La vida en el campo XIII
Sexo lésbico, orgía HMmm, algo de sado/bondage, nuestro protagonista se sirve de las mieles de sus mujeres y los placeres prohibidos..
Un hombre derrotado será un sumiso toda su vida..
El abdomen del señor Guzmán brillaba por el semen producto de haberse masturbado con el espectáculo anterior.
Su pene aún erecto demuestra que quiere más, estoy seguro que desea fervientemente meterlo en cualquier agujero de los que hay frente a él.
Lamentablemente, su obediencia es mayor, permanece tirado en el suelo boca arriba forzando su cuello para ver el show lésbico mostrado por las tres mujeres.
Mi erecta verga brilla frente a él por los jugos de su esposa, no soy un súper hombre, pero puedo aguantar bastante antes de venirme, no importa lo apretado del agujero o lo morboso de la situación, puedo aguantar hasta una hora erecto antes de venirme.
Y me puedo venir hasta 3 veces, solo necesito un par de minutos antes del segundo encuentro y otros cinco o seis antes del tercero.
La tarde nos abandonaba, le ordené al señor Guzmán que a 4 patas fuera a prender todas las luces de la casa y que cerrara todas las ventanas.
Parado frente a la pequeña de 7 años le ofrecí mi verga, acepto la caliente barra de carne en la boca sin protestar.
Entre mamadas me dijo que los jugos de la señora Guzmán sabían rico, las tres hembras se acostumbraron rápido a los jugos de sus compañeras, hasta aprendieron a distinguirlo y disfrutarlos.
El señor Guzmán ya había terminado mi orden, quería humillarlo un poco más, pero recordé que está enfermo, se mastrbó y está tocando mi casa.
De rodillas a unos metros nos ve disfrutar de la pequeña orgía que nos montamos, le ordené poner sus manos en la nuca, espalda recta, pene erecto, piernas abiertas, testículos colgando, mirada atenta.
El poder que ejercia en este hombre me encantaba, además de zoofilico, vouyerista. La firme erección lo delataba, este hombre disfruta con ver, esa noche descubrió que también era un masoquista.
La chica Munguía tenía ganas de algo más acelerado el asalto y sin dejar de mamar la hermosa pucha de la señora Guzmán comenzó a asaltar el ano.
Evidentemente teníamos una ganadora, la pequeña niña de 7 años necesita estímulos ejecutados a la perfección, la única de las 3 con ese nivel de maestría era la chica de 14 años.
Pronto la señora Guzmán sucumbió al placentero asalto y se vino en la boca de su adolescente amante.
La viciosa niña de 7 años incrustó su vagina en la boca tapando los gemidos de placer con la esperanza de seguir disfrutando, pero decepcionada se levantó del sillón al notar que la señora Guzmán se detuvo presa de su placer y cansancio.
Dejamos reposar a la perdedora con una sonrisa en su cara, ojos cerrados, respiración pesada.
Seguramente no recordaba a su esposo que sería la siguiente víctima del encuentro.
Con la mirada morbosa, cantoneando las caderas, mordiendo sus labios, la hermosa chica Munguía preguntó si tenía hilo de torzal, no tenía idea de lo que me pedía, pero la pequeña Martinez sí.
Resulta que teníamos ese hilo en el baño, no tengo idea del propósito de ese hilo o la función que le daba el anterior amo, pero la chica Munguía sabía muy bien como usarlo.
Usando una aguja curva, sin tocar su piel y con una habilidad sorprendente, la chica Munguía «ahorcó» el pene y testiculos del señor Guzmán con algo de fuerza, repitió el amarre en sus dos pulgares en su espalda, con el mismo hilo unido a sus testículos.
Cómo no quería arriesgarme con la chica Munguía, tome precauciones con agua, jabón y mucho vodka lavando desde los hombros hasta el más largo de sus dedos.
Que espectáculo, la erección se mantenía, según la chica Munguía le había cortado la circulación y no se podía venir.
Tenía ganas de venirme, los huevos me dolían, necesitaba liberar mi semen, mi objetivo era el útero de la señora Guzmán.
Recuperada de los orgasmos aguardaba mi siguiente instrucción sentada en el sofá.
La niña Martinez aguardaba a su lado, ambas mujeres se sujetaban la mano como símbolo de amistad.
Sonrieron al unisono cuándo gire mi mirada hacia ellas, una ideología arraigada en estos rumbos es que la mujer no tiene derecho al placer, el hombre penetra, eyacula y se duerme, si la mujer tiene suerte hay una nueva penetración, es responsabilidad de ella si llega al orgasmo, el hombre solo quiere saciar su placer y ya.
