METAMORFOSIS 251
Reserva.
Fabricio era un niño que se encontraba en el tercer grado en aquel internado, tenía la particularidad de ser un niño muy reservado, había nacido el 12 de diciembre de 1954, de padres descendientes de italianos vivía en una colonia precisamente italiana exclusiva en el país de la canela, sus padres llegaron al país cuando él tenía dos años de edad, rápidamente las ofertas del producto que el padre auspiciaba tuvo su acogida y en poco tiempo ya el señor era un referente comercial, era un niño muy observador llevado hacia la enseñanza de buenos modales, en su forma de trato lo que lo hacía visible y se distinguía de sus compañeros que para el efecto eran muy pocos debido a su carácter selectivo respaldado por su orgullo evidente, era un niño fino de características físicas mediterráneas, su pelo castaño claro era muy bien cuidado por sus padres, y ni hablar de su piel blanca, tan suave, brillosa y tersa que se distingue entre los niños del aula, es atrayente para los docentes, su altivez genera respeto en cuanto a su seriedad los visitantes al internado al verle dicen que es un niño al que cualquier buen padre orgulloso desearía tenerle, su forma de ser principesca es el atractivo de las niñas de la ciudad, siempre está rodeado por ellas, su padre un mujeriego contumaz está de acuerdo en la actitud de su hijo, su madre de carácter débil simplemente es espectadora de lo que su hijo y esposo refieren de las mujeres, tenían mucho garbo en el trato, estando en el internado mostraba cierta apatía, su reservado carácter era el de limitarse a observar los hechos a prudente distancia, era hijo único, su madre estuvo condicionada a tenerlo por los doctores en la preclamsia, le entristecía el no poder tener hermanos, desearía tener por lo menos un hermano varón, ante esa necesidad se amistaba con ciertos niños y compartía ciertos detalles, entre ellos figuraba el pequeño Daniel Nicolás, a Fabricio le llamó la atención el pesar que llevaba su compañero de aula en la cual compartían el mismo asiento de mesa, tenía la particularidad de ayudarse en las tareas pero quien más lo hacía era Fabricio, con el pasar del tiempo visitaba la mansión Arichabala bajo el entusiasta permiso de sus padres, iba en su auto y era recibido por Daniel Nicolás, pasaban mucho tiempo estudiando y luego la pasaban jugando en el amplio jardín, en algunas ocasiones coincidían con la visita de sus primos Cayetana que tenía la misma edad que ellos y el pequeño Mateo Fulgencio que tenía cumplidos cuatro años con seis meses de vida, a ellos se unía Reinaldo de catorce años y Dionisio de doce años, este último era el que más frecuentaba la mansión quedándose en muchas de las ocasiones a comer con los dueños, esos niños eran los vecinos de la mansión Arichabala, al anciano dueño de la gran casona le gustaba estar rodeado de niños, de sus nietos, ya no tenía el goce de la presencia de sus hijos y sólo le quedaban esos pequeños, jugaba muy animadamente con ellos en el jardín, se formaban grupos para los juegos, como de costumbre Dionisio le gustaba siempre jugar con el pequeño Mateo Fulgencio, el anciano miraba detenidamente los movimientos de aquel niño de doce años llevando a hombros por el jardín al pequeño Mateo, de pronto corre con el niño en hombros perdiéndose entre la maleza distante por el cerramiento hecho de forma rústica por ese sector, al llegar allí los dos estaban de cuclillas escondidos entre el monte para ver si alguien los ha seguido, Dionisio se percataba que en ese lugar estaba solo con el niño, vio que el pequeño seguía acuclillado muy gustoso de estar allí, Dionisio se puso por detrás de él haciendo que su pene vestido de su short roce ese culito, hizo movimiento de caderas adelante y atrás, el pequeño movió su cuello tratando de ver lo que sentía por detrás al ser tomado de los hombros de manos de Dionisio, las caderas se movían intensamente, apoyó el mentón sobre el hombro del niño diciéndole “¡estamos solos!” “¡juguemos!” el niño no articulaba palabra, simplemente se dejaba manosear los bracitos y el pecho, sintió besos en el cuello lo que le hizo poner la piel de gallina subiéndole la temperatura del cuerpo, Dionisio se percataba de aquello, le puso en pie deslizándole el pantaloncito corto que llevaba puesto luego le bajó el calzoncillo de manga antiguo de época mostrándose ese penecito lampiño muy tieso, “¡qué hermoso lo tienes hoy!” “¡es una maravilla!” “¡a ver!” la nariz de Dionisio rozaba la punta del penecito humedecido aun por haber lanzado orina recientemente, le sostuvo de las caderas desnudas fijándole bien para pasarle la lengua por debajo de los testículos “¡qué lindas bolitas tienes niño precioso!” “¡ahora voltéate!” le sujetó de las caderas para que así esa nariz de doce años pasaba por la rajita del culo de cuatro años, “¡Mmmm… que olor tan rico sale de tu culito!” se sentía un calorcito en los glúteos “¡huele rico!” le pasaba la lengua haciéndole exclamar al pequeño Mateo, “¡lo tienes muy rico!” “¡que rico culo tienes Mateo!” “¡me gusta mucho tu culo!”, “¡vamos Mateo!” “¡acuéstate!” el niño obediente se acostó lentamente sobre el suelo poniendo su carita sobre sus manitos con dedos entrelazados apoyados en el suelo, él podía sentir el roce del pene de Dionisio que en su culito se estaba produciendo, tomaba el pene del tronco al llevar la punta del glande a puntear la entrada del ano, el niño gemía diciéndole que le dolía, Dionisio aprovechaba de la oportunidad para meter al pene más adentro, el niño separaba su carita de sus manitos ante ese tipo de movimiento de pene en su culito, se podía ver los brazos extendidos del muchacho de doce años con las manos apoyadas en el suelo con la cadera alzando y bajándola sobre el culito de Mateo, la pelvis rozaba los glúteos y por allí también se deslizaba los testículos de doce años, “¡que rico culo tienes primor!” “¡y es mío!” “¡sólo mío!” Mateo se limitaba a escuchar, el niño había heredado lo de su tío abuelo Patricio Berlingieri allá por los principios del siglo XX cuando asimismo lo cogía Fulgencio Arichabala ahora estaba distante jugando con sus otros nietos e invitados, Dionisio seguía deslizando su pene sobre el