METAMORFOSIS 258
Recorderis & sangre.
La matrona de los Arichabala veía con gusto correr por el césped de la mansión al pequeño Daniel Adrián Macay Paltan que por entonces tenía siete años, el parecido físico de ese niño al correr era indiscutible respecto al de su difunto tío Daniel Amarildo Peñalba, sobre todo se podrí apreciar en su rostro, veía aquellas manos, aquellos labios, aquella forma de expresarse, sin duda, en ese niño Matilde notaba mucha similitud, sólo contrastaba el color de la piel, ya que la del niño era de color morena clara por su descendencia indígena ante la piel del tío que era muy blanca, Matilde había logrado con intensa influencia en que los humildes padres del niño viniesen a trabajar en la mansión Arichabala tras la partida de Fernanda con sus hijos los pequeños Cayetana y Mateo Fulgencio con su esposo a la europea ciudad luz, con satisfacción Matilde logró convencerles que se viniesen a trabajar en la mansión Arichabala brindándoles una paga mayor, así, tiempo después los esposos y su hijo se trasladaron siendo bien recibidos en aquella mansión, sin duda el más deslumbrado fue el pequeño Daniel Adrián, con el tiempo poco a poco Matilde se acercaba más al pequeño llenándole de cortesía y regalos en ropa, juguete y golosinas mostrándose con cierto apego y que los humildes esposos veían con gusto, más si se unía también a ese afecto don Fulgencio Arichabala el dueño de la mansión, la anciana sentada junto a su dama de compañía veía discretamente a ese niño de siete años, se había cumplido su deseo de tenerlo muy cerca, hace tiempo atrás en las primeras horas de la mañana de ese primer sábado de marzo de 1964 había despedido a su bisnieto Daniel Nicolás Arichabala Pérez, cuyo viaje era hacia la fábrica atunera y de otros mariscos cercana a aquel pueblo de pescadores, Matilde sabía que su encuentro era con aquel hombre, Agustín, en el fondo no deseaba que esa relación continúe pero no deseaba incomodar al niño, más por ahora, sabiendo que él es el nexo de poder tener una gran cantidad de tierras que eso representaba a la familia, pues al saberse el niño Daniel Nicolás hijo de su nieto Nicolás Arichabala era heredero de las tierras del abuelo materno Luis Daniel Pérez que era padre de la difunta madre del niño, Matilde sabía que la difunta Justin tuvo amores tormentosos con Serafín, Matilde en realidad con certeza sabía en sus adentros en forma discreta y privada que el pequeño Daniel Nicolás no era hijo biológico de su difunto nieto Nicolás Arichabala sino que era hijo de aquel hombre llamado Serafín, se podía apreciar en la sonrisa del pequeño y en aquellos gestos parecidos a aquel hombre, ese asunto le preocupaba de que ahora se veían en ese pueblo de pescadores pues ya el pequeño sabía la verdad de su origen así que el trato de Matilde se iba disminuyendo avocándose ahora a ese niño de siete años hijo de aquel matrimonio que trabajaba en la mansión, Matilde pensaba resignada con mucha tristeza que sus difuntos nietos Nicolás y Mateo no habían dejado hijos, lamentablemente Mateo murió de un infarto tendido en su cama de forma misteriosa, su esposa Fernanda lo vio en ese estado y fue quien avisó lo ocurrido, la que se creía su primera hija la difunta Victoria Micaela se sabe discretamente por Matilde que su verdadero padre fue Anderson de la Sierva, la matrona de los Arichabala en secreto tiene claro que la segunda hija Cayetana es el resultado de los amoríos que Fernanda tuvo con aquel hombre que un tiempo trabajaba como jardinero llamado Agustín, la matrona al saber que ese hombre había engendrado hijos en ambas nueras entró en cólera y con ayuda de su hijo Fulgencio Arichabala trató de vincularle en un asesinato, le enviaron a la cárcel en modo de influencia para que adentro de las mazmorra intenten matarle, pero no fue así, el destino quiso que logre salir, el otro hijo que tuvo Fernanda fue el resultado de amoríos con el doctor Vito Cota Berlingieri, el destino quiso que de esos encuentros amorosos en moteles capitalinos nazca el pequeño Mateo Fulgencio quien extraordinariamente tiene un físico muy parecido al difunto tío abuelo de sangre llamado Patricio Berlingieri a quien Matilde asesinó delante de su hijo tras haberle éste sodomizado en el lago, Matilde Peñalba se encontraba sumida en sus pensamientos tomando una fresca bebida tropical de moda en esa época, ella lo sabía todo, estaba enterada absolutamente de todo lo que pasaba en su familia, ella manejaba los hilos del destino de la familia, desde que tuvo a su único hijo Fulgencio y conociendo su verdadero origen al no ser de apellido Arichabala tomaba decisiones muy sentidas, crio a su hijo desde muy pequeño con la idea de ser el que vengaría la usurpación de sus tierras, estaba muy feliz de verle crecer fuerte y robusto, el pequeño Fulgencio se forjaba en un carácter de autoritarismo y resistencia a la ingenuidad, fue criado con astucia, tenía un don de convencimiento que había sido moldeado por su madre, siempre estaba atento al mandato y voluntad de su madre, así fue que apartó a su hijo de su padre postizo el débil de carácter Fulgencio Arichabala Aroca, Matilde no deseaba que su hijo aprendiese del carácter de aquel hombre pusilánime que simplemente le había dado el apellido, aquel hombre de apellido español sin saberlo criaba a ese niño como si fuese su verdadero hijo, así que aquel descendiente de españoles conoció de aquella verdad de que Fulgencio no era su hijo en estado de agonía cuando Matilde cruelmente en el oído le dijo que antes de irse con la parca debería saber la verdad, así se forjaba su destino tras haber sido invadidas sus propiedades, en otros casos muchas de haberlas perdido y otras de haberlas vendido, se refugió con su hijo para no ser asesinada y desde las cenizas volvió como ave fénix a surgir con su apellido, aquel apellido que simplemente serviría como referente de poder influyente en la sociedad capitalina, aquel apellido figurado pues por la sangre de Fulgencio sólo corría sangre Peñalba, efectivamente, Fulgencio realmente era el resultado de haber sido engendrado por Daniel Amarildo Peñalba, tío de Matilde Peñalba, ante tanto pensar sentía en realidad que la verdadera perpetuidad de su linaje de sangre se disolvía, ante ella las siguientes dos generaciones se iban diluyendo, lo sentía y lo analizaba así, todo empezó desde el principio cuando su tío murió en sus brazos conociendo la realidad de su paternidad, tuvo ese hijo en envidia a su prima Elsa hija de su tío con quien lo tuvo a Fulgencio, Matilde nacida en 1866 próxima a cumplir los noventa y ocho años analizó la situación, aún a su edad tenía una fortaleza como una mujer de sesenta años, todo visitante se sorprendía de verle en ese estado de gran lucidez, su secreto estaba en aquella bodega de vinos donde era testigo discreto de los encuentros del entonces adolescente Agustín con Fernanda, allí en ese lugar existen unos potajes resultado de sus estudios que eran compartidos con su hijo Fulgencio, en muchos casos se trataba de alucinógenos, que al beberlo les daba fortaleza corporal y debían ser tomado en periodos frecuentes; la anciana vio la llegada de Dionisio quien frecuentaba a jugar con Daniel, se acercó a saludar con un beso en la mejilla a la anciana, Dionisio recién llegado a la mansión lamentaba saber que Daniel Nicolás no se encontraba pero pidió permiso para jugar con aquel niño hijo de los empleados recién llegados con el que ya antes había jugado en ocasiones, a lo que la anciana aceptó haciendo gesto al pequeño de siete años que estaba corriendo en el jardín tras un balón para que jugase con el vecino visitante de trece años, los niños jugaban amistosamente a los penaltis y de ello la anciana estaba muy maravillada viéndoles jugar y no solo ella pues unos ojos libidinosos los miraba tras las cortinas de una ventana, la mirada de Matilde se centraba en los movimientos de aquel niño descendiente de indígenas, veía su pelito lacio muy suave agitarse al viento, contemplaba su amplia sonrisa esa que le cautivaba mucho, sus deditos bien formados de sus manitos, su piel brillosa al contacto con los rayos de sol, aquellas piernas bien formadas y rellenitas, aquel traserito voluminoso, aquel modo de correr y brincar, Matilde se maravillaba viendo los movimientos de ese niño, los asemejaba a los de su tío, sí, eran muy parecidos, ese niño admirablemente había heredado la genética de Daniel Amarildo Peñalba nacido en 1830 en plenos acontecimientos independentistas del país de la canela, descendiente de criollos españoles, sus padres habían sido jerarcas del desaparecido virreinato y habían logrado mantener sus tierras ancestrales, mientras tanto Matilde había nacido treinta y seis años después, desde muy pequeña recordaba que su tío la marcaba y la sentaba en sus muslos, a tierna edad su tío le manoseaba las partes íntimas, entre ello le abría los labios vaginales pasándole el dedo igual que por el culito rosáceo oliéndose los dedos, ella se dejaba con naturalidad pues sentía rico esos movimientos dedos que hasta la adolescencia tomaba como costumbre estando a solas pensando en su infancia y de la primera vez que había visto a su tío desnudo en el río llamándole a bañarse los dos desnudos, ella tenía ocho años y fue allí que sintió por vez primera ese pene en su vaginita cuando se acostaron en un la orilla de ese río de blanca arena y aguas cristalinas, allí probó de esos labios, de esos roces de macho viril, al principio sentía miedo y vergüenza pero él le hacía entrar en confianza y conforme pasaba el tiempo se hacía más dependiente de ese cuerpo viril en cada encuentro, se cuidaba en rozarle el pene por la vagina y el culo, a ella le gustaba ver el pene de su tío rosáceo y a veces amoratado de cuyo glande salía el semen, en verdad, ella había nacido para él, así que diez años antes de que naciera su prima él estaba soltero, allí por ese tiempo se corrían los rumores que a su tío le gustaban las indígenas, hacía corridas desnudo con ellas, su atractivo era muy impactante para las jóvenes del pueblo, era codiciado al matrimonio lo cual él aún se resistía, fue por aquella soleada mañana de 1877 en que paseaba por aquel hermoso paraje donde era sitio de encuentro con su tío querido, Matilde tenía once años, caminaba por la ribera, de pronto escucha unos gemidos por el matorral, sus ojos sorprendidos vieron a su tío montado encima de la indígena, no daba crédito a lo sus ojos observaban, estaba contrariada, para ese entonces ella se creía el centro de atención de su tío, no daba crédito a aquellos rumores pero que ahora le confirmaban, vio el rostro de aquella muchacha de apenas quince años entregándose carnalmente a su tío, la vio bien abiertas de piernas en la misma postura que ella hacía con su tío, en el mismo lugar y casi también a esta misma hora, corrió sin ser vista llegando a acostarse en su cuarto llorando desconsoladamente, por un tiempo no se acercaba a su tío, le daba cierto recelo al verle, y fue así que continuaban los amoríos de su tío con aquella indígena de nombre Crispula nacida en 1863, inclusive los veía entrar en el granero a altas horas de la noche cuando todos dormían, el tiempo transcurrió tormentosamente, Matilde seguía con sus celos y caprichos, veía con tristeza esa relación y cuando ella tuvo pasados los quince años la indígena parió un niño de su tío nombre Daniel Rogasiano en 1878, al que su tío no quiso reconocer ante la vida aireada, ese niño fue llevado a otro lugar con los malos ojos de esa familia indígena, el tío se salía de ese compromiso, así que con el tiempo retomaba su romance, Matilde dependía sexualmente de él y llegó a tener celos de su prima Elsa a la cual su tío quería mucho, no soportaba verlos en forma armónica, se complacía cuando su tío corregía a Elsa, los encuentros fueron dándose esporádicamente mientras ella crecía, su tío estaba más atento a la crianza de su hija Elsa nacida en 1887, lamentaba no haber tenido un hijo varón con su pareja la cual sufría de convulsiones, fue allí que Matilde se forjó la idea de darle un hijo varón a su tío, sentía que podía, era su necesidad, deseaba que su prima no sea el centro de atención de su tío, era su necesidad pero su situación familiar no le permitía, sería un desagradable acto social impúdico en esa sociedad de conservadores, la oportunidad se presentó en su matrimonio, Matilde no deseaba darle la virginidad a ese hombre que sería su esposo, ese hombre pusilánime de apellido Arichabala, aquel