Los Tordos- Parte IX – Leche de Conejo
Un niño de 10 toma la decisión entrar a trabajar con su tío, sin saber que terminara como depósito de leche…..
Hola de nuevo, lamento hacerlos esperar con las siguientes partes, pero entre el trabajo, mi esposa y mis hijos, no he tenido tiempo de escribirles, agradezco sus comentarios, no creí que les gustara tanto, de paso, les comparto mi usuario de Telegram, por si gustan tener comunicación conmigo, (@TordoLechero).
Me quedé sentado en el piso, mientras el padre de Rubén se levantaba del sillón y se sentaba al comedor guardándose su verga, desnudo, me puse de pie, y lo seguí, sentándome en el asiento más cercano a mí.
-Bien, pues comamos…- Comento Don Rubén, se giró y me dijo- Gatito, que haces mijo, tenemos visitas, bájate de ahí y pon cómodo al padre.
Mire al padre y sonrió mientras abría lentamente si sotana, dejando ver que estaba desnudo. Dudando, me metí bajo la mesa y para mi sorpresa, el padre, Rubén, el “Conejo” y Don Rubén, tenían sus vergas peludas de fuera, esperando a ser atendidas, sin decir nada empecé a lamer la cabeza lila del padre, olía a flores, parecía que acababa de bañarse, pase mi lengua desde la base hasta la punta, dejándola llena de baba, me metí los huevos morenos en la boca, y con mi mano empecé a sobarlo para hacerlo crecer, me hinque y tome con mi otra mano, la verga de a lado, turnándome para llevarlas a mi boca, seguí así por un rato, pasando de una a otra, metiéndome sus huevos a la boca, hasta que los dos se vinieron en mi boca, bebí la leche caliente y me moví al siguiente par de vergas ansiosas.
Me metí la verga de Rubén y su padre en la boca tratando de darles la misma atención, Rubén sin gemir ni hacer ruido, me lleno la boca de leche, y sin decir nada se levantó de la mesa, metiéndose la verga en el pantalón. Seguí chupándosela a su padre, hasta que todos me habían dado leche antes de comer, salí de debajo de la mesa, y sin decir nada me dispuse a comer, viendo como los demás me observaban y se guardaban sus vergas en su ropa.
-Juanito, tu tío Ramón nos pidió llevarte a la iglesia, para que nos ayudes con unas cosas para la misa. -Comento el padre, mientras me comía uno de mis tacos. Asentí mientras comía- En cuanto termines nos vamos, para que no se nos haga tarde.
Ellos se levantaron de la mesa y me dejaron solo comiendo en la mesa, el Rubén padre, subió las escaleras, no sin antes pedirnos cerrar la reja después de salirnos.
Deje el plato en la basura, y camine hacia las escaleras, a buscar la ropa que traía antes. – ¿A dónde vas? -Pregunto el padre.
-Voy por mi ropa, para irnos. – Conteste a media sala.
-No, no hay tiempo, allá te damos ropa, vámonos. – Camino hacia mí y me saco de la casa delante del.- Súbanse atrás- Señalo una camioneta azul de batea, con verduras y huacales. El “Conejo” y yo nos subimos a la camioneta, parecía que no había gente en la calle, me senté sobre el frio metal mientras el padre arranco la camioneta y nos llevaba para la iglesia.
– ¿Te gusta el sabor de la leche? – Pregunto el “Conejo” sobándose la verga sobre el pantalón, sentado frente a mí.
-No le tomo el sabor, aunque a veces si sabe amarga. -Conteste tratando de no golpearme con el movimiento de la camioneta.
– ¿Entonces te gusta solo el sabor de la verga…? – Pregunto abriéndose el pantalón- ¿Me ayudas a saber que sabe la mía…? -Bajo la tela de su trusa, dejando su verga dormida fuera.
Me gira a ver por la calle donde veníamos y no había gente cerca, pasamos por casas de más de dos pisos, desde las que podrían vernos. –¿Qué pasa si nos ven…? –pregunte.
