METAMORFOSIS 257
Miel y sangre.
La mujer caminaba pensativa rumbo a la estancia Valdés, atrás dejaba en la ramada a su hijo de nueve años con las tareas de alimento de animales y limpieza de corrales, le había dicho que al poniente del mediodía se dirigiese a la estancia para almorzar, ahora rayaban los primeros rayos de sol de esa calurosa mañana decembrina de 1963, los patrones habían ido a la capital de compras, aquella mujer de veintiséis años quedaba a cargo de la estancia y sobre todo del cuidado del pequeño Joaquín Lupercio el hijo de los patrones nacido en mayo de 1960, a su espalda escuchaba el rugir de un motor, era un jeep militar llevando de piloto sólo a ese militar atento que se detuvo al verle, con cierta coquetería le saludó al apuesto militar, Edgar Fausto galantemente la invitó a subirse para llevarle a donde quisiera ella, al sentarse empezó la plática, las preguntas del militar eran respecto a su salud y al trabajo, le informaba de las responsabilidades que tendría esa semana en el trabajo de la estancia así como le decía de lo que el hijo estaba realizando en la ramada en esos momentos, en cuanto a él le informaba que estaba a pocas horas de estar de franco, se cambiaría el uniforme y pasearía por el pueblo, lo que no le informó a la atenta mujer es que en un par de días tomaría el pase de relevo hacia otro punto del interior del país de la canela, ahora le tocaba irse a las montañas, tiempo después al llegar a la estancia el pequeño hijo de los patrones de tres años y medio salió presuroso con los brazos abiertos a abrazar a Otilia, estaba muy feliz de verle, se había desprendido de la mano de la empleada que le cuidaba, luego pasó a abrazarle al militar quien lo marcó con gusto, Otilia le invitó a pasar ordenándole a la muchacha de servicio que trajese refresco para el militar, el niño continuaba marcado por el militar sentándose en la silla, lo sentó en su muslo, el pequeño aún vestía su pijama, estaba en sandalias que se deslizaron de sus pies, la atenta Otilia continuaba con la conversación, desde el fondo la empleada le llamaba, Otilia pidió disculpas diciendo que retornaría pronto, el militar dijo que no se preocupase pues quedaba con la buena compañía del niño, la mujer se retiró, Edgar Fausto pasaba la mano del niño por la espalda de ahí que la introdujo por la tela sobando suavemente esos glúteos sedosos, el militar miraba a todos lados, estaba en un lugar discreto, el dedo pasó por la rajita del culo del niño llevándoselo a oler en la nariz “¡mmm!” “¡huele a culito rico!” luego ese dedo lo pasó por la nariz del pequeño, “¡huele tu culo!” “¡rico!” “¿verdad que sí?”, el nene se reía “¿si lo hueles así como te dije a escondidas?” el niño sonreía moviendo afirmativamente la carita, “¡mi niño precioso!” “¡qué obediente!” “¿lo haces sin que te vean?” el niño volvió a afirmar positivamente con su carita sin dejar de sonreír, ahora la mano se deslizó rápidamente por delante del pijama, el nene sintió el roce de los dedos del militar en su penecito, se hizo un bulto en su parte delantera del pijama, la punta del dedo índice topaba el prepucio, una vez humedecido lo sacó del pijama, se llevó el dedo a la nariz “¡qué rico huele!” el pequeño de tres años y medio sonreía mientras le besaba el pelo aquel militar “¡ahora prueba de tu pajarito!” el dedo del militar pasó por la nariz del pequeño, “¡mmm!” “¡qué rico huele!” “¿verdad?” le acariciaba el pelo, la maño deslizó el pijama mostrando el penecito “¡mmm!” “¡qué lindo está!” “¡bello!” “¡como tú mi amor!” le dio besos en la mejilla uniéndolas luego viendo ese penecito que se iba poniendo erecto, “¡mira!” “¡mira!” “¡cómo se pone!” “¡mírale!” “¡mírale!” el niño estaba atento a los dedos que estiraban el prepucio que recubría el glande del penecito, al pequeño nene le vino un suspiro que eso le hizo reír al militar, luego a dos dedos deslizaba el prepucio viéndose apenas la punta del glande recubierto por esa piel, las mejillas estaban unidas teniéndose cierto calor viendo esos movimientos de dedos en el pene, tiempo después escuchó unos pasos venidos desde el fondo del pasillo que daba a la cocina, y de inmediato la mano salió del pijama, Otilia llegaba con una charola trayendo panecillos con jalea y jugo, decía el militar que no se hubiese molestado tanto, a lo que la mujer contestó que eso era muy poco presente para la ayuda de seguridad que él brindaba en la estancia con un grupo de soldados los cuales algunos jugaban con el niño, de inmediato el pequeño se puso en pie firmes haciendo el saludo militar lo que hizo reir a los presentes, en ese momento ya era media mañana, era el momento de cambiar su uniforme por el de civil para acogerse a su tono de franco, le quedaban un par de días en el sector, deseaba pasear por el pueblo y despedirse luego de los amigos que había hecho en el sector que por ahora estaba libre de guerrilla, el militar pidió que exprese su mensaje de despedida a los patrones Valdés que ahora se encontraban en la capital y vendrían la semana próxima, además, en un tono suave se despedía de Otilia enterándose de su pronta partida, se quedó triste, le contuvo las manos y su mirar delataba su simpatía y algo más que el militar sintió al despedirse con un sentido y prolongado abrazo, vio los ojos enjugados en lágrimas de la atenta mujer diciéndole que su ausencia va a causar mucha pena, el militar le dio un beso en la mejilla y otro en la frente lo que hizo sonreír cabizbaja a la mujer, abrazó al niño dándole besos al marcarle y al ponerle en pie le dio muchos besos en la mejilla, viéndole a la mujer dijo que hubiese querido que en algún tiempo tener un hijo como él, Otilia y el militar se miraron fijamente a los ojos sonriendo, se entrelazaron las manos fuertemente sin dejarse de mirar, ese cumplido que el militar hacía era para disimular los verdaderos deseos hacia el pequeño, las manos se fueron deslizándose, separándose no así su mirada atenta entre ellos, el militar se sentó en el jeep, ella se acercó con el niño marcado, encendió el motor y antes de dar marcha les dio a cada uno un beso en la mejilla, muy triste aquella mujer vio alejarse el jeep, al rato llegaba Osman a la estancia, estaba sudoroso por las acciones de tarea en la ramada, se encontró con su madre que estaba triste llorando en un rincón, por discreción no le preguntó el motivo, fue hacia donde se escuchaba la algarabía del pequeño Joaquin Lupercio que estaba correteando a unos patos y gallinas, la empleada se esmerba por ponerles en el corral respectivo, el nene ayudaba en parte arreándoles, Osman ayudó a terminar la tarea de la noble mujer, tomó de la mano al pequeño caminando por los alrededores de la estancia, de lejos miraba a su madre aún apenada en aquel rincón, ea momento de almorzar para luego recostarse en las hamacas para la acostumbrada siesta de entrada la tarde, se presentaba el calor intenso a esa hora y el no poder dormir bien hizo que Osman caminase por los corrales llegando a la caballeriza, se encontró con un peón acostado en un rincón fumando tabaco, se saludaron, Osman puso la montura al caballo a vista del peón, tiempo después galopaba lentamente por los alrededores de la estancia, ya sabía hacerlo adecuadamente, estaba muy contento, al pasar por los jardines de la estancia vio a su madre bordando en compañía de la empleada y en medio de ellas estaba el pequeño Joaquín Lupercio teniendo entre sus manitos la lana que estaba ordenando a su manera, al ver al jinete el niño se puso en pie para que lo monte, Otilia dio permiso a su hijo para que diera un paseo con el niño en camino al pueblo y en retorno, aprovechó para darle dinero y haga algunas compras en la abacería del pueblo, el nene montó delante de Osman y a paso lento del caballo fueron en dirección al pueblo que quedaba a pocos kilómetros de la estancia Valdés, una vez llegados al pueblo bajó al pequeño y amarró al caballo para hacer las compras, se detuvieron en