METAMORFOSIS 260
Recordando los pasitos de sangre.
La tradición familiar se repetía