LIBERTAD CONDICIONAL
A veces la vida nos pone en situaciones que no esperamos. .
(Traducción del inglés)
Desde que entré a trabajar en la nueva compañía sentí las miradas de rechazo de parte de mis compañeros. Todos me veían con caras de pocos amigos, hablé con mi supervisor a ver si podía cambiarme de área de trabajo, por lo menos de horario. Su respuesta fue negativa, alegando que nadie tenía trato especial en la empresa.
Así estuve trabajando en una empresa donde se envasaban en latas frutos del mar. Mejillones, anchoas, atún, todo lo que se pase por la mente que viniera del mar.
Al primer mes tuve un impase con unos de los de mi linea de producción, estábamos en el área de etiquetado. A la hora de almuerzo de nuestro turno coincidimos, él se sentó en una mesa para ocho personas que estaba completamente desocupada. Yo fui con mi bandeja a sentarme en la misma mesa, y su reacción fue decirme: Los negros que coman en el sanitario.
Yo soy un afrodescendiente, mis rasgos, cabello y color de piel no pasan desapercibidos, menos en esa empresa donde la población afro era tan baja que nos contábamos con los dedos de una mano. Mido dos metros de alto exactamente, y peso alrededor de 190 kilos, el cuerpo que tengo se lo debo al trabajo duro en el campo, y al entrenar en la prisión, llegué a levantar más que mi peso en pecho, si saben a lo que me refiero. Tengo unos pectorales, brazos y espalda muy bien desarrollados, igual que mis piernas y glúteos. De mi dotación, no me quejo, tengo muy buena proporción con mi estatura, unos 24 centímetros de largo y unos 20 de circunferencia… Jajaja digamos que el ocio en la prisión me llevaba loco y me dio por tomar esas medidas. Además de ser lampiño totalmente, salvo por los vellos en el pubis, los cuales mantengo recortados y unos que crecen de las rodillas hacia los pies, los cuales siempre me he rasurado.
Yo no hice caso y me senté, en el extremo opuesto a él y en diagonal. Apenas empecé a comer, se levantó dio la vuelta a la mesa y parándose detrás de mí, me hundió la cabeza en el plato de comida. Nadie hizo nada, nadie dijo nada, solo miraban. Y como si nada hubiera pasado seguían en lo que estaban.
Yo me levanté y lo puse de espaldas sobre la mesa, su cintura quebrada y metí mis piernas entre las suyas separándoselas. Él me veía con incredulidad, nadie lo había enfrentado. Coloqué mi codo sobre su cuello, justo debajo de la manzana y me acerqué para sus sintiera mi aliento mientras le decía: Primera y última vez que me atacas. Sus ojos estaban abiertos como dos huevos fritos, estaba pálido completamente, y empezaba a sollozar, de pronto siento algo húmedo y caliente en mi muslo. Se había orinado.
Lo solté y la que repartía la comida me hizo señas de que llevara la bandeja. Me dio mi ración nuevamente y me fui a la mesa. Él no me dijo ni media palabra, sólo comía.
Luego del almuerzo me dirigía a seguir trabajando cuando escucho por los parlantes:
Jacobo Rodríguez y Dean Johnson, se les solicita su presencia en la oficina del capataz. Éramos nosotros, fuimos a la oficina y el capataz, un hombre de contextura gruesa, bastante moreno, nos invitó a pasar.
Veo que se llevan muy bien, dijo riendo. Por fin alguien pone en su sitio a Johnson, dijo viéndome y sin ocultar su sonrisa. Y… Te orinaste por lo que veo… Jajajaja dijo señalando la mancha de orines de Johnson.
Sí señor. Respondió sin levantar la mirada.
Bueno señores, debo suspenderlos. Y van a estar los dos en la cabaña. Así tendrán tiempo de llevarse bien. Dos semanas ahí, o los puedo reportar a sus oficiales de libertad condicional. Ustedes eligen, la cabaña, dos semanas, o el resto de la vida en prisión. ¿Cuánto tiempo duraste tras las rejas Rodríguez?
