Me dediqué a feminizar a el sobrino de mi esposo.
Una tía le tenía mala voluntad al sobrino de su esposo, hasta que un día lo encontró midiéndose un panti de ella, por lo que lo obligó a que él hiciera todo lo que ella le ordenaba, y poco a poco lo fue feminizando..
En ocasionalmente les confieso, le he sido algo traviesa, y además de que le he sido infiel a mi marido, también me dediqué a feminizar a su sobrino.
El serle infiel a mi esposo, no es algo que haya hecho diariamente, tan solo en ciertas ocasiones, en que se han dado las circunstancias apropiadas.
Por lo general siempre he mantenido mis relaciones extramatrimoniales fuera de mi casa, de la manera más discreta posible, y con personas por las que he sentido, que la atracción es mutua.
Pero, digamos que recientemente surgió algo tan morboso, que he roto las normas que yo misma me había autoimpuesto.
Todo se inició cuando a nuestra casa llegó, el sobrino de mi esposo, un chico sumamente delgado, no muy alto, más blanco que un papel, de larga y abundante cabellera, callado, sumamente respetuoso y con unos ridículos espejuelos que lo hacen verse como un búho.
Lo cierto es que desde que lo vi por primera vez, no me cayó bien, después fue que me enteré por mi marido que su sobrino, estaría en casa, hasta que lo aceptasen en la facultad de ingeniería, ya que el chico o mejor dicho sus padres, deseaba que fuera ingeniero.
Lo cierto es que como ya les dije, no me cayó bien hasta que un día, al entrar al cuarto de baño, me encontré con que él se estaba duchando, por lo que estaba completamente enjabonado.
Por lo que no se dio cuenta de mi presencia, ya que tenía jabón hasta en los ojos, pero de lo que yo sí me di cuenta fue del pequeño miembro que tenía el pobre muchacho.
Discretamente salí del baño, pero desde ese mismo instante, no sé por qué le comencé a ponerle más tención al chico.
Realmente no pensé en hacer nada con él, pero la verdad es que me había quedado bastante curiosa, al ver su pequeño miembro completamente enjabonado y parcialmente erecto.
Ya casi se me había olvidado el incidente del baño, cuando me di cuenta que el sobrino de mi esposo en ciertas ocasiones me parecía que hablaba y actuaba de manera algo afeminada.
Un día me encontraba tomando el sol en el jardín de casa, cuando sentí y posteriormente me di cuenta de que era observada por él, por lo que discretamente me marché para dentro de la casa.
Esa fue la primera vez que me di cuenta de que, el chico no era tan santo como pretendía hacerse ver.
En otra ocasión durante el desayuno, ya me encontraba sentada a la mesa, en bata, y supuestamente de manera accidental a él se le cayó un cuchillo.
No sé por qué se me antojó pensar, que el chico realmente lo que estaba haciendo bajo la mesa, era verme las piernas y muslos.
Por lo que yo, sabiendo de sobra, que no me había puesto mis pantis, abrí mis piernas de par en par.
La reacción inmediata fue, que el pobre de la impresión que se llevó al ver mi coño completamente desnudo y recién depilado, se dio un fuerte golpe en la cabeza con la mesa, la cual casi voltea.
Por aquello, como dice uno de mis amantes, de darle el beneficio de la duda, no le hice ningún comentario a mi marido, ni tampoco a su sobrino.
Pero si me puse mucho más atenta, a la presencia del sobrino de mi esposo, a los pocos días me encontraba arreglando el jardín, y estaba usando unos pantaloncitos bien cortos, de esos que las entrepiernas se le pierden a una dentro de las nalgas.
Fue cuando noté que el chico, no despegaba sus ojos de mí, lo que ya comenzaba a cansarme.
Como estaba bastante sudada, decidí irme a dar una buena ducha, arreglarme para salir y no seguir sintiendo las miradas del chico ese.
