METAMORFOSIS 224
Encuentro.
Las cosas andaban adecuadas en la familia Buonanote, Noelia que se reencontraba con su hijo Pedro Artemio y ahora para satisfacción del anciano patriarca este hombre llevaba en brazos a su tierno hijito para presentarse como nieto y bisnieto respectivamente, la impresión del anciano de ver a Griselda de manos de Pedro Artemio lo confirmaba, era de entender que el anciano tenía claro el origen de la mujer pues la abuela trabajaba de nana cuidando los hijos y sobrino de Rodolfo Buonanote, era de origen de color, mulata, por eso el color de piel del pequeño que sonreía en brazos de su padre al anciano curioso que por inercia hacía mimos, Rodolfo los invitó a beber fruta fresca del lugar, para él ver a su nieto tan ansiado le daba gusto pues igual que el bebé tenía rasgos de la familia, nieto y bisnieto tenían el perfil del anciano consecuentemente de su linaje europeo, Noelia muy contenta tomaba en brazos a su nieto de piel particular morena, era el sobrino nieto del difunto Lastenio aquel mulato quinceañero asesinado vilmente, el pequeño tenía la gracia de sonreír, Griselda caminaba por los alrededores en compañía de su hija y yerno, recordaba y le mostraba los lugares que siendo niña recorría con su difunto hermano, recuerdos, sólo recuerdos, se sentó viendo fijamente la escalera que llevaba a la bohardilla, suspiró cerrando los ojos, recordaba esos correteos y esos “juegos” con el difunto Maximiliano, de sus travesuras, de sus inquietudes, recordaba suspirando de aquello, a pasos de allí Noelia arrimada a la ventana se tomaba discretamente el vientre, le dolía mucho, ya varios días padecía de aquello, pero se contuvo para no alarmar, seguía como siempre bien altiva, pero su dolencia en salud la consumía, se notaba su bajo peso, pero la noticia de tener a su hijo amado a su lado la fortalecía, en la capital quedaron su esposo y su hijo, el segundo, quedó allá resentido por no traerlo al campo a la estancia del anciano, Pedro Artemio recorría la estancia, de pronto en los alrededores se presenta un fornido hombre blanco, se saludan y el visitante pasa erguido a abrazar a Noelia, Vladimir Ifimovich continuó con Noelia abrazados entrando a la gran casona, los esperaba el anciano, de lejos Pedro Artemio vio esa escena cariñosa y se intrigó al ver la actitud de su madre, fue llamado por un sirviente a que ingrese a la biblioteca quien lo esperaba era un anciano rebosante de alegría, le presentaba a Pedro Artemio a su tío, la sorpresa fue mayor ante el abrazo dado, se notaba el acento extranjero más cuando Rodolfo y Vladimir hablaban su lenguaje nativo, Noelia secundaba en la charla, le traducían a Pedro Artemio refiriéndose a él como un apuesto miembro de la familia, los recelos de Noelia y Vladimir habían disminuido, la armonía en la familia se consolidaba, el anciano pidió venir a vivir con él en sus visitas de trabajo por el sector bananero, era el encargado de negocios de fruta de una transnacional, Vladimir agradeció el gesto de su padre, que aún parecía algo indescriptible tenerlo delante suyo después de tantos años, esas dos gran guerras los había separado pero la paz ahora los había unido, igual que Noelia con Pedro Artemio esa necesidad de estar juntos era primario ahora, los presentes continuaron con su charla, ya siendo de noche fue escoltado a la estancia del doctor Pérez donde cordialmente había sido invitado a ser posante el tiempo deseado, más se sentía cómodo pues a su lado estaba su amada y esa de noche de encuentro no podría ser mejor, la vida era buena con sus aspiraciones.
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Ambos cuerpos se deslizaban por la cama, era febrero, aún el frío imperaba en la gran manzana, sería un día especial pues algo de sol se apreciaba en el firmamento, Valentín se levantó de su cama, escuchó el claxon, miró el reloj, presuroso salió a la ventana pidiendo a Leroy que lo espere, rápidamente se vistió y se aseó, el frío era intenso en el exterior, Leroy volvió a tocar el claxon pero Valentín ya aparecía en su delante, tomaron rumbo a su destino, Valentín había sido invitado por Leroy a trabajar de auxiliar del patrón, el hijo estaba en viaje de negocios, así que ese lugar lo ocupaba Valentín, al llegar los recibió Thomas, aquel niño nacido en 1947, ahora a sus trece años gozaba de la confianza del patrón, en un aparte el muchacho le comentaba que estaba próximo a recibir al amigo del