Le estoy siendo infiel a mi esposa, pero con otro hombre…
Un par de guardias de seguridad que les toca el turno de la noche poco a poco se van descubriendo íntimamente, hasta que llega el momento en que ambos se disfrutan. .
Le estoy siendo infiel a mi esposa, pero con otro hombre…
La verdad es que nunca en mi vida, había sentido nada especial por ningún otro hombre, pero trabajando de guardia de seguridad, durante el turno de la noche. De esa manera fue que conocí a, mi compañero de turno, al que yo debía supervisar, entre los dos rápidamente hacíamos todo el trabajo, y el resto del tiempo lo pasábamos prácticamente sin hacer nada, por lo menos al principio.
Una calurosa noche, apenas llegué al puesto de trabajo, me di cuenta de que una de las gomas de mi auto se había desinflado, así que después de revisar todo le comuniqué a mi compañero que iba a cambiarla, lo que hice de manera bien rápida, pero al regresar a la planta, me sentía sumamente acalorado, sudado, y sucio, por lo que le dije a mi compañero que me iba a dar un buen baño.
Como no hay más nada que hacer, mi compañero me acompañó, y a medida que yo me fui desvistiendo para ducharme, me dio la impresión de que él me observaba. Realmente no le presté mucha atención, pero al yo ir a las duchas, él se me fue atrás, y mientras yo me duchaba, él no dejaba de mirar, ya fuera mi verga o mis nalgas. Aunque me sentí algo incomodo, bueno no le di importancia.
Al día siguiente, apenas terminamos de revisar todo, fue mi compañero, a quien se le ocurrió darse una ducha, por aquello de refrescarse un poco. Yo lo acompañe a las duchas, y de momento me doy cuenta de que de la misma manera que él me observaba, cuando yo me duchaba, en ciertos momentos, yo lo estaba observando a él. Pero nuevamente no le di mucha importancia, hasta que él al parecer se dio cuenta también, y a manera de broma, me dijo. «Qué te parece si también te das un baño, por lo menos para romper la rutina.»
La idea en ese instante me pareció buena, así que tras quitarme toda la ropa me metí en las duchas justo al lado de donde él se encontraba. No les negaré que ocasionalmente le daba un vistazo a sus paradas nalgas y a su verga, la que de una manera u otra compraba con la mía, hasta que llegué a la conclusión de que eran más o menos iguales, pero me di cuenta de que él también ocasionalmente observaba mi verga y mis nalgas, y al igual que yo, supongo que también establecería sus comparaciones.
Durante varios días, nosotros, después de hacer todo el recorrido por la planta de la fábrica, nos esperábamos para irnos a bañar juntos, pero sin ningún tipo de comentario fuera de lugar, o tocarnos accidentalmente. Pero el viernes de esa semana, mientras me enjabonaba la espalda, se me ocurrió pedirle de favor que me pasara la esponja, por donde mis manos no alcanzaban, lo que sin problema alguno él lo hizo, pero al él terminar de pasarme la esponja por la espalda, se dio vuelta y a su vez me pidió el mismo favor, lo que yo por decirlo de alguna forma hice de manera gustosa.
Y así fue como comenzamos a enjabonarnos mutuamente, al principio nada más fue la espalda, luego fuimos bajando hasta la parte superior de las nalgas, incluimos los brazos, muslos, piernas en fin cuando vinimos a ver nos estábamos enjabonando mutuamente. Al grado que, en cierto momento, me agarró las bolas y mi verga para enjabonarlas, y yo de manera automática también me dediqué a enjabonar las de él.
Fue cuando comenzamos una especie de juego un poco más atrevido, entre nosotros dos, ya que nos pusimos, como dicen los entendidos, a espadear. Que es cuando uno, agarra su propia verga y la mueve a manera de espada, chocándola con la verga o espada de su compañero. De eso, pasamos a divertirnos jugando a la lucha libre. Sin quitarnos el jabón de encima.
En uno de los agarres que yo le hice mi compañero, quedó de espaldas a mí, y mi verga quedó justo entre la raja de sus nalgas. Por unos instantes se movió divinamente, pero como era un juego, finalmente lo solté, y al poco rato, era él quien me tenía sujeto de la misma forma, y sentí su parada verga que se deslizaba entre mis propias nalgas, aunque sin llegar a penetrarme.
De eso, a que mutuamente nos masturbásemos, no pasó mucho tiempo. Y Así continuábamos todas las noches nuestros juegos, hasta que en un momento que tanto él como yo nos besábamos ardientemente al tiempo que mutuamente nos hacíamos la paja. En una ocasión yo, tras retirar el jabón de su verga, sin decirle nada, me dediqué a mamársela, y a los pocos minutos, él también se dedicó a mamar la mía.
Tanto la sensación de tener una dura verga entre mis dedos que no fuera la mía, fue algo que me agradó, y cuando me dediqué a mamar su verga y él mamó la mía, entiendo que los dos encontramos algo que habíamos buscado, pero sin decírselo a nadie. Por varios días tanto él como yo disfrutábamos de lo que mutuamente nos hacíamos, aunque ni tan siquiera fuera de las duchas hablábamos de eso.
Pero un miércoles mientras completamente enjabonados luchábamos, yo lo tenía sujeto por la espalda, y rozando la raja de sus nalgas con mi verga, sentí que me agarró la verga, y sin más ni más la colocó justo en la entrada del hueco de su culo. A mi nada más me quedó empujársela, y juntos disfrutamos de esa primera penetración. Aunque les diré que por lo excitado que me encontraba me vine en cosa de muy poco tiempo, y aunque yo me molesté conmigo mismo, para él eso no fue ningún problema.
Desde el luego que sin que él me lo pidiera o insinuase, yo me di la vuelta, y francamente le ofrecí mis nalgas. Las que sin demora alguna penetró divinamente con su parada verga. Pero a diferencia mía, no se vino de manera rápida, gracias al jabón sentí como su verga se deslizó sabrosamente dentro de mi culo, por lo que yo disfruté por un mayor tiempo de lo que él me hizo.
Ya desde esos momentos cuando no es que me mama la verga, es que yo gustosamente le doy el culo o viceversa. A todas estas, mi mujer en casa ha comenzado a sospechar algo, y ya me ha insinuado que yo tengo a otra mujer fuera de la casa, la pobre si supiera de seguro me mata…
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