culito de Mateo, se notaba el alzar y bajar caderas con ese pene erecto de doce años, se notaban las pelusitas en esa piel, el niño volvía a posar su carita sobre los dedos entrelazados de sus manitos de cuatro años, mientras que las caderas de Dionisio y el pene seguían su movimiento sexual, le vino un gustito adormecedor en la columna vertebral que le llegaba a la base del cerebro, era como algo electrizante para el muchacho de doce años sentir eso, aun así mantenía extendido los brazos hacía movimientos circulares con la cadera, “¡vamos… voltéate mi amor!” ahora Mateo miraba el pene grueso humedecido del sudor que se deslizaba sobre su penecito, “¡mira!” “¡están jugando a las espadas!”, la cadera se alzaba y se bajaba haciendo que el pene erecto se roce con el penecito, el niño miraba esos movimientos, “¡ahora terminemos de jugar!” “¡acuéstate de espalda!” el niño lo hizo rápido, sintió trozos de tierra que se pegaban en su culito, Dionisio se sentó sobre el pecho del niño rozándole el glande en los labios, “¡abre!” “¡vamos!” “¡hazlo rápido para terminar!” “¡puede venir alguien!” “¡ya estamos rato aquí!” “¡vamos… abre!”, Mateo Fulgencio abrió la boca y de inmediato el glande de Dionisio fue entrando, el niño al principio lo admitía con dificultad tosiendo pues ese glande rozaba el paladar del pequeño, luego de a poco lo fue chupando y lamiendo hasta quedar brilloso de saliva, era maravilloso tener así a un niño de cuatro años acostado recibiendo el roce y metida de un pene por sus labios y boca, Dionisio lo disfrutaba mucho, sentía ese hormigueo en su espina dorsal y ese adormecimiento en la nuca, era una sensación nueva que le causa extrañeza más cuando exclamaba “¡ya!” “¡ya!” “¡ya está!” era porque un líquido transparente se veía en la punta del glande, su metamorfosis estaba dando efecto, tenía un deseo extraño de lo que estaba haciendo y de lo que quería hacer, el niño sintió esas gotas que se deslizaban por su boca e instintivamente quiso escupir, el glande venoso y rosáceo con restos de ese líquido rozaba las mejillas del pequeño, “¡ahora ven para vestirte!” “¡vamos, rápido!” “¡ya está!” ambos ya estaban vestidos, lo marcó para darle muchos besos en la mejilla y luego le dio un beso sentido con lengua, “¡déjame besarte bien!” “¡debes aprender!” el nene rodeó el cuello del muchacho con sus brazos, Dionisio se sorprendió agradablemente al percibir la entrega del niño, la complacencia de dejarse llevar con sus besos con lengua, “¡ya vez… es rico!” “¡démonos otro!” “¡así…. así!” “¡ves… es rico!” “¡vamos, dame otro!” “¡dame la mano!” “¡ahhh!” “¡tus labios!” “¡me gustan mucho!” Mateo continuaba marcado con los brazos rodeando el cuello de aquel muchacho de doce años, continuaban besándose, al poco tiempo Salían de aquel apartado lugar discreto de la mansión Arichabala, algo arrugada estaba la ropa del niño, aunque pasaba por alto debido a los roces en los juegos, la naturaleza inquieta de Mateo y su forma de ser gustaban mucho en Dionisio que lo llevaba de hombros a unirse a los juegos, al bajarle quedó detrás del niño susurrándole al oído “¡en la próxima verás que jugaremos más lindo!” “¿quieres?” la respuesta que recibió Dionisio de Mateo fue un ligero movimiento afirmativo de su cabeza con una sonrisa picaresca, con ello el muchacho quedaba complacido, “¡no contarás lo del juego que hicimos hace poco!” el nene sin dejar de sonreír movió ahora negativamente su cabeza, desde prudente distancia se cruzaban las miradas de Dionisio y el anciano dueño de la mansión, hizo un movimiento de cabeza aprobatorio, se llevó a la boca un sorbo de jugo de frutas picadas en señal de complacencia, el anciano miraba el culito virgen del niño, los nietos de Fulgencio jugaban animadamente, la llegada de Fernanda y su esposo pusieron en alerta al anciano y a su madre atendiendo de buen modo, era un invitado especial, uno de los más importantes en sus negocios, recibió el pésame de los esposos, la mirada en Fernanda por parte del anciano era centellante, ella dio cuenta de aquello quedando cabizbaja, el pequeño Mateo se acercó abrazarle rodeándole el vestido con sus bracitos, el esposo de Fernanda marcó al pequeño, Fulgencio miraba con detenimiento los movimientos del niño, de pronto lo baja al piso diciéndole cortésmente que vaya a seguir jugando, de inmediato Fulgencio hace señas para que Dionisio se acerque, de su bolsillo saca unas llaves, le señala una, la más antigua, le dice fuese por vino guiñándole pícaramente el ojo, que traiga de la mejor reserva, el muchacho de doce años asentía, “¡Mateo… ve con él!” “¡sé que te gusta visitar ese lindo lugar!” el niño brincaba con agrado, el anciano le dijo al muchacho de doce años “¡tómate un buen tiempo en… buscarla!”, “¡tendrás un buen premio si logras tratar destaparla!” el anciano sonreía “¡aunque sea sólo un poquito!” el rostro del muchacho brilló con amplia sonrisa, el anciano los invitaba a que fuesen a ese lugar “¡vayan, y… diviértanse!” “¡no tarden mucho!” los esposos invitados quedaron conversando con el anciano, momentos después se acercaba Matilde y se unía a la plática, mientras tanto Dionisio tomó del hombro al niño caminando rápidamente done estaba la bodega de vinos, Fulgencio los vio partir emitiendo una mueca disimulada de satisfacción en su rostro, se vio que lejos estaban jugando los demás niños, Dionisio trataba de no ser visto por ellos para que no fuesen a ese lugar, muy animado se notaba en su carita a Mateo viendo la mano de Dionisio que tenía la llave y la iba metiendo en la cerradura, daba vuelta a la llave, ”¡este es otro juego!” ”¡mira!” “¡se llama el mete y saca!” consistía que la llave entraba y salía de la cerradura “¡mira bien!” los ojos del niño se fijaban en la metida de la llave, los giros y la salida de la llave al momento en que la puerta se abría, el niño sonríe, “¡vamos a buscar la botella de vino!” “¿sí?” el niño animado asentía “¡luego te enseño el juego del mete y saca!” “¿quieres?” el niño dijo “¡está bien!”, le hizo dar unos pasos dentro del lugar encendiendo la luz “¡voy a cerrar la puerta!” Mateo estiraba sus manitos tomando botellas polvorientas “¡con cuidado las haces caer!” vieron en la estantería esa