patrón, aquel al que perdió a su hijo en un accidente de tránsito años atrás, Leroy asintió en señal de aprobación, quedó Thomas a la espera en ese intenso frío de la garita, Valentín y Leroy fueron al garaje, arreglaban el auto con cuidado, en eso aparece el patrón dueño de la casa, los saluda y les indica que pronto saldrían al lugar convenido, la mirada del patrón se centraba atento en Valentín aquel joven de veinte años, instantes después el patrón se despedía, continuaron con los arreglos, los dos tenían muy cerca los rostros, sus cabellos se rozaban atentos viendo las piezas del motor, la mano de Leroy se posó sobre la mano de Valentín, se miraron y se sonrieron, se vieron las entrepiernas y las sonrisas se incrementaron, “¡hay tiempo para esto luego!” “¡ven… vamos!” vieron hacia aquella puerta angosta, “¡pero… nos pueden ver!” dijo Valentín a lo que Leroy responde “¡no pasa nada… vamos!” “¡nadie nos ve!” Valentín suspiraba “¡pero… Thomas!”, “¡no pasa nada!” “¡vamos!”, lo llevó rápidamente de los hombros metiéndose en ese cubículo de baño, Leroy se sentó bajándose la ropa gruesa a los tobillos, se sacó el pene, “¡ven!” Valentín se acuclilló tomando el pene, miró al rostro de Leroy y sonrió “¡eres terrible!” le acariciaba el pene y se lo metía lentamente en la boca mientras las manos de Leroy acariciaban el pelo de Valentín, “¡así… hazlo, hazlo!” la cabeza se movía rápidamente adelante y atrás mientras ese tronco de pene que se deslizaba cómodamente por la boca, eso le gustaba a Valentín, sobre todo ver ese glande ensalivado, lo sacó todo lleno de saliva, “¡ven Valentín!” “¡ahora dame tu culito precioso!” Valentín se puso en pie, se bajó la ropa mostrándose el culito y se fue sentando sobre la humanidad de Leroy que eseguía sentado en el inodoro, de a poco sentía que el pene entraba en su culito “¡aahhh!” “¡así!” “¡así!” “¡siente que te lo meto!” “¡aahhh!” el pene iba entrando y Valentín estaba gimiendo “¡aaahh!” “¡aaaahhh!” “¡ya está!” “¡yaaa estáaaa!” el pene estaba todo adentro del culito de Valentín, de pronto empezó a cabalgar “¡así!” “¡así!” “¡sigue!” “¡sigue!” “¡no te detengas!” Valentín cabalgaba constantemente, estaban animados, sentía ser penetrado adecuadamente de esa forma, le besaba el cuello constantemente de una forma apasionada, “¡dame tu culito!” “¡eso!” “¡así… dámelo!” Valentín a ojos cerrados igual que Leroy seguía cabalgando plácidamente, se levantó de Leroy, en pie los dos se manoseaban los penes erectos “¡ahora ponte así como nos gusta!” lentamente Valentín se fue recostando de pecho y cara al inodoro mostrándose su culito bien abierto en posición perrito, por detrás las manos de Leroy se sotenían en las cadras de Valentín haciendo sujetarse de la penetrada que le daba en esa postura “¡aahh!” “¡aahh!” “¡ya casi mi amor!” “¡ya casi!” el pene hacía furor en ese culito de Valentín, “¡muévete así, así… mi amor!” “¡qué culote, qué culote!” “¡mmm… rico, rico!” Valentín sentía ese pene de Leroy que entraba y salía a gusto de ambos, la cintura iba adelante y hacia atrás, “¡tu culito en verdad que es maravilloso!” “¡maravilloso!” “¡aahh!” “¡aahhh!” “¡aaahhh!” gemía complaciente Valentín ante el mete y saca del pene, lo tenía bien sostenido de las caderas, sintió de pronto ese líquido en sus entrañas, “¡aaahhhh!” “¡delicioso!” “¡delicioso!” lentamente la cara de Leroy se posaba en la espalda de Valentín, el pene estuvo adentro por un instante hasta que lo fue sacando lentamente, lentamente Valentín se sentó en el inodoro alzando la tapa, se le escuchaba micciar y emitir ases por el trasero, “¡lindo sonido!” decía el complaciente Leroy que se agitaba el pene “¡ese culito es mío!” Valentín cabizbajo sonreía, resignado pujaba “¡esta vez me diste muy duro!” “¡animal!” estaba algo inquieto tras haber recibido tremenda embestida de ese pene, defecaba excremento con semen, le pasó papel y lentamente fue se fue limpiando, salió del inodoro y ahora el que se sentaba era Leroy “¡aaahhh!” “¡qué rico fue cogerte… mi amor!” el muchacho de veinte años lo miraba inquieto mientras se ponía la ropa, se escuchaba la orina dentro del inodoro, “¡escucha como orina tu amiguito, je, je, je!” rápidamente salió del baño dejando solo a Leroy que se metía en sus pensamientos “¡algún día sabré quien te rompió el culito hermoso que tienes!” “¡algún día sabré quien fue tu primer marido!” suspiró hondo, a su mente le vino el cuerpo desnudo de Aiden “¡aaahhh!” sacó el pene