Las bolas de Víctor – parte 2
El entrenador de un gimnasio sigue disfrutando ser humillado por su pequeño «sobrino» sin pensar en las consecuencias.
Ignacio no pesaba demasiado debido a su edad y contextura, y sumado que yo tenía bastante fuerza prácticamente lo único que sentía eran su liviano culito caer y levantarse sobre mi espalda.
-Yey! eso fue muy divertido tío Víctor – exclamó Ignacio animado mientras bajaba de mi espalda.
-No estuvo mal – dije con una genuina sonrisa – pero ya es tarde y mañana vendrán temprano por ti.
-Me gusta pasar tiempo contigo tío – dijo Ignacio devolviendo la sonrisa.
-Recuerda que no debes contarle nada a tu papá, si no, no volveremos a jugar nunca más juntos.
-Te lo prometo – respondió Ignacio muy seguro.
Terminamos de ordenar la sala y nos fuimos a mi habitación, Ignacio no tardó mucho en quedarse dormido y se podía ver como ya estaba soñando profundamente pues se encontraba de brazos y piernas abiertos sobre la cama con una expresión inocente y serena en su rostro. Yo aún no me había acostado y lo miraba sentado desde una esquina, contemplado su menudo cuerpo cubierto solo por un slip en el cual se alcanzaba a notar su pequeño bultito.
Me levante de la cama y me fui al baño, una vez ahí baje rápidamente mi buzo dejando escapar mi pene completamente erecto con mis pesadas y colgantes bolas algo hinchadas. Lo tomé y comencé a hacerme la paja de mi vida, no necesitaba nada más, el calor, la sensibilidad que había alcanzado y pensar en la tarde que tuvimos con Ignacio fue suficiente para alcanzar el orgasmo y, de un momento a otro, mi pene comenzó a disparar una gran cantidad de semen que mancho toda mi mano. Esa noche dormí satisfecho junto a Ignacio sin pensar en nada más.
Los días transcurrieron y cada vez que recordaba el tema sentía una mezcla de emociones pues tenía cierta preocupación de que Ignacio le hubiera contado algo a Manuel. Sin embargo, las veces que nos encontramos todo parecía estar normal por lo que me relajé e intenté ir ganando más confianza con Ignacio para poder llegar a hacer más cosas de ese tipo. Al mismo tiempo como seguía confundido, con un fallido intento de dejar todo esto de lado salía con chicas para tener sexo con ellas. No era difícil conseguirlo pues por mi físico todas aceptaban y la verdad la seguía pasando bastante bien pero en ningún caso volví a alcanzar el mismo nivel de excitación que sentí aquella vez jugando con Ignacio.
Las veces que me quedaba en casa de Manuel aprovechaba a jugar con los chicos pero especialmente con Ignacio a quien disimuladamente le daba confianza para juguetear entre ambos, algunos de esos juegos eran palmadas que le daba en un brazo o su culito mientras estaba descuidado y el me devolvía el golpe.
La mejor parte era cuando sin querer recibía la palmada en mi entrepierna con su manito, lo que me producía siempre excitación pero la tenía que disimular en frente de Manuel, causando aún más excitación por la tensión que se producía.
Otros juegos eran subir su polera o bajar su pantalón, que usara mis abdominales como saco de boxeo, que se subiera arriba de mi, entre otros juegos aparentemente inofensivos.
Un día mientras trabajaba recibí un mensaje de Manuel preguntando si podía pasar el fin de semana cuidando a los chicos en su casa, pues él y su esposa irían de paseo a unas cabañas lejos de la ciudad. Apenas vi el mensaje me entusiasmé y acepté sin pensarlo dos veces.
Era viernes por la tarde y me encontraba fuera de casa de Manuel.
-Hola Víctor, ¿como estás? – saludó Ángela.
-No me quejo, han sido días bastante tranquilos – respondí.
-Los chicos estuvieron todo el día esperando entusiasmados, realmente les gusta pasar tiempo contigo – señaló.
Ángela me hizo pasar y saludé a Manuel quien acababa de terminar de ordenar las maletas. Al caer la tarde ambos se despidieron de los chicos, me pasaron la copia de la llave de su casa y se fueron.
-Tío Víctor, ¡viniste! -exclamó Ignacio emocionado
-¡Ahora podremos jugar sin parar! – exclamó Adriancito triunfante.
Y realmente así fue, les seguí la corriente en todo lo que quisieran hacer, desde jugar en la consola, pasando por armar legos y jugar escondidas por toda la casa. Obviamente las golosinas no faltaron y Adriancito era quien más las pedía.
-Me das otra piruleta tío Víctor – pidió amablemente Adriancito.
-Aquí tienes – dije mientras se la entregaba.
-Gracias, ¡Eres el mejor! – respondió.
Al llegar la noche, acoste a ambos chicos en sus respectivas habitaciones, Adriancito al ser el menor lo acompañe hasta que se quedó dormido, mientras tanto Ignacio aún se encontraba despierto jugando con mi celular.
-Tío, ¿me acompañas en mi camita? – dijo Ignacio luego de entrar a su habitación.
-Claro – respondí e inmediatamente comencé a desvestirme. Me quité mi short y sudadera en frente de Ignacio quedándome únicamente con un slip gris, mientras lo hacía él seguía jugando aunque en un momento ví como me miraba de reojo.
-Te ves muy fuerte tío Víctor- comentó Ignacio al meterme a la cama.
-¿Quieres ver lo fuerte que soy? – respondí con una sonrisa maliciosa.