el parque a jugar con otros niños y allí fue que vio al militar vestido de civil, el encuentro fue grato, el más animado fue el pequeño, el militar kes invitó a la fuente de sodas a tomar un helado y gaseosas, mimaba y acariciaba al pequeño Joaquín Lupercio, su irada era de deseo carnal, le gustaba el rostro y el cuerpo del pequeño, tragaba saliva en cada espontáneo acto de caricia que le daba delante de Osman, juguetonamente entrelazaba los dedos del pequeño, en algún momento lo sentaba en sus muslos dándole besos en el pelo, en el dialogo sostenido el militar le dijo a Osman que en dos o tres días se iría del pueblo para irse a las montañas donde le tocaba ahora de pelear con la guerrilla, escuchar esa triste noticia hizo que el niño igual que su madre se ponga muy triste, el militar para que no sigan así les dio otra gaseosa y helado, Osman en su afán de quedar bien con él le dijo que conocía un bonito lugar por la ramada, quedaba arriba del arroyo y era bueno para bañarse y pescar en esta temporada de calor, le dijo que seguramente el militar no conocía, eso llamó la atención de Edgar Fausto y luego de terminarse las gaseosas les dijo que se adelanten su cara militar era de un brillo excepcional, por su mente fluyeron varias ideas, caminó hacia la caballeriza sacando el mejor caballo, un militar le ayudó a ensillar y en poco tiempo salía del pueblo a lento galope, a su paso era saludado por los habitantes, su pose de gallardía era de una buena atracción elegante a vista de las damas del pueblo a las cuales saludaba galantemente, al llegar vio al caballo amarrado a un puntal de la ramada, al bajarse del caballo no vio a los niños a su alrededor, pensó que estarían arriba, al dar los primeros pasos de la escalera rústica vio salir a Joaquin Lupercio despeinado y llevaba abierta la cremallera de su pantaloncito corto, su trusa estaba desarreglada notándose la prisa al ponérsela, detrás aparece Osman que lo toma de los hombros metiéndole en el interior él también estaba despeinado mostrando en su rostro cierto temor y vergüenza, el militar pidió agua a lo que presuroso Osman le obsequió, el militar vio el catre desatendido, el pequeño esperaba que Osman le arregle la ropa, el militar se imaginaba lo que estarían haciendo esos dos niños traviesos pues en el short de Osman se notaba el bulto de la entrepierna, se daba cuenta del pene erecto que poco a poco se hacía flácido dentro de la tela del short que ahora llevaba puesto, el nene se metía la mano por entre al tela y el traserito de tres años y medio, mientras Osman se tomaba el pene como tratando de acomodarlo dentro de la tela, el militar reía, preguntó por el lugar y señaló con su brazo estirado apuntando con el dedo de la mano por la ventana la ruta a tomar, al montarse el niño decidió ir con el militar, era tanta la confianza y el cariño que le tenía que se sentía bien a su lado, transitaron por varios minutos, el militar no perdía detalle de los lugares por donde se transportaba, hasta que desde lo alto de una loma entre la espesura del bosque tropical húmedo vio esa hermosa pequeña cascada hecha por las aguas del arroyo, le llamó la atención de aquella ruinosa cabaña cubierta en parte por vegetación, al apearse de los caballos caminaron por los alrededores, el militar estaba maravillado viendo ese lugar, lamentaba no haberlo conocido antes, ni siquiera tenía referencia de la posición en sus cartas de campaña, se preguntaba cómo sus subalternos no dieron informe sobre aquel lugar hermoso adentrado en lo tupido de la selva, se preguntaba por los dueños y Osman respondía que era de Joaquín Valdés las tierras y seguramente esa cabaña ruinosa le pertenecía, entraron a observar el interior de la cabaña, llevaba en su delante al pequeño tomado de los hombros como si fuese su bastón, Osman iba más adelante mostrando cada detalle, sacó debajo del catre un calzón infantil femenino, el militar lo vio detenidamente, seguramente pertenecía a una niña de siete u ocho años, vieron latas de comida y empaques oxidados, la mano del militar al igual que las de Osman pasaban por la madera, se notaba el fogón, Osman insinuante se acostó sobre el catre, el niño estiró la mano del militar para salir a ver el exterior, Osman quedó acostado mientras miraba salir al militar caminando por la orilla de esa cascada de mano del pequeño, iba a seguirles pero algo le llamó la atención, allá afuera mientras tanto el militar y el niño quedaban en calzoncillos, el militar vio sentado sobre una roca sentado al pequeño con sus piecitos descalzos agitando el interior del agua cristalina, el sol se ponía fuerte en su rostro, le hizo ademanes para que se acerque y así al marcarle lo llevó dentro del agua, le acostó dentro de sus brazos para enseñarle a nadar y fue allí que sus manos rozaban su pene, su boca se acercaba al oído del pequeño “¡qué lindo tenerte así mi amor!” le miraba el culito vestido acercando su nariz, el nene agitaba sus piernitas haciendo burbujas en el agua, en ocasiones le soltaba y ya parecía que aprendía a nadar pero se fondeaba y el militar lo sacaba, el niño tosía, le llevó a sentarse en la orilla, dentro de la cabaña Osman pasaba sus manos de nueve años por el fogón, especialmente entre el entrabado de madera, sorprndentemente vio una cuña que se deslizaba, parecía que algo secreto guardaba, y no se equivocaba, al sacarla un pedazo de madera se inclinó dejando deslizar algunos rollos de papel, tenía escritura a mano, cada relato separado por fechas y al leerlo vagamente se sorprendió de aquellos nombres, se preguntaba dónde los había escuchado antes, su rostro se iluminó, ató cabos mentales, pensamientos, ideas, frases hasta que dio con el acierto, pensaba y pensaba, pero fue interrumpido por Joaquin Lupercio diciéndole que lo esperaban para nadar, el niño altivamente con voz autoritaria dijo no ser molestado y que ya iría después, discretamente el pequeño salió a informarle al militar de la decisión tomada por Osman, le marcó al pequeño y siguieron nadando, Osman estaba sentado en un rincón leyendo esos papeles, se notaba como si fuese una declaración de idilio vivido por una pareja, sin lugar a dudas que mientras más leía más le interesaba el contenido, a unos pasos de allí Edgar Fausto y Jaquin Lupercio jugaban en el agua, lo abrazaba y lo besaba apasionadamente teniéndole así marcado, se acercaron con recelo a la cascada, vieron que podían pasar por ese velo de agua caída desde la alta loma, maravillados los dos quedaron sentados en las rocas, en su delante estaba ese velo de agua que caía y a sus espaldas estaba la humedecida pared de tierra, las gotas de agua flotaban en el aire, al hablar se ocasionaba cierto eco que el niño le maravillaba en cada subida de tono de voz, el militar le seguía, miraban detenidamente el lugar, el pequeño estaba muy animado, vieron como una especie de distribución ordenada de piedras planas cual si fuese una cama de rocas, eso les llamó la atención sentándose sobre ellas, al hacerlo se notaba el penecito del pequeño en una de las mangas de su calzoncillo blanco, se notaba los testículos, se notaba las líneas del pene humedecido por la tela, lo sentó en su muslo derecho, la mano la pasaba por la espalda sobándole en forma circular esa piel humedecida, le besaba el pelo constantemente humedeciendo sus labios, le pasó la lengua por el cuello exclamando a ojos cerrados “¡eres muy lindo mi pequeño!” el nene estiraba sus brazos con absoluta inocencia mostrándole la caída de agua al militar, “¡mira!” la mirada del niño ahora fue hacia su penecito que había do sacado de manos del militar “¡se lo ve bonito!” “¡como que quiere jugar!”, le puso en pie para que mire el pequeño cómo se deslizaba su calzoncillo viéndose su penecito, “¡no necesitar tener puesto esto para jugar!” le hizo alzar los pies descalzos bien formaditos para sacarse el calzoncillo, la cara del militar rozaba el penecito, “¡me gustas!” “¡me gustas mucho!” le