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Dominación Hombres, Fantasías / Parodias, Gays

Los Hermanos de la Caseta (5) El Mayor me Vuelve a Comer

Ultimo relato con los hermanos de la caseta, espero les guste.

Era otro turno nocturno, no podia dejar de pensar en la follada que medio el hermano menor, cuando pase por la caseta los vi, me saludaron normal y el mayor se ofreció a llevarme a casa. Subí al carro sin pensarlo, aunque sabía que esa noche no sería nada tranquila.

El silencio pesado entre nosotros se rompió cuando, sin avisar, su mano agarró la mía con fuerza. No fue un roce suave, sino un apretón firme que me hizo sentir la potencia que tenía, su dominio palpable en cada movimiento.

Sin apartar la vista del camino, habló con esa voz grave, seca, casi un gruñido:

—No dejo de pensar en ti. Y esta vez no pienso esperar más.

No me dio tiempo a reaccionar, porque giró el volante hacia un callejón oscuro, y de inmediato su cuerpo se lanzó sobre mí, aplastándome contra el asiento.

Sus labios encontraron los míos en un beso brutal, urgente, reclamándome como si fuera suyo. No hubo dulzura, solo hambre, un fuego voraz que me hizo temblar.

Su mano se deslizó bajo mi camiseta, apretando mi pecho, mientras la otra me sujetaba firme por la cintura, sin espacio para escapar.

Sentí su respiración pesada, sus dedos apretándome, y su lengua invadiendo mi boca con agresividad. Me empujó contra él, y yo me dejé llevar por ese deseo crudo que él despertaba.

—Eres mío esta noche —susurró al oído, con un tono de orden—. Y voy a hacer que lo recuerdes.

No necesitó más palabras. Su cuerpo presionó el mío con fuerza, y en ese momento supe que iba a ser una noche salvaje, sin espacio para la ternura, solo para el instinto y el deseo sin control.Llegamos a mi casa y, sin decir palabra, bajó del carro antes que yo. La tensión entre nosotros era tan densa que casi podía cortarla con las manos. No era momento para rodeos, lo sabía, y él tampoco.

Abrí la puerta y apenas entré, sentí su cuerpo pegándose al mío con fuerza. Sus manos me atraparon la cintura, empujándome contra la pared con una presión que no dejaba espacio para la duda.

Sus labios encontraron los míos en un beso duro, urgente, con esa hambre bestial que lo caracterizaba. No había delicadeza, solo deseo bruto y necesidad de poseer.

Me tomó con fuerza, sus dedos apretando y explorando como si quisiera memorizar cada parte de mí. Mi respiración se aceleraba, el calor subía por todo mi cuerpo mientras él me dominaba sin piedad.

—Te he esperado demasiado, luis —gruñó, su voz baja y llena de tensión—. Esta noche vas a saber lo que es perder el control.

Sin esperar más, me levantó en brazos y me llevó directo a la habitación, sin soltarme ni un segundo. La puerta se cerró tras nosotros, y en ese instante supe que todo lo que vendría sería salvaje, intenso y sin frenos.

Apenas cerró la puerta detrás de nosotros, su cuerpo volvió a aplastarme contra la pared, sus manos agarrándome con fuerza y ansias contenidas. No había tiempo para juegos; cada gesto suyo estaba cargado de ese deseo brutal que tanto me excitaba.

Sus labios descendieron sobre mi cuello, mordiendo y lamiendo con ferocidad, dejando un rastro de fuego en mi piel. Sentí su aliento caliente, su respiración acelerada, y su mano recorriendo mi espalda, bajando hasta la cintura para apretarme con más fuerza.

Lo miré, sus ojos brillaban con una intensidad salvaje que me hizo temblar. No había espacio para la ternura, solo para la pasión más pura y desatada.

Me empujó hacia la cama, sin soltarme ni un instante, y me hizo recostarme con cuidado pero firmeza. Sus manos desabotonaron mi camisa con rapidez, mientras sus dedos se clavaban en mi piel, recorriendo cada centímetro con urgencia.

Su boca siguió el camino de sus manos, besando, mordiendo, y arrancando gemidos de mi garganta. Sentí su cuerpo encima del mío, presionándome, dominándome, haciendo que me rindiera por completo a ese deseo animal.