con el que se casaría por interés de obtener tierras para eso le servía ese hombre, así que en esa noche de bodas en complicidad con su tío le emborracharon y narcotizaron, así ella se entregaba plenamente en su noche de bodas a su tío, se desvirgó en la misma cama matrimonial mientras el cuerpo del pobre hombre estaba en un sillón, al pasar el tiempo ella disimuló sobre el origen del nacimiento de su hijo Fulgencio, se sentía orgullosa de haberle dado un hijo a su tío, los acontecimientos se dieron a futuro para que su tío no sepa que le había dado el anhelado hijo varón, es que el tiempo hizo que su prima Elsa se había casado con aquel tipo de apellido Del Olmo y le había dado un nieto varón, eso no estaba en los planes de Matilde, por lo que prefirió callar, sin embargo aquello no impedía que en las reuniones sociales de la familia el tío viese al niño y que se incremente su apego ante las cómplices travesuras que su tío era su aliado en silencio para todo tipo de negocio, Matilde gustaba ver el autoritarismo de su tío sin embrago su ausencia se incrementaba, Daniel Rogasiano Macay se dedicó a la agricultura desde muy pequeño, vivió toda su vida humilde de esa actividad, supo de su origen mestizo en un acto de ira de su abuelo al decirle lo bastardo que era pues no llevaba el verdadero apellido de un padre, Crispula su madre había fallecido de fiebres un par de años antes de saber la verdad, guardó un resentimiento muy sentido con su madre, aquel hijo de la indígena se hizo muy joven de mujer, de su relación nació su hijo Daniel Teodomiro Macay en 1899, el destino hizo que este hombre cuidase de su padre, hizo fortuna con el contrabando, tuvo a sus dos hijos de su matrimonio y otro hijo en amoríos con una mujer de color, de esa relación nacía Teodomiro un muchacho que se hizo un aventurero y con quien tuvo relaciones con Josefina Pozzo Buonanote naciendo Gustavo Teodomiro el que ahora vive con su abuelo el hombre obeso, este personaje llamado hombre obeso tuvo un medio hermano que se separaron siendo muy niño siendo llevado por su madre al campo, al crecer tuvo un hijo en amoríos con una bella mujer teniendo como resultado el nacimiento de Daniel Maximiliano Macay nacido en 1935, su vida la estableció en el campo al igual que su padre, conociendo a su compañera sentimental Sonia Paltan, ambos tienen la misma edad, naciendo el pequeño Daniel Adrián Macay Paltan en 1955, aquel niño que ahora Matilde observaba con atención, interesante ver cómo la genética de su tío se ha regado en estas generaciones, disipó sus ideas para ver acercarse a Dionisio quien le pedía agua, la anciana le dijo que fuese a ver en el interior de la mansión dejando jugar a solas al pequeño, dispuso que la dama de compañía fuese al centro a comprar, la humilde muchacha obedecía fielmente, Matilde continuaba viendo al pequeño patear el balón en una pared cerca de la bodega de vinos, la anciana caminaba en dirección a aquel lugar, hizo señas para que el niño le acompañase, iba caminando de la mano de la anciana con el balón bajo el brazo, Matilde le pidió que lo dejase al entrar en la bodega, el niño vio maravillado el interior, la anciana caminaba acariciándole el cuello con los dedos, “¡tienes una piel muy suave!” le dijo acariciándole el pelo, el nene vio que la mujer sacaba cierto liquido de color rojo de un recipiente negro de forma cilíndrica, temblorosa bebía aquel elixir, el niño contemplaba el placer de la anciana, “¡ya está!” “¡delicioso!” se sentó a reposar viendo al niño que recorría el lugar, respiraba aceleradamente, hizo que el nene se acerque, su carita se rozaba en el pecho de la anciana, sentía el pasar de aquellas manos por su pelo, “¡qué bueno que estés aquí conmigo mi Danielito!” “¡ah!” “¡eres bonito!” “¡muy bonito!”, la mujer ahora besaba el pelo, “¡déjame verte bien!” le miraba el rostro pasándole las manos por las mejillas “¡en verdad te pareces mucho a él!” el nene no entendía sus palabras, “¡eres igualito!” le empezó a besar las mejillas, “¡eres igualito!” luego le besaba la frente, hasta que sus labios rozaban esos rojizos labios ensalivados del pequeño, “¡te pareces mucho a él!” le dijo cariñosamente “¡a mi amado Daniel Amarildo!”, continuaba besándole “¡eres él!” “¡sí!” “¡eres él quien ha venido a quererme!”, el nene no comprendía pero se dejaba acariciar, “¡ha venido en ti a seguir queriéndonos!” lentamente le fue besando de la manera en como cuando su tío le hacía cuando era niña, como cuando su tío le enseñó a besar apasionadamente, Matilde estaba en todo su acto de entrega, “¡eres mío… desde ahora!”, el nene sentía los apretujones de aquellas manos, la anciana insistía en decir “¡has venido porque el destino lo quiso!” el tierno nene se dejaba besar, “¡acaríciame!” hizo que sus manitos recorran el pecho de la anciana, ella deliraba al sentir el paso de esas manitos de piel morena clara, le indicó que se siente sobre aquella mesa, lentamente le recostó, la anciana veía al nene recostado en la mesa con los pies doblados y al aire que se movían como péndulos, el niño suspiraba viendo las manos de la anciana que deslizaban la cremallera de su pantalón corto, bien abiertos los ojos y con gran ansiedad reflejada en su rostro exclamaba “¡quiero verlo!” “¡quiero verlo!” el penecito flácido salía por entre el calzoncillo y el pantaloncito corto de una abierta cremallera, “¡esta divino!” ella miraba el rostro del pequeño y a la vez miraba ese penecito flácido que lo empezó a rozar bastante con los dedos hasta verle erecto, “¡está lindo!” el nene descansaba sobre aquella polvorienta mesa, la anciana se inclinaba a pasar la nariz por el pene lampiño de piel morena clara brillosa, así rozaba para olerle con mucho detenimiento, el nene miraba ese rostro lleno de arrugas pero muy complaciente, los ojos de la mujer brillaban de gusto “¡es idéntica!” miraba el penecito con detenimiento “¡sí!” se emocionaba “¡muy idéntica!”, pasaba el rostro por ese penecito, el nene miraba con asombro, se abrió la boca de la mujer y poco a poco descendía su cabeza para chupar y lamer ese penecito erecto de piel brillosa, ella chupaba y apartaba los labios viendo ese pene ensalivado “¡está suave!” el nene miraba su miembro infantil, “¡está hermoso!” exclamaba la mujer, ella seguía chupando y lamiendo hasta llegar con su lengua a los testículos lampiños, estaba maravillada con es penecito al cual creía que seguramente así era el de su tío Daniel Amarildo Peñalba, los labios de la mujer buscaban los labios del nene, así los rozaba, “¡están muy suaves!” sonreía viéndole a los ojos, el nene con timidez cerraba los ojos para sentir el roce de los labios de esa mujer con los suyos, “¿sí te gusta Adriancito?” le preguntaba la atenta mujer, a lo que el niño sonreía con cierta timidez, esa actitud agradaba a la mujer “¡qué bueno que te guste!” “¡porque seguiremos haciéndolo!” “¿verdad?” unieron las frentes, la mujer estaba satisfecha después de oler, lamer y chupar sutilmente con sus labios, lentamente le puso en pie arrimado a la mesa polvorienta, el niño lentamente se metía el pene dentro del calzoncillo, se subió la cremallera con mirada muy tímida ante los ojos de la mujer, “¡cuando salgamos de aquí te daré un regalo!” “¡verás que te va a gustar mucho!” para el pequeño eso era un motivo más para incrementar su tentación de obtener regalos, le tomó de los hombros viéndole fijamente, “¡recuerda que cuando toque tres veces la campana debes entrar a mi habitación!” “¿de acuerdo mi bien?” le dijo acariciándole el pelo y las mejillas, con cierto aire de mando le dijo “¡ya puedes irte mi pequeño!”, le dio unas monedas “¡compra lo que gustes!”, “¡anda… lávatelo bien!” le decía indicando con el dedo índice al penecito lampiño “¡no te olvides!” le vio salir, sus manitos lentamente cerraban la puerta, iba meditando lo que había hecho dentro de esa bodega de vinos en la que estuvo por vez primera, Adrián Daniel se agachó para tomar el balón, se sorprendió que Dionisio no se encontraba por los alrededores, caminaba pateando el balón, recordó lo que la anciana le dijo y fue camino hacia un apartada letrina muy antigua que estaba ubicada detrás de la gran mansión junto al cerco alto de ladrillo, deja el balón junto a una pared que hace de la un cubículo improvisado, abre la llave, se baja la ropa y con su manito se limpia el penecito humedecido de saliva, tenía mucha atención en lo que estaba haciendo, esperó a secarse un poco para luego ponerse la ropa, fue al amplio jardín llevando la pelota bajo el brazo, Dionisio no aparecía, vio hacia lo alto de los ventanales de la gran mansión, recordó que en la mañana del día anterior se había caído un juguete desde ese ventanal y se encontraba entre al espesa yerba de ese lugar apartado, el niño deja el balón sobre un árbol donde los patrones toman el té de la tarde y se adentra entre el matorral, la vegetación era tupida entre las cucardas y otras plantas ornamentales, hasta que al fin dio con su muñequito de soldado con el que tanto le gustaba jugar, logró tocarlo con los dedos de la mano cuyo brazo estiraba, feliz se sentó arrimándose a la pared, olía a tierra húmeda, al estar así quitándole la tierra a su juguete escuchó un leve gemido, “¡oh!” “¡qué bien!” “¡no te detengas!” “¡no te detengas!” el nene lentamente se puso en pie arrimado a la pared, vio que la ventana estaba algo entreabierta, hizo a un lado la tela de la cortina en forma discreta, sus ojos se abrieron del asombro al ver a Dionisio arrodillado, en su delante estaba el patrón Fulgencio abierto de piernas con el pantalón abierto de la cremallera, las manos del muchacho tenían el pene del patrón, alzaba y bajaba la cabeza metiendo y sacando el pene en su boca, los pelos rozaban las mejillas, lo apartaba al pene para alzar su cara y ver la expresión del patrón Fulgencio, el nene vio detenidamente ahora que era el muchacho que se deslizaba la ropa dejando su pene velludo suave al descubierto, se sentaba en el sillón, las rodillas del muchacho tocaban su pecho encorvándose en el sillón y ahora era el patrón Fulgencio que ponía su cara entre las piernas abriendo su boca llevándose ese pene erecto cuya punta seguramente llegaba a su garganta, el nene vio el rostro de complacencia de Dionisio, asemejaba a lo que él había sentido con la anciana, vio de igual forma esos suspiros, esos jadeos, esos ojos cerrados, ese deslizamiento de la lengua por los labios humedeciéndolos, ese abrir de boca que exclama “¡ah!” “¡rico!” el patrón también exclamaba de gusto “¿te gusta así Dionisio?” “¡sí!” “¡siga!” “¡no se detenga!” la cabeza del patrón se movía rápidamente haciéndole exclamar al muchacho, de pronto las manos del muchacho que estaban apoyadas en los hombros del patrón hicieron movimientos fuertes señalando “¡ya casi!” “¡ya casi!” “¡ya!” “¡ya!” “¡ya!” apenas a tiempo el patrón logró apartarse viendo salir de inmediato el semen desde el glande de su pene, dicho líquido cayó en el suelo, aun así humedecido la lengua del Fulgencio pasaba por entre los testículos de ese pene bien descubierto a efecto del cuerpo encorvado del muchacho, en eso se escucha que le tocan la puerta Adrián Daniel Macay Paltan ve que el anciano y el muchacho rápidamente se visten ante la insistencia del toque de la puerta, le hace gestos al muchacho que se meta en el armario, con una copa en mano Fulgencio Arichabala abre la puerta ante la presencia de su madre Matilde Peñalba, de una forma irritada el hijo contestaba a su madre simulando que estaba un poco alcoholizado, la mujer decidió abandonar el lugar, el hijo la fue acompañando por el pasillo hasta llegar al jardín donde se sentó la mujer, Adrián Daniel que aún seguía en ese lugar vio que la puerta del armario se abría lentamente de tal forma que el muchacho salía furtivamente del lugar, ya esa treta la había hecho muchas veces con el patrón, Adrián toma su pelota y muñeco y se queda sentado cerca de la bodega de vinos, allí llega Dionisio para seguir jugando, la anciana los ve jugar, se notaba el recelo del niño ante el muchacho, ya que en esos roces de disputa del balón Dionisio caía encima de Daniel haciendo que la pelvis y su pene rocen el culo vestido, la anciana veía esos movimientos del muchacho, lejos de allí Fulgencio sentado junto al ventanal de la biblioteca miraba aquellos movimientos de aquel muchacho que minutos antes le había practicado sexo oral, tomando un prolongado sorbo de coñac se dijo para sus adentros que ese niño tendría la misma forma de sexo que Mateo Fulgencio.