Al llegar al baño por lo deseosa que estaba por ducharme me desnudé totalmente, dejé toda la ropa sudada tirada en el piso.
Ya totalmente desnuda, me acordé que en mi mesa de noche tenía un nuevo champo que había comprado y deseaba probarlo, por lo que me dirigí al cuarto a buscarlo.
Una vez que agarré el champo regresé al baño, pero al abrí la puerta que conduce de nuestra habitación al baño, cuando en la otra puerta que conduce del pasillo al baño, frente a mí, lo encuentro a él, de pie con mis pantis en sus manos, como si se los estuviera midiendo por sobre su ropa.
Realmente no me importó el que yo me encontrase completamente desnuda, estaba sumamente indignada, brava, y molesta por lo que el chico ese estaba haciendo con mi prenda intima, que sin pensarlo prácticamente me le fui encima y le arranqué de sus manos mis pantis.
Al tiempo que comencé a insultarlo diciéndole que era un enfermo sexual, y que se lo diría a su tío, a su madre, y a todas las personas que lo conocían, para que no lo admitieran en la universidad.
El chico que de por si es bastante blanco se puso más pálido todavía, trataba de hablar, pero del susto que le di, al encontrarlo con mis pantis casi puestas, no lograba decir palabra alguna.
Hasta que finalmente, llorando y poniéndose de rodillas, con un tono de voz bastante afeminado, me dijo. “Por favor no se lo diga a nadie tía, si quiere hoy mismo me voy de su casa, pero no se lo diga a mi madre, hago lo que usted quiera, pero, pero por lo que más quiera, por favor, no se lo diga a nadie.”
A medida que lo veía, y lo escuchaba más me parecía que ante mí se encontraba una chica, y no un chico.
De momento me vi a mí misma, aunque completamente desnuda, de pie, frente a ese chico llorón, que se encontraba arrodillado a mis pies.
Un fuerte sentimiento de morboso placer se apoderó de mí, y agarrándolo por su abundante y largo cabello, le dije. “Está bien, no le diré nada a nadie, y tampoco es necesario que te vayas de la casa, pero de ahora en adelante harás, sin chistar todo lo que yo te ordene, o ya sabes lo que te va a pasar, y para comenzar comienza a mamar mi coño.”
Sumamente asustado, se me quedó viendo con sus grandes ojos desorbitados detrás de sus ridículos espejuelos, al tiempo que yo sin soltarle el pelo acerqué su rostro a mí sudado coño.
Separé ligeramente mis piernas y le volví a decir. “Comienza por ponerte a mamar mi coño.”
Tímidamente sacó su lengua, y por la presión que ejercí contra su cabeza, la pegó sobre mi piel, al tiempo que le dije. “Querías ponerte mis pantis, ahora vas a tener el placer de saber a qué sabe mi coño.”
Comenzó torpemente a lamer y mamar mi coño, mientras que yo me senté sobre el inodoro abriendo aún más mis piernas.
Con ambas manos le sujetaba su cabeza, mientras que él continuaba mama que mama, su boca prácticamente se enterraba del todo dentro de mi mojada y sudorosa vulva.
Mientras que él continuaba chupándola, haciéndome que me deleitara por lo que lo obligaba hacer hasta que, entre restregar su rostro contra mi coño, sentir su lengua y sus labios contra la piel de mi vulva, disfruté de un placentero orgasmo.
Tras el cual le di un empujón, ordenándole que se desvistiera completamente, sin tan siquiera verme a los ojos, con su mirada clavada en el piso, el sobrino de mi marido, se fue desnudando completamente, hasta que finalmente quedó tan desnudo como yo me encontraba.
Pero con ambas manos tratando de ocultar su pequeño pero erecto miembro, yo por lo contrario, me sentía poderosa, por lo que, poniéndome de pie frente a él, le ordené que caminas de un lado al otro del baño.