reserva especial de vino, se distrajo el muchacho en buscar un trapo para limpiar la polvosa botella, tiempo que aprovechó el pequeño Mateo para esconderse, Dionisio sabía que deseaba el niño que lo busque e hizo gestos de preocupación para buscarle, a eso le niño le encantaba que se preocupen por él al buscarle, reía escondido en un rincón dentro de una gaveta, al ser descubierto Dionisio le marcó, ”¡te encontré bribón!” le dio besos en el cuello y de eso se fue tranquilizando, hasta que unieron las frentes ”¡Mateo, Mateo, eres muy bonito!” los labios de Dionisio hacían que rocen los labios de Mateo, se dieron muchos besos con lengua, así marcado el niño estaba apoyado sobre los brazos de Dionisio que tenían lo tenían bien sostenido, las piernas del niño rodeaban las caderas de Dionisio, unían sus frentes y se daban besos, giró para ver la puerta cerrada ”¡mira… está con seguro la puerta!” tenían las mejillas unidas “¡vamos a jugar al mete y saca!” “¡nadie nos molestará!” “¿quieres que te enseñe el juego?” al sentir la tibieza de la piel del niño se escuchó un “¡sí!” de parte del pequeño Dionisio reía ampliamente, ”¡Yo seré la llave que mete!” dijo con amplia seguridad ”¡y… tú serás la herradura que lo sacas!” “¿entendiste?” el niño asentía aún marcado de Dionisio “¡bien… ven acá!” lo puso de pie en el suelo, rápidamente le fue quitando la ropa al niño hasta dejarle desnudo, él también lo hizo dejando las ropas colgadas en un rincón, “¡ven acá!” lo llevó a una mesa, el niño estaba viéndose desnudo al igual que lo miraba así desnudo a Dionisio, limpiaba la mesa y lo sentó al niño, “¡ahora vamos a empezar a jugar al mete y saca!” al niño que estaba sentado le empezó a besarle las piernas, “¡que suaves las tienes mi amor!” luego los pies “¡que lindos están mi preciso!”, luego la pelvis y finalmente se metió el pene en la boca lo chupó estirándole con los labios, la lengua la pasaba por los testículos y ya para ese momento el pene de Mateo estaba completamente erecto, acercó su pene al del niño y empezaron a verse como rozaban “¡mira Mateo!” “¡qué lindo se los ve!” “¡ellos se desean!” “¡se quieren!” se agachó para seguirle mamando el tronco del pene lampiño erecto, “¡está sabroso!” “¡sí!” “¡muy sabroso!”, la lengua pasaba por los muslos del niño que ya empezaba a suspirar a tocarle el pelo con intensidad mientras le chupaba el penecito, “¡ves Mateo!” “¡este es uno de los jueguitos del mete y saca!” “¡yo soy la cerradura y tú tienes la llave!” “¡mira!” le señalaba a su penecito, “¡ahora te voy a enseñar otro juego del mete y saca!” “¡tú eres la llave y yo soy la herradura por donde tienes que meter y sacar tu llave!” el niño estaba muy sonriente al ver que Dionisio se acostaba en la mesa abriéndose los glúteos con las manos, “¡ven!” “¡méteme tu llave!” “¡aquí!” “¡aquí!” el nene se acercó con su penecito erecto al trasero de Dionisio y empezó a rozarle al sentir ese penecito en su culo comenzó a exclamar estimulándole al niño precioso “¡eso… eso!” “¡Mateo!” “¡mete y saca!” “¡Mateo!” “¡mete y saca!” al roto se separaron “¿te gustó Mateo?”, “¡sí… me gustó!”, Dionisio le acaricio “¡me alegra que te haya gustado!” “¡sólo que me prometas que no se lo vas a contar a nadie!” “¿me lo prometes?” el niño alegremente movía afirmativamente su cabecita “¡eso así se habla!” se dieron un choque de manos “¡por eso te quiero mucho!” “¡eres mi niño favorito!” “¡siempre te voy a defender de quien te haga daño!” “¡te lo aseguro!”, “¡ven!” abrió los brazos para recibir al niño abrazándole y marcándole dando giros en ese cuarto, los dos cuerpos desnudos estaban pegados en un abrazo, las piernitas rodeaban la cintura desnuda de Dionisio, las frentes estaban unidas, el penecito erecto rozaba el ombligo del muchacho de doce años, sus pieles contrastaban, el pene con pelusas de Dionisio rozaba por debajo el culito de Mateo, se besaron con lengua “¡Mateo, mi amor, besas rico!” continuaron besándose, Dionisio marcado llevaba a acostarle sobre la mesa a Mateo, el niño miraba el techo del lugar, sus pies descansaban sobre esa mesa donde estaba acostado con las piernas dobladas, las manos de Dionisio hicieron que las piernas se abran para besarle los muslos y la pelvis haciéndole suspirar “¡ahora yo seré la llave y tú la cerradura!” el niño vio que le abrían de piernas cuyos pies se apoyaban sobre los hombros de aquel muchacho, “¡Mateo!” “¡vas a sentir delicioso!” “¡ahora lo verás!” el niño así encorvado vio que Dionisio se toma su pene rozándole en la entrada de su culito infantil de cuatro años, el glande empezaba a entrar con saliva, “¡aahhh!” exclamó Mateo sintiendo el primer puntero del glande en el ano, el pene sujeto a la mano del muchacho punteaba más milímetros dentro, las manitos del niño bonito se hacían como garras sobre la mesa, se sujetaban luego en el borde de la mesa al sentir las puntadas del glande “¡aaahhh!” “¡aaaaahhhh!” se hacían más intensos, “¡cálmate!” “¡cálmate!” “¡así es el juego!” “¡luego lo sentirás rico!” “¡me duele!” “¡me duele!” lo tenía bien sujeto punteando el glande “¡aaahhh!” “¡aaahhhh!” “¡yaaaa!” “¡yaaaaaaa!” “¡me duele!” “¡me duele!” “¡yaaaa… noooo!” “¡me duele!” estaba a punto de hacerlo suyo, estaba inspirado en ese culito, ya pronto sería el primer hombre en comerse ese culito, cuando de pronto se escucha el giro de la cerradura abriéndose la puerta mostrándose una luz venida del exterior que irradiaba el interior de ese lugar, tras la luz se apreciaba la figura de Fulgencio Arichabala que de inmediato cerró la puerta con seguro, vio el cuerpo de su nieto acostado ahora con las piernas dobladas y los pies descalzos descansando sobre la mesa, Dionisio quedó estático parado con su pene erecto, pensó que era otra persona la que entraba, el anciano les dio la espalda “¡vístanse!” Dionisio obediente vistió al niño con mucho cuidado, ya vestidos el anciano le dio un par de billetes de mediana denominación, “¡toma!”, al niño le dio unas monedas acariciándole el pelo le dijo “¡de esto no cuentes ni a tus papás ni a nadie!” “¿entendiste?” Mateo asintió viendo las monedas “¡es para que te compres golosinas!” “¡si te preguntan diles que fui yo quien te las regala!” el niño fue a un rincón