14 años señor.
Y tú Johnson?
10 años.
Ok. Entonces, llegamos a un acuerdo de que se van a la cabaña. Vamos a hacer algo interesante, ya que se odian tanto, que sea un mes completo. Así tendrán que ver cómo se llevan bien.
Pero… Señor… Dijo Johnson.
Sin discutir. En 15 minutos llega el vehículo para el traslado. Allá hay de todo lo que necesitan. Sólo faltan ustedes. Ahhhh… Y no se vayan a poner a incendiar aquello, porque no habrá manera de que salgan.
Apenas salimos, nos dio tiempo de vaciar los casilleros y esperar a que nos buscaran. Johnson me miraba con odio y yo estaba intrigado de lo que podría pasar en esa cabaña. El capataz nos avisó cuando llegó el transporte. Era una van, pequeña, donde nos pusieron las esposas para asegurar que no fuéramos a agredir al conductor.
Sé que después de una hora de camino, me dormi, y me despertó el garrote del conductor golpeando suave mi muslo izquierdo.
Llegamos, bajense, tengo que mostrar las instalaciones e irme.
Bajamos y vimos un bosque y una cabaña de troncos, en realidad era acogedora.
Entramos, esposados, y nos mostró la cabaña, un solo dormitorio, una sola cama, una mesa de comedor pequeña con dos sillas pegada a la pared y las sillas fijadas en el suelo. Un sillón de dos puestos donde ninguno de los dos podría dormir, un baño, un cuarto de lavado con secadora incluida, había electricid, agua corriente, nevera y despensa aprovisiinadas como para un ejército durante años, una cocina, con todo lo necesario, y un fregadero. Nos dijo que la ropa estaba en el armario. Ningún mueble se podía mover y que la chimenea tenía que encenderse todos los días. Nos enseñó cómo y nos advirtió que una vez que saliera, no podíamos salir hasta que le dieran la orden de buscarnos nuevamente. Así que no era aconsejable jugar con fuego. Nos mostró los barrotes de las ventanas, puerta, y el sistema de seguridad por cámaras por donde nos iban a vigilar. Sin teléfono, sin televisión, sólo un radio a baterías.
Luego de todo esto, se fue dejándonos cautivos en la cabaña. Diciendo que no nos fuéramos a matar uno al otro, que mejor nos llevábamos bien.
Apenas se hubo marchado cerramos la puerta de madera.
Bueno, dijo Johnson, esto es lo que tenemos por tu comportamiento… ¿Te costaba mucho irte a otra mesa?
¿Mi comportamiento? Repliqué. Ja! Si no hubieras sido un idiota, no estaríamos aquí. Sino en casa, tranquilos.
Bueno, pero ahora hay que soportar estas semanas. Y portarse bien. No sea que me separen nuevamente de mi mujer e hijo.
¿Tienes un hijo? Le pregunté.
Si, se llama Joshua. Tiene apenas 8 años. Yo salí hace un año de prisión, mi mujer había quedado embarazada en una visita conyugal, luchó contra su familia, porque le decían que debía abortar, que iba a ser el hijo de un delincuente, aún así, ella llevó el bebé hasta que lo parió. En todo este año he mantenido el empeño en dar lo mejor de mí, y ni siquiera me habían multado, ahora, no voy a poder darle su beso de buenas noches, ni servirle el desayuno. Todo por tu culpa.
¿Mi culpa? Jajajaja esa está buena. Mira, Dylan, vamos a pasar un mes aquí. Mejor nos la llevamos bien. ¿No crees? Voy a ver qué preparo de cenar, mientras, te vas bañando, ya esos meaos apestan.
Jajaja… Y tus axilas también, parece que una familia de enanos hubiera muerto en tus sobacos. Dijo riendo mientras se dirigía al cuarto a buscar un paño para secarse. Al salir, se dirigió al baño, y al pasar por la cocina me dijo:
Realmente, no tengo hambre, lo que sí tengo, es cansancio. ¿Hay como para hacer unos emparedados?
