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Dominación Hombres, Incestos en Familia, Sexo con Madur@s

La parcela de mi abuelo

Mi abuelo aprovecha para hacerme suya en su parcela .
Mi nombre es Mari, actualmente tengo 30 años, vivo en Yucatán, México; lo que voy a contar a continuación son sucesos que pasaron en mi niñez.

Parte 1
Nací y crecí en un pueblo de Yucatán; la casa donde vivía en ese entonces se encontraba en las afueras del poblado, por lo cual en ese entonces teníamos muy pocos vecinos. Vivíamos con mis abuelos; mi mamá a los 6 años me abandonó, pues conoció a una persona que le endulzó el oído y se fue con él, por lo tanto me quedó el cuidado de mis abuelos. Mi abuela en ese entonces tenía 40 años y mi abuelo 45 años (mi abuela tuvo a mi mamá a los 17, y mi mamá quedó embarazada a los 16).

Recuerdo que todo comenzó en la primaria, cuando tenía 10 años. Mi abuelo siempre ha sido un hombre del campo; es de esas personas que la mayor parte del día se la pasa en su parcela en el monte o cultivando algo del campo. Mi abuela, en cambio, era una mujer dedicada al hogar y muy sumisa con mi abuelo, pues él era muy machista.

Mi abuelo a sus 45 años, era un hombre de tez morena, complexión algo gruesa, chaparrito, pelo ondulado y corto, siempre andaba sin camisa y con una gorra, se dedicaba al trabajo en el campo; Yo en ese entonces era de complexión media, algo gordita, igual chaparrita, morena, pelo lacio, con los pechos apenas en desarrollo y nalgona.

Recuerdo que una tarde, llegando de la escuela, mi abuelo nos contó que unos borregos acababan de nacer. Emocionada, como cualquiera de la edad, estuve presionando para que me llevara a conocer a los animalitos. Al principio él decía que no, pero después, a los días, aceptó. Un día después de comer me preguntó si aún quería conocer a los animales; emocionada, le dije que sí. Me subió a su bicicleta y emprendimos el viaje hacia la parcela. Su parcela se encontraba a unos kilómetros del poblado, muy dentro del monte. Yo ya había ido con mi abuela a cosechar o a alimentar algún animalito. Al llegar, me llevó a los corrales, sacó a los bebés y me los dio para que me conocieran; los dejó al cuidado mientras él hacía otras labores.

Al poco rato regresó, me dijo que ya había terminado y que quería descansar. Entramos al cuarto que había para resguardarse del sol; era una construcción de madera sin electricidad, apenas tenía una lámina que le servía como puerta y un agujero en la pared sin ventana, el cual tenía tapado con un trapo para que no entre el sol directo, y su piso era de cemento. No tenía baño; en la esquina de la construcción metía unas cubetas con agua para bañarse y las necesidades se hacían en el monte. En el interior tenía una hamaca para descansar, unas sillas y una mesa, además de herramientas de trabajo.

Al entrar, él se quitó la camisa y se acostó en la hamaca. Me dijo que se encontraba muy cansado, insistió en que yo me acueste a su lado; era usual que él, al llegar a casa, se acueste conmigo o me abrace y me haga cariñitos, por lo tanto, nunca le vi nada malo. Me acosté a su lado y comenzamos a platicar de los animalitos; a los minutos, él se paró y se quitó su short. Me dijo que tenía ganas de dormir; se quedó únicamente con su trusa. Esta acción igual no era nada rara para mí, pues él acostumbraba a dormir únicamente en ropa interior, pues en la casa donde vivíamos únicamente tenía un cuarto donde dormimos los tres (mi abuela, él y yo); por lo tanto, era usual verlo dormir así.

Se acostó otra vez conmigo en la hamaca que había en la casa, comenzó a abrazarme mientras platicamos de los animalitos; por momentos me hacía cosquillas o me besaba el cuello. No lo veía como nada malo, sin embargo, sentía que su pene había crecido, pues yo estaba de espaldas a él.

Poco a poco los toqueteos fueron aumentando. Primero comenzó a hacer cosquillas en mi panza, después fue metiendo su mano entre la blusa que tenía, hasta llegar a mis pechos (en ese entonces no usaba corpiño). Después comenzó a bajar hasta mi vagina; únicamente pasaba sus dedos alrededor de mi ingle, sin introducirlos, después por encima. Yo únicamente me reía y le decía que me daba cosquillas; él preguntaba si me gustaba; yo únicamente respondía diciendo que me daba cosquillas y me reía.