viéndolo con placer “¡tú te comiste el culito de ese niño rico!” reía “¡otro al que también no pude saber quién le rompió el culo!” pujaba ahora defecando “¡vaya suerte con estos niños desvirgados!” siguió suspirando mientras defecaba pensando en Aiden “¡se fue sin decírmelo… el muy travieso!” se escuchaba que Valentín lo llamaba, al salir del baño vio la presencia de Thomas, el muchacho de trece años le indicaba que el patrón deseaba verle, el visitante había llegado, Leroy presuroso salió del garaje, los dos muchachos se miraban, su atención luego fue en la limpieza del lugar, en el interior de la gran sala estaba el invitado junto a las petacas, un sirviente las tomaba, subió por las escaleras, pesaban mucho, se podía apreciar en el rostro de aquel sirviente, tomaban coñac conversando las peripecias del viaje, estaba animado con salir a pescar al otro estado más caluroso, llevarían como auxiliares a Valentín y Thomas, tiempo después el visitante daba recorrido por la gran mansión de su entrañable amigo, gustaba de ver el amplio jardín, de pronto quedó estático sin poder disimular su impresión, para sí se dijo “¡es él!” el anfitrión miró a su amigo que cobraba una gran palidez, como si hubiese visto un fantasma, tanto así que cuando reaccionó a ver lo que el visitante miraba no vio nada por ese lugar, instintivamente la curiosidad hizo que el instante fuese a aquel lugar, caminaron juntos presurosos, “¡es él!”, llegaron al lugar y no vieron persona alguna “¿a quién viste?” “¡a alguien muy conocido!” suspiró y respiró hondo “¡seguramente me equivoqué… está en mi mente!” el anfitrión pensó que su amigo deliraba, seguramente había alucinado ver a su hijo difunto, era entendible, no podía superar tal irremediable pérdida, primero la muerte de su esposa en un accidente de tránsito y ahora su hijo, lamentable, le puso una mano en el hombro y caminaron un tramo hasta que en su delante apareció saliendo de una tupida mancha de matas altas la figura de aquel muchacho, “¡es él!” “¡sí!” “¡es él!” “¡no cabe duda!” corrió hasta donde estaba el sorprendido muchacho, el visitante deslizó su bufanda dejándose ver su rostro a plenitud, el muchacho quedó sorprendido “¡usted!”, “¡sí… soy yo!”, el anfitrión era testigo de ver a su amigo que posaba las manos sobre los hombros de aquel muchacho que luego las pasaba por las mejillas “¡has crecido… mucho!” no dejaba de acariciarle maravillado al verle, “¡después de tanto tiempo!” el sorprendido muchacho se dejó abrazar, “¡tanto… tanto tiempo!” “¡al fin!” “¡al fin!” el anfitrión estaba contento de ver cambiado emocionalmente a su amigo, ambos habían nacido en el periodo de la primera gran guerra y ambos habían sido compañeros en la segunda gran guerra, su amistad era muy entrañable, esta visita implicaba negocios y vacaciones por un par de semanas, el abrazo continuaba entre el prestante hombre de negocios y el muchacho, caminaron abrazados, “¡qué grata sorpresa!” “¡conoces a este muchacho!”, “¡sí amigo… desde algunos años, cuando era un niño!” se puso cabizbajo al recordar el motivo de la despedida “¡fue a causa de una injusticia!” súbitamente levantó el muchacho la cara “¡sí… con el tiempo supe que fue una injusticia!” se detuvo acariciándole el rostro “¡ahora que te he visto compensaré mi error!” “¡primero debo pedirte disculpas!” “¿me disculpas, verdad?” el muchacho estuvo en silencio y se limitó a asentir, “¡gracias!” “¡lo necesitaba!” “¡vivía mal con mi conciencia!” “¡ahora estoy mejor!” continuaron abrazados caminando por el amplio jardín, “¡los dejaré solos!” “¡creo que tiene mucho de qué hablar, “¡sí… gracias!” el tiempo transcurrió, Leroy miraba al visitante y al muchacho conversar animadamente, “¡que no daría yo por saber qué están conversando!” tiempo después el auto daba su marcha con los ocupantes adentro en un viaje de muchos kilómetros hacia otr estado de alta temperatura donde no solo iban a pescar sino a hacer negocios, de reojo el chófer vio un bolso portafolio del que salía una pestaña de carpeta, el apellido mostrado en esa pestaña no le era familiar a Leroy pues era de ascendencia latina española: Arichabala.