a observar detenidamente, “¡creo que llegué a tiempo!” le dijo al muchacho “¡verás… aún no es el momento!” “¡ya te indico cuando!” “¡por ahora no es prudente que se lo rompas!” “¡queda pendiente que lo hagas… en mí presencia!” “¡tendrás mucho dinero si lo haces!” el pequeño Mateo por estar distante no escuchó ese comentario del anciano al muchacho, tomó la botella y salió delante de Dionisio y Mateo que iban tomados de la mano, el vino para el visitante estuvo muy bueno, Fernanda notaba algo extraño en el comportamiento de su pequeño hijo, éste se estiraba el pene y el culito en repetidas veces, vio hacia Dionisio que miraba al niño sonriente, los dos jugaban animadamente, parecían tener un comportamiento de hermanos, se notaba la química entre ambos pese a la distante edad que tenía, Fulgencio le dijo a su nuera que era muy bueno verlo así de divertido a Mateo y a Cayetana pidiéndoles que viniesen más seguido a visitarle, ella así lo prometió algo influenciada por su esposo que veía bien esa relación entre primos y así compensan la pena del anciano al ya no tener a sus hijos quedándole esos niños como un lindo recuerdo, Fernanda asintió con una leve mueca de ironía que el anciano supo descifrarla muy bien.
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Era el segundo viernes de octubre de 1962, se presumía de vientos de guerra nuclear en el mundo a través de los comentarios de la radio que escuchaba en su cama plácidamente Eliazar Emigdio de veintiún años, rato antes su madre la empleada Zobeida de treinta y seis años le había llamado a desayunar para ir al trabajo, sí, a hacerle plata a su patrón Saúl André Francisco Alfonso Alsogaray Dampierre de treinta cinco años, como él pensaba, él se sabía hijo bastardo no reconocido por ese prestante hombre de negocios, con perfil bajo sin que la gente lo notase hacía su trabajo y para sorpresa de muchos lo hacía de manera formidable, en los {últimos tiempos su tiempo lo empleaba de modo que la pasaba viajando por el país de la canela auspiciando negocios que se iban incrementando, con algo de pereza se estiraba los pies, las manos estaban metidas en ese erecto pene depilado como a muchas mujeres que él usaba, desde un tiempo a esta parte s ele conocía como uno de los solteros más codiciados de la ciudad, así que había escalado puestos sociales con la ayuda de la mano de su patrón como él se refería a su padre biológico, para él era doloroso vivir esa situación de ser un hijo resultado fruto del amor anónimo de ciertas noches de pasión de un patrón y de la humilde empleada, se consideraba quizá un hijo no deseado, de allí su resentimiento hacia el hijo del patrón Saúl Alexander Jean Pierre Alsogaray Márquez de la Plata a quien sin saber que era su medio hermano lo desvirgó, ahora vivía en parte con esa culpa, tenía recelo de ver el rostro del patrón, viviría con ese secreto, ahora se estiraba más de brazos dándose placer manoseándose el pene, como todos los días tendría un espacio en la noche para salir a divertirse un poco, era muy responsable en su trabajo, miraba el reloj puesto en la pared en su delante de la cama, sabía el tiempo que le tocaría ducharse, vestirse, arreglarse y desayunar, desnudo entró a ducharse el pene se puso erecto al contacto con el agua, pensaba en aquella secretaria coqueta del otro día con la que terminó en la cama, hoy la invitaría a cenar y a estar juntos, era una ventaja de ser los dos solteros, pensaba en ella a ojos cerrados imaginándose aquella vez en el baño cómo la penetraba haciéndola su mujer, allí en ese momento fue el primer contacto entre su pene y su vagina, allí fue la penetración más deliciosa, estaba tan animado que hoy lo haría de nuevo, sólo aspiraba a que el tiempo pase para estar con ella, ya se estaba vistiendo y se imaginaba la fragancia de perfume que se impregnaba en su ropa, su madre al lavar se enteraba de las aventuras, en algunas ocasiones le decía que debería tener cuidado de esposos o novios celosos, es que Eliazar Emigdio tenía un rostro muy hermoso que compaginaba con su corte de pelo de época de mediados del siglo XX, se miraba en el espejo mostrando parte de su narcisismo masculino, ya bien arreglado bajaba las escaleras para desayunar, allí coincidentemente se encontraba Fernanda con sus dos hijos Mateo y Cayetana, se sentó a platicar muy alegremente como siempre con hipocresía, para él no concebía la idea de esa mujer y de sus dos hijos en la mansión, para él lo mejor era de estar en esa mesa sólo su madre y él, estaba al pendiente de que esa mujer le diera un hijo a su patrón, ya de esto había conversado con su madre quien le pedía resignación, que mejor aproveche las oportunidades laborables para formar su propio negocio, la plática simple con Fernanda continuaba, los niños muy atentos estaban en sus alimentos, sonaba el teléfono y fue Fernanda a contestar, en ese tiempo que se hizo largo Eliazar empezó a hablar con los pequeños, les mostraba mucha cortesía a lo que ellos respondían del mismo modo, la mirada de Eliazar Emigdio estaba en el pequeño Mateo, ya tiempo atrás como ahora jugaban mucho en el jardín, se acercó a mimarles para ganarse más la confianza, les dijo que cuando quisieran fuesen a visitarle a su cuarto, allí tenía muchos dulces y juguetes, con esto estaba poniendo un puente de comunicación entre los niños, se sentía muy animado Eliazar Emigdio, fue a despedirse de su madre a la cocina, su lugar de siempre, allí estaba la mujer esperando su beso y él la bendición, de pronto escuchó un llanto de bebé que venía de una canasta puesta en un rincón apartado, de súbito la mujer entró a ver a su hijo, sorpresa para Eliazar Emigdio es verla a ella aquí, se preguntaba qué habría venido a hacer en la mansión si vivía en la plantación, la mujer nacida en mayo de 1934 le saludó sonriente, marcó al bebé, Eliazar le preguntó por el tiempo de nacido de ese niño, ella le respondió que iba a tener cinco meses de vida, le preguntó la causa de su presencia en ese lugar, antes que conteste Estela fue la madre de Eliazar Emigdio quien le dijo que había enviudado, el esposo había sufrido un accidente y ella quedaba viuda como huérfanos quedaron sus dos hijos varones, Eliazar