Marica desde niño 2
Ésta es la historia de cómo me partieron el culo cuando sólo tenía 4 años..
Robertico, ese era el nombre del que me rompió el culo. Un diminutivo de Roberto. Era un niño de entre 12 y 13 años. Estaba empezando la adolescencia. Era rubio de piel quemada color cartón y recuerdo que siempre tenía los ojos arrugados como si le molestara la claridad. Tal vez tenía algún problema en la vista del que jamás me enteré. Andaba para todos lados sin camisa y sin zapatos, sólo con un viejo short Carmelita medio roto que jamás se quitaba. Era un niño de pueblo tercermundista en toda regla. Desde cierto punto se podría decir que era mi contrario. Yo siempre andaba impecable. Tal vez por mí condición de mariquita jamás me ensuciaba. Odiaba la sensación del polvo en mis pies y por nada del mundo andaba descalzo. La genética me hizo poseer una piel demasiado blanca y aunque ahora tengo el pelo negro muy oscuro de niño lo tenía rubio. Es algo bastante raro. En fin, éramos bastante diferentes él y yo. Aunque ahora que lo pienso, yo era diferente a todos en mi pueblo, bueno era el mariconcito del pueblo. Supongo que en todos hay uno. En aquel momento yo tenía sólo 4 años, pero estoy seguro de que mi naturaleza ya era bastante notable. La gente de mi alrededor se hacía la que no se daba cuenta, pero siempre hubo comentarios e insinuaciones. Que si la manito caída, que si la voz de niña, imagino que ya saben a qué me refiero. Yo miro atrás y me siento como si hubiera sido un niño prodigio, en lo que morbo de refiere. No hubo ni un instante de mi vida en el que no supiera que me gustaban los hombres. La mayoría de gays suele decir que lo descubrieron en la adolescencia, pero yo lo supe desde que tengo memoria, por eso creo que era un niño prodigio. Me gustaban los hombres de mí alrededor, los actores de las películas, los de los videojuegos. Y no eran sólo los hombres lindos. Ya desde esa edad sentía una atracción tan fuerte por los machos que me daba igual si eran lindos o no. Negros, blancos, rubios, chinos, indios… Mi mente perversa siempre encontraba lo atractivo en un hombre. Lo único importante es que fueran eso, hombres. Yo por mi parte siempre me identifiqué con las damas. Mis personajes favoritos en las películas eran siempre mujeres, me veía reflejado en ellas, especialmente con las villanas. En los videojuegos siempre seleccionaba a personajes femeninos. Era bastante evidente en qué me iba a convertir. Sólo había que tener ojos para saber que yo era mariquita.
Robertico era el alfa, sí, creo que se podría decir de esa forma. Él era el que lideraba a los pocos niños del pueblo. Los padres los usaban de «niñera», porque nos podíamos pasar el día entero detrás de él jugando. Él ponía orden entre los demás niños y su palabra era ley. Le encantana recoger cartones y tablas para improvisar casitas en las cuales jugábamos. Después supe que esas casitas no eran otra cosa que una búsqueda de privacidad. Y resultaron bastante útiles. También recuerdo el olor. Esas casitas siempre tenían un olor particular que tiempo después asocié con los lugares de sexo. Actualmente no tengo claro de qué es lo que lo causa. No sé si es el semen o el olor del pene o algo así, pero en ciertos lugares, cuando se tiene sexo con frecuencia aparece ese olor rancio.
La cosa empezó un día en que él y otros niños del pueblo decidieron singarse a una perra. Creo que la perra era del mismo Robertico. Quienes hayan vivido en pueblos de campo sabrán que la zoofilia es bastante común en estos lugares: perras, chivas, yeguas, puercas y hasta gallinas eran usadas para éstas satisfacciones campestres. Tengo el recuerdo muy borroso de lo que sucedió exactamente esa tarde. Sé que Robertico y sus amigos lo hacían con la perra, uno a la vez, dentro de la casita mientras, los demás estaban afuera esperando su turno. Entonces supongo que llegó mi turno, pero yo como buen mariquita no pude. Me negué y entonces creo que fue cuando comenzó a maquinarse la idea de usarme a mí en lugar de a la perra. Es posible que esa negación hiciera que las dudas sobre mi naturaleza se despejaran de la mente de Robertico.