*******
Para esta fecha de marzo de 1964 Parcemón había cumplido sus nueve años estaba sentado junto a la ventana de su humilde vivienda, comía sandía, pensaba en los últimos hechos de su vida, de cómo murió su hermano mayor y su padre en aquella plantación, tiempo después al sentirse desprotegido con su madre tuvo que salir hacia la ciudad capital a pedir ayuda al patrón pues su madre había quedado embarazada de su difunto padre, fueron tantos los ruegos que el ama de llaves de la mansión de los patrones se compadeció de ellos, lograron quedarse a trabajar allí, su tierno hermano pasaba con su madre dándole la atención debida, al principio junto a su madre arrendaban la casa junto donde años atrás fue la vivienda de Venancio antes de conocer a su padre Squeo, pero para sorpresa del niño su emocionada madre lograba comprar esa vivienda, estaba feliz por ser dueño, ya no había el temor de salir de allí, su madre trabajaba en la mansión, el patrón fue a vivir a la ciudad luz con su esposa e hijastros, decidió que el hijo que esperaba naciera en esa hermosa ciudad muy de moda por aquella época del siglo XX, miraba el reloj, faltaban unas tres cuartos de hora para que llegue su madre con su hermanito, ya tenía lista la tina para bañarle, pacientemente estaba a la espera, era un niño muy obediente, tenía mucha calidez su carácter, veía con prudencia a través de la ventana a ese auto estacionado en la vivienda de Venancio, hace rato había bajado el hijastro del chofer con él ingresando a ese lugar, de pronto los vio salir, conocía a Venancio, se imaginaba lo que habían hecho, salían con la respiración acelerada fumando discretamente, subieron al auto y éste aceleró grandemente asombrando al niño de nueve años, instantes después ve a su madre bajarse de un auto muy conocido pues pertenecía al patrón Saúl André Francisco Alfonso Alzogaray Dampierre, que estaba en el extranjero y que ahora lo ocupa Eliazar Emigdio el hombre de confianza que había dejado, era hijo del patrón fruto de amores tormentosos con el ama de llaves, el niño salió muy contento a recibir a su madre, traía unos bultos de comida y pañales para su hermanito, recelosamente saludó al hombre sentado junto al volante, no era para menos, tiempo atrás el niño tuvo relaciones sexuales con ese muchacho cuando era capataz en las plantaciones donde sus padres trabajaban, Eliazar Emigdio sonreía llevando su mirada a la casa de Luciano de la Sierva, él sabía quién lo había desvirgado a Parcemón, entró con su madre a la vivienda, acostó al niño en la cuna, le dijo que pronto volvería, que no iba a tardar, que cualquier cosa imprevista acuda al vecino Luciano, el niño resignado vio que su hermanito estaba sudado, la madre le dijo que lo bañe y le recordó e indicó el lugar de la colonia, talco, toallas y pañales, le acarició las mejillas llevándole a sentar a mesa, abrió la vianda que contenía deliciosa comida, junto a ella estaba una gaseosa Postobón, la abrió y bebió un cuarto de su contenido, la mujer escuchó una serie de pitadas provenientes del auto, presurosa le acarició el pelo dándole mimos en sus mejillas y salió para ingresar en el auto lujoso, las manos del piloto se deslizaban sobre las piernas de la mujer, se vieron de forma cómplice, sin lugar a dudas se trataba de dos amantes camino a su nido de amor, la mujer llegaría muy tarde, su hijo desconocía de aquella relación, en la presencia del niño los amantes guardaban las apariencias mostrándose muy serios y formales, a Parcemón le interesaba el comer y el dinero de mediana denominación que su madre le daba para la escuela, mientras dentro de la vivienda el niño comía enfrente de su vivienda Luciano de la Sierva salía inquieto por esos sonidos de claxon que perturbaban el silencio del lugar, vio a través de la ventana la figura alegre de Parcemón, el hombre se arrimó al marco de la puerta, Parcemón lo vio, estaba puesto una remera, short y sandalias, por esa temporada a{un se notaba calor, de igual forma Parcemón tenía puesta una remera recién comprada por su madre que la lucía con gusto, en contraste con su short ajustado a sus caderas mostrándose el bultito de penecito de nueve años y ese voluminoso culito cuya rajita se veía al momento en que el niño se levantaba de la mesa para llevar los platos a lavar, allí se notaba ese culito voluminoso cuyas caderas se movían como un amanerado, instintivamente Luciano se llevó la mano al pene vestido que se estaba poniendo erecto, recordaba ese culito al que desvirgó y vio esas piernas rellenitas brillosas y lampiñas por las que le pasaba el pene, verle de espaldas comparando su crecimiento desde aquella vez intima le daba ganas de cogerle otra vez, al virar vio que el vecino tenía puesta su mano en el pene, sonrieron mutuamente, se sentó en una silla a ver la forma en que Parcemón le daba un baño a su hermanito, “¡lo haces muy bien!” le dijo al niño y éste respondió sonriendo nomás, los deditos de sus manitos alargadas pasaban por las piernitas del niño acostado en la tina, le humedecía la piel, Luciano veía esa piel brillosa del pequeño que agitaba sus manos y piecitos salpicando el lugar, el niño trataba de aquietar a su hermanito pero no lo conseguía, Luciano fue en su ayuda, sus brazos se rozaban, “¡qué grande está!” decía refiriéndose al penecito del niño, le puso en pie “¡va a ser grueso y alto!” Luciano le pasaba jabón por entre la raja del culito, tragó saliva y en sus adentros decía que próximamente iba a tenerlo en la cama igual que a su hermano cuando lo desvirgó, las manitos enjabonadas de Parcemón pasaban por las piernitas de igual forma que las de Luciano, “¡te felicito!”, “¡es muy lindo tu hermanito!”, “¡debes quererlo y cuidarle mucho!”, “¿eh?”, el nene asentía agradecido por el cumplido, llegó un instante en que sus manos se rozaban, se miraron, astutamente Luciano inclinó su cara haciendo que la cara de Parcemón siguiese el mirar de Luciano viendo hacia el pene abultado en el short, “¡mira!”, “¡así lo tienes!” Parcemón escuchaba sin dejar de mirar sonriente el pene de Luciano “¡quiere jugar!” “¡quiere hacerte sentir!” Parcemón rápidamente miró a otro lado, Luciano sostuvo al niño mientras Parcemón salía con la tina conteniendo agua jabonosa a ser lanzada junto al árbol cercano a la vivienda de Venancio, ese instante aprovechó Luciano para pasar el dedo medio entre la rajita del culito del pequeño que de inmediato frunció el ceño en señal de molestia, al entrar Parcemón el visitante Luciano sostenía al niño con un brazo y vio que un dedo se lo llevaba a la nariz, disimulaba que le picaba lo que en realidad era que deseaba oler el culito del niño a través del dedo que se lo había rozado en el culito, lo sentaron en la tina abierto de piernitas, ahora lo sostenía Parcemón mientras Luciano le echaba agua escurrida en su cuerpito, Donato Edmundo que en mayo de 1964 cumpliría los dos años aplaudía intensamente en señal de complacencia al recibir su cuerpo esos chorros de agua caídos del balde, todo era mucha felicidad en esos momentos, el agua mostraba ese penecito que era rozado por los dedos de Luciano, “¡mira!” “¡lo va a tener muy grande!”, “¡ceo que más que el tuyo!”, “¿verdad?”, Parcemón le sonreía, Luciano continuaba con su jocosidad, “¡va a ser igual de grande como éste!”, súbitamente Luciano se bajó el short mostrándose ese prominente pene, “¿te gusta, verdad?”, lo agitaba llevando a rozarle parte de la cadera, “¿sí te acuerdas…. verdad?” el nene se puso cabizbajo, Luciano le hizo unos roces y se metió el pene en el short, le pasaron la toalla, le secaron, Luciano le marcó envuelto en la toalla, “¡ven acuéstate!” le hizo mimos con la nariz haciéndole cosquillas, el niño reía, Parcemón también al ver a su hermanito en ese estado de complacencia, al quedar acostado sobre la toalla en la cama donde dormía la madre de los niños se vio que el pequeño abría sus piernas mostrándose su penecito, Luciano al disimulo iba haciendo cosquillas con la boca en la piel del niño empezando por el pecho hasta llegar a los testículos y al tronco del pene y empezó a chuparle, “¡delicioso!” “¡delicioso!” Parcemón al ver aquello estiró su manito hacia el hombro del visitante, Luciano con cierta seriedad se apartó del pequeño, fue abrazarle a Parcemón por detrás “¡sé que tú lo quieres tanto como yo!” hizo unos movimientos intentando zafarse “¡no te resistas!”, “¡sé que te gusto así como a mí me gustas mucho!”, “¡vamos!” “¡juguemos un rato!” “¡no dejemos pasar el tiempo!” la respiración de Luciano impactaba en la piel del cuello de Parcemón haciendo que su piel se haga de gallina, lo pudo notar el visitante, “¡sé que quieres sentir!” “¡lo deseas!”, le besaba repetidamente el cuello de forma apasionada “¡vamos!”, “¡hagámoslo!”, Parcemón no emitía una sola palabra, como último intento desesperado lo abrazó bien por detrás levantándole un poquito para que el pene esté a la altura de su culito rozándole constantemente, le dijo al oído que le daría monedas si se dejaba pero el niño no respondía, tomó a su hermanito poniéndole el pañal y cubriéndole con un tela de seda regalo de Eliazar Emigdio se acostó ante la mirada de Luciano quien entendió la actitud de ese niño, el visitante salió sin despedirse, lo hizo con un ceño de contradicción dibujado en su rostro, Parcemón lo vio instantáneamente, acariciaba a su hermanito, lo arrullaba, Luciano estaba contrariado, se sentó en el extremo de la cama viéndose la entrepierna vestida, estaba cabizbajo, lo deseaba sinceramente, él significaba mucho, le había desvirgado, era suyo, difícil olvidar aquellas noches de amor cuando Estela y Euclides los padres del pequeño le dejaban a su cuidado aquellos días y semanas en los que iban a trabajar a la plantación, estaba tan concentrado en aquellos momentos sexuales que de pronto sintió una mano posándose en el hombro de aquel hombre desesperado, era Parcemón, el silencio de la habitación se rompe al escuchar Luciano un “¡sí… quiero!” salido de los labios de Parcemón, de inmediato lo marcó haciendo girar sus cuerpo, le acostó en la cama, se acostó sobre el pequeño dándole besos, “¡mi amor!” “¡mi amor!” “¡he esperado tanto este momento!” “¡te amo!” “¡te amo!”, Luciano estaba lleno de dicha y tanto a él como a Parcemón le quitó la ropa, rozaron los penes, “¡sientes cómo te lo hago!” “¡sí… me gusta!”, le decía a ojos cerrados sintiendo ese piel a piel, más aún cuando lo sentó sobre su grueso haciendo que se deslice el penecito, sus manos se entrelazaban, caía a la cama donde para ese momento ya Luciano le daba besos con lengua mientras los penes se rozaban acostados los dos de perfil, unieron las frentes, Parcemón le decía “¡házmelo rápido ya que puede venir mi mami!”, “¡está bien!” “¡así será!”, “¡ven!”, fue por crema para pasarle el dedo por ese culito redondo, Luciano sonrió al decir “¡me lo voy a comer de nuevo!”, el dedo medio entró todito haciendo que Parcemón haga gemidos prolongados, “¡ya!”, “¡ya!”, “¡está cajón!” “¡cajón!” “¡je!” “¡je!”, se deslizó el prepucio de piel arrugada por los años y se puso crema en el glande, le empinó otro poco haciendo que el pene entre con mayor efecto, causaba gran placer a Luciano sentir meter ese pene en ese culo al que lo había desvirgado, comenzó a mover caderas, adelante y atrás, le llegó el sentimiento de pertenencia, “¡tu culo es mío… sólo mío!”, le daba palmadas en los glúteos, “¡hace tiempo lo deseaba!”, se inclinaba metiendo la nariz en el pelo de Parcemón, “¡gracias por venir!” “¡eso quiere decir que te gusto!” le besaba el cuello “¡al venir sé que me quieres!”, “¡mi amor!”, “¡mi amor!”, metía el pene lo más profundo de lo que podía en ese culito de piel suave, “¡eres mío Parcemón!” “¡sólo mío!”, con firmeza la pelvis chocaba con los glúteos, los vellos rozaban esa piel sedosa, a ojos cerrados sentía el impacto de su pene en esa profundidad de su culito, “¡así debo tenerte siempre!” “¡así!” continuaba sodomizando al pequeño Parcemón, era entonces que sintió el deseo de dejar su semen dentro del culito de ese precioso niño, a ojos cerrados Luciano exclamaba su gusto por haberle hecho sentir, sí, a ojos cerrados estaba muy satisfecho de haberlo cogido a su niño precioso, “¡fue maravilloso mi amor!”, “¡ven más seguido a visitarme!”, el nene trataba de salir de la cama pero la mano de Luciano tomó el brazo “¡espera!” con súbita fuerza lo acostó en la cama, “¡yo sé lo que quieres!” “¡ven!” le hizo abrir de piernas y de inmediato su boca chupaba el pene lampiño de ese precioso nene que empezaba a suspirar del gusto de sentir ese sexo oral que le daba Luciano, la cabeza se alzaba y bajaba al mismo tiempo que sus labios succionaban ese tronco de pene, salía y