Llegué a la conclusión de que hice todo eso, porque nadie me conocía en Barcelona.
Un turista llega a la ciudad de Barcelona, y la primera noche visita por curiosidad un bar gay, y sucede lo que él jamás había pensado que le podía suceder..
Llegué a la conclusión de que hice todo eso, porque nadie me conocía en Barcelona.
En un sin fin de ocasiones, ya me había ido de vacaciones a otros países, pero por primera vez en mi vida que, sentí esa rara sensación, que me llevó a actuar de manera tan especial.
Como les he dicho, no es la primera vez que viajo solo, pero si es la primera vez que comencé a sentir esa rara sensación.
Por lo que me puse a pensar la razón o el motivo, que me llevaba a pensar, o mejor dicho a desear, el tener relaciones con otro hombre, pero de manera pasiva como dicen.
Cuando jamás en mi vida, había sido gay, ni maricón, ni nada que ver con llegar a tener sexo con otro hombre, y mucho menos dejar que me llegasen a penetrar.
Allí me encontraba yo, bien lejos de casa, donde ni conocía a nadie, y nadie me conocía a mí.
Lo raro de todo eso es que después de instalarme en la habitación del hotel, bajé a la recepción para preguntar por un bar donde tomarme unos tragos, uno de los empleados me habló de dos lugares cercanos al hotel.
Pero cuando otro comentó, que el segundo bar se la pasaba lleno de maricones, buscando machos.
No sé qué cosa rara sentí dentro de mí, que apenas salí del hotel, me encaminé directo a la segunda dirección.
Cuando entré me decía a mí mismo que era por curiosidad, pero a medida que comencé a beber, y a observar el ambiente, comencé a sentirme raro, es decir como si nada me importase.
Al poco rato de estar sentado en la barra, apareció un joven, y que de la nada comenzamos a charlar.
Lo que me llamó la atención, fue que él actuaba de manera bien afeminada, y yo al igual que él, también lo hacía.
Pero al poco rato se marchó, y fue cuando apareció, un tipo de más o menos mí misma edad, de hablar bien varonil, pero de elegantes modales.
Comenzamos a conversar, de todo un poco, pero a medida que seguimos charlando, nos fuimos de la barra a una de las mesas, donde seguimos bebiendo, y charlando.
Yo si me daba cuenta de mi amanerada manera de hablar, pero aun y así seguía haciéndolo.
Y mientras charlaba despreocupadamente con él, en una de esas, no sé cómo se me ocurrió colocar mi mano sobre una de sus rodillas.
La verdad es que al darme cuenta que la reacción del fue de agrado, como que me arriesgué a seguir actuando de esa manera, y suavemente fui subiendo mi mano por su pierna, hasta que me detuve a medio muslo.
Indeciso, entre detenerme o continuar, cosa que no hice, hasta que escuché decir a mi acompañante, lo mucho que le agradaría disfrutar de un masaje.
Para mi fue, como si me hubiera dado luz verde, y cuando seguí deslizando mi mano sobre su pierna, a los pocos segundos me topé con esa cosa dura y caliente, bajo la tela del pantalón.
En ese instante con una gran sonrisa en su rostro, me invitó a que lo acompañase a su piso, lo que yo sin llegar a dudarlo por un instante acepté de inmediato.
En el trayecto a su casa, apenas salimos del bar, sentí como me pasaba uno de sus brazos por sobre mi hombro, como si fuéramos viejos conocidos, o algo más.
Yo la verdad es que esperaba llegar a tener algo de sexo, lo que me sorprendía a mí mismo, era la forma tan despreocupada en que yo actuaba.
Como ya les dije en mi vida, ni tan siquiera me había imaginado como sería llegar a tener sexo con otro hombre.
Pero en ese momento tenía la certeza de que él me iba a hacer sentir eso que yo andaba buscando desde que entré a ese bar.
En el trayecto a su piso, en cierto momento, me ha plantado un tremendo beso en el medio de la calle.
Pero no conforme con eso, además de introducir su lengua dentro de mi boca, sentí como de manera firme, me agarraba ambas nalgas con sus manos.
Sin que yo llegase a oponer la menor resistencia, lo que más me impresionó de todo eso, fue que una pareja de ancianos se nos ha quedado viendo, de pies a cabeza, y la verdad es que no me importó nada, lo que fueran a pensar de mí y de mi acompañante.
