METAMORFOSIS 249
Lamentos.
Parado y muy serio con profunda meditación estaba Venancio Alberto frente a la tumba recién abierta de su madre, lamentablemente no pudo llegar a tiempo a estar velándola, llegó justo al panteón, su padre lo recibió desconsolado, totalmente devastado con la moral por los suelos, las gafas no disimulaban en parte tanta tristeza de aquel hombre potentado, los presentes estaban acongojados viendo ese encuentro entre padre e hijo, detrás estaba Valentín y Leroy quienes lo habían acompañado, la solidaridad se mostraba con esa deferencia a la cual públicamente en ese momento de dolor Squeo hizo hincapié con palabras emotivas de amistad y respeto con los ilustres visitantes, asentía con sentido respeto dibujado en el rostro el acaudalado Valentín heredero de una gran fortuna naviera y comercial, y también lo hacía Leroy, que era su amigo y amante antes chófer y ahora asistente, el prestante ciudadano Fulgencio Arichabala estaba junto con su hijo Nicolás dándole las condolencias, el anciano admiraba mucho a Venancio, se dieron un fuerte abrazo en señal de condolencia, de igual forma lo hizo el doctor Luis Daniel Pérez ex senador, le seguía detrás el agroindustrial Joaquín Valdés, además se notaba la presencia de Saúl André Francisco Alfonso Alsogaray Dampierre que estaba junto a su esposa Fernanda con la que se daban sentidos abrazos, cabe mencionar que se le considera como uno de los personajes más reconocidos en el jet set, por tratarse de un galán codiciado, muchas mujeres de abolengo y de imagen social estaban tras de él pero ahora esas pretensiones se diluían pues a su actual esposa siempre la tenía presente, hombre de facciones hermosas descendiente de nobles españoles y franceses heredó de su madre ese rostro y el físico atlético de su padre tener en cuenta su genética ya que ambos fueron campeones de polo y esgrima, la mayor parte de la familia estaba en Europa, administraba también los negocios de su difunta esposa heredados de su suegro el reconocido industrial de pastas y derivados alimenticios que son tradición en el país, Venancio estuvo hasta entrada la noche junto a la tumba de su madre y de su hermana que había fallecido meses atrás de una mala práctica de aborto en un consultorio de salud, Venancio desconocía que el hijo que esperaba su hermana era de su padre Squeo quien contra la voluntad de la joven se le hizo esa mala práctica médica, triste llegaba a su casa, no paraba de llorar, su madre lo era todo para él, recordaba los momentos de tristeza y de desdicha cuando supo la muerte de quien se creía su padre, lo encontraron calcinado en la abacería de Jasmani que era el dueño, luego recordaba el triste final de sus hermanos en aquel accidente, sólo quedaba él de toda esa familia con la que inició su vida, tenía a su medio hermano Contardo que ahora pasaba viajando por el mundo gastando la plata de su padre, además gozaba de la amistad de su amigos extranjeros que aprovecharon del viaje para observar sus inversiones en el país, desde la ventana en la que estaba arrimado vio el auto de su padre que iba dentro con Ramón su chófer, se notaba el rostro contrariado, Venancio Alberto se recostó en la cama pensativo, lloraba la pérdida de su madre, no se podía explicar tal accidente doméstico, seguramente la pérdida de su hija hizo que la mujer le provocase esa lamentable acción de caerse por lo pensativa que se encontraba con su dolor, aun su madre era muy joven, se preguntaba qué sería de su vida de ahora en adelante sin su madre, estaba en sus profundas meditaciones, tenía una gran ansiedad, le vino el deseo de beber agua, bajaba del cuarto en dirección a la cocina, salió al jardín con vaso en mano sentándose en una de las sillas preferidas de su madre, con la mano pasaba sobre el asiento, le vino la nostalgia y el dolor, miraba el cielo estrellado de esa época septembrina de 1962, el tiempo transcurría, una brisa suave acariciaba su cuerpo que estaba vestido con su pijama y sandalias, caminó por la gran casona yendo al garaje, vio a su alrededor en el interior, instintivamente se tomaba el pene estirándole por la tela dándose gusto, siguió su camino por los alrededores, llegó al cerco que tenía linderos con la casona, le llamó la atención un cierto sonido venido del otro lado, se trataba como de quejidos y que se hacían prolongados lamentos, le llamó mucho la atención pues de inmediato esos lamentos se transformaban en carcajadas, quería irse pero algo instintivo referido a la curiosidad lo retuvo, más cuando sorprendentemente se escuchaba decir su nombre salida de aquella voz, inquieto Venancio Alberto escuchaba, “¡a tu madre la asesinaron!”, “¡él la mató!”, “¡no hay duda!” “¡él fue!” “¡Squeo!”, “¡averigua!”, “¡averigua!” Venancio Alberto se quedó asombrado, tenía una incertidumbre cierta, la voz desapareció en el ambiente quedando un sentido silencio del otro lado de la cerca de ladrillos, la oscura figura se desaparecía por entre aquella maleza, Venancio inquieto trataba de subir el cerco para poder divisar pero fue en vano, la oscuridad de la noche no le permitía ver adecuadamente, pocas veces había estado en ese lugar, saltó el cerco caminando por un sedero, tenía algo de temor y recelo pero la curiosidad pudo más, dio unos pasos por ese sendero entre la maleza, la oscuridad era evidente a los ojos del muchacho de once años nacido en junio de 1951, se miraba sus dedos alargados por las sandalias, caminó un poco más no encontrando lo que buscaba, aquella persona de aquella voz, su caminar se iba disminuyendo, se dio cuenta que ya estaba muy alejado de su casona, aún retumbaban en su mente esas fuertes expresiones referidas al reciente asesinato de su madre, no lo podía creer ni asimilar que su padre haya sido el asesino de su madre, bajo qué circunstancias si en realidad había muerto por un descuido y así habría sufrido un accidente, de pronto vio a lo lejos una luz intermitente, caminó suavemente sin ser notado, allí estaba un hombre recostado sobre un morral, aquella luz correspondía a un cigarrillo encendido, le llamó la atención la vestimenta de gitano, más allá una carpa tendida estaba ubicada a trasluz, en verdad que se había distanciado un poco de la gran casona