Le pertenezco 24/7 por amor (Cuarto)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por servicial10.
La tarde pasó tranquila, al menos en cuanto a deseos de mis Amas. Cuando terminaron se levantaron y me llevaron al dormitorio de mi Dueña.
– Vamos a vestirte para que estés muy guapa para la noche, jajajajaajaj
– Si, le pondremos una ropita ajustada, me gusta que se le marquen los pezones y así poder “acariciarlos”. Mira Laura, ¿te gusta este?
Mi Dueña había elegido un corpiño ajustado, abierto por debajo, para el que solía ponerme unas pinzas en los pezones y así verme más como su “putita”. También me hizo poner unas medias de rejilla abiertas por delante y por detrás y sobre ellas una braga faja negra. Aquella que había estrenado cuando fuimos a recoger a la Señora Laura. Además y como siempre, el collar en el cuello con la correa. Por último sacó de un cajón de su mesita unas presillas para los pezones que se las ofreció a la Señora Laura..
– Toma Laura, tu le pones una y yo otra.
Bajaron las tirantas del corpiño dejando mis pezones al aire. Antes de poner las presillas empezaron a pellizcar mis pezones..
– Yo lo haré con la boca, me encanta y me pone.
– Pues yo alternaré mi boca con los dedos, es más eficaz.
Sentía como mi Dueña posaba la uña de su dedo sobre mi pezón y apretando sobre él la clavaba hasta desaparecer para luego empezar a girarlo haciendo que el dolor se acentuara mucho más. Mientras, la Señora Laura posaba su boca sobre el otro pezón, hacía pasar su lengua mojada sobre él para atraparlo al fin entre sus dientes y poco a poco ir separándose de mi y estirándolo. Cuando los pezones estuvieron a gusto de cada una procedieron a atrapar el pezón entre las presillas y girar el tornillo que hacía que fuera aplastándose poco a poco hasta hacer sobresalir totalmente el pezón aplastado por entre las dos láminas de acero que iban uniéndose poco a poco.
Ya fijas las dos mi dueña sacó una cadenita y pasándola por la argolla del collar la fijo por sus extremos a las presillas de mis pezones. Ambos estaban duros y sobresalían. Quedaban así expuestos y ofrecidos para cualquier acción que desearan hacerles. Volvieron a subir las tirantas del corpiño y pasando la Señora Laura sus manos sobre mis pechos las apretó para asegurarse que aún estaban bien fijadas.
– Bien, cariño, voy a ponerme cómoda. ¿Te importa si me lo llevo conmigo?
– No, Laura. ¿ Porqué me va importar?. Te pertenece tanto como a mi. Llévatelo contigo, ¡anda!.
Laura procedió a tomarme de la correa del collar y tras ella me llevó a su habitación. Cuando llegamos se desnudó por completo, se tumbó en la cama y…
– Quiero que me adores, perrito mío. Deseo sentir que realmente me perteneces.
Arrodillado ante la cama empecé a lamer, besar y masajear todo su cuerpo. Empecé por sus pies, dedo a dedo, con mi lengua mojada. Cada dedo era lentamente atrapado por mis labios para luego lamerlo con deleite. Tras chupar cada uno de sus dedos me dediqué con le lengua bien sacada a lamer la planta de sus pies. Seguí con sus piernas a la vez que mis manos tomaban sus muslos por detrás. Me excitaba saborear la piel de la Señora Laura, su olor, mezclar mi saliva con su cuerpo y volverla a recoger con mi lengua para tomarla para mí impregnada de Ella
De vez en cuando sentía un tirón en mi collar, era su mano que tiraba de mi correa y me daba a entender que siguiera ascendiendo por su cuerpo. Justamente llevó mi boca a su coño, estaba muy húmedo, sus labios mojados por la excitación.
