Memorias de mi niñez
Dicen que los recuerdos de la niñez son como sueños pero lo que no dicen es que son sueños vívidos..
Memorias de mi niñez
Tocando mi primer panocha
Mis primeros años de masturbación cunado tenía alrededor de 12 ó 13 años fueron los mejores porque era algo nuevo y delicioso para mí.
Recuerdo que había mirado una película porno en casa de un primo, cuyo padre era comerciante con acceso a ciertas amenidades que no tenía cualquiera.
Este primo invitó a tres amigos de su edad 16 a 18 y habíamos tres chamacos calientes de 11 a 14.
Recuerdo que la película se llamaba Romeo contra Julieta y tenía un guión dramático romántico. Pero lo interesante es que yo nunca había visto una película porno, solamente había visto imágenes eróticas en historietas para adultos que mi hermana me había enseñado.
Haré un paréntesis en la narración. Mis padres vendían historietas (lectura barata) y revistas usadas. Mi hermana era un año mayor pero me llevaba dos años de ventaja en la escuela y por tanto aprendió a leer antes que yo.
Ella practicaba su lectura y me leía revistas o cuentos «aprobados» por mis padres. Pero cuando ellos no la podían supervisar por estar ocupados, ella les enseñaba una portada y detrás escondía los cuentos para adultos y me pedía que no dijera nada.
Recuerdo que una de las historietas hablaba de una chica que tenía un tigre y ese tigre se convertía en un hombre y, aunque lo demás no lo recuerdo, supongo que después de besarla, abrazarla y acariciarla, el hombre le daba una cogida bestial a la protagonista de la historieta.
La portada mostraba una chica con bata traslucida para dormir y sus tetas, cuya forma en aquel tiempo no me gustaba, se mostraban puntiagudas y paraditas como cuando van creciendo.
En ese momento yo tenía aproximadamente 7 y mi hermana 8 y recuerdo que en una ocasión nos dejaron solos en casa de mi abuela materna porque no había nadie para cuidarnos; todas mis tías habían salido a trabajar o estudiar y mi abuela casi nunca estaba allí porque era comerciante de feria en feria.
Recuerdo que mi hermana me incitó a que nos metiéramos al cuarto de una tía. Estuvimos mirando entre sus cosas y de repente yo le dije que ya nos fuéramos porque podría venir alguien, pero ella se quedó en la cama y me dijo «ven» mientras me extendía su mano. Aún la recuerdo vistiendo un vestido blanco esponjado con vuelo circular que le llegaba por debajo de la rodilla.
Al acercarme, ella se sonrió y de la manera en que se encontraba sentada sobre sus pantorrillas sobre la cama de mi tía ogra pude ver sus piernas abiertas para mantener su equilibrio y entonces conforme me fui acercando, ella elevó todo su cuerpo para quedar hincada y me tomó la mano llevándola hasta su entrepierna.
Obviamente yo no sabía qué hacer ni mucho menos sabía de qué se trataba. Ella se sonrió y se levanto el vestido con las dos manos intentando mirar entre sus piernas su calzón verde como el color de las peras inmaduras. Se bajó el vestido y sacó una pierna debajo de ella para después reacomodar la otra tirándose sobre la cama de espaldas para quitarse su pantaleta.
Volvió a asumir la posición original y mirándome desde las alturas volvió a extender su mano pidiéndome la mía y yo caminé para acercarme y nuevamente ella la llevó a su entrepierna y movió mi mano para frotar su vagina con mi mano.
Así se frotó por un momento; no sé cuánto tiempo porque yo no sabía qué hacer o cómo actuar o qué pensar pero ella cerró sus ojos y siguió frotándose con mi mano moviendo mi mano y sus caderas para una buena fricción.
Yo la recuerdo cerrando los ojos mientras se frotaba y movía como si estuviera gozando con lujuria de adulta. Obviamente yo estaba aterrado porque pudiera llegar alguna de nuestras tías en ese momento y nos diera la paliza de nuestras vidas y encima nos acusara con nuestros padres. Claro que las tías no eran santas pero ante la gente se comportaban como santurronas.
Ahora, en este momento quisiera encontrar una morrita tan precoz como mi hermana y no les cuento cómo la gozaría. Imagínense oler su cuquita y lamer su coño hasta que tenga orgasmos inexistentes.
Yo escuchaba a mis tíos hablar con lujuria de las morritas del barrio y cómo se les antojaban sus chichitas cuando apenas les estaban creciendo. Eso me hace pensar que mi hermana era objeto de deseo entre mis tíos. Obviamente, nunca nadie lo diría. Pero ella era la consentida de uno de esos tíos y dormíamos en el mismo cuarto en casa de mi abuela. Esa tío era tan mujeriego y cachondo que yo pienso que sí se la jaló más de una vez a salud de sus sobrinas y si no lo hizo entonces fue por pendejo 😀
Regresando a la historia principal, no sé si fue antes o después que uno de esos amigos me había enseñado cómo debía jalarme la verga para masturbarme y llegar al clímax y eyacular explosivamente como sólo se puede hacer durante la adolescencia (años después influye mucho quién o qué lo inspire a uno para poder explotar de la misma manera).
Entonces, a partir de esa época comencé a jalarme la verga como si no hubiera mañana. Y comencé a experimentar con mi sexualidad. Dejaré el relato hasta aquí y espero les sirva o haya servido este relato para una buena paja, chaqueta, dedeada, jalada o como le llamen donde estén leyendo esto.
Aprovecho, aquí leí un relato de Perú hace tiempo; hablaba de incesto en una aldea afectada por un sismo. No sé si sea verdad pero estaría bien que alguien de Perú me dijera qué tan común es el incesto en Perú. En México es más común de lo que parece. Saludos. Comenten.
PS Me mojé con el sólo recuerdo.
Oye me encantó tu breve relato, si quieres me escribes por [email protected] si te apetece??
Ya está. Saludos.
Muy interesante tu serie de recuerdos. Yo, al igual que tú, inicié mi exploración sexual a través de mi hermana, con la diferencia de que yo le llevaba cuatro años de diferencia (yo 13 y ella 9) y fui yo quien la induje.
Qué delicia!!! Buscaré tus relatos. Gracias por tu comentario!! Saludos.