besaba el pene “¡te voy a extrañar!” “¡voy a extrañar tu olor!” “¡tu olor!” el nene sonreía, el militar se abrió de piernas sacando por el hueco del calzoncillo a ese pene velludo, “¡mírale bien!” “¡es tu amigo!” “¡quiere jugar con él!” “¿quieres?” el nene movió afirmativamente la cabeza, el militar se iba deslizando el calzoncillo hasta quedarse completamente desnudo, “¡ahora ven acuéstate mi niño bonito!” luego de que el militar acostado se abría de piernas el pequeño se acostaba sobre el militar poniendo su carita en el pecho velludo, las manos del militar rozaban la espalda “¿Quieres a esperar a jugar con Osman?” “¿o sólo jugamos los dos?” el niño recordaba cómo Osman lo había tratado y le dijo “¡juguemos los dos!” el militar le besó la mejilla “¡bien mi niño!” “¡así será!” “¡vas a tener un gran premio al terminar de jugar!” emocionado el nene sonreía, sintió que sus caderas eran alzadas y bajas haciendo que los penes se rocen, “¡ahora hazlo tu solo como te enseñé!” “¡vamos, hazlo!”, la pelvis del peño se alzaba y bajaba voluntariamente haciendo que los penes se rocen y para estimularle le decía al pequeño “¡así!” “¡así!” “¡mi bonito!” “¡cógeme el pene!” “¡cógeme el pene!” el nene seguía y seguí esos movimientos hasta que ahora lo sentó sobre los muslos haciendo que ahora se deslice con su penecito sobre el pene velludo de forma que ahora se mueva adelante y atrás, sus caderas dibujaban el movimiento de adelante y atrás, de adelante y atrás, de adelante y atrás, todo estaba hecho para sentirse, el militar estaba consiente que este sería el último encuentro con ese niño bonito, por eso acomodó su pene erecto alzándole de las caderas al niño, el glande se puso entre los glúteos y lo empezó a bajar con cierta dificultad pues por tener el culito bien cerradito se movía a otros lados impidiéndole penetrarle de esa forma, el nene con esa postura se apoyaba en los hombros de su iniciador, hizo un alto para preguntarle al pequeño “¡dime mi pequeño!” “¿así juega contigo Osman?” el nene con cierta inocencia y considerando la alta estimación y cariño hacia el militar le movía afirmativamente la cabeza, el militar sonreía “¿cómo te hacía?” el nene le decía “¡así como hace rato!”, el miliar sonreía “¿Qué otra cosa te hace?” el niño sonreía “¡dime la que te hizo hace poco en el catre de la rama!” “¿pues estaban jugando antes que llegue?” “¡¿verdad?!” el niño afirmaba con su carita inocente, “¡muéstrame cómo lo hacían!” “¡te prometo que es nuestro secreto!” “¡te daré un premio si callas!” esas frases coincidían con las de Osman así que el niño consideraba que era de confianza decirle y hacerlo, dio unos pasos y se encorvó sobre el filo de una roca “¡así me hace!” movía su bracito y con el dedo índice de su manito derecha se metía el dedo por entre los glúteos haciendo roces, “¿luego qué más hacía?” el nene le decía “¡luego me daba la vuelta!” el militar sonreía “¿y qué más?” el niño descría con sus manitos “¡eso aquí!” el nene señalaba el pene del militar con su dedo índice y luego abría su boca y se chupaba el dedo índice dibujándole al militar que era el pene de Osman que entraba en su boquita, las preguntas iban a continuar pero de reojo el militar vio una serie de letras y números sobre esa improvisada cama de rocas planas, los ojos del militar observaban detenidamente la leyenda: “–>R<–>L<– empezaron a hacer su hijo” debajo la siguiente línea “30-IX-61” por la fecha se deducía que era reciente, se preguntaba quién sería el hombre y quién la mujer, con qué letra, en su mente asociaba ese calzoncito a esa inscripción, sin lugar a dudas que este lugar es para hacer sexo, el militar vio al niño en su delante que tímidamente le miraba, estaba con una mano estirándose el penecito y con la otra rascándose el culito, la mano del penecito se la llevó a olerla en la nariz mientras que luego la mano que estaba en su culito se deslizaba entre los glúteos llevándola a su nariz, el militar le miró sonriente “¡bien mi pequeño!” “¡hazlo siempre a solas, que nadie te vea!” “¡cuando hagas eso acuérdate de mí!” “¡de tu marido!” esa última palabra no encuadraba bien en el juicio del pequeño, le marcó y le besó apasionadamente, maravillosamente para el militar era sentir que el pequeño correspondía, “¡hasta esto te he enseñado mi pequeño!” “¡no cabe duda que soy tu marido!” le puso en pie “¡ven!” “¡quiero que me lo hagas como Osman te lo hace a ti!” “¡ven, juega conmigo mi pequeño!” “¡acuérdate cómo lo hiciste hace poco en el catre de la ramada donde vive Osman!” “¡muéstrame lo que hiciste con Osman!” el militar se encorvó en el extremo de la roca, la pelvis del niño rozaba el culito de la misma forma que el penecito se deslizaba entre los glúteos, “¡eso házmelo así como Osman te lo hace!” “¡como Osman!” “¡como Osman!”, luego de apartarse el militar vio su calzoncillo tomándolo de la mano, encorvó al pequeño en el extremo de la improvisada muy parecida cama de roca, puso el calzoncillo cerca de la carita del pequeño, “¡vamos a jugar rápido antes que venga Osman!” “¡vamos!” el pequeño sintió el dedo del militar con un liquido salivoso pasándose en su culito abierto de los glúteos, gimió un poco al sentir que se introducía, “¡espera!” “¡quieto mi pequeño!” “¡es para que sientas mejor el juego mi niño bonito!” “¿te acuerdas?” “¡dime!” “¿esto te hace Osman?” el niño entre cortos suspiros movía afirmativamente La carita, tenía los labios bien cerrados y el ceño fruncido, el militar sonrió viendo que su glande ahora ocupaba el lugar que antes estaba su dedo “¡ahora vas a sentir mejor!” el glande punteaba la entrada del culito “¿sientes?” “¡ahh!” “¡me lele!” “¡lele mucho!” la cadera del militar se movía, se apartó del pequeño sentándose a su lado abriendo las piernas agitándose el pene erecto, hizo acercar al niño “¡mira lo tieso que está tu amiguito!” “¡quiere que lo acaricies!” “¡que lo mimes!” el niño sonreía temeroso, como que no deseaba acercarse, el militar se arrodilló delante del niño que estaba sentado, le hizo abrir las piernitas “¡que lindo está!” “¡que bonito!” la carita sonriente del niño observaba su penecito tieso, la cara del militar se acercó a olerlo “¡mmm!” “¡huele rico!” pasaba las mejillas por el penecito “¡mmm!” “¡está muy suave!” “¡rico!”, le miró sonriente al nene, “¡ahora a probarlo!” el nene vio que el militar abrió la boca metiéndose en su cavidad bucal todo el penecito del pequeño Joaquin Lupercio, lo succionó por unos segundos sacándolo completamente humedecido de saliva, el nene miraba su penecito lampiño su mentón estaba pegado a su pechito, de su boquita salía una leve sonrisa “¿así te lo hizo Osman?” la picara expresión del militar en su rostro contrastaba con la del pequeño, “¡seguro que así te lo hacía!” ele nene seguía viendo su pene ensalivado, “¿Qué más hacías de juego con Osman?” el nene se puso en pie y para sorpresa del militar miraba al nene subiéndose a las rocas allí doblaba su cuerpito de cara a la rocas y así estando puso sus manitos apoyadas en las rocas viéndose detrás los pies descalzos su posición era como la de un animal cuadrúpedo, a cuatro patas, levantó una mano indicando con el pase del dedo en su culito “¡por aquí me pasa su pipí!” el militar sonríe “¿eso te gusta Joaquíncito?” el nene aún en esa posición sonreía “¡sí!” el militar pasaba su mano por la espalda, acercó su mejilla a rozar a la del pequeño “¿quieres que te pase mi pipí Joaquincito?” el nene sonreía “¡si quiero!” el militar le dio un beso al niño que seguí en esa postura “¡entonces jugaremos Joaquincito!” en pie como estaba el militar puso sus manos en las caderas del pequeño llevando a rozar su erecto pene en el culito, mientras le rozaba el pene humedecido con liquido pre seminal le preguntaba al niño “¿te gusta el jueguito?” el nene respondía afirmativamente “¿quieres más?”, “¡sí!” “¡verás que tienes un premio mi pequeño!” emocionado el pequeño decía “¡sí quiero más!” “¡sí!” “¡quiero más!” el militar