entraba de su boca con gusto, “¡este es mío!” “¡mío!” de inmediato Luciano se sentó con su culo desnudo sobre el pene humedecido del nene, cerraba los ojos sintiendo ese desliz “¡cómo me gusta tu pene!”, “¡cómo me gusta!”, se acostó de cara en la cama “¡antes que te vayas!” “¡métemelo!” sonriente Parcemón se acostó sobre Luciano poniendo su carita sobre los hombros, ahora las manitos de Parcemón se sostenían sobre los hombros de Luciano, se notaba los brazos estirados del niño y la pelvis rozando con el pene ese culo adulto, posteriormente alzaba y bajaba las caderas lampiñas haciendo que el penecito se deslice por la raya del culo velludo de Luciano, ya estaba un buen momento así, luego se apartó del hombre, fue a sentarse sobre una bacinilla que la sacó debajo de la cama y pujaba sacando excremento con semen, se notaba esas piernitas dobladas gruesitas, esos pies descalzos con dedos alargados, esas manitas bien formadas que se posaban sobre las rodillas, se puso en pie Parcemón para que luego Luciano le alcance papel higiénico, allí se vieron en el papel impregnados los rastros del sexo anal efectuado, vio que Luciano se acostaba en la cama, la sábana estaba manchada de semen, el cuerpo desnudo mostraba la vellosidad de la pelvis del adulto, “¡ven, acércate!” “¡ven a despedirte!” una vez puesta su ropa caminó descalzo hasta el extremo de la cama, le sujetó de un brazo al niño acostándole sobre él uniendo las frentes “¡gracias por estar aquí!” “¡nunca olvidaré lo que hiciste esta noche!” “¡te amo!” se dieron muchos besos consentidos con lengua, se sentía la entrega mutua, la empatía, “¡no olvides que tu culito y pene me pertenecen!” el niño lentamente se levantó de la cama, sonriente se despidió de su iniciador poniéndose las sandalias y caminando sutilmente en dirección a su vivienda, se sentó junto a la ventana a esperar a su madre, instantes después el auto se estacionaba, Estela y Eliazar Emigdio se bajaron del auto, el niño fue a recibirles con alegría, le mostraron unos dulces comprados en el centro, Estela fue a ver a su hijito que estaba dormido en la cuna, le vio cierta escaldadura, mientras tanto en la pequeña salita Eliazar Emigdio miraba sentado a Parcemón que disfrutaba de la golosina regalada, miraba por una de las mangas del short aquel penecito y en algo se podía apreciar la punta del glande que estaba recubierto por el prepucio, Parcemón daba cuenta de la mirada de Eliazar Emigdio en su entrepierna, dejó que el visitante viese su miembro abriendo más las piernas, el visitante sonrió, vio que aparecía Estela un poco contrariada pues la crema anti escaldadura se había terminado y deseaba comprar, les dijo que iría al centro, pero Eliazar Emigdio dio que no fuese ella, lo haría él, sacó las llaves del auto y se dirigió afuera diciéndole que le traería la crema comprándola con su dinero, Estela agradeció el gesto de Eliazar Emigdio, el niño se puso en pie brincando emocionado pidiéndole a la madre el permiso para poder ir con Eliazar a comprar la crema, la mujer aceptó y ya se podía ver sentados en el auto al niño y al adulto yendo a comprar la crema, estaba muy feliz, en la botica le compró unos dulces que los iba degustando en el camino de retorno, pero vio que iban por un lugar apartado en la carretera, llegaron a la entrada de la ciudad, se metieron por un camino de segundo orden, todo estaba oscuro por allí entre la maleza, le hizo que deje el dulce a un lado, a la luz de luna salieron del auto contemplando el lugar, para él aquel sitio le era conocido, ya antes había estado allí con él, “¿te acuerdas de este sitio?” ante la pregunta hecha por Eliazar Emigdio el niño se puso cabizbajo, sabía lo que iba a pasar, sabía las intenciones del amigo se su madre, “¡vas a ser mío!” “¡ahora!”, eso ya lo había escuchado antes de labios de otro hombre que a diferencia de Eliazar Emigdio del cual sentía recelo mientras que a Luciano le parecía agradable, “¡sácate la ropa!” “¡te ayudo!” instantes después tras la luz de luna se veía el cuerpo desnudo de Parcemón uniéndose el cuerpo desnudo de Eliazar Emigdio, ambos cuerpos rodaban por la yerba seca del sector, el adulto besaba apasionadamente a ese hermoso pequeño que se limitaba a recibir las caricias, “¡estás lindo hoy!” “¡sabes que me gustas mucho!”, continuó besándole y haciéndole cosquillas para entrar en confianza, quedó el niño acostado encima del adulto y se dieron besos apasionados, unieron las frentes “¡quiero sentirte!” “¡quiero tu culo!”, lentamente lo puso a Parcemón en posición perrito, arrodillado detrás del niño le chupaba y le lamía el culito voluminoso “¡qué lindo está!” “¡y es mío!” “¡todo mío!” la lengua y los labios hacían furor en la entrada del ano del pequeño “¿Parcemón… quieres que te moleta?” “¡dime!” “¿lo quieres adentro?” el nene que tenía los ojos cerrados sintiendo ese placer de la lengua y labios en su culito lampiño dijo “¡sí… métemelo ahora!” “¡métemelo!” “¡métemelo!” así que Eliazar se puso en pie tomándole de las caderas al niño que aún estaba en posición de perrito, ese culo ensalivado iba sintiendo ser penetrado por el pene ensalivado de Eliazar Emigdio, se lo mandó a guardar hasta todo lo que entraba, “¡siempre quise tenerte así!” “¡siempre te sueño así!”, “¡a solas en mi cuarto!” “¡sueño con este culito que es mío!” “¡sueño que te tengo así!” “¡así!” “¡así!”, el pene empezaba a bombear y a bombear, gemía no tanto como se lo hacía Luciano pues su pene era mucho más grueso, la boca se abría y sus ojos cerraban frunciendo el ceño, luego venían los pujidos, sus caderas sentían las férreas manos, el pene lubricaba el culo, la intensidad del movimiento hacía que se dilate más, Luciano había empezado minutos antes y ahora Eliazar Emigdio sentía con gusto lo agradable de penetrarlo, a ojos cerrados sentía el desliz de su pene, sonreía recordando que ese pene minutos después había penetrado la vagina de Estela madre de Parcemón, la cara del niño junto con su cuerpo se hacía con movimientos de adelante y hacia atrás, adelante y hacia atrás, así continuaba Eliazar Emigdio con esos movimientos que demostraban su pertenencia en el cuerpo de Parcemón, el cuerpo rígido se posaba sobre ese cuerpo de piel muy suave, el pene hacía estragos en ese culito, la pelvis chocaba con fuerza emitiendo un sonido fuerte contra los glúteos, Parcemón sentía el sometimiento de ese cuerpo montado en el suyo, el sudor se sentían en la unión de las pieles, Eliazar Emigdio tardaba en acabar, de eso se daba cuenta el pequeño pues el tiempo pasaba pero lo disfrutaba, no era el pene ideal como su iniciador Luciano de la Sierva pero ahí lo sentía, le besaba el cuello de forma ansiosa, tenía claro lo que esperaba de él, seguramente algún regalo en estos días que iría a la mansión a ver a su madre, pensaría que estaría allí Eliazar Emigdio con amplia sonrisa entregándole un juguete de esos que le pide y que tanto le gustan, mientras sentía aquella penetración pensaba en ese juguete, en ese premio que Eliazar Emigdio le daría por lo que estaba “jugando” ahora, pujaba sintiendo el peso de ese cuerpo adulto, mostraba sus dientes al sentir todo el pene dentro de su culo, no era tanto como se lo hacía Luciano, eso lo tenía bien presente, de pronto sintió calma encima de su cuerpo, a la vez dentro de su culo se deslizaba el líquido seminal, sintió algo de alivio, a pesar que había recibido semen de dos penes distintos, Eliazar Emigdio sintió que su cuerpo se ponía ligero, vio a Eliazar Emigdio arrimado con su hombro en un árbol tomándose el pene lanzando orina en la corteza, el pene brillaba a la luz de la luna, Eliazar Emigdio con amplia sonrisa miraba al nene acostado estático que veía ese pene lanzando orina, “¡mírale!”, “¡acaba de jugar en tu culito!” lo agitaba para que lo siguiera viendo “¡ahí te dejó un rico recuerdo!” el nene sentía su culo humedecido de semen y le latía ante tantas embestidas del pene, se sentó en la grama, se notaba sus piernas abiertas mostrándose el penecito rozando la yerba, lentamente se acuclilló a pujar, trataba de sacar el semen, pujaba y pujaba, Eliazar Emigdio veía esos labios rojizos y esa carita que cambiaba el tono de su piel, “¡aún no hemos terminado de jugar!”, de lo que el niño estaba acuclillado lentamente le hizo acostar, se sentó sobre el pecho de Parcemón y le rozaba el glande en el rostro, “¡huele tu culito!”,“¡abre!” el nene abre la boca para que entre el pene “¡chupa!” “¡chupa!” se inclinó con su cadera para que el pene entre en esa boquita preciosa, “¡chupa tu culo!”, le decía recordándole que ese pene había estado dentro del culo, la pelvis con sus pelos se movían en el rostro del pequeño, la alzaba y la bajaba, los pelos del pene rozaban la nariz del pequeño, quedó sentado en el pecho con su pene apuntando a la garganta del pequeño, lo veía todo ensalivado, con gusto se puso en pie, estiró su mano para levantarle y limpiarle, le encorvó pasándole el papel higiénico, “¡veras que esto no es suficiente!” “¡llegando a casa vas al baño a limpiártelo bien para que no se huela!”, le decía mientras se vestían, “¡la pase rico!” “¿tú también, verdad?” el nene sonreía, el hombre acariciaba el pelito y subieron al auto, al llegar Eliazar Emigdio distrajo a la madre del pequeño mientras iba al baño a limpiarse con agua y jabón su culito, al salir vio a la pareja de adultos sentados mimando al pequeño Donato Edmundo de casi dos años de edad, se sumó a los mimos de su hermano, la madre dio a cargar al pequeño de Parcemón, por la ventana vio la despedida de Eliazar Emigdio, cruzaron miradas cómplices, mientras conducía el auto se iba rozando el pene, estaba muy complacido, había probado los cuerpos de madre e hijo.
*******
El caballo junto al jinete cruzaba la fuerte pendiente llena de maleza, ya faltaba poco para llegar a ese maravilloso lugar, Luis anhelaba ver a Bruno Sebastián, el niño cumplía nueve años precisamente este día nueve de marzo de 1964 que estaba lleno de sol, esperaba verle animado con los presentes que llevaba para él, estaba expectante de verle tras la última que se vieron en el velorio de la madre del pequeño pues lamentablemente falleció al dar a su hijo también fallecido, había quedado una gran tristeza en el niño, de lejos ya se divisaba el monte palomar, de repente lo vio, estaba dándole de comer a las gallinas, a su lado estaba su padre, de repente al verle corrió a recibirle, iba descalzo con un pantalón largo y una raída camisa de jornada de trabajo, estaba manchado de comida pues antes había alimentado a los cerdos, el padre lo esperó para saludarle al bajarse del caballo el visitante, entraron a la cabaña, aún se veía el crespón negro en la puerta, Luis se complació de verle contento al niño, más cuando recibió los regalos que consistía en ropa, zapatos, golosinas y unos juguetes, el padre del niño agradeció con pena aquel gesto de Luis, y se sorprendió más cuando recibió algunas camisas y pantalones con un par de zapatos, les dijo que se sentía bien en regalarles eso, animados padre e hijo preparan la comida para el ilustre visitante, con ello iban a celebrar el cumpleaños del niño, reposaron la comida, Luis quedaba acostado en la hamaca y a su lado esta ese precioso niño con cabello muy crecido cuyo flequillo cubría en parte sus brillosos ojos, el padre del niño se disculpó pues debía continuar con la faena de guardar elote en el granero, Luis le acompañó para ayudarle pese a que el campesino se negase, Bruno Sebastián los acompañaba, luego de terminar la tarea de recoleta con unos sacos, posteriormente se sentaron a descansar viendo la posición del sol, el entusiasmado niño dijo a los adultos para ir a bañarse al río, el padre dijo que prefería descansar y que mejor Luis le acompañe si sería su gusto a lo que Luis muy entusiasmado aceptó esperando al niño que entraba en la cabaña para cambiarse de ropa, Luis montado en su caballo esperó al salir del pequeño Bruno Sebastián, vestía una remera raída, un short ajustado lo cual para vista de Luis le fue atrayente, iba descalzo, se montó delante de Luis que le dejó usar las riendas, cabalgaba bien, el niño agitó la manito despidiéndose de su padre, se notaba su sonrisa, el culito rozaba el pene vestido de Luis cuyo mentón se posaba en el pelo del pequeño Bruno, las manos las deslizaba por los muslos haciendo movimientos de dedos en forma circular, el pequeño Bruno iba distraído mirando al frente muy atento a lo que cabalgaba, Luis miraba el movimiento al aire que daban esos pies bien hermosos que le cautivaban, discretamente unía su mejilla a la de Bruno, le gustaba percibir ese olor peculiar de niño campesino, iba cabalgando despacio, su espaldita se arrimaba al