Creo que sí. Le respondí.
Bueno, veré qué tal eres haciendo los emparedados, dejo la puerta abierta. Por si acaso. Y entró al baño.
Yo estaba haciendo los emparedados mientras él se bañaba, y oír el agua correr me dio ganas de orinar. Golpeo suavemente la puerta y entro al baño. Dylan tarareaba una canción, y no se había percatado de mi presencia, hasta que oyó el chorro de mis meaos.
Ya voy a salir, me dijo. Menudas ganas de orinar tenías.
Lávate bien, para que no huelas a meaos. Le dije mientras terminaba de escurrir las últimas gotas. Escuché cuando cerró el grifo de la ducha y se comenzó a escurrir. No sé por qué, pero saber que estaría solo con él, ese tipo cuarentón, aproximadamente de 1,80, blanco cabello rojizo, cuerpo de gimnasio de prisión, aunque por las cortinas se veían buenas piernas, y también unas buenas nalgas, durante todo este tiempo, me estaba haciendo imaginar cosas que despertaban mi morbo. De un momento a otro mi verga morena oscura, comenzó a tomar rigidez. Lo cual había hecho que se me cortaran las ganas de orinar. Y me extrañó, porque nunca había pensado en nada por el estilo, en prisión no fui participante de ninguna violación, jamás.
Salí del baño en silencio y dejé que él se secara y se vistiera. Aunque esto último fue lo que no hizo. Salió muy tranquilo con la toalla amarrada a la cintura y se sentó junto a la chimenea a secarse.
Preparé café y le dije que estaba lista la cena. Se sentó a la mesa de comedor y me vio como en el comedor de la empresa, para luego soltar un resuello y hacer una pequeña broma al dar el primer bocado:
Cariño, es la mejor cena que he tenido en años…
Que bueno que te guste, porque vas a lavar los platos y poner la ropa a lavar mientras me baño corazón. Le respondí.
Está bien, dijo sin inconvenientes.
Terminamos de comer, recogí los platos, serví el café y me senté junto a la chimenea.
Jacobo… Dijo Dylan. ¿Cómo vamos a hacer para dormir? Tú eres más alto y acuerpado que yo, y ninguno de los dos podrá dormir en este sofá. ¿Compartimos la cama?
No veo por qué no, le dije. En el ejército y en la prisión, solía dormir en camas más pequeñas con dos más. Además, yo como me acuesto, amanezco.
Jajaja yo me acuesto sobre la cama y amanezco en el suelo. Dijo Dylan.
Oooook…
Jajajaja pero además, ronco como un tractor.
Mierda… Menuda noche nos espera.
Terminé el café y me fui a bañar. Cuando salí, Dylan jugaba una partida de solitario.
¿Dónde conseguiste las cartas? Le pregunté.
En esa mesa, en la gaveta. ¿Sabes jugar algo?
Jajajaja yo fui a la cárcel por contar cartas en casinos. Cualquier juego lo conozco.
Excelente.
Yo noté que no me quitaba la vista de encima, iba como desde mis pectorales hasta mi entrepierna, volvía a mis pectorales y volvía a bajar.
¿Ocurre algo? Le pregunté.
Sinceramente, nunca había visto un negro desnudo, por lo menos no en la vida real y mucho menos tan de cerca. Tienes buenos pectorales, y tu abdomen es la propia tableta de chocolate. Me llama la atención que no tienes ni un solo vello en el pecho, ni en el abdomen. ¿Eres lampiño o te depilas? Y esos brazos tuyos se ven muy bien trabajados.
Jajaja gracias… En realidad, soy lampiño, donde me sale vello es en las axilas, las piernas, pubis, y eso si me los rasuró. Respondí llevando mis manos a la nuca. Y de un momento a otro, dijo algo que no me habla esperado…
Jacobo, ¿eres gay o bisexual?
Ehhhh… ¿Qué dices? Nada de eso. Nunca ha pasado por mi mente un pensamiento de ese estilo. Yo también soy casado y jamás he sido capaz de serle infiel a mi mujer, menos con un hombre.