continuó restregándole el pene en ese potito “¡está muy hermoso mi niño!” “¡ah!” “¡qué rico está tu culito Joaquincito!” “¡me agrada que te guste jugar conmigo!”, se inclinó para besarle la espalda, el cuello y el pelito suave humedecido, las gotas de agua caían en esa espaldita, el nene sintió el pecho del militar tocando su espaldita, lentamente puso el cuerpo del nene acostado sobre las rocas planas, Joaquin Lupercio sintió el peso del militar sobre su cuerpito, su carita se posaba sobre sus manitos que estaban apoyadas en esas piedras planas, sintió el roces del glande sobre su culito, al lado de su carita estaba el calzoncillo, las mejillas humedecidas se rozaban, la nariz del militar recorrían ese cuello y pelo, los labios del militar se acercaban a uno de los oídos “¡no dirás de este nuestro juego que estamos haciendo a Osman!” “¿de acuerdo?”, el nene respondía “¡sí!” “¡sí!”, el pene seguía rozando el culito “¿te gusta como te lo hago?”, “¡sí!” “¿te gusta nuestro jueguito?”, “¡sí!” le besaba repetidamente el cuello del nene “¿quieres más?” “¡sí!” “¿seguro?” “¡sí!”, “¿seguro que quieres más?” “¡sí… seguro!”, le seguía besando el cuello, notaba que la piel del niño se hacía como de gallina, las gotas de agua tocaban esos dos desnudos cuerpos unidos como se fuese uno solo, “¡eres mi precioso!” “¡eres muy lindo!” seguía besándole con el roce de su pene entre la separación de los glúteos, en un instante alzó su mirada sobre la leyenda escrita en la roca, se fijó claramente en lo escrito “–>R<–>L<– empezaron a hacer su hijo” sonrió y pensó que con Joaquín Lupercio no podría hacer un hijo pero sí sería suyo para siempre, en su mente surgió la motivación de poseerlo, bajó su rostro haciendo su nariz roce el pelo del nene “¡ahora me vas a mostrar lo valiente que eres Joaquincito!” “¿de acuerdo?, “¡sí!” “¡sí!”, le besaba el cuello “¡debes ser fuerte!”, le pasaba la lengua y así notaba el aumento de la temperatura corporal del niño y su piel de gallina, no daban cuenta de la caída de gotas de agua en sus cuerpos, era entonces el momento deseado para Edgar Fausto, sus sueños húmedos con el nene se iban cumpliendo, recordaba sus pensamientos libidinosos estando a solas en su habitación, era su niño, su precioso que ahora estaba debajo de su cuerpo, era ahora, no había más tiempo, Osman podría venir pronto, estaba muy animado en hacerlo, rompió el recelo y el temor y se decidió, “¡vas a ser muy valiente!” lo rodeó asegurándose de tenerlo bien agarrado en firme, el humedecido glande iba entrando milímetro a milímetro, ya el glande tocaba a roces de punteos el esfínter externo, “¡ahh!” “¡ahh!” “¡lele!” “¡lele!” “¡ahh!” “¡lele!” “¡ya no!” “¡ya no!”, hizo un alto en los movimientos del pene, le acarició la espalda a manera de intención de relajarlo “¡calma mi precioso!” “¡calma!”, “¡quiero que seas fuerte!”, “¿de acuerdo?” “¿eh?”, “¡tú me quieres!” “¿verdad Joaquincito?”, el nene con su carita aún apoyada en sus manitos respondía afirmativamente, “¡bien mi pequeño!” “¡entonces vas a ser valiente!”, miró otra vez a la leyenda escrita en la roca, sonrió, punteaba el pene, se esataba complaciendo más, el nene gemía, Edgar Fausto lo calmaba, sentía el humedecido pene que entraba en ese hoyito con la intención de hacerlo más grande, estaba cerradito pero el militar insistía, salía gemidos en aumento de la boca del pequeño, sentía que el glande ya casi, ya casi, se estaba haciendo lo que deseaba, tomó el calzoncillo poniéndoselo en la boca del pequeño así ahogaba los gritos, el niño no aguantaba más ese dolor queriendo zafarse del cuerpo de aquel militar que lo estaba iniciando en el sexo anal, el cuerpo del nene temblaba del dolor, a ojos cerrados el militar exclamaba “¡espera mi pequeño!” “¡quieto!” “¡quieto!” “¡ya!” “¡ya!” “¡aguanta Joaquincito!” “¡aguanta!” en lo que estaban cerrados sus ojos le vino un flshback, le vino el recuerdo de cuando era un niño, de haber estado desnudo, de haber recibido esa iniciación anal, de recordar aquel lugar apartado, de tener presente en sus recuerdos aquel personaje de negro, recordaba esas frases de aquel personaje al que le había dado su confianza y que ahora él sacaba de sus labios hacia el pequeño Joaquín Lupercio que ya tenía muchas lágrimas en su rostro a causa del intenso dolor y la angustia de no poder evitarlo, el militar exclamaba con sentido de pertenecía y a la vez de sutil autoridad diciéndole al pequeño “¡te quiero!” “¡resiste!” “¡te amo Joaquincito!” “¡aguanta!” “¡ya casi!” “¡ya casi!” de pronto hizo un brusco movimiento de cadera hacia adelante empujando el cuerpo, fue tan intenso ese movimiento y el dolor causado que el pequeño abrió la boca saliéndose parte de la tela del calzoncillo humedecido por saliva y lagrimas del pequeño que ahora gritaba del dolor que trascendió el lugar de aquella cueva, de aquella cascada, afortunadamente para el militar ese grito se ahogaba con el sonido de la cascada con el agua cayendo al suelo pero para asegurarse inmediatamente tapó la boca del niño, sintió su pene dentro del culito, estaba tieso, lo dejó allí un instante, miraba la leyenda de la roca, se había cumplido lo que tanto deseó, el culito del pequeño Joaquín Lupercio era suyo, lentamente fue sacándolo, dejó al niño tiritando, se acostó de forma fetal, mientras Edgar Fausto se sentaba a piernas abiertas junto al niño que miraba con los ojos llenos de lágrimas ese pene que lo había desvirgado, tenía restos de excremento y sangre, vio que del culito del nene salí aun hilillo de sangre producto del desgarro anal, era leve, la experiencia del militar había hecho que le doliese al niño el potito pero no tanto, aún así seguí tembloroso, como con cierto miedo y vergüenza, se acercó acariciándole la espalda, había sido suyo, y lo sería para siempre, era el primero en haber desvirgado ese potito, tomó el calzoncillo y sin que el nene se moviese le pasó por el culito, allí quedó impregnado la evidencia de la sodomía hecha por el militar al pequeño, las gotas de agua impactaban en esos cuerpos desnudos, se detuvo a verle esas piernitas rellenas bien formaditas, esos pies de dos alargados muy hermosos de no tan alto empeine que lo hacía pertenecer a cierta familia noble descendiente de hispanos, vio ese voluminoso culito que había sido suyo, le vino un poco de preocupación al verle al nene muy tembloroso e inmóvil pero de a poco le fue poniendo en pie, tenía dificultad en caminar, le encorvó sobre un chorro menor de agua de la casaca cuya agua se deslizaba por el cuerpo del nene, se podía ver restos de sangre deslizándose por las piernas cayendo a los pies de dedos alargados bien formados, el agua rápidamente con su intensidad hacía desaparecer esa sangre salida del culito del cuerpo encorvado del pequeño, le acostó de cara a las rocas para limpiarle, tenía el rostro triste, estaba asustado, “¡clama ya te ayudo con esto!” gratamente vio que el sangrado terminaba, “¡me lele!” repetidamente exclamaba el nene, el militar le acariciaba el pelo, “¡ya estuvo!” “¡tranquilo Joaquincito!” “¡ya pasó!” “¡el juego se acabó!” “¡te portaste como todo un valiente!” “¿viste?”, “¡te quiero mucho!” “¡mucho!” marcó al pequeño sentándole sobre sus muslos pasándole sus manos sobre la carita y bracitos, pasaba a tocarle penecito, “¡que precioso lo tienes!” “¡está bonito!” el nene sentía el latido de su culito, la molestia continuaba pues ladeaba su cuerpito al sentir el contacto de su culito sobre el muslo del militar, le puso en pie haciéndole caminar un poco, se adentraron un poco al agua donde caía la cascada, allí le hizo que se acuclille metiendo el culito el al agua, se percató el militar que ya no salía sangre en el agua, le hizo poner en pie, revisó el culito, al querer tocarle el nene hacía quites en señal de miedo, “¡tranquilo solo quiero revisarte si todo está bien!” “¡ven!” “¡acuéstate!”, le abría el culito, le pasó suavemente el calzoncillo, para ese momento el temblor del cuerpo