propiedad de su padre, del que tras escuchar a esa voz ahora dudaba, por eso estaba allí, pensó en seguir, pero su sangre se heló al sentir una mano puesta en su hombro, al regresar a ver dio cuenta que se trataba de un recio hombre con una mirada fija y centellante en aquella noche, lo vio al muchacho hijo de Squeo de arriba hacia abajo, vio aquellos pies, tan bien definidos con esos dedos bien cuidados, luego su miraba subió a la entrepierna del muchacho que tenía los dedos entrelazados, le salió una forzada sonrisa, el otro gitano ya estaba en pie, Venancio Alberto se sintió intimidado y no daba movimiento alguno al ver acercarse a esos dos hombres, le preguntaron por su presencia, medio tembloroso el hijo de Squeo les dijo que andaba detrás de un hombre, los gitanos se miraron sonrientes, luego hicieron gestos de negación con la cabeza, esos hombres eran de alta estatura, se notaba su acento extranjero, con algo de fluidez Venancio les habló en su idioma lo cual sorprendió a aquellos hombres, le invitaron a sentarse y a beber algo, el muchacho aceptó la cortesía, insistía en saber sobre aquel hombre, los hombres dijeron que había pasado rápidamente, era muy joven aún, vestía un overol, Venancio frunció el ceño, se limitó a suspirar y a conversar de banalidades, ellos deseaban trabajar, Venancio les dijo que hablaría con su papá el dueño de la casona, los sorprendidos hombres se pusieron de pie, la atención para Venancio fue mejor, tras un tiempo transcurrido se despidió ratificando su promesa, se los veía con ganas de mejorar su vida, algo de su vida supo Venancio, el regreso a la casona fue lento, iba pensando en aquel hombre que le había inquietado mucho, coincidentemente entró con una empleada que había sacado la basura, ella se sorprendió al verle descalzo y con la ropa algo mojada, lo vio subir a su habitación, la nostalgia lo envolvía de nuevo, quiso contrastar sus sentimiento, le vino la prisa por defecar, se levantó de la cama en dirección al baño, se deslizó el pijama húmedo que llevaba puesto, luego al sentarse sintió la frialdad del inodoro, deslizó sus manos por los muslos como estímulo al micciar, pujaba un poco pues ya empezaría a defecar, sintió un pedazo grueso que iba saliendo por su culo, pujaba un poco más para liberarle, estaba pujando a ojos cerrados, estaba sintiendo el excremento intenso en las paredes de su ano que abría como brote de flor, Venancio seguía pujando, su piel se ponía rosácea de tanto puje, estaba concentrado en pujar mucho, al suspirar se acordó de quien lo había desvirgado, al pujar recordaba ese pene salido por su ano ensangrentado, tras tremenda cogida, Venancio pensaba en el ”niño”, el que con su pene lo había roto su culito virgen por aquel entonces era un niño, ahora a sus once años y tras visitado el país del norte ya había ampliado su mente, seguía pujando pero poco, sentía que todo el excremento había salido de su culo que ahora estaba en estado latente el ano, sonreía pensando en cómo fue desvirgado y la famosa frase de que cuando estuviese pujando se acuerde del pene que lo hizo feliz y el que le rompió el culo, vio alrededor del baño, tomó el papel para limpiarse el culo, lentamente se puso en pie, vio el excremento en el inodoro y jaló la cadena oyéndose el agua haciendo su trabajo de evacuación, hizo un leve suspiro en el intento de lanzar el último rezago de orina salida de su glande al que lo vio rosáceo, el tronco erecto del pene, se pasaba al mismo tiempo el papel por la raya del culo haciendo sentir leve placer, cerraba los ojos al pasar el papel estaba emitiendo el nombre entrecortado de Clotario, recordaba el cuerpo desnudo de aquel “niño” que estaba acostado sobre el suyo y que fue en ese instante en que le desvirgó, recordaba a aquel muchacho que le rompió el culo cuando estaba acostado en la cama vestido de mujer, fue cuando Clotario penetró por completo esa noche, ya lo tenía bien sujeto a Venancio Alberto y fue en el instante cuando se dejó ser “mujer” por vez primera, ahora en el baño recordaba cuando lo escuchó de Clotario decirle a los oídos con esos labios humedecidos de saliva: “¡Ya eres mi mujer… Venancio!” “¡Eres mío… sólo mío!” “¡Acuérdate de mí cuando siempre todos los días botes excremento por tu culo… sentirás lo mismo que cuando ahora sale mi pene de tu culito precioso!” y allí recordaba las embestidas dolorosas pero que en cada encuentro se transformaban en necesidad de placer para ese niño de entonces, salió en búsqueda de aquel vestido bien guardado, lo tendió en la cama, lo miró en la parte baja donde se podía apreciar aún los restos de sangre dejados como evidencia de haberse limpiado el culito virgen, lo tenía bien guardado en un lugar especial, se lo puso delante para verse en el espejo, sonrió al verse desnudo teniendo ese traje sobre su pecho y vientre, la mirada era fija en el espejo, recordaba cerrando los ojos la forma en que Clotario el “niño” le acariciaba puesto ese traje, Venancio Alberto suspiraba de deseos, escuchó el motor del auto de us padre Squeo que se acercaba a estacionarse en la puerta de entrada de la gran casona, guardó rápidamente el vestido y bajó a recibirle puesto pijama y sandalias, el rostro del padre era de mucha contrariedad, vio a su hijo y sin saludarle entró a la gran biblioteca, pidió no ser molestado, se escuchaba los llantos de dolor, preocupado Venancio quiso entrar pero tan solo abrir la puerta escuchó un grito de ira de su padre diciéndole que lo dejase sólo, sólo, simplemente sólo; sería hasta la mañana del día siguiente en que bebiendo el jugo de naranja desde la cocina vio las pompas fúnebres, comprendió que otra desgracia seguida llegaba a la gran casona, no había pasado el tiempo en que se tuvo que velar al hijo de Squeo, Contardo en el país del remamiento del viejo continente se había chocado con un camión en estado de ebriedad, muere junto con su copiloto guardaespaldas y su amante saliendo de una fiesta de beneficencia, los restos fueron velados y enterrados el mismo día por su estado de descomposición, así se cerraba aquella trágica semana en la que Venancio Alberto perdió a su madre y medio hermano, aún quedaba algo pendiente que investigar respecto a su padre Squeo.