Mientras una de sus manos tiraba del collar con la otra apretaba mi cabeza contra ella. Mi lengua empezó a lamer sus labios de arriba abajo recogiendo su flujo, introduciendo mi lengua entre ellos y con la punta buscaba su clítoris para titilarlo y darle unos golpecitos suaves pero intensos y así hacer que se hinchara y se excitara. Sus gemidos se hacían cada vez más intensos, su mano se hacía cada vez más fuerte sobre mi cabeza. Su clítoris estaba muy excitado y con mi lengua bajaba por sus labios y al subir lo atrapaba entre los míos para succionarlo muy suavemente y hacer que sus gemidos aumentaran.
Su mano procedió a tirar de la correa hasta llevarme a sus pechos. Sus pezones estaban duros y erguidos. Los atrapé con mi boca y a la vez que los chupaba mi lengua los lamía intensamente. Noté como su otra mano descendía por mi espalda y sus uñas se clavaban en ella a la vez que ascendían dejando una marca rojiza en señal de la intensidad con que estaba gozando.
– Sigue chupándome los pechos y los pezones y baja tu mano a mi coño. Deseo correrme ya, perro de mierda.
Una de mis manos bajó hasta su entrepierna y con dos dedos comencé a deslizarlos por sus labios y dejarlos resbalar por su clítoris. Le gustaba eso a juzgar por sus gemidos cuando se lo acariciaba.
– ¡Sigue, sigue, perro!. Estoy a punto de correrme. Haz que tu Dueña Laura se corra de placer. ¡Vamos!, ¡vamos!, ¡sigue!. ¡Me estoy corriendo cabronazo que gusto, que divino placer!.
Cuando terminó me separó de ella, me hizo permanecer arrodillado a los pies de la cama a la espera de sus demandas.
– ¡Enciéndeme un cigarrillo!.
Se lo encendí, se lo puse entre sus dedos y esperé con la boca abierta a ser usado como su cenicero personal. Acariciándome la cabeza con su mano me dijo……
– Eres un perro maravilloso. Me has hecho gozar mucho, hace tiempo que no sentía ese placer que me has hecho alcanzar. Serás recompensado esta noche, perro mío. ¡Abre la boca, se me va a caer la ceniza al suelo!
Me encantaría poder llevarte conmigo una temporada. Es algo que se lo he de pedir a tu Dueña. Nos servirías a mi marido y a mi. Te encantaría, te lo aseguro.
– Ve al armario y me traes la bolsa esa negra que tanta sorpresa te causó. Veremos si hay algo especial para esta noche.
– Aquí la tiene mi Señora Laura.
– Bien, veamos que hay aquí para mi perrito.
Mi Señora Laura abrió la bolsa y empezó a poner sobre la cama todo lo que había en su interior.
– Mira perrito, un plug inflable. Estarías muy mono con él puesto. También tengo unas esposas, unas pinzas para estos pezones tan lindos que tienes y ropa, que seguro que te estará muy bien a ti. Además hay también hay un látigo y braguitas de latex con sorpresa. Date cuenta, esta tiene un pene interior en la parte de atrás, y esta tiene una funda delante con abertura por detrás. Vamos a elegir lo más apropiado para esta noche, deseo que estés radiante, mi perrito.
Dio una chupada al cigarrillo y abriendo yo la boca acercó sus labios a los míos para echar todo el humo en ella. Después dejó caer la ceniza y como buen sumiso la saboreé mezclándola con mi saliva.
– Lo tienes todo, perro: obediencia, vicio, humillable, agradecido, complaciente. Bien veamos lo “guapa” que te voy a poner para esta noche. ¡Levántate del suelo!. Primero toma esta braguita y póntela – era la braga de latex negra que llevaba un plug anal incorporado – Si no puedes yo te ayudaré, ven aquí.
Me acerqué a ella, dejó el cigarrillo en la mesilla y con sus manos fue subiendo y ajustando la braga a mi cuerpo a la vez que el plug se iba introduciendo en mi culo.
– Bien, perrito mío, solo queda ajustarla un poco más y estarás preciosa.
Tomó con sus manos los laterales de la braga y cogiéndola fuerte la subió de un tirón haciendo que el plug se insertara totalmente en mi culo. Después con su mano la pasó por detrás de mi haciendo que no sobresaliera nada de mi cuerpo.