disminuía, tiempo después se veía los dos cuerpos acostados de perfil abrazados, la carita del niño se posaba sobre el pecho de su iniciador, las manos acariciaban los bracitos y piernas del pequeño Joaquín Lupercio “¡recuerda que es nuestro secreto!” “¡no se debe hablar de esto!” “¿de acuerdo?” el nene con mirada pensativa exclamaba suavemente un “¡sí!”, el militar se extrañaba que Osman no esté con ellos, habían pasado varios minutos notándose la ausencia del muchacho, los dos salieron del manto de agua de la cascada, lo llevaba marcado al pequeño y al llegar a la orilla se percataron que Osman no estaba, dejó al pensativo niño desnudo sentado en la arena, unió sus piernitas poniendo sus bracitos sobre las rodillas y sobre los bracitos apoyaba su carita con rasgos faciales de temor y mirada al infinito, el militar desnudo llamó a Osman, al no recibir contestación fue a verle en el interior de la cabaña rustica ruinosa, allí estaba Osman, lo encontró bajándose del catre, disimuladamente se frotaba el rostro, dijo que se le había pegado el sueño, salieron de aquel lugar, en realidad Osman durante todo ese tiempo había estado leyendo por lo tanto no dio cuenta del tiempo y ahora al escuchar que le llamaba el militar rápidamente puso esos papeles en el lugar donde los había encontrado, pasará un buen tiempo para venir a recogerlos y llevárselos a la ramada a guardarlos adecuadamente, mientras se iba desvistiendo miraba a Joaquín Lupercio muy distraído y apenado, el militar le dijo que el nene “¡cayó mal golpeándose en el filo de la roca!” “¿verdad Joaquincito?” tímidamente el niño movía afirmativamente su carita volviéndola a poner sobre sus manitos, “¡déjale!” “¡ya se le pasará el miedo!” “¡vamos allá!” señaló el interior de la cascada, se lanzaron al agua, el pequeño los miraba aún sintiendo el latir de su culito, el temblor de su cuerpo en algo aún se desarrollaba, adentro de la cascada se notaba la unión de esos cuerpos desnudos, Osman acostado de espaldas sobre esas rocas planas, en su delante el militar inclinado teniendo en sus hombros los pies de Osman, el pene entraba en ese culito desforrado por el difunto don Elías, el peen entraba totalmente haciendo luego un mete y saca en ese culo encorvado por esa postura sexual, instantes después Osman sentía en sus entraña el deslizamiento del semen dentro de su culo, “¡acuérdate siempre de mi!” “¡soy tu marido!” Osman sonreía asintiendo, quedaron acostados por un momento, recordaron la presencia del pequeño, salieron a verle pero no estaba, presurosos entraron a la cabaña y lo vieron acostado aún desnudo pasando el dedo por el culo “¡parece que quiere jugar!” el sorprendido niño movía negativamente la carita, le marcaron llevándole a nadar, se diluía en parte su expresión de tristeza, se abrazaban los tres en señal de confianza, Osman pasaba la mano por el culito del niño que de inmediato mostraba molestia y esquivaba ese roce, vieron la puesta del sol en el firmemente, el militar dijo que era el momento de partir, primero el militar monta en su caballo y le pide a Osman que alcance al pequeño sentándole en su delante, el nene hizo un leve gesto de dolor que de a poco iba eliminando mientras galopaba, Osman montó en su caballo yendo adelante del militar, para ganar confianza puso las riendas en las manitos del pequeño que con cierto recelo las agarraba, el mentón del militar descansaba sobre el pelito del nene, allí se sentía el golpe de la respiración, de vez en cuando rozaban las mejillas, la nariz rozaba su cuello, la piel se le ponía de gallina, eso hacía reír al militar viendo la mirada al infinito que mostraba el pequeño, le decía al oído “¡no lo olvides que es nuestro secreto!” “¡no lo cuentes!” “¿de acuerdo?”, “¡sí!”, recibía como respuesta, “¡ya pronto tendrás tu premio por haber sido muy valiente!” le dio muchos besos en el pelo y mejillas “¡estoy muy orgulloso de ti Joaquincito!” “¡no olvides de guardar nuestro secreto!”, llegaron a la estancia y las mujeres se complacieron viendo de nuevo al militar, la más emocionada era Otilia, quedaron ella y el militar a solas, Otilia le llevó a un discreto lugar a conversar, el militar se sorprende de ver sus hombros rodeados por los brazos de aquella calenturienta mujer que se entregaba en apasionados besos, de a poco reacciona, entiende de la necesidad de un encuentro íntimo, el militar le dijo que prudentemente al día siguiente lo esperase en aquel lugar y que iría por ella a media mañana, emocionados se despidieron, el militar sabía que ella deseaba dejarle un recuerdo de su estadía, una aventura nada más en la que los dos se entregarían, le vio montar y perderse entre el camino y la vegetación, entró presurosa y emocionada disimulando su vanidad de mujer, su treta pasional había funcionado, era su costumbre, estaba sujeta a aquello, pasaban las horas y no se notaba la presencia del niño en los lugares que acostumbraba a estar por la casona, es que el nene estaba en su cuarto pensativo, al verle así la mujer notaba el cambio de ánimo del pequeño que inclusive no deseaba comer ese día, muy preocupada Otilia preguntó por el estado de ánimo del pequeño a lo que Osman responde que tuvo una caída en la roca golpeándose parte del coxis, dejó pasara por alto aquella novedad, le revisó viendo que en la piel no se presentaban moretones ni restos de heridas, se dijo para sí misma que los niños son niños y con el tiempo mejoran su ánimo, que ya vendrían sus padres en tres días y que además está próxima la navidad, lo que Otilia desconocía que esa tarde calurosa muy soleada del viernes 20 de diciembre de 1963 marcaría su vida para siempre; al día siguiente Otilia esperaba en una bifurcación entre la ramada y el camino del pueblo, de pronto llega el jinete, se monta detrás y emprenden galope, llegan a un precioso lugar, “¡éste será nuestro nido de amor hoy y mañana!” “¡te quiero para mí!” “¿habías venido antes aquí?” ella respondió negativamente, entraron a la cabaña, admiraron lo rustico y ruinoso del lugar en su delante el militar se quitó la ropa desnudándose por completo, él le ayudo a desvestirse, se abrazaron y se besaron apasionadamente, sintieron el caluro contacto de sus cuerpos, su piel se puso rojiza del deseo, su mirada mostraba el deseo de entregarse a ese hombre, se sentaron en el catre, ella se acostó con la idea de que él hiciera lo mismo, “¡no querida!” “¡aquí no!” “¡ven!” “¡quiero que me acompañes!” “¡acércate!” “¡ven!”, sus pies descalzos tocaban el agua cristalina de aquel arroyo estando en su delante esa cascada pequeña, le señaló el lugar, cruzaron el manto de agua de la cascada, al ingresar los ojos de la mujer se maravillaron viendo el alrededor, “¡es precioso!” “¡es íntimo!” exclamaba ella, el militar asentía, vieron esa cama de piedras, “¡allí lo haremos!” ella sonreía “¿tú hiciste esto?”, “¡no… ya estaba cuando vine!” se abrazaron “¡hice patrullaje por el sector y vi este lugar!” “¡seguramente alguien más lo hizo!” le señaló a la pared “¡mira!” la mujer vio la inscripción y sonrió “–>R<–>L<– empezaron a hacer su hijo” “¿Quiénes serán?” “¿los conoces?” el militar movió su cara negativamente, la mujer vio además el año “¡no es muy viejo el mensaje!” sonrieron, “¡vaya!” “¡hacer un hijo aquí!” exclamaba la mujer que de pronto sintió un abrazo detrás de sí, fue llevada a esas rocas, ya hubo palabras el sonido de la caída de agua cristalina era fondo de esos dos cuerpos encorvados cuyas piernas femeninas se apoyaban en los hombros del militar que sus caderas se movían adelante y atrás, adelante y atrás, jocosamente recordaba que de esa misma postura había sido cogido Osman, el hijo de Otilia, es decir, madre e hijo se sometieron a los placeres carnales del militar, este y el día siguiente pasaron haciendo sexo, para ella sentir ese cuerpo era fundamental, estaba deseosa de poseerlo hasta el último minuto antes que llegue la despedida, esos encuentros sexuales dados en el ante último sábado y domingo decembrino de 1963 significarían mucho en sus vidas, un buen recuerdo de amor para ambos, tiempo después una manito humedecida de nueve años junto con otra otra manito de cuatro años se movían armónicamente sobre una reciente inscripción hecha en la pared: E.F. => (–) O.A. – J.L. 1963.