Así que apenas terminó de besarme, seguimos caminando a su apartamento.
Realmente no caminamos mucho, era un viejo edificio, y él vive en el segundo piso, así que apenas entramos, algo me llevó nuevamente a dejarme besar de manera ardiente, a medida que sus manos recorrían mi cuerpo, y en especial mis nalgas.
Yo me sentía como en las nubes, es decir, estaba encantado con todo lo que estaba sucediendo, por lo que apenas entramos a su apartamento.
En ese instante voluntariamente comencé a despojarme de toda la ropa que tenía puesta, hasta que terminé por completo desnudo, mientras que él aún permanecía por completo vestido.
Yo me arrodillé frente a él, y acercando mis manos a la cremallera de su pantalón, se la fui bajando, con calma, hasta que, a los pocos segundos, con una de mis manos extraje su miembro.
De inmediato al verlo entre mis dedos, mentalmente lo comparé con el mío, y a pesar de que no se encontraba erecto, me di cuenta que el de él era mucho más grueso y largo.
Al principio únicamente me limité a ir pasando su adormecido miembro por sobre mi rostro, hasta que poco a poco fui sintiendo como se fue tonificando.
Además de que también fui sintiendo como su peculiar olor poco a poco como que iba inundando todo el ambiente.
Yo en una de esas mientras él tomaba asiento en una poltrona, comencé a pasar lentamente mi lengua por sobre el tallo y el colorado glande de su miembro, tal como si fuera un helado de barquilla, para al poco rato, dedicarme a mamárselo gustosamente.
Lo que de seguro estaba haciendo como si realmente fuera un profesional en eso, lo cierto es que le estaba haciendo, lo que me gustaría que me hicieran a mí en algún momento.
Por un rato me mantuve mama que mama, hasta que, con calma extrajo su verga de mi boca, y señalándome el dormitorio, me condujo hacía el.
Ya frente a la cama, pensé en simplemente recostarme bocabajo, separar mis piernas, y levantar mis nalgas, tras colocar una almohada bajo mi barriga.
Pero lo que se me ocurrió fue pedirle que me permitiera darme una refrescante ducha, a lo que él gustosamente aceptó, y al poco rato luego de ducharme, regresé completamente fresquecito, y deseoso de que él me penetrase.
Y aunque les parezca algo raro, el actuar de esa manera, moviendo mis caderas, y disfrutando de las caricias, y besos que mi amante me daba, hizo que llegase a la conclusión de que hacía todo eso, porque nadie me conocía.
Lo cierto es que él me siguió besando, y acariciando, por casi todo mi cuerpo, sentí sus firmes dedos, por entre mis nalgas, y una especie de escalofrió recorría todo mi cuerpo, hasta que lentamente me fue colocando como él quería que yo estuviera.
Sentí sus firmes manos separando mis nalgas, y hasta sentí como su lengua exploró deliciosamente mi culo, para luego lentamente comenzar a ir introduciendo varios de sus dedos poco a poco.
Mientras que yo chillaba de placer, y le pedía que finalmente me penetrase con su erecto miembro.
Cosa que hizo al poco rato, por lo que fui sintiendo lenta y suavemente como su glande fue atravesando y penetrando mi apretado esfínter.
La verdad es que sentí algo de dolor, pero poco a poco eso fue cambiando a esa rara sensación que buscaba yo sentir, desde que entré al bar, así que a medida que él me penetraba divinamente, yo movía mis caderas, y me masturbaba hasta más y no poder.
El tiempo que me quedé en Barcelona lo pasé en su apartamento, y la verdad es que fueron las vacaciones más ricas que he disfrutado, además de que me ahorré el pago del hotel.
Ya que aparte de que mi amante me atendió a las mil maravillas, hubo algunas noches, en que venían a su apartamento, algunos amigos de él, y sin problema alguno, me han hecho la persona más feliz del mundo.
Al ponerme a mamar, o hacerme lo que les dio gusto y gana por el culo, cosa que desde que regresé del viaje, me he sentido vació como si me hiciera falta todo eso que mi amante y sus amigos me hicieron.
Por lo que estoy pensando como puedo volver a sentirme de la misma forma y manera, pero con la complicación de que a diferencia de Barcelona aquí si me conocen.
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