Las bolas de Víctor
El entrenador de un gimnasio descubre un extraño gusto por ser humillado por su pequeño «sobrino»..
Eran las 8 de la tarde y acababa de salir del gimnasio en el que trabajaba como preparador físico. Mi nombre es Víctor tengo 32 años, mido 1.83 y peso 80kg, moreno y con un cuerpo evidentemente trabajado, soy un hombre bastante alegre, casi todos los fines de semana paso de fiesta con mis amigos o con mi familia, ya que soy muy cercano a ellos. Llevo soltero hace 7 meses, pues mi ex me descubrió besándome con otra en el cumpleaños de mi mejor amigo y desde ahí no he vuelto a estar con otra chica.
Estaba por arrancar el auto cuando de pronto recibí una notificación de mi celular, Manuel mi primo de 37 años me estaba invitando a su casa para celebrar el cumpleaños de Adriancito su hijo menor. Era viernes y había sido un día pesado pues el gimnasio estuvo muy concurrido durante todo el día, sin embargo, no me pude negar y decidí acompañarlo (una decisión que sin quererlo desencadenaría muchas cosas).
Toque la puerta y al abrirse me recibió Manuel con un afectuoso abrazo.
-Me alegra que hayas podido venir, tu sabes que los chicos te adoran.
-Realmente hoy pensaba descansar pero todo sea por ellos, ¿como va todo? – respondí.
-Bien, Ángela está con sus hermanas y mi mamá compartiendo en el patio y los chicos pues de un lado para otro jugando con sus primos, es gracioso porque me recuerda a como éramos nosotros de pequeños – declaró Manuel con una sonrisa y mirada nostálgica.
Manuel era un buen padre y lo demostraba siempre dándole la atención que requerida a sus hijos, para él ellos lo eran todo. Sin embargo, en el pasado nunca demostró que pudiera convertirse en alguien así, de todos nuestros familiares él era el más irresponsable e impulsivo. Antes de que Ignacio naciera solíamos ir a la disco todos los fines de semana y entre semana jugábamos fútbol en el club local, durante las celebraciones siempre era él quien más se emborrachaba y debido a eso varias veces se peleó a puño limpio, incluso llegó a pelearse conmigo en una oportunidad. Yo jamás me he considerado una blanca paloma pero era evidente que Manuel era un tipo problemático. Cuando Ángela, su esposa, se enteró que estaba embarazada habló firmemente con Manuel y le exigió cambiar su estilo de vida, amenazandolo con irse a otra ciudad donde no vería jamás a su hijo, algo que lo obligó a tomar conciencia y cambiar drásticamente.
-¿Te sirvo algo? – interrumpió Manuel mientras conversaba con Julián, su hermano menor.
-No, gracias. Estoy tratando de beber menos – respondí.
Manuel soltó una carcajada.
-JAJAJA, vaya hombre ya era hora. Meses atrás parecías un alcoholico, es increíble lo que hace la culpa – señaló.
-Te lo he dicho varias veces, cuando sucedió aquello yo estaba ebrio y ella aprovechó la oportunidad y me comenzó a besar justo cuando Julieta volvia del baño. – comente algo molesto.
-Soy tu primo y te creo, pero no puedes negar y, mi hermanito me puede respaldar, que eso fue bastante coincidencia.
De pronto se escucha un bullicio y se abre la puerta estrepitosamente. En eso entra Ignacio junto a Adriancito quienes jugaban frenéticamente con unas espadas de juguete.
-No es justo, es mi cumpleaños ¡tu no puedes ganar! – señaló Adriancito.
-Yo soy el capitán te guste o no – respondió Ignacio alzando aún mas la voz.
Ambos atraviesan la sala peleándose sin cuidado y, de un momento a otro, siento que el codo de Ignacio golpea mi entrepierna.
-Perdón tio Víctor – señalo Ignacio sin más. Para luego continuar la pelea con su hermanito.
Ambos salieron corriendo de la sala mientras yo por un acto reflejo me encorvé llevando mis manos a mi entrepierna.
-¡Oh que dolor! – exclamó Julian.
-Maldición Víctor, ire a llamarles la atención inmediatamente – señaló Manuel decidido, aunque en su rostro se notaba que la situación le había hecho gracia.
Sin decir nada salí de la habitación y me fuí al baño. El golpe no había sido muy fuerte pero inexplicablemente me causo una mezcla de calor y hormigueo que recorrio todo mi cuerpo de forma intensa.