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El día se hacía muy caluroso por esa época, el carnaval se daba en todo apogeo, todo aquello vivido por Amanda se daba con paciencia en la crianza de su pequeño hijo, en la estación muy inquietos la esperaban sus padres y hermano, al bajar del autobús el niño fue primero a los brazos de su abuelo Eleuterio, el precioso niño de piel banca con rostro parecido a su abuelo también abrazaba a su abuela y a su tío Eleuterio, el pelo se agitaba al viento, la alegría del niño era descomunal, el abuelo orgulloso lo llevaba marcado, tenía un apego de sangre muy fuerte que se apreciaba ante los caminantes del lugar, Carlos Gustavo Eleuterio de ocho años se había convertido en un niño mimado por su madre que tenía sangre noble de los antiguos europeos, de hidalgos y zares, el físico desarrollado del niño a su edad sobresalía ante los niños del lugar de su misma edad, ese porte gallardo heredado de su padre al que él desconocía su existencia por voluntad de su madre ante el abandono que ella creía que el militar le había abandonado aquella noche en que se fugó de la casa de sus padres siendo luego perdonada, ella creía que ese militar simplemente consiguió lo que quería de ella, su virginidad, ya consumado el hecho ella pensaba que fue producto de ego del militar para luego cobardemente darle su abandono, el orgulloso abuelo tomaba una de las riendas de la carreta dándole la otra a su nieto ambos guiaban al corcel, era preciso llegar, los manjares esperaban, en el trayecto vino la sorpresa, un jeep militar descompuesto en media vía, un soldado estaba agitando su casco para detener al conductor de la carreta preguntándole por alguna herramienta, éste se detiene, se bajan todos de la carreta viendo el desperfecto del jeep militar, no se habían percatado de ese oficial recostado de espaldas debajo un frondoso árbol de samán transpirando profundamente, al escuchar voces conocidas se puso en pie y fue sorpresa tanto para los ocupantes de la carreta como para aquel militar ver su presencia tan pero tan cerca, Amanda instintivamente marcó a su tierno hijo subiéndose a sentarse en la carreta, la actitud de ella fue alejarse y se lo hizo saber a su padre, pero el hombre mayor con agradecimiento por lo que había hecho con su salud y la de su esposa le hizo un rictus de venia y se subió junto con su mujer que lo saludaba sonriente al militar que había hecho posible el sanarles, Carlos Felipe del Olmo había visto a Amanda, el militar se quedó quieto, estático viendo a la carreta alejarse, de pronto, el carro que arranca el motor, le ordena seguir a prudente distancia a la carreta, algo dentro de sí le daba para seguirla cierta distancia prudente por la curvas de esa selvática geografía, tenía ansiedad de verla, así desde prudente distancia vio bajarse a los ocupantes de la carreta, intuyó que la mujer se quedaría por unos días por las petacas bajadas, su mirada era en ella y en ese niño que para el militar era hijo del marido de la mujer, el calor imperante le hizo reaccionar que debería partir al destacamento selvático, más viendo su reloj, el militar estaría allí por unos meses, era un buen estratega y estaba allí asignado para contener la naciente revuelta de guerras de guerrillas imperante en el país de la canela, de aquellos estudiantes insurrectos fanáticos del asesinado caudillo, al rato recibían la visita de Ana y de sus dos pequeños hijos, como de costumbre los adultos entraban en diálogo, Amanda contaba su experiencia de viaje en el día a la vez que Ana les comentaba de la evolución de su gestación y lamentaba que su difunto esposo no disfrutase del nacimiento de su hijo tras haber sido vilmente asesinado, Renata escuchaba esos comentarios en silencio, a unos pasos de allí los niños de casa jugaban en los alrededores del pequeño granero, los pequeños Carlos Gustavo y Renato de cuatro años jugaban clavando palitos en el humedecido suelo haciendo techitos de casas de ramitas y hojas secas con la ayuda de Renata que se acercaba a ayudarles, a corta distancia estaba Eleuterio que instintivamente su erecto pene lo manoseaba a vista de Renata, ella miraba con atención esos movimientos, sonería de ver esas manos del muchacho acariciando su pene erecto vestido, le insinuaba que tenía deseos de ella, se arrimó al cerco dejándose ver el movimiento de manos discretas deslizándose del pantalón corto que Eleuterio llevaba puesto, vio alo lejos a los adultos reunidos en el interior d ela humilde ramada, a distancia Renata miraba ese movimiento de micciar del muchacho, se miraban y sonreían, Renata miraba con discreción a los niños que no daban cuenta de lo que Eleuterio hacía con el pene, se puso en pie la nena, caminó bajo la señal