenomenal. Con el palo ya chorreado le ordené que lo mamara y lo limpiara totalmente. Me tenía que retirar, pues tenía que recoger a mi novia y tal vez llevarla al hotel.

A la indigente prostituta, nunca más la busqué ni la vi por accidente. Era un peligro regresar a la escena del crimen, mejor otra más pequeña para evitar acusaciones y gozar de una estrechez más angelical; cosa que se dio dos años después.

Ayyy mexicanos al grito de guerra, yo la voy a poner de cañón. Tan Tan.