METAMORFOSIS 243
Descubrimiento.
Fernanda se encontraba recostada en la suave cama de aquella elegante habitación, a su lado estaba acostado su hijo Mateo Fulgencio Arichabala Gómez, veía al niño con profunda atención, velaba su sueño, la carita del niño estaba sobre su vientre materno de donde lo había parido, su mano con dedos alargados acariciaban el rostro de piel suave y pelo castaño claro muy sedoso, uno de los dedos delimitaba las cejas y a su vez rozaba las pestañas curvas, gustaba ver crecer a su precioso hijo, ya había cumplido un año más de vida, la mujer suspiraba prolongadamente mirando la belleza de su hijo, es el fruto del amor con el doctor Cota Berlingieri, la mano pasaba por el bracito de piel suave y blanca, miraba las venas de la sien, por esas venas recorre sangre italiana y española, heredada de sus padres biológicos, el niño se parece mucho a su tío abuelo Patricio Berlingieri, aquel niño sodomizado por Fulgencio Arichabala, aquel niño asesinada por Matilde Peñalba, madre de Fulgencio, paradójicamente ese niño llevaba sin saberlo su madre el nombre de su asesinado tío abuelo, le daba de besos sentidos en el pelo sin que el niño se despertase, sus labios rosáceos delimitaban parte de saliva salida de su boca que era retirada por el dedo de la madre, se veía allí, meditabunda, pensaba en el tiempo que estaría sola sin su marido, aquel hombre que le resultó bueno y comprensivo tras la muerte de su hijo en aquel accidente, ambos compartían la pena de perder a un hijo, en el caso de Fernanda también había perdido a su hija Victoria Micaela en circunstancias dramáticas de histeria que culminaron por ahogamiento, para Fernanda ahora quedaba vivir para su esposo y para sus dos hijos Cayetana y Mateo, eran su necesidad, aunque más atención tenía para su esposo mientras que la responsabilidad para su cuidado estaba en la empleada, precisamente ella llegó a levantar al niño para llevarlo a su cuarto infantil junto con su hermanita Cayetana, el niño era conducido por la empleada, Mateo había cumplido cuatro años el mes pasado, al cargarle los piecitos estaban suspendidos en el aire y su pelito caído se movía levemente por ser muy lacio y fino, la madre sonrió dándole un beso y la bendición acostumbrada para estos casos, suspiró hondo viendo cerrarse la puerta, el ventanal amplio del piso superior daba para que se desarrollen los movimientos de brisas fuertes en el ambiente, tenía una gran capacidad para sentir ese movimiento de vientos, se escuchaba el clamor de un transeúnte, se puso en pie junto a la ventana notándose las líneas de su esbelta figura de treinta y seis años, el camisón de dormir de fina y suave tela se agitaba al viento, de lejos aquel indigente vio el reflejo de ese cuerpo femenino, le atrajo aquella silueta, a esa hora la calle estaba desolada pese a ser una zona residencial, era mayo de 1962, el país de la canela pasaba por trifulcas de nacientes guerrillas hechas células, los más pudientes tenían reserva en exponerse, de ahí que esa calle se encontraba en ese estado de ausencia de transeúntes, de lo que aprovechaba el indigente para pasear libremente salvando observaciones de algún cercano policía, el hombre continuaba con su mirar hacia aquella ventana, a su lado estaba su fiel compañero Nerón, durante todo su tiempo de vida tenía muchos nombres, ese nombre para su amo era el más significativo con el que más tenía obediencia, aquel hombre atravesaba por la acera, tenía hambre, trabajaba relativamente en el mercado y su cama era la calle, buscó un lugar ideal cerca a la reja de protección, el can obediente se acostaba a su lado, siempre era así, pronto cumplir{a los sesenta y dos años, nació al nacer el siglo XX, vivía a lo que la naturaleza le brindaba, estaba barbado, maloliente y desaseado, con el pelo alborotado, estaba completamente tendido en la acera, sobre una manta, el perro jadeaba y lanzaba saliva por las fauces, la mano del hombre de uñas con mugre se deslizaba por el pelaje polvoso, el noble animal sentía las caricias prodigadas por su amo que lo llevaban a relajarse, sin embrago tiempo después olfateaba el peligro, y de inmediato se puso en pie, el hombre lo siguió, para ellos era sorprendentemente tener alguien cerca a su lado, el perro se disponía a ladrar pero se contuvo ante el movimiento de manos en el espinazo de su cuerpo por parte de su amo, la persona que estaba enfrente se acercó con cautela, tenía el rostro cubierto, eso hizo más perturbadora la mirada que desde la ventana hacía Fernanda, aquella persona ponía mano sobre el hombro del indigente, parecía que había un descubrimiento entre ellos, irónico, pues a diferencia del indigente esa persona vestía adecuadamente, al rato se distanciaron, el indigente volvió a acostarse viendo la figura de la mujer en la ventana, aquel personaje se sintió ser visto por aquella atractiva mujer, jocosamente se metió la mano por ese pantalón harapiento sujeto por un cabo, Nerón se dedicó a refregar sus patas en su hocico, el hombre se acomodaba el calzoncillo y de paso se refregaba el pene, a distancia la mujer contemplaba a aquel hombre barbado haciendo movimientos con gesticulaciones, pasaban los minutos y ella seguía contemplándole, la luz del poste daba para ella viese en una situación de repente que ese indigente mostraba el pene salido de la cremallera abierta del pantalón, lo agitaba sin ningún pudor para que ella lo viese, el hombre sonreía con gestos de indiferencia, daba a entender como que si no hubiese sido visto al hacerlo, se escuchaban voces en la calle, el hombre arregló su pantalón para no ser visto en el acto, era una pareja de esposos transitando con cautela ante el ataque del can, lo cual no sucedió, pasaron temerosos ante la figura del can que tan solo ladró una vez, el indigente estaba ahora de rodillas frente a la casona, abrió los brazos al cielo, Fernanda desde la ventana presenciaba ese movimiento corporal que aludía a la alabanza y a pedir perdón al Dios de ese hombre, las manos y brazos se agitaban con vehemencia, el indigente tenía bien abiertos los ojos, parecía un poseído de la histeria, no gritaba ni blasfemaba como en otras ocasiones, sólo movía sus brazos y manos así arrodillado sobre la acera, luego, se pone en pie, se arrima al pilar del cerramiento, miera su entrepierna para sorpresa de Fernanda ve a lo lejos que el indigente se saca el pene a micciar, lo tuvo así por un buen momento agitándolo vie erecto, el semblante del hombre era agradable, sentía placer, él sabía que aquella mujer lo estaba observando, se bajó más el pantalón cayendo al suelo en sus tobillos, miraba hacia la mujer que lo observaba atenta, él comprendía que seguramente ella le gusta ver el pene, el hombre abierto de piernas mostraba de mejor forma el pene agitándolo con las manos, Fernanda