Sentía que él se movía, apretaba mi cuerpo para que esté lo más pegado a él; sus besos en mi espalda se volvían más intensos, sus dedos jugaban con mis labios vaginales; por momentos metía sus manos entre mis nalgas y las apretaba.

Cuando su pene quedó completamente duro, se paró de la hamaca y dijo que ya íbamos a dormir, pero que como había mucho calor, debíamos dormir desnudos. Entonces se quitó la truza y pude ver por primera vez su pene; en ese momento lo veía «gordo»; sin embargo, era un pene bastante común en tamaño (16 o 17 CM, algo grueso, con pelos, con prepucio y moreno). Yo aún seguía con mi ropa (short, calzón y blusa), entonces me dijo que también debía quitarme la ropa para dormir más cómodos, porque íbamos a dormir juntos en la hamaca. seguía sin ver algo malo, entonces me pare y el le ayudo a desvestirme, mientras me quitaba la ropa me decía que solo en la parcela podemos dormir así, porque nadie nos puede ver, además de que no se le debo decir a nadie que dormíamos desnudos, pues podían ir a acecharnos y ya no podría regresar a ver a los animalitos

Mientras me desvestía, él pasaba sus manos por todo mi cuerpo y también lo besaba; de igual forma, por momentos agarraba su pene y lo sacudía. Cuando ya me encontraba totalmente desnuda, él se acostó primero en la hamaca y después me jaló hacia él. Quedé de nuevo a espaldas de él, sentía su pene moverse y lo duro que ya se había puesto; hasta ese momento no había preguntado por qué su pene hacía eso.

Él seguía besandome el cuello y pasando sus manos por todo mi cuerpo, después me dijo que quería abrazarme y me giro de frente a él, su pene chocaba contra mi ombligo (por la diferencia de tamaños), seguía besandome el cuello, sus manos se metían entre mis nalgas y hacia círculos con sus dedos en mi ano, hasta que le dije que su «cosa» me estaba picando el estómago, el se rió y comezó a decirme que se ponía duro por las cosas que estábamos haciendo, yo solo seguía viendolo, entonces mi abuelo tomó mi mano y la puso encima en su pene, comenzó a guiarme para que sienta como era su «cosa», paso mi mano por sus testículos, por todo su tronco y después hasta la punta, con ayuda de su mano comencé a bajarle el prepucio, según él para que vea como era la cabeza de su «cosa», yo estaba atenta a todo lo que me mostraba mientras él seguía manoseandome.

Él únicamente decía que eso hacía que quedara más duro; la verdad, yo lo encontraba entretenido porque era duro, pero la piel que lo cubría era suave. Seguí con los movimientos, hasta que vi que del hoyito que tenía en la cabeza comenzó a brotar algo como aceite. Enseguida le pregunté qué era eso. Él dijo que era jugo; con una mano agarró un poco y me lo puso en la boca. Después preguntó si me gustó y a qué sabía. Le respondí que «era baboso y no sabía a nada». Enseguida él me dijo que eso tenía mucha vitamina y que era bueno para las niñas.

Seguíamos acostados en la hamaca desnudos; yo seguía tocándole el pene, y él no paraba con los besos y deslizando sus dedos en todo mi cuerpo. Me volvió a poner de espaldas a él; volví a decirle que su pene me picaba la espalda. Entonces me dijo que si «cosa» estaba diseñando para que yo me monte en él, que era especial para que se ponga entre las piernas de las mujeres.

Me tomó de los hombros y me acomodó, me pidió abrir las piernas y metió su pene entre ellas; su pene quedó entre mis piernas y mi vagina. Él siguió besándome y acariciando; poco a poco comenzó a mover su pene; parecía que en verdad estaba montada encima de él. Mis piernas lo apretaban y con el líquido que sacaba se deslizaba fácilmente. Los besos subían de intensidad. Después me dijo que ya se le había quitado el sueño, que mejor deberíamos jugar algo para que nos dé sueño a los dos.

Yo le dije que sí, que sí quería jugar, entonces me dijo que jugaríamos a ser animalitos. Se levantó de la hamaca, comenzó a hacer como perro, de nuevo haciéndome cosquillas con sus manos. Me dijo que, como yo era su cachorrito, me bañaría como los perritos lo hacen. Fue cuando comenzó a lamer primero mis pechos, después subió a mi cuello, hasta que llegó a mi boca. Estuvo un momento pasando su lengua por mis labios y mi cara, mientras sus dedos jugaban por encima de mi vagina. Después regresó a lamer mis pecho,Después subió a mi cuello, hasta que llegó a mi boca, estuvo un momento pasando su lengua por mis labios y mi cara, mientras sus dedos jugaban por encima de mi vagina. Después regresó a lamer mis pechos, bajó a mi estómago y poco a poco se fue dirigiendo hacia mi vagina, abrió mis piernas con sus manos y comenzó a lamer mi vagina. Inició por encima y fue bajando hasta llegar a mis labios; con ambas manos mantenía abiertas mis piernas, ya que por la sensación intentaba cerrarlas y él me decía que me dejara. La verdad era algo que me daba mucho cosquilleo y se sentía muy bien; su lengua se movía por toda mi vagina.