-Tú no te preocupes por eso, vas, dime a que sabe. – termino de bajarse el pantalón, y se sentó para darme espacio. Me acerqué y me metí su verga a la boca, empezando a chuparla para ponerla dura. No supe cuánto tiempo paso, pero para cuando la camioneta se detuvo, el “conejo” tenía la verga dura llenándome la boca, sus pelos olían a sudor y su loción amanerada.
Sentí como puso su mano sobre mi cabeza para mantenerme en esa posición, y empezó a mover la cadera, escuche voces de fondo, pero no puse atención a lo que decían, seguí lamiendo y chupándolo hasta que sentí unos chorros calientes en mi boca, y como poco a poco regresaba a su tamaño en mi boca, trague todo y me levante.
-Muy bonitos…- Una voz gruesa hablo junto a nosotros. – Espero que sepan que hacer esto es un delito. -Un policía vestido de color marrón, de pies a cabeza, nos veía a través de sus lentes oscuros.
– ¿Los conoce padre…? – Pregunto el policía, mientras el “Conejo” se subía la ropa.
-No, no sabía que venían en la camioneta. -Contesto el padre. Mire a ver al “Conejo” y el seguía acomodándose la ropa, sin prestar atención.
-Bájense por favor. – El policía nos abrió la batea, y espero a que bajáramos, estábamos en una calle empinada junto a unos árboles, y de otro lado una colonia con casas que se veían de gente cara.
-Pero estoy desnudo…-Le conteste tapándome con mis manos.
– ¿Y a mí que…? – Contesto el policía. – Debiste pensar en eso antes de hacerlo putito… bájate…
Sin más me baje de la camioneta, y me coloque detrás del “Conejo” para tratar de cubrirme.
-Ahora par de putos, me van a decir quiénes son y cómo llegaron ahí…- Comento el policía.
-Nos ganó la calentura, mi buen, usted entiende…-Contesto el “conejo”
-Y el niño es suyo, o es un enano con pito enano…- EL policía se rio.
-Es un perrito adicto a la leche… usted sabe, cuando están en esa edad, solo quieren leche…- Respondió el “conejo”, haciéndose a un lado para que el policía pudiera verme.
-Pues me temo que por mucho que sea muy comprensivo, tendrán que acompañarme a la comisaria…- El policía abrió la puerta de su patrulla y me hizo entrar en la parte de atrás, cerró la puerta y vi como regreso a hablar con el padre y el “conejo”. Ambos subieron a la camioneta, me dejaron ahí con el policía.
-Creo que tu papá quiere que te enseñe a ser hombre. – El Policía subió al carro y lo arranco, regreso sobre la misma calle de donde veníamos y entro a una privada en construcción, donde estaciono el carro.
Detuvo el carro en una esquina que daba a la entrada de la privada y la calle principal donde veníamos. – Bájate…- Él se bajó y se paró frente a la patrulla, abriéndose el cierre del pantalón.
Salí y caminé hacia el tapándome con las manos. –Híncate putito… -Me ordeno y sin decir nada lo hice. Saco su verga dormida y sin avisar, me baño con su “pipi” caliente y olorosa. Del miedo que sentí, empecé a llorar para calmar mis nervios. -Abre la boca putito… y deja de llorar o te va a ir peor…- Abrí la boca, y sentí como me la llenaba de “pipi” caliente. –Trágatela, que todavía falta mi leche…- Cerré mis ojos y me pasé el trago caliente, mezclado con mis lágrimas.
Siguió así hasta que ya no le salió más “pipi”, se acercó a mí, y me pudo su verga en la boca. –Sécala y saca tu premio putito… – El policía me froto su verga en la boca, era lila igual que las demás que probé, pero el tenía sus pelos con canas y los huevos más pegados a él, que no dejaba chuparlos.