estaba ensimismada con esa acción, tragaba saliva, no podía creer lo que estaba viendo, eso le era atrayente, como sí, como sí… lo hubiese visto antes, ella agitó su cabeza negando toda posibilidad, sin embargo le vino la angustia de que si sería posible aún pensar así, ella continuaba viendo ese pene, no descartaba la posibilidad que fuera… él, de nuevo movió agitando su cabeza negativamente, pues… sabía que aquel hombre estaba muerto, sí, muerto, este hombre con ese pene similar era otra persona, sí, seguramente lo era, para ella el indigente distaba mucho de aquel hombre al que le marcó la vida, el indigente vio que la mujer quedaba cabizbaja con tristeza, de inmediato se subió el pantalón metiéndose el pene, para ese momento el can nuevamente ladraba ante el acercamiento de un transeúnte, Fernanda miraba los movimientos de ese hombre que de forma repentina toma sus cosas y se va con prisa, ella lo ve perderse entre las sombras de la poca iluminada calle, cabizbaja se sienta a peinarse viéndose en el espejo, de pronto de la calle escucha gritar su nombre en repetidas ocasiones, trémula sale a ver pero se encuentra con la soledad del lugar, de la calle, se espanta y se acuesta, todo hacía suponer que el indigente sabía su nombre, le quedaba la duda si era él, ese hombre hermoso que la cautivó aun siendo niña, estaba inquieta al haber escuchado su nombre de labios seguramente de ese indigente, al principio se extraña mucho pero mientras se calmaba iba analizando las cosas, al final era muy normal que sepan su nombre pues ella salía constantemente en los tabloides, era popular por las referencias de su marido, un poderoso hombre de negocios, Fernanda pasaba la mano por la cama, estaba inquieta, salía a la ventana a ver al indigente pero ya no estaba, regresaba algo inquieta a la cama a tranquilizarse, se recostó lentamente emitiendo prolongados suspiros, le había inquietado la presencia del indigente y más aún ese pene, entrecerraba los ojos, Fernanda pensaba en él, en ese apuesto joven que era el celo de su hermano menor pues el hermano le envidiaba que aquellas señoritas de sociedad eran bien relacionados en romances pasajeros, inclusive hubo casos en que las enamoradas del hermano menor caían en brazos de aquel joven hermoso, Fernanda era una niña cuando lo conoció, pero pese a ello también la deslumbró con sus galanterías y forma muy adecuada de tratar, este apuesto hombre nacido en 1900 estaba soltero al cumplir los treinta y tres años, prefería la buena vida sin compromisos como él afirmaba, Fernanda por ese entonces ya había cumplido siete años, sus humildes padres trabajaban por generaciones sirviendo a esa familia descendiente de españoles, ella a distancia lo contemplaba maravillada en la forma de tratar, verlo caminar era de gran gusto para ella que se distraía de sus simples tareas de aseo , así de a poco fueron tomando confianza al saludarse agradablemente, al regalarle golosinas o juguetes y a veces también al ayudarle galantemente a barrer o limpiar, le hacía mimos que a ella le gustaban, de a poco ella estaba a su lado sirviéndole, y fue en aquella noche en que mientras su padres estaban en la verbena del pueblo ella quedaba al cuidado de una anciana ama de llaves amiga de sus padres, la anciana quedaba dormida y de eso aprovechaba Fernanda para recorrer el lugar yendo a sitios donde sus padres no le permitían el acceso por tratarse de habitaciones de los patrones, ella estaba puesta con un camisón de dormir, caminaba con sigilo por esos pasillos estrechos que daban a las habitaciones, desde muy pequeña Fernanda era muy inquieta, fue a una habitación con puerta muy lujosa, vio que estaba entreabierta, empujó un poquito para ver por la hendija, lo que vio la sorprendió mucho, se trataba de don Anderson de la Sierva que acostado y abierto ampliamente de sus piernas se estiraba el pene, de pronto vio a la pequeña por la hendija, ella ya había visto lo suficiente aunque le extrañaba aquello que el hombre se estaba haciendo, para Anderson era contradictorio que la niña lo viese de esa manera, sólo atino a cubrirse con la sábana sin decir palabra y expresar su extrañeza en el rostro al haber sido descubierto, desde muy chico le gustaba masturbarse a solas, a sus treinta y tres años estaba en su furor, Fernanda miraba la tela elevada producto de la erección del pene cubierto, como de costumbre pese a estar así para ella había siempre la sonrisa jovial de aquel hombre, ella seguía mirando esa elevación en la tela, el hombre tragó saliva, se fue calmando pese a estar caliente de piel, la niña estaba arrimada en la puerta, de pronto el hombre reacciona diciéndole que entre y cierre la puerta, él sabía que sus empleados y familiares habían salido a la verbena, por cosas del destino él no deseó ir, Anderson se puso en pie rodeado de la sabana por la cintura, dio unos pasos acercándose a recoger el calzoncillo que estaba tirado en el piso junto a la cama amplia, Fernanda vio que por unos segundos la sabana se deslizó por las piernas cayendo a los tobillos, el hombre se acuclilló y tomó el calzoncillo poniéndoselo al levantar cada pierna y deslizárselo hasta la cintura, luego se acuclilló delante de la pequeña Fernanda, se vieron al rostro, ¿a qué viniste mi pequeña Fernanda?, “¡estaba caminando por ahí don Anderson!”, “¿no viniste a verme?” la pequeña viéndole a los ojos y con algo de puchero en los labios movía negativamente la cabeza, ¡Qué extraño… pensé que querías verme! ¡que deseabas conocer algo de esta habitación! ¿has estado algunas vez aquí? Ella dijo que no pues sus padres no le permitían subir a estas habitaciones que sólo son de acceso a los patrones y a nadie más, Anderson le acarició el pelo ante esa sentida respuesta, el hombre notaba que ella miraba esa tela del calzoncillo cuyo pene se amoldaba ya que Anderson se lo estiraba, “¡es momento que estés allá abajo!” ella se puso triste al escuchar aquello, deseaba conocer más, se lo dijo al hombre pero éste le tomó de la mano para llevarla abajo al cuarto de los empleados, pero vio que ella seguí mirando el pene vestido, le acarició el pelo, tragó saliva, se le vino una idea luminosa, le soltó de la mano, se acuclilló delante de la pequeña y mientras le acariciaba la mejillas con un dedo le preguntaba ¿quieres conocer más de estos lugares? ella movía la cabeza afirmativamente con unos brincos, “¡espera aquí!” el hombre bajó recorriendo la casa de estancia, se percató que sólo estaba aquella anciana ama de llaves al servicio de muchos años de sus ancestros los De la Sierva, vio que dormía profundamente, recorrió hasta el último rincón de la casa por si acaso y luego rápidamente fue a donde estaba ella, la encontró pasando las manos por los finos veladores, al verle le sonrió tímidamente, “¡estás de suerte!” ¿me