Me sobrepasé con mi hijo
Siempre trato de ser delicado cuando se trata de mis pequeños. Sin embargo, un día el descontrol pudo más, pero jamás dejando el cariño y la preocupación por mi angelito.
Como bien sabrán los que me han leído, yo no creo en restringir el sexo. Es por eso que no tengo ninguna vergüenza por el el gusto que me ha dado últimamente por ver algo de lagrimas y dolor. Si bien, yo jamas en mi vida he juzgado a quienes el consentimiento les arruina su experiencia, como fue el caso de mi padre en algunas ocasiones en mi infancia, nunca fue realmente lo mío. Si bien, con los más pequeñines es inevitable causarles algo de dolor y miedo al principio, ya que no entienden bien lo que ocurre, y sus agujeritos son muy pequeños para recibir algo muy grande, lo que puede causar dolor y sangrado, me gusta que disfruten la experiencia lo más posible.
A mis hijos los adopté solo, y cada uno tenía alrededor de un año en su momento. Los inicié gradualmente pasando de lengua a meñique, índice, hasta llegar a verga. Hasta ahora, nunca me había llamado realmente la atención causar dolor.
Sin embargo, hace poco tiempo, me vino algo de deseo por ir mas fuerte. Me fui dando cuenta que me excitaba mucho viendo videos de pequeños indefensos con gritos y súplicas sin éxito, al punto de que esos sonidos me hacian inevitablemente hacerme unas pajas monumentales, incluso cuando ya habia tenido acción en el día.
Fue así que empecé a ver a mi pequeño Pedro, de 5 años con otros ojos. Me di cuenta que con él ya acostumbrado, extañaba ese llanto y miedo inevitable del inicio. Sin embargo, muchos pedofilos que prefieren ir más duro entenderán que eso no significa que uno odie y le desee el mal a los niños, sino que es solo una respuesta a una necesidad.
Pensaba en los lindos recuerdos con mi padre. El llegaba a darme patadas en el suelo, mientras se masturbaba frenéticamente, pero también recuerdo con nostalgia cuando apareció de sorpresa una navidad, vestido de santa claus para a entregarme el juego de super nintendo que soñaba con ansias, Cuando arrendó una cabaña al lado de un lago hermoso para las vacaciones que estaba tan apartada que podiamos nadar desnudos juntos, o recibir el beso más largo y cariñoso de la vida el día que me gradué de la escuela y no paraba de hablar de lo orgulloso que estaba de mí.
En un fin de semana en el que mis dos hijos mayores estaban en casa de amigos, y veía en el sillón a mi pequeñín desnudo para pasar el calor del verano, con sus ojos pegados a la pantalla viendo a su adorado Bluey ya no pude aguantar mas y le dije que tenía un juego muy divertido.
En su inocencia e ingenuidad, Pedro saltó a mis brazos con entusiasmo. Le sonreí, y lo llevé al lugar más práctico para dar duro, el baño. Tener un padre bruto me hizo aprender que cuando se trata de ser más rudo con un pequeñito, no hay lugar como la ducha. Es un sitio práctico, ya que el chorro del agua ayuda a limpiar la sangre, el semen y las cochinadas que facilmente se les suelta a los niños en momentos así, si entienden a qué me refiero.
Ya que tampoco quería dañarlo de gravedad, lo puse con cuidado en el suelo para iniciar la acción. Puse mi pie sobre su estómago y presioné levemente para ahogarlo un poco.»¡Papá para!» gritó mi angelito de 5. Yo, sonriendo, lo levanté con cuidado. «¿Por qué, mi vida?» le dije, acercando mi cara a la suya, acariciando su rostro suavemente. «Vamos a jugar a un juego, un juego de papá y niño muy divertido.»
Las lágrimas en sus ojitos me causaban mucha excitación y mi verga se puso como la torre de Pisa. Le expliqué que era un juego que iba a ser divertido. Que no debía preocuparse. Lo que siguió fue una lucha entre mi deseo de causarle el miedo y el suyo de entender por qué su adorado papá lo apretaba contra la fria cerámica.
Es importante recordar que esto jamás se trata de ser un monstruo. El querer ver a mi hijo sufriendo se veia balanceado por querer que en un futuro recuerde su infancia con alegría, tal como lo hizo mi papá conmigo. Para eso, con la delicadeza que solo un pedófilo experimentado que sabe que un niño requiere, le expliqué que solo sería un rato y que podía gritar y llorar si quería y que esto ocurre gracias a lo lindo que es.
Yo no soy un padre abusivo que usa la violación o la violencia física para castigar o para satisfacer su ego. Eso sí está mal. Esto se trata de placer. La idea era que él viera que hacia feliz a su papito.
Fue así comencé a ir con rudeza, mi corazón latía descontrolado al ver su carita angelical retorciendose. Me agaché para apretarle un poco sus diminutos testículos con una mano mientras que con la otra le tomé el cuello para que no pudiera respirar. Lo dejé unos segundos pataleando mientras luchaba por tomar algo de aire y lo solté al ver, su carita azulada que me ordenaba detenerme.
