Le pago al mecánico de la forma y manera que a el le gusta, mamando su verga y dejándome dar por el culo divinamente.
Un joven aprende a pagarle al mecánico por su trabajo mamando y dejando que el mecánico le de sabrosamente por el culo..
Le pago al mecánico de la forma y manera que a el le gusta, mamando su verga y dejándome dar por el culo divinamente.
Recién cuando cumplí los 18, con mis ahorros pude comprar un coche viejo, lo único que sabía hacer era, acelerar y frenar, porque el coche era automático, y para colmo, no sabía absolutamente nada de mecánica, por lo que cuando a las dos semanas de haberlo comprado, se prendió la luz del aceite, llevé mi carcacha a un mecánico que alguien me recomendó.
Ignorando desde luego, que él terminaría midiéndome el aceite frecuentemente a mí, enterrando su gruesa verga entre mis nalgas.
Cuando entré a su taller y le dije lo de la luz del aceite, a él nada más bastó que escuchar el motor y después sacara la varilla medidora del aceite, para que me dijera, tienes suerte no has fundido el motor, se trata del sensor de la presión de aceite que se dañó.
Sin decirme nada, cambió el aceite, el filtro, y el sensor, para después pasarme la cuenta, que en realidad no era mucho dinero, lo malo era que en ese momento apenas y tenía una cuarta parte de lo que me estaba cobrando.
De inmediato llamé a mi viejo, le pedí el dinero y el muy cortés, y graciosamente, me mandó al carajo, diciéndome. “Tú querías un auto, ahora tú tienes que pagar su mantenimiento.” y tras decirme eso colgó.
Yo extremadamente avergonzado, hablé con el mecánico, y él simplemente me dijo. “No te preocupes, si no tienes dinero, no hay problema, solo que, si quieres sacar el coche de aquí, me tendrás que hacer un pequeño gran favor. De lo contrario olvídate de andar en el carro, por lo menos hasta que me pagues, ha y de paso cada día extra que ese coche se quedé aquí, tienes que pagarme algo extra.”
En ese momento pensé. “Le hago el favor que me pida y ya.” Pero cuando le escuché decirme. “Me vas a dejar que te acaricié las nalgas.”
Me quedé de una sola pieza, en mi vida alguien me había dicho algo semejante, por un corto instante pensé que se trataba de una simple broma, pero al ver la manera en que el mecánico me veía, entendí que hablaba muy en serio.
Pensé hasta en denunciarlo, pero entendí que sería una pérdida de tiempo, ya que sería su palabra contra la mía y al final me quedaría sin auto de todas maneras.
Por lo que de manera tímida le pregunté qué era lo que iba hacer, el mecánico se me quedó viendo y me dijo. “No te asustes nada más quiero agarrarte las nalgas, por un rato.”
Yo me quedé pensando, y lo único que se me ocurrió preguntarle fue. “Por cuanto tiempo.” él sin mostrar mucho interés me dijo. “Como unos diez o quince minutos o menos.”
Al escucharlo le dije. “Esta bien, pero solo me las vas a tocar y más nada.” Él se sonrió, al tiempo que me respondía. “Solo te las voy a ver y tocar.”
De inmediato cerró el taller, y me condujo a lo que era una especie de oficina, donde había un viejo escritorio, lleno de facturas, papeles, y piezas de autos.
Además, las paredes todas estaban llenas de las páginas centrales de revistas con fotos de mujeres semidesnudas, y al fondo dividido por una sucia cortina, se encontraba una cama toda desordenada.
De inmediato se quitó el sucio y manchado mameluco, quedando completamente desnudo, yo al ver su desnudo y velludo cuerpo me atemoricé, pero cuando vi su larga, gruesa, y venosa verga, poco faltó para que yo saliera corriendo.
En ese instante involuntariamente comparé el tamaño y grosor de su miembro con el mío, quizás por lo asustado que me encontraba, del miedo que sentía mi verga no era ni una cuarta parte de la del.
El mecánico es mucho más alto y grueso que yo, medio calvo, y con una gran barriga, pero al ver mi rostro de inmediato me dijo. “No te preocupes es que siento mucho calor, y prefiero hacerlo así, bueno bájate los pantalones o si lo prefieres quítate la ropa como yo para que no se te ensucie, mira que el piso está manchado de grasa y aceite.”
En efecto por todo el piso de la pequeña habitación había manchas de aceite, y piezas de autos llenas de grasa, por lo que para que mi ropa no se fuera a manchar, decidí quitarme los pantalones y los interiores únicamente.