dijiste que querías conocer los lugares? ella asintió ansiosa y muy gustosa “¡ven… vamos!” “¡te los mostraré!” ella dio brincos de felicidad, Anderson caminaba con ella abrazándola por detrás, a veces en el recorrido se inclinaba un poco al detenerla para restregarle le pene por el culito vestido, en otra ocasión le pasaba sutilmente las manos por los hombros deslizando hacia las bolitas de pezones, ella no se daba por enterada de lo sucedido, cuando llegaron a recorrer el cuarto de su hermano vieron muchos objetos novedosos que a la niñez le llamaba la atención, el mentón del hombre se posaba sobre el cuello de la pequeña percibiendo el golpe de la respiración, ella sentía rara su piel, el hombre sabía lo que estaba haciendo, de repente una mano pasa rozando el culito, fue allí que ella sintió ese movimiento de manos en su culito al ser alzado su camisón de dormir, el hombre al rozar su nariz por el cuello se fijaba en los pies descalzos de la pequeña, le hizo ver un cuadro donde se ilustraba a una pareja besándose “¿te gusta?” “¿eh?” la niña contemplaba esa ilustración muy atentamente “¡están besándose!” “¿lo sabías?” ella miraba con fijación la foto y en instantes se puso cabizbaja, “¿has visto a alguien besándose?” ella aún cabizbaja daba la respuesta asintiendo, “¿qué te parece, eh?” “¡se los ve muy felices!” “¡les gusta lo que hacen!” “¡mira, Fernanda!” ella alzó su mirada a la ilustración y fue en ese momento que sintió el roce de los labios de Anderson por su cuello y sus mejillas, de inmediato se notaba su piel de gallina, estaba experimentando algo que hasta ahora le era desconocido para ella, la tomó de los hombros y se acuclilló en su delante, “¡míralos, ellos están jugando a que se quieren mucho!” “¿quieres jugar conmigo, Fernanda?” ella vio el cuadro y luego lo miró, sonrió cabizbaja, “¡te va a gustar!”, “¡primero debes prometer que no debes contárselo a la gente!” “¿de acuerdo?” ella al verle fijamente a los ojos asentía, “¡si alguien llega a enterarse de seguro tendrás problemas!” “¡será nuestro secreto!”, “¡te daré muchos regalos… los que tú gustes!” “¡claro está si siempre juegas conmigo en secreto!” “¿de acuerdo?” la nena asentía, “¡bien!”, “¡vamos, aprisa!”, llegaron a su cuarto y puso seguro a la puerta, aún estaban allí las sabanas en la cama desarreglada, “¡aquí jugaremos!”, ella vio que Anderson le hacía señas para ayudarle a quitar el camisón, se extrañó ante aquello, “¡tranquila… es para jugar mejor!” “¡ya lo verás!”, la pequeña se ruborizó al sacarse el camisón y verse puesta solo con el calzoncito, era la primera vez que un hombre desconocido la miraba de esa forma, “¡te ves bien mi amor!” “¡no tengas pena!” “¡mira!”, Anderson delante de la pequeña se quitaba el calzoncillo quedándose completamente desnudo, “¡ves… estoy cómodo!” la pequeña miraba atenta el movimiento del pene que Anderson hacía al caminar llegando a ella, “¡ahora voy yo!” el hombre se acuclilló y para sorpresa de Fernanda vio que su calzoncito era agarrado por los dientes de aquel hombre que los deslizaba de la cadera llevándola deslizando hasta que caen en los tobillos, le hizo alzar los pies para apartar esa prenda poniéndola junto al camisón en el suelo, instintivamente puso sus manitos a tapar la rajita, Anderson le acarició el pelo, “¡no tengas pena, acostúmbrate pues es parte del jueguito!” “¡así se hace!”, poco apoco le apartó las manos de la rajita, las besaba con intensidad, “¡Fernanda, tranquila, tranquila!”, le besaba la frente luego las mejillas, ella estática se dejaba, sentía que era parte del juego, recordaba la ilustración y las palabras que generaban confianza de labios de Anderson y precisamente esos labios le estaba haciendo furor en la piel al niña que era besada por vez primera de un desconocido, vio que los besos iban dirigidos a su ombligo y bajaban hacia la pelvis, sintió el agarre de esa manos adultas en las caderas, sintió que se aferraban esas manos de manera muy fuerte, sintió que esa nariz rizaba la pelvis y esa lengua rozaba la rajita, rozaba esos labios vaginales, sentía esa primera vez, ella instintivamente cerraba los ojos y abría la boca sintiendo extrañeza, la lengua empezaba querer introducirse entre los labios vaginales de la pequeña Fernanda, ella instintivamente se apartó pero las férreas manos de Anderson la volvieron a detener sintiendo el pase de la lengua por esa vaginita, para aquel hombre era grato abrir esos labios y oler la vaginita, pasar la punta de la lengua tratando de llegar al clítoris, así como ella estaba parada se tornaba incómodo pero hacía lo que podía, ella miraba ese pene bien erecto del hombre, lo veía rozando sus muslos al momento en que se ponía en pie aquel adulto, “¡te gustó!” “¿verdad?” ahora el glande rozaba el vientre la de la pequeña, “¡agáchate primor!” con las manos en los hombros la pequeña fue acuclillando de a poco hasta tener en su delante ese pene erecto, “¡ahora te toca!” “¡anda acaríciale!” la manito de ella rozaba el tronco del pene siendo guiada por la mano de Anderson, el glande era pasado por las mejillas de Fernanda hasta llegar a sus labios donde ella por vez primera olía ese miembro viril a sus siete años, “¡abre la boquita!” “¡así… despacio!”, era la primera vez que probaba la punta del glande del pene de un hombre, le ensalivó a la mitad del glande, al sacar tosía, eso hacía reír a Anderson, “¡mi pequeña, tranquila!” “¡ya iras aprendiendo!” la tierna nena se dejaba llevar por las promesas de que una vez terminado el jueguito le daría el regalo que pidiese, ella ya lo tenía pensado, eran esos bombones que estaban de moda, ella le encantaban las golosinas, la marcó haciéndole mimos en el mentó y dándole besos en las mejillas, “¡me siento muy orgulloso de ti, mi pequeña!” le hizo dar giros haciéndola reír e incrementando así la confianza, la puso en pie acariciándole el pelo, le guiaba tomándole de los hombros y antes de llegar al borde de la cama la abrazó por detrás era para que ella sienta el roce del glande entre la raja de su culito, “¡ven, acuéstate!” la acostó de espaldas al colchón abriéndole las piernas, se notaba esa vaginita virgen, esos piecitos bien alargados así como los dedos, el hombre se fijó que esa niña no era del físico de sus padres pues sus pies y su distribución ósea de la cabeza distaba de ser parecida, sin embargo pese a todo él le acariciaba, las manos recorría a lo largo ese cuerpito de niña preciosa, le decía palabras dulces y halagadoras al pasarle las manos por la piel de su cuerpo, no hubo un roncón de su cuerpo que no haya sido tocado por esas manos adultas, “¿recuerdas la foto en el cuarto de mi hermano?” “¿lo que jugaban esas personas?” “¿sí… lo recuerdas?” ella asintió con seguridad “¡pues nosotros haremos lo mismo!” “¡ya verás que te va a encantar!” acercó a rozarle los