Con un movimiento rápido y decidido, se liberó de su pantalón, y yo lo miré, sin poder apartar la vista de su cuerpo desnudo, fuerte y ardiente. Sus ojos buscaron los míos, con esa mezcla de desafío y hambre.

—Prepárate —dijo, su voz ronca y grave—. Porque esta noche no habrá quien nos detenga.

Y entonces, sin más aviso, me penetró con fuerza, haciendo que el mundo entero desapareciera excepto él, su cuerpo, y el placer que nos consumía a los dos.

Sus movimientos dentro de mí se hicieron más profundos y duros, marcando el ritmo salvaje de esa noche. Cada embestida era una mezcla de fuerza y dominio que me hacía perder el control por completo. Sentía su cuerpo firme contra el mío, su respiración pesada, y sus manos apretándome la cadera con insistencia.

De repente, bajó la mirada con una sonrisa desafiante y sin apartarse un instante, deslizó una mano hacia mi rostro. Tiró de mi barbilla con firmeza y, sin darme tiempo a reaccionar, me obligó a abrir la boca.

Con la misma intensidad con la que me penetraba, empezó a follarme la boca, empujándome con fuerza y sin perder el ritmo, reclamándome sin reservas. Sentí cómo su lengua jugaba con la mía, dominándome, haciéndome suyo en todos los sentidos.

No había espacio para dudas ni para pausas, solo para ese deseo crudo y brutal que él manejaba con maestría. Mis manos se aferraron a su cintura mientras me dejaba llevar por esa mezcla de placer y necesidad absoluta.

Cada embestida en mi boca era un recordatorio de quién tenía el control, y yo me rendía, disfrutando cada segundo de esa dominación salvaje. Mientras seguía follándome la boca, sentía cómo su cuerpo vibraba con cada embestida, y su respiración se hacía cada vez más entrecortada. La fuerza con la que me tomaba me hacía temblar, pero también me excitaba como nada antes. No había espacio para la ternura, solo para el deseo bruto que nos consumía.

Mis manos se aferraron con fuerza a su cintura, intentando mantenerme firme mientras él marcaba el ritmo sin piedad. Su mirada, aunque dura y dominante, brillaba con esa intensidad que solo tenía para mí, y eso hacía que cada movimiento se sintiera aún más poderoso.

Sentí cómo su cuerpo temblaba un poco, anunciando que estaba a punto de llegar al límite, y yo no quería dejarlo ir, no quería que ese momento terminara nunca.

Cuando finalmente vino, su cuerpo se tensó y su respiración se volvió más rápida. Me soltó suavemente, y yo levanté la cabeza, con la boca húmeda y el aliento entrecortado, mirándolo con una mezcla de adoración y deseo.

—Eres mío, Leo —dijo con voz grave, recuperando el aliento—. Y no pienso dejar que nadie más te tenga.

Nos quedamos un momento así, en silencio, sintiendo el eco de lo que acabábamos de compartir, conscientes de que esta noche había cambiado todo entre nosotros.

Nos quedamos ahí, cuerpo contra cuerpo, respirando pesado, con la piel aún caliente y los latidos acelerados. Sentí sus manos recorrer mi espalda con un toque firme pero algo más suave, como si por un momento la bestia que llevaba dentro bajara la guardia.

Sin apartar la mirada, me susurró:

—Esto no se acaba aquí, Leo. Solo es el principio de lo que te voy a hacer sentir.

Una sonrisa desafiante se dibujó en sus labios mientras me ayudaba a levantarme. El aire fresco de la noche volvió a colarse por la ventana, pero yo ya no sentía frío. Sabía que, con él, cada encuentro sería una batalla de fuego, deseo y dominio.

Salí de su lado con la certeza de que estaba atrapado en su juego, y aunque sabía que podía ser peligroso, no quería escapar. Porque con él, cada momento era intenso, real y salvaje.

Y así, esa noche, el mayor me dejó marcado… para siempre.

74 Lecturas/28 junio, 2025/0 Comentarios/por SexualBoy23
Etiquetas: desnudo, follada, hermano, hermanos, mayor, menor, metro
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