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Era viernes, un día muy soleado perteneciente al noveno día del cuarto mes de mil novecientos cuarenta y ocho, día consagrado a María Cleofé, Casilda y Marcelo, , esa noche empezaría la luna nueva, el sol saldría a las 5h45 y se pone a las 18h48, era pasado el mediodía con cielo despejado con vientos débiles, tiempo en que todo hijo del país de la canela almuerza, el caudillo va sostenido del brazo, de repente certeros disparos desgarran su vida, ni la transfusión pudo con la parca, se fue el caudillo, era el grito de una reciente huérfana multitud al que su líder había dejado terrenalmente, la angustia y el instinto de venganza primaron en la muchedumbre y no ha de ser así cuando te zanjan la esperanza de días mejores, la ciudad dantesca ante fuego y humo, las llamas cobijaban la capital, de allí se extendería al resto del país de la canela, por radio y prensa escrita tardía los sectores rurales de uno y otro océano daban cuenta de lo sucedido, a su estilo e intereses, lo que hacía más caótico el suceso, nada volvería a ser igual, todos tenían conciencia de aquello, el mundo también remecería las entrañas al ser testigo de macabro hecho de matarse entre hermanos, sin embargo, la vida continuaba, el primer conmovido en sus intereses era el rico hacendado, comerciante, industrial o transportista, este último, el más afectado por la muchedumbre, eran los primeros días de ingreso a la milicia por parte de Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote que ya tuvo su primera misión de repeler a la muchedumbre a bayoneta y fuego limpio candente, los nervios primaban a la calma escasa, el muchacho de dieciocho años cerraba los ojos antes del tiro, sus jefes arengaban a que mate a sus hermanos, de ello sus familiares no tenían conocimiento, de tras de él se encontraba Heriberto Alpízar un militar conservador gustaba de disparar a quemarropa, así que le decía al joven militar descendiente de nobles hidalgos españoles y zares Romanov que dispare, la milicia avanzaba rodeando el palacio presidencial, seguían disparando protegiendo a su presidente sin importar qué civil caiga, ellos avanzaban, una mala maniobra los obligó a formar circulo y a retroceder un poco, Gustavito seguía disparando a órdenes de su superior, el grito de orden de su superior se extinguió, el joven militar se extrañó por unos segundos, de pronto detrás suyo sintió el estallido consecutivo de tres disparos, su mejilla se impactó de sangre, gira para ver detrás y ve los ojos de su superior bien abiertos igual que su boca manando sangre, también por los oídos, quiso ayudarle al verle caer de bruces, pero vio la herida de entrada y salida en cuello además con secuelas de un certero disparo en masa cerebral regada, escuchó a lo lejos la voz que le decía se cubra, pero fue tarde, de la muchedumbre se escucharon varios disparos que impactaban los proyectiles en la pared y suelo, dos ellos alcanzaron a Gustavo Adolfo, uno de gravedad en el pulmón derecho y otro de no menos agravante en el cuello que milagrosamente no perfora la yugular, milagrosamente alcanza arrastrarse entre el humo de la contienda hasta cubrirse el cuerpo de cartones y basura, no suficiente para ser visto por un protestante que a punto estuvo en darle el tiro de gracia, al voltearlo vio la cara de niño de Gustavito, su intención fue interrumpida viendo que el populacho arengaba en golpear el cuerpo sin vida de Heriberto Alpizar, aquel militar que inmisericordemente había disparado a la lumpen, el hombre que era su líder los detuvo, pero algo tarde ya, debido a que los intestinos del hombre estaban al descubierto igual que uno de sus ojos, vino el refuerzo militar y de inmediato los violentos civiles sedientos de venganza se retiraron; Raúl de inmediato abrió los ojos, vio a su alrededor de su cuarto donde vivía en esa localidad capitalina del país de la canela, tembloroso ingirió ron, esos pensamientos eran siempre recurrentes, ahora con más fuerza, más, sabiendo que él fue quien detonó su fusil con esos tres disparos hacia su compañero militar Heriberto Alpizar, ¿por qué lo hizo?, Raúl luego beber el ron suspiraba prolongadamente, a su lado estaba la foto de aquellos niños de nombre empezando por el mayor, Melquiades, su primogénito, ¿por qué ese nombre?, en honor al sucesor de Pedro, su vida a través de las escrituras antiguas era admirada por Raúl, el siguiente niño de la foto, Domingo, su hijo más querido, se parecía mucho a él, su nombre pues nació un día domingo, el primero muerto en accidente de tránsito y el segundo muerto por enfermedad pulmonar, los dedos rozaban el rostro de sus dos hijos fallecidos, al lado un portarretrato con el rostro solitario de aquel niño, el militar frunció el ceño, vio al pequeño con mucha fijación, sobre todos esos labios en el sonreír, se recostó en el sillón, con una mano tenía el retrato y con la otra agarraba un vaso con ron bebiendo hasta el último sorbo, recostado como estaba cerró los ojos, le vino la imagen de su mujer, vio que Elena no pudo disimular la cara de horror al enterarse del destino final de su amante venidas de las palabras de su esposo, a quien le curaba las heridas pues él también había sufrido los embates de los disturbios callejeros, la mujer toda la noche pasó meditando en soledad, Raúl a prudente distancia simplemente se limitaba a contemplarle, la mujer miraba donde estaba su hijo Heriberto dormido, lloraba inconsolablemente pensando que el niño había perdido a su verdadero padre, viendo eso Raúl la miró centellante de cólera, y más se le incrementó viendo entrar a su amanerado hijo Melquiades acompañado de Wilson, ese cadencioso amaneramiento lo irritaba, mejor pensaba en salir a tomar una copa sin decir palabra aprovechando su licencia dada por los acontecimientos, Raúl observó que el muchacho se enteró por boca de su madre lo que había sucedido, la noticia la tomó con indiferencia, simplemente se limitó a escuchar, no opinar y salir con Wilson que se despedía cordialmente, iban a jugar cartas al parque y ya entrada la noche hacían el amor en el cuarto de Wilson, Raúl vio a Elena que se acostó junto a su hijo Heriberto de tres años a llorar desconsoladamente por la pérdida de su amante padre verdadero de su hijo al que abrazaba con ternura, el militar salió cerrando la puerta, al salir le vino la satisfacción de haber hecho lo justo, su acción de atentado no fue descubierta, había matado a su mejor amigo, Raúl abrió los ojos volviendo a la realidad, vio el retrato del pequeño Heriberto, él hace pocos meses había muerto, dejó a un lado el retrato, ahora sabiendo que no tenía descendencia se sentía seco, marchito y sin esperanza de perpetuidad, de Elena sólo quedaba el recelo y el resentimiento con desamor, ahora estaban ya separados, haber nacido en el año 1917 a sus ya cuarenta y seis años parecía que la vida le había dado como sentido la muerte y desesperanza, recordaba que siendo niño su padre le abandonó y tiempo después su madre fue encontrada con varios impactos de bala en su rostro y pecho, los vecinos pensaron que fue el esposo, ella trabajaba de partera, su juventud la vivió entre familiares de la madre, muchas mujeres lo deseaban por ser muy bien parecido, entre ellas, la que sería su esposa, Elena, ella se casó enamorada pero se notaba también su forma posesiva y su jocosidad con los hombres, su tiempo fue distribuido entre la milicia y su hogar, se sentó en el sillón, prendió la radio, daban musicales navideños, su compañera sentimental había sido contratada por un poderoso terrateniente para investigar un caso de identidad, por lo tanto él pasaría sólo en aquella habitación unido a sus pensamientos.