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Desde cierta distancia sentado en unos asientos ornamentales antiguos estaba el superior viendo la algarabía de los niños en la alberca escolar diseñada y construida con la ayuda de los padres, le atraía verles correr con esas piernas húmedas muy rellenitas de musculatura producto del rígido aprendizaje en los gimnasios, estaba precisamente leyendo carpetas de los aspirantes a docentes de gimnasia y cultura física, había decidido salir de la oficina a tomar aire y revisar esos papeles, le complacía ver el incremento del alumnado, cada año el internado religioso tomaba más poder y asimismo se incrementaban los benefactores, era hermoso verlos correr jugando en el agua, la supervisión en seguridad era la adecuada como también el respeto y buenos valores, sin duda el trabajo del superior se notaba en el trabajo de los contratados civiles y en los religioso de la abadía cercana, miraba esos traseritos con shorts ajustados humedecidos con piernitas rellenas, le encantaba ver a los niños más pequeños que en algunas ocasiones eran puestos a prueba en el nadar, otros más grandecitos se lanzaban al agua sin temor, otros sentados al borde de la alberca se agitaban sus pies en el agua, se notaban sus penecitos abultados al natural, otros sentados muy cerca miraban con gusto a sus compañeros lanzarse al agua o zambullirse, se tocaban el pene estirándoselo debido a la presión de la tela húmeda ajustada al short, se ladeaban para estirarse la tela ajustada al culito y se metían la mano dentro de su culito rascándose a placer, entre ellos lo hacían discretamente aunque otros miraban con atención a sus compañeritos viéndoles la manito dentro de la tela para rascarse el culito y pasándole al penecito a estirarlo, otros se ladeaban así sentados con una mano estirándose la tela del penecito vestido y a la vez con la otra mano estirándose la tela del culito vestido, entre ellos se encontraba Abner Heriberto de ocho años, nacido en 1954, hijo de Marcelo Heriberto Alpizar y de Amarilis Rodríguez, el niño ignora que su padre Marcelo Heriberto le ha dado un medio hermano engendrado en el vientre de la amante Lucrecia de cuarenta y un años madre de Amarilis que la tuvo engendrada del hombre de negro, ella estuvo pariendo su hijo fruto de esa entrega pasional en enero 1957, el niño Abner era muy considerado por el padre Fermín de cincuenta y un años siendo su profesor de arte, coincidentemente el religioso pasaba por ese sector con material para elaborar tintas que serán motivo de pinturas al óleo, el niño presuroso se acercó a ver el material, gustaba mucho de sus clases, el clérigo le acarició el pelo húmedo, el superior del internado clavó intensamente su mirada en aquel niño parado junto al padre Fermín, le atrajo esa silueta de niño con cuerpo precioso, se fijó en su blanca piel, en lo delicado de sus movimientos de manos que para él era de identidad pura el saber cuándo un niño es delicado, amanerado, receloso y humilde como lo era Abner, su mirada seguía atenta a los movimientos de manos de aquel niño de ocho años, entrelazaba sus deditos llevándoselos a la boca mientras el clérigo le decía algo al niño en voz baja, el viento le hizo tiritar, el padre Fermín vio el reloj y continuó su marcha, Abner lo acompañó a su lado, el niño tenía los ojos rojizos, la piel de gallina por el fuerte viento de época septembrina, un niño se acercó a acompañarles, al superior del internado le llamó la atención la actitud déspota de Fermín al negarse a aceptar que ese niño de cinco años los acompañase, esa actitud le sorprendía mucho pues Fermín era un cura muy comprensible con los niños sobre todo con los más pequeños, el superior pensó que algo le estaba pasando, al tiempo vio a aquel pequeño cabizbajo quedando parado viéndoles, ese pequeño estimaba mucho a Fermín, segundos después el superior del internado vio a Fermín que giró sobre sus talones con mucha dificultad teniendo los materiales, le hizo una seña al niño para que se acerque y los acompañe, el superior vio correr feliz al lado de Fermín y Abner que iban ayudarle, tiempo después al pasar por el área de arte vio al pequeño y Abner ubicando en orden los materiales a vista de Fermín que los guiaba, el superior sonrió pasando cerca saludándoles, aún los dos niños sólo tenían puestos los shorts, Fermín le indicó al superior que ya pronto terminen irían a cambiarse de ropa y a continuar las clases vespertinas, el superior asintió de manera adecuada, se despidió continuando su camino, desde el borde de la puerta Fermín lo vio entrar a la oficina, cerró con seguro viendo a los niños a punto de terminar la tarea voluntaria que lo hacían con mucho gusto pues querían demasiado al padre Fermín, se acercó a los pequeños acariciándoles el cuello y bajando sutilmente las manos por las espaldas desnudas, las acaricias se hacían más sentidas cuando las manos del clérigo se deslizaban por sobre el culito vestido haciendo deslizar el elástico del short viéndose medios glúteos al descubierto, el dedo del clérigo se deslizaban por la rajita haciendo que el short se deslice otro poco, el pequeño de cinco años veía cómo su short se deslizaba, Abner atento miraba el movimiento de las manos de su clérigo favorito que las pasaba sobre el culito del niño precioso de cinco años, ese precioso niño pertenecía a una acaudalada familia extranjera que había depositado la confianza de la educación de su hijo en ese internado, Abner vio que el clérigo le