Sin darme cuenta les di un motivo para desear estar conmigo, para participar activamente en nuestros encuentros, les di el derecho al placer, al menos a las que me gustaron lo suficiente para concederlos.
Arme me séquito de seguidoras, leales, obedientes, siempre listas y dispuestas a hacer cualquier cosa que les pida.
Volviendo al señor Guzmán, el hombre aguarda a media sala, no tengo idea de dónde lo saco, pero la chica Munguía tiene un grueso cinturón en su poder.
Acostada en el piso a escasos 50 centímetros de su esposo la señora Guzmán me espera con las piernas abiertas. Un cómodo cojín levanta su cadera un poco.
A esa distancia el señor Guzmán puede ver la hermosa vagina de su esposa con el vello recortado, limpia, brillando por los jugos del encuentro, dilatada por la excitación.
Los hermosos pechos se ocultan al tener los brazos estirados pero sus efectos y duros pezones nos dice a todos que sigue caliente y dispuesta a más.
El mayor atractivo de esta mujer es la buena definición de sus curvas, no es la mujer conas cadera o busto, pero si es la que mejor tiene marcados los músculos.
Las nalgas, firmes y paradas se aplastan por su peso, el vientre inflamado por el deseo, vista de frente parece un violoncello, robusto y curvado.
Esta mujer pudo haber sido perfectamente mi esposa o la esposa de quien sea, no es hermosa como la chica Munguia, pero definitivamente es bonita.
Arrodillado bajé mis fauces a beber agua, la agradecida mujer gimió con mi lengua bien clavada en su interior. Su interior conserva lo estrecho de una mujer recatada pese a tener un historial de amantes mucho mayor que el mío.
Eso me lleva a pensar en cuan estrecha era en sus años de adolescente o cuando era una niña al servicio del amo anterior y el sacerdote, me preguntaba si el esposo alcanzó a probar su vagina en su máximo esplendor, o si alguna vez se tomó su tiempo para bajar y beber agua directo de este manantial ahora prohibido para él.
Estiré mis brazos para apoderarme de sus senos pero primero toque su abultado vientre, abultado por el deseo y gran fertilidad, tibio, mojado por el sudor de todos nosotros.
Recorrí su estrecha cintura hasta llegar a sus hermosos senos, creí que su firmeza se debía al calor del momento, días después comprobé que eso no era así.
Aquí tuve otra visión, de haberme topado con la señora Guzmán primero no me habría enterado de nada, me habría sumergido tanto en darle placer y disfrutar de esta hembra que todo lo demás habría pasado desapercibido.
Para tragedia de ella, quien habría sido la mas felíz, eso no fue así, aunque realmente no importa, está mujer está más que satisfecha con la vida que le di, con la atención que recibió y con el placer que disfrutó.
La chica Munguía estrellaba el cinto enas nalgas del pobre señor Guzmán, le reprochaba su falta de atención a su esposa, hacia énfasis de como un hombre de verdad debe tratar a una mujer, reclamaba su incapacidad de darle hijos, recriminaba su deseo por cojerse una gallina antes que cojerse a su esposa, «pero ahora tenemos un hombre de verdad».
Los berreos de dolor de dolor hacían contranste con los gemidos de placer. El hombre luchaba por no perder el equilibrio y estrangular sus testículos o mutilar su pene mientras su esposa llacia plácidamente en el piso disfrutando de mi servicio oral.
Pese al castigo la erección del hombre no desapareció, al contrario, unas gotitas coronaban su glande, el muy cabron lo estaba disfrutando.
Saciado de los jugos de la señora Guzmán invité a la pequeña niña Martinez a sentarse en sus piernas a un costado de nosotros.
El señor Guzmán pudo ver como la chiquilla «afilaba» mi daga de carne caliente con su boquita antes de clavarla en la pucha de su mujer.
Retiré mi miembro de su boca y penetre a mi amante que dejó salir de su boca un gemido a forma de exalacion tan liberador que a todos nos hizo sonreír.
No escuché lo que le dijo, pero la chica Munguía susurró algo al oido del señor Guzmán antes de volver a flajelar sus nalgas y piernas.
Este es el panorama, un hombre de 24 está siendo castigado, atado y vulnerable nos muestra su erección y llagas causados por una infección, una chica de 14 es la responsable de sus ataduras y castigo, lo tortura física y mentalmente susurrando palabras en su oído.