Ahí llegó el turno de mi dedo. Su agujerito ya tenía bastante experiencia para su edad, y ya era capaz de aguantar la punta de una verga adulta, a diferencia de un niño virgen que apenas soporta el meñique. Mi calentura en ese minuto me obligo a ir por más.
Inserté mi índice hasta la mitad, lo que le rompió un poco la pared de su anito. Un grito fuerte salió de su boca. Lo que siguió fue una hermosa mezcla de placer y castigo. Sus gritos se volvían cada vez mas agudos.
En el suelo de la bañera comenzó a fluir la orina de mi niño asustado, su miedo se transformaba en mi excitación. Continué metiéndole el dedo, cada vez con mas entusiasmo, sin darle importancia a la suciedad y la sangre que se me impregnaba. Sentía que me pene me empezaba a rogar por estar ahí y no podía no hacerle caso.
Me senté con las piernas cruzadas en la bañera, y tomé a mi niño acomodando mi herramienta en su ano. «¡Entras o te castigo!» Le dije. El ya sabía perfectamente de qué le hablaba y estaba tan asustado que temblorosamente comenzó a sentarse mientras se sentaba conmigo sujetándolo de los brazos.
Mi Pedrito ya no lloraba de lo agotados que estaban sus pulmones y se introdujo en la punta, como ya bien sabe hacer. Sin embargo, en lugar de pedirle a él que se mueva, como es costumbre, comencé a empujarlo con los brazos y movía mis caderas para que entre algo más de lo normal, lo cual era bastante exigencia para un ano tan pequeño.
«¡Papá para! ¡Duele mucho! ¡Quiero a mi hermano!» Mi verga sintió unas sensaciones de explosión de placer que no habia sentido nunca. Poco me demoré en llenar a mi angelito de leche, la cual lancé mientras gemí más fuerte que en la más exagerada de las películas porno. El orgasmo no fue solo en mi verga sino que en el cuerpo entero. Sentí que mis ojos se ponian blancos, seguido por una sensación total de ligereza. Solté a Pedro de a poco para que pudiera retirar su ano.
Pedro se acostó en la bañera temblando y llorando. Era un llanto continuo y no muy fuerte que me hizo pasar instantaneamente de la violencia a la ternura. Me acosté al lado de él y le acaricié la espalda, sus hombros, su cabello y otras partes. Mi corazón se llenó de un sentimiento inexplicable. «Shh shh» le decía, «Fue solo un juego, mi amor. Solo un poquito de daño, nada mas».
Mi hijito no era capaz de hilar una palabra. Solo lloraba y lloraba Sabía que en ese momento tenía que darle su espacio y lo dejé un buen rato así, sin decirle nada. Solo acariciándole las distintas partes de su cuerpo desnudo. Una vez que mi niño dejó de llorar le susurré al oido «¿Te parece si nos limpiamos o quieres estar aquí un poco mas?»
Movió levemente la cabecita «¿Eso significa limpiarse?» Le pregunté con ternura. El niño asintió en silencio «Muy bien. Vamos a lavarte y que se te quite el susto.» Le respondí, y con esas palabras le ayudé a levantarse. Sus piernitas temblorosas me dieron a entender que el shock no lo iba a dejar de inmediato. Tomé el mango de la regadera y abrí el chorro de la ducha. Lo lavé y enjaboné de cuerpo entero, como siempre, disfrutando especialmente cuando le pasé el jabon por los genitales mojados.
Le acaricié la espalda con el jabón, bajando lentamente por sus nalgas y aproveché de examinarlo. Su respiración se aceleró, no podía saber si era por el miedo, el placer o la combinación de los dos. Dirigí el chorro del agua a la herida para lavarla con cuidado.
Hizo un leve ruido de protesta ante el pequeño ardor que se siente cuando el liquido cae en una herida abierta. Tenía algo de sangrado, pero nada grave.
Apagué la ducha y le acaricié el pelo mojado con la punta de mis dedos, disfrutando la sensual sensación de su tacto en mi piel. «Lo hiciste bien mi amorcito» Le dije con ternura, y asintió lentamente, la angustia aun en sus ojos. «Mira, que limpios estamos. Ahora vamos a atender ese culito».
Con el gel antibacterial en mis manos, comencé a masajear suavemente la herida, intentando no causarle más daño del ya causado. A la par, le susurraba al oido «Mira lo valiente que fuiste, mi amor, no todos los niños son capaces de jugar tan duro con su papá». Sus ojos se llenaron de confusión. Con un algodón mojado con agua oxigenada apliqué presión sobre sus heridas, lo que fue suficiente para que desapareciera casi toda la sangre y se veía que en pocos minutos cicatrizaría por completo.
Una vez listo, lo tomé en brazos con una sonrisa y le llené la cara de besos en distintos lados, aunque seguía confundido y asustado. Sus ojos rojos irradiaban una ternura que no podía dejar de amar. «Papá te quiere, mi vida. Y por eso, a veces tenemos que jugar a cosas que a ti no te gustan, o que te hacen llorar.» Le susurré.