besaba el cuello al niño, le decía para “ir a jugar a lo que ya sabemos” y que sería como siempre “su secreto”, Abner vio que el clérigo llevaba al niño de cinco años a la bodega y ya para ese momento Abner sabía lo que iba a suceder e instintivamente ya tenía su mano dentro del short estirándose el penecito lampiño dándose placer, el nieto del difunto militar de carrera vio al clérigo que apegaba la puerta, le hizo señas de estar en ese lugar y que muestre discreción, instantes después se apegó a la puerta, sus muslos ahora poco humedecidos rozaban con la madera de la puerta, pegó su oreja a la madera, se escuchaba gemidos de voz chillona característica de niño fino, se escuchaba que el clérigo le decía que se estuviese quieto que ya pronto iba a terminar su “jueguito lindo” el pequeño gemía, Abner no se contuvo y dio rienda suelta a su curiosidad, así al abrir la puerta se confirmaba sus sospechas, vio a esos cuerpos desnudos sobre una mesa, ese niño bonito estaba con las piernas alzadas descansando sus muslos sobre los hombros del clérigo, Fermín no dio tanta importancia a la presencia de Abner y estaba concentrado deslizándole el pene por el culito lampiño, mientras que el niño giró su rostro viendo a Abner que tenía las dos manos metidas en el short manoseándose el pene y los testículos, luego sacaba una de las manos llevándosela a la nariz para olerse ese resto de olor a pene, los piecitos del niño eran planos con dedos alargados, las manitos de igual modo estaban tendidas sobre la superficie de la mesa, el glande punteaba sobre ese culito de rajita cerrada, Fermín trataba de penetrarle en algo, “¡lo tienes aún muy cerradito!” exclamó clérigo, lentamente los pies y las piernas esbeltas del niño bonito heredadas de la genética de su madre ya descansaban sobre la mesa, el pene cincuentón del clérigo estaba aún erecto, tomó papel para limpiárselo, Abner seguía arrimado a la puerta, se rascaba los testículos con placer, miró al niño que se ladeaba viéndole con los ojos vidriosos, ese gesto y actitud le recordaba algo al niño de ocho años, recordaba algo parecido hace un par de años allí mismo en esa mesa, desde ese momento era más asiduo al padre Fermín, ahora el niño bonito se sentaba sobre la mesa, sus manitos se apoyaban en el filo, el pene del clérigo rozaba las mejillas humedeciéndolas, la boquita del niño se abría con cuidado y en ese momento el glande se introducía, las caderas se movían adelante y atrás y el niño ya con pericia lamía con su lengüita ese glande y ese tronco de pene, Abner intensificaba sus movimientos de manos dándose placer aún arrimado en la puerta cerrada con seguro, las manos del clérigo se mostraban dominantes con su acción de agarrar el pelo lacio castaño claro del niño de piel blanca cuyas manitos ahora tocaban el pene para dirigirlo mejor a su boquita que ensalivaba ese tronco velludo y venoso, Abner se limitaba a ver cómo el tronco del pene se deslizaba en esa boquita, de cómo se cerraban los ojitos color miel del pequeño, de cómo sus labios trabajaban para el buen desliza de ese pene ensalivado, sin lugar a dudas los dos la estaban pasando bien, las venas se le pronunciaban en la sien del pequeño precioso, su piel se ponía rojiza, su pelo era acariciado por las manos del clérigo, le dio un beso en la frente haciendo un alto, le dijo a Abner que se acerque, al acercase el niño se fue deslizando el short a órdenes del clérigo, se mostraba su pene erecto, “¡está hermoso, tal como me gusta!” respondía el clérigo con orgullo, el pequeño abrió la boca a órdenes del clérigo y Abner introducía de a poco su pene, “¡este es más pequeño, lo puedes utilizar mejor!”, Abner se movía con su pene mojado en la puntita, se notaba un glande rojizo expuesto, el clérigo lo agarra por detrás a Abner inclinándole un poco sin que éste deje de seguir metiendo el pene, ahora el culo de Abner sentía el roce y penetración leve del pene del clérigo, estaban así por unos instantes, el clérigo se acercó a su ropa viendo el reloj “¡ya casi terminamos!” “¡luego será el momento que se vayan!” tomó a Abner de la mano “¡ven… desde un principio a ti te tenía ganas!” “¡ven, mi amor!” “¡te lo haré como fue tu primera vez!” “¿recuerdas mi bien?”, el pequeño de cinco años perteneciente a una acaudalada familia capitalina vio a su amiguito que el padre Fermín le recostaba de pecho en el extremo de la mesa, le abrió los glúteos y empezó a metérselo despacio “¡sientes así… como cuando te lo rompí!” “¡siéntelo!” el pequeño de cinco años vio las caderas de Fermín que se movían sobre el culo de su amiguito, la pelvis estaba toda pegada en los glúteos que a veces se apartaba y de nuevo se apegaba moviéndose los testículos, los movimientos cada vez eran más intensos en los que Abner probaba de esas embestidas, hasta que un rato después el clérigo se detuvo, le había dejado el semen dentro de su culito, rápido se subió el short y les dijo que fuesen a los baños a limpiarse, presuroso salió primero el travieso Abner, luego de un rato salió de la bodega un tanto pensativo aquel niño bonito temeroso viendo a su alrededor, desde la oficina el superior del internado lo vio pasar a ese niño bonito, sólo se mostraba la cara de Fermín en el marco de la puerta en situación discreta, en el interior de la oficina el superior del internado exclama suspirando profundamente a causa de su poder de deducción al ver cómo iban caminando los pequeños, “¡Fermín… inquieto Fermín; seguramente, algo les hiciste a esos pequeños traviesos!”
