Marica desde niño.

Este es mi relato introductorio. Voy a contar mis inicios como homosexual a la temprana edad de 4 años en una serie de relatos. Este será el primero de muchos..
Es difícil para mí escribir esto. O sea, voy a revivir auténticos traumas de mí pasado. Estos hechos han permanecido callados en mi interior durante años y por supuesto que también me excitan. Sólo he tenido la confianza para contárselos a unas pocas personas. No ha sido hasta ahora que los escribo.

Desde muy pequeño fui marica. No hay otra forma de decirlo. Era afeminado y me gustaban los hombres y mucho. Me quedaba embobado mirándolos. Claro que esto lo notaron todos a mí alrededor, pero se hacían los que no se daban cuenta.
Yo pasé buena parte de mi niñez en un pueblito de campo. En estos lugares pude comprobar que cosas como las que yo viví en mi niñez son bastante frecuentes. Todo el mundo en estos puebluchos tiene historias similares.
Es curioso como estos lugares tercermundistas sean tan propenso a prácticas como la homosexualidad desde edades muy tempranas al mismo tiempo que son en extremo homofóbicos. También me ha resultado irónico como ningún hombre aquí se considera a sí mismo homosexual, aunque practique el sexo con otros hombres con el único detalle de que son los que meten la pinga. O sea aquí sólo los que dan el culo son los maricones, los demás siguen siendo hombres. ¡Hasta hay una canción que lo reconoce! En fin, me voy de tema.
Para mí fue difícil. Había algo instintivo en mí que siempre me dijo que lo que yo era estaba prohibido.

De todas formas me las arreglé o más bien, el destino me dió las oportunidades para dar rienda suelta a mí mariconería desde muy temprano y yo lo supe aprovechar. No me arrepiento. En ese sentido creo que fui un prodigio.

Durante mi niñez como marica tuve varios encuentros interesantes. Mis primeros fueron con un amiguito de 12 cuando yo tenía solo 4. Mi amiguito llamado Robertico era todo un genio de lo prohibido. Él era algo así como el líder del barrio. Éramos pocos niños y todos siempre andábamos detrás de él. Para nuestros padres él era una especie de niñera. Él siempre estaba inventando juegos y cosas así. Su pasatiempo era construir escondites usando cajas de cartón y lo que encontraba por ahí. Supuestamente para nuestros padres eran «casitas para jugar». Vaya que me puso a gozar dentro de ellas. Realmente no recuerdo cuál o cómo fue nuestra primera vez. Tal vez por mi corta edad se quedó como un hecho borroso de mi pasado. Me vienen ciertos detalles a la mente, pero no los suficientes. Lo único que recuerdo con claridad es que él tenía una perra y como en todos los pueblos de campo tenía sexo con ella y no era sólo él, la compartía con sus amigos. Ese día él y alguien más que no recuerdo me insistían para que yo también estuviera con la perra, pero yo me negaba. Creo que eso le dejó clara mi condición de mariquita.

Robertico no tenía la pinga grande, pero sí dura y entraba que daba gusto. Es extraño, pero jamás sentí que me dolía. Todavía lo tengo en mi memoria como un rico recuerdo que acabó muy mal cuando un hombre nos vió, pero ahora no daré detalles de eso. Basta con decir que fue una buena experiencia y posiblemente hasta me habría olvidado si no hubiera sido por el trauma que me quedó cuando nos descubrieron. En fin, acabó mal, pero el trayecto fue bueno. Agradezco que esa fuera mi iniciación.

En mis encuentros con mi amiguito se solía presentar un primo mío. Me hacía la competencia el muy marica, pero cuando estábamos solos se hacía el macho. Supongo que esa es la cruz que me tocó cargar. No sé qué pasa que conmigo todos siempre quieren ser lo más machos. Toda la vida ha sido así, pero eso es otra historia.

El horror que viví después de que me vieron clavado por mi amiguito de 12 fue indescriptible. Si antes sabía por instinto que ser marica era algo malo, lo que me hizo mi mamá me lo confirmó. Desde ese momento mi vida se convirtió en un closet de acero, aunque todo el pueblo se enteró. Fue un escándalo. Escándalo que me puso en la mira de mi padrastro. Se podría decir que el otro macho de mi niñez. Los siguientes años de mi vida fueron una mezcla entre morbo y miedo. A diferencia de mí amigo, mi padrastro sí me hacía sufrir con su grueso rabo. Era bastante sádico el cabrón. Nunca la pasé bien con él, aunque instintivamente algo dentro de mí hacía que me gustara lo que vivía, aunque fuera horriblemente doloroso. Ahora que he descubierto que es un patrón típico de lo pedófilos, al menos en su mayoría. A mis 11 años me dejó. No quiso volver a tocarme. Una de las cosas más duras que tuve que vivir. se que hubo un motivo detrás de eso, pero me llevó tiempo deducirlo.
Después de mis 11 años no volví a tener sexo hasta los 14, pero eso ya era en mi adolescencia.

Esto es sólo un resumen. Contaré cada una de mis vivencias en los siguientes relatos que escriba. Este fue sólo de presentación.

Gracias por leer.