labios y los fue rozando y humedeciendo, la lengua abría los labios y se unían poderosamente, era así que Fernanda recibía su primer beso de un hombre, era así que Fernanda empezaba a amar, era sí que se despertaba su metamorfosis, abría los labios y le enseñaba a besar hasta con lengua incluida, “¡te quiero mi pequeña!” “¡te quiero!”, se fue acostando lentamente encima de la pequeña mientras aprendía a besar, ya para ese momento el glande tenía humedecido su piel por efecto del líquido preseminal, ella lo sintió en la rajita de su vaginita cuando el glande la rozaba, “¡vas a sentir cómo se quieren dos personas!” “¡te voy a enseñar a sentir!” la besaba ahora con pasión ensalivándole los labios, de pronto con una mano sostuvo el tronco del pene y le fue punteando ensanchando apenas los labios vaginales, ella sintió molestia en su vaginita y trató de moverse pero Anderson la sostuvo, “¡déjate pequeña, sólo es la puntita!” “¡déjate… mi amor!” “¡te lo estoy haciendo con amor!” “¡déjate!” hasta ese momento no había hablado la pequeña pero al sentir ese glande pidió que no siga pues le dolía, Anderson se apartó de la pequeña, no quería importunarla por tan bien que iban haciéndolo, “¡date vuelta querida!” extrañada la nena obedeció acostándose de cara al colchón, ahora el glande se deslizaba entre los glúteos, ese roce le estimulaba mucho a Anderson a besar los hombros y mejillas a la pequeña, “¡siente que te cojo!” “¡siente lo que es rico!” “¡te estoy cogiendo rico, rico!” ahora la punta del glande estaba queriendo meterse en el ano, la chica de igual forma pidió que ya no más porque le estaba doliendo, de súbito hizo que se diese vuelta, el semen lo tenía en la punta del glande listo para ser lanzado, le abrió bien de piernas encorvándole en las almohadas, en seguida el pene se deslizaba en la entrada de la vaginita entre los labios vaginales, “¡mira cómo jugamos!” “¡mira!” “¡mira!” ella veía el glande que se deslizaba en su vaginita, para su sorpresa vio que del glande salía expulsado el semen, era su primera experiencia sexual, la nena vio que ese líquido llegaba a su pecho, con un dedo lo trataba de sacar, se lo llevó a la nariz y viendo el pene del hombre asociaba la idea del olor que tenía, era maravilloso para el hombre sentir ese desliz de su pene en esa piel tan suave de siete años, para ella era su primera vez estar sometida así, que le pasen el pene por esa vaginita virgen de niña de siete años, as{i latente lo dejo encima d la vaginita, “¡no olvides nunca de nuestro primer juego mi amor!” empezó de nuevo a deslizar el pene saliéndole las gotas restantes de semen, “¡mira Fernanda!” “¡mira!”, “¡esto es querer!”, “¡esto es coger!” “¡así se llama el jueguito que hicimos!” la pelvis de ambos se unían al bajar y subir, Anderson se había vaciado por la pelvis y vaginita de Fernanda, rápidamente se apartó viéndola a piernas abiertas deslizando sus deditos por el semen impregnado en su piel, fue por papel higiénico para limpiarle, mientras él se limpiaba el pene le decía a la niña “¡es nuestro secreto!” “¡no lo debes contar!” “¡nos queremos mucho!” “¿verdad, primor?” ella estaba estática viéndole y pasándose los dedos por los labios vaginales, estaban muy rosáceos por la pasada seguida del pene, sin duda Anderson había despertado la sensación sexual en la pequeña, le acariciaba el pelo, “¡ven, vamos a vestirte!” ella estaba en pie sobre la cama, alzaba sus pies para subirse el calzoncito, luego Anderson le puso el camisón de dormir, lentamente salieron de la habitación, la pequeña iba delante y él la abrazaba por detrás haciéndole sentir el pene erecto por su culito, le daba a la vez besos en el cuello que la hacía reír, Anderson solo vestía de calzoncillo, ella miraba el bulto formado en la tela, Anderson notaba ese interés en la pequeña, “¡quieres verlo de nuevo!” “¡te gusta verlo!” “¡ahí te va!” graciosamente con morisquetas se fue bajando el calzoncillo “¡ahora chúpamelo!” ella vio que el hombre se acuclillaba y pasaba el pene por los labios, ella hacía unos leves quietes como que ya no deseaba hacer sexo oral, lo olía y lo miraba por el tamaño que tenía, ya antes lo había visto al de su padre en un instante de descuido al dejar abierta la puerta de la ducha, ahora tenía en su delante ese grueso pene, le atraía de verlo y tocárselo, “¡mi amor cuando desees de verlo, llámame o acércate!” “¿lo harás mi pequeña?” ella asintió, “¡qué buena chica tengo ahora a mi lado!” le dio unos besos apasionados recordándole lo que se gustan las parejas, se subió el calzoncillo y la condujo cerca de su habitación, la anciana seguía dormido, al despedirse le dio un beso apasionado y muy prolongado, se despidieron con la promesa de volverse a ver, ella quedo parada arrimada a la puerta teniendo como fondo la pared donde estaba la anciana profundamente dormida, con mucho gusto la dejaba en ese lugar, ella tímidamente se despedía agitándole la mano y con la otra estaba rascándose la vagina vestida, el hombre notaba que el latir de su pene y el roce constante de su glande le hizo efecto en la vagina de esa niña de siete años; el tiempo pasaba y los encuentros furtivos terminaban siempre con el culo y la vagina mojada de semen de la pequeña Fernanda, ella había crecido, su cuerpo se desarrollaba de una forma vertiginosa, lamentaba que sus padres no le hayan dado un hermanito o hermanita, se criaba sola con la vigilancia y el compromiso de sus padres de poderle dar todo lo mejor bajo su pobreza, luego de un año después del primer encuentro, los padres en parte de poco en poco se desentendían del cuidado de su única hija, mientras que la anciana continuaba cuidando con mayor tiempo a la pequeña Fernanda, muchas veces iban al pueblo y otras iban juntas al lavado de ropa donde la niña se maravillaba caminando por los alrededores del sector rural, maravillada veía desde lejos el pasar al montar de ese hombre quien le despertó el sexo, aún a su edad estaba muy atractivo, Anderson de la Sierva ya iba a cumplir sus treinta y cinco años y seguía soltero, los comentarios en el pueblo no se hacían esperar y llegaban a oídos de la pequeña Fernanda, en varias ocasiones montaba con su gran amigo Fulgencio Arichabala que visitaba el sector en necesidad de comprar el terreno, por ese tiempo ella lo conoció montado en el caballo y lo saludó suavemente rozándose las manos, lejos estaría de sospechar ella que sería el inicio de la unión de sus vidas, fue en aquel tiempo cuando aquel hombre tenía 55 años de edad en que hizo amistad con la pequeña, a sus ocho años cumplidos se notaba el desarrollo de su cuerpo, siempre al pasar el instinto de Anderson era de manosearse el pene cuando la nena lo miraba, en su mente retumbaba repetidamente el nombre de “¡Anderson!” “¡Anderson!” “¡Anderson!” igual a estar despierta como estar