Sólo preguntaba fortachón, no lo tomes a mal. Pero en vista de que vamos a ser los únicos que estaremos aquí… Creo que lo mejor es dejar de lado los tabúes y abrir la mente a otras cosas.
¿De qué hablas? Le pregunté.
Mira, a ti se te estaba empezando a parar la verga mientras yo me bañaba y tú orinabas. Lo mismo me pasó a mi cuando estabas duchándote. Yo no soy gay, ni bisexual, tengo mi vida completamente hetero, pero los hombres poco podemos hacer con los impulsos sexuales. En prisión fui violado y violador. En mi primer mes me hicieron suyo unos noventa reclusos. Ya después de la primera semana aprendí que no tenía objeto resistirse, que lo mejor era relajarme y cooperar, de eso dependía mi sobrevivencia, tenía que pensar en mí, y en mi familia.
Entiendo, pero… Entonces, ¿llegaste a disfrutar tener sexo con hombres? ¿Eso no te hace homosexual? ¿Cómo haces para estar con tu mujer después de haber pasado esos años en prisión haciendo lo que hacías y sentir que no te estás haciendo daño y haciéndole daño a ella? Le pregunté, porque en mi cabeza no cabían esas palabras que me acababa de decir.
Mira Jacobo, lo importante no es que haya o no disfrutado, si te digo que no, te miento, pero son cosas que no se pueden comparar. Lo que siento con mi esposa es lo que siento con ella, pero lo que viví en prisión es otra cosa. Vamos a colocarlo de otra manera… ¿Cuál es tu postre favorito? ¿Cómo supiste que te gustaba? Así mismo es el sexo… Puedes experimentar todo lo que quieras, es más, tener relaciones sexuales con hombres no te hace más ni menos masculino. Incluso, puedes seguir con una vida heterosexual, comerle el coño y el culo a tu mujer, chupar sus tetas, meter la verga y disfrutar plenamente del sexo con ella. No se parece en lo más mínimo al sexo entre hombres. Por lo menos así lo siento yo.
Pero… Y entonces, ¿por qué dicen que los gay se enamoran? Porque lo que describe lo que me acabas de decir es puro sexo sin sentimientos. No hay caricias, besos, abrazos, compartir más allá de un montón de feromonas que se diluyen con el orgasmo… ¿Y luego qué? ¿Nada? ¿Me vas a decir que nunca sentiste nada por ninguno de los que tuvieron sexo contigo en la prisión y que jamás te provocó ser tierno y cariñoso con ninguno de tus compañeros sexuales? ¿Jamás hubo besos, caricias, miradas de deseo entre ustedes? ¿Nunca hubo alguien con quien hubieras deseado conocerlo en otras circunstancias y poder tener algo que trascendiera los límites del sexo, algo como para llegar al punto de convivencia y poder tener una estabilidad de pareja? Perdón Dylan, pero creo que no tengo ese interruptor donde se apagan las emociones ligadas al sexo. Si tu lo tienes, te felicito, pero eso, a mi parecer, es una vida vacía, que se llena momentáneamente, pero al momento del clímax, vuelve a ser vacía. Incluso, difiero de que ames en realidad a tu mujer, porque la estás engañando, o peor aún, crees que la engañas, pero el engañado eres tú.
OK, tienes razón, sí, hubo con quienes quise estar en una relación, si te lo niego, te miento, pero ya sabes cómo son las cosas, en algún momento iba a salir, y esa historia no iba a prosperar, me costó trabajo asimilar lo que estaba perdiendo y centrarme en lo que es mi presente. Mi esposa e hijo son mi mundo, no me veo dejando sus vidas por irme a vivir con un hombre.
Jajaja… Y sin embargo, mira… ¿A caso estás solo aquí?
Maldito negro… Murmuró Dylan dándome una mirada como de reojo.
Hagamos un pacto, le propuse.
¿De qué trata?