– Ahora está bien ajustado. ¿Qué tal te sientes?
– Bien, mi Señora Laura.
– Ok, prosigamos. Acércate, voy a ponerte estas pinzas. Así muy bien. Ahora ponte este corpiño, hará que las pinzas se peguen a tu cuerpo y realicen el cometido para el que están en tus pezones. Cuando termines, te arrodillas y esperas a que yo esté preparada.
– El corpiño me quedaba muy ajustado y las pinzas apretaban considerablemente los pezones. Me arrodillé y contemplé como se arreglaba Ella.
– Estaba impresionante, totalmente maquillada, pintada, con un pantalón de cuero ajustado y sobre unas botas de tacón aguja de al menos 15 centímetros y por encima de la rodilla. Además solo se puso un sujetador de encaje negro que realzaba sus pechos. Tomó un látigo de 9 colas con su mano a la vez que tiraba de mi correa y en la otra mano un cigarrillo.
– ¡Ponte a cuatro patas, perro!, vamos a ver a tu Dueña.
Yo iba tras ella a cuatro patas por el pasillo. Su contoneo me excitaba. Cada paso que daba hacía sonar su tacón sobre el suelo.
– ¡Recoge la ceniza, perro!
Echaba la ceniza al suelo y me ordenaba limpiarla con mi boca. Se paraba, me miraba y con un tirón de la correa hacía que pasara mi lengua por el suelo para limpiar la ceniza de su cigarrillo que había tirado. Seguimos hasta llegar al dormitorio de mi Ama. Ella al verla así le piropeó y le abrazó recorriendo su cuerpo con las manos y besándose intensamente.
– Me sentaré aquí. ¿Qué te vas a poner?
– He pensado ponerme estas botas altas de tacón, con una medias de rejilla abiertas, ¿Qué te parece?
– Estarás preciosa, cariño.
Cuando mi Ama estuvo preparada salimos del dormitorio. Ellas delante y tirando de la correa de mi cuello iba yo tras Ellas a cuatro patas. Ya en el comedor……
– Esclavo, prepáranos un vermouth y una tapita.
Fui a la cocina y lo preparé todo. En una bandeja les serví arrodillado ante Ellas.
– Deja la bandeja en la mesa y ofrécete, nos apetece azotarte, perro.
La dejé y me puse a cuatro patas ofreciéndoles mi culo levantado y a la altura adecuado para recibir sus azotes.
– Toma mi látigo cariño, quiero que lo estrenes tú.
Mi Ama tomó el látigo y comenzó a azotar mi culo. Al principio los azotes eran suaves pero cada vez su intensidad iba en aumento, las marcas eran evidentes ya que cada azote producía en mi piel un dolor más intenso. Mientras lo hacía los comentarios entre Ellas y sus risas hacían de mi un mísero esclavo humillado. Cuando ya estaba bien azotado mi Ama se lo pasó a Laura. Ella lo tomó y continuó con los azotes. Azotaba de forma más intensa, más dolorosa. Así hasta que decidieron terminar.
– Perrito, siéntate en el suelo y espera nuestros deseos – me dijo la Señora Laura.
Ellas empezaron a besarse uniendo sus bocas, haciendo que viera bien como sus lenguas mojadas se introducían en la otra. Sus manos se acariciaban, tocaban el cuerpo de la otra. Las manos de Laura se dedicaban especialmente a los pechos de mi Ama, sabía de sus gustos, los abarcaba con sus manos a la vez que con sus dedos apretaba sus pezones y los excitaba.
– Esclavo, ponte tumbado bajo nuestros pies. ¡Vamos!.
Siguieron con sus toqueteos, haciendo que sus jadeos cada vez fueran mayores. Ahora me tenían bajo sus pies. Mientras se excitaban la punta de los tacones de sus botas buscaban mis pezones y cuando los encontraban hacían que se clavaran en ellos. Apretaban para hacer más intenso mi dolor y a la vez su placer. Mi Ama empezaba a gemir de forma continua, su orgasmo estaba próximo. A la vez notaba como hincaba sus tacones de forma más intensa en mis pezones. Cuando gritó de placer al correrse el dolor se hizo insoportable y al ir a proferir un grito de dolor, la Señora Laura puso la suela de una de sus botas en mi boca.