Una vez que lo hice, él sin dejar de verme el culo me dijo. “Ahora te acuestas, y dejas que te toque.” Yo le hice caso, y tras acostarme en su hedionda cama, él se sentó a mi lado, y con una de sus grandes manazas comenzó a acariciar todas mis nalgas.
Yo estaba bien asustado, pero como vi que únicamente me las agarraba y acariciaba, no me preocupé tanto, hasta que sentí que él comenzó a hacerse la paja con la otra mano.
Lo cierto es que al ver su tremendo instrumento como se lo jalaba para abajo y para arriba al tiempo que me continuaba agarrando mis nalgas, me asustó mucho, tanto que le pregunté bien asustado. “¿Solamente me vas a tocar las nalgas, ¿verdad?”
De inmediato me respondió. “Si solo te seguiré tocando las nalgas, no te preocupes, que nada más te tocaré las nalgas, como lo estoy haciendo ahora, a menos que tú quieras algo más.”
Justo en ese instante uno de sus gruesos dedos comenzó a presionar mi esfínter, mientras al mismo tiempo él continuaba masturbándose.
Él continuó acariciando mis nalgas, presionando mi esfínter y masturbándose lentamente, pero a medida que continuaba acariciando mis nalgas y presionando mi esfínter, su dedo se hundía más y más dentro de mi culo.
Al punto que yo en principio me encontraba sumamente tenso, pero poco a poco me comencé a relajar, y su dedo me comenzó a penetrar más y más, mientras él continuaba masturbándose lenta y descaradamente frente a mis ojos.
En cierto momento pensé que ya habían pasado unos cinco minutos, cuando él mismo me dijo. “Ya pasaron los quince minutos convenidos, pero si quieres déjame continuar hasta que me venga.”
Lo cierto es que me sentía bien raro, por una parte, tenía un miedo tremendo, pero por otra parte me sentía tan relajado dejando que me estuviera tocando las nalgas e introduciéndome su dedo que le dije. “Está bien, continua pero solo hasta que te vengas.”
Sus dedos se enterraron mucho más dentro de mis nalgas, al grado que yo voluntariamente separé mis piernas y sus dedos penetraron más dentro de mí culo, al tiempo que su mano aceleraba su movimiento sobre su verga, la que yo veía tan tiesa y dura, que no sé por qué me provocó tocarla.
Al estirar mi brazo tímidamente hacía su miembro, él mismo retiró su mano y dejó que yo agarrase su verga, y de inmediato continué masturbándolo, al tiempo que él seguía introduciendo y sacando sus dedos de mi culo.
Haciéndome sentir algo que jamás había sentido, su verga se sentía dura, y caliente, entre mis dedos, con tanta vida, que en cierto momento hasta pensé o mejor dicho me imaginé que se la besaba.
A medida que él continuaba introduciendo sus dedos dentro de mí, yo aceleraba los movimientos de mi mano, hasta que de repente, fue como un geiser estallando, un abundante chorro de leche brotó de su verga, mientras que yo extasiado no podía dejar de verlo.
Al tiempo que continué pajeándolo, y él metiéndome casi todos los dedos de su mano derecha dentro de mi culo, hasta que ya no continuó saliendo leche.
Después de eso, me sacó los dedos de mi culo, se levantó, y me dijo. “Los frenos de tu auto necesitas arreglarlos, cuando puedas compra las bandas, y pastillas, y la semana que viene pasas por aquí, como a esta misma hora, para que te los arregles.”
Me levanté, salí a la parte trasera del taller para lavarme las manos y las nalgas, después me puse mis pantalones, y sin tan siquiera despedirme, salí del taller, mientras me decía a mí mismo que nunca más regresaría.
Reconozco que la experiencia en parte me agrado, pero juré no volver más nunca a pisar ese taller.
Pero como a la semana ya el chillido de los frenos era insoportable, hasta mi padre me advirtió que, si no los reparaba, lo mejor era que dejase de usar el auto.
Así que tragándome mis orgullo, y rompiendo el juramento que yo mismo me había hecho, de no volver a donde el mecánico ese, compré las piezas, y sin un centavo encima fui a verlo.
Antes de que comenzara a realizar la reparación le dije que ya no me quedaba nada de dinero que lo había gastado todo en las piezas, él se sonrió y me dijo. “No te preocupes podemos hacer un arreglo parecido al de la semana pasada.”
“Mientras tanto, si quieres ve poniéndote cómodo, que yo cuando termine de arreglar los frenos te encuentro en la oficina, de paso hay varias revistas que puedes ver mientras tanto.”