miró fijamente a su madre, Zobeida fue informada del particular por el patrón quien dispuso que la desdichada mujer haga de actividades en la mansión, Eliazar Emigdio miró a la mujer, ella respondió con una mirada muy angelical que denotaba paz pero también inquietud, al despedirse sintió la tibieza de sus manos, la curiosidad hizo que se acerque a ver la cunita improvisada, allí vio a esa preciosura de bebé, Zobeida se acercó su hijo, le abrazó con calidez “¡es precioso ese niño!” “¿verdad hijo?” el joven d e21 años miraba con detenimiento las facciones del pequeño, “¡sí, madre!” “¡es bonito!” miraba ese tono de piel muy blanco, ese pelo sedoso ensortijado castaño claro, la miró y esas miradas decían mucho, de inmediato se despidió y salió al auto que lo esperaba, la humilde mujer se puso a llorar desconsoladamente, su compañera de trabajo la consoló “¡tranquila querida!” “¡no llores!” la abrazó con ternura como si fuese aquella hija que nunca tuvo “¡ya verás que todo va estar bien!” le acarició el pelo consolándole “¡tus hijos son el bálsamo que requieres para que tu vida sea mejor!” “¡tu difunto esposo guiará tus pasos!”, lejos de allí Eliazar Emigdio iba pensativo, no se podía sacar de la mente aquel precioso niño de cinco meses de nacido, al verle sintió algo poco descriptivo para él, más aún la presencia de Estela en la mansión, sin lugar a dudas que su vida cambiaría con respecto a esa mujer siete años mayor que él, pensaba lo que sería de la vida de aquellos niños y de la gran responsabilidad de la pobre mujer en cuidarles y criarles, le llamó la atención la piel de ese niño muy diferente a sus padres, sonrió irónicamente, pensaba seguramente ese bebé no era hijo de Euclides, seguramente era hijo de algún apuesto peón o campesino del lugar, siguió con sus pensamientos ahora pensando en aquella hermosa secretaria que tenía un gusto por el affaire, deseaba que el tiempo pase para estar con ella amándose en una adecuada cama de hotel.
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Aquel niño nacido en febrero de 1954 ahora a sus ocho años se encontraba limpiando la casa en la que había retornado a vivir luego de mucho tiempo de estar en aquella plantación, había quedado sólo al mandato de su madre de que hiciera la limpieza, el pequeño estaba contento con el nacimiento de su hermanito Donato Edmundo nacido en mayo de 1962, el nacimiento de ese bebé compensaba en algo la pérdida de Hermes su hermano mayor que lo encontraron ahogado en el río, sentía la ausencia de su padre muerto en un accidente laboral, tenía los sentimientos encontrados, estaba preocupado por el futuro que le venía al estar sólo con su madre y su hermanito, pensaba en las necesidades de las que ahora padecían, continuó con sus labores de limpieza, estaba descalzo echando agua y detergente al piso, sólo tenía puesta su trusa ajustada a su piel en donde se podía ver el amoldado penecito lampiño, sus manos estaba aferradas al trapeador y desde el interior sacaba restos de agua enjabonada a la acera, ya para ese momento se presentaba el ardiente sol en hora de siesta, el nene esperaba terminar para ir a comer a la mansión Alsogaray, se daría un duchazo y se vestiría para ir a donde su madre trabajaba, se notaba sus dedos de pies bien definidos, pese a ser un hijo de peón y sirvienta era un niño muy aseado, miraba los cambios en el sector, algunos nuevos vecinos con niños pequeños, otros vecinos ya conocidos con hijos ya grandes, uno en especial le llamó la atención mirándole llegar a su casa desde el interior de su casa, se trataba de Luciano de la Sierva, lo vio igual de adulto bien cuidado, una sonrisa entrecortada se dibujaba en la acción de sus labios, lo vio entrar muy presuroso recién llegado de una gira de campamentos, se entendía que aún no se había dado cuenta de su presencia en ese lugar, el niño continuó con sus tareas, de pronto vio la llegada de un niño de su edad montado en bicicleta, le llamó la atención al verle llegar vestido con el uniforme del internado donde Luciano trabajaba, de inmediato vio que la puerta se abría y Luciano lo recibía con mucho afecto, de inmediato le hizo pasar con la bicicleta y cerró la puerta, el niño ya conocía sobre esos eventos de Luciano, dejó el material de limpieza y salió de la casa cruzando la pedregosa calle hasta acercarse por el baño externo de la casa, se apegó bien a la pared a escuchar pues del otro lado quedaba la habitación de Luciano, sus manitos se apoyaron en la pared, su oreja estaba bien pegada en la pared escuchando, “¡te ves bien!” se escuchaba besos “¡eres muy bonito!” el niño apegaba más su oreja a la pared intentando escuchar de mejor forma lo que Luciano y ese niño comentaban “¡me gusta verte así!” hubo un corto silencio “¡te extrañaba!” “¡ven acuéstate a mi lado!” el niño escuchaba del otro lado de la pared “¡tenemos toda la tarde!” “¿verdad que sí?” hubo un corto silencio “¡sí!” “¡me dieron permiso para todo este tiempo!” “¡les dije que hoy me ibas a enseñar muchas cosas!” se escuchaban risas “¡déjame verlo bien!” “¡qué hermoso lo tienes mi pequeño!” se escuchaba la risa del niño, “¡ahora mira el mío!” hubo risas “¡está muy tieso!” “¡está depilado… míralo!” “¡como a ti te gusta mi amor!” las risas continuaron “¡ven… ahora tócalo!” “¡es tuyo… siempre lo ha sido para ti!” “¡mi amor!” hubo un silencio corto, “¡me gusta tu piel suave, brillosa y tersa!” “¡tienes un pelo muy lindo, muy bien cuidado…. mi amor!”, se escuchaba los efectos del sonido de besos como si se estuvieran besando los cuerpos, “¡me gusta que hayas venido!” “¡aquí nadie nos molesta!” “¡aquí podemos hacerlo sin temores!” “¡recuerda siempre que te quiero!” “¡te quiero Fabri!” “¡te quiero!” “¡te quiero!”, posteriormente se escuchaban los sonidos de besos y jadeos con gemidos, al niño que estaba con su oreja pegada a la pared le llamaba la atención el haber escuchado ese nombre, “¡ahora acuéstate como te gusta!” “¡quiero chupártelo!” “¡abre las piernas!” “¡así!” “¡aahhh!” “¡que olorcito rico!” “¡me voy a comer ese gusanito!” se escuchaban risas infantiles “¡qué lindo!” “¡qué hermoso!” “¡qué bonito bultito sin pelos!”, luego de una pausa de silencio se escuchaban risas, el