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César Andrés Gómez González nacido en el año de 1945, estaba jugando con el fiel Nerón, este joven de diecisiete años era hijo del agro industrial Jairo Andrés Gómez de cincuenta y dos años, el muchacho jugaba con Nerón el can a vista del indigente Anderson de la Sierva, le habían dado posada y trabajo en esa casa, notaba el amaneramiento del muchacho y la forma casi femenina de tratar al animal con cuidado en sus manos mostrando así una detallada delicadeza, sus sospechas eran guardadas pero no podía evitar verle, no deseaba emitir expresiones de irónica extrañeza pues atentamente recordaba que el padre de ese muchacho es amigo leal de Fulgencio Arichabala, deseaba tenerlo de parte y no importunarlo con comentarios de su hijo ya que tenía en mente un plan para aplicarlo a futuro cuando se diese la oportunidad; el indigente viendo a su fiel perro Nerón recordaba que la madre del muchacho Eugenia tenía una perrita llamada Lía, el indigente recordaba que esa mujer lo tuvo a su hijo a los dieciséis años, se dice que un perro de lidia vaquera llamado Tabí preñó a Lía dejando cachorros entre ellos Nerón, mientras la mujer era desvirgada por el padre de César la perra Lía era desvirgada por Tabí, además, lo que el indigente ignora es que ese muchacho tuvo ese amaneramiento producto de que fue desvirgado por el superior del internado en aquella noche de finales del año 1953, el muchacho incrementaba la amistad con el indigente, tras semanas de convivencia se notaba esa complicidad parecida a una evidente hermandad, lo cual era de grata alegría de los padres del muchacho, poco a poco el indigente Anderson de la Sierva ganaba terreno en la influencia con su carácter, la apariencia en su transformación física era evidente en Anderson de la Sierva, momentos después llegaba el padre de César, estaba muy apesadumbrado, se trataba de una muy mala noticia para el mundo de los negocios, acaba de recibir una desagradable noticia, Justin Pérez, Daniel Arichabala y Melquiades fallecieron en un accidente automovilístico de regreso a la capital, el pequeño Daniel Nicolás tiene contusiones al ser rescatado debajo del cuerpo de su madre, es el único sobreviviente, el indigente hizo puños, se puso cabizbajo, se contuvo para disimular sus emociones, no era correcto exclamarlo delante de sus benefactores, se podía imaginar el intenso dolor por él está pasando ahora Fulgencio Arichabala que a sus 83 años ha perdido a todos sus hijos, la vida le dio eso de verles morir, para el padre del muchacho era una noticia terrible, tenía mucho pesar, iría de inmediato a la gran casona y al día siguiente al cementerio, realmente aquel agroindustrial estaba conmovido con la noticia, entró a casa a darle la mala noticia a su esposa, el muchacho siguió jugando con Nerón, no dio cuenta de la sonrisa forzada del indigente, a muchos kilómetros de allí un preocupado Rodolfo Buonanote recibía tremenda noticia por cable, iría de inmediato a la capital a estar de la do de su amiga Matilde Peñalba, madre de su amigo Fulgencio Arichabala, lo recibiría en la estación su hija Noelia Buonanote, de allí partirían a las exequias, la amistad entre ellos era muy sentida, Don Rodolfo era padrino del difunto Nicolás Arichabala, otro personaje muy triste lo fue Luis que acostado en su cama veía el tabloide con tristeza, recordaba que fue él quien desvirgó a Nicolás siendo muy pequeño junto al difunto Melesio, ahora ya no estaría, lamentaba la muerte de su hermanastra, se imaginaba cómo estaría de triste su padrastro el ex senador, se puso el traje y salió al velatorio, lamentaba que había perdido a su amante Melquiades; de la misma forma una angustiada Elena pasaba por una crisis nerviosa, en tan poco tiempo había perdido a sus hijos Heriberto y ahora a Melquiades, años antes a su hijo Domingo siendo muy pequeño, el militar a su lado trataba de consolarla pero ella seguía mal, no quería ver a persona alguna, le dijo que se marche, era terrible por lo que estaba pasando, se sentía seca, vacía, sin descendencia, sin alguna nuera o nieto a quien abrazar, el destino le había deparado esa tragedia, pensaba en qué sería de su vida estando sola sin hijos y sin un marido que seguramente ahora se alejaría más de ella dejándole sola, el militar no le perdonaba por la traición que le hizo haciendo el amor y teniendo un hijo con su mejor amigo el asesinado miliar Heriberto Alpizar, seguramente con el pasar del tiempo luego del velorio y sepelio de su último hijo Elena tomaría una decisión que sería la de irse a vivir al interior del país de la canela, vivir allá en ese pueblito donde conoció al que sería su marido aquel militar de carrera.
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Saúl André Francisco Alfonso Alzogaray Dampierre, (1927) era uno de los personajes más reconocidos en el jet set, por tratarse del viudo más codiciado, muchas mujeres de abolengo y de imagen social estaban tras de él pero aún el recuerdo de su desaparecida esposa la tenía presente, hombre de facciones hermosas descendiente de nobles españoles y franceses heredó de su madre ese rostro y el físico atlético de su padre ambos campeones de polo y esgrima, la mayor parte de la familia estaba en Europa, administraba también los negocios de su difunta esposa heredados de su suegro el reconocido industrial de pastas y derivados alimenticios que son tradición en el país, ahora casado con Fernanda tenía más apego a su esposa con quien había logrado mejoras en su economía y en su salud pues al perder a su único hijo se cobijó en ella teniéndole en lo posible siempre a su lado, el apreciado magnate tenía a cuidado a sus dos hijastros Cayetana de ocho años y al pequeño Mateo Fulgencio de ya casi cuatro años de edad, irían ahora al velorio para ella de su ex cuñado Nicolás Arichabala, los niños irían con ellos a petición de su ex suegro, los quería junto a él, su otro nieto el pequeño Daniel Nicolás estaba internado en el hospital al cuidado de la guardia de Fulgencio, aún el niño desconocía la muerte de sus padres, algo que al anciano de 83 años no le iba a gustar conocer y comprender era que los dos niños se irían a vivir al viejo mundo, estaba en los planes futuros aquellas decisiones, Fernanda se encontró con un viejo amigo como lo era Luis Izaguirre, estaba a su lado con su abuelo Rodolfo Buonanote, la gran casona capitalina estaba cubierta de flores a la entrada, habían muchos autos de lujo de época estacionados en las calles aledañas, servidores del gobierno se hacían presentes con el pésame, en las manos del anciano padre del difunto estaba un cable enviado por Valentín que emitía el pésame por tan irreparable pérdida, los tres ancianos estaban juntos, a través de la prensa Carlos Felipe del Olmo se enteraba de los hechos, por razones seguras no acompañó a su esposa Noelia al evento, el rencor imperaba en ambos personajes, a su lado se encontraban sus hijos Carlos y Serafín, por respeto no le preguntaron el por qué no estaba allá; lejos de allí otra persona miraba el diario con la fotografía luctuosa, estaba tomando una taza de té agarrada con una mano mientras que con la otra daba vuelta al periódico estaban cubiertas con guantes de encaje negro, los labios definían su complacencia en cada sorbo de té, estaba muy feliz con lo que leía, se estaba cumpliendo su venganza, escuchó el tono del teléfono, ella respondió “¡no voy!” “¡por ahora no!” “¡quizá… después!” hizo una pausa para dar un sorbo de té, “¡felicitaciones!” del otro lado de la línea se escuchaba “¡siempre a su orden!”, colgó el teléfono, de sus labios salió una sutil palabra contundente: “¡venganza!”.