Momento que aproveché para fijarme en sus paraditas nalgas, su largo y abundante cabello, y la forma que movía sus caderas al caminar, cosa en la que nunca antes me había fijado, y para mí en esos momentos por lo menos de espalda parecía más una chica que un chico.
En esos instantes al ver su parado culito, se me ocurrió ordenarle que se acostase en el piso del baño.
Por un instante dudó en hacerme caso, y de inmediato, no sé de dónde ni como, pero me provocó darle una tremenda cachetada, al tiempo que le dije en un tono bastante agresivo. “Acuérdate que te dije, que harías todo lo que yo te ordenase, así que tírate al piso.”
De manera obediente y sumisa él chico hizo lo que le había ordenado segundos antes, en su cara tenía estampada la cachetada que segundos antes yo le había propinado.
Una vez que él se acostó en el piso del baño, me coloqué sobre él separé mis piernas y agarrando su pequeño miembro con una de mis manos, dirigí mi coño hacia su pequeña verga la que yo misma me comencé a enterrármela dentro de mi bien lubricado coño.
Por un corto rato disfruté del poder que tenía sobre él, a pesar de que la manera en que me entraba y salía su miembro de mi coño, apenas y me hacía cosquillas, hasta que sentí que el pobre diablo se había venido.
Lo que me indignó, y de inmediato le di una carga de cachetadas, hasta que él llorando me comenzó a pedir perdón, sin saber a ciencia cierta, qué era lo que él había hecho para merecer mi furioso castigo.
Yo realmente no disfruté de un orgasmo, pero fue mientras le daba las cachetadas y lo insultaba sin detenerme, hasta que por lo agotada que me encontraba lo dejé en paz.
Cuando me levanté le dije. “Ya sabes, o me haces caso, o le voy a tu madre con el cuento de que te estabas poniendo mis pantis.”
El pobre chico, no dijo nada, pero desde ese día, se convirtió en mi esclavo, sin que mi marido lo supiera.
Ocasionalmente lo usaba, o vejaba según se me antojase, pero una noche que a mi esposo se le antojó clavarme su verga por el culo, cosa que hace de vez en cuando, al siguiente día salí a comprar un juguete erótico, para yo hacerle lo mismo a su sobrino.
Lo que encontré fue un juego o set de cinco penes de goma, de los que llaman consoladores de diversas tallas o medidas, comenzando por la S, la M, la L, la XL, y la XXL.
Aún el más pequeño de esos juguetes, el de la talla S, era más grande y grueso que su propio pene, pero al verlo y explicarle lo que yo deseaba, se asustó, y hasta en un principio trató de negarse.
Pero después de un buen par de cachetadas, lo obligué a que se pusiera en cuatro, mientras que yo, después de que me coloqué ese nuevo juguete, adosado a mi cuerpo con un par de correas, y de ponerle un poco de vaselina en su culo, se lo empujé tal y como mi esposo me lo hace a mí en la cama.
El sentir el cuerpo del chico bajo el mío, y como al principio se quejaba de dolor, me excitó muchísimo más, al grado que a medida que movía mis caderas clavando más y más adentro el juguete dentro de su culo, disfruté de un orgasmo como nunca lo había disfrutado.
Posteriormente mi marido salió de viajes de negocio, por unos días, tiempo que yo aproveché para además de volver a poner a su sobrino a que me mamara el coño, también me volví a poner mis juguetes y se los clavé por el culo nuevamente.
Ya él había comenzado a mamar mi coño, cuando se me ocurrió pensar que tal se vería él vestidito de nena.
Así fue que también me di cuenta de que, aunque no es lampiño del todo, su cuerpo casi no tiene vellos.
Pero aun y así que le entregué una crema depiladora, y sin decirle más nada le ordené que se la pusiera por todo su cuerpo, menos por su cabeza, y cejas.
AL rato, yo misma comencé a pasarle una tolla, y eso bastó para que su cuerpo quedase por completo depilado.