dormida, siempre en su mente estaba ese hombre presente, siempre tranquilo y relajado, siempre desnudo, tal cual en los encuentros que sostenían, siempre mostrándose ese pene al que ya tanto le gustaba acariciarlo, succionarlo y que le gustaba que se lo pasen por su vagina y traserito; hubo la ocasión de verse cuando aprovechaban del sueño profundo de la anciana, ella sigilosamente iba al cuarto de Anderson, su hermano menor había salido con sus amigos, era otro momento más para estar a solas, ahora ella voluntariamente sabía dónde lo encontraría, en aquella habitación, al abrir la puerta, efectivamente allí estaba desnudo en la cama estirándose el pene, la recibía con una sonrisa contagiosa, los gruesos dedos agitaban el tronco del pene, con un gesto le hizo entender que cierre la puerta, así lo hizo poniendo con seguro como siempre “¡ven!”, “¡quítate la ropa!”, ella se desnuda en su delante, se maravillaba contemplarle así desnuda y descalza, tenía unos dedos alargados bien formados “¡ven!” “¡ahora acércate, mi pequeña!” lentamente Fernanda se acercaba al extremo de la cama donde se sentó y fue acariciado su pelo y mejillas por un instante, pasando por los muslos, “¡ven, acuéstate a mi lado!” “¡hace un poco de frío hoy!” estaba en lo cierto pues al pasar la mano sintió la frialdad de la piel de la nena haciéndose como piel de gallina, Anderson abrió de piernas haciendo que la pelvis de ella se uniera con su pelvis, le rodeó con los brazos la espalda, “¡así me gusta tenerte… mi pequeña Fernanda!” la mano se deslizaba por le culito, “¡lo tienes suavecito!” se miraron sonrientes, ella sintió el roce del pene erecto como siempre sobre su vaginita, ella estaba encima de él muy sonriente, “¡ahora me vas a coger tú, mi pequeña!” “¡vamos, muévete!” “¡muévete!” con una mano tomó la sabana cubriéndose los cuerpos, sólo se veía que la sábana se alzaba y se levantaba haciendo que se deslizase hasta la cadera de la pequeña teniendo el culito cubierto, así se alzaba y bajaba armónicamente, a los dos les gustaba es aposición, al unir las frentes ella notó el tufo alcohólico que tenía Anderson, de repente giró haciéndola quedar debajo de su cuerpo, “¿estabas sola con la anciana?” ella asentía afirmando la respuesta a la pregunta “¿viniste para que sigamos jugando así?” volvía a asentir “¿te gusta lo que hacemos?” movía su cabeza afirmativamente, “¿seguimos jugando, Fernanda?”, ella sonreía, sintió las manos en las caderas femeninas que las sujetaban, le dio un beso en la frente y dos en cada mejillas “¡creo que ha llegado el momento!” le dijo apasionadamente, “¡ahora será… mi pequeña Fernanda!”, ella lo miraba “¡ha llegado el momento… mi pequeña!” ella sentía el roce del glande sobre los labios vaginales humedecidos por sentir deseo “¡ahora serás mía!”, “¿lo quieres… verdad que sí?”, le besaba el rostro “¿lo deseas verdad?” seguía besándole ahora con lengua, “¡lo quieres!” el glande entraba en esos labios vaginales deformados “¡lo quieres ahora!” la sujetaba con fuerza, ella sintió ser poseída por esos brazos que la rodeaban y ese glande que iba entrando en la vagina, de a poco la molestia se incrementaba, sentía ser penetrada, estaba yendo mucho más allá con ese “jueguito”, ahora los brazos se aferraban más a la cintura, las pelvis se rozaban, ella abría los ojos al sentir ese pene que entraba en la vagina, el glande rozaba el himen, ella le suplicaba que no siga, le decía que le estaba doliendo, pero Anderson ya estaba poseído por el deseo, ella gritaba y su grito fue ahogado por la recia mano viril, sintió dolor profundo en su vientre, era algo único y desconocido experimentado en instantes, Anderson sintió que la había desvirgado, cuando sintió que el glande hubo entrado totalmente la empezó a besar con locura, a chupar sus labios y lengua de la niña, ella no respondía, estaba muy sorprendida, muy extrañada, le gustaba besarla y gozaba ahora muy rápido de su cuerpo, su lengua se movía en los labios cerrados de la niña de tanta excitación, al paso de los minutos su pequeña rajita empezaba a ceder ante el grueso pene que tenía incrustado, una porción del pene erecto entró con el glande como punta de lanza en esa vaginita, y de pronto un hilillo de sangre empezó a salir y mezclarse con los líquidos de su pene, sentía latir y arder su vagina, es que el himen había sido roto, la niña Fernanda ya no era más virgen, a sus ocho tiernos años era penetrada por un pene de un hombre de 55 años en su dulce y tierna vagina infantil que atrapaba y retenía ese glande con mucha fuerza como para no dejarle salir jamás, dio un pequeño brinco y gesto de dolor, había empezado un viaje sin retorno, a Fernanda Anderson de la Sierva aquel descendiente de hidalgos españoles la había hecho mujercita, se movía suavemente aún metido el pene dentro de la vagina, la niña tambaleaba así estando ensartada su vagina por ese pene adulto, fue alzando su pecho desnudo lleno de vellos, a la niña le acercó su piel sudorosa producto de tanto movimiento sexual y era rozada su vellosidad del pecho del hombre maduro en su piel infantil, más que significativa a trasluz era la imagen que guardaban aquellos cuerpos unidos desnudos cubiertos en parte de las sábanas, se veía la silueta de aquel hombre sobe la niña Fernanda, abre más las piernas moviendo perturbadoramente los dedos de los pies, las manos hacían puños en las sábanas al sentir el movimiento de ese e pene dentro de su vagina, “¡tranquila… quiero perforarte más!” “¡quiero meterte todo!” “¡todo!” mientras hacía movimientos suaves de cadera la besaba locamente en el cuello de Fernanda que muy resignada y con alto dolor se dejaba hacer el amor, el pene estaba clavado a la mitad, era irónico pensar que esa cerrada y apretada vaginita lampiña de la nenita de ocho años pudiera recibir tanto pene grueso en su cuerpecito, ya que quedaba abierta su pene abrazándole con tanta presión, él estaba penetrándole a la mitad y no se quejaba al contrario de ella, había nacido la metamorfosis en esa nena, pensaba y sentía penetrándole, se sentía poderoso de solo ver esa imagen, empezó a mamar sus tiernas tetitas succionándolas con suavidad haciéndolas tronar a cada chupete que les daba, la niña empezaba a jadear con su vocecita infantil que al ser escuchada por Anderson le ponía el pene más duro y potente, estuvo un buen rato presionándola por la cintura sacándosela y metiéndosela lentamente para que la penetración fuera cada vez más profunda, ya bien ensartada se deslizó al extremo de la cama sin sacarle su pene y de nuevo empezó a manejarla a su antojo, a sacarle el pene por completo y a hundírselo lentamente a la niña, la manoseaba agarrándola en dos manos de su hermosas y calientes nalgas, metía sus dedos entre el surco de su grande culo hasta llegar a presionar levemente su ano de niña, ella