Recuerdo que cuando pasé el servicio militar me pasó algo similar. Invitaron a una puta al hotel, porque hice la mayor parte del servicio como seguridad de un hotel militar. La prostituta era una señora bastante fea y mayor a la que le pagaron en comida para que se la chupara a todos los guardias, pero a mí no me incluyeron. Todavía respiro con alivio por eso.
En cuanto a Robertico y su perra debo decir que lo demás que pasó ese día no lo recuerdo bien, sé que se empezaron a burlar de mí y me dijeron maricón. Yo todavía no tenía clara la implicación de esa palabra, sólo contaba con 4 años. Un día o unos días después cuando volví a verlo. Sólo estábamos él y yo y él hizo una de sus casitas de cartón que había construido antes de que yo llegara. Cómo siempre nos metimos ahí. No era raro que estuviéramos sólos, porque yo vivía justo frente a él y éramos los más cercanos. Entonces me dijo simplemente: «Oye vamos a singar»
Yo primero pensé que se refería a estar con la perra y le dije que no. A lo que me respondió.
«Dale que yo sé que tú eres maricón»
Entonces le dije que sí, todavía pensando que hablaba de la perra. No estoy muy seguro, pero creo que mi pensamiento era que después de que él estuviera con la perra yo repetiría lo mismo de la otra vez negándome.
Pero entonces se sacó la pinga y me dijo que me volteara contra la pared para después sacarme el culito al aire. Yo no hice nada, me había quedado confundido, creía que él traería a la perra, pero cuando le vi el pene me quedé como que WOW. Estoy seguro que me debí haber puesto rojo como un tomate. Esa siempre ha sido mi reacción al ver un pene. Me pongo mal, es como que me posee algo. Esa cosa que no sé por qué me gusta tanto. Todo lo que es el pene me parece hermoso de una manera casi obsesiva. Sus formas, sus colores, sus olores, sus sabores. Me gustan todos. Negros, pálidos, oscuros, de cabeza violeta, de cabeza rosada, Pequeños, gruesos, finos, rectos, curvos (adoro los penes curvos, son mis favoritos) y por supuesto GRANDES, mentiría si no digo que me encantan los penes grandes, ¿¡Qué clase de marica sería si no me gustaran!? No recuerdo haber visto algún pene antes del de Robestico y el verlo hizo que mi naturaleza de hembra despertara y se pusiera a flor de piel. con sólo 4 años sentí una excitación y un morbo que muchas personas adultas jamás han sentido.
No voy a mentir, el de Robertico era un pene pequeño. Supongo que por su edad, tal vez después creció, quién sabe?
Pero como era de pequeño su pene también lo era de duro. Lo tenía del mismo color cartón que el resto de su cuerpo y no tenía ni un pelito. Se lo había sacado por la pata del short y tenía el prepucio cubriéndole completamente la cabeza que unos días después descubrí que era también de color cartón.
Yo simplemente hice lo que él me decía. Primero me abrió las nalgas con las manos y empujó su pene entre ellas, pero no alcanzaba a llegar a mi culito. Entonces me ordenó que me las abriera yo. Esa orden todavía resuena en mi mente.
«Ábrete el culo» decía una y otra vez. Yo lo hacía lo mejor que podía, pero no funcionaba. No sé si era porque él tenía el pene muy corto o yo tenía las nalgas muy grandes o por ambas cosas, también he pensado que podía ser por la diferencia de tamaños. Yo le quedaba muy bajito, pues tenía 4 y el entre 12 y 13. Recuerdo muy bien que él abría mucho las piernas para llegar tan abajo. Es curioso, pero nunca pensé que lo hacía por ese motivo, en mi mente infantil él se abría así de piernas a modo de juego, como si fuera una gracia. Pero como fuera, no lograba entrarlo en mi culo. Entonces me dijo que empinara el culo o sea, que arqueara la espalda. Recuerdo que se escupió en la punta del pene o la pinga, como se dice aquí, y entonces casi enojado me presionó contra la pared mientras yo paraba bien el culo y me abría las nalgas con las manos sin decir nada y sin tener claro qué estábamos haciéndo. Entonces lo sentí, aquella cosita dura en la entrada de mi culito y mientras mi cara se llenaba de suciedad mientras presionaba contra la pared comenzó a entrar más hondo.
Y aquí viene la parte que nadie me cree: No sentí ningún dolor. Pero ni siquiera el más mínimo. No tengo idea de por qué, pero le agradezco a los dioses que mis primeras veces fueran completamente indoloras. Poco tiempo después experimenté justo lo contrario.