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Aquel anteúltimo día previo a la navidad de 1963 se veía a un jinete llevando un morral cargado de regalos, lo estaban esperando, iba muy contento cabalgando por esos caminos de herradura fangosos, de pronto divisa el ansiado monte palomar, un niño sale a su encuentro, se trata del hermoso Bruno Sebastián, el jinete pensó que los padres también saldrían a su encuentro pero no será así, en esa cabaña sólo estaba él, había quedado al cuidado del lugar, dijo que vendrían muy pronto del pueblo, estaba contento el pequeño pues pronto tendría un hermanito o hermanita, precisamente su madre había ido con su padre al pueblo a hacerse chequeo, Luis se apea del caballo llevándole a amarrar en la entrada del cerco debajo de un frondoso árbol que estaba allí desde que Luis era pequeño, en un hombro llevaba el morral, entraron muy contentos abrazados, , puso el morral en la mesita y sacó los regalos para entregar a la llegada de los padres, le dijo que en la tarde estarían sus padres allí, Luis se recostó en una silla, el nene fue presuroso a prepararle algo, vestía de un pantalón corto con una raída remera, estaba descalzo, su piel brillaba de lo suave que era, estaba muy feliz con su compañía, al servir se riega la miel en las manos de Luis, el pequeño pide disculpas pero Luis lo tranquiliza, le dice que no se preocupe por haber manchado la camisa, con lavarse ya está, se llevó el dedo índice a la boca tratando de chupar la miel de la piel, el niño miraba atento, sonreía viendo los labios de Luis haciendo esas lamidas en el dedo, “¡te gusta la miel!” le decía al niño y éste sonreía viéndole apoyadas sus manitos en la mesa, estiró el dedo índice de su mano acercándole a los labios, hicieron roces, “¡anda Bruno!” “¡abre la boca!” “¡chupa!” “¡chupa!” la fijación de la mirada de Luis marcaba una sutil autoridad en sus palabras a las que el niño obedientemente hizo que sus labios se abran, el dedo se introdujo y Luis sintió por vez primera el efecto de la lengua de Bruno Sebastián, se sentía transportado a otra esfera del deseo, era algo muy sentido para él, estaba viendo ese rostro inocente cuyo dedo estaba dentro de la boca como si estuviese haciendo sexo oral, Luis se sentía feliz y complacido, de inmediato le dijo “¡ahora a los demás dedos!” “¡hazlo!” le dijo sonriente, Bruno chupó los demás dedos, “¡lo has hecho muy bien!”, Luis terminó chupándose el resto de la miel en las manos, “¡trae por favor una botija con agua!” el niño nacido aquel nueve de marzo de 1955 fue presuroso a traer agua en ese recipiente, al levantarse el niño vio que la miel no solamente había caído en parte de la mano y pecho de Luis sino también se notaba una mancha en la entrepierna, el rostro del pequeño fue de mayor preocupación, pero Luis se limitó a lavarse las manos, luego con una sonrisa y acariciándole el pelo al niño procedió a sacarse el pantalón, curiosamente ese accidente valió para físicamente mostrarse aún más al niño, era lo deseado por él y se estaba dando esa oportunidad, pese a sacarse el pantalón la mancha de la miel estaba en su calzoncillo, pensó que ahora era el momento apropiado, estaban solo los dos en esa cabaña, así que se deslizó el calzoncillo delante del pequeño, para Bruno Sebastián era la primera vez que veía un pene aparte del que había visto de su padre, era grueso y estaba flácido, el rostro sorprendido del niño contrastaba con la amplia sonrisa de Luis que estaba en pie, vio que el dedo índice de Luis se deslizaba por la poca miel humedecida del tronco del pene que era venoso y velludo, algún rastro de miel estaba en los testículos, “¡no tengas pena!” “¡acércate!” el resto de miel que quedaba en el dedo índice de Luis ahora se pegaba en los labios del pequeño, abría la boca y se introducía el dedo, “¡lo haces bien!” “¡te felicito!” le dijo al pasar luego la lengua por el dedo, la mirada estaba atenta al pene de Luis, sonrió diciéndole “¡tranquilo!” le acarició el pelo para luego sentarse en la silla a piernas abiertas, ya para ese momento se vio el pene erecto, el niño se sorprendió más a sus casi nueve años eso era inquietante y lleno de asombro pues no estaba acostumbrado a observar ese movimiento de pene que Luis se hacía con las manos, se estaba masturbando delante del pequeño, eso quería que viese, motivaba su inquietud, todo eso sin perder la compostura de la sonrisa, estaba muy atento viendo ese prepucio que cubría y descubría el glande, “¿te gusta verle?” el niño miraba “¿tu papi lo tiene así, verdad?” el nene miraba atento esos movimientos de manos en el pene ”¡es normal!”, ”¡ya verás que cuando crezcas lo tendrás así, mi pequeño!”, llegó el momento culminante, el más esperado, el momento de cruzar esa línea, se inicia con esta exclamación ”¡ven!”, ”¡acércate mi bonito Bruno!”, suspiraba ”¡chupa!”, gemía ”¡anda!”, ”¡hazlo!”, el pequeño tenía cierta duda, no estaba seguro sobre hacerlo, tenía sentimientos encontrados, estaba el pensar de que al hacerlo no era lo correcto pero también no deseaba desaminar a aquel hombre que le había traído tantos regalos y que siempre había sido bueno con él llenándole de muchas atenciones, no pensó más y para Luis fue grato ver al decidido Bruno Sebastián que acercaba su boquita al glande, el movimiento de ese glande fue a rozar los labios rojizos carnudos del pequeño, “¡lame!” “¡lame!” vio la lengua de Bruno que se deslizaba desde el tronco del pene a los testículos, Luis mordía los labios llenándose de placer por esas lamidas, de inmediato Luis cierra los ojos diciéndole al pequeño “¡abre la boca!” “¡ábrela!” “¡ábrela Bruno!” luego a través del pene que entraba en la boca del hermoso Bruno Sebastián, el emocionado Luis sintió placer, abrió los ojos y vio que la mitad del tronco del pene estaba dentro de esa boquita, de inmediato le acarició el pelo, de pronto sintió una molestia pues los dientes del niño rozaban la piel del pene “¡despacio mi pequeño!” “¡con cuidado!” sacó el pene de la boquita, estaba ensalivado, sobre todo el glande, “¡lo hiciste bien mi pequeño!”, le acarició el pelo, “¿te gustó hacer eso?” el nene sonrió tímidamente, “¿quieres sentir lo que yo sentí?” la inquietud del niño se reflejaba en el rostro “¡verás lo rico que se siente!” “¿quieres?” el nene respondió con un tímido “¡sí quiero!”, Luis tomó su ropa llevando de la mano al pequeño que en la manito llevaba el bote de miel, “¡ven ahora acá!” le desabotona y le desliza el pantaloncito corto junto con el calzoncillo, tímidamente se vio el penecito descubierto, sentía mucha vergüenza de que otra persona aparte de sus padres ahora vieran su penecito, para darle confianza Luis le acarició el pelo, “¡no tengas pena!” “¡mmm!” “¡está muy lindo!”, “¡ya verás que te va a gustar!” “¡siéntate primor!”, el nene vio que Luis lo miraba con una determinación algo autoritaria en su rostro, las palabras sutiles salidas iban llenas de atención “¡te pido que esto no lo cuentes a tus padres!” “¡es nuestro secreto!” “¡ellos no entienden y se van a enojar!” “¡tú no quieres que ellos se enojen contigo y conmigo!”, “¿verdad?”, “¿verdad?”, “¡sí… es verdad, no quiero que se enojen!” “¡será nuestro secreto!”, Luis se sintió más complacido y le dio un beso en la mejilla derecha, “¡bien, así se habla mi pequeño!” estando sentado el pequeño hizo que se abra de piernas, extrañado vio que Luis le vertía un poco de miel salida del bota, “¡verás que te va a gustar!”, con los dedos de una de las manos fue humedeciendo todo el pene, “¡ahora sentirás rico así como yo sentí!” “¡prepárate!”, de inmediato la lengua de Luis recorría el tronco del pene, eran constantes las lamidas que en eso el niño sintió la piel de gallina, estaba sintiendo por vez primera aquellas sensaciones nuevas, los deditos hacían puños en las sabanas, miraba con cierta extrañeza ese movimiento de cabeza de Luis que con su boca se deslizaba