Mariconcito desde que entraste sabías lo que te esperaba, disfrútalo, así que a mover esas nalgas.
Un joven empleado se da cuenta de que no le gustan las mujeres y se lo confiesa a su jefe, que quien dándole apoyo lo invita a su casa, para hablar detenidamente de eso. .
Cuando me presenté a un anuncio ofreciendo un empleo de oficina, jamás pensé que mi vida cambiase de manera tan drástica.
Para comenzar tuve que demostrarle al dueño del negocio, que yo no era menor de edad, ya que, debido a mi contextura delgada, mi baja estatura, y rostro infantil, no era la primera persona que pensaba que yo era menor de edad.
Pero al poco tiempo de comenzar a trabajar en la empresa, mi novia decidió terminar conmigo, cosa que me afectó terriblemente, tanto que en cierto momento me encerré en el cuarto de fotocopias, y me puse a llorar.
Realmente no lloraba porque mi novia hubiera querido terminar conmigo, lo cierto es que estaba llorando porque yo no sentía nada por ella, al igual que me ha sucedido con otras chicas.
Ya estaba por salir de trabajar, cuando mi jefe me indicó que deseaba hablar conmigo, yo ignorando de que se trataba me presenté en su oficina, y fue cuando me preguntó de frente, ¿qué me sucedía? Y aunque yo traté de decirle que nada, no sé qué me sucedió que, de golpe, volví a ponerme a llorar.
Aunque mi jefe trató de calmarme, yo seguí llorando hasta que quizás me desahogué y finalmente pude dejar de llorar, para luego de quedarme callado por un par de minutos, tomé aire y comencé por decirle. “Lo que me sucede jefe, es que mi novia terminó conmigo.”
Fue cuando él me dijo que eso era algo normal, que no debía mortificarse por eso, que yo era bien joven y que de seguro pronto encontraría otra chica, en ese momento le dije que no lloraba por haber terminado con mi novia, sino porque realmente no me sentía bien con ella, ni con ninguna otra mujer.
Mis palabras, no le asombraron, pero como que le dejaron ver que en el fondo yo me encontraba sumamente confundido, como que no estaba a gusto conmigo mismo.
Cuando él siguió tratando de consolarme, de momento le dije que, desde bien niño era algo que siempre en secreto había deseado, después de que dije esas palabras, me quedé en silencio, con mi mirada clavada en el piso.
Mi jefe se encontraba algo cortado, y me pareció que realmente no sabía ni que decirme, hasta que se le ocurrió preguntarme, “¿Eres feliz?”, a lo que de inmediato, creo que le respondí sin pensarlo, decirle que no.
Mis palabras le hicieron seguir con sus preguntas, ya algo más relajado me preguntó. “¿Y qué es lo que tu entiendes te haría ser feliz?” Nuevamente sin pensarlo le respondí, ser toda una mujer.
De seguro mi jefe no se esperaba esa respuesta, por lo que después de aclarar su garganta continúo preguntándome. “¿Y qué es lo que te lo impide?”
A diferencia de las veces anteriores, me tomé mi tiempo para responderme y después del cual le dije. “Primero no tengo el dinero suficiente para ello; segundo es que no sé cómo hacerlo.”
En ese momento mi jefe me dijo. “Bueno vamos a alterar el orden”, y continuó diciéndome. “¿Alguna vez te has vestido de mujer?”, a lo que yo, algo avergonzado le respondí que sí, pero que estando solo en mi casa.
Y al preguntarme cómo me había sentido, le dije que extremadamente bien, pero que como vivía con mis padres y hermanos tan solo lo había podido hacer una sola vez.
Después de escucharme, se le ocurrió decirme. “Sabes donde vivo.” a lo que le respondí que sí, y él continuó diciéndome. “Bueno mañana te espero en casa, después de las seis de la tarde. Vamos a ver cómo podemos ayudarte”. Yo me quedé sorprendido, y dándole las gracias me retiré.
Al día siguiente a las seis en punto toqué la puerta de la casa de mi jefe, apenas llegué me dijo. “Mi ex mujer dejó gran parte de su ropa antes de marcharse. Con toda confianza si gustas darte un baño entra a esa habitación, y en toda confianza hazlo, además puedes ponerte todo aquello que tú desees, yo mientras tanto voy a ir a visitar a unas amistades, y luego regreso dentro de un par de horas”.
Cuando regresó, como casi tres horas más tarde, con unos cuantos tragos encima, seguramente ni se acordaba de que yo estaría esperándole en su casa, por lo que cuando después de abrir la puerta me encontró de frente esperándolo en su sala, por la cara que puso, ni idea tenía de quien yo era.
No fue hasta que le pregunté “¿Jefe cómo me veo?” Fue que de seguro se vino a dar cuenta de quien yo era.
De inmediato, tomó asiento y se me quedó observando detenidamente, me pidió que diera unos cuantos pasos, lo que comencé hacer de manera algo torpe, por mi pobre dominio del uso de zapatos de tacones.