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Era una tarde calurosa la del tercer sábado septembrino de 1962, Dagoberto lo sentía así en su cuarto, escuchaba del otro lado de la pared voces la de su cuñado Heriberto y la de su hermana Lucrecia, discutían sobre la economía , le reclamaba por su responsabilidad de padre pues tenía descuidado al niño, todo eso hacía suponer en una evidente pelea desencadenada entre los dos, Dagoberto lamentaba que esos roces entre los dos amantes se haga frecuente, a él le atraía su cuñado Heriberto Alpizar, lo amaba en secreto con cuidado que los sepan aquellos amantes, de repente hubo un silencio, un portazo y luego llantos femeninos, dio vuelta en la cama tratando de dormir la siesta pero el calor imperante no lo dejaba, estaba inquieto, luego hubo otro silencio, de pronto que tocan a la puerta de su cuarto que al abrir vio a una arreglada Lucrecia aún con restos de lágrimas en sus ojos, detrás estaba su madre con rostro de resignación, pidió que en su ausencia toda la tarde cuidase al pequeño, Dagoberto con un poco de intranquilidad en su rostro y a la vez aceptaba con resignación la orden dada por su hermana mayor, las mujeres salieron y Dagoberto quedó acostado en el sofá con las piernas en alto, el pequeño Ricardo Heriberto nacido en febrero de 1957 estaba muy distraído jugando con sus autitos de juguete y se encontraba acostado moviéndolos con sus manitos bien formaditas, no cabe duda que el niño mayormente se parece a su padre, así lo observaba atento su tío Dagoberto que asociaba al padre esas piernas y ese culito así como también esos piecitos descalzos en donde sólo tenía puesta su trusa ajustada a la piel, de labios rosáceos del niño salía el soplo para mover el pelo que tenía crecido y que daba a cubrir la frente cubriendo en parte los ojos, los piecitos y piernitas rellenitas las alzaba y bajaba tocando los deditos al piso, el culito voluminoso del pequeño era atrayente para el tío que le miraba atento al rostro, Dagoberto se llevó la mano al pene vestido en que también estaba puesto una trusa ajustada, estaba inquieto con el calor, miró hacia el reloj y calculaba que hace media hora su mamá y hermana habían salido, recordaba que vendrían a la noche trayéndoles comida, sus planes para esa tarde era tomar una corta siesta e ira a jugar con sus amigos en las lotizaciones cercanas donde en los terrenos baldíos se hacían pequeñas canchas para el juego, pensó que tendría que llevarlo al niño a ese lugar hasta la llegada de la noche, bostezó estirando los brazos, su pene de inmediato se puso más erecto, se ladeó poniendo su espalda en el espaldar del amplio sillón viendo hacia donde estaba el niño, al llamarle el niño alzó su mirada cruzándola con la de su tío, vio la mano de Dagoberto que se manoseaba el pene vestido bien erecto y de a poco vio deslizar la tela saliendo un pene muy grueso con un glande prominente que sólo Dagoberto tenía como referencia sexual, el difunto Wilson le había enseñado a gustarle los de su mismo sexo y él había sido quien lo había desvirgado siendo muy niño en aquella piedra del camino al pueblo que daba aun sendero del río, lo que Dagoberto desconocía que en ese mismo instante a unos metros de allí en el río el campesino Aparicio padre biológico de Luis Izaguirre desvirgaba a Lucrecia, desde ese entonces la vida cambió para Dagoberto, ahora miraba la carita atenta del pequeño Ricardo Heriberto que se fijaba en ese tronco de pene erecto, a dos dedos lo agitaba para que lo viese mejor, “¡mira Heriberto!” “¡quiere que lo acaricies!” “¡ven!” el niño atento dejó los autitos y se acercó a donde estaba su tío acostado de perfil sobre el sillón, estiró sus manitos sonriente cuyos deditos rozaban la piel del glande y el tronco del pene “¡así… así, acaríciale!” “¡es tu amigo!” “¡te quiere mucho!” “¡quiere jugar en tu boca!” “¡vamos… déjalo!” el nene abrió la boca sintiendo el pasar del tronco del pene con líquido pre seminal en donde se notaba el roce del labio con la piel del tronco del pene, el tío sentía maravilloso, estaba extasiado, se imaginaba que esos labios de Heriberto eran los de su padre, de aquel hombre al que Dagoberto lo amaba en secreto, la mano de Dagoberto se apoyaba en el cerebelo del niño deslizándose hacia la nuca para moverle y pueda lamer y chupar el glande con gusto, la mano se deslizaba por la espina dorsal acariciándole la piel haciendo que el niño haga pausa y sonría cuando siente que la mano llega al coxis, de inmediato lo pone en pie, Dagoberto se sienta y atrae al niño entre sus muslos, el niño ve que la trusa se desliza sobre sus piernas cayendo a los tobillos, “¡es para que no tengas calor!”, al ver la intención de su tío sus manitos se apoyan en los hombros del adulto con la intención de alzar sus pies descalzos y liberarse de la trusa, así el pequeño quedaba completamente desnudo a vista de su tío quien también se deslizaba la trusa sacándola poniéndola a un lado de la pared junto a la trusa de Ricardo Heriberto, lo marcó “¡ven mi pequeño!” lo llevó al sillón “¡vamos a jugar como a ti te gusta!” Dagoberto se acostó sobre el sillón alzando las piernas descansando sobre el extremo, encima de las piernas alzadas del tío se sentaba el pequeño de cinco años diez meses que se deslizaba sobre las piernas de Dagoberto cayendo muy despacio sentado muy delicadamente con su culito desnudo sobre el pene erecto de su tío, así por un