Los peones me invitaron a beber….
Un joven hacendado mientras comía y bebía con los peones se pone a beber, y ha jugar cartas hasta que pierde hasta el culo..
Los peones me invitaron a beber….
Cuando mi padre compró la finca, y me dijo que debía trabajar en ella, la verdad es que eso no me agradó.
Eso era si o si, sin derecho a protestar, ya que como aun dependo de mi viejo, no me queda más remedio, que obedecerle, aunque sea bajo protesta.
Lo cierto es que más que trabajar, me aburría tremendamente, ya que la mayoría del trabajo, fuerte, y no tan fuerte, quienes se encargan de hacerlo son los peones.
Yo supuestamente debía supervisarlos, pero la verdad es que ni idea tenía al principio de lo que debían o no hacer.
Por suerte el capataz, muy a mi pesar, me fue orientando sobre los distintos trabajos que había que supervisar, y como hacerlo.
Por lo general voy siempre ir los fines de semana, y para colmo al parecer no llega la señal de la tv, y mucho menos de la internet.
Pero como a la tercera semana, después de que todo el trabajo se realizó, me despedí de los muchachos, y fui a darme un baño.
Ya había salido de la ducha, envuelto en una toalla, pensando en que iba a cenar, cuando tocaron la puerta de la casa, salí tal y como me encontraba, digo envuelto con la toalla a la cintura.
Se trataba de uno de los peones de la finca, que cuando le pregunté que deseaba, me dijo que el capataz, se había marchado, pero que como que se le olvidó dejarles el ron, como era costumbre.
Lo cierto es que yo estaba al tanto de ese arreglo, la idea de tras de eso es bien simple, ya que después de que los peones comieran algo, en lugar de que se fueran a beber al retirado pueblo, se les regalaba, un galón de ron, siempre y cuando se lo beban en la finca, y no se fueran a beber al pueblo.
Por lo que yo, le pedí que me esperase en la puerta, entré a la cocina, y de la alacena, saqué uno de los galones de ron que mi viejo guarda para ese fin.
De inmediato, regresé a la puerta, y le entregué el litro al peón, yo seguía pensando en que comer, cuando el peón me dijo. “Patrón si quiere acompañarnos a comer, la cocinera nos dejó carne asada”
La verdad es que acepté la invitación, pero le dije. “Deja que me ponga algo de ropa, y te alcanzó”, casi de inmediato él me dijo. “Hay patrón mejor se viene así, o solo nos van a dejar los pellejos, además solo estamos nosotros, ya el capataz fue a llevar a la cocinera a la casa de ella.”
Después de escucharlo decir eso, bueno únicamente busqué mis chancletas y lo seguí hasta el lugar donde los peones acostumbran a comer.
Ya había comenzado a oscurecer, y apenas llegamos nos pusimos a comer, y aunque había bastante carne, me pareció que de no haberle hecho caso al chico que fue a buscar el ron, nada más nos hubiéramos comido los pellejos.
Pero a medida que fuimos comiendo la carne asada, abrieron el galón de ron, y comenzaron a beber, así que cuando me pasaron la botella, al igual que todos ellos, me di un buen trago, y así estuvimos comiendo y bebiendo.
Por falta de costumbre, como había bebido mucho, cuando me fui a levantar de la mesa, me sentía algo mareado, en ese momento uno de los peones me preguntó que, si quería jugar una partida de cartas.
Como no tenía más nada que hacer, le dije que sí, y comenzamos a jugar, al poco rato se había terminado el galón de ron, y fui yo quien propuse que, si ellos querían, iba y buscaba otro, para seguir jugando.
Como ninguno dijo que no, tal como me encontraba me levanté y me dirigí a la casa a buscar otra botella, en el camino tanto de ida como de vuelta, la condenada toalla se me cayó, en par de ocasiones.
Y aunque yo no le puse atención a eso, quiero decir, que de inmediato me la volví a poner y seguí caminando, como si nada.
Al parecer, varios de los peones como que si me pusieron atención, cuando me quedé con las nalgas al aire.
Ya que apenas regresé, par de ellos me dijeron que tenía lindas nalgas, aunque yo la verdad no le presté atención a esos comentarios.
Y al igual que ellos seguí bebiendo, y jugando cartas, en cierto momento del juego, no sé cómo ni el porqué, comenzaron a realizar pequeñas apuestas, y bien como yo no cargaba nada que apostar, a mí me tocaba darme un trago, cada vez que perdía, hasta que a uno de ellos se le ocurrió que yo apostase la toalla.
Y si tontamente la aposté, y de igual manera la perdí, por lo que se la debí entregar al ganador, con la promesa de que apenas terminase el juego, me la devolvería.