Olvidemos todo lo que pasó en la fábrica, hagamos de cuenta que estamos conociéndonos y veamos cómo se desarrollan los acontecimientos de ahora en adelante. Sin agresiones, y compartiendo como amigos. ¿Estás de acuerdo? Dije extendiendo la mano.
De acuerdo, dijo Dylan sin titubeos, estrechando mi mano. Aunque quiero agregar algo.
¿Qué Será?
Ya que estaremos los dos solos aquí, no le veo sentido a seguir cubiertos. Podemos andar desnudos, total, somos dos hombres. Ah… Por cierto, yo duermo desnudo. Espero que eso no te incomode jeje…
Para nada… No tengo problemas con la desnudez. Le respondí. Y no terminaba de decir eso cuando se quitó la toalla quedando completamente desnudo ante mi. Dylan es un hombre alto, casi tan alto como yo. Blanco de piel, cabello cobrizo ondulado, típico descendiente de irlandés, ojos verdes oscuro, buenos pectorales, con los pezones diminutos y rosados, el pecho y espalda parecen una guerra entre pecas y pelos, en el pecho eran muy densos los pelos y bajaba una línea recta que dividía perfectamente su abdomen a la mitad y conectaba con su pubis, donde se veía una verga larga, circuncisa, bastante gruesa, podría decir que igual a la mía, reposando sobre un escroto que asemejaba un melocotón de lo redondo y por los vellos cortos, de un tono dorado, asemejando la pelusa que cubre esta fruta, sus hombros bastante desarrollados igual que sus brazos. Estos eran completamente lampiños, en contraste con sus antebrazos, cubiertos por una maraña de pelos cobrizos. Su espalda minada de pecas, desde los trapecios hasta las nalgas. Las cuales estaban cubiertas de pelos completamente, redondas y hermosas… ¿Dije hermosas? Sí, lo dije… Esta pelambre se extendía hasta sus tobillos, los cuales se me estaban antojado tenerlos sobre mis hombros.
Y… ¿Tú no vas a quitarte la toalla?
Ah… Cierto… Me quité la toalla y la dejé sobre el respaldo de una silla.
Dios… Eres grande por todos lados, dijo.
Yo comencé a dar una vuelta muy lentamente con los brazos extendidos hacia los lados y las manos completamente abiertas.
Jacobo… ¿Puedo… Ejem… Puedo tocarte? Dijo Dylan cuando me detuve y quedé frente a él.
¿A qué te refieres? ¿Quieres tocarme, acariciarme? ¿Qué estás tramando?
Ehhhh… Como te dije, jamás había estado frente a un hombre como tu desnudo.
Un negro, le dije.
S… S… Sí…
Me acerqué lentamente, y le dije: toca con plena confianza.
Dylan no podía disimular el asombro y la exitación ante la situación. Sus manos estaban frías, y su frente tenía un poco de sudoración. Poco a poco se fue aproximando a mí, y yo comencé a tocarlo, lo tomé por las caderas y fui subiendo mis manos por sus costados, hasta llegar a su pecho, conseguí tocar sus pezones y se le escapó un gemido. Acaricié sus pectorales velludos y subía por su cuello, mientras que él hacía el recorrido inverso. Ya sus manos estaban al rededor del tronco de mi verga.
Poco a poco me fui acercando a su cara y rocé sus labios con los míos, él los abrió yo presioné levemente mis labios contra los suyos, los cuales abrieron dejando paso a mi lengua. Parecía como si fuera su primer beso.
Él se aferraba a mi espalda como un náufrago a su tabla y yo sentía su respiración acelerarse, lo halé hacia mi y el roce de sus vellos me hizo sentir escalofríos. Lo abracé fuertemente y en ese momento me di cuenta que lo deseaba, más de lo que había deseado estar con alguien, más fuerte de la que había abrazado alguna vez. Ni siquiera con mi mujer había sentido estas ganas de estrechar a alguien tan fuerte. Nos besamos, nos estrujamos uno a otro, mis manos bajaron hasta sus glúteos, buscando su raja, él abrió las piernas un poco, lo suficiente como para que mis dedos se deslizaran en búsqueda de su agujero. Cuando lo toqué sentí un nuevo escalofrío. Mi verga, ya dura a su máxima expresión babeaba incesante precum, ufff… Que magnífica sensación. Lo escuché soltar un suave quejido mientras dos falanges de mi dedo medio e índice profanaban su agujero… Lo solté un poco, y no sé de dónde me vino a la cabeza, cargarlo como cuando cargué a mi esposa para entrar a la casa luego de la boda, así lo llevé al cuarto y suavemente lo acomodé sobre la cama. Lo miré a los ojos y le dije: Es la primera vez que haré algo así… Pero quiero hacer de esta, la primera vez que disfrutes plenamente del sexo.