Una mujer de 22 años, fértil y ovulando reposa cómodamente en el piso abierta de piernas, un hombre de 40 la penetra y comparte sus senos con una niña de 7 años que imita todo lo que vé o lo han hecho estos días.
Esta sería mi norma el resto de mi vida, disfrutar de dos o más mujeres al mismo tiempo, aún cuando toda mi atención se centre en una, la o las otras estarian ahí para más placer.
Nos la estamos pasando bien, las risas y gemidos confirman que ninguno de los 4 estamos ahí a la fuerza, incluso el señor Guzmán que no es otra cosa que un espectador castigado disfruta de lo que esta pasando, su erección lo delata, el pequeño riachuelo de preseminal lo delata.
En ese momento había dispuesto de 10 cuerpos diferentes, 4 hombres, uno de ellos es un meme de 5 años y 5 mujeres, una de 22, 18, 14, 9 y 7.
Había acumulado apenas un puñado de experiencia que palidece ante lo vivido por cualquier ellos, incluso el menor de 5 años habia tenido más sexo que yo en ese momento.
A lo que voy es que mis encuentros sexuales eran relativamente pocos en ese momento, aún así, decidí «hacerle el amor» a la señora Guzmán.
Fue la primera mujer a la que bese con pasión, fue un beso torpe pero a ella no le importó, envolvió mi espalda con sus brazos y descanso sus manos en mi cabeza abrazando mi nunca.
Excitada correspondío mi beso usando su lengua para bailar con la mía, sus piernas se trenzaron en mi espalda jalando mi cuerpo hacia ella garantizando que mi pene llegue hasta el fondo en cada embiste.
Mi favorita no se quedó quieta mientras su amo poseía a otra mujer, animada por su heroína se puso detrás de mi para meterse mis huevos en la boca como pudo y escarbar en mi ano buscando darme más placer.
Maldita mocosa adelantada a su edad, aprendío rápido, demasiado rápido, entre el cálido regazo de mi nueva amante y el trabajo de mi favorita mi climax comenzó a asomarse cuáles rayos de sol en el horizonte al amanecer.
Mientras yo disfrutaba de la mujer agena, el esposo impotente contemplaba como un hombre se hacía cargo de su esposa, era un coito con gratitud que parecía amor.
Él nunca pudo disfrutar de su mujer como lo hacía yo en ese momento, jamás la vio entregarse a nadie como lo hacía conmigo en ese momento.
El pobre hombre entendió que su mujer había dejado de ser suya, si de alguna forma tenía algo de amor él, ese amor desapareció esa noche, su cuerpo, corazón, devoción, lealtad y por qué no, hasta su alma pasaron a ser de mi propiedad.
Apoyado con mis codos para soportar mi peso le hice «el amor» a la señora Guzmán que sabía tendría un orgasmo y me vendría adentro, su sueño de tener un hijo varón estaba a su alcance, lo único que tenía que hacer era seguir dándome «amor» y pronto tendría su recompensa.
Por mi parte no me contuve, deje mi placer fluir, me permití ser envidioso, aumenté un poco la velocidad, deje salir gemidos varoniles de placer, exhale ahogada mente y descargue todo el semen contenido de día en el fértil útero de la señora Guzmán de 22 años frente a su impotente marido.
Esa noche descubrí que cuándo estimulan mis testículos y próstata libero grandes cantidades de esperma cuando me vengo, el esfuerzo es grande, pero la recompensa es satisfactoria, aunque le toma 9 meses llegar.
Agradecida y satisfecha la señora Guzmán me colmo de mimos y afecto, besos, caricias, mordidas suaves, suaves risas en mi oído, palabras tiernas de agradecimiento, todo eso que un hombre desea después de haberle hecho el amor a su esposa.
Abandoné el interior de la señora Guzmán que rápido se tapo la vulva para impedir que ni una sola gota de semen se escapara de su interior, el señor Guzmán por su parte tenía el pene prisionero de los hilos, erecto, babeando y sin recibir alivio.
La chica Munguía nos observa con una sonrisa perversa, aunque no hubo sexo para ella esa noche, encontró su satisfacción en flajelar y torturar al señor Guzman.
Pero si duda alguna, la más impresionada fue la pequeña niña Martínez, se la han cojido varios, ya visto a otros cojer, recientemente ha tenido orgasmos gracias a su nueva heroína, pero nunca había sido testigo de algo tan intenso, ver a un hombre y una mujer entregarse en igualdad de condiciones, para ella siempre era el macho o un macho el que dominaba todo y disfrutab del encuentro, pero, ver a un hombre y una mujer disfrutar del sexo juntos, para ella eso era un pecado.
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