La verdad era algo que me daba mucho cosquilleo y se sentía muy bien; su lengua se movía por toda mi vagina, la pasaba por mis labios vaginales, hacía movimientos circulares en el área de mi clítoris, lo que provocó que lubricara por todos los movimientos que hacía con la lengua.

Cuando vio la cantidad de lubricante que salía, comenzó a preguntarme si me estaba gustando; yo le dije que sí me gustaba. Entonces él siguió lamiendo; recuerdo que levantaba mis piernas y pasaba su lengua por mi ano; después regresaba a mi vagina. En ocasiones se detenía para masturbarse y continuaba dándome sexo oral.

Él estaba perdido lamiendo cada parte de mi vagina; por momentos subía a mis pechos, hasta que llegó de nueva cuenta a mi boca y comenzó a besarme. Ahí me dijo que lo hacía para que yo sienta a qué sabía mi vagina, y también insistía en que a nadie le debía decir que él me había besado. Poco después me levantó de la hamaca y me puso en una silla de madera que tenía, me pidió que me pusiera como un perrito, a cuatro patas; me acomodó y dijo que ya solo faltaba que me lavara el culo. Recuerdo que con ambas manos agarró mis nalgas y las abrió; entonces sentí cómo su lengua se movía por todo mi ano. Yo seguía riendo y diciéndole que me daba mucho cosquilleo; él únicamente seguía lamiendo.

Cuando se cansó de darme sexo oral, me sentó de nuevo en la hamaca y me preguntó si me estaba gustando; yo le dije que se sentía raro, pero que sí me gustaba. Entonces se acostó a mi lado y dijo que ahora a mí me tocaba bañarlo como si él fuera un perrito. Yo me reía y le decía que no sabía cómo. Él decía que debía repetir lo mismo que él me hizo porque así los perritos se mantienen limpios.

Él comenzó a darme indicaciones de dónde lamerlo, comencé con sus pechos igual; recuerdo que sabían salados. Por momentos me pedía que le muerda los pezones, después hizo que subiera a su cuello y ya cerca de su boca me tomó y comenzó a besarme. Yo intentaba seguirle el ritmo a su lengua; mientras nos besábamos, él seguía masturbándose. Hubo un momento en el que hizo que parara para mostrarme que le estaba saliendo mucha baba a su pene y, por los movimientos que hacía mientras se masturbaba, ya se había vuelto espumosa. Con su mano dio un estirón a su pene y toda la baba y la espuma se le quedaron en la mano.

La acercó a mi boca y comenzó a decirme que debo aprovechar para vitaminarme; entonces hizo que le lamiera la mano con la espuma y el aceite que había recolectado de su pene.

Cuando termine de limpiar su mano, me tomó de la cadera y me acercó a su pene, puso mis manos encima de su miembro y comenzó a guiarme para masturbarlo (él se encontraba acostado y yo de pie); mientras lo masturbaba, comenzó a pasar sus dedos por mis nalgas y tocar mi vagina. Hubo un momento en el que sentí que me agarró de la espalda e inclinó mi cara para que quedara cerca de su pene; ahí él me dijo que me tocaba lavarle su «pito», así como él había lavado mi vagina con su lengua.

Comenzó a decirme que solo lamiera la cabeza, que lo hiciera como si fuera una paleta, le decía que eso no entraría en mi boca, que estaba muy grande, él se reía, tomo mi cabeza y la acerco a su pene, entonces comencé a lamerle la cabeza como él me había dicho, después me pidió que intentará meterlo en mi boca y lo intente, así estuve algo de tiempo, por momentos mi abuelo me agarraba de la cabeza para llevar un ritmo, él gemía de placer y cada que la punta de su pene entraba en mi boca yo sentía lo caliente y baboso que se ponía.