Al llegar me baje el pantalón y lo primero que llamó mi atención fue mi pene, que se encontraba semierecto con líquido preseminal saliendo de él. Mi mente daba mil vueltas pensando en lo sucedido, específicamente en el momento en que el delgado brazo de Ignacio impacto contra mis testículos. Una acción descuidada que, efectivamente me causo algo de dolor, pero que mayormente me hizo sentir un placer el cual jamás antes había experimentado.
Quería pensar que esto se debía a que llevaba un buen tiempo sin tener relaciones ni masturbarme, algo que tenía todo el sentido del mundo pues ¿Por qué querría recibir un golpe en mi entrepierna por el hijito de mi primo?.
Dado que el calor aún no se bajaba comencé a masturbarme rápidamente antes que alguien lo notara, en eso escucho una voz.
-¿Hola?, ¿Está ocupado? – decía Ángela desde el otro lado de la puerta.
Rápidamente solte mi pene y respondí – ¡salgo enseguida!.
Había pasado una semana desde aquella celebración y dejando de lado lo ocurrido, todo prosiguió normalmente en la fiesta y en los días posteriores. Era domingo por la mañana y como día de descanso me encontraba jugando play en la sala de mi casa, estaba en eso cuando de pronto escucho el timbre de la puerta. Me levanto y al abrir la puerta me encuentro cara a cara con Manuel quien llevaba a Ignacio de la mano.
-Saludos primo, disculpa por la visita tan repentina. ¿Podemos pasar?.
Al entrar Manuel me explica la situación en la que se encontraba. Adriansito se había enfermado del estómago por comer golosinas y se encontraba en el hospital con su mamá. Habían llamado a casa de su abuela pero estaba ocupada con asuntos de la iglesa y por ello, decidieron acudir a mi. Además, Manuel en unas horas debía volver al trabajo pues estaba atendiendo un asunto importante y no podía faltar.
-¿Crees que puedas quedarte con Ignacio?. Mañana vendría a buscarlo por la mañana. – dijo Manuel intranquilo.
Jamás había tenido problema con quedarme con alguno de ellos pero en esta oportunidad, algo en mi quería con ganas que así ocurriera.
-Desde luego – accedí – pero, ¿Ignacio quiere quedarse conmigo?. – respondí dirigiendome a Ignacio.
-Claro que si tio Víctor, ¡podremos jugar play toda la noche! – exclamó divertido.
-No puedes jugar toda la noche – respondió Manuel con voz cansada.
-¡Claro que si!, ¿verdad tío Víctor?- exclamó Ignacio con mirada suplicante.
-Gracias Víctor y cualquier cosa nos llamas – señaló mi primo agradecido.
El auto de Manuel se alejó velozmente y yo entre nuevamente a mi casa. Ignacio se habia apropiado del mando del play y continuó jugando concentrado al juego que había dejado en pausa. Caminé lentamente hacia él mientras lo observaba en silencio, el tiene el pelo castaño, tes clara y de estatura se podría decir que es promedio para su edad pues llegaba la altura de mi estómago, ese día llevaba un short azul y una camiseta blanca, con zapatillas azul oscuro y medias blancas. Yo en cambio iba descalzo, con una polera negra y un buzo gris. Un detalle importante, no llevaba ropa interior, por ende mi pene de 18cm y mis grandes huevos se marcaba con facilidad a través de la tela.
-Este juego ya se puso aburrido, ¿tienes otro? – preguntó Ignacio sin más.
En ese momento me sacó de mis pensamientos y rápidamente me di cuenta de la oportunidad que se había presentado.
-Juguemos fifa – respondí – pero lo haremos más divertido, el jugador del equipo ganador se podra comer unas papas fritas, mientras que el perdedor recibirá un golpe en su entrepierna.
-¡Hagamoslo! – dijo Ignacio entusiasmado sin pensar en las consecuencias.
Durante el juego pensaba en lo que había propuesto y una parte de mi quería hecharse para atrás pues realmente era algo loco lo que hacía, Ignacio era prácticamente mi sobrino y si le sucedia cualquier cosa fuera de lugar su padre acabaría conmigo. Sin emargo, la otra parte de mi quería repetir lo ocurrido en la fiesta y la curiosidad me dejo continuar con lo planeado.
-¡Gané tio Víctor!, ahora dame mis papas – exclamó feliz Ignacio.
-¡Maldición!, eres muy bueno jugando, aquí tienes tu premio – comenté con un falso desánimo. – oh casi lo olvidaba, como perdí me tienes que castigar.