soltaba quejidos en cada metida que le daba su amigo de prominente pene, la pequeña sentía dentro de su vaginita el semen producto de orgasmos mojándose el grueso y duro pene de Anderson, el hombre sentía en el roce del tronco aquel dulce apretar de sus labios vaginales, tan tiernos y cerrados, en la habitación se oían gemidos de la niña siendo penetrada y chasquidos del choque de sus miembros, una imagen sensual de la tierna Fernandita de ocho años allí acostada y sometida por un hombre maduro metiéndole su grueso pene y ella bien abrazada a su cuello a orden de su iniciador, estaban sus pies ahora colgando en el aire subiendo y bajando penetrada en el pene del hijo maduro de los patrones, su ahora marido naciente tras haberle entregado su virginidad, ella soportaba estoicamente, orgulloso estaba de su hazaña con la niña, lo había logrado tras muchos encuentros infructuosos en donde la pequeña Fernanda lograba esquivar esa tentativa, ahora se había hecho a un lado los prejuicios y Anderson lograba a movimiento de pelvis “¿te gusta cómo te lo meto?” “¡se siente bien delicioso!” “¿verdad mi preciosa?” “¿lo sientes mi bebita?” Anderson, Jadeaba con saliva, “¡mi preciosa, sé que ahora mismo te duele un poquito!” “¡pero ya vas a sentir cosquillitas y te gustará ahora con mi pene vas a sentir bien bonito!” le besó la frente, “¡voy a hacer de que siempre te guste y te sientas bonito mi nena, yo también siento bien rico en mi glande cuando se mete y sale de tu vaginita!”, “¡me gusta mucho jugar contigo!”, después de tenerla acostada en su grueso pene por largo rato, el hombre se abrazaba a ella como si no quisiera que terminara el “juego”, con la cabeza recargada en su hombro dejaba que el señor le metiera su tronco en su “cuevita” y ella jadeaba muy suavemente en los oídos de su macho iniciador, él estaba por eyacular después de varios minutos de estarla penetrando de esa manera, cansado la aparta y le besa el traserito, su cuerpo era hermoso, blanquito, curveado y de perfil de cielo, con unas piernas rellenitas y torneadas con un trasero de forma voluminosa bien exquisito y exquisito a la vista, vio esa vagina algo sangrante efecto de haber sido desvirgada, de nuevo la lleva a la cama le y de nuevo abrió sus ricas piernas y empezó a mamar su vaginita, le dijo que debía ponerle saliva para que el “juguete” entre de mejor manera, la niña solo cerraba sus ojitos dejando que su iniciador la tomara, después le dijo que ella debía aprender a ensalivar el pene que lo mostraba moviéndose al efecto de las manos y se puso de pie, la niña se levantó a la orilla de la cama y así él de pie y ella sentada en la cama le acerco su enorme pene en su carita, se olía el tufo de Anderson, le sobo las mejillas y la barbilla con su peen estado quieta la nena, le dijo que abriera su boquita y la chupara haciendo chasquidos, la niña al principio con algo de asco empezó a meter la cabeza del glande en su boquita, le dijo que siguiera y en pocos minutos la nena tomaba su pene con su dos manitas y succionaba con facilidad y experiencia la cabezota del pene tras haber aprendido en los múltiples encuentros en ese año pasado, para ese momento ella lo hacía obligada teniendo un fuerte dolor en el vientre, complacido estaba Anderson “¿Te gusta mi linda Fernanda?”, “¡es todo tuyo mi pene… mi amor!” “¡hazme gozar con tu linda boquita!”, “¡sigue así Fernanda, chúpalo rico, así mamita!”, “¿eso te encanta verdad?” “¡me encantas bebita!”, se apartó a súplica de ella diciéndole que ya no aguantaba más, que le dolía su “cuevita”, ella quedó con sus blancas piernas dobladas con los pies descansando en el colchón, sentía el latir de su vaginita en esa posición, la sentía humedecida, el instinto la llamaba a ir al baño, se lo dijo a Anderson, éste la condujo, con cuidado a sentarse sobre la cama dejando rastro de sangre que vio Anderson dibujándose una mueca irónica de risa al ver esa evidencia de cómo la había desvirgado, esa evidencia de metamorfosis muy sentida en su cuerpo, le puso la ropa, la besaba apasionadamente, “¡gracias por esta maravillosa noche!” “¡guarda nuestro secreto de amor!” “¡hazlo ahora que eres mi mujer!” ella lo vio extraño al escuchar esas palabras y ese gesto en el rostro le intimidaba, “¡sí!” “¡en esa cama fuiste mi mujer!” “¡y seguirás siendo mi mujer!” algo desorientada se dejó conducir por el hombre sin dejar de ver detrás esa cama, la acompañó hacia donde estaba la anciana profundamente dormida, llegaron a la puerta estando al fondo profundamente la anciana que cuidaba de la pequeña Fernanda, antes de despedirse la marcó dándole prolongados besos apasionados arrimada su espalda en la pared “¡no lo olvides!” “¡desde ahora eres mi mujer!” “¡ahora y siempre!” “¡no cuentes lo sucedido!” antes de bajarla le dio un prolongado beso con lengua que ella tímidamente sabía responder, su vientre aún le dolía un poco, se despidió aquel hombre yendo a su habitación de soltero, debía desaparecer las huellas de que Fernanda fue desvirgada en ese lugar, miraba su pene y movía la cabeza afirmativamente con mucho gusto recordando lo que le había hecho a esa dulce e inocente niña, mientras tanto ella pasaba caminando sigilosamente por donde al anciana y de pronto sintió un dolor de vientre, Fernanda se sentó en un sillón esperando que le pase, se levantó con dificultad, caminaba mientras mil cosas pasaban por su cabeza, ella sabía en su interior que no debía decir lo que había “jugado” con Anderson de la Sierva, estaba confundida al escucharle decir “¡ahora eres mi mujer!”, le había gustado un poco hasta que la desvirgó, algo que la tenía muy inquieta, pero también sentía miedo a que su abuela la regañara y no la dejara ir en su compañía, caminaba lentamente sintiendo como su rajita le ardía, decidió mejor ir al baño a hacer pipí, tocaba su rajita con la mano y casi lloró del ardor, reaccionaba convencida que evitaba el llorar, se aguantaría el pujar pues posiblemente ya pronto llegarían los adultos y además porque no quería ser descubierta por sus padres en ese estado, ahora se quitó el camisón de dormir, sentía mucha dificultad al caminar, se sentó en la tasa del baño que estaba fría al contacto de su piel suave infantil y casi emite gritos cuando de repente siente salir hilillo de la orina salida de la rajita de su vaginita, sentía algo caliente que le salía, más se asustó cuando sintió ardor, se levantó y vio la tasa manchada de sangre lo mismo que su calzoncito, estaba tan asustada que casi le llama a gritos a su abuelita que le ayudara, pero nuevamente recordó que era algo que debía ocultar, se acordaba las palabras de su iniciador “¡es nuestro secreto, nadie debe saberlo!” resignada pese a su dolor limpió su sangre y arrojó los papeles manchados a la tasa, jaló la palanca y vio como la prueba de haber sido