Machos Salvajes. Primera ronda. Juancito y su dueño
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por eloalhabla.
Juancito espera desnudo, arrodillado sobre la alfombra.
Ansioso y a la vez con la vergüenza clásica de esperarlo, así, en la sala.
Lo disfruta, pero aún no maneja los sentimientos contradictorios que ello le provoca.
Disfruta verse entregado, se excita sabiendo que sucederá todo en un momento, después de esperar por ello una semana que – para su edad- es una eternidad.
Pedro conversa con el padre de Juancito en el recibidor, a unos metros de distancia de donde está el desnudo.
Pedro habla fuerte y su inmenso cuerpo se muestra intimidante ante el cuerpo normal de campesino del padre, quien recibe el dinero con un dejo de sumisión ante su patrón quien le dice que a partir de ahora el chico usará la ropa que le compró y que se quedaría hasta el lunes aprovechando el feriado, y que el muchachito se quedará con él.
El padre asiente sin responder a nada verbalmente y luego anota la lista de las compras que le dicta Pedro, sabiendo que del otro lado de la puerta Juancito lo espera desnudito, con esa mirada que le descubrió un día escondido entre las plantas mientras el cogía bestialmente con una amiga que había traído de la ciudad.
El muchachito no sabía que ya había sido descubierto y cada vez que Pedro empalaba a la muchacha con su miembro, cada vez que entraba en la vagina y la chica jadeaba entre el dolor del duro empellón y el placer de tenerla adentro, Juancito hacia ese gesto que luego le vio varias veces.
Pero esa mirada quedó más grabada cuando un día, Pedro estaba atragantando a un peoncito temporal con su pija, teniéndolo arrodillado sobre el piso en un galpón.
El muchacho no forcejeaba ante la brutalidad con la que Pedro lo sostenía de la nuca marcándole la marcha de la chupada, apenas alguna arcada producto de la profundidad a la que llegaba.
Juancito entro de repente y quedo petrificado ante el espectáculo, Pedro hábil en trampas y sabiéndolo al chiquito muy maricón, solo presionó al peoncito para que no se distrajera y continúe la chupada.
En ningún momento juancito saco la mirada de la pija, hipnotizado y excitado como la vez anterior.
Pedro atraganto al peón volcándole toda la leche que se potencio ante la situación y obligándolo a tragarla sofocado con a cabeza en la campanilla de la garganta.
Luego lo soltó y le ordenó irse, lo hizo como quien echa un perro, y en ese momento Juancito pensó en escapar, pero Pedro lo detuvo con un gesto y le indico que se acerque.
Al muchachito se lo veía entregado ya, y Pedro se aprovechó de eso.
Teniéndolo a unos paso, se guardo su enorme pija en los pantalones y lo tomo de la barbilla para que Juancito levante la mirada y ahí le pregunto: "te gusta la pija,?".
Seco y agresivo.
El chico comenzó a llorar.
El padre de juancito pregunto si se le ofrecía algo mas.
Pedro negó con la cabeza y le señaló la puerta.
Pero antes de irse, le dijo que la próxima vez hablarían sobre la mudanza de Juancito.
El pobre hombre no pudo emitir un solo sonido.
Como no pudo decir nada cuando después del suceso del peón, Pedro lo llamó mientras terminaba de cerrar el corral de las vacas.
Si bien el padre de Juancito tenía ciertas responsabilidades en el campo, seguía siendo un peón y su lugar lo tenía muy claro, era imposible trabajar allí si no se tenía claro el lugar que ocupaba cada uno.
La llamada sonante hizo que el como peón se pusiera alerta, cualquier indicación debía ser tomada al pie de la letra, porque Pedro ya había dado mas de un ejemplo de lo que sucedía si no se lo obedecía.
– ¿como se llama tu hijo el mas chico?- preguntó Pedro comenzando a tejer la madeja la que lo enredaría al peón.
– Juan, patrón- contesto el padre dubitativo, sin saber si estar aliviado o si preocuparse por el rumbo de la conversación- se porto mal señor?- indago arrebatado
– ¿vos sabes que es busconcito?- se lo dijo con sorna, intimidándolo
– ¿cómo se.
se.
señor?- tartamudeó, tragando saliva, porque el sabía que había algo con su hijo que no lo hacía como otros chicos
– No se haga el idiota conmigo- exclamó Pedro fastidiado y con la intención de terminar de avergonzarlo
– Disculpe patrón, no quise, es que me agarro por sorpresa- su tono era bajo, colmado de vergüenza y sumisión- si, es mas retraidito vio- termino contestando.
– Mira, vamos a hacer una cosa- dijo Pedro amenazante, dispuesto a involucrar al padre para que este no pueda utilizar nada a su favor- yo te voy a dar una platita extra, no mucho, pero te va a servir- el peón miraba al suelo, temiendo como seguiría la oferta, sabiendo que esas cosas se dirimen así y que desde el abuelo de su actual patrón se manejaba así – y me lo llevas a Juancito esta noche a la casa de la estancia bañado y perfumado- el peón trago saliva- porque es preferible que el chico este conmigo y no que te lo agarre otro- su tono sarcástico y altanero consiguió humillar al peón, hasta hacerlo temblar sin poder pensar realmente que hacer- si el chico me resulta, vas a tener una platita extra seguido.