del muchacho, de inmediato dio pasos rápidos la nena sin dejar de mirar a los adultos que conversaban plácidamente intercambiando bebidas, la nena de siete años lo siguió dejando a los niños jugando en el lugar, los dos entraron a un alejado cuarto donde antes estuvo de posante Jasmani cuando por vez primera llegó a la selva, apegó la puerta y lograron abrazarse manoseándose los cuerpos, le dijo Eleuterio, “bájate el vestido” “¡ya!” “¡bájatelo rápido!” “¡ya!” “¡ya!” Eleuterio veía que Renata se desliaba el vestido cayendo al suelo entre sus tobillos de pies polvosos mientras miraba por la hendija de la puerta rústica, al verla sin vestido le dijo “acuéstate rápido”, “¡así… eso… rapidito!” ella lentamente se acostó sobre el suelo, “¡quítate el calzón!” ella rápidamente se deslizó el calzón saliéndole por los pies agitados, los ojos del muchacho continuaban viendo por la hendija comprobando que aún los niños seguían atentos en su juego con las casitas algo lejos de allí, Eleuterio se iba deslizando el pantalón corto, el calzoncillo también llegaba a los tobillos, él sonreía parado así desnudo agitándose y mostrándole el pene, ella acostada sonreía viendo cómo el muchacho se estiraba el pene, lentamente llegó a ella acostándose encima de su cuerpo, ya para ese instante ese pene rozaba la vagina de la nena “¡culéame, culéame!” ella le decía al sorprendido muchacho que tenía las manos de Renata sujetas en los glúteos del muchacho insistiéndole “anda, ¡métemelo, métemelo!” le decía Renata de manera muy insistente, el muchacho alzaba la cadera quedando el pene en el aire y así le tomaba el pene virgen a la entrada de los labios vaginales de esa vagina desvirgada por el jinete diciéndole ahora “¡anda!… ¡¡métemelo, métemelo!!” como pudo fue deslizando el pene virgen que el prepucio que aún cubría al glande, Eleuterio sintió la cavidad de esa vagina y fue metiéndolo lentamente, sentía dificultad alzando y al bajar la cintura y de prono sintió un ardor dentro de la vagina de la nena cuando la punta del glande entraba al desliz del prepucio, sorprendido pensó que la había penetrado pensando que a esa edad aún era poco probable el desvirgarla según su mente por la edad que tenía la nena, la creía virgen por ello hacía esos discretos movimientos pero la calentura de ella hizo que el pene a medias se deslice por esa cavidad desvirgada y el muchacho sintió un gemido fuerte de ella, él también emitió un gemido fuerte, era que el prepucio se había deslizado por el glande en esa vagina, las manos de Renata estaban firmes sujetando los glúteos desnudos de Eleuterio, el sorprendido muchacho sacó el pene viéndose sentado con piernas abiertas su pene rosado que lo tocaba con delicadeza y algo sorprendido, el glande estaba muy rojizo, sintió un dolor fuerte, ella se sentó a su lado viéndole lo rosadito que estaba, le latía mucho, ella sonrió viéndole el rostro preocupado del niño, lo acariciaba al penecito sutilmente y luego empezó a lamer, él no quería pero ella insistía así la lengua en unos instantes pasó por ese pene rosáceo dejándole ensalivado, sorprendentemente Renata algo logró deslizar el prepucio, Renata y Eleuterio escucharon risas desde la pared externa y se trataba de Carlos Gustavo y Renato que los había visto así como estaban desnudos, los niños se vistieron rápidamente y trataron de aplicar en lo posible el disimulo “¡estábamos jugando!” dijo el muchacho mayor a los niños que se paraba a piernas extendidas pues sentía molestia entre el glande medianamente desforrado y la tela provocándole también picazón, la mirada del niño de ocho años decía otra cosa aparte del juego y era la de inquietud, como si no hubiese pasado cosa alguna de más análisis continuaron en los juegos entre los niños, Renata miraba a las mangas del pantaloncito corto de Carlos Gustavo, le atraía esa piel bien blanca, apenas se notaba uno de los testículos lampiños del nene de ocho años, le gustaba apreciar esas manos firmes, con esos dedos con uñas bien cuidadas, de esos labios rozagantes del pequeño hijo de enfermera y militar activo, Renata lo miraba con discreción, su mirada continuaba en la entrepierna del niño, prudentemente le rozaba las manos en las piernas del pequeño, poco a poco iba incrementando la confianza logrando una gran química en los juegos, era el momento de partir, Eleuterio ayudaba a subirse a la futura parturienta, Renata y el pequeño Renato se despedían agitando alegremente las manos, quedaba claro a órdenes de su tío Eleuterio que el pequeño Carlos Gustavo guardaría ese secreto de lo que vio en aquel lugar.
