Lo que me sucedió en aquella excursión…
Un excursionista se separa del grupo, pierde el camino, y al darse cuenta decide acampar al lado de una poza, la que aprovecha para darse un baño, cuando es sorprendido por un tipo armando, que tras verlo desnudo, decide sodomizarlo.
Lo que me sucedió en aquella excursión…
Pertenezco, a un grupo de personas que acostumbramos a salir a caminar ya sea por montañas, ríos, bosques, o veredas, en fin en pleno contacto con la naturaleza.
Pero posiblemente todo se debió a un tonto error de mi parte, en lugar de llegar al punto de partida, me fui en otra dirección, en consecuencia, no me encontré con nadie del grupo, aunque yo lo ignoraba, más bien pensé que yo había llegado algo tarde, y los demás habían partido sin esperarme.
Así que, con la idea de darles alcance, me encaminé solo por una vereda que se adentraba en el bosque de esa montaña, por la cual erróneamente supuse que el grupo había tomado.
Lo cierto es que ellos se encontraban en otro lugar muy distante, que por mucho que yo caminase jamás les iba a dar alcance y mucho menos encontrar.
La zona por la que yo me encontraba caminando era un bosque subtropical, de abundante y exuberante frondosa vegetación.
En ciertas zonas me encontré con pequeñas plantaciones de bananos o plátanos, así como de café, enclavados en las faldas de las montañas por las que yo andaba caminando. Ya había comenzado a atardecer, y decidí levantar un pequeño campamento, antes de que cayera la noche, por suerte o por lo menos así lo pensé en esos momentos, me encontré con un pequeño riachuelo o quebrada, de aguas frescas y cristalinas, y tras subir corriente arriba di con un pequeño pozo.
Después de que medio levanté mi carpa, y como me encontraba completamente solo, y muy acalorado por la larga caminata, decidí darme un refrescante baño, en la pequeña posa de agua.
Por lo que sin pensarlo mucho me quité toda la ropa, y completamente desnudo me metí al agua por un buen rato, ya cuando me comencé a sentir algo de frío, decidí salirme.
Fue cuando me encontré parado frente a mí a ese hombre, mal encarado, algo mayor, barbudo, sucio, armado con una escopeta, y acompañado por un gran perro, de color negro.
Su ropa estaba toda sucia y manchada, además su sudor era tan y tan fuerte, que a los tres o cuatro metros que yo me encontraba de él lo podía oler.
Aunque me asusté al ver la escopeta, no pensé que nada malo me fuera a pasar, así que con una gran sonrisa lo saludé.
Fue cuando él apuntándome con el arma y con su mano derecha procedió a cargarla con la izquierda, al mismo tiempo que me decía que no me moviera.
Yo que no esperaba que eso me sucediera, me quedé paralizado, y con ambas manos tratando de ocultar mi desnudes, ocultando con ellas mi miembro.
Mientras que él sin dejar de apuntarme, me preguntó que yo hacía por ese lugar, y a pesar del miedo que tenía le respondí que me encontraba acampanando.
Nuevamente él sin darme su nombre ni decir quién era, continuó haciéndome preguntas, sin dejar de apuntarme.
Ya bastante asustado, traté de responderle de la manera más clara posible, a fin de que no se fuera a molestar conmigo, en cierto momento me preguntó si tenía algún arma, y de inmediato le dije que no, pensando que se refería a armas de fuego, fue cuando él con su boca me señaló el machete, con el que en parte me fui abriendo camino, a través de la espesura de ese selvático bosque.
Por lo que le pedí disculpas, y le dije que pensaba que se refería a armas de fuego, ya que lo único que cargaba era ese machete y un cuchillo de caza que tenía dentro de mi morral.
De inmediato y sin ni tan siquiera pedirme permiso, agarró el machete, y con la misma sacó todas mis pertenencias de mi morral, agarrando de inmediato el cuchillo, lo observó detenidamente, se medio sonrió y sin más ni más lo colocó en su cintura, a todas estas sin dejar de apuntarme, con la escopeta.
Yo ya comenzaba a titiritar de frio, y le pedí permiso para terminar de salir de la posa y secarme.