Ya a esa altura del juego, yo me encontraba bastante mareado, cuando al momento de que volví a perder, me dijeron que, durante el resto del juego, debía imitar a una chica, por haber perdido.
Yo lo tomé como una broma, y cuando uno de ellos me devolvió la toalla, para que me la colocase alrededor de mi pecho, como si fuera un vestido, de inmediato debido a mi borrachera, comencé a actuar, hablar, y moverme como si fuera una chica.
Así seguí jugando, y volviendo a perder, por lo que la penitencia que me impusieron fue, que bailara con varios de ellos.
La cosa es que a medida que fui bailando, comencé a sentir sus manos, acariciando mis nalgas, y sus labios besando mi cuello, y mis orejas.
La cosa es que estaba tan borracho, que lejos de incomodarme, sus toqueteos, sus besos, y caricias, yo estúpidamente actuaba como si realmente fuera una chica, a la que le gustase todo lo que le estaban haciendo.
En cierto momento, uno de ellos, mientras me comenzó a besar, introduciendo su lengua dentro de mi boca, al mismo tiempo me agarraba las nalgas apasionadamente.
Y mientras seguíamos bailando, comenzó a pedirme que le diera el culo, yo quisiera decirles que no sé cómo fue que dejé que eso sucediera, pero la verdad es que, en mi vida, jamás había pasado por una experiencia semejante.
Al sentir sus manos, agarrando mis nalgas, y algunos de sus dedos, penetrando mi esfínter, comencé a sentir algo que jamás ni nunca había llegado a sentir antes en mi vida.
Por lo que cuando, después de que me dio aquel ardiente beso de lengua, y me pidió que le diera el culo, como que no supe como decirle que no.
Sin importarme que los otros peones estuvieran presentes, simplemente dejé caer la toalla, me recosté sobre la mesa, y separando mis nalgas con mis manos, le ofrecí mis nalgas.
En cosa de pocos segundos, comencé a sentir sus dedos todos ensalivados, como los fue introduciendo dentro de mi esfínter.
Al principio uno, luego dos y así sucesivamente, hasta que poco a poco me los fue metiendo todos dentro de mi culo.
En esos momentos, lo único que me importaba era el placer que él me estaba haciendo sentir, así que cuando sacó sus dedos de entre mis nalgas, casi de inmediato comencé a sentir la cabeza de su verga penetrándome, al tiempo que yo comencé a chillar, pero de felicidad.
En mi vida como ya les dije, había sentido algo semejante, o parecido, aunque sabía que me estaba dado por el culo, como si yo fuera un maricón, la verdad es que no me importó.
A cada empujón que me daba, con su sabrosa y gruesa verga, yo gemía y chillaba de placer, tal como si fuera una chica, moviendo mis nalgas, como si fuera una puta profesional.
Poco a poco fui sintiendo como su verga me fue penetrando por completo, hasta que sus bolas chocaron con mis nalgas, una y otra vez, a medida que él me seguía culeando divinamente.
En cierto momento al levantar la mirada, vi que me ofrecían otro trago de ron, y casi de inmediato, otro de los peones, colocó la cabeza de su verga frente a mi boca, la que sin necesidad de que me dijera nada, me dediqué a mamar.
Esa noche los cuatro o cinco peones que estaban acompañándome, me han comido el culo, como les dio gusto y gana, además de que en infinidad de ocasiones me pusieron a mamar sus grandes vergas, las que, al compararlas con la mía, resultaban ser inmensas.
Cuando al día siguiente me desperté, con un fuerte dolor de cabeza, y de culo, me encontraba tirado en mi cama, eso sí, hediondo a sexo, semen, sudor, saliva, y quien sabe a qué más.
Creo que instintivamente, me senté en el inodoro, y expulsé todo lo que me dejaron dentro, el sabor a semen no se me quitó de la boca, hasta que me la lavé con bastante pasta de diente.
Luego me estuve duchando por casi una hora, y a medida que me fui enjabonando todo mi cuerpo, y en especial mi culo, me fui acordando de todo lo que hice y gustosamente me dejé hacer.
Pero también me acordé de lo mucho que yo había disfrutado todo lo que me hicieron.
Por aquello de no formar un escándalo, después de que me vestí, salí como si nada hubiera sucedido, entre ellos y yo.
Eso si al siguiente fin de semana, cuando nuevamente nos pusimos a beber y a jugar cartas, cuando me dijeron que actuara como una chica, lo primero que hice fue dirigirme a mi cuarto, y ponerme un lindo vestidito que casualmente había traído, para ese fin.
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