Yo pienso que tal vez se debió a que el pene no era nada grande, aunque un amigo me dijo que es que a esas edades el culo es más elástico. Recuerdo que alguien en la escuela años después me dijo que le gustaba mucho que sus padres le pusieran supositorios, porque eso le daba una cosquillita rica. Tal vez por ahí viene la cosa, pero lo cierto es que no me dolía en absoluto. Sentía algo duro ocupando mi culito, mientras Robertico con las piernas abiertas me seguía ordenando que mantuviera mi culo abierto. No tardó mucho, ni siquiera hubo lo que se diría un mete-saca, y de pronto me la sacó. No creo que él tuviera semen. sólo sentí los restos babosos de sus escupitajos entre mis nalgas, porque soltó varios contra mi culo en el proceso que para el pareció ser muy cansado, porque se le notaba en la forma de hablar.
En los días siguientes fuimos perfeccionando lo que hacíamos y aumentamos nuestro número de veces, hasta que ya no jugábamos, porque lo único que hacíamos era eso, singar, singar y singar. Yo al principio no estaba feliz con eso. O sea me parecía aburrido, prefería jugar pero mi naturaleza de hembra compleciente de los machos me llevaba a sacrificar los días enteros de juego por hacer lo que quería Robertico. Llegó el momento en que él se deshizo de los demás niños y ya ni siquiera podía jugar con ellos. Eran sólo él y yo durante semanas y semanas haciendo lo que a él le gustaba en sus casitas de cartón y yo aburrido. Pero rápidamente mi aburrimiento se acabó, porque descubrí las «cosquillitas». Me empezó a interesar más lo que hacíamos. A lo que le llamaba cosquillitas, no es otra cosa que el placer de ser penetrado. Me empezó a gustar, sentía sensaciones ricas en mi culito cuando el me metía su pinguita dura como un caramelo y tanto me llegó a gustar que las empecé a exigir. Recuerdo la primera vez que mamé pinga. Después de un tiempo a Robertico le dió por experimentar y un día en lugar de metérmela en el culito, decidió optar por la boquita. El muy descarado me dijo que me iba a gustar el sabor que era dulce. Tristemente para mí debo decir que mi primera mamada fue un fracaso. No me gustó el olor. No tuve gran problema con el sabor, pero aunque no le dije nada el olor me disgustó. No era nada en en particular, simplemente olor a orine. No era el gusto típico del pene que por cierto, es un gusto adquirido. Y no es que el olor del orine me disguste, hoy en día no tengo problema con él, pero esa primera vez fue desagradable para mí. Especialmente cuando me di cuenta de que él estaba recibiendo placer a costa de quitarme el mío. La verdad me enojé, porque yo quería sentir las cosquillitas y ésta vez aunque él insistió yo fui el que terminó ganando. Tristemente no recuerdo habérsela vuelto a mamar.
La historia con Robertico se prolongó unos meses en los cuales gocé como literalmente jamás he vuelto a hacerlo en mi vida, pero tuvo un final desastroso cuando un hombre nos vió y se formó un escándalo en el pueblo en el que yo fui proclamado como el maricón del pueblo teniendo sólo 4 años. Mi madre se puso como una fiera, bueno, ya saben como son éstas cosas. De Robertico no he vuelto a saber en mi vida, durante toda mi infancia creí que mi madre lo había asesinado.
Nuestro error que nos confiamos y nos descuidamos. Dejamos de hacer casitas de cartón porque demoraba mucho y era más rápido escondernos entre los matorrales. En ocasiones ni siquiera nos escondíamos, si no había nadie pues ahí mismo lo hacíamos. Incluso la mamada se la hice a la intemperie, en el mismo patio de mi casa cuando caía el sol de la tarde y literalmente cualquiera podía vernos. Yo siempre supe la gravedad de lo que hacíamos y el peligro que corríamos, siempre instintivamente lo supe. Él nunca me dijo que no se lo podía decir a nadie, eso lo sabía yo porque sí. Por eso sigo pensando que era un niño prodigio, al menos en lo referente al sexo.
En próximos relatos contaré otros detalles de mi aventura con mi amigo Robertico.
Si desean hablar conmigo sobre éste tema o similares escríbame a mí telegram @TheMClown o mi WhatsApp +5355726065. He descubierto que me gusta mucho hablar de éstas cosas e intercambiar con personas afines.



Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!