Me encontré nuevamente con mi viejo caballerango.
Un practicante de equitación se reencuentra con su viejo caballerango, quien sin perder tiempo le hace recordar como el caballerango lo montaba cunado joven. .
Me encontré nuevamente con mi viejo caballerango.
Desde que era niño, practiqué la equitación, en unas cuantas ocasiones, llegué a las finales nacionales.
Pero mi padre, impidió que continuase, ya que, para él, su hijo no debía dedicar su vida a eso de estar montando a caballo.
Aunque terminé mis estudios universitarios, me casé y mi esposa es de las que piensan que el lugar de la esposa es la casa con los hijos, y el del marido ser un buen proveedor.
Un día no hace mucho, como de costumbre llegué al centro ecuestre, y al dirigirme a los vestidores, me di cuenta de que, el viejo caballerango, al que yo había conocido profunda e íntimamente en mi juventud.
Se encontraba orinando, de lo más tranquilo en la puerta de uno de los establos, quizás piensen que, con voltear para otro lado, asunto resuelto.
Pero lo cierto es que aparte de quedé impresionado, no tan solo por lo oscuro, largo y grueso de su miembro, sino que también recordé de inmediato el sin número de veces que él me montó, y como con mucho gusto yo en muchas ocasiones le llegué a mamar su verga.
Pero como llevábamos mucho tiempo sin vernos, pensé que de seguro se había olvidado de mí, y de mis nalgas, aunque cuando él quiere es bastante simpático, por lo que les confieso que mentalmente, comparé su largo, y grueso miembro, con el mío.
Como ya les dije, me impresionó, por lo que procuré no pensar más en eso, casualmente esa mismo día discutí con mi esposa, al ella decirme que no era una consumista, por haberse comprado cinco pares de zapatos.
Por lo que yo esa noche, cuando quise que me complaciera, me dijo que tenía dolor de cabeza, y me fui a dormir a la habitación de los huéspedes.
A la siguiente mañana como de costumbre, cuando discuto con mi esposa, me levanté bien temprano, me vestí y antes de que ella se levantase, llevé a nuestros hijos temprano al colegio.
Luego llamé a la oficina y dije que me sentía indispuesto, para irme al centro ecuestre a montar a caballo, para pasar el mal rato.
Cuando llegué al centro, quien me abrió las puertas fue el caballerango, y apenas me bajé del auto, no es que yo tenga un sexto sentido.
Me di cuenta de que tenía sus ojos pegados a mis nalgas, así que muy consciente de todo eso, fui caminando muy lentamente, pero apenas llegué a la puerta de los vestidores, lo vi orinando como ya les dije, y se me ocurrió hacer una pequeña travesura.
Tras lo cual apenas entré al vestidor, dejé la puerta abierta y me quité toda la ropa quedando por completo desnudo, de momento tuve la sensación de que alguien tenía sus ojos clavados en mis nalgas, y así fue en efecto era el caballerango.
Por lo que tal y como me encontraba, tomando una pequeña toalla salí del vestidor, y como él se encontraba aún bastante cerca, le pregunté por una de mis monturas.
Él comenzó por decirme que la había cepillado el día anterior, cuando yo le pedí que me acompañase, ya que me inventé en ese momento que había escuchado algo moviéndose entre las pacas de heno.
Apenas llegamos, tras ver el potro que pensaba montar, sin más ni más me trepé sobre una de las pacas de heno, y desde luego el caballerango se pudo dar cuenta con toda claridad, de que yo andaba sin más nada bajo la pequeña toalla.
Yo me mantenía de espaldas a él, cuando sentí que él se subió, a las pacas de heno, tras de mí, y como ya les dije el mide dos metros de alto, y yo apenas mido un metro sesenta.
Por lo que prácticamente lo sentí sobre mí, y al darme vuelta de inmediato, él me tomó entre sus brazos, y me dijo. “Si el señorito quiere que lo monte, lo hacemos ya mismo, de lo contrario, no me haga perder el tiempo.”
Yo me indigné, y quedé sorprendido, por su manera de tratarme, pero al mismo tiempo sentí ese intenso deseo de hacerlo, por lo que mariconamente, sonriendo, le dije. “Yo espero que ninguno de los dos perdamos el tiempo.”
Así que él tras bajarse de las pacas de heno, me tomó entre sus fuertes brazos, y como que si yo fuera una muñequito de papel me colocó sobre el piso de la cuadra, diciéndome. “Acompáñame a mi habitación.”
Sin soltarme la mano, rápidamente caminamos al otro extremo de las caballerizas, y en lo que habían sido el viejo establo original del Centro Ecuestre, él tiene una especie de apartamento.
Pero sin divisiones internas, por lo que su inmensa cama, el comedor, la cocina, y hasta la ducha, y el inodoro se encuentra todo en un amplio ambiente, sin tabiques, ni paredes, en fin, sin ningún tipo de separación.