Acto seguido le quite el teléfono y comenzamos a jugar luchas en la cama tal como lo habíamos hecho otras veces, solo que esta vez tenía menos ropa y estábamos los dos solos en la habitación.
-Te tengo, eres un debilucho, jajaja – reí en su cara mientras lo sujetaba por sus costillas.
-Yo soy más fuerte, ¡Ya verás! – respondió.
En eso siento como el empiene de su pequeño pie golpea directamente mi entrepierna, aplastando por un momento mis descuidadas bolas.
-¡ough! – fue lo único que salio de mi boca.
-Ves como si soy mas fuerte , yo mando ahora – contestó desafiante y ya más confiado.
Me quedé con ambas manos cubriendo mi sexo, en eso me intenté volver a incorporar cuando de pronto siento nuevamente el pie de Ignacio pero ahora impactando fuertemente en mi abdomen, haciéndome soltar el aire mientras tanto seguía burlándose y recordándome que él mandaba.
Esta situación me estaba gustando y aunque los golpes me había dolido, no quería frenar a Ignacio, todo lo contrario, quería seguir a disposición para que se sintiera libre de hacer lo que quisiera conmigo.
-Me vengaré – contesté mientra procedía a quitarle el pijama por la fuerza.
Eso lo hizo ponerse más agresivo y comenzó soltar puños y patadas por todas partes. Ya había lograrme deshacerme de su pantalocillo y me faltaba su camiseta, luego con un giro logré ponerlo sobre mi y comencé a tirar de sus mangas con mis dos manos.
-¡No me vas a ganar! – exclamó Ignacio molesto. Para luego proceder a propinar un inadvertido rodillazo en mi entrepierna el cual aplasto mi pene y testículos contra mi pelvis, haciéndome sentir ahora si un agudo dolor que me paralizó.
-Me.. rindo – contesté con apenas fuerza, dejándolo con su camiseta puesta.
Él seguía riendo pues debía ser divertido ver un hombre grande y musculoso en posición fetal, con la cara roja y balanceandose. De a poco fuí recuperándome y logré me sentarme apoyándome en el respaldo de la cama, mientras tenía una mano en mi entrepierna y la otra haciendo una señal de stop a Ignacio.
-Que risa tío Víctor, ya ves como también soy muy fuerte – dijo Ignacio algo más calmado.
-Si que lo eres Ignacio, no puedo contra ti – respondí.
Ignacio se me quedó mirando por un momento, en eso se acerca gateando y con sus manos comienza a acariciar mis piernas.
-Tienes unas piernas muy fuertes, mi mano se mira pequeña en comparación.
Al sentir sus manitos frotar mi piel un calor recorrió todo mi cuerpo y comencé a sentir excitación. Él seguía acariciando y en un momento cargo mis piernas con ellas para separarlas y yo sin oponer ninguna resistencia lentamente las separé haciendo destacar aún más mi ropa interior y dejando libre acceso para que sus manitos recorrieran el interior de mis muslos.
-Tío te manchaste el calzoncillo jajaja – se burló Ignacio con una risa inocente.
Hasta ese momento mi pene permanecía dormido debido al último golpe pero continuaba soltado líquido preseminal haciendo que una mancha de la que no me había percatado apareciera.
-Eso pasó porque me pegaste pero no es nada malo y ahora me siento mejor gracias con tus caricias – respondí.
De pronto Ignacio sacó sus manitos de mis muslos y comenzó a frotarlas por encima de la tela que cubría mi bulto. Torpemente masajeaba la zona sobando mi pene y mis hinchadas bolas haciendo que mi pene comenzara a despertar. El calor que sentía era demasiado y no aguantaba más.
-¿Qué pasa? tu bultito está creciendo más – comento Ignacio extrañado.
-Esto lo provocas solamente tu Ignacio y significa que me gusta mucho lo que haces – tomé una pausa para quitarme el slip y volví a poner su mano en mi pene, luego continué – te doy permiso para que hagas lo que quieras con mi pene y mis bolas, ahora te pertenecen.
Ignacio se me quedó mirando un momento y una sonrisa se dibujó en su rostro pues le había encantado la idea de tener el control sobre mí, luego, sin decir una palabra, comenzó a jugar con toda libertad. Yo sentía como frotaba mi pene, a ratos lo doblaba, tomaba mis testículos y los amasaba, incluso llegaba a agarrar cada uno con una mano y los apretaba sin ninguna consideración. Mientras tanto yo respiraba de forma agitada pues sentía que estaba en el paraíso y no pensaba en nada más que en las manitos de Ignacio y el exquisito dolor y placer que me hacia sentir.
-Tienes unas bolas muy grandotas – comentó Ignacio rompiendo el silencio.
Yo asentí en silencio mientras la agitación en mi respiración seguía aumentando y mi pene permanecía completamente erecto. En ese preciso momento Ignacio agarró mis testículos y sin ningún miramiento clavó sus pulgares en ellos, haciendo que mi semen comenzara salir disparado sin control, manchando la cama y el pelo de Ignacio.
-OOOOOOOUUUUGGHHHH! – exclamé satisfecho.
Cuando me pude recuperar Ignacio ya se había quedado dormido pues se había relajado mucho después de experimentar con el nuevo juego que le había ofrecido. Me levante y como pude limpié el desastre que había provocado.
Mis testículos seguían enrojecidos y sentía como palpitaban, pero lo más extraño era que aunque dolía me sentía feliz, de hecho continuaba sintiendo un exquisito hormigueo que recorría mi cuerpo, el cual me acompañó hasta quedarme dormido al lado de mi pequeño y travieso dueño.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
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