No me respondió nada, solo hizo un seco gesto afirmativo con su cabeza, por lo que de manera lenta salí de la posa, y con la misma lentitud agarré mi toalla y comencé a secarme, no fuera a ser que él se pusiera nervioso y se le escapase un tiro.
A medida que me estaba secando, me coloqué de espaldas a él y fue cuando puse uno de mis pies, sobre una roca de cómo unos cuarenta centímetros de alta, cuando de momento volteé a ver al tipo ese, y me di cuenta de la manera tan insistente que veía mis nalgas, lo que en medio de todo me asustó mucho más.
Por lo que, de manera discreta, procuré colocarme de frente a él, pero procurando no contrariarlo, una vez que me sequé completamente, le pregunté de la misma manera que si podía vestirme, fue cuando sin darme explicación alguna me dijo que no.
Yo sin saber que hacer o cómo actuar, se me ocurrió que, si le buscaba conversación, quizás se diera cuenta de que yo no era peligroso, y que no hacía falta que me apuntase todo el tiempo con esa escopeta.
Le dije mi nombre, que venía de la ciudad, y que ocasionalmente un grupo de amigos y conocidos nos reuníamos para salir a caminar, pero que por lo visto ellos se fueron sin mí y yo traté de darles alcance.
En ese instante él secamente me ordenó que me callase, y fue cuando me dijo que llevaba varios meses, sin acostarse con una mujer, yo como que no vi la relación de lo que él me estaba diciendo con mi persona, hasta que continuó hablando y me dijo. “Yo quiero comerte el culo a ti, ahora.”
Fue cuando me dijo de manera sínica “¿Lo hacemos por las buenas, o por las malas? tú decides.”
Cuando le escuché decirme eso quedé petrificado, de inmediato procuré aclararle que yo no era maricón, ni nada que se le pareciera.
Pero él sin dejar de apuntarme con su arma continuó diciéndome, eso a mí me tiene sin cuidado, yo lo que quiero es comerte el culo, ya te dije, por las buenas o por las malas.
A todas estas el perro comenzó a caminar a mí alrededor, ladrando ocasionalmente, hasta que el tipo ese le dijo. “Quieto Negro, si trata de escaparse te lo muerdes.” Eso me puso aún mucho más nervioso, y asustado.
Yo que estaba muerto de miedo, cuando él me ordenó que me recostase sobre una gran roca bastante plana, casi ni me podía mover, del miedo que tenía.
Al ver que yo no le hacía caso, se me acercó y con la culata de la escopeta me ha dado un fuerte golpe en la boca del estómago, sacándome todo el aire.
Haciendo que perdiera el equilibrio, y cayera sobre la roca, yo quedé boca abajo, agarrándome mí estómago y cuando traté de incorporarme, sentí el cañón de la escopeta, y una de sus botas contra mi espalda, al tiempo que su perro amenazadoramente me ladraba a pocos centímetros de mis piernas, por lo que su dueño le ordenó que se callase, y se fuera a echar donde él le señalaba.
Yo ya casi llorando le comencé a pedirle y a suplicarle, que no me hiciera daño, que no me hiciera eso, y lo siguiente que escuché claramente fue su fuerte risa y como él bajaba la cremallera de su pantalón.
De inmediato me dio una patada con la punta de su bota en mis pies, al tiempo que me ordenaba secamente que separase las piernas.
Temblando de miedo, y sin dejar de llorar, de inmediato le obedecí, él le dijo algo a su perro que se paró prácticamente a mi lado, mientras él se debió quitar las botas, y también los pantalones, se acercó a mí, e inclinándose sobre mi cuerpo me dijo. “Ya te dije o por las buenas, y eso es en silencio sin ponerte a decir nada, o por las malas.”
Fue cuando sentí el filo del cuchillo del cual él se había apropiado, apoyándolo contra mi garganta, por lo que no me quedó más remedio que decirle, por las buenas.
Yo me encontraba en una posición que por más está decir, era sumamente humillante, desventajosa, y que me llenaba de vergüenza. Yo cerré los ojos, y me puse sumamente tenso y rígido, cuando en un tono de voz más sosegado, él me dijo. “Si mantienes el culo apretado te va a doler muchísimo, y de inmediato comencé a sentir varios de sus dedos, seguramente llenos de su propia saliva, abriéndose paso entre mis nalgas, hasta mi apretado esfínter.