pecho adulto, el pelito abultado se agitaba al viento, se notaba lo feliz que iba cabalgando, Luis entrelazaba sus manos con las del niño que tenía las riendas, ¿a qué hora naciste?” “¿lo sabes?”, el nene respondía “¡sí!”, “¡entrada la noche!”, “¡en el ocaso!”, “¡me lo dijo mi papá!”, Luis rozaba el pelo del niño con la nariz, después iba rozando sus mejillas en el pelo del pequeño, ahora Luis le preguntaba “¿en tu caso cómo fue?”, el niño exclamaba “¿qué cosa?”, Luis sonreía, “¡vamos, tú sabes!”, extrañado Bruno preguntaba “¿cómo fue qué?”, Luis bajó su rostro haciendo que los labios rocen las orejas, “¡eso.. lo que hacen entre mamá y papá!” “¿sabes cómo te hicieron?”, extrañado el pequeño Bruno preguntaba “¿cómo me hicieron?”, Luis le decía al oído “¡sí!”, le preguntaba al niño “¿no te dijeron tus padres cómo te hicieron y en qué lugar?” el niño se puso a pensar, emitió una sonrisa leve medio recelosa, Luis le vio el rostro y le hizo cosquillas, “¡sí sabes picarón!”, “¿los viste alguna vez haciéndolo, verdad?” a su mente llegaba aquella ocasión precisamente cuando llegaba de bañarse del río, los vio cubiertos de la sabanas, su padre estaba encima de su madre alzando y bajando sus caderas, los cuatro pies sobresalían de las sábanas, le vio el rostro de su madre pujando y el rostro complaciente del padre, en otra ocasión los sorprendió bañándose en el río cuando fue a traer ropa para lavar, los vio desnudos dentro de esas cristalinas aguas, de cómo sus pelvis se unían así abrazaditos, su mente volvió a la realidad al sentir que la lengua de Luis pasaba por el cuello, emitió una leve sonrisa dibujada en sus labios rojizos, se mantuvieron en silencio por un centenar de metros cabalgando lentamente, llegaron a aquel lugar donde Luis decidió para al caballo, “¿te gusta este lugar?”, el nene contemplaba el sitio “¡sí… es muy bonito!”, Luis caminó hacia un árbol amarrando el caballo mientras que Bruno llegaba a la orilla, sus pies fueron los primeros en sentir la humedad del agua, los dos caminaban por el lugar, Luis le indico aquella cueva, le preguntó si conocía este lugar, el niño decía que era la primera vez que estaba allí, entraron a la cueva y se sentaron, el niño muy inquieto observaba el lugar, sus manitos se deslizaban por la pared de tierra y piedra, Luis recostado lo observaba, en especial ese culito humedecido por el sudor de la cabalgata que se reflejaba en la tela suave, se podía apreciar las líneas, se fue sacando la ropa quedándose en calzoncillo, puso la ropa en un rincón, a propósito se acostaba dejándose ver la punta del pene salida por el calzoncillo, esperaba ver la reacción de Bruno, se ladeó un poco haciendo que se muestre un poco más el pene, ahora sí en silencio el niño miraba con atención, Luis se limitaba a sonreír, hasta que sin recato alguno se acostó mostrándose el pene erecto salido de la tela del calzoncillo, estaba sonriente igual que el niño, la reacción instintiva al ver ese pene fue tocarse con los dedos su penecito vestido, Luis miraba esos movimientos de mano, “¡no tengas pena Brunito!” “¡mira!” el niño vio que las manos de Luis deslizaban el calzoncillo, para sorpresa del pequeño Luis se mostraba completamente desnudo acostado en el suelo de la cueva, se mostraba un rostro sonriente con expresión de inquietud y recelo en Bruno, “¡vamos, quítate la ropa!” “¡no nos están viendo!” “¡somos libres de hacer lo que queremos!” “¡hazlo!” “¡es divertido!”, Bruno continuaba sonriendo, seguía tocándose el pene vestido, Luis se puso en pie yendo donde el niño, le abrazó por detrás poniendo a rozar el pene por la espalda y parte del coxis del niño, “¡vamos, no tengas pena de mí!” “¡bien sabes que te quiero mucho!” “¡sólo quiero que te sientas bien!” “¡que te sientas lo libre de estar así!” “¡quiero que lo sientas, es divertido!”, mientras hablaba Luis le iba quitando la remera y deslizando el short, vieron el penecito descubierto, al sentirse el niño completamente desnudo comenzó a recorrer el interior de la cueva mientras Luis se acostaba en el suelo, veía su pene como mástil de lo bien erecto que estaba, Bruno a cierta distancia miraba discretamente el cuerpo de Luis, lo ve desnudo a plenitud, le dijo que se acueste a su lado, los dos así acostados miraba la cueva, la mano de Luis entrelazaba con la de Bruno, se miraban, sonreían, se acostaron de perfil viéndose los penes, “¡está precioso!” decía refiriéndose al pene de Bruno, “¡déjame tocarlo!” estiró su mano y el dedo índice rozaba el penecito lampiño, “¡es tan lindo!” “¡tan suave!” “¡tan bello!” el niño miraba que le tocaba el pene, “¡realmente es muy precioso!”, “¡en verdad… me gusta mucho!”, el nene le miraba con un poco de timidez, emitía una leve sonrisa, se acercó un poco más, “¡ahora toca el mío!” Bruno estaba indeciso, “¡no tengas pena!” “¡recuerda que ya lo hicimos antes!” “¡sólo estamos tu y yo aquí!” “¡no ven lo que hacemos!” “¡es nuestro secreto!” “¿verdad que sí?” Luis le animaba con ternura, “¡vamos!” “¡tócalo!” algo temblorosa la mano de Bruno Sebastián iba rozando el pene con la punta de los dedos, Luis se movió un poco para que los dedos le rocen el pene, “¡ya ves!” “¡te sientes bien al hacerlo!”, el nene miraba el movimiento de su mano en el pene, “¡de aquí no saldrá lo que hacemos!” “¿verdad?”, “¡tu papá no tiene que saberlo!” “¡es nuestro secreto!”, los dos miraban el pasar de la mano del pequeño por el pene de Luis, “¡sigue!” “¡sigue!” “¡no te detengas!” Bruno sentía más confianza, de pronto se cruzaron las miradas, “¿tu me quieres?” “¿verdad?” le dijo al niño, “¿quieres jugar a lo que viste hacer a tu papá con tu mamá?” el niño sonreía con timidez ahora mirando el piso sin dejar de pasar la manito por el pene “¡ven!” vio que Luis se acostaba completamente de espaldas en el piso mostrándole el culo voluminoso con vellos castaños, le hizo señas al para que se acueste encima de su cuerpo, Bruno con cierta timidez se acostaba sobre Luis, daban vueltas sobre el suelo, reían así unidos en ese movimiento, los dos penes quedaron unidos, Bruno quedó acostado sobre Luis que le rozaba las caderas con las manos “¡siéntate!” el nene se sentó con su culito sobre el muslo de Luis, “¡ahora muévete!” al principio ese niño bonito no sabía moverse, las manos de Luis le iban guiando sosteniendo de la cadera haciendo que se mueva hacia adelante y hacia atrás, la mano de Luis tomaba ambos penes haciendo el roce de movimientos, estaba risueño “¿te gusta Brunito?” “¿te gusta?” el nene movía su carita afirmativamente, “¡picarón!” “¡te gusta!”, “¡ahora acuéstate sobre mí!” Bruno Sebastián fue acostándose con la guía de las manos de Luis, sintieron la humedad de sus pieles a esa hora memorable del día del noveno cumpleaños del pequeño, sonrieron uniendo las frentes, Luis tendió los brazos estirados sobre el suelo y las manitos de Bruno se posaban sobre esos brazos de Luis, “¡eres muy bonito!” “¡muy bonito!”, “¡juguemos mi precioso!”, “¡acuérdate como lo hicimos la última vez!”, alzaba y bajaba las caderas haciendo que el pene se deslice, “¡así!” “¡acuérdate cómo le hacía tu papá a tu mamá!” “¡así se lo hacía en la cama!” “¿verdad?” el nene movía afirmativamente la cabeza, Luis reía, “¡sigue Bruno!” “¡sigue!” “¡yo soy la mamá!” “¡sigue!” Bruno sentía en la pelvis el roce del pene erecto de Luis, su penecito rozaba los vellos de los testículos, “¡así mi amor!” “¡así!” “¡así!”, tiempo después el nene se detuvo, Luis le abrazó dándose besos con lengua de lo que le había enseñado la última vez, dieron otra vez vueltas sobre el suelo, luego se pusieron en pie, Luis le abrazó por detrás Bruno sentía el roce de pene en su espalda, se inclinó para besarle el cuello y decirle al oído para “jugar” en el agua, quería que el niño le enseñe como los vio a sus padres hacerlo en el agua, para ese momento Bruno ya tenía mucha confianza en él, estaba feliz con su compañía, deseaba continuar, eso era que debido a su corta edad ser un niño del campo en esa época de mediados del siglo XX significaba tener mucha inocencia y era presa fácil de elogios que lo llevaban a la obediencia y ni hablar si en esa época se trataba de un hombre adinerado como Luis al que le brindaba su voluntad debido a la admiración de su presencia física y a su poder económico, sumado a esto a que con esas actitudes Luis le reducía la pena al saberse huérfano aquel precioso niño, así que en el agua Luis lo marcó, el niño rodeaba los brazos en el cuello de Luis y también las piernitas rellenitas en las caderas de Luis “¿así la tenía a tu mamá?” el nene movía positivamente la cabeza, tomó con la mano el pene rozándole el culito alzándole y bajándole “¿así se movía tu papá a tu mamá?” “¿así los viste?” el nene asentía, “¿seguro?”, el nene sonreía, los cuerpos se movían en el agua abrazados bien sujetos el uno al otro, el nene sentía el glande que le rozaba el culito, el agua humedecía esos cuerpos, rozaban sutilmente sus labios para besarse, algo que le llamaba mucho la atención a Luis era sentir la entrega de ese niño bonito cuyos barcitos rodeaban el cuello al momento en que se besaban, la metamorfosis en Brunito se estaba dando de a poco, la mirada de Luis era la cueva, empezó a lanzarle al agua luego de que el niño se sentaba en los hombros impulsándose con caída en el agua, estaba feliz, muy feliz, se dejaba abrazar por detrás, le marcaba y le lanzaba al agua, luego lo marcaba y lo lanzaba al agua, corrían por el agua, así desnudos, sintiéndose libres, Bruno confiaba plenamente en la seguridad y sobre todo el amor que Luis le estaba brindando, para el niño era muy placentero estar con Luis, al correr lo alcanzaba, le marcaba y se lanzaban al agua, salían a sentarse en la orilla, sus culos desnudos sentían la humedad de la arena que se impregnaban en sus pieles cuyos colores eran diferentes, “¿te gustaron los juegos que hicimos?”, “¡sí, me gustó mucho!” decía con amplia sonrisa, “¿así juega contigo tu papá cuando viene aquí a bañarse contigo?” , Bruno se puso cabizbajo mostrando tristeza en su rostro moviendo negativamente su cabeza, “¿por qué no?” le preguntó acariciándole el pelo mostrándole empatía, “¡es que…!”, respiró hondo “¡es que…!” de sus ojos salieron lágrimas que se deslizaban por las comisuras, “¡es que…!”, Luis abrazó al pequeño acostándose de perfil, “¡ya!” “¡ya!” “¡tranquilo!” “¡no pasa nada!” “¡ya!” le besaba el pelo y la frente calmándole su dolor, “¡disculpa Bruno!” “¡es que pensé que ya no me querías!”, el nene respiraba hondo para decir, “¡no es verdad!”, “¡yo te quiero mucho!”, Luis sonreía irónicamente preguntándole “¿mucho?”, el nene respondía con mucha angustia de ser comprendido en sus intenciones “¡sí mucho!”, Luis le sonreía “¿mucho?”, el nene respiraba hondo para decir “¡sí… mucho!”, le abraza al pequeño y esos dos cuerpos desnudos juntos rodaban por la humedecida arena, luego jugaban a las luchitas se daban a hacer cosquillas, al quedar exhaustos en la arena mirando al cielo, sus respiraciones aceleraban en ese descanso de sus pies y manos tendidas en la húmeda arena de la orilla del río de cristalinas aguas, no podía dejar de ver esos piecitos y esas piernitas rellenitas, “¿así jugabas aquí con tu papá?”, el nene respondía con mirada al cielo con cierta tristeza simplemente moviendo negativamente la cabeza, “¡si no deseas decirlo!” “¡está bien!” “¡te comprendo!” “¡aún no confías en mí!”, Bruno alzó su mirada, su rostro se puso expresivo “¡no es eso…!”, Luis acariciaba el pelo del niño bonito, “¡tranquilo!” “¡te entiendo mi pequeño!”, la mano de Luis pasaba por la mejilla quitándole las lágrimas, “¡entiendo que no me tengas confianza!” “¡no debí preguntarte eso!” “¡es que te quiero tanto que no deseo que algo malo te pase!” “¡te quiero mucho Brunito!”, “¡por eso te traigo regalos para que seas feliz y puedas confiar en mi!” “¡pero si no tienes confianza creo que ya no vendré a visitarte!” la angustia de Bruno se reflejaba en sus rostro, de una forma muy angustiada respondía, “¡no… no es eso!”, “¡no!”, “¡sí te tengo confianza!”, “¡no quiero que te vayas!” “¡no!” “¡no!” la carita la puso en el pecho de Luis, “¡tranquilo mi pequeño!” “¡no te esfuerces en hablar!” “¡te entiendo!”, le pasaba la mano por el bracito, “¡en verdad, debes tenerle confianza a tu papá!” “¡no debes decirme algo de lo que es tu papá a mi persona!” “¡creo que soy un extraño para ustedes!” “¡cálmate… te entiendo!”, “¡vendré ya pocas veces a visitarlos!” “¡no quiero interrumpir su vida!” Bruno exclamaba de forma muy angustiado “¡no!” “¡no quiero que te vayas!” “¡no!” “¡soy feliz cuando vienes a verme!” “¡te quiero!”, Luis le pregunta “¿en verdad me quieres?” el nene responde “¡sí!” “¡sí!” “¡mucho!” hizo una