– Ni se te ocurra gritar, perro de mierda. Respeta a tu Ama que se corra por entero sin interrupciones – decía esto mientras mi boca era tapada por la suela de sus botas a la vez que sus manos seguían excitando a mi Ama y su boca mordía los pezones.
Cuando mi Ama se terminó de correr noté como sus piernas se relajaban y dejaban libres mis pezones doloridos. Laura entonces encendió un cigarrillo y se lo puso en los labios a mi Ama. Dale una calada, cariño, quiero que lo prepares bien. Nuestro esclavo tiene derecho también a gozar, ¿no te parece?. Mientras, le daba una chupada al cigarrillo y dejando escapar el humo de su boca….
– Si, él también tiene derecho a gozar. Dedícate a él, yo no puedo, me has dejado tirada con los orgasmos que he tenido.
– Está bien cariño.
La señora Laura puso una de sus botas en mi boca, taponándola y la otra fijando el tacón sobre mi polla. Estando así fue acercando el cigarrillo a uno de mis pezones terriblemente doloridos.
– Eres tan bueno, esclavo, que mereces una atención especial y la vas a tener perrito mío.
La punta del cigarrillo estaba sin ceniza, totalmente roja del calor. La fue acercando al pezón. Notaba su calor conforme lo movía alrededor. Después lo llevaba a la boca y daba una fuerte chupada, apartaba la bota de mi boca y dejaba caer la ceniza en ella para después volver a taparla con la suela de su preciada bota. Volvía a acercarlo a mis pezones, cada vez la cercanía y el contacto con ellos era más cercano con lo que el calor que sentía iba en aumento. Mi Dueña mientras se reía diciendo….
– Más cerca Laura, es un puto esclavo que no sirve nada más que para obedecer, ser humillado y dar placer. ¡ Pásame el cigarrillo, Laura!.
Tomó mi Dueña el cigarrillo, le dio varias caladas hasta que estuvo la punta a su gusto y la fue acercando primero a uno y después al otro, hasta que lo pegó a mi pezón. Como era su gusto, cuanto más dolor me produjera más sonriente y agradecido debía de estar ante ella. Y así lo hice. Le daba las gracias, le sonreía, mientras iba siendo quemado por su cigarrillo.
Cuando tenía los pezones bastante doloridos y marcados Laura se levantó.
– Tengo ganas de orinar…………
Inmediatamente me puse tumbado a sus pies, las manos en posición para que pudiera sentarse sobre mi y estar cómoda mientras orinaba, y la boca totalmente abierta y expectante. Laura se levantó y poniendo sus piernas a cada lado de mi cuerpo….
– ¡Qué bien lo tienes educado!. ¿Lo traga todo o es un cerdo que lo pone todo perdido por no saber tragar?.
– No desperdicia ni una gota. Sabe que la orina es algo que solo se la doy muy de vez en cuando, como premio.
– Está bien. ¡Ummmmm, qué cómoda estoy. Abre bien la boca, estoy que voy a reventar de ganas de orinar.
Empezó echando unas gotitas que relamí con mi lengua para pasar a un chorro de orina grande que hizo que mi boca se llenara y empezara a tragar deprisa. Cuando terminó terminé de tragarlo todo y procedí a limpiar con mi lengua todo su coño de orina hasta quedar seco y limpio. Después se levantó y antes de volver a sentarse junto a mi Dueña me echó varios salivazos en la boca para que los tragase. Después se levantó mi dueña y se sentó igualmente sobre mí.
– ¡Abre bien la boca, perro!.
Sentada sobre mis manos y con la boca abierta recibí nuevamente su chorro de orina para después limpiarla como solo Ella se merece.
Por último decidieron que esa noche dormirían juntas en la cama de matrimonio y yo lo haría a los pies para atender cualquier necesidad que les pudiera surgir a lo largo de la noche.
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