Quiero que me hagas tuyo mi gigante, quiero que seas mi hombre… Dijo Dylan.
Así será.
Comencé a bajar por su cuello, besando sus pectorales, lamiendo y mordiendo cada fracción de pulgada, llegando a uno de sus minúsculos pezones, lo lamía y lo chupaba, él se retorcía de placer y no paraba de jadear, gemir…
Así, así… Hazme tuyo, uffff hazme sentir que me haces el amor… Decía Dylan entregado totalmente a mis besos y caricias. Yo seguía hurgando en su culo con mis dedos, arrancando un gemido tras otro… Fui bajando por su abdomen hasta toparme con la cabeza de su verga, instintivamente la lamí, lo cual le hizo suspirar, la dejé entrar en mi boca, y comencé a darle una mamada. Muchas veces había escuchado que sólo un hombre puede dar una mamada de verdad placentera a otro, porque sabe cómo le gusta que se la den y como que era verdad, porque Dylan no paraba de gruñir, gemir y pedir más. Lamí sus testículos, incluso, los metí en mi boca, y él no paraba de decir lo rico que lo estaba pasando. Cuando los dejé para lamer la entrada de su culo, se puso boca abajo, cabeza y pecho pegados al colchón, con ambas manos separó sus nalgas y pude ver ese botón rosado, rodeado de esos pelos de color cobre, en medio de esas nalgas similares a melones, uffff… Lamí una y otra vez, introduje mi lengua, y él pedía más. Le fui metiendo dedos, dos, tres… Y entraban sin reparo.
Déjame buscar algo, dijo Dylan. Se bajó de la cama para buscar en su bolso, un pomo de lubricante y un paquete de condones.
Yo me acomodé con la espalda recostada en la cabecera de la cama, las piernas abiertas y mi erección sujetada con la izquierda, mientras con la derecha recorría mis pezones.
Para ser la primera vez que estás con un hombre, eres excelente, me dijo Dylan.
¿En serio?
De hecho, sí, me has hecho sentir cosas que jamás había sentido…
Uffffff eso me gusta. Le dije.
De un momento a otro Dylan se acomodó en mi entrepierna y comenzó a mamar mi verga. Diosssss… Cuanta habilidad, se tragaba cada pulgada como si lo hubiera hecho toda la vida, hasta el fondo, sentía su campanilla rozando, y no le daban arcadas, mi mujer la única vez que llegó a ese punto se fue en vómito, y desde ahí sólo metía la cabeza y de ahí no avanzaba en su boca. Pero este hombre, este tipo con pinta de macho alfa, me hizo recordar las películas de la Cicciolina, con su garganta profunda… Uffffff… Sentí que iba a ser inminente mi corrida y se lo dije, él seguía mamando, lo tomé por la cabeza y fui marcando el ritmo, hasta que lo captó…
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, SIETE disparos de mi leche llenaron su garganta… Él no dejaba que escapara una sola gota, tragaba con gula. Después de acabar, se me acercó a darme un beso, pensé en rechazarlo, pero accedí y lo disfruté, ese sabor a mi leche no me era ajeno, con mi mujer lo había probado, pero este momento era especial.
Dylan se abrazó a mí, colocando su cabeza sobre mi pectoral izquierdo, montando una pierna sobre la mía, y acariciando mi abdomen.
Una moneda por tus pensamientos, le dije. Él me vio y sonrió.