breve pausa de silencio “¡te lo voy a decir!”, Luis le acarició el pelo “¡mejor no lo digas!” el niño con rostro expresivo muy decido exclamaba “¡sí!” “¡te lo voy a decir!” hizo una pausa de tiempo “¡mi mamita antes de ir a parir estaba conversando con mi papito!” “¡estaba mal!” “¡yo la veía así!” “¡estaba afuera junto a la ventana!” “¡había llegado temprano de la escuela!” “¡yo escuché le rogaba que me tratase bien!” “¡que ya no me pegue!” “¡le hizo prometer eso!” el niño empezó a llorar “¡pero no lo cumplió!”, “¡me dijo que no te dijera cómo me maltrataba!” “¡pues tú te ibas a enojar con él y nos botarías de la finca!” “¡me hacía fingir que todo estaba bien con él!”, Luis le acariciaba las mejillas, “¿por qué te maltrata?” “¡no entiendo!” “¡es tu padre… debe quererte mucho!” “¡ahora que están sólo los dos deben ayudarse más!” el niño empezó a sollozar más fuerte diciendo “¡desde que mamita murió él se ha dedicado a la bebida!” “¡me dice cosas fuertes!” Luis le interrumpió preguntándole “¿qué cosas fuertes te dice al llegar a casa?” el nene respondía sollozando “¡que por mi culpa murió mi mamita!” Luis le acarició “¡sí… hace poco llegando a casa borracho me lo dijo!” “¡me lanzó la comida!” Luis le preguntó “¿se disculpó contigo al otro día?” el nene respiraba aceleradamente “¡no!” “¡más bien continuaban sus gritos y golpes!” “¡ha cambiado mucho tras la muerte de mi mamita!” “¡todos los días me maltrata!” “¡me dice que soy un estorbo en su vida!” “¡me duele mucho que me diga eso!” “¡no quiero!” “¡no quiero!”, Luis le pregunta “¿quieres a tu papá?” “¡dime la verdad!” el niño cabizbajo responde “¡no!”, “¡no lo quiero!” “¡mucho me pega y me maltrata!” “¡me da mucho miedo cuando viene borracho de la cantina del pueblo!” “¡no lo soporto!” “¡no lo soporto!” Luis le acariciaba el pelo, “¡cálmate mi pequeño!” “¡cálmate!”, el niño sollozaba “¡por eso no quiero que te alejes!” “¡no te vayas!” “¡no quiero!” “¡no quiero!” Luis ahora entendía la negación de aquel hombre de acompañarles a bañarse al río, seguramente iría a la cantina del pueblo a seguirse emborrachándose y llegar a maltratar al pequeño, Luis sintió un abrazo bien fuerte del pequeño Bruno Sebastián, lo que dijo sorprendió mucho a Luis “¡Luis, quiero irme contigo!” “¡llévame de aquí!”, “¡no lo soporto!” Luis le acariciaba el brazo “¡cálmate… ya se le pasará!” “¡no es para tanto!” “¡debes estar con tu padre!” el niño lloró con mucho dolor “¡es que tu no sabes!” “¡no sabes!”, extrañado Luis le pregunta “¿no sé… qué?” el nene se sentó sobre la arena húmeda viendo hacia el agua del río, unió sus piernas rellenitas, se mostraba los pies descalzos sobre el agua, entrelazó los dedos de sus manitos poniéndolos sobre las rodillas unidas, puso su mentón sobre las manitos, hubo un leve silencio en donde del rostro del niño salían más lágrimas y ciertamente ahora con mayor intensidad, deslizó su carita sobre sus manitos, quedó la frente rozando los nudillos de los dedos, las lágrimas caían a la arena húmeda, “¡fue muy!” “¡feo!” lloraba desconsoladamente, la mano de Luis se deslizaba por la espalda para consolarle “¿qué es feo?” “¿a qué te refieres?” “¡dime!” el nene sollozando y entrecortando sus palabras le decía “¡es un bruto!” “¡un bestia!” siguió sollozando constipando, “¿qué te hizo Brunito?” “¡dime!” el nene respiró hondo diciendo “¡pocas semanas de muerta mi mamita me dijo que yo no era su hijo!” “¡que era hijo de otro hombre!” Luis se sorprendió “¿te lo dijo así de fresco?”, “¡sí!” “¡me dijo que no me quería, que nunca me quiso!” “¡que disimulaba cuando estaba viva mi mamita!” “¡que era el hijo del pecado!” “¡que yo era hijo no deseado por un rico que me había abandonado y él nos había recogido por lástima!” Luis extrañado le decía “¡pero cuando yo llegaba se los veía bien a ustedes!” el niño decía “¡sí, pero cuando tú estabas y al irte volvían los maltratos!” “¡deseaba que fuera así para que le dieras el arriendo!” Luis estaba muy impresionado, el nene suspiraba ahora “¡hace pocas semanas ocurrió lo peor!” “¡él llegó borracho pidiendo comida que preparé!” “¡mientras comía me decía que me parecía mucho físicamente a mi mamita hasta en la comida!” “¡al rato se puso a llorar comiendo!” “¡dijo que me acerque!” “¡me sentó en su muslo y empezó a besarme diciendo el nombre de mi mamita!” “¡su tufo me molestaba!”, “¡él estaba extraño!” “¡me dio miedo!” “¡mucho miedo!” “¡él me tocaba!” “¡me cargó llevándome a la cama!” “¡se montó encima de mi cuerpo y empezó a besarme!” “¡lo empujé y reaccionó pidiéndome disculpas!” Luis viendo al piso muy impresionado le pregunta “¿te lo ha vuelto a hacer?” el niño sin levantar cabeza la movía afirmativamente, tenía su mirada en la arena húmeda, “¡todavía lo hace!” “¡antes de acostarse borracho!” “¡aunque al otro día me pide perdón!”, “¡no lo aguanto!”, “¡me molesta!”, “¡no lo quiero!”, “¡no quiero estar con él!”, “¡no!”, “¡no!”, el nene levantó la carita, Luis quedó en silencio, le vino la angustia y a la vez la envidia, sabía que tarde o temprano ese pobre nene sería violado, sabía que ese hombre repugnante en algún momento se diera el gusto de romperte el culito, en su mente se dijo que eso no lo iba a permitir, escuchó decir del niño “¡cuando me preguntabas de cómo mi papá le hacía en la cama a mi mamá!” “¡lo hacía con violencia!” “¡escuchaba sus gemidos!” “¡me levantaba de la cama y le veía cómo le hacía el amor a mamita como si fuese un salvaje!” “¡una bestia!” le vino el llanto “¡así quiere hacer!” “¡como a mi mamita!” “¡porque dice que mi cara se parece mucho a la de ella!” “¡y que por eso no puede olvidarla!”, Luis lo abrazó, “¡cálmate Brunito!” “¡cálmate!” “¡qué bueno que me lo contaste!”, “¡ya te sientes mejor!” “¿verdad?” el nene mostraba su rostro triste respondiendo “¡en algo!” Luis extrañado le pregunta “¿por qué?” el nene suspira “¡es que me dices que ya no vas a venir!” pone su carita en el pecho “¡no lo hagas!” “¡no lo hagas!” “¡eres mi amigo!” “¡te quiero mucho!” “¡contigo estoy bien!” Luis sabía que había una gran oportunidad ahora que el nene estaba muy sincero con él para lograr sus propósitos, “¡vamos Bruno, no es para tanto!” “¡él es tu padre!” “¡no pienses así de él!” el nene decía “¡no, no lo quiero!” “¡quiero irme de allí!” “¡no quiero estar con él!” “¡tengo miedo!”, presuroso Luis se aprovechó de la circunstancia para abrazarle, “¡está bien!” “¡está bien!” “¡cálmate!” emocionado el niño le preguntaba “¿me vas a llevar contigo, verdad?” Luis le miraba tiernamente “¡no es fácil!” “¡recuerda que es tu padre!” “¡debo pedirle permiso para llevarte!” “¡ahora mismo tendría problemas con tu papá si te llevo sin su permiso!” “¡me buscaría la ley!” el niño se puso triste “¡entonces no mes vas a llevar contigo!” le abrazó tiernamente diciéndole al pequeño “¡no es así!” “¡debo tomar de un tiempo!”, el nene se angustiaba, “¡no!” “¡llévame hoy!” “¡tengo mucho miedo!” “¡no quiero estar allí!” “¡no quiero que te toque como si fuese un bestia!” “¡quiero irme contigo!” “¡llévame!” “¡por favor!”, Luis estaba conmovido con el relato del pequeño, respiró hondo “¡por ser tu cumpleaños le diré que te llevaré de paseo a la capital!” “¡estando allí por un tiempo le diré luego que te deje vivir conmigo para darte estudio!” “¿de acuerdo?” la expresión de tristeza del pequeño se transformó en felicidad, en el fondo se notaba que Bruno Sebastián era muy inteligente, en verdad que era un niño bonito, “¡pero, puede ser que tu papá cambie de idea y te tengas que regresar!”, el niño movía la cabeza negativamente, “¡no!” “¡verás que no!” le marcó yendo al rio lanzándole ala agua, siguieron jugando en el agua, corrían libremente desnudos por la orilla al atraparle caían en el suelo dando vueltas y haciéndose cosquillas, quedaron acostados de perfil en el suelo, la piernita de Bruno Sebastián se posaba sobre la cadera de Luis que miraba esos pies descalzos, “¡tus piernas son bonitas, Brunito!” el nene sonreía con recelo, miraban sus penes desnudos, el contraste de Luis tenerlo con pelos y Bruno de tener a su pene lampiño, “¡en la próxima me lo afeitaré para que lo veas bien!” sonrieron sin dejar de ver los penes, Luis se acostó recibiendo encima de su cuerpo a Bruno Sebastián que empezaba a alzar y bajar caderas, “¿te gusta Brunito?” el nene tenía los ojos cerrados y respondía “¡sí!” “¡me gusta!” “¡sí!” Luis le decía “¿quieres hacerlo en mi culito?” el animado Bruno exclamaba “¡sí!” “¡sí!”, de esa forma Luis se acostó de cara a la arena poniendo sus manos en el húmedo suelo y allí posando su cara, sintió el peso del niño en su cuerpo y su culo recibía el deslizamiento del pene de aquel niño bonito, se puso relajado dejándose sobar el pene en el culo, sentía la respiración del niño en el cuello y nuca, dejó que lo haga hasta el cansancio, tiempo después el niño se aparta del cuerpo de Luis parándose en la orilla del río tomándose el pene viendo salir orina que se impactaba en el agua formando espuma, sus piecitos se hundían a medias en la arena, Luis le gustaba ver esos pies hermoso y esa piernas rellenitas muy lindas, vio esos testículos rozagantes y ese tronco de penecito con el prepucio que bien estaba recubierto el glande, chistosamente movía las caderas haciendo ondas de orina en el agua, ese movimiento de caderas excitaba a Luis, fue a marcarle al pequeño lanzándole al agua, el niño brincaba de felicidad, irónico con Luis se dejaba llevar ya que le tenía cariño y confianza mientras que con su padre era todo lo contrario, le acostó en la orilla abriéndole de piernas, le chupó repetidamente el penecito, luego le puso de cara al suelo, el pene erecto punteaba el culito, la cara del niño fruncía, “¿te duele Brunito?”, “¡sí!” “¡un poco!” “¡ah!” “¡ah!”, le besaba el cuello mientras ahora rozaba el glande y testículos por el culito, “¿te gusta así?”, “¡sí… no duele!”, Luis comprendía que más que confianza al tenerlo así al niño era por amor que Bruno permitía que se lo haga así, le gustaba al niño que lo traten con dulzura, le gustaba sentirse amado de esa forma, Luis lo iba a asimilando de esa forma, sonrió teniendo su mentón sobre el pelo del niño viendo hacia la cueva, dieron vueltas en la arena quedando Brunito sobre el cuerpo de Luis, puso su carita sobre el pecho, “¡Brunito, ahora que nos estamos sincerando, dime!” “¿esto que acabamos de hacer ya te lo ha hecho tu papá?” el nene respondía alzando bruscamente su carita “¡no!”, “¡no!”, la mirada de Luis se concentraba en el rostro del pequeño “¡has hecho estos juegos sólo conmigo!” “¿verdad?” “¿sólo yo te los hago?”, el niño miraba con cierto recelo, le tomó el mentón alzando su carita para que le vea a los ojos “¡dime sin pena alguna!” “¡Brunito!” “¿sólo has hecho este juego conmigo?” mirándole fijamente a los ojos se puso tembloroso, su cara ahora miraba al suelo “¡sí, Luis!”, le alzó la carita mirándose “¿estás seguro?” “¿seguro que sólo yo?” “¿no mientes?” “¿estás seguro que no se los has dicho a alguien?”, el niño estaba cabizbajo, “¿sólo conmigo juegas a esto que hacemos a solas?” tenía cargo de conciencia pues un niño de la escuela de grado mayor al que él estaba le encerraba en el baño y se mostraban los penes, se deslizaban la ropa, se abrazaban y se rozaban los penes, al última vez le chupó el pene al compañerito, el pequeño Bruno tenía recelo, debía decírselo pero no quería que se incomode y tome la decisión de no llevarle con él así que de su boca salió un decidido “¡sí, Luis!” “¡solo tú!” “¡solo tú!”, Luis estaba emocionado uniendo las frentes “¡mírame bien mi Brunito!” “¿quieres que sea siempre sólo yo?” “¿de nadie más que sólo yo?” “¿quieres, mi pequeño?” el niño estaba emocionado “¡sí quiero Luis!” el adulto el dijo “¡sólo falta algo para poder llevarte con seguridad!” el niño extrañado le miraba, “¡algo muy lindo que tú tienes!” “¡algo que debes darme para sentirme seguro!” el nene le preguntaba “¿qué es?” Luis sonriente le decía “¡que terminemos bien el jueguito que hacemos!” “¿te gusta la idea?” el nene movía afirmativamente el rostro, “¡debes ser fuerte en ese juego que digo!” “¡debes aguantar como macho que eres!” “¿lo harás?” el nene movía la carita, “¡debo hacerte el juego allí!” señalándole el culito, “¡si me dejas hacer eso te llevo conmigo, tendrás mi cariño y muchas cosas que desees!”, “¡verás cómo la pasaremos bien allá en la capital!” “¡tendrás mucha ropa, juguetes y comida!” “¿te gusta?” el niño brincaba de felicidad “¡sí!” “¡sí!” “¡me gusta!” “¡me gusta!” el pelito se agitaba al viento, los piecitos salpicaban agua, el penecito se agitaba, la piel humedecida del cuerpo era una delicia visual para Luis, se inclinó delante del niño tomándole de los hombros, viéndole a los ojos