rato el niño se deslizaba por las piernas de su tío que lo agarraba al deslizarse, en muchas ocasiones el culito de Ricardo Heriberto sentía la puntada de pene, en muchas veces quedaban unidos de pecho y de allí aprovechaban en besarse, unían las frentes con delicadeza quedándose mirando fijamente, los dedos de las manos de Dagoberto acariciaban el pelo del niño que no dejaba de sonreír, la carita del niño se apoyaba sobre el pecho de su tío, sentía el pasar de las manos adultas por su culito, le sacaba uno que otro suspiro, los dedos pasaban por las costillas haciéndole cosquillas al niño en donde más aumentaba sus risas, lo sentó de culo sobre su erecto pene, lo tomó de las caderitas “¡cabalga mi amor!” “¡anda… hazlo!” el niño se movía con la ayuda de las manos de Dagoberto en las caderas, el movimiento de su penecito consistía en hacerlo con su culito sobre el tronco del pene hacia adelante y hacia atrás, el niño se movía con gusto y Dagoberto también lo sentía con gusto, las manitos se apoyaban en las caderas de su tío, los piecitos estaban a la altura de las tetillas de Dagoberto, el movimiento se hacía cada vez más rápido, se sentía que de las caderas se alzaba y se bajaba, hasta el punto de detenerse, el culito quedó a su raja rozando el pene grueso de su tío, le acercó más a su cuerpo, los dedos del tío hacían círculos con la yema en las tetillas del niño, lo acercó más para lamerlas y chupárselas, “¡ya te están creciendo poco a poco mi reina!” esa frase siendo escuchada por Ricardo Heriberto era algo inquietante, la lengua recorría el pechito del niño, luego vino los besos en el pecho y en los labios, besos con lengua como ya le había enseñado hace mucho tiempo atrás, le hizo pararse al filo del sillón mientras se sentaba a piernas abiertas, “¡ven mi pequeño!” “¡mira a tu amiguito!” “¡quiere que lo sigas mamando y chupando!” “¡ven mi tesorito!” “¡anda, ven!” el niño obediente se acercó y abriendo la boca empezó a ensalivar el glande, Dagoberto gemía de placer acariciándole el pelo, veía cómo las manitos de Ricardo Heriberto que le sostenía el tronco del pene metiéndoselo y sacándoselo de la boquita de casi seis años, “¡veo que te gusta mucho… mi bebé!”, ahora le acariciaba las mejillas viéndole el rostro de satisfacción del pequeño, las manitos ahora se apoyaban en las caderas del tío, se inclinó más para pasarle la lengua por los testículos, ese delicioso movimiento le hacía dar ciertos alaridos de placer, en verdad que el pequeño tenía muchos rasgos faciales a su padre de lo que Dagoberto tomaba en cuenta ilusionándose que algún día su cuñado se fijase en él, por ahora lo hacía con el hijo del cuñado, y lo hacía bien, a su gusto y complacencia, “¡lo haces bien mi pequeño!” estaba tan excitado que empezó a manosearle el culito al nene, “¡lo tienes suavecito mi rey!” “¡como a m{i me gusta, mi tesoro!”, se puso en pie y el niño lo vio en su delante siendo acariciado su pelo, “¡al verme el pene al principio te gusto!” “¿verdad?” el travieso Ricardo Heriberto asentía con cierta picardía, se dejaba manosear el culito mientras veía fijamente el pene erecto de su tío que se deslizaba por su boquita cerrada, “¡ven!” “¡vamos a mi cama!” el niño le miraba al pene, “¡quiero hacértelo allá!” le agitó el pene sin que el niño deje de mirarlo, “¡mírale… quiere jugar!” “¡quiere jugar en tu potito!” “¡vamos mi niño precioso!” “¡vamos a jugar allá!” le marcó llevándole al cuarto donde dormían su hermana y su cuñado, “¡aquí lo haremos!” le acostó con sutileza viéndole las piernas dobladas con los pies descalzos sobre las finas sábanas donde seguramente se cubrían Lucrecia y Heriberto cuando hacían el amor, ahora le tocaba a Dagoberto y Ricardo Heriberto, la cara del tío se posaba entre las piernitas “¡ahora sentirás rico como yo!” la tripita de penecito lampiño la chupaba en todo su esplendo haciéndole suspirar y gemir al pequeño que instintivamente alzaba y bajaba sus caderitas haciendo puños al aire con su manitos de brazos extendidos, el niño bostezaba en cada parada de lamida o chupada de pene y testículos, en uno de los bostezos unieron los labios para besarse con lengua, “¡tienes ganas de más !” le hizo acostar de cara al colchón con dos sábanas debajo de su vientre así quedaba el culito suavecito muy empinado a vista de Dagoberto que lo manoseaba “¡lo tienes tan suave y tan bonito como tu rostro!” “¡je!” “¡je!” “¡ahora vamos a jugar!” “¡recuerda tu premio por jugar!” “¡aguanta!” “¿listo mi pequeño?” el niño respondió “¡listo!” esa palabra animó al tío a ponerle crema en la rajita del culo y ponérsela en el glande, el niño sentía que algo rozaba su culito, sentir ese roce con crema ya desde hace buen tiempo que le gustaba, el pene velludo se deslizaba por los glúteos, con una mano fijó el glande en la rajita “¡aguanta un poco!” el glande entraba “¡aaahhhh!” “¡yaaaaa!” “¡me está doliendo!” “¡yaaa!” el pene erecto estaba en cercanía con el esfínter, lo rozaba, se sentía rico, y para seguir sintiéndolo el tío afanosamente le decía “¡aguanta mi preciso!” se notaba la figura del niño acostado en la cama teniendo encima el movimiento de las caderas y pelvis de su tío sobre su potito, Ricardo Heriberto sentía más molestia en su culito que con respecto a otras ocasiones, parecía que ahora Dagoberto quería por fin romperle el culito a su sobrino bonito, cerraba sus ojos “¡Heriberto!” “¡Heriberto!” “¡cuánto te deseo!” “¡mi amor!” pero