Al mismo tiempo que me fue diciendo. “Bueno si tú quieres que te duela mucho más, haz lo que te venga en gana.”
Así que a medida que sus dedos rozaban al principio mi esfínter, al poco rato los sentí como me penetraban el culo.
Yo ante lo impotente que me sentía, lo único que pude hacer fue continuar llorando, a medida que él continuaba introduciendo varios de sus dedos dentro de mi cuerpo.
De momento los sacó, y nuevamente embadurnó mi culo con su propia saliva, fue cuando comencé a sentir esa cosa grande, caliente, y dura que se fue abriendo paso entre mis nalgas, y mi esfínter.
El dolor era sumamente intenso, las lágrimas tanto de vergüenza, impotencia y dolor no paraban de correr por mis mejillas, a medida que poco a poco, toda su verga fue penetrando mi culo completamente.
Además de eso el olor o la peste de su sudor me sofocaban, y me mareaba, eso para mí fue una especie de tortura, de suplicio, hasta que comencé a sentir también su barriga, contra mi espalda y sus testículos golpeando mis nalgas.
Al poco rato él comenzó a moverse, metiendo y sacando más y más toda su gruesa verga dentro de mí.
Fue cuando me comenzó a pasar algo raro, a medida que él continuaba haciéndome eso, sentí su boca y su aliento aguardentoso, mordisqueándome la nuca, al igual que los lóbulos de mis orejas.
Sin detenerse, metía y sacaba su verga de mi culo, una y otra vez, al tiempo que yo no sé cómo ni el por qué comencé a mover mis caderas al mismo ritmo que mi atacante me penetraba.
Sus manos me tomaron por debajo de mis brazos y con mayor fuerza continuaba dándome sabrosamente con su verga por mi culo.
Yo dejé de llorar por el dolor y la vergüenza de sentirme impotente ante lo que me estaba sucediendo, y en lugar de eso, de cierta manera me di cuenta de que me estaba gustando lo que él me estaba haciendo.
Al grado que, de momento, sin yo mismo tocar mi verga, acabé, me vine a medida que él no dejaba de meter y sacar su verga de mi culo.
De momento sentí que mi atacante, me apretó con mucha mayor fuerza, y sus rápidos movimientos, se fueron haciendo más y más lentos, al tiempo que como que trataba de meter más y más adentro de mi culo su verga.
Yo estaba extenuado, y cuando extrajo su pedazo de carne de entre mis nalgas, sonó como quien descorcha una botella de champan. Yo permanecí tal y como él me había dejado, con mis piernas separadas, y mi culo completamente abierto, chorreando su leche por mis muslos.
Medio levanté la cabeza, y vi cómo se limpiaba su verga que de por si era mucho más grande y gruesa que la mía, con mi camisa, después de meterla al agua.
Yo seguía tirado sobre esa gran roca, con mi culo bien abierto y quedándome casi dormido, cuando sentí que colocaba su verga contra mis labios, y sin decir palabra, yo abrí mi boca y me dediqué a mamar su verga hasta que se vino, obligándome a tragar todo su semen.
Después de eso, el tipo ese, se volvió a poner sus sucios pantalones y botas, agarró su escopeta, le gritó algo a su perro, y llevándose mi cuchillo y mi machete en medio de la noche desapareció en la espesura del bosque.
Yo no sé cuánto tiempo me quedé en la posición que me dejaron, pero apenas tuve las fuerzas suficientes, me lavé en la posa, y diciéndome a mí mismo que no era maricón, me debí quedar dormido.
Cuando desperté, me di cuenta de que olía a perro, y al sudor de ese tipo, así que me di otro baño en la posa, luego recogí todo, y regresé sobre mis pasos, con mi culo tremendamente adolorido, no quería aceptar por nada del mundo que lo que me había sucedido me había gustado por lo menos en parte.
Aun cuando me ducho, en ocasiones me acuerdo de lo sucedido, y de manera casi sin darme cuenta, acaricio mi esfínter con mis dedos, pero aparte de eso, he vuelto a tener encuentro con otros hombres, aunque para serles franco, en ocasiones me he sentido muy tentado a volver a pasar por aquella vereda.
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