le dijo “¡recuerda que al principio te va a doler un poquito!” “¿prometes aguantar?” el nene le miraba al rostro con cierta seriedad y seguridad que le daba mover afirmativamente la carita, “¡recuerda también que esto no debe saberlo tu papá!” “¡tendríamos problemas y si tú le cuentas no podría llevarte!” “¿tú no quieres eso verdad?” la simple seriedad del rostro del pequeño bruno Sebastián denotaba que ahora se mueva negativamente viéndole a los ojos de Luis, así acuclillado le acercó y le abrazó “¡bien, mi pequeño!” le tomó de la mano “¡vamos!” sus piecitos dejaban huellas, era como dejar marcado el antes y el después de su destino, iba confiado y seguro, iba prevenido, Luis temblaba del gusto, tragaba saliva, iba a hacer algo excepcional, por la mente se cruzaba la imagen de sus conocidos a quienes los había llevado a la cama de esa forma de cómo lo estaba haciendo con Bruno Sebastián, entraron en silencio a la cueva, aún tenían las manos entrelazadas, se miraron fijamente muy sonrientes, tiernamente miraba al niño dándole un beso en la mejilla “¡mi amor!”, “¿estás seguro que quieres hacerlo?” le dijo con cierta inquietud, animado el pequeño Bruno decía “¡sí quiero!”, Luis sonreía “¿te gusta?” “¡sí Luis… me gusta!”, se inclinó delante de él “¡mi pequeño!” “¡te quiero mucho!” y le dio un beso en la frente, “¡verás lo lindo que vamos a pasar!”, “¡ven!”, “¡acuéstate!”, el nene movía las piernas alzándolas hasta que llegue a su pechito, al levantarles se veía claramente dispuesto el culito a ser chupado y lamido por la lengua de Luis, el nene cerraba los ojos y suspiraba a boca abierta, Luis continuaba con su iniciación ahora deslizando su lengua y labios hacia ese penecito lampiño, los suspiros se incrementaban, la lengua rozaba los muslos haciendo que la piel del pequeño se ponga rojiza de la excitación, Luis lo sabía y continuaba ahora haciéndole bajar las piernas cuyos pies descansaban en la arena de aquella cueva en la que Adrián Fernando desvirgó a Amarilis la supuesta medio hermana de Luis en aquel día de san Valentín y de eso hace mucho tiempo ya, ahora Luis chupaba y rozaba en círculos las tetillas del nene, rozaba con la lengua el pecho besándole tiernamente hasta bajar otra vez al penecito succionándole el tronco y los testículo para luego volver a besar los muslos que ya ahora esas piernitas estaban dobladas, levantó la cara preguntándole “¿te gusto?” el nene con amplia sonrisa movía afirmativamente la carita, se acostó sobre él besándole apasionadamente, escuchaba en sus oídos salir los pujes y lentos gemidos de los labios de ese niño bonito, estiró los brazos cuyas manos se poyaban en la húmeda arena, luego fue alzando y bajando sus caderas “¡mira mi pene cómo juega con el tuyo!” el niño miraba atento el desliz del grueso pene de Luis con sus vellos rozando el penecito erecto de Bruno que había quedado así ante tanta succión y lamido de lengua, el penecito estaba humedecido de saliva, “¡ellos se quieren!” “¡por eso los ves así!” se acercó con el rostro a darle un beso en la mejilla, “¡mira!” “¡mira cómo lo hacen!” “¿te gusta mi cielo?” Brunito dijo “¡sí…Luis!” con un prolongado suspiro, de nuevo fue a las tetillas a lamérselas al nene, le besaba el cuello e iba directo a los labios a besarle con lengua, “¡mi vida!” “¡eres bonito!” “¡bonito!”, “¡te amo!” “¡te amo!” le besaba apasionadamente y el pequeño le correspondía, estaba seguro con Luis pues le tenía alto valor de confianza, “¡quédate aquí!” “¡espérame un momento!”, “¡ya regreso!”, el pequeño se sorprendió al ver salir a Luis presurosamente de la cueva pero le obedeció quedándose acostado en la arena, suspiraba con sus manitos entrelazadas sobre su pecho, la acelerada respiración que tenía iba disminuyendo, pensaba en aquella posibilidad que se abría al poder ir con él a la capital, de pronto aparece Luis llevando un pequeño pomo de crema de bolsillo, “¡con esto no vas a sentir mucha molestia!” “¡al contrario!” “¡te va a gustar mucho mi amor!”, el niño tomaba el bote de crema viéndolo en detalle, le dio un beso en la frente “¡me encanta verte así!” “¡mi amor… eres precioso!”, acercaron sus caras, se dejaron ir en un beso con lengua muy largo, la lengua entraba a buscar la de Bruno, así la iba empujando a la vez que las manos de Luis rozaban ese culito de niño precioso, estaba durito el potito al cual iba acariciándolo y apretándole, la boca chupaba y entraba en esas dos tetillas, se distribuía entre una y otra, lo tenía así tan bien que su mano se deslizaba al culito ese voluminoso culo estaba sin vello, “¡qué lindo eres!”, “¡ven!”, le puso en posición perrito, le olía el culo, Luis sonrió, le hizo poner en pie, fueron caminando al río, estando en la orilla le hizo arrodillar inclinándole hacia delante de tal suerte que quede bien descubierto el culito, le abrió los glúteos y pasó el dedo con agua en la entrada del ano, le limpiaba los restos de excrementos que había defecado hace poco y no se había limpiado bien el traserito, estando el niño arrodillado inclinado de cara a la arena Luis comenzaba a entrar en ese hoyito limpio con la lengua, recorrerla suavemente y descubrir su sabor agradable, “¡mm!”, “¡está muy rico mi vida!” usando los dedos le abro un poco el culito y comienzo a lamerle con la lengua en sentido arriba y abajo recorriéndolo todo esa entradita “¡qué rico está!”, le pasó agua al culito, le hizo poner de pie, le tomó de la mano yendo de nuevo a la cueva, al nene lo doblaba ahora entre sus piernas, con sus manitos puestas sobre los brazos de Luis que estaba decidido a darle placer así lo tuvo besándole por un buen tiempo, lo estaba calentando, luego le puso en posición perrito, la lengua y labios hacían estragos en el culo del menor de nueve años que los cumplía ahora en ese día, se mordía los labios del placer, al sentir esas sensaciones el nene responde con el movimiento de su caderita a al ritmo constante de la lengua de Luis que trataba de estar dentro del ano, el pene adulto estaba muy erecto, estaba a mil, se notaba en el rostro de Luis que estaba que no podía más del deseo de poseer el cuerpo de ese niño, de poseer ese culito voluminoso, al pequeño le estaba dando un placer hermoso, tomó un poco de crema en el dedo y le fue rozando y así también le fue introduciendo, emitía leves gemidos, “¡quietecito… mi amor!” “¡esto es para que sientas rico!” “¡tranquilito!”, se notaba el culo brilloso, Luis sonreía de verle, ahora le hizo acostar sobre el suelo, las rodillas del niño se doblaban rozándose en sus tetillas para luego dejarlas fijas allí, alzaba el culito que en esa postura estaba bien descubierto, Luis se inclinó poniendo su pecho sobre las rodillas, el niño sintió la punteada del glande, Luis sudaba, las gotas caían en la barriga del niño, las caderas se movían, las pieles de ambos se rozaban, Brunito ya sentía esas puntadas, “¡quieto!” “¡quieto!” Luis lo estaba calmando, la crema facilitaba que el pene trate de perforar el culito “¡ah!” el nene sentía molestia “¡ah!” Luis lo sostenía más “¿ya?” “¡ah!” “¡ah!” ahora Luis estaba concentrado a ojos cerrados sintiendo el movimiento de su pene, no le respondía al nene, esos gemidos lo estimulaban, estaban bien pegaditos, el glande punteaba más, “¡ah!” “¡ay!” “¡ay!” Luis no decía nada en absoluto, solo lo aferraba más a su cuerpo, “¡ay!” “¡ay!” el nene con sus manitos se aferraba a los brazos de Luis, “¡tranquilo!” “¡acuérdate de lo que te dije!” “¡aguanta!” “¡aguanta!”, el nene fruncía el rostro, “¡aguanta!” “¡tú decidiste hacerlo!” “¡aguanta ahora mi amor!” “¡te amo!” “¡te amo!”, así tras la fuerte movida de caderas de Luis se escuchó gritar fuerte al precioso nene, había logrado penetrarle, lo abrazó con fuerza, por fin había conseguido su deseo, su propósito, sus sueño, había conseguido ser el primero en desvirgar ese culito de niño precioso, había conseguido desvirga a Bruno Sebastián, quedo quieto con el pene adentro, “¡quieto!” “¡quieto!” “¡ya está!” “¡ya está!” lo tenía bien sujeto a su cuerpo, sus mejillas se unieron, Brunito sentía ya el latir constante del culito irritado, sentía un malestar indescriptible, es natural, era su primera vez, se temblaba del dolor, estaba asustado, se sentía raro, cada vez el dolor era más intenso, se temblaba, Luis lo abrazaba con fuerza, parecía un niño al que le habían clavado una inyección en el culo, sólo que esta vez no era en el glúteo sino en su ano, “¡tranquilo!” “¡ya pasó!”, “¡ya!”, “¡ya!”, le besaba consolándole aún teniendo el pene dentro de ese culito, se movía un poquito cerciorándose que había entrado todo, pero los gemidos y gritos del nene con ciertos movimientos no le permitían cerciorarse de haberle clavado todo el pene, el nene se encorvó hacia atrás, “¡ay!” “¡ay!” “¡me duele!” “¡me duele!” Luis lo tenía casi de la forma de como cuando un perro desvirga a una perrita y quedan enganchados, “¡espera!” “¡espera!” “¡no te muevas mi precioso!” “¡recuerda lo que te dije!” “¡que te iba a doler un poco!” “¡espera!” “¡quiero sentirte que eres mío por primera vez!” sonrió satisfecho “¡por primera vez!” “¡eres mío!” “¡sólo mío!”, el nene se quedó resignado sintiendo ese pene dentro de sus entrañas, mordía los labios en esa carita llena de lágrimas, sudaba mucho, sus manos estaban aferradas a los brazos de su iniciador en el sexo pleno, se estaba dando su metamorfosis, la carita temblorosa se pegaba en el pecho inclinado de Luis su mentor sexual, ya más relajado sentía el nene que el pene se estaba haciendo flácido, tanto así que Luis poco a poco le fue sacando el pene que estaba ensangrentado, trato de que el niño no viese ese pene, pero estando en esta postura fue inevitable, el rostro de asombro y miedo se reflejaba, Luis se puso en pie dándole la espalda, iba a salir de la cueva pero en el trayecto se detuvo, prefirió voltearse y que el niño vea su pene algo flácido ensangrentado, “¡mira!” “¡nunca olvides esto!” se acercó al pequeño que estaba acostado de perfil muy tembloroso aún, se sentó en su delante para que pueda ver bien ese pene, “¡lo hicimos con mucho amor!” “¡es nuestra muestra de amor!”, “¡mira!”, “¡nos une la sangre!”, le hizo creer al nene que de él, de su pene había también salido sangre, que no solamente era de su culito, “¡por eso te pedí que lo hagamos!” “¡ahora nos une la sangre!” “¡ahora somos tu yo para siempre!” “¡para siempre!”, le pasó la mano por la mejilla llena de lágrimas y viéndole a los ojos le exclamaba “¡para siempre!” “¿entendiste?” el niño movía la cabeza aceptando eso, “¡por eso ahora te voy a llevar!” “¡me perteneces!”, “¡te quiero!”, “¡te quiero!” le dio un beso leve, “¡ven!” “¡dame tu manito!” lentamente le fue poniendo en pie “¡ay!” “¡ay!” sus piernas temblorosas no atinaban a pararse bien, seguramente por el dolor, por el susto, o por la impresión, “¡tranquilo mi precioso!” “¡ya pasará!”, “¡ya pasará!”, caminaba a pasos lentos con ayuda de Luis, parecía acalambrado, “¡eso!” “¡camina despacio!” “¡ya llegamos!” “¡ya llegamos!” el niño pensativo expresaba su inocencia de lo que habían hecho preguntándole, “¿es para siempre lo que hicimos?” Luis lo marcó “¡sí mi bien!”, “¡lo que hicimos es para siempre!”, “¡para siempre!”, llegaron a la orilla y le puso en pie, “¡acuclíllate para lavarte!” las manos limpiaban ese culito perforado “¡ay!” “¡ay!” Luis continuaba limpiando “¡ya!” “¡ya!” “¡tranquilo!” “¡tranquilo!” se podía apreciar el culito limpio, “¡anda!” “¡acuéstate!”, le abrió el culito que estaba bien rojo, “¡ah!” “¡ah!” el dedo rozaba sutilmente la entrada del ano, le dejo acostado para ir a ver la crema dentro de la cueva “¡verás que con esto te sentirás mejor!”, le pasó la crema por el culito y se iba cerciorando si lo había penetrado midiendo la penetración del dedo medio que en algo tenía la longitud de su pene, “¡ay!” “¡ay!” “¡ay!” Luis insistía metiendo y sacando el dedo “¡quédate quieto mi amor!” “¡recuerda lo que te dije!” “¡al principio duele!” “¡después te va a gustar!” “¡y mucho, mi amor!” “¡así tranquilo que ya se te pasa!” “¡déjate!” “¡yo te ayudo a que te pase!” “¿ok?” el nene mostrando su confianza movía su carita aceptando la orden de su iniciador, “¡me siento muy feliz que nos uniéramos por nuestras sangres!” “¡nadie nos va a separar!” “¡ni tu padre!” “¡ya lo verás!”, le acarició el pelo, “¡ven vamos!” estiró la mano para llevarle a la cueva, ya para ese instante podía caminar un poquito mejor, “¿aún te duele?” le decía acariciándole el pelo “¡sí!” “¡un poco!” le acarició la mejilla “¡ya verás que en este juego se te pasa!” “¡vamos!” Luis vio que un hilillo leve de sangre salía por ese culo irritado, continuaron caminando, se podía apreciar a esos dos cuerpos desnudos de estaturas