Él tardó casi una hora en reparar los frenos, tiempo que yo me dediqué a ver varias revistas porno, de mujeres a las que les hacían de todo.
Luego entró a su oficina después de cerrar el taller, me dijo. “El arreglo te va a costar más o menos el mismo que hicimos la otra vez, solo que cuando te lo pida te pones a mamar mi verga.”
Yo pensé que únicamente me llegaría a meter los dedos por el culo, no había contado con eso, pero ya la reparación estaba hecha, así que no me quedó más remedio que aceptar.
En lugar de quitarme los pantalones, me desnudé completamente, mientras él se quitaba su mameluco de mecánico, hasta quedar tan desnudo como yo, él me observaba sin quitarme los ojos de encima, hasta que me acosté sobre su cama.
De inmediato comenzó a acariciar mis nalgas, mientras que yo, sin que me lo dijera separé mis piernas, al tiempo que él comenzó a masturbarse.
En cosa de poco minutos nuevamente yo continué masturbándolo, hasta que después de un buen rato me dijo. “Ahora quiero que me lo continúes mamando.”
Lo cierto es que, en principio la sola idea de tener su verga dentro de mi boca me causaba asco y repulsión.
Pero, por otra parte, algo dentro de mí me decía que lo hiciera, por lo que cuando colocó su verga frente a mi boca, y sin dejar de tocarme las nalgas, yo comencé tímidamente a pasar mis labios y lengua sobre su colorado y caliente glande.
Lentamente con mi lengua comencé a lamer, pasando mi lengua, desde sus bolas, por todo el tallo de su verga, hasta que comencé a cubrir su colorado glande con mi boca.
Poco a poco fui lentamente dejando que su miembro penetrase mis labios y boca, iba introduciendo casi toda su verga, mientras que yo me dedique a mamar su miembro.
Pero a medida que se lo fui mamando y el continuó introduciendo sus dedos dentro de mis nalgas, algo raro se fue apoderando de mí, al punto que voluntariamente comencé a mamar su verga con más, y más ganas.
Dejando que toda aquella enorme cosa entrase más, y más adentro de mi boca, y aunque en ciertos momentos sentí algo de nauseas, continué mama que, mama.
Entre una cosa y otra, el sentir sus gruesos dedos dentro de mi culo, me excitaba, al igual que sentir su dura y caliente verga dentro de mi boca.
Hasta que mi boca y garganta se inundaron con su semen, el que sin yo poderlo evitar terminé tragándome gran parte, ya que se lo seguí chupando hasta que él mismo me ordenó que me detuviese.
Después de eso, salí de su oficina, y me dirigí a la parte posterior del taller, me lavé, la boca, las nalgas, y mis manos, y al regresar a vestirme, me dijo. “Ya sabes estoy aquí para lo que se te ofrezca.”
Tímidamente sin tan siquiera verlo a los ojos, le di las gracias por repararme los frenos de mi auto, y tras terminar de vestirme, salí.
Pero mi cabeza era todo un enredo, por una parte, me decía yo mismo que yo no era maricón y nuevamente me juré que más nunca regresaría a ese taller, que no dejaría que me volviera a poner un dedo encima, pero por otra parte me preguntaba a mí mismo, como sería eso de sentir su tremendo vergajo dentro de mi culo.
Por varios días, y noches soñé despierto y dormido, que el mecánico me penetraba, hasta que no pude aguantar más, y el siguiente viernes en la tarde, a la hora de costumbre, llegué a su taller.
Con la excusa de que estaba escuchando un raro ruido en el motor, él me vio, se sonrió, y tras ponerle atención al motor me dijo. “Si parece que tiene una válvula floja, es cosa de un momento, si quieres esperar, pasa a la oficina que apenas termine te lo hago saber.”
Realmente no demoró ni media hora, en ajustar las válvulas, pero al él entrar a su oficina me encontró completamente desnudo, y acostado boca abajo en su cama, ofreciéndole mis nalgas en bandeja de plata, como quien dice.
Él se me quedó viendo, se sonrió y sin decir más nada, se despojó de su mameluco, se me acercó y tras darme una ligera y cariñosa nalgada, colocó su verga a la altura de mi boca, la que yo sin demora me dediqué a mamársela, hasta que él mismo me dijo. “Ahora vas a ver lo que es bueno.” y sin decir más se colocó tras de mí.
Al principio sentí sus manos separando mis nalgas, y algo que me sorprendió fue el sentir su gruesa y musculosa lengua, presionando mi esfínter divinamente.