niño estaba parado junto a la pared escuchaba los jadeos y gemidos de aquel niño visitante que cada vez se hacían más intensos se escucha la voz de Luciano “¡ahora te toca chupármelo!” las risas continuaban, “¡ahora tú chúpamelo!, vinieron las risas, luego un corto silencio que se cortaba con las expresiones de Luciano “¡lo haces bien!” “¡aprendiste rápido!” “¡me gusta!” “¡me gusta!” se escuchaban risas del pequeño “¡házmelo como a ti te gusta mi amor!” “¡con la lengua!”, las risas seguían, “¡que suave y hermoso lo haces con tus labios carnudos!”, “¡aahhh!”, “¡bien!” “¡bien!” “¡bien!”, luego otro largo silencio, “¡quédate quieto!” “¡siente que te lo meto!” “¡siente!” “¡eres mío Fabri!” “¡mío… sólo mío!” luego se escuchaban los resortes de la cama, el niño con la oreja pegada en la pared se imaginaba lo que Luciano le estaría haciendo al pequeño visitante, pensó seguramente el cuerpo de Luciano encima acostado sobre el cuerpo del pequeño, se imaginaba seguramente el pene de Luciano deslizándose y queriendo meter el glande en el culo del niño, se escuchaban exclamaciones de voz fina “¡aahh!” “¡aaahhh!” “¡aaaahhhh!”, el niño sonreía al escuchar eso tras la pared, instintivamente se metía la mano dentro de la trusa en donde se mostraba el penecito erecto, despacio lo deslizó a la trusa hasta llegar a la altura de sus muslos, el pene descubierto ahora lo estiraba con los dedos de la mano, su oreja se apegaba a la pared donde se escuchaban los gemidos del niño, “¡aahh!” “¡despacio!” “¡me duele!” “¡me duele!”, hubo un corto silencio, “¡viniste a estar conmigo a solas!” “¡recuerda que tú me lo pediste!” “¡tú… Fabri!” se escuchaban leves gemidos, “¡sí!” “¡pero para hacerlo de otra manera!” “¡me duele así!” “¡me duele!”, se escuchaban exclamaciones, “¡aguanta!” “¡ya termino!” “¡aguanta!” se escuchaba el sonido de los resortes de la cama “¡ay!” “¡ya!” “¡yaaa!” “¡suelta… me duele!” los gemidos continuaban, “¡yaaa por favor!” “¡yaaaa!” los gemidos continuaban, se escucha la voz de Luciano “¡ya!” “¡está cerradito!” “¡espera!” “¡sólo la puntita!” “¡déjame dejarte mi leche!” “¡la que tanto te gusta!”, la cama vibraba un poco a la escucha de los resortes, ya no se escuchaba gemidos, “¡tienes un lindo culo!” “¡aaahhhh!”, hubo un prolongado silencio, “¡me dejaste la leche en la espalda!” “¡malo!” se escuchaba la risa de Luciano, “¡ven Fabri!” “¡acuéstate conmigo!” “¡quiero amarte!” “¡aprovechemos el tiempo!”, se escucharon los movimientos de resortes ante el movimiento de los cuerpos, “¿me extrañaste estos día?” “¡sí… claro que te extrañé!” reían, “¡yo también te extrañé mi Fabri querido!” “¿en verdad?” “¡sí, mi amor!” “¡extrañé tu gusanito cuando me lo pasas por el culo!” “¡extrañé tus labios cuando se juntan con el tronco d de mi pene!” “¡te extrañé tanto!” “¡tanto!” volvieron los besos y risas, “¡anda!” “¡métemelo Fabri!” “¡métemelo!” se escucharon los resortes de la cama “¡así mi amor!” “¡así!” “¡sigue!” “¡sigue!” “¡mi amor!” “¡mi amor!” “¡tienes bien desforrado tu pene!” “¡me gusta así!” “¡así!” el niño tras la pared se imaginaba ahora al pequeño “Fabri” encima de Luciano deslizando y punteando el penecito lampiño blanco en ese culo velludo, recordaba aquellos momentos, así vividos hace tiempo atrás, de pronto vio un auto estacionarse en su casa, corrió al encuentro de su madre que se bajaba marcando a su hermanito, estaba feliz de verle, las tareas de aseo casi cumplidas, le sorprendió la llegada de su madre a esa hora, tomó a su hermanito y su madre tuvo ayuda del chófer alcanzándole un canasto y una funda grande, el solicito chófer se retira, el pequeño ve ese auto lujoso, desearía tener uno así algún día, sonrió para sus adentros marcando al hermanito “¿por qué no?” volvió a sonreír, giró su cuerpo viendo hacia la entrada de la casa de Luciano de la Sierva, sonrió pensando en lo que ese adulto y su visitante estarían haciendo ahora en esa cama.
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La llegada de la nueva dueña de esas tierras selváticas estaba llena de expectativas entre los peones, campesinos, empleados y pueblo en general, se rumoraba que se trataba de la amante del patrón Valdés, que ese hijo lo había tenido clandestinamente mientras estaba casado con la patrona titular, ahora divorciados la nueva patrona se posesionaba de aquel espacio dejado, para el patrón esta nueva patrona que sería su tercer mujer, el orgulloso padre de Joaquín Lupercio iba manejando el lujoso mercedes por esos caminos polvorientos, a su lado iba su nueva compañera sentimental, la gente le hizo calle de honor como él lo había pedido para con su esposa recién llegada, se notaba rasgos de timidez en el rostro de Fernanda, llevaba en sus brazos a su tierno hijo, detrás el guarda maleta contenía la ropa simple y algunos accesorios, estaba atenta a cada movimiento visto tras el cristal del auto, su hijo iba durmiendo, llegaron a la estancia donde una fila de peones y empleados la esperaban, al bajar fue interceptada por una regia mujer algo presentable para el evento, se presentó como la dama de compañía que cuidaría de ella y de su hijo, la mujer de recién cumplidos los veinticinco años estrechó la mano de la nueva patrona, se unió a los patrones en el interior de la casona en esa amplia estancia, la mujer tomó en brazos al pequeño heredero de todas esas tierras, de pronto Fernanda tuvo un contratiempo en su estado de salud, se sentó en el amplio sillón, desde allí pudo ver el retrato de la primera y segunda esposa de Joaquín, a su lado los difuntos hijos Lupercio y Aarón, pensaría que pronto estaría la foto de ella y de su hijo en aquella galería, parecía que el destino le había acomodado ese sitial en la estancia y como reconocimiento de su perseverancia, le vino el recuerdo de aquel hombre, de ese personaje que había quedado en la capital, Joaquín algo preocupado le preguntó por ese leve mareo, Fernanda le responde que seguramente es fatiga del viaje, viéndola estable el patrón se tranquilizó, consideraba quedarse con ella, Otilia tenía marcado el niño, felicitaba a los patrones por tener un niño precioso, estaba muy feliz de estar con ellos, en la mirada de Joaquín se notaba un brillo y una