diferentes entrando a la cueva, Luis se acostó de espaldas a la arena, el niño vio que su iniciador se puso crema en el pene que se estuvo tieso de inmediato, “¡ven mi pequeño!” el obediente Bruno Sebastián se sentó sobre los muslos, vio que era alzado de las caderas y Luis ponía su glande de pene humedecido de crema en la entrada del culito, con una mano sujetando el pene le iba bajando al niño, al principio con mucha dificultad el pene no entraba hasta que de a poco lo iba haciendo, “¡ah!” “¿ya?” “¡ah!” “¡ah!” exclamaba a ojos cerrados ante el sentir de la entrada del pene, abría la boca “¡ah!” “¿ya?” sintiendo que el pene entraba, “¡estate quieto Brunito!” “¡ya casi!” “¡ya casi!”, el niño exclamaba con gemido ante el movimiento de galope que estaba experimentando, “¡ay!” “¡ay!” Luis sentía el gusto de alzarle y levantarle ahora cuyo desliz que iba con crema le iba excitando, lo alzaba y lo bajaba, empezaba a sudar de nuevo, “¡ya casi mi amor!”, “¡ya casi!” “¡ya!” “¡ya!”, segundos después de esos gemidos hubo silencio y ya no se movían, del culo de Brunito salía restos del semen que se deslizaban polos vellos del pene y testículos del iniciador, el niño se sorprendió, aunque sentía dolor, todavía fuerte, de un brusco movimiento le bajó haciendo que al bajar todo el pene entre decididamente en ese culito “¡ay!” “¡ay!” “¡ay!”, Luis emocionado lo sujetaba para no soltarlo, tenía acelerada la respiración, se cumplía su deseo tener el pene dentro de ese culito, en muchas ocasiones en su cuarto a solas lo había soñado, lo había pensado, por otro lado, pensaba que para Brunito era la primera vez recibir semen en su culito, eso complacía a Luis de sólo pensarlo, estaba muy feliz, el nene mordía los dientes, estaba temblando, sentía raro su culo, ese semen lo ponía extraño, “¡levántate despacio!” “¡despacio!” al hacerlo el pene se desprendía del culito, el pene estaba saliendo con semen y crema blanca producto de tanta penetrada de ese pene en el culito del niño precioso, Brunito con dificultad poco a poco quedaba en pie, instintivamente se llevó la manito al culito que tenía un hilillo de sangre, pasó su tembloroso dedo para minar extrañado, lentamente se acuclilló mostrándose la salida del semen, vio el pene de Luis con crema, semen y poca sangre, el nene se acostó de perfil, esta vez no había llorado tanto, “¿cómo te sientes?” en Brunito se escuchaba sus suspiros, y se notaba su mirada perdida “¡me duele un poco!” Luis le dijo “¡pero ya no como antes!” “¿verdad?” el nene asintió, se acostó detrás del niño, el golpe de respiración y su voz rozaban el oído “¡era necesario hacerlo!” “¡debes sentirte bien!” le daba besos en el pelo, “¡eres muy fuerte!”, “¡un macho!”, el niño movía su carita acomodándola sobre sus manitos que estaban sobre el suelo, “¡ya verás cómo nos vamos a divertir en la ciudad!”, “¡ven!”, “¡vamos a limpiarte!” tomados de la mano fueron al agua, le acuclillaba para limpiarle con sutileza ese precioso culito, “¡ya veo que poco te duele!” “¿correcto?” lo abrazaba al ver que el niño asentía, “¡cuando lleguemos a la ciudad vivirás en mi casa!” “¡te haré pasar como mi protegido!”, eso le decía teniéndole marcado dentro del agua, allí su pene de nuevo se ponía tieso, lo acomoda en la entrada del ano y procede a penetrarle agarrando con fuerza al niño, “¡quiero hacértelo aquí!” “¡respira hondo!” el rostro del niño era que fruncía, “¡ay!” “¡ah!” “¡ah!” “¡ay!” el pene iba entrando y los bracitos de Brunito se aferraban al cuerpo de su iniciador en el sexo, lo alzaba y baja en el agua, así parados le penetraba el pene, “¡qué rico!” “¡qué rico!” “¡mi amor!” “¡mi amor!” “¡Brunito!” “¡Brunito!”, el niño abría la boca en señal de dolor y a la vez de un tanto de placer con lo que se iba desarrollando su metamorfosis, luego se soltaron después de haber estado bien abrazados, el nene flotaba en el agua mostrando señales de incomodidad y dolor en su carita preciosa, salió del agua caminando a la orilla, se sentó a pasarse el dedo por el culito al que aún le ardía, mientras que Luis se bañaba con el latir de su pene con tantas penetradas en ese culito, Luis veía con detenimiento al niño y se confirmaba que ese rostro angelical era diferente al rustico rostro del padre, sin duda se parecía el niño más a su madre y tal vez a su verdadero padre biológico, Brunito miraba la posición, había pasado mucho tiempo allí, se acostó sobre la arena, miraba la cueva donde fue desvirgado, el culito le latía al nene que estaba acostado de pecho en la arena, tenía los brazos estirados, seguía viendo la cueva, Luis salió a paso lento de la arena, miraba las múltiples huellas de pies en la arena de la playa del río, se acostó a su lado “¿te sientes bien Brunito?”, “¿te duele allí?”, “¡un poco!”, una de las piernas de Luis se posaba sobre los glúteos del pequeño, así se la rozaba, “¿quieres seguir jugando?”, un poco inquieto con mirada de cansancio manifestaba “¡no!” “¡me duele!”, Luis quería más, le acariciaba al nene, “sólo un instante”, “¡anda!”, “¡verás que de a poco pasa mi niño precioso!”, “¡anda!”, “¡muévete!”, el nene giró ahora acostado de espaldas en la arena, “¡será rápido!”, “¡siempre soñé con tenerte así, mi amor!”, las piernitas de Brunito rodearon las caderas de Luis alzándose un poco, el culito empinado rozaba con la pelvis de su iniciador, el glande fue apuntado en el culito tratando de introducirlo en la entrada del potito, “¡así!”, “¡así!” “¡te estoy cogiendo!”, “¡este culito es mío!” “¡sólo mío!” Bruno no pudo evitar gemir fuerte y arquear su cabeza hacia atrás, con ese movimiento se notaba la penetración de ese pene en el culito, el pene de Luis que estaba duro como una roca se metió un tanto más, Brunito expulsaba gemidos prolongados que a Luis animaba más y moviendo su cadera trataba de lograr ingresar un poco más el tronco de ese hermoso pene, los bellos púbicos de Luis hicieron contacto con los voluminosos glúteos lampiños de Brunito el niño precioso, que en ese momento tenía la boca abierta y los ojos blancos de placer, Brunito gemía a cada metida que Luis con su movimiento de cadera le daba, Luis estaba en altos suspiros de placer a ojos cerrados sintiendo la tibieza de ese culo que se iba abriendo, el pene de Luis era el tamaño ideal para sentir placer de forma rápida y no esperar a que el culito se ponga rígido a ese tamaño, Brunito gemía dentro de la boca de su iniciador mientras recibía besos apasionados, estaba sintiendo mucho placer, Luis ya estaba más satisfecho, sus caderas se movían rápido punteando la entrada del culito y al sentir eso más se emocionaba de darse cuenta de como Brunito colaboraba en todo, acoplándose a ser sostenido de las caderas, Brunito se movía hacía Luis en lo encorvado que estaba para tratar de llegar a sentir más placer ante el roce del glande en su culito, eso a Luis le gustaba por la actitud del nene que balbuceaba con sus ojos en blanco y su boca abierta, le sujetaba con más fuerza, le dio de embestidas por un corto tiempo, luego se apartaron yendo al agua, al salir caminaron a la cueva a vestirse, fueron al caballo, el niño no quiso montar, Luis comprendía, iba caminando pensativo con una molestia en su culito, caminaba con cierta dificultad producto de la metida de pene en el culo, así casi al ocaso llegaron a la cabaña, para su sorpresa el hombre había salido, no se supo dónde pero el niño pensaba que fue al pueblo a emborracharse como siempre, “¡vamos a dentro a ver cómo está tu culito!” el niño se encorvó en el extremo del catre, permitió que Luis le baje el short, vio ese culito rojizo por haber sido desvirgado, el hoyito estaba bien abierto, untó crema en su dedo medio y le fue metiendo las caderas del niño se movían ante la sensación de ese intruso en el culito, “¡calma!” “¡quiero ver hasta donde llega!” “¡aguanta!” el nene gemía “¡ya casi!” “¡ya!” comprobó que lo había penetrado bien, fue sacando el dedo con sutileza, “¿Te duele Brunito?”, “¡sí, Luis… un poco!”, ya no se notaba mucha sangre aunque restos se evidenciaban por dilatación del pene en algunas venas del ano, el nene que estaba arqueada de cara al colchón no vio que Luis se bajaba la ropa poniéndose crema en el glande, “¡aguanta querido Bruno!” “¡ahí te va!” el nene alzó la cara cara al sentir que ese pene entraba en su culito, bufaba y gemía, “¡aguanta!” “¡aguanta!” cerraba los ojos concentrándose en su placer sexual, “¡ya casi!”, “¡ya casi!”, “¡te tengo!”, “¡te tengo!” le respiraba encima del pelito lacio negro sedoso, se quedó en calma acostado encima del niño, el mentón estaba sobre el pelo de Brunito “¿te gustó?” el nene movía afirmativamente la cabecita, “¡qué bueno… me alegro!” le besaba el pelo aun teniendo el pene adentro del culito, se notaban pocas gotas de semen que se quedaron dentro del culito al sacar el pene, el nene quedó quietecito, el dolor en el culo era incómodo, tomó un trapo pasándose por el pene y luego con ese mismo trapo lo pasó en el culito del nene teniendo poco restos de sangre, se pusieron la ropa y le dio el trapo diciéndole “¡lava o quémalo!” el niño obediente lo lanzó al fogón, juntos lo vieron quemarse, “¡bueno, me voy!”, al escuchar eso Bruno Sebastián le abrazó no dejándole continuar con sus pasos hacia el caballo, “¡mi papá no está!” “¡va a venir borracho!”, “¡tengo mucho miedo!”, “¡por favor!”, “¡por favor!” “¡mejor llévame ahorita!”, “¡tengo miedo!” “¡por favor!” “¡por favor!” Luis le abrazó dándole un beso en la mejilla, “¡no es posible mi bien!” “¡hoy no!” la expresión angustiada reflejada en el rostro del niño hizo que le pregunte a Luis “¿por qué no?” Luis se acuclillaba diciéndole “¡no, porque puedo tener problemas!” le acarició el pelo uniendo las frentes, “¡espera esta noche!” “¡trata de dormir tranquilo!” “¡sólo estarás aquí esta noche!”, “¡te vendré a ver mañana!” el niño le abrazó tiernamente “¿seguro que vendrás a verme?” le besó al pelo del niño diciéndole “¡sí, vendré a verte!” le seguía besando ese suave pelo lacio negro, “¿seguro que vendrás Luis?” tomándole las mejillas con las manos y viéndole fijamente a los ojos le dijo al pequeño precioso “¡seguro!” “¡te prometo que vendré!” “¡confía en mí!” “¡tenemos un secreto!” “¿verdad?” el nene asentía, Luis le decía “¡nos hemos unidos de sangre!” “¡nadie nos separará!” “¡ni tu padre!”, “¡confía en mí!” “¡mi pequeño!” acercó su rostro y sus labios para besarse apasionadamente para eso el nene rodeaba con sus bracitos en el cuello de Luis, le acompañó tomado de la mano hacia el caballo, Luis sacó del morral aquella daga “¡toma!” “¡amenázalo con esto cuando venga borracho y quiera molestarte!” “¡recuerda que ahora me perteneces!”, “¡tu cuerpo es mío!” “¡sólo mío!” “¡nunca lo olvides!” “¡sólo yo puedo tenerlo!”, “¡mañana te vengo a ver!” “¡cuando él esté presente seguro que no me negará que te lleve!”, se acercó para unir sus frentes “¡pero esta noche no te dejes tocar!”, se despidió dándole un beso apasionado, su carita mostraba lo adolorido que sentía su culito pero estaba tranquilo pues temía la esperanza de que lo sacaría de allí, en realidad el niño quería mucho a Luis y se había entregado en el sentido de la confianza, la seguridad que Luis le daba, tenía siempre presente en su memoria las cosas que recibía de regalos y sobre todo la esperanza de tener días mejores viviendo con él, aquella noche ventajosamente el padre no llegó, el niño pensaba en Luis, en la forma en cómo se le había entregado, pensaba en aquella cueva, el padre llegó en la madrugada, roncaba durmiendo hasta el mediodía en que se despertó pidiendo comida, fue en esa hora que Luis llegó, para su sorpresa Matías aquel hombre de veintisiete años, el supuesto padre de Bruno Sebastián, con placer cedió a su hijo para que se lo lleve, emocionado el niño preparó su bulto de ropa, de inmediato el niño se acercó junto a Luis, al padre del niño bonito le prometió traerlo periódicamente para que lo visitase, le dijo que le diera los papeles de identidad para matricularle en un prestigioso internado de la capital, el hombre agradeció disculpándose tal vez por alguna molestia que le cause el chico, fríamente padre e hijo se despidieron, Bruno Sebastián feliz iba montado en el caballo junto a Luis que vio la actitud del niño de no voltearse y despedirse de su padre mientras cabalgaban al frente de la cabaña, para Luis ese maravilloso lunes será siempre doblemente recordado precisamente como el día espléndido en el Bruno Sebastián cumplía sus nueve años y asimismo el día maravilloso en que se entregó dándole su culito, ya para el día martes Luis y Bruno llegarían a la capital a forjar su destino.
FIN DEL DUCENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!