Llegué a la conclusión de que me puse a mamar y dejé que gustosamente me dieran por el culo, simple y llanamente porque nadie me conocía en esa ciudad
Un turista se da cuenta de que nadie lo conoce en la ciudad que se encuentra, y decide probar que se siente el dejar que otro hombre le de por el culo y lo ponga a mamar su verga..
En un sin fin de ocasiones, ya me había emborrachado antes, pero en esa ocasión fue la primera vez en mi vida que, estando borracho, sentí esa rara sensación, que me llevó a actuar de manera en que lo hice.
Como les he dicho, no fue la primera vez que me emborrachaba, pero si es la primera vez que comencé a sentir esa rara sensación, por lo que me puse a pensar la razón o el motivo, que me llevaba a preguntarme que se sentiría que otro hombre me diera por el culo.
Cuando jamás en mi vida, había sido gay, ni maricón, ni nada que ver con llegar a tener sexo con otro hombre, y mucho menos dejar que me dieran a mí por el culo.
Allí me encontraba yo, solo disfrutando de una vacaciones, bien lejos de casa, es más en otro país, donde ni conocía a nadie, y nadie me conocía a mí, lo raro de todo eso es que estando en el hotel, al preguntar por un bar donde tomarme unos tragos, uno de los empleados me habló de dos lugares cercanos al hotel.
Pero cuando otro de los empleados comentó, que el segundo bar se la pasaba lleno de maricones, buscando machos, no sé qué cosa rara sentí dentro de mí, que apenas salí del hotel, me encaminé directo a ese sitio.
Cuando entré me decía a mí mismo que era por curiosidad, pero a medida que comencé a beber, y a observar el ambiente, comencé a sentirme raro, es decir como si nada me importase.
Al poco rato de estar sentado en la barra, apareció un chico, bastante joven, y que de la nada comenzamos a charlar, lo que me llamó la atención, fue que él actuaba de manera bien afeminada, y yo al igual que él, también lo hacía.
Pero al poco rato se marchó, y fue cuando apareció un tipo de más o menos mí misma edad, de hablar bien varonil, pero de elegantes modales, comenzamos a conversar, de todo un poco.
Pero a medida que seguimos charlando, nos fuimos de la barra a una de las mesas, donde seguimos bebiendo, y charlando, yo sí me daba cuenta de mi amanerada forma de hablar, pero aun y así seguía haciéndolo.
Y mientras charlaba despreocupadamente con él, en una de esas, no sé cómo se me ocurrió colocar mi mano sobre una de sus rodillas, la verdad es que al darme cuenta que la reacción del fue de agrado, como que me arriesgué a seguir actuando de esa manera, y suavemente fui subiendo mi mano por su pierna, hasta que me detuve a medio muslo, indeciso, entre detenerme o continuar.
Cosa que no hice, hasta que escuché decir a mi acompañante, lo mucho que le agradaría disfrutar de un masaje, para mí fue, como si me hubiera dado luz verde, para continuar, y cuando seguí deslizando mi mano sobre su pierna, a los pocos segundos me topé con esa cosa dura y caliente, bajo la tela del pantalón.
En ese instante mi acompañante con una gran sonrisa en su rostro, me invitó a que lo acompañase a su piso, lo que yo sin llegar a dudarlo por un instante acepté de inmediato.
En el trayecto a su casa, apenas salimos del bar, sentí como me pasaba uno de sus brazos por sobre mi hombro, como si fuéramos viejos conocidos, o algo más.
Yo la verdad es que esperaba llegar a tener algo de sexo con él, lo que me sorprendía a mí mismo, era la forma tan despreocupada en que yo actuaba, como ya les dije en mi vida, ni tan siquiera me había imaginado como sería llegar a tener sexo con otro hombre.
Pero en ese momento tenía la certeza de que mi acompañante me iba a hacer sentir eso que yo andaba buscando desde que entré a ese bar.
En el trayecto a su piso, en cierto momento, me ha plantado un tremendo beso en el medio de la calle, pero no conforme con eso, además de introducir su lengua dentro de mi boca, sentí como de manera firme, me agarraba ambas nalgas con sus manos.