penetrante mirada que describía las líneas femeninas, ella dio cuenta de aquello limitándose a sonreírle cordialmente, para Fernanda ese síntoma era conocido, lo tuvo cuando esperaba a Daniel Eduardo y también cuando lo tuvo recientemente a Joaquín Lupercio, es decir, seguramente estaba preñada, esperaba un hijo, le vino una cierta preocupación dibujada en su rostro, su hijo ni aún cumplía medio año de vida y ya estaba esperado otro hijo, no lo podía creer, pero prefirió esperar para avisarle a su esposo de la buena nueva, recordaba sin embargo los encuentros con el doctor los días en que su esposo estaba lejos de ella, Otilia vio el semblante de patrona que se tocaba el vientre, emitió una mueca de sonrisa, el niño se despertó y deseaba comer, Otilia fue a prepararle el biberón, el patrón vio con beneplácito la actitud de la sirvienta y su capacidad de servicio inmediato, se notaba que valoraba su trabajo encomendado, emitió un breve sonrisa de coquetería, el patrón dio cuenta de aquello, intercambiaron sonrisas sin que Fernanda se entere, Otilia llevó marcado al niño al cuarto reservado para él, se trataba del cuarto infantil que antes ocupó Aarón, estuvo con el pequeño hasta que notaba su sueño, sorpresivamente el pequeño Joaquín Lupercio se adaptaba rápidamente a los brazos de la empleada, ella también tenía buen criterio del pequeño, le vio esas cejas y labios bien definidos muy parecidos a su madre, de su padre eran las pestañas sin lugar a dudas y la frente, era el momento de almorzar y se preguntaba lo que estaría haciendo su hijo Osman en la ramada dada por el patrón, se trataba de la ramada que alguna vez perteneció a Ana y a sus tiernos hijos, al morir todos la propiedad retornó al patrón: a unos kilómetros de allí Osman paseaba por los alrededores de la ramada, vio el arroyo con agua cristalina, estaba descalzo sentado en el entablado de puente improvisado, sus pies rozaban el agua fresca, vio hacia las lomas y le llamó aquel sendero de herradura algo perceptible a la vista humana, siguió caminando por el sendero, iba apartando el elevado monte, su sorpresa fue mayor al verse delante de una cueva, con cierto recelo entró cuidando de no toparse con algún animal silvestre, la luz del mediodía de aquel sol intenso hizo que le permitiese ver con claridad el interior de la cueva, allí se encontraban retazos de tela de ropa, una pequeña área de juego, en un rincón había una muñeca polvorienta y con telarañas, se notaba lo desgastada por la humedad seguramente, le sorprendió ver ciertas inscripciones en la pared como corazones y le llamó la atención encontrar una inscripción algo muy parecida a aquella cascada del arroyo aguas arriba, se trataba de “–>R<–“ y más abajo se podía ver MCMLIII, seguramente se trataba de la inscripción de alguna persona nacida en ese año y por ver la muñeca en el suelo se trataba de alguna niña que venía a la cueva a jugar, esa niña definitivamente tenía una relación con aquel niño de la inscripción “–>L<–“, se preguntaba de que cómo era posible que una niña pudiese ya pensar en tener un hijo con ese niño, seguramente estaría enamorada de él y jocosamente juntos hicieron la inscripción “empezaron a hacer su hijo”, la frase era muy fuerte para la época de mediados del siglo XX, aún en su mente se estructuraban ciertas contradicciones, ciertos desapegos entre los personajes a los que trataba de darles cierta significación, vio detenidamente el interior de la cueva, se acostó en suelo, se metió las manos en el short algo ajustado que tenía puesto, al darse placer en el tronco de pene y testículos pensaba que seguramente que en ese lugar ambos niños se hacían también el amor, cerraba los ojos muy complacido, pensaba en esos dos cuerpos de niños desnudos, pensaba en ese roce del pene en la vaginita, pensaba que seguramente se olían los culos, pensaba que seguramente se chupaban el pene y vaginita, el ambiente húmedo, en ese momento deseaba tener alguien a su lado para que le metan el pene en el trasero, se pasaba los dedos por el culo y se los llevaba a olerlos en la nariz, haciendo movimientos de sus manos sobre la arena húmeda vio restos desenterrados de papel manchado de semen, seguramente en este lugar hubieron muchos encuentros, con lo último que vio seguramente no era un niño el que le hacía sexo a la niña sino un hombre adulto, siguió buscando en el suelo y encontró pedazos de periódicos, algunas ligas y un cepillo con cabellos lacios, siguió escarbando con interés y encontró un carrito sin ruedas, a su lado estaba una muñeca sin extremidades, se escuchaba el trinar de diferentes aves, se acostó mirando el interior de la pedregosa cueva, suspiraba, se sentía solo, se quitó el short que llevaba puesto, se vio el pene erecto y comenzó a darse placer, olía el sudor de su pene llevándose los dedos a la nariz, se pasaba ahora el dedo de la mano por el culo y también se llevaba el dedo a olerlo en la nariz, pensó en el largo viaje desde la montaña del interior del país de la canela hasta llegar ahora a esta selva, recordaba lo sucedido con el patrón Elías, la soledad del lugar le daba para meditar, recordaba aquella ceremonia de aniversario de bodas de los patrones, recordaba de lo bien que la había pasado jugando con los niños de los patrones, comiendo y bailando, su mirada se cruzó con la del patrón Elías que ya para ese momento estaba un poco mareado, con señas del patrón se acercó, le dijo algo al oído, se limitó a asentir y salir de la casona, estaba dando vueltas en círculos cerca de la caballeriza, a lo lejos se escuchaba el sonido de música proveniente de la casona, miraba al piso, de pronto sintió que unos fuertes brazos le rodeaban la cintura por detrás, “¡aquí estoy mi amor!” “¡te ves muy guapo vestido así!” “¡hoy te quiero hacer mío!” “¡vamos!” tímidamente Osman se dejó llevar tomado de las manos de su patrón Elías, se ubicaron en un rincón oscuro apartado situado en la parte posterior de las caballerizas, se observaban las dos figuras unidas bajo la sombra de oscuridad, se vio los pantalones que se deslizaban por las piernas, el cuerpo de Elías estaba detrás de Osman, el pene peludo ya rozaba el culito del niño, lo encorvó para meter por el