-Realmente no tienes que hacerlo tio Víctor, yo soy feliz con las papas. – comentó.
-Tienes que hacerlo, de esa manera si tu pierdes no podrás negarte tampoco y eso hace el juego mas apasionante – mentí.
-Esta bien, lo haré rápido para que no te duela mucho.
Estabamos junto al otro en el sillón, me acerqué más a el y separé las piernas. De pronto su puño undio por un instante el bulto que sobresalía, haciendo que expulsara rápidamente aire de mis pulmones.
-¡Ouch! s..si dolió – dije recuperando el aire.
Me cubría la entrepierna con ambas manos en parte por el dolor y por otra parte porque mi pene había despertado.
La situación se repetío tres veces más, el segundo y tercer golpe furon mas leves que el primero y mi pene crecío aún más, algo que ya no podía ignorar Ignacio.
Sin emargo, el cuarto golpe fue el más fuerte de todos hasta entonces, Ignacio ya había tomado más confianza y como se encontraba eufórico por ser ganador y por haber comido ya varias golosinas, sin pensarlo dio un golpe seco que impactó de lleno en mis bolas, el cual me hizo encoger del dolor.
-Es… espera un momento Ignacio, necesito… recomponerme. – comenté con dificultad, levantandome del sillón y caminando en dirección a la cocina.
El dolor habia sido tal que mi erección había bajado, sin emargo aún sentia esa sensación de placer en el cuerpo que había llegado a tal punto que mi sensibilidad estaba a mil. Intenté pensar racionalmente pero se había hecho difícil, así que regresé con Ignacio para hablar con él.
-Ya se está haciendo tarde, si quieres podemos jugar otra cosa o nos vamos ya a dormir – comenté, tratando de disimular lo que había pasado.
-Yo quiero seguir jugando pero a otra cosa – comentó Ignacio entusiasmado.
-¿A que quieres jugar? – comenté extrañado.
-Me parecío divertido lo de ganar cosas y castigar al perdedor, nunca habia jugado eso antes con mi papi. Entonces quiero seguir jugando a algo parecido pero en vez de que tu digas que hacer, quiero que hagamos nos retemos a hacer cosas por turnos. – señalo finalmente.
Era un razonamiento algo avanzado para alguien de su edad, sin embargo en ese momento no pensé más allá y como sentí curiosidad simplemente seguí el juego.
-No podía ser algo muy complicado – pensé.
-Bien, yo empiezo – ordenó Ignacio – quiero que llenes tu boca de marshmallows y cantes una canción.
Acepte el reto sin más, asi que le dije que me acercara la bolsa de marshmallows y comencé a dejarlos en mi boca hasta que ya la había llenado. Su reto me causó bastante gracia, era algo esperable para alguien inmaduro como él. Ese pensamiento me hizo relajarme y comencé a cantar la canción. En eso no me percaté que se encontraba de pie en el sillón cuando de pronto siento su zapatilla impactar de lleno en mis testículos.
-¡mh..mh!..mh…mhh… – mi voz no salía de mi boca pues aún tenía los marshmellows en ella. Me levante y los saque rápidamente.
– ¡¿Por que hiciste eso?! – le reclamé.
-Creí que te gustaba que te pegara ahí abajo, lo siento – comentó Ignacio con voz preocupada.
Por un momento no supe que responder, mi mente se habia nublado por el dolor y el placer, la situación había cambiado drásticamente pero no me detuve y le seguí el juego a Ignacio.
-Ignacio recuerda que este era un castigo, fuiste bastante atrevido así que me vengaré en mi turno – conteste con una sonrisa.
Ignacio al ver que no me había enojado volvió a sonreir.
-Vamos, tío, es tu turno.
En ese momento le ordené una tarea «sencilla» dado que hacía calor le pedí que me quitara la polera y el su camiseta.
-Guau, tienes la barriga dura – dijo Ignacio asombrado.
-Es por ej ejercicio, cuando crezcas y te ejercites serás aún mas fuerte que yo – respondí.
Llego el turno de Ignacio, este pidió que lo pasara por la casa encima mio mientras yo andaba en cuatro patas fingiendo ser su caballo.
-¡Arre! ¡Arre! – exclamaba Ignacio jubiloso.
Mientras tanto yo aún no entendía el porqué me comenzó a gustar recibir golpes en la entrepierna y lo que es peor aún, que me gustara que justamente el pequeño Ignacio me humillara.
FINAL DE LA PRIMERA PARTE
Me encantó, sigue.