¿En serio quieres saber?
Desde luego…
Pues… De verdad estoy disfrutando mucho esto. Algo nuevo, inesperado, impensable, pero se hizo posible. Lo que me llama la atención es que tu verga no da indicio de bajarse, ¿cuánto tiempo duran tus erecciones?
Jajaja depende… 3 ó 4….jajajaja…
¿Horas? ¿Días?
Jajaja… No… Acabadas… Necesito descargar unas 3 ó 4 veces para poder bajar la erección. Así he sido siempre. Según que es sello de familia… Jajajaja.
Mierda… ¿Eso quiere decir que no se te va a bajar hasta que no se agote la reserva de leche?
Jajaja esa no se agota, siempre hay más y más…
¡Wow! Con razón dicen, una vez que pruebas el chocolate, no vuelves al mantecado…
¿De dónde sacas eso?
Cosas que se oyen en los pasillos de la vida… Jajajaja.
¿Tienes hambre?
Algo.
Bueno, prepara algo mientras doy una meada.
Está bien.
Salí de la habitación, y Dylan salió detrás de mí. Tuve que mear en la ducha porque la erección no me iba a dejar apuntar al excusado. Me lavé bien después de orinar, y dejé correr el agua para que se fueran los remanentes por la cañería. Al salir del baño veo que Dylan tenía un agua hirviendo… ¿Y esa agua?
Pues… Conseguí unos sobres de sopa deshidratada, hay de pollo, camarones, champiñones, espárragos, carne… Según, se vierte el contenido del empaque en una taza, se agrega agua caliente y listo.
Interesante…
Si, así no perdemos tiempo de ir conociéndonos más y mejor. Dijo Dylan viendo mi erección persistente y babeante.
Me le acerco y se arrodilló ante mi. Volviendo a darme una mamada… Así estuvo unos quince minutos, hasta que lo hice levantarse y apoyando las manos sobre el fregadero, dándome la espalda, comencé a lamer su culo. Que delicia de culo…
Fui a la habitación, saqué los condones y el lubricante, él me colocó el condón con la boca, jamás había experimentado eso, fue excitante a más no poder. Coloqué una buena cantidad de lubricante en su culo y a todo lo largo de mi vara de carne negra, y fui empujando lentamente, él se quejaba, y aún no tenía la mitad dentro.
¿Te duele? Si quieres paramos y te saco todo.
¿Estás loco? No es mi primer rodeo, sigue…
Ante esa respuesta, empujé todo lo que quedaba fuera, Dylan soltó un grito desgarrador, le había penetrado con demasiada fuerza. Lo abracé fuertemente, y le decía al oído que me perdonara, que había sido brusco y bruto.
Ya más repuesto, me dijo: A ti como que te va el sexo rudo y salvaje… Pues entonces, disfrutemos vaquero… Haz de mi lo que quieras.
Comencé a bombear su culo, caliente, apretado, mientras lo masturbaba con una mano y con la otra acariciaba su pecho y su abdomen. Uffffff… Eso es la gloria. Iba dándole estocada tras estocada en ese culo hambriento, y él me pedía que le diera más duro. Lo hice ponerse en cuatro, ahí mismo, sobre el suelo de la cocina, y yo arrodillado detrás de él, aferrado a sus caderas, halando su cuerpo hacia el mío. Dame más, gritaba. Y yo le daba más y más duro.
Joder, me corro… Gritó. Dame más duroooo…
Aceleré y aumenté las fuerzas de las embestidas y acabamos al mismo tiempo, él sobre el suelo de la cocina y yo dentro del condón siendo apretado por su culito, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, SIETE disparos más.
Cuando acabamos, retire mi verga dejando ese culo expandido. Wow, que espectacular vista, le dije.
Jajajaja quedé muerto, pero feliz… Dijo riendo. Y eso quedó que se desborda, agregó viendo el condón que estaba repleto de mi leche y aun no me lo había retirado.
Jajaja… Normal… Nada del otro mundo.
¿Siempre acabas así? Dijo como si no diera crédito a lo que veía.