Luego le ordené que me siguiera a mi dormitorio, y ya dentro saqué algunas prendas íntimas mías, así como unos cuantos vestiditos que llevo años que no usaba.
La cara que puso cuando le ordené que se los fuera poniendo, era una mezcla de sorpresa e incredulidad.
Nada más me bastó amenazarlo con decir que lo encontré poniéndose unos de mis pantis, para que el chico de inmediato comenzara a ponerse todo lo que yo le ordenaba.
Aunque a el sostén tuve que ponerle algo de relleno, una vez que se terminó de poner los pantis, las pantimedias, el sostén y uno de mis viejos vestidos, la más sorprendida fui yo, ya que parecía toda una nena, por lo que apenas lo maquillé un poco.
Luego le di un par de mis zapatos, que por casualidad al parecer eran de su talla, mientras que él no decía ni una sola palabra.
Yo estaba emocionadísima, mientras que él no retiraba su mirada del piso, hasta que le dije que saldríamos a pasear.
Pensé que se iba a negar, pero no, simplemente hizo todo lo que yo le ordenaba, y hasta su manera de hablar parecía ser el de una chica.
Fuimos al centro comercial, le compre otras prendas íntimas, incluyendo un sostén de copa doble A.
Nuestra rutina consiste en que él vestidito de mujer, y yo salíamos de compras, o a pasear por algunos de los centros comerciales, y nos tomábamos un café, o almorzábamos dependiendo de la hora que fuera.
Recientemente en una de nuestras salidas juntas, le regalé un nuevo par de lentes, que van más acordé con su rostro de niña buena.
Luego al regresar a la casa, lo comienzo a besar al tiempo que lo desnudo parcialmente, para posteriormente clavarle algunos de mis juguetes, por su apretado culito.
Cosa que él al principio, se quejaba algo, pero a medida que lo seguimos haciendo, me di cuenta de que en realidad parece gustarle mucho.
Luego en otra ocasión en que mi esposo volvió a salir de viaje, se me ocurrió traer a uno de mis amigos íntimos, y dejar que el sobrino de mi esposo probase un verdadero miembro de hombre, al tiempo que lo ponía a mamar mi coño.
La primera vez que le dije que nos visitaría uno de mis amigos, el chico se puso rojo de vergüenza, es más ni tan siquiera quería salir de su cuarto, hasta que finalmente lo convencimos de que saliera y compartiera con nosotros dos.
Así que entre los halagos de mi amigo, y los míos, él salió de la habitación, nada más me basto poner algo de música, y dejar que mi amigo lo sacase a bailar, para que al poco rato, lo tuviéramos dejándose dar por el culo por mi amigo y a mí mamándome el coño.
El detalle es que el chico, poco a poco le fue agarrándole el gusto a eso de ser sodomizado, a mamar ya fuera mi coño o la verga de alguno de mis amigos con derecho, y sobre todo a vestirse, y actuar como una nena.
Eventualmente decidió no entrar a la facultad de ingeniería, y en lugar de eso se matriculó en unos cursos de maquillaje y peluquería.
Aunque recientemente mi esposo se dio cuenta de que su sobrino había cambiado mucho, y cuando este le confesó que era gay travesti, casi se le cae la quijada a mi esposo.
Lo mejor de todo fue que su sobrino después de confesarle su gusto por los hombres, insistió en que mi marido lo viera vestidito de nena.
Al principio mi esposo se quedó callado, los tres comenzamos a beber, y cuando la nena le pidió que la sacara a bailar, mi esposo así lo hizo, y al poco rato ya le estaba clavando su verga a su propio sobrino.
El chico aún continúa estudiando peluquería, maquillaje, y hasta arreglo de uñas, pero cuando regresa a casa, si mi esposo no se encuentra, disfruto como una loca, el verla vestida y actuando como toda una chica, dejándose dar por el culo y mamando, además de todas con las cosas que le obligo hacer.
Ojala tener una tia así