El papa de juan no tuvo escapatoria, y no porque lo habían agarrado por sorpresa, sino porque fue criado para aceptar el destino.
Si tuvo que pedir permiso para casarse con la que fuera madre de sus hijos y tuvo que soportar saber que el padre de Pedro a veces se la hacía chupar por ella, si tuvo que aceptar humillaciones y maltratos sabiendo que era su destino.
¿Qué otra cosa podría hacer más que aceptar?.
Y con el paso de las horas, entendió también que ese desprecio que sentía por su hijo por ser tan diferente a otros chicos, podría cambiar o al menos darle algo de dinero.
Su patrón tenia razón y si el chico era así no estaba salvado que se lo agarre cualquiera, porque así eran las cosas en el campo.
Y allí estaba Juancito temblando de deseo viendo entrar a Pedro con esa sonrisa perversa llena de satisfacción al verlo rendido solo para él, como un cachorrito bien enseñado.
Se acercó despacio, el muchacho era tan pequeño que de rodillas lo tenía a la altura de su miembro pero primero le metió los dedos en la boca.
Primero uno, luego dos, luego tres y penetro en la boca con los dedos, mientras el muchachito orgulloso lo miraba desde el suelo con la boca llena, pasándole la lengua, muerto de ganas de cualquier contacto.
Aún sin gobernar sus impulsos el muchachito quiso tocar por encima del pantalón la entrepierna y Pedro velozmente con mucha fuerza le pego en la mano, Juancito emitió un gemido de dolor, sin sacarse de la boca los dedos que le hurgaban la boca, su dolor se traslucía en la mirada que le dedicaba desde el piso.
Pedro sonrió perverso y le saco de un solo movimiento los dedos, y antes que el muchacho cerrara la boca le escupió la cara, y se deleitó viendo como el muchacho se relamía probando su saliva.
Lo que si sabia Juancito es la mirada con un leve movimiento de cejas que le hacia Pedro cuando estaba autorizado a desabrocharle el cinto, desprender botón por botón los jeans y oler a su macho, presentirlo debajo de los bóxers negros.
El muchacho se aproximaba mas y mas hasta quedar con las piernas juntas, debajo de las piernas separadas de Pedro y allí, mientras jugueteaba con el miembro encerrado, sentía como la bota de su hombre le restregaba su cola, y un gemidito se asomaba, sin quitarle la mirada de adoración que le hacía.
Juancito, aun se ahogaba con el pene cuando Pedro lo obligaba a engullírselo todo en la garganta y lo sostenía brutalmente allí para gozarlo todo.
Juancito aun se ahogaba, asfixiado por tanta carne en su boquita tan pequeña.
Cuando apenas se veían después de días sin verse, Juancito también gritaba ante la nula paciencia de Pedro que lo penetraba con fuerza, capturando sus piernitas en los hombros, y sus brazos en el pecho del niño tirado en la cama, gritaba por la violencia del pene entrándole de lleno en anito, Pedro gozaba y repetía la operación, disfrutando esos gritos de dolor, para después gozarle los gemidos.
Juancito ya no implora que se la saque, acepta su destino como su papá, llorando al comienzo y gozándolo después.
La pija inmensa entra violenta, sin aceptar ninguna barrera y en lo profundo se queda, Pedro lo besa metiéndole la lengua y colmándolo de su saliva, ahogando el quejido de Juancito y deteniendo el nuevo quejido cuando en el beso, una estocada mas brutal lo azota ensartándolo hasta los testículos.
Pedro sale completamente y se mantiene a una cierta distancia del muchacho, como buen cazador, disfruta ver a su presa temiendo el nuevo arrebato pero sin saber cuando, últimamente juancito se desespera tanto que lo suplica, Pedro lo hace cuando quiere y cuando quiere lo clava en lo profundo de su ser y vuelve a sacarla, jugando con el cuerpo de Juancito.
Jugando tanto, que el ya no se toca para eyacular.
Pedro marca su ritmo y cuando siente en sus entrañas la ancha cabeza latiendo y la leche martillándole todo, Juancito se entrega a su destino acabando locamente, con dolor y satisfacción.
Poseído y sumiso.
Obediente y complaciente.
Para él, el placer es siempre que este al lado de su hombre.
Muchas veces queda ensartado luego del placer, de costado, abotonado a su hombre, sin despegarse aunque le incomode, porque sabe que si sale de ahí las amenazas que Pedro le prometa, las cumplirá, porque está siendo educado para su hombre para que solo a él, le de placer.
Porque el placer de juancito, justamente es el placer de Pedro, aunque para él sea dolor.
Si su hombre saca el pene, aunque lo haga violentamente o con cuidado, siempre es un sacudón cuando la cabeza sale de su cuerpo.
Juancito frunce su anito, siente la leche en sus entrañas y la goza.
Luego se acurruca sobre el cuerpo de Pedro que descansa estirado en la cama, apoya su mano sobre el pene dormido, y la otra mano acaricia el pecho peludo de su hombre.
Le da besos cortos y le jura amor y obediencia.
Pedro se ríe, lo mira y besa
Las veces que queda ensartado, se relaja, Pedro le sonríe cómplice, sabiéndolo cada vez mas obediente y entregado para el.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!