Mi abundante cabellera castaña, el maquillaje que estaba usando, apenas dando algo de color a mis labios, por lo que de momento mi jefe, decidió que brindásemos por todo el trabajo que yo había realizado, y aprovecho para preguntarle cómo me gustaría que me llamasen, cuando estuviera así de lindo. Y de inmediato le dije, Linda.
Cuando él regresó con dos vasos de Uisquí en las rocas, bien llenos, le confesé a mi jefe, que en mi vida había tomado nada de alcohol, ya que mis padres eran de la religión evangélica, y nunca en mi casa había habido bebidas alcohólicas.
De inmediato mi jefe me dijo. “No te preocupes Linda, esto es nada más para refrescarnos un poco”. Después de darnos el primer trago, comencé a decirle lo bien que me sentía vestida de mujer, mientras que él continuaba alagándome y diciéndome lo hermosa que me veía así vestida.
Al principio, mi jefe se había sentado en uno de las butacas de su sala, mientras que yo me había sentado en el sofá, cruzando mis piernas, de manera bien femenina. Al terminar el primer trago, sin preguntármelo, él se levantó a servirme el segundo, pero al sentarse lo hizo a mi lado.
Yo seguí comportándome como si fuera toda una chica, riéndose de algunas de las cosas que mi jefe me decía, a medida que él se acercaba más a mí, en cierto momento me preguntó. “¿Qué crees que te haga falta para sentirte más mujer?”
Yo me quedé en silencio sin saber que responder, mientras me daba otro trago, mi jefe, colocó una de sus manos tras mi nuca y apenas retiré el vaso de uisquí de mis labios, él me plantó sus labios encima de mi boca.
Por unos cuantos segundos me quedé como petrificada, mi segunda reacción fue la de tratar de separarnos, pero finalmente me entregué en sus brazos, por espacio de un buen rato nos seguimos besando intensamente.
A medida que me besaba, continuó acariciando casi todo mi cuerpo, hasta que de momento se detuvo, a ver cuál era mi reacción, en esos momentos fueron mis manos, las que de manera torpe y desesperada buscaron su verga.
Mi jefe se recostó retirando sus manos, mientras que yo, me di a la tarea de sacar su erecta verga de su escondite, por unos instantes la tuve ante mí, sin saber que hacer realmente.
Mis dedos comenzaron a subir y bajar por todo el grueso tallo de su verga, hasta que al levantar mi mirada y verlo a los ojos, me hizo una pequeña seña con sus labios, la que de inmediato comprendí, llevando mis labios a su verga.
Para ser la primera vez que yo mamaba una verga, pienso que lo estaba haciendo de maravilla, pero de momento, él retiró mi boca de su verga, y colocándose tras de mí, levantó la falda que usaba, me bajó los pantis y dirigió su miembro al centro de mis nalgas.
Fue cuando reaccioné diciéndole que no, pero ya era tarde, aunque traté inútilmente de zafarme, y escaparme del, me tomó por las caderas y apretando su cuerpo contra el mío, comencé a sentir como su verga comenzó a penetrar mí el culo, a medida que yo gritaba que me lo sacase, pero a medida que más gritaba de dolor, más excitado se ponía mi jefe y más duro me apretaba contra su cuerpo.
Mi llanto no cesaba, y comencé a decirle que por el amor de Dios me lo sacase, fue cuando me dijo de manera bien dura al tiempo que me dio una ardiente nalgada. “Mariconcito desde que entraste por esa puerta sabías que esto te iba a pasar, ahora disfrútalo. Puta no me vas a dejar caliente, prendiste el fuego, ahora te toca apagarlo, así que ponte a mover esas nalgas”.
En esos momentos su cuerpo se encontraba totalmente pegado al mío, yo no dejaba de llorar, pero lentamente comencé a mover mis nalgas, de lado a lado, mientras que él se dio a la tarea de ir metiendo y sacando toda su dura y gruesa verga de entre mis nalgas.
A medida que más me lo seguía metiendo y sacando, más movía yo mis nalgas, mi voz se volvió a tornar dulce y seductora, a medida que le pedía que me diera más y más duro.
Con sus dientes mordisqueaba mi nuca y gran parte de sus orejas, a lo que yo respondía quebrando mi cuerpo bajo el del, el placer que me proporcionó fue único, y al momento de finalmente venirse decidió hacerlo por completo dentro de mí.
A penas saqué su verga de entre mis nalgas, dejé escapar un profundo gemido de placer, y mientras él dirigía al baño para lavar su verga, le di las gracias, cuando regresó a la sala, yo me estaba incorporando, clavé la mirada en el piso, permanecí callada por unos instantes, hasta que él me indicó que pasara al baño para asearme.
En principio pensé, únicamente asearme las nalgas, y expulsar todo lo que mi jefe me había dejado dentro, pero de momento lo que me provocó fue darme una buena ducha.
Al regresar a la sala lo hice con una toalla alrededor de mi pecho, y me preguntó que me había parecido, mi voz sonaba afeminada, pero le dije que, aunque me había dolido mucho, me encantó.
Entre él y yo, llegamos a un acuerdo, cuando yo quiera ser Linda, nada más tenía que pasar por su casa, cosa que he hecho en infinidad de ocasiones, pero ya hoy en día, me mudé a su casa,
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