Apenas entramos, de inmediato me volvió a tomar entre sus gruesos brazos, y sin más ni más me ha dado un tremendo beso, con todo y lengua.
Pero al separarnos, se me ha caído la toalla, la verdad es que, eso me incomodó un poco, pero ya era algo tarde como para arrepentirme.
Por lo que rápidamente, le obedecí, me la quité, quedando completamente desnudo ante sus abiertos ojos.
El me volvió a tomar entre sus brazos, y me depositó bocabajo sobre su cama, y de inmediato sin tan siquiera comenzar a quitarse su ropa, colocó sus manos sobre mis nalgas, y sin mucho esfuerzo, hizo que yo abriera las piernas de par en par.
Para posteriormente dirigir su lasciva mirada a mi cuerpo al tiempo que, relamiéndose los labios, fue acercando su rostro al centro de mis muslos.
Yo la verdad es que no me esperaba algo así, pero de inmediato comenzó a pasar su lengua por sobre mi esfínter, mientras que con sus gruesos dedos los fue introduciendo.
Así comencé a sentir como su lengua, sus labios en fin toda su boca, fue haciendo contacto con el hueco de mi culo, hasta que llegó un momento en que divinamente se dedicó por un buen rato a lamerlo, haciendo que yo gimiera y chillara de placer, a medida que él me lo mordisqueaba divinamente mis nalgas.
Yo me encontraba disfrutando de todo lo que él me estaba haciendo con su boca, que ya en cierto momento coloqué mis manos sobre su oscura cabellera, y al tiempo que continuaba lamiéndome el culo.
Moviendo mis caderas restregaba su rostro contra mi cuerpo, una y otra vez, hasta que disfruté de un lujurioso placer, como hacía tanto tiempo que no disfrutaba.
Quizás por lo que haya sido, yo me sentí completamente agotado, hasta que él se incorporó y comenzó a quitarse toda su ropa.
Si verlo vestido impresiona, por su gran tamaño, el verlo completamente desnudo, con casi todo su cuerpo cubierto de vellos, y su largo y grueso miembro totalmente erecto, me impresionó aún mucho más.
Tengan en cuenta que yo soy de talla pequeña, y el estar prácticamente a sus pies para mí fue muy impresionante, tanto que hasta me asusté nada más de pensar que me iba a penetrar con eso, que la idea que se me vino a la mente fue que era casi como un semental, pero de dos patas.
Yo me mantuve con mis piernas bien abiertas, a medida que él se fue recostando lentamente sobre mi pequeño cuerpo.
Fui sintiendo como su enorme herramienta, se fue abriendo paso dentro de mis nalgas, hasta que nuestros cuerpos se unieron, y para mi mayor y grata sorpresa, no sentí tanto dolor.
Todo lo contrario, y aunque su enorme miembro ocupo seguramente todo el espacio, el placer que comencé a sentir a medida que él comenzó a ir sacando y metiendo toda aquella cosa dentro de mi cuerpo.
Hizo que, con mucho gusto y placer, yo volviera a mover mis caderas, no lo podía creer, que todo aquello hubiera entrado dentro de mi culo, como si nada, y aun quedase el espacio suficiente para que no me lastimara.
Y fue cuando sentí que al tiempo que volvía a penetrarme por el culo, una de sus grandes manos agarraba mi miembro por el frente, masturbándome al tiempo que continuaba metiendo y sacando toda su inmensa verga.
Así estuvimos por un largo rato, hasta que para mi sorpresa volvió a cambiar de posición, quedándose él sentado, mientras que hizo que yo me sentara sobre su verga, la que nuevamente me introdujo dentro de mi culo.
Al tiempo que yo como un loco disfrutaba de todo eso, moví mis caderas como hacía mucho tiempo no las había movido.
Lo cierto es que por un largo rato cabalgué sobre aquel trozo de carne, hasta que nuevamente disfruté de otro increíble placer, y sentí como él se venía dentro de mi culo.
Los dos nos quedamos recostados por un rato, hasta que se levantó a orinar, y yo casi de inmediato frente a él me di una refrescante ducha.
Para luego que regresamos a su cama, yo limpié su miembro, con una toalla húmeda, y sin que él me lo pidiera, me puse a mamar su verga, hasta que lo hice venirse nuevamente, pero dentro de mi boca.
Ya serían como las dos de la tarde, cuando salí lo dejé, desde ese día por lo menos una o dos veces al mes, discretamente nos encontramos el Centro Ecuestre.
Sin que mi mujer tenga la menor sospecha, aunque el día en que por primera vez me dio por el culo, entré a casa, con las piernas bien abiertas, por el ligero dolor que me quedó, pero cuando mi esposa me preguntó. “¿Qué me pasaba?”
Lo único que se me ocurrió decirle fue que un caballo me tiró, y caí de nalgas, cosa que ya me ha pasado en otras ocasiones, por lo que ella no me dijo nada.
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