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El Carnaval d 1961 en la capital se desarrollaba con las noticias de sublevación de ciertos sectores progresistas sobre todo estudiantes universitarios, la sociedad iba de a poco viendo el impacto de la represión, pero para los prestantes hombres de negocios eso aún era una nimiedad, tanto así que se desbordaban placeres mirando hacia el litoral costanero del país, se hacían inversiones a más de la agricultura en el naciente turismo, los hombres de negocios hacían sus actividades de viajes de placer en aquellos lugares, aun así, se notaba la indigencia y la explotación a los indígenas en el campo que venían a estos sectores a ser vilipendiados por su patrones, de eso era testigo Squeo que lo comentaba pues iba en compañía de Ramón su chófer, detrás iba su mujer, su hijo Venancio Alberto y Amaranta que iban dormidos, es que el largo viaje los había puesto así, en dialogo constante con su chófer Squeo sintió poco el trayecto, miraba los alrededores de vestigios de combates citadinos entre los insurrectos y policías del sector, con su mirada de lince interpretaba negocios probables en su mente por aquel sector, los negocios que él hacía lo habían posicionado en un lugar de referencia entre los poderosos del país pues aprovechaba de las oportunidades, era de un origen humilde y constituía el ejemplo de superación, respiraba él ya aire salitroso, faltaba poco para llegar, se detuvo el auto frente a una suntuosa casa de playa de construcción mixta, el sueño para los acompañantes se diluyó, Venancio Alberto el primero en salir se estiró el cuerpo seguido de su hermana, Squeo mostraba a su compañera sentimental a fachada de la casa, se mostraba muy orgulloso y de reojo miraba a su hijastra Amaranta que en una de esas se cruzaban miradas sonrientes, les gustaba mucho el lugar, entraron, Ramón el chófer dio una vuelta en el auto por los alrededores, dio cuenta que a pocas cuadras del lugar estaba la residencia playera de Nicolás Arichabala y su esposa Justin Pérez, y se dio cuenta pues los esposos estaban siendo testigos de un comercial filmado en el sitio cuyo protagonista era el pequeño Daniel Nicolás Fulgencio Arichabala Pérez de seis años de edad, el pequeño niño precioso ya era un referente publicitario y su madre cuidaba mucho de su físico infantil, el niño pertenecía a las mejores familias influyentes del país, y a no dudarlo era un niño muy bonito propio para los comerciales para consumo infantil que realizaba, se encontraba en pie manipulando el timón de un yate atracado rodeado de cámaras publicitarias, el chofer vio a los orgullosos padres vestidos de blanco sentados en muebles artesanales de playa que daban entrevistas bajo sombra, pensó en regresar, seguramente el patrón necesitaría de su ayuda, y no se equivocaba, Squeo estaba a su espera para terminar de subir las petacas aún ubicadas en la entrada de la vivienda lujosa, el sol iba siendo intenso, el calor daba para bañarse y al poco tiempo Amaranta y Venancio se encontraban bañándose en la playa, Squeo y su compañera sentimental miraban a los niños sonrientes de sus vivarachas acciones en el agua y la forma segura que estos niños tenían de bañarse, la casa quedaba a centenares de metros de la playa, era acogedor todo, la mirada de Squeo se centraba en observar cada detalle de movimiento de Amaranta, su hijastra, ver esas rellenitas piernas, ese traserito, esos labios vaginales, esa vagina vestida ceñida a la tela le hacía discretamente tragar saliva, sí, le excitaba ver a esa vagina vestida amoldada sus labios prominentes a la tela húmeda que los ajustaba, era una delicia para la mirada de Squeo ver a su hijastra moverse por la arena con esos deliciosos pies de piel suave poner sus plantas en la arena y moverlos de una forma atrayente para la mirada de Squeo, sonreía a través del vaso de cerveza al momento de hacer un profundo sorbo , luego respirara hondo ese aire marino, allí quedó nadando Venancio Alberto con otros niños que se le hicieron amiguitos minutos antes, Amaranta salía de la playa como una diosa sirena caminando segura a pies descalzos sobre la arena, así la apreciaba mentalmente Squeo al ver esos movimientos sensuales de la nena de once años que ya mostraba desarrollo, estuvo en pie escurriéndose, tiempo