A todas estas, sin que yo llegase a oponer la menor resistencia, lo que más me impresionó de todo eso, fue que una pareja de ancianos, se nos ha quedado viendo, de pies a cabeza, y la verdad es que no me importó nada, de lo que fueran a pensar de mí y de mi acompañante, así que apenas terminó de besarme, seguimos caminando a su casa.
Realmente no caminamos mucho, era un viejo edificio, y él vive en el segundo piso, así que apenas entramos, algo me llevó nuevamente a dejarme besar de manera ardiente por él, a medida que sus manos recorrían mi cuerpo, y en especial mis nalgas.
Yo me sentía como en las nubes, es decir, estaba encantado con todo lo que estaba sucediendo, por lo que yo voluntariamente, comencé a despojarme de toda la ropa que tenía puesta, hasta que terminé por completo desnudo, mientras que él aún permanecía por completo vestido.
Me arrodillé frente a él, y acercando mis manos a la cremallera de su pantalón, se la fui bajando, con calma, hasta que, a los pocos segundos, con una de mis manos extraje su miembro.
Al principio únicamente me limité a ir pasando su adormecido miembro por sobre mi rostro, hasta que poco a poco fui sintiendo como se fue tonificando, además de que también fui sintiendo como su peculiar olor poco a poco como que iba inundando todo el ambiente.
Yo en una de esas mientras él tomaba asiento en una poltrona, comencé a pasar lentamente mi lengua por sobre el tallo y el colorado glande de su miembro, tal como si fuera un helado de barquilla, para al poco rato, dedicarme a mamar.
Lo que de seguro estaba haciendo como si realmente fuera un profesional en eso, lo cierto es que le estaba haciendo, lo que me gustaría que me hicieran a mí en algún momento.
Por un rato me mantuve mama que mama, hasta que, con calma extrajo su verga de mi boca, y señalándome el dormitorio, me condujo hacía el, ya frente a la cama, pensé en simplemente recostarme bocabajo, separar mis piernas, y levantar mis nalgas, tras colocar una almohada bajo mi barriga.
Pero lo que se me ocurrió fue pedirle que me permitiera darme una refrescante ducha, a lo que él aceptó, y al poco rato regresé completamente fresquecito, y deseoso de que él me penetrase.
Aunque les parezca algo raro, el actuar de esa manera, moviendo mis caderas, y disfrutando de las caricias, y besos que mi amante me daba, hizo que llegase a la conclusión de que hacía todo eso, porque nadie me conocía.
Lo cierto es que me siguió besando, y acariciando, por casi todo mi cuerpo, sentí sus firmes dedos, por entre mis nalgas, y una especie de escalofrió recorría todo mi cuerpo, hasta que lentamente me fue colocando como él quería que yo estuviera.
Sentí sus firmes manos separando mis nalgas, y hasta sentí como su lengua exploró deliciosamente mi culo, para luego lentamente comenzar a ir introduciendo varios de sus dedos poco a poco, mientras que yo chillaba de placer, y le pedía que finalmente me penetrase con su erecto miembro.
Cosa que hizo al poco rato, por lo que fui sintiendo lenta y suavemente como su glande fue atravesando y penetrando mi apretado esfínter, la verdad es que sentí algo de dolor, pero poco a poco eso fue cambiando a esa rara sensación que buscaba yo sentir, desde que entré al bar.
El tiempo que me quedé en Barcelona, me mudé a su piso, y la verdad es que fueron las vacaciones más ricas que he disfrutado, ya que aparte de que él me atendió a las mil maravillas, hubo algunas noches, en que venían a su apartamento, algunos amigos de él, y sin problema alguno, me han hecho la persona más feliz del mundo.
Al ponerme a mamar, o darme como les dio gusto y gana por el culo, cosa que desde que regresé del viaje, como que estoy meditando si visito otras ciudades de mi país, y como no conozco a nadie, a ver que pasa.
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