La vida en el campo XII
Un aquelarre entre tres mujeres y un hombre de 7, 14, 22 y 40 años respectivamente..
El acto de procrear sirve como muestra de amor y preservación de la especie…
La erección del señor Guzmán se alza prominente a la vista de todos, no es la primera verga parada que ven ninguna de las tres mujeres, al contrario, es una más, lo que si es la primera vez para dos de ellas es la visión de un pene enfermo.
Su esposa es quién mejor la conoce, hace algunos años el señor Guzmán se la metía de manera regular, antes de ver al señor Martinez cojerse a una gallina.
Todo en mi pequeño reino de placer está conectado, aunque la pregunta sería ¿Por qué el señor Martínez no se infecta? La respuesta es simple, el señor Martinez lo hace con una frecuencia mucho menor, le lava el recto a las gallinas y se lava bien el pene con agua y jabón cuando termina… Sé bien que eso no es suficiente, así que agregaría suerte y el hecho que a él no le gusta oler a mierda de gallina como al señor Guzmán.
Volvamos a dónde me quedé, la vagina de la señora Guzmán abierta con mi verga adentro disfrutando de su cálido y muy húmedo interior.
La hembra estaba particularmente receptiva esa tarde, sabía que las probabilidades de quedar preñada eran muy altas si yo terminaba adentro.
En ese momento no sabía nada del control natal o el futuro de los hijos no deseados de los habitantes de mi pequeño reinado.
Tenía la firme determinación de venirme dentro de ella siguiendo mis hazañas con el resto de las mujeres hasta ese momento.
Que me mamen los huevos mientras penetro a alguien, hacer crema con la leche de otro hombre y ver a dos mujeres besarse o intimar son tres de mis grandes fetiches, al menos hasta ese momento lo eran, después se agregaron más.
La chica Munguía besaba apasionada a la señora Guzmán y la pequeña niña Martinez me mamaba los huevos y escarbaba mi ano tocando torpemente mi próstata, aunque eso fue suficiente para darme placer.
Solita la señora Guzmán movía sus caderas para darse placer con mi verga, lo único que tenía que hacer era mantener el equilibrio y disfrutar de los estímulos.
Gemidos por todos lados, el señor Guzmán se masturba con la imagen de su esposa moviendo suavemente su cadera para darse placer con la verga de su amo y la pequeña niña Martinez comiendo testículos, por cierto, debía hacerlo de uno a la vez porque no le cabían los dos en la boca.
La posición era incomoda para la pequeña, pero dispuesta a no defraudar a su heroína se esforzó en mamar huevos, masajear próstata y de vez en cuando mamar culo.
Todo en esa niña era diminuto a esa edad, un mal desarrollo culpa de la desnutrición y la genética de ambos padres, chaparritos y delgados.
Sus dedos apenas si alcanzaban a rozar su objetivo, pero cuando lo conseguía una descarga de placer nacía de mi ano y sacudía mi cuerpo.
La diminuta lengua raspaba mis peludos y pesados testículos, esa cálida sensación, la húmedad de su aliento, mi favorita se ganó su título sin hacer nada cuando la conocí, pero con los años se esforzó para demostrar que se merecía dicha posición.
La chiquilla gemía imitando a su heroína, fingía disfrutar con lo que hacía, los tenues gimoteos eran un dulce susurro que llegaba a mis oídos contratando el inexperto placer que daba.
Cuando la pequeña chupaba mi ano paraba mis nalgas a propósito para darle un mejor acceso, sus manitas palpando mis huevos, la lengua raspando la entrada de mi ano, esa combinación inexperta de movimientos eran bastante efectivos para darme placer.
Frente a mi la chica Munguía se había colado debajo de la señora Guzmán, no podía verlo, pero seguro estaba jugando con sus senos, esa pose le permitía moverse con mayor libertad concentrandose en su propio placer, pero eso no es lo que yo deseaba.
Tiré con fuerza de la coleta de la señora Guzmán que soltó un alarido de sorpresa y placer, la forcé a separar sus brazos del respaldo quedando de rodillas en el sofá con los pechos expuestos.
La viciosa chica Munguía sabía lo que deseaba y atacó los firmes senos de la mujer que desafiaban la gravedad. En tan complicada pose la señora Guzmán la tuvo más complicada para darse placer, pero eso fue resuelto rápidamente por su nueva amante que se encargó de jugar con sus senos y clítoris.
Los gemidos de la señora Guzmán delataban lo bien que se la estaba pasando, tenía su punto de apoyo sujeta por mi desde atrás, en esa pose podía ver a la chica Munguía mamarle los pezones, retorcerlos con dulzura y algo de agresividad ocasional, más abajo, aunque no podía ver, sabía que jugaba con su clítoris, podía sentir sus dedos en la base de mi pene para mayor placer.
Nada de eso parecía molestarle a la señora Guzmán, el sexo pederasta, el sexo lésbico, entregarse a otro hombre que no era su esposo en presencia de su esposo, es más, en toda la tarde no protesto en absoluto, ni cuando penetre por breves instantes a la niña de 7 años o cuando le pedí me mamara la verga recubierta del semen de un hombre desconocido en ese momento o que penas unos instantes atrás había penetrado el ano de uno de sus «vecinos».
La mujer no es frijida, es solo sumisa, reprime sus deseos, tiene prohibido decir que desea sexo, eso es un pecado, ella está para darle placer al amo y señor de la tierra, cualquier hombre que yo le ordene y a su esposo, si no fuera porque a su esposo le gusta el culo de gallina.
Todos esos estímulos fueron demasiado para ella, la mujer de 22 años sucumbió a la verga que tenía adentro y los estímulos de la chica de 14 años, sus gemidos pasaron de ser sutiles, rítmicos y discretos, poco a poco se transformaron en bufidos de placer, alaridos y al final en gritos liberadores que se transformaron en un orgasmo liberador de meses o tal vez años de buen sexo, o al menos, sexo de esta intensidad.
Algo similar a la orina mojo mís huevos, las manos de la chica Munguía, la boca de niña la Martinez y finalmente se derramaron un poco en la cara del señor Munguía que se los tomó desesperado.
Las piernas de la mujer flaquearon y me tocó soportar su peso, no era el hombre más atlético en ese momento, la sujeté y guíe su camino para que se recostara en el sillón.
Abandonar su cálido interior le causó un extraño frío a mi cuerpo, así acostada le pedí a la chica Munguía se acostara sobre ella y le diera un buen servicio oral a nuestra nueva integrante.
Obediente la chica se montó sobre la mujer, decididos a no darle tregua asaltó su hermosa vagina prolongando su placer, los espasmos de su cuerpo evidenciaban su placer.
Le ordené a la niña Martinez montarse en el rostro de la señora Guzmán para recibir sexo oral, los gemidos y suspiros de placer de la niña nos hicieron saber a todos lo hábil que era para el fino arte del cunnilingus, la chiquilla de 7 años movía su cadera empujando su pelvis cada vez que la señora Guzmán le causaba placer.
Mientras ese hermoso lésbico espectáculo se desarrollaba frente a mí, el señor Guzmán contemplaba desde el suelo a su esposa comer puchita infantil y ser comida por una hermosa adolescente de 14 años más experta que ella en el sexo oral.
Era una competencia entre las dos ¿Quién se vendría primero, la niña de 7 años o la mujer de 22?
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