desvirgada se iba por el drenaje; tiempo después se dirigió muy temerosa a la habitación y se cambió de ropa interior, temblaba con cierta extrañeza, le dolía el vientre, estaba acostada con sus piernas unidas, meditaba y meditaba de lo que había ocurrido en aquella cama, le vino el recordar de esa dolorosa sensación de ser penetrada, de sentir que ese pene de ese adulto la había desvirgado pensaba con temor y recelo, sentía mucha vergüenza, le temía su padre; a unos pasos de allí en la habitación de Anderson de la Sierva estaba acostado muy meditabundo en la cama, no se había bañado, aún conservaba la esencia del néctar del sudor inocente infantil de esa preciosa niña, también en su pene que lo veía erecto y muy latente, con sus manos bien tratadas tocó su pene, lo acarició y se llevó los dedos a su nariz, olio con excitada nostalgia la fragancia mezclada sangre con fluido vaginal, olía ese tipo de olor típico de haber hecho el sexo con una mujer, su pene brincó más de solo con recordar lo sucedido durante el día, sentía que tal vez que los padres de Fernanda podrían ser enterados, pero, a pesar de eso no se arrepentía, había sido la mejor cogida de su vida, ninguna de sus anteriores mujeres de la vida alegre le había dado tanto placer, mientras meditaba continuaba olfateando a sus dedos, cerca de allí también lo hacía Fernanda, pensativa se pasaba los dedos por los labios vaginales y se los pasaba por la nariz, el vientre le dolía pero iba menguando; ahora Fernanda recordaba en la actualidad esa frase de aquel hombre “¡te lo hice con amor… y tú también lo deseabas!”, abrió los ojos ampliamente, deseaba fumar, estaba temblorosa, reconocería ahora ese pene, se arrimó poniendo la cabeza a la pared, le vino un flashback, extrañaba la presencia de su actual esposo, le consolaba saber que su hija Cayetana y su precioso Mateo estarían con ella siempre a su lado, atrás trataban de dejar los recuerdos, aunque a veces para Fernanda eran recurrentes.
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Se escuchaban gemidos debajo de las sábanas que cubrían a los dos cuerpos, esas sábanas se alzaban y bajaban amoldadas al trasero delimitado, aquellos gemidos se incrementaban, de las sábanas puesta en los cuerpos sobresalían las manos entrelazadas con fuerza que se ajustaban a presión al escuchar el lanzado de gemidos, los cuatro pies sobresalían de las sábanas al borde de la cama, la brisa marina entraba por el ventanal abierto y como muestra de su impetuosidad se notaba en el movimiento de la suave cortina blanca tendida para el efecto de cubrir del sol, ambos cuerpos ya estaban sudorosos, estaban a solas, estaban sintiendo los manjares que sólo la pasión y el sexo les podrían brindar, estaban muy animados en su celo, la cama como testigo de su entrega se movía armónicamente a lo que el hombre acostado sobre ella le penetraba, se juraban amarse, no faltaban los te quiero, los te amo, los me gustas mucho, no faltaban los besos apasionados con lengua mientras sentían la penetración, mientras experimentaban la entrega de amarse a plenitud, ella estaba fascinada disfrutando el cuerpo de su amante, había venido desde la capital con su hijo para estar en los brazos de su hombre deseado, la entrega era sincera y emotiva, habían esperado varias semanas para estar en esa situación, ambos contaban los días para verse, sabían que esa situación no era correcta, pero no había otra forma de sostener su relación, se resignaban a seguir así, se deseaban y eran el complemento de cada uno, tenían un hijo, lo habían hecho muy hermoso, salía en las tapas de las revistas, en los diarios de la nación y en las etiquetas de ciertos productos infantiles, ese niño se estaba convirtiendo en una celebridad mediática, lejos la gente y consumidores de esos productos sabían que ese niño en realidad fue engendrado por un jardinero y por aquel entonces su madre ocultó su nacimiento endosándole la paternidad a un potentado hombre quien se cree padre verdadero pero no es así, ahora los amantes botaban su desenfreno contendido de pasión extrema, la sábana se deslizaba por sus rostros que se besaban con lengua, se amaban mucho, tenían gran afinidad, el pene entraba y salía por esa vagina, alzaba las caderas y las bajaba haciendo que la pelvis de cada uno se uniera lanzando gemidos, en eso que la puerta se abre un poco mostrando la figura de aquel niño que miraba fijamente a su madre debajo de aquel hombre que les daba seguridad personal, ese hombre no era su padre, el pequeño se sorprendió, de inmediato la mirada asustadiza de su madre se fijaba en su rostro, hizo ademán al sorprendido hombre para que se detenga, al girar el rostro vio la figura de rostro sorprendido del pequeño Daniel Nicolás Arichabala Pérez, hizo un puchero, el pequeño giró sobre sus talones y se retiró de la habitación, los sorprendidos adultos se vistieron como pudieron yendo a buscar al pequeño, la más angustiada era Justin, buscaba por los rincones de la casa de playa al pequeño mientras Agustín lo hacía por los alrededores, se encontraron dando cuenta que no lo encontraban al pequeño, siguieron la búsqueda por los alrededores, lo encontraron en el muelle artesanal, allí estaba ese niño precioso posando sus manos en el borde del bote, estaba pensativo mirando hacia el horizonte, tenía ocho años, había nacido el primer día de marzo de 1954, un mes antes que su prima Cayetana, era el quinto día de mayo de 1962, su madre se acercó viéndole llorar desconsoladamente, quería mucho a su papá Nicolás aunque desde que tiene uso de razón el cariño era gélido, más era con su madre, típico de los hijos varones, más aún de verse hijo único de sus padres, el niño de ocho años tenía más afecto y apego a su madre, m{as aun le dolía lo que había visto, no comprendía por qué su madre actuaba así, para Justin se repetía lo sucedido con la difunta Victoria cuando fue sorprendida con Agustín también de esa forma, tenía atragantada la saliva en la garganta, su conciencia de verse descubierta no le permitía emitir palabra alguna, se limitó aponerle la mano cariñosamente en el hombro, pero el pequeño de inmediato le hizo un quite, se deslizó alejándose de su madre, la mirada era de odio y decepción, posteriormente evitaba verle al rostro, hubo un largo silencio entre los dos, a prudente distancia estaba Agustín, se notaba preocupado, era su hijo biológico, pero el pequeño Daniel Nicolás lo ignoraba, estaba desesperado, quiso acercarse, pero con un gesto de manos de Justin se detuvo y se alejó del lugar, pensó que era mejor que madre e hijo conversen, se lamentaba porque ya el pequeño no tendría confianza en él, se preocupaba de que ya no lo apreciara como antes, estaba angustiado de sólo saber que no estaría cerca de su único hijo varón, sí, Nicolás representaba su perpetuidad, estaba