Pues sí, siempre, aunque hay días en que acabo mucho más. Más volumen.
Dios, entonces para donar semen, con semejante descarga, necesitas un galón… Jajaja jajaja jajaja…
Jajajaja jajajaja ¿qué locura es esa?
Locura no, digo por lo que veo, eso no cabe en un vaso de muestra.
Pues… Jamás lo he intentado.
Me dio un beso y revisó la olla. Buscamos una toalla de papel para limpiar el reguero de su semen y ya el agua hervía a borbotones. Me quité el condón, lo arrojé a la papelera, fui al baño a lavarme, luego, de vuelta a la cocina, busqué un par de tazas, coloqué dos sobres y él vertió el agua en las tazas. Esperamos un poco, y sí, hasta trozos de carne salieron al hidratarse… Jajajaja…
Fuimos a la mesa y Dylan me preguntó: ¿No te causa dolor?
¿Qué cosa?
Mantener la erección tanto tiempo…
Realmente, no, uno se acostumbra, le dije. Y él se sonrió.
¿Y a tí? ¿Te duele?
Jajaja… ¿El culo? Sí, aún hay dolor, pero ya pasará.
Por cierto… Excelente sopa cariño… Le dije sonriendo.
Pues sí, le robé la receta a la vecina. Jajajaja.
Después de comer lavé las tazas y Dylan me dijo: ¿Quieres ducharte conmigo?
¡Por supuesto que sí!
Nos dirigimos al baño y entramos en la ducha, era un poco acosada para los dos, inevitable era el roce de nuestros cuerpos bajo el agua, comencé a enjabonarlo, y él se dejaba hacer.
Cuánto pelo tienes… Pareces un lobo rojo. Le dije riendo.
Digamos que es algo que abunda en mi familia. Todos los hombres somos velludos. Tu, en cambio, eres muy singular. Eres lampiño.
Pues, no veo que eso te incomode, ni te parezca feo.
Para nada, me gusta que seas así.
¿En serio?
Pues sí… Dijo Dylan lamiendo uno de mis pezones… Haciendo que soltara un bufido. Siguió bajando, poco a poco hasta encontrar mi erección, se puso de rodillas y comenzó a mamar… Ahhhh que bien lo haces, le dije. Él engullía todo sin problemas, una y otra vez. Desde mi posición veía cómo crecía su verga, y debo admitir que provocaba mamarla, quería saborear su leche. Dylan seguía mamando, como becerro hambriento, buscando sacar hasta la última gota de leche. Me dejé llevar, y en unos veinte minutos ya estaba llenando su boca con mi esencia de macho… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, SIETE chorros que tragó por completo y sin derramar una sola gota. Luego se puso de pie, masturbándose ante mi. Su cara reflejaba lujuria, deseo, yo me arrodillé y comencé a mamarle la verga, con ganas, con pasión, no duró ni cinco minutos en correrse en mi boca, fue un solo disparo, pero abundante, tragué todo lo que había caído en mi boca y seguí mamando quería sacar doble ración.
Uffffff… ¿Quieres más leche cariño? Me decía Dylan con deseo. A lo que yo asentí. Que bien mamas Dios. Tu boca me vuelve loco…
Yo iba mssajeando sus pectorales y estrujando sus pezones… Sacando un quejido tras otro… Aproximadamente unos quince minutos después, me anuncia que se va a correr… Toma mi cabeza y va marcando el ritmo, me estaba cogiendo por la boca… Uffffff… Cuando sentí el primer disparo, mi verga comenzó a vaciarse sobre su pie derecho. Sin tocarme. Diosssss que ricooooo…
Tragué toda su leche, y al ponerme de pie Dylan vio que ya mi erección estaba pasando.
Uffffff cuatro acabadas, tenías razón, me dijo sonriente.
Jeje… Sí, es exigente…
Ambos reímos, terminamos de bañarnos y salimos para secarnos e ir a dormir. Ya eran más de las 23h00. Y sentíamos algo entre cansancio y restos de placer.
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