no era a su sobrino esas declaradas exclamaciones sino a su cuñado, sí, mientras sentía el roce de su pene en el culito de su sobrinito pensaba que ese culito era de su cuñado, luego abrió los ojos vio al niño que deseaba llorar, de inmediato se apartó de su sobrino acostándose a su lado mirándole al rostro mientras estaba acariciándole el pelo, “¡eres muy bonito!” “¿lo sabias?” el nene lo miró con tristeza “¡en verdad!” “¡eres el niño más bonito del mundo!” “¡y… tienes algo hermoso allí!” señalaba con el dedo a ese penecito lampiño que estaba descubierto tras tener las piernas abiertas, la nariz de Dagoberto rozaba el penecito del pequeño Ricardo Heriberto, “¡huele delicioso!” el rostro del niño iba cambiando, “¡ahora jugaremos!” la lengua rozaba con su punta el tronco del pene yendo a los testículos, las manitos del niño iban al espaldar de la cama donde se posaba su cabeza para suspirar mientras sentí delicioso que le chupaba el pene su tío Dagoberto, los deditos de los pies se movían tanto que hacían en algo levantar las piernas, el tío reía, para sorpresa del niño vio que su tío se sentaba con la raja del culo sobre su penecito erecto ensalivado, alzaba y bajaba el culo deslizándolo en forma circular sobre el penecito de Ricardo Heriberto que ya estaba rojo de calentura, lentamente se fue inclinando su cuerpo hasta luego quedar acostado encima del niño cuya carita le daba al pecho y los penes estaban juntos rozándose ante el movimiento de cadera alzando y bajándola, el tío le besaba el pelo, “¡te gusta jugar a esto!” “¿verdad que sí?” olía el pelo sedoso bien cuidado por su madre, “¡te pareces mucho a él!” “¡sí!” “¡mucho!” “¡mucho!” se deslizó buscando los labios de su sobrino, “¡eres muy bonito!” “¡te pareceres a él en su hermosura!” “¡sacaste lo de él!” siguió besándole con lengua, besaba el pecho y abdomen del niño, lo abrazó para dar vueltas sobre la cama, así giraban como si fuese un solo cuerpo, Dagoberto salió de la cama poniéndose en pie delante de su sobrino al que le dijo que se siente al extremo de la cama, le miraba así sentado ese penecito lampiño, “¡lo tienes hermoso como tu cara!” las piernas del niño se abrieron para dejar pasar la cara del tío entre los muslos para besarlos y luego meterse el penecito en la boca chupando de nuevo hasta los testículos, “¡chupa… chupa!” “¡chupa!” “¡mi pequeño!” cerraba los ojos en señal de júbilo “¡así, así!” “¡hazlo Heriberto!” “¡házmelo!” pero al Heriberto que se refería Dagoberto no era precisamente su sobrino que le estaba mamando el pene sino a su cuñado, cerrando los ojos se imaginaba que la boca de su cuñado le chupaba el pene, mordía los labios en señal de placer y sintió aquel gustito por lanzar el semen que un poco se lo tragó el niño y el otro poco al salir el pene quedó en el rostro del pequeño Ricardo Heriberto que no paraba de toser, Dagoberto con amplia sonrisa acariciaba el pelo de su sobrino, los labios estaban mojados de ese semen saliendo de su boca, así y todo se dieron un beso con lengua mezclado con semen, “¡ven… acuéstate aquí!” le señaló con un dedo a que se acueste de pecho sobre el extremo de la cama, así encorvado dejaba empinado el culito, las manos de Dagoberto abrieron ese potito para verle la rajita “¡está rojito!” “¡mmm!” “¡huele rico mi amor!” “¡está selladito!” el dedo empezó a rozarle por le rajita llegando a la entrada del ano virgen, de pronto el niño hizo una exclamación al sentir ese dedo en su culito “¡Aaaahh!” “¡duele!” Dagoberto llevó el dedo a su nariz y luego la pasaba por la nariz del niño “¡huele tu culito!” “¡es virgen!” “¡aún!” sonrió ampliamente mientras la carita del niño era de pensamiento, acomodó el pene erecto con semen y lo rozaba por el culito, “¡así!” “¡así!” “¡te siento mío Heriberto!” “¡eres mío!”, mientras le rozaba el pene le besaba el cuello, ya para ese momento la piel del niño estaba muy roja y caliente, de ello lo sintió Dagoberto, le dio vuelta y luego de ver con gusto ese pene hermoso tieso se lo llevó a la boca, así lo tuvo chupando con paciencia y gusto mientras el niño encorvado en la cama daba suspiros, se dieron varios besos con lengua hasta que la boca del tío ahora besaba el pecho y vientre del niño haciendo círculos en el ombligo con la punta de la lengua, lo miró fijamente al rostro “¡eres mi niño bonito!” “¡mi precioso!” el niño se puso la trusa sin dejar de ver a su tío sentado en el borde de la cama teniendo tieso su pene, “¡acércate!” el niño se paró junto a su tío rozándose las piernas, “¡eres mi niño precioso!” “¡nunca lo olvides!” “¡tienes que prometerme que no dirás a nadie de esta casa lo que jugamos!” “¿entendiste?” el niño con mirada fija en el roste de su tío asentía, “¡eso mi niño!” “¡correcto!” “¡por eso te quiero!” “¡te quiero!” “¡te quiero!” lo marcó acostándose en la cama dando vueltas sobre sábanas, le fue quitando la trusa y así acostados movían sus pelvis en acción del movimiento de frotes de sus penes, rato después de estar quietecitos en la cama fueron a la sala, luego se vistieron y salieron al sitio donde Dagoberto hacía deporte con sus amigos, se comentaba acerca de la tragedia de tránsito, Dagoberto estaba tomado de la mano de su sobrino, cerca de allí había un tipo con una mirada atenta en el niño que a postre marcarían su vidas.
FIN DEL DUCENTÉSIMO CUADRAGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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