suficiente para que la contenida lasciva mirada del padrastro se pose sobre la humanidad de la hijastra, se notaba la tela del ajustado traje de baño que definía esos labios vaginales, la mayor atención de Squeo estaba en esa parte del cuerpo de Amaranta, más esos pezones poco voluminosos por la edad propia de su desarrollo mostrándose ser virgen aún, para sorpresa de su traje de baño salió un hilo de sangre, la madre de la pequeña se sobresaltó llevándola a casa de forma presurosa, cuando Venancio y Squeo llegaron se encontraron en la casa con una apesadumbrada Amaranta junto a su madre tomada de la mano acariciándole el pelo pasándole lentamente la mano, el niño subió a cambiarse pues saldría con su padre a saludar a Nicolás como se había planificado durante los preparativos del viaje, no contaban con esa novedad en la pequeña que Squeo quiso saber, la compañera sentimental dijo que su hija había tenido el llamado de la naturaleza, Squeo se sentó junto a ella y le dio besos en la frente, le dio confianza y calidez en sus palabras de elogio, ya era una señorita, y planeó una significativa cena para celebrarlo en la noche, Amaranta sonrió aún con cara de timidez, le gustaba que su padrastro la elogie siempre, subió a cambiarse y al rato todos estaban en casa de Nicolás, el anfitrión recibiéndoles como siempre muy cordial de una amistad cimentada por décadas, los niños también se llevaban de esa calidez, Venancio y el pequeño Nicolás juntamente con Mielicilla jugaban detenidamente en la sala con juguetes artesanales del sector, a distancia estaba la pensativa Amaranta viendo el mar, disfrutaba pensativa de lo extenso y lo enigmático de su imponencia en el paisaje playero, suspiró pensando en alguien joven, salió a caminar, a tomar aire, sola, caminaba por los alrededores pensativa que no dio tiempo al lugar adonde ahora se encontraba, ya ahora se encontraba en la entrada de su casa playera, vio a Ramón limpiando al auto de la arena salitrosa, le habían dicho que era de alta corrosión y la limpieza de la latería del auto era constante para que mantenga el brillo característico de casi nueva, ya había terminado justo al tiempo que la muchacha se acercaba a ver lo que estaba haciendo, se miraron, sonrieron, Ramón vio el reloj como que algo calculaba el hombre, “siguen de visita allá ¿verdad?” Amaranta respondió asintiendo alegremente con una sonrisa pícara de complicidad “la casa está sola” dijo “yo tengo las llaves duplicadas” dijo eso sacándolas de su bolsillo, la muchacha las vio “¿vamos?” Amaranta con sonrisa negaba con su cabeza, Ramón la tomó de las manos sutilmente “vamos, no vendrán hasta más tarde” jadeó “vamos a tu cuarto” “lo haremos rápido sin que lo noten” ella negaba con la cabeza y él insistía “anda, vamos” la tomó del brazo mirando a los lados y al sentirse seguro de no ser vistos el chófer la besó a Amaranta detrás del auto, tal beso era muy apasionado como a ella le gustaba, le rodeó el brazo por la cintura y quiso toparle la vagina vestida como siempre pero esta vez ella se apartó, la tomó de nuevo del brazo “vamos, lo quieres igual que yo, vamos princesa” de nuevo la besó apasionadamente y ante la fuerza del hombre esta vez no pudo evitar ser tocada su parte intima vestida, el hombre se sorprendió a pasarle la mano por allí ante lo que su tacto había experimentado y le dijo “¿ya?” ella cabizbaja asentía, “¡está húmeda!” Ramón sonrió “¡mi pequeña ya es una mujercita!” “¿cuándo?” ella dijo “¡hoy!” la abrazó dándole besos en el pelo en forma repetida como las caricias, “¡con mayor razón!… ven vamos” ella sorprendida “pero… ¡tengo esto!” Ramón sonreía tragando saliva de la emoción “¡con mayor razón!” “no te preocupes, no te va a pasar nada” “¡te va a gustar más de lo normal!” “¡vas a sentir muy delicioso!” “ven tesorito, vamos un ratito, solo un ratito antes que lleguen” le besó el cuello y la oreja diciéndole “¡sólo te voy a meter la puntita!” “¡sólo la puntita… vamos!” “¿quieres?” ella lentamente asentía, le dio un beso, Amaranta a distancia vio que el hombre abría la puerta y entró presurosa, Ramón vio a todos lados y entró rápidamente, subieron las escaleras y en el cuarto de ella dentro se besaron quitándose la ropa de forma rápida, le sacó con sutileza lo que le cubría la vagina, para ese momento ella no tenía restos de sangre “sólo siente que te lo paso ¿ya?” ella asintió para después ver que el glande rozaba esa vagina “la tienes rica ¿lo sabías?” le rozaba tanto hasta quedar rozagante, el glande punteaba la entrada de la vagina “¿ves que se siente rico?” Amaranta estaba a ojos cerrados sintiendo el roce del glande que punteaba, le metió un poquito el glande “¡aahhh!” “¡ya va… quietecita!” empujaba un poquito “¡aahh!” “¡quietecita!” “¡quiero saber hasta dónde aguantas!” “¡aahh… yaa… me duele!” empujó otro poquito “¡aahhh… yaa… yaaa…. yaaaa!” Ramón se detuvo “¡ahora dame tu culo!” Amaranta se volteó en la cama recibiendo el deslizamiento del pene entre los glúteos voluminosos, Ramón estaba contento de lo que sentía y le hacía sentir a Amaranta que lo transmitía a través de suspiros, “te gusta por aquí también… ¿verdad mi nena?” ella asentía, minutos después el semen de Ramón se depositaba deslizándose en la espalda de la muchacha, fue por papel higiénico para limpiarla y limpiarse, sentados se tocaban los genitales con detenimiento viéndoselos, sonreían, “es mejor irnos, pueden llegar” para sorpresa de Ramón las manos de Amaranta se agarraron de los brazos, “¡no nos vayamos aun!” ella se recostó en la cama “¡quiero sentirlo en mi boca!” Ramón con amplia sonrisa puso el pene en los labios de Amaranta para rozarlos, ella abrió la boca y la cintura de Ramón se alzaba y bajaba a ritmo de que el pene entraba y salía de la boca de Amaranta, a ella le gustaba disfrutar de ese grueso y venoso pene en su boca, le gustaba pasar su lengua por ese glande rojizo, ese cama sonaba en sus resortes, “¡chúpalo así!” “¡chúpalo más!” “¡más!” o lamió y chupó hasta el cansancio, minutos después como entró salió Amaranta muy presurosa a la calle, caminó por la playa, suspiraba viendo el vasto mar, desde la ventana un inquieto Squeo arrimado al cristal tenía sujeto un vaso con cerveza en mano que la observaba acercarse a lo lejos, bebía el líquido, le intrigaba su salida y a dónde iría que ahora ya estaba de regreso, Nicolás interpretaba esa mirada de Squeo en la muchacha, “ven, Squeo, te tengo algo que quiero que veas” los dos amigos caminaron hacia el atracadero, se unió Venancio que en señal de deseo de micciar se manoseaba el pene vestido lo que fue atrayente para Nicolás ver a ese niño frotarse el pene vestido, se imaginaba como lo tendría de erecto ahora pues así se hace en los niños cuando desean micciar, lo había visto en el penecito de su hijo Daniel Nicolás, pero cada vez la mirada de Nicolás se hacía más atrayente sobre Venancio Alberto sólo que guardaba ser notado, que de por sí la vida para él había cambiado, es así que había nacido un interés muy particular de Nicolás en Venancio Alberto, caminó junto a él posando su mano en el hombro del pequeño y de vez en cuando acariciaba el cabello del niño, poniendo sus manos sobre el cuello, de esta forma lo hacía en sentido amistoso para ganarse más la confianza del niño, Nicolás sabía cómo hacerlo bien, llegaron a un atracadero grande, se pararon delante de un yate, “es lo que pediste, allí está” Squeo dio una sonrisa amplia mientras abrazaba a su hijo, estaban muy emocionados “hijo, ese yate es nuestro, ¿qué te parece?” Venancio sorprendido con boca abierta sólo dijo “¡genial!” el padre le dijo “¡ya mañana navegaremos!”, Venancio saltaba de gusto y eso estimuló más a la necesidad de querer ir al baño, los adultos dieron la espalda al niño comentando los datos técnicos del aparato de navegación, en ese mismo momento en que Venancio se apartó de los adultos, fue a un rincón apartado a donde no ser visto para micciar, pero coincidentemente pasaron Squeo y Nicolás viéndole el trasero, Nicolás tragó saliva viéndole de reojo, de esa forma Nicolás conocía el trasero del niño que al voltearse mostraba su pene lampiño que rápidamente lo cubrió subiéndose su pantaloncito corto, con jocosidad Squeo le decía a Nicolás “salió a mí, no le gusta mucho usar calzoncillos” “¡pero el trasero lo sacó a su madre!” rieron jocosamente, Nicolás sonriente decía “sí, ya veo, me di cuenta” acotando “muy parecido a ti, sí, muy parecido” “¡también tiene de su madre!” expulsaba respiración hablando irónicamente “muy parecido a ti, sin duda alguna” “¡muy parecido a tí!” sonrieron los dos adultos y continuaron su recorrido por el lugar, el niño se dedicó a caminar ahora más junto a Nicolás en señal de una amistad que nacía consolidada en confianza y calidez.
FIN DEL DUCENTÉSIMO VIGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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