orgulloso de haberlo engendrado, de haber contribuido con sus genes para ser un niño precioso de rostro y físico, ahora, la madre comprobaría si existe hermosura en su alma, era muy difícil para la madre hacerle cambiar de opinión, ya tenía ocho años, entendía adecuadamente lo que vio, el silencio entre ambos continuaba, agachó el rostro y entrelazó las manos en señal de sufrimiento, para ella eso era inconcebible que le haya ocasionado tanto dolor a su único hijo, pero más era su temor que su hijo contase lo sucedido a su padre, se ría el acabose en su relación, ahora que todo económicamente iba bien, un escándalo así afectaría los negocios de su esposo y por consiguiente el futuro económico de su tierno hijo, todo le daba vueltas, el pensar así la angustiaba, tenía que hacer algo, debía empezar de alguna forma, puso su mano sobre la de su hijo y sintió que la aceptaba, no había rechazo, “¡hijo mío… estoy segura que mereces una explicación!”, el niño seguía cabizbajo, tenía mucha ansiedad, se notaba en el rostro, “¡recibe mil disculpas por lo de aquello!”, “¡te entiendo!”, “¡sé lo que sientes!”, “¡te pido que me perdones!”, el niño alzó su mirada viendo seriamente a su madre, “¡no deseo que lo vuelvas a ver!”, “¡te lo prohíbo!”, no dijo más y salió del bote, allí quedó Justin contrariada llorando, estaba enojada por lo sucedido, estaba contrariada de haber sido sorprendida otra vez ahora por el ser que más ha amado en su vida, al encontrarse con su amante lo abrazó llorando desconsoladamente, “¡me dijo que me aleje de tí!” el contrariado Agustín tragó saliva, “¡él no puede hablarte así!” “¡es nuestro hijo!” “¡no puede pedirte eso!” angustiado la tomó de los hombros “¡han pasado más de ocho años sin tenerlo a mi lado!” “¡no quiero perderlo!”, “¡es nuestro hijo!” “¡no concibo la idead e estar separado de los dos!” “¡ustedes son mi vida!” “¡he sufrido mucho para merecer esto!” “¡he esperado este momento de felicidad contigo y con nuestro hijo!” “¡Daniel es nuestro hijo, comprende!” la angustiada mujer le acariciaba las mejillas sin decir palabra, estaba angustiada igual que él, le daba besos cortos tratando de calmarle, caminaron juntos por la playa, pese a todo su atracción primaba, en un lugar apartado dos cuerpos hacían el amor desenfrenadamente, esa tarde ella debía haberle dicho algo a él, pero, sólo el tiempo lo dirá.
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Melquiades estaba presuroso llegando a la oficina, nacido en 1935 ahora con casi cumplidos los veintisiete años llegaba a desarrollar su actividad del día, llegaba tarde por un encuentro desafortunado con su madre Elena quien aún establecía comparaciones con su difunto hermano Heriberto, en ese momento llegaba contrariado Nicolás de treinta y seis años, nacido en 1926, la diferencia de edades entre ellos era de nueve años, tenía un gran poder de influencia en aquel muchacho, ahora que Renzo Orestes había fallecido era este muchacho quien ocupaba su lugar a plenitud, estaba a gusto en su trabajo, ambos eran amantes que cuidaban muy bien las apariencias, “¡tengo un compromiso urgente en casa!” “¡mi esposa no está y quiero que tú la suplantes como mi asesor que eres!” “¡deseo que estés a mi lado!” le pasó suavemente la mano, “¡ven a mi oficina!” acercó sus labios a la oreja “¡quiero dictarte algo que te gusta siempre!” “¡también quiero darte detalles de lo que harás conmigo!” sonrieron de manera cómplice y entraron a su oficina, de inmediato al cerrar la puerta se sacaron la ropa y sobre ese amplio sofá esos dos cuerpos desnudos hacían el amor, era indudable el creciente apego de ambos personajes, tenían un gran desenfreno, no importaba el lugar, sólo importaba el sentirse piel con piel, el amarse de una manera que sólo ellos lo sabían identificándose, el 69 no podía esperar sobre ese amplio sofá, los gemidos salían adecuadamente, el lugar era hermético a los sonidos, la planta en el edificio moderno así lo demostraba en su arquitectura y decorado, Nicolás pedía que se lo meta, así el pene ensalivado de Melquiades hacía furor en el culo de Nicolás, bien sujeto de las caderas lo penetraba, tenía mucho por dar, era incansable al momento de penetrar, exclamaba que le gustaba el pene, quería más y más, estaba en el cielo con ese pene dentro del culo con vellos, el glande humedecido del asistente del jefe hacía furor en ese trasero de ejecutivo de empresa, Nicolás sintió que el semen de Melquiades quedaba dentro de su ano, lo fue sacando lentamente y salía con semen, allí quedó Nicolás, estaba abierto de piernas ladeado en el sillón, por el culo le escurría el semen, emitía una sonrisa de complacencia, Melquiades tomó agua del sustentador y mojaba su glande con semen, estaba limpiándose la prueba de su acto sexual, por su parte Nicolás se ponía ya en pie, iba caminando en dirección al sustentador a tomar agua para limpiarse el culo en el baño contiguo de la oficina, los dos entraron a terminarse de limpiar, ya falta poco para ir a la recepción, los trajes de oficina serían la carta de presentación, llegaron a tiempo a la embajada del país del norte, allí estaban las altas personalidades de la política local y del país del norte, se hacía la cita para incrementar el rubro comercial entre ambos países, Nicolás estaba cercano a Valentín su socio comercial, se puso en relieve esa experiencia en la que Valentín como orador daba fe de la disciplina fiscal del país, los invitados emitían sus expectativas de la que a orden de Nicolás el fiel Melquiades iba tomando nota, de ahí que siempre salía un disimulado roce de manos y sobada del muslo vestido llegando a la entrepierna, Melquiades sonriente lo aceptaba o le corregía recordándole el lugar donde se encontraban, a unos asientos más atrás estaba muy atento Squeo, tenía doble misión en ese edificio de embajada, el primero asistir a la reunión y luego acompañar a su hijo a tramitar el pasaporte, Leroy se acercó a decirle al oído que él en representación del influyente Valentín ha pedido ya la visa al joven la cual fue aceptada, Squeo agradeció esa noble gestión en beneficio de su hijo, que lo acompañaría al sellado y la formalidad, le acercó unos documentos de autorización para que los firme, Leroy le dijo que era la fase final del proceso y que si le daba permiso a su hijo para llevarle a pasear la ciudad, el agradecido Squeo estrechó la mano del extranjero y le dio permiso a su hijo, tiempo después Venancio y Leroy viajaban por los alrededores de la ciudad y en un lugar apartado ambos recibían su correspondiente sexo oral y penetración anal, en pocas semanas siguientes Valentín, Venancio y Leroy tomarían un avión rumbo al país del norte.
FIN DEL DUCENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO TERCER EPISODIO
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