en el pene, “¡dime!” “¿te gustó?”, el niño sin salir del asombro dijo que “¡sí, me gusto!”, sonriente Luis le preguntaba “¿poquito o mucho?” el sonriente nene respondía ahora “¡mucho!” así que ahora la lengua de Luis se deslizaba por debajo del tronco del pene y por los testículos haciendo que el cuerpito del pequeño Bruno Sebastián se vaya recostando de espaldas al colchón, los lamidos siguieron y los suspiros del niño se hacían prolongados, cerraba los ojos de placer instintivamente sintiendo ese tipo de sensación, la cara del visitante se alejó de su penecito, vio que con un dedo tomaba miel llevándola a rozar en la entrada de su culito, Luis se inclinó delante del niño que seguía encorvado en el extremo del catre, le alzó un poquito para que el culito quede empinadito, al sentir el paso del dedo por su culito Bruno Sebastián quiso moverse de una forma brusca, “¡quieto!”, “¡tranquilito!”, “¡no te muevas mi precioso!”, “¡ahora sentirás algo mucho más rico todavía!”, “¿quieres sentir?” el niño movió afirmativamente su carita, “¡eso me gusta mi niño bonito!” “¡por eso te quiero mucho mi precioso!”, el humedecido culito ahora experimentaba el ser chupado por los labios de Luis y también el ser lamido por esa lengua que le hacía vibrar al pequeño y que como resultado se escuchaban suspiros y ciertos cortos gemidos, el nene cerraba los ojos experimentando esas sensaciones nuevas muy estimulantes en su culito, el pene de Luis latía, no esperó a más, se había pasado del límite de lo permisible en respeto al cuerpo del niño, había prevalecido sus deseos e instintos que su pudor y cariño con la consideración, así que se acostó sobre el pequeño dándole besos apasionados a los que el sorprendido niño se dejaba llevar en parte “¡te quiero Bruno!” “¡te quiero!” “¡siempre pensé así!” “¡así!” el niño sentía el roce del pene suyo con el de Luis, “¡mira mi pequeño como juegan!” Luis alzaba y bajaba la cadera haciéndose ver el peludo pene que se deslizaba sobre el lampiño penecito de Bruno Sebastián, “¡míralos!”, “¡míralos!”, “¡siempre recuerda esto!”, de nuevo fue a besar los labios infantiles, y no solo eso, también le besaba las mejillas y el cuello, “¡eres precioso Bruno!” “¡precioso!” , Luis seguía alzando y bajando la cadera dejando ver a esos dos penes que continuaban rozándose, ambos estaban tiesos, Luis cerraba los ojos exclamando sobre el pelo del niño con su boca “¡así!”, “¡así!”, “¡así!”, “¡siempre te he querido coger!”, “¡así!”, “¡así mi amor!”, “¡así mi amor!”, no esperó tanto para ya eyacular, alzó la cadera y del pene salió el semen que se impactó en parte del pecho y vientre del pequeño, se notaba su acelerada respiración y cayó rendido lentamente sobre el cuerpito del niño precioso, tiempo después estando acostado junto al niño en el catre Luis esperó a ver la reacción en el rostro del pequeño, Luis pensó en reproches o algo así venidos del niño, no le miraba la cara por recelo pues pensó en algún reclamo salido de labios del pequeño, pero no fue así, todo lo contrario, se sentó viéndose el semen en el pecho y abdomen, con su dedo medio iba deslizándole por la piel tratando de apartar el semen impregnado en su sedosa y muy brillosa piel, “¿te gustó lo que hicimos Bruno?” el niño mirándose el semen en el dedo asentía, se lo llevó a la nariz, le dijo al niño que “¡con eso se hacen los hijos!”, ante aquella respuesta el niño le miró tiernamente con su inocencia característica de aquel niño que por vez primera conocía el sexo, de sus labios salió una leve sonrisa, estaba algo pensativo reflexionando lo que habían hecho hace poco, Luis exclamaba “¡así lo hacen tus padres!” “¡así te hicieron a ti y también lo han hecho a tu hermanito o hermanita!”, entusiasmado Bruno Sebastián exclama “¡hermanito… es seguro!”, “¡ya vez!” “¡así como lo hacen tus padres con amor!”, “¡nosotros también lo hicimos con amor!”, “¡así como se encierran y lo hacen tu padre y tu madre!” “¡en secreto!” “¿verdad?”, el nene respondía “¡sí, es verdad!”, “¡ellos se encierran mandándome a hacer tareas para estar a solas!”, “¡yo me doy cuenta!”, “¡no me dicen de lo que estaban haciendo, pero me imagino!”, Luis le acarició el pelo “¿pero tú si los has visto, verdad?”, Bruno Sebastián un tanto cabizbajo respondía “¡sí… varias veces!”, Luis le decía “¡pero tú no te dejabas ver!”, “¡porque sabes que eso es un secreto que se debe uno guardar y no decir!”, “¿verdad?”, el nene respondía “¡claro… si me dejaba ver me pegaban como aquella vez que empujé la puerta y los vi!”, “¡estaban desnudos!”, “¡mi papa estaba sobre mi mamita!”, Luis exclamaba “¡se enojaron mucho seguramente!”, el nene responde “¡sí… pero yo los veo desde la ventana moviendo un poquito la cortina!”, “¡sé que cuando hacen eso es porque se quieren!” esa conclusión de razonamiento de Bruno Sebastián dio luz verde para Luis “¡es verdad lo que dices!” “¡por eso no debemos decir lo de nuestro secreto!” “¡los dos nos queremos!” “¿verdad que tú me quieres?”, el nene con su rostro lleno de seguridad dijo enfáticamente “¡sí… te quiero Luis!” “¡eres bueno conmigo!”, de inmediato se abrazaron dando vueltas en la cama, Luis había conseguido tener la voluntad de ese pequeño en sus manos, unieron las frentes, “¡nunca te voy a dejar!” “¡nunca!”, “¡pase lo que pase!” “¿me oyes?”, “¡nunca!”, le dio un beso en la frente, “¡tú también lo harás!” “¿verdad Bruno?”, el nene respondía “¡sí Luis!” “¡te quiero!” “¡te quiero mucho!”, Luis animado le decía al pequeño “¡ahora déjame enseñarte otras cosas más ricas!”, “¡date vuelta!”, ahora se acostó de cara al catre, aún se veía el humedecido culito ensalivado, Luis agitaba el pene hasta ponerlo erecto de nuevo, le rozaba el glande por el traserito en esa suave y brillosa piel llena de colágeno el pene entraba con firmeza punteando el culito, “¡me avisas si te causo molestia y paramos!”, “¿ok?” luego de suspirar el nene responde “¡sí!”, fruncía el ceño al sentir estragos del pene en la entrada del ano, la cadera se movía, Luis estaba maravillado teniendo así a ese precioso niño, desde hace mucho tiempo a solas en el cuarto soñaba con este momento, varios sueños húmedos ahora daban consistencia a una realidad emocionante llena de placer, “¡ah!”, “¡ah!”, “¡aahh!” “¡aaahhh!”, el glande estaba punteando la entrada del ano rozaba el esfínter, Luis reacciona “¿te dueles?”, el nene exclama “¡sí… me duele!”, Luis le pregunta “¿bastante o poco?” el nene dice “¡algo… poco!”, lo que siguió ahora fue que el niño sentía el deslizamiento del pene por los glúteos de su traserito, “¡tienes un lindo potito!” le decía al niño mientras continuaba rozándole el pene en el culo, “¡suave!”, “¡delicioso!”, “¡precioso!”, “¡rico… muy rico lo tienes!” el nene no se movía se dejaba hacer, se dejaba coger, la nariz y lengua recorrían la espalda desnuda haciéndole estragos en sus sentidos del tacto, Luis lo había iniciado de la mejor manera, las circunstancias daban para aquello, se sentían muy felices los dos ahora sentados viéndose los penes, la manito de Bruno Sebastián masturbaba el pene de Luis mientras que la de Luis masturbaba el penecito lampiño de Bruno Sebastián, vieron a lo lejos llegar una carreta trayendo a los esposo, como un rayo se vistieron, antes de salir Luis le dio un beso con lengua improvisado al pequeño “¡recuerda Bruno, es nuestro secreto!” “¡nuestro!”, el nene sonreía afirmativamente, la velada fue muy buena, la atención la adecuada, la mujer no se esforzaba por su estado, el médico le había mandado reposo, estaba con ojeras y eso para Luis no era buena señal, prefirió guardarse sus comentarios y no alarmar ante esa maravillosa tertulia por la que estaba pasando, las miradas discretas de complicidad se daban entre aquel visitante y ese niño bonito, sin lugar a dudas que esa tarde decembrina de 1963 marcaría la vida de los presentes.
FIN DEL DUCENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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