culo ese tronco de carne vibrante del deseo, se escuchó un leve gemido al principio y era porque el glande entraba en el ano, luego un quejido más prolongado, “¡ya lo tienes adentro todo!” “¿verdad mi amor?” el niño asentía en la oscuridad, sus manitos estaban apoyadas en un árbol, luego se abrazó del árbol apoyando su carita sintiendo a la vez las embestidas de ese pene en su culito “¡te gusta que así te lo meta!” “¡lo sé!” “¡te gusta mi pene!” “¡te gusta que te lo meta!” “¡recuerda!” “¡yo te rompí el culo!” “¡tu culo es mío!” “¡sólo mío!” “¡yo te desvirgué!” “¡en la cama de tu madre!” “¿te acuerdas mi amor?” “¡en la cama de tu madre!” “¡nos quedamos solos!” “¡allí probaste macho!” “¡allí te penetré!” “¿te acuerdas Osman?” “¡yo te lo metí… y te rompí el culo!” “¡siente mi pene como la primera vez!” “¡así!” “¡así!”, “¡ya siento tu culo!” “¡ya lo siento!” “¡esta rico tu potito!” “¡rico!” “¡rico!” “¡Osman!” “¡Osman!” se podía ver ambas figuras pegadas por efecto del pene en el culito, el niño bufaba, contenía gemidos, sentía ese pene entrando en sus entrañas, de pronto sintió angustia, el tiempo pasaba y no sentía la deseada eyaculación de Elías, las caderas se movían, también los testículos, ese pene erecto estaba haciendo furor en el culito de Osman, “¡yaaaa!” “¡esttaaaaa!” Osman sintió ahora el semen entrando en su culito, hizo una mueca de resignación, el pene salía humedecido de semen, del bolsillo Elías sacó papel para limpiarse el pene, “¡lo has hecho bien esta noche!” “¡mañana te llevo el premio!” Osman mostró resignación en su rostro, el culito le latía, sentía que el semen en parte salía de su culito, “¡te preñé por el culito!” le decía mientras se vestía, “¡toma!” “¡límpiate!” el niño se acuclilló pujando con la idea de sacar el excremento con semen que se podía ver en el suelo luego estuvo pasándose el papel por el culito, se vistieron y dieron unos cuantos pasos, Elías lo llevaba al niño puesta una mano en el hombro, se les heló la sangre viendo en su delante a la esposa de Elías, a su lado estaba el primo del patrón Elías, sus miradas eran acusadoras, ella indignada le dijo “¡lo vimos todo!” “¡puerco infeliz!” “¡lo haces con un niño!” “¡con un niño!” Elías no atinaba qué decir, “¡dejamos que lo hicieras todo!” “¡queríamos saber hasta dónde llegabas con esto!” se vino en llanto la mujer “¡justo en la noche de nuestra fiesta de aniversario!” “¡traidor!” Elías quiso decir palabra pero fue impedido por una bofetada y golpes de su esposa, Osman quedaba estático viendo esa escena, el primo también estaba parado viendo la escena, se notaba una mueca de sonrisa irónica, como que estaba satisfecho viendo esa desgracia marital, “¡traidor!”, “¡traidor!”, “¡me cambiaste por un niño!” “¡por un niño!”, miró a ver a Osman, “¡tú!” “¡seguramente te dejabas de él por dinero!” “¿verdad?” “¡dilo!” de los ojos salían lágrimas infantiles que recorrían las mejillas, se puso tembloroso, quiso irse pero el primo de Elías lo detuvo del brazo, “¡aun no te vas!” “¡te quedas!” “¡responde lo que te preguntaron!” el niño seguía tembloroso “¡te daba dinero a cambio de hacértelo!” “¿verdad?” “¡dilo!” el niño sólo asentía cabizbajo, Elías dijo que era suficiente, quiso decir algo más pero una bofetada sacudió la mejilla de nuevo, esta vez el marido le dio una piña que la hizo caer al suelo, el primo reaccionó a golpes, fue todo tan rápido para Osman que vio al primo sacar un cuchillo para intimidar a Elías, pero con habilidad logró desarmarle, sin embargo el primo logró sentarse sobre el cuerpo de Elías dándole puñete seguido, la mujer separó al hombre, “¡déjame!” “¡lo tiene bien merecido!” “¡cobarde!” “¡abusador de niños!” dijo unas expresiones que encolerizaron al desfallecido Elías aun acostado en el suelo “¡afortunadamente Ronald Elías no lleva tu sangre mala!” “¡lleva la mía!” “¡entérate!” “¡no es Margot quien no puede tener hijos!” “¡sino tú, canalla!”, Elías encolerizado se puso en pie y como una fiera se lanzó contra su primo, los dos rodaban por el suelo, el niño sintió que unas manos lo aferraban a un abdomen, sorprendido vio que era su madre, preocupada por su ausencia, lo había seguido, eso le dijo, pero en realidad era por otro motivo que estaba allí, vieron a los hombres pelear, Elías logró tomar la daga y asestarle un golpe en el hombro cerca a la altura del pulmón, inesperadamente Margot se lanzó sobre su esposo y con otra daga logra certeramente herirlo de muerte en el corazón, desfallecido sin sentido quedaron los dos primos, ella pensó que habían muerto, regresó a ver a madre e hijo “¡no preguntes por lo que pasó aquí!” “¡ni divulgues lo que viste o mueres también con tu hijo!” “¡ahora yo soy el poder en estas tierras!” vio fijamente al muchacho “¡quiero que te largues con tu madre!” “¡lejos!” “¡muy lejos!” “¡o los mando a matar!” “¡tienen seis horas para largarse!” “¡o los mando a asesinar!” “¡ya lo saben!” “¡no quiero testigos!” “¡no saben nada!” “¡no vieron nada!” “¡seis horas!” “¡sólo seis horas!” “¡largo de aquí!”, indignada la mujer se retiró del lugar, grave error de no haberse cerciorado que su primo aún vivía, con ignorancia lo dejó morir, Osman y su madre corrieron presurosos a la casa, tomaron lo que pudieron y al llegar al pueblo vecino hizo una llamada de larga distancia, aun tembloroso Osman guardaba su secreto, era lo mejor, a distancia su madre no se enteraba de lo sucedido en ese lugar, su secreto sólo lo sabía Margot la patrona, poner tierra de por medio a este problema era lo mejor, ahora volviendo a la realidad Osman estaba inquieto por lo recordado, lamentaba haber salido de ese lugar en donde descubrió su metamorfosis, extrañaba la geografía de ese hermoso lugar montañoso del país de la canela, respiró hondo y luego suspiró prolongadamente pensando en aquella persona que había dejado, esa persona le significaba mucho en su vida, aquella persona a la que conoció placenteramente y a quién le había entregado su cuerpo, Jasmani, se preguntaba qué estaría haciendo ahora y si algún día lo volvería a ver y en qué circunstancias lo deparaba el destino.
FIN DEL DUCENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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