Empecé poco a poco a chupárselo, haciendo que creciera en mi boca, movía su cadera de adelante hacia atrás mientras me agarraba de la cabeza para que no me lo sacara, en algunas estocadas, llegue a sentir que las ganas de vomitar, que tuve que controlar, mi boca poco a poco se fue abriendo más, si entiendo como ese trozo de carne dejaba de tener sabor salado, a ese peculiar sabor que me hacía querer más, empecé a jugar con mi lengua sobre su cabecita y podía escuchar sus gemidos ahogados, mientras seguía moviéndose llenándome la boca.
-Oh sí, putito, sigue así…-Siguió moviéndose así, hasta que me tomo de la cabeza y me pego su verga hasta la garganta, llenándola de una leche espesa y caliente, que me tragué lo más rápido que pude sin tomarle sabor.
-Ahora entiendo porque te tenían como becerro, tragando leche… Pinche Conejo, no sabía que tenía un hijo tan puto…
-No es mi papá, es compañero de trabajo de mis tíos… – Le comenté dudoso.
– ¿Cómo, el joto ese no es tu padre…? -Pregunto el Policía.
-No, no lo es…- Conteste poniéndome de pie. Él se guardó la verga en su pantalón y se quitó los lentes oscuros.
-Entonces… ¿Quién es tu padre? – Pregunto interesado.
-Mi padre se llama Francisco N. M., el “Conejo” trabaja con mis tíos…
– ¿Francisco N. M.? ¿Hermano de Valente y Ramón N. M? -Pregunto el policía riéndose sorprendido.
Asentí con la cabeza. – Si señor… ¿Lo conoce? – Pregunte intrigado por su reacción.
– ¿Qué si los conozco…? Trio de putos… claro que los conozco… es más, quieres saber, te cuento, pero vámonos, que ya es tarde…
Camine hacia la parte de atrás del carro, pero él me detuvo, – ¿A dónde vas putito…? Te toca caminar, este miedo y enlechado, me vas a manchar el carro…
-Pero señor, no tengo ropa… por favor no me deje aquí así…
– ¿Quién dijo que te quedarías aquí…? Vas a caminar delante del carro, te gusta andar mostrando tus miserias, síguele… empieza a caminar yo te sigo.
Suspire y cubriendo mi “tilín” empecé a caminar, por suerte no había gente cerca lo que me alivio, pero conforme fuimos avanzando por la calle, había gente que se me quedaba viendo, y murmurando, un señor se acercó a la patrulla y lo escuche preguntar porque me traía así, el Policía solo se rio, y contesto algo que no entendí.
El camino hacia la iglesia se me hizo eterno, había hombres mujeres y niños viéndome caminar por la calle sin ropa, llorando de vergüenza. Ya casi al llegar una señora se acercó a mí y me cubrió con una sábana vieja, y me dio un par de sandalias para seguir caminando, gritándole al Policía por cómo me tenía.
Él se bajó del carro y le dijo a la señora. – Es mi hijo, y yo decido como lo castigo por hacer cosas que tiene prohibidas, discúlpeme, pero no es de su incumbencia, me cargo con la sabana y me metió en sus brazos a la iglesia.
– ¿Te gusto putito? – Pregunto el Policía bajándome y quitándome la sabana. – Neta que la ropa no te queda, mejor ándate así…- Me nalgueo y caminamos hacia la casa parroquial, donde el padre estaba sentado en un sillón leyendo un libro.
-Qué bueno que llegaron, el padre Conrado está preguntando por ti, está en su habitación, sube las escaleras y a mano izquierda.
Asentí y subí por las escaleras, y al abrir la puerta, pude ver a un hombre muy mayor desnudo, con su cuerpo cubierto de vellos blancos, y la piel manchada, apoyándose de un bastón, viéndose al espejo, tratando de hacer que su “verga” se levantara.
-Al fin llego el cachorro… pasa querido, dicen que haces milagros. – Entre a la habitación y me acerque al hombre se sentó en la cama junto al espejo y me hizo señas, estando frente a él, tomo mi cara en sus manos y me beso.
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