Lo llevé de vuelta al living frente a la televisión que seguia dando su dibujo animado favorito. Lo senté en el sillon y me puse al lado de el acariciándolo. Estaba inmóvil con la mirada perdida hasta que por fin se animó a hablarme.
«Me duele mucho» susurró mi bebito entre sollozos. «Lo sé, mi amorcito, lo sé. Lo que pasa es que a veces tu papito a veces quiere jugar cosas más fuertes de lo que estás acostumbrado.» Le expliqué, recordando a mi propia infancia. «¿Te acuerdas de la ultima fiesta de cumpleanos que tuviste? En la que con tus amiguitos se pusieron a jugar a la lucha? Y te divertiste cuando empujaste a Lucas y se cayó. A Lucas le dolieron las nalguitas pero tú te reiste.
Pedro me miró en silencio tratando de hacer sentido de lo que le decía. «Pero… no me gustó.» Sollozó. «Sé que no te gustó. Pero recuerda lo que te digo. A veces uno hace cosas que no le gusta. Por ejemplo, a tu hermano Javier le digo que deje de jugar videojuegos y vaya a hacer sus tareas. ¿Que pasa siempre ahí?»
«Javier se enoja» me dijo. «Exacto» Le respondí. Al final termina haciéndolas, porque sabe que es lo que hay que hacer. Y s mi no me gusta tener que ir al trabajo en vez de jugar todo el día con ustedes, pero los grandes tienen que hacer eso.
Pedro parecía empezar a entender. «Recuerda, Pedro ¿Te gusta cuando en la cena hay brócoli?»
«Ugh no guácala» dijo con asco, dejando de lado ya un poco lo que ocurrió hace un rato».
«Exacto, pero ¿Por qué tienes que comerlo?»
«Porque si me lo como me hago fuerte y tú te pones contento».
Sonreí. «¡Muy bien! Eres tan inteligente ¿Y sabes qué? Tu papá se pone contento de muchas maneras, mi amor. A veces es por el brócoli que comes. Otras, es por lo que hicimos hoy. Tu me haces feliz, y por eso es que tenía muchas ganas de jugar a este juego, a este que no te gustó. Pero recuerda, mi corazón, que si a mi me gusta, es que no es malo, si?»
Pedro se quedó en silencio y le acaricié la cabeza. «Pero no te preocupes, mi tesorito. Este es un juego que tu papá solo lo juega algunas veces. Es promesa de papito y sabes que las promesas de papito siempre son verdad , le dije ofreciendo mi dedo meñique.
Pedro tomó mi meñique con el suyo. «Promesa de papito siempre es verdad». Dijo siguiendo nuestro tradicional juego.
Lo abracé suavemente y le di un beso suave en los labios. «Te amo, mi nene. Y recuerda, solo los papitos que tienen hijos muy lindos hacen estos jueguitos. También tienen los niños más valientes.»
«¿El papá de Lucas juega eso?» Preguntó con ánimo de competencia.
«No. Los papas de Lucas no juegan porque tu eres el más lindo y valiente» le dije, acariciando su mejilla. «Ahora, si quieres, puedes seguir viendo tu Bluey, o podemos ir al parque a tomar helados.»
«¡Parque! Helados!» Gritó mi niño con una sonrisa en la cara. El miedo se esfumó instantáneamente. No quise reforzarle por ahora la importancia de mantenrlo em secreto, aprovechando que por las vacaciones no iba a tener a muchos adultos para hablar demás.
«¿Y puedo llevar mi mochila?» Pedro se refería a la mochila de Bluey que le había regalado recién para la navidad
«¿Y qué vas a llevar? Dije riéndome. «Es para cuando termine el verano y empieces la escuela»
«Quiero llevar la mochila. Me la trajo Papá Noel»
Intenté controlar la risa que me daba su deseo de llevar una mochila vacía y le dije que sí. Fui a ayudarle a vestirse. Le puse sus zapatillas, le até los cordones y le unté bloqueador solar en su carita su cuello y sus piernecitas, lo que hizo que me volviera a dar una erección. Sin embargo, este no era el momento de volver a eso.
Mi hijo es mi hijo antes que todo y no un juguete sexual. Podremos hacer el amor, incluso de vez en cuando con fuerza. Pero primero tiene que jugar, comer, dormir bien y aprender del mundo como cualquier chiquitín. Sea sexo o sean juegos inocentes, lo que hay detrás siempre tiene que ser amor. Mientras caminábamos al parque pensaba en la bendición de tener los tres niños más maravillosos del universo.
Con eso me despido. Hasta la próxima, mis pervertidos amigos. Les deseo un excelente año. Recuerden que siempre pueden escribir a mi tl lfgdrs o dejar sus comentarios abajo. Me encanta conversar con los que leen mis relatos.
ufff
Me facino tu relato pues es verdad que con llanto y um poco de fuerza es más rico
Uff!
Es un deber con uno mismo el buscar formas de tener mas placer así que si tienes un culito chiquito y tiernito a tu disposición lo unico viable es cogertelo como se te antoje y preñarlo
Amo tus relatos. Me la dejan muy dura
Tlgrm: @Jasmett