Luego de un buen rato, sus dedos embadurnados en vaselina me comenzaron a penetrar suavemente, mientras que yo dejándome de tonterías, comencé a disfrutar plenamente de lo que mi mecánico me estaba haciendo.
Después de un rato, ya varios de sus gruesos dedos entraban y salían de mi culo con suma facilidad.
Por lo que me imagino que entendió que era el momento de penetrarme con su verga, sin decirme nada, retiró sus dedos, y casi de inmediato pude sentir la cabeza de su caliente glande, presionando suavemente contra mi culo, mi esfínter me palpitaba, y yo estaba ansioso por sentir esa cosa dentro de mí.
Por lo que levanté ligeramente mis nalgas, y separé mis piernas lo más que pude, fue cuando comencé a sentir como su gran vergajo, se iba abriendo paso dentro de mis nalgas.
Aun a pesar de la vaselina, y del trabajo que me había estado haciendo con sus dedos dilatando mi hueco, sentí algo raro una mezcla de dolor y placer a medida que su gran verga iba penetrándome completamente.
Todo ese tiempo se me hizo interminable, hasta que sentí todo el peso de su cuerpo sobre el mío.
Sus testículos presionaron mis nalgas, su peluda barriga y pecho, los sentí cuando entraron en contacto con mi espada.
Por un breve rato, se quedó quieto sin moverse, no fue hasta que yo comencé a mover mis caderas, de lado a lado buscando sentir más dentro de mí su caliente verga, que él comenzó a meterla y sacarla casi por completo de mi cuerpo.
No lo podía creer, lo que estaba dejando que él me hiciera, y que encima de todo que yo lo disfrutase tanto él.
Su lengua, labios y boca comenzaron a besarme por la nuca y mis orejas, chupándomelas, mordisqueándome, de una manera tan rica, que todo mi cuerpo se quebraba a su antojo.
Sus grandes manazas acariciaban mis nalgas, mis muslos y hasta mi plano pecho, al tiempo que me sujetaban con fuerza contra su velludo cuerpo.
Haciéndome sentir algo que en mi vida había disfrutado con anterioridad, sin que yo lo pudiera controlar, de mi boca salían placenteros gemidos, y en varias ocasiones a viva voz le decía. “Dame más duro papi.”
Por un largo rato mi mecánico, me mantuvo en esa posición, hasta que de momento me dijo, al tiempo que sacaba su verga de mi culo. “Date vuelta.”
Obedeciéndolo ciegamente le hice caso, pensando que me pondría a mamar, pero no fue así, de inmediato me tomó por los tobillos, separó mis piernas, y ante mis propios ojos vi como su tremenda verga, se enterraba dentro de mi culo.
Yo no dejé de moverme, al tiempo que me comencé a pajear, viendo nada más como su enorme vera entraba y salía de mis nalgas.
En cosa de pocos segundos, me vine, al tiempo que disfrutaba de todo lo que mi mecánico me hacía.
Sus manos me pegaban contra su cuerpo con fuerza y firmeza, hasta que, nuevamente sacando su verga de mi culo, y sin decirme nada, la colocó frente a mi boca.
Pasando por alto donde había estado metida de inmediato me dediqué a mamársela intensamente, y a los pocos segundos sentí nuevamente su semen caliente recorriendo mi garganta.
Él retiró su verga de mi boca, cuando no tuve más leche que seguir chupando y tragando, yo me quedé tirado en su hediondo camastro, con mi culo bien abierto, y tremendamente satisfecho.
Él salió, se lavó y al regresar me dijo. “Lávate y vístete.” Yo salí tomé la manguera y me lavé o mejor dicho me bañé completamente.
Al regresar a su oficina, él ya estaba vestido con su mameluco de mecánico, yo me comencé a vestir, pero justo antes de subirme los interiores, se me acercó me tomó entre sus fuertes brazos, y me estampó tremendo beso en la boca, dejándome prácticamente sin aliento, pero deseoso de que todo eso se volviera a repetir nuevamente.
Yo salí del taller definitivamente enamorado de mi mecánico, aunque sabía de sobra que no se lo podía contar a nadie, pero de esa fecha a los momentos actuales han pasado cerca de cinco años, y aunque tengo novia, y pronto nos casaremos, continuó visitando a mi mecánico, varias veces al mes.
Para que me mida el aceite con su verga, y mantenga mi culito bien afinado, para él.
Dios como me gustaría tener un mecánico así, yo iría todas las semanas a que me revisara el aceite.
muy rico relato como siempre muy excitantes