Después me pidió que le pasara mi lengua a todo su pene. Al principio yo solo le daba pequeños besos a su tronco y a parte de sus testículos. Entonces comenzó a decirme que así no se bañaban los perritos, que se bañaban con la lengua y comenzó a indicarme cómo debía bañarlo; me pidió que comience pasando mi lengua desde abajo hacia arriba, que cuando llegue a la punta debería intentar metérmelo completo, aunque si no podía, solo me tragara la punta; esto lo hice muchas veces. Después pidió que le lamiera los testículos; me hizo que con una mano los agarre y levante para pasarle la lengua. Pidió que intentara meterlos a mi boca, pero por accidente los apreté de más y ahí ya dijo que únicamente los lamiera. Él tenía las piernas abiertas para que yo pudiera meter la cabeza y lamerle los testículos; mientras yo hacía eso, él se masturbaba y metía su mano entre mi vagina y mi ano. Cuando su pene sacaba baba y espuma, hacía que lo limpiará con la lengua, tengo que aceptar que su sabor y olor era algo que me gustaba mucho.

Creo que la peor parte fue cuando me pidió que le lamiera el culo igual. Abrió las piernas y con su mano estiró sus testículos para que yo pudiera meter mi cabeza y así mi lengua llegara. Tengo que admitir que no sentí algo desagradable y tampoco fue algo que tardara haciendo, ya que únicamente le di unas pasadas y él solo dijo que mejor regresara a lamerle el pene. Poco después se levantó de la hamaca y me pidió sentarme.

Después de sentarme en la hamaca, él se puso frente a mí, acercó su pene a mi boca y comenzó a pasármelo por toda la cara. Me pedía que abriera la boca y sacara la lengua para que con él me diera pequeños golpes. Me pidió que comenzara de nuevo a lamerle el pene; en esta ocasión, por momentos, él intentaba que todo su pene me entrara en la boca, pero yo me movía, ya que sentía que me ahogaba. Después de un momento, me pidió que abriera la boca y comenzó a masturbarse, hasta que de su pene salieron chorros de leche; era espesa y babosa, muy blanca, similar al resistol. Parte de su semen acabó en mi boca y otro en diversas partes de mi cuerpo (cara y pecho).Yo permanecía sentada con la leche cubriendo parte de mi cara mientras él seguía masturbándose hasta que hubo una segunda descarga de leche.

Después que terminó, pasó su pene por las partes de mi cara donde había semen, y las dirigió hacia mi boca; me pidió que las trague, ya que eso era leche de hombre y era muy nutritiva, la tragué de un tirón y sentí un sabor raro y viscoso; después, con su camiseta, limpió mi cuerpo para después pasar su lengua donde hubo restos de semen, según él, para bañarme bien y para que yo vea que no era mala porque también el la estaba lamiendo.

Me dio la camiseta para que me limpiara la cara; después volvió a acercar su pene para que lo limpiara con la boca. Ahí me dijo que debía absorber como si fuera un popote la leche que hubiera dentro. Yo hice todo lo que él dijo. Después acercó su pene de nuevo a mi boca y comenzó a masturbarse. Al ver que ya no se le ponía dura, otra vez me tomó de la cara y comenzó a besarme, hasta que nos acostamos de nuevo en la hamaca los dos.

Estuvimos un rato acostados; él comenzó a decirme que lo que acabábamos de hacer no debía contárselo a nadie, ni a mi abuela, porque me prohibiría ir con él, además de que me iban a pegar por dormir desnuda. De igual forma, me preguntó si me había gustado jugar con él; yo le dije que sí, que me había gustado jugar. Entonces volvió a repetirme que si quería volver a jugar con él, no debería decirlo a nadie; además, me dijo que por jugar con él podría comprarme lo que yo quisiera de regreso en la tienda.

Vio la hora en su reloj, y me dijo que iba a dormir un rato, para quitarnos antes de que oscureciera; así desnudos nos dormimos los dos, hasta que me levantó para irnos. Él ya se había puesto la ropa, volvió a repetirme que no debía decir nada y, antes de llegar a casa, pasamos a una tienda a comprar. Ahí él dejó que yo comprara lo que quisiera comer porque me había portado muy bien.

Ya en la casa, mi abuela preguntó por qué tardamos mucho, pero enseguida él le dijo que no debía estar de preguntona, que tardamos porque él estuvo checando unos animales y porque yo estaba jugando, además de que a ella no debía interesarle si tardaba o no, porque de eso vivían y estaba cuidando unos animales para vender. Mi abuela enseguida intentó regañarme por irme con él y no quedarme a ayudarla en la casa, pero él enseguida me defendió y le dijo que no se desquitara conmigo, que yo podía ir a jugar con él las veces que yo quisiera y que me serviría aprender a cuidar los animales porque eso dejaba más dinero que la escuela.

Si llegaste al final agradecería tus comentarios y puntuación, para saber si subo las continuaciones

 

139 Lecturas/8 agosto, 2025/0 Comentarios/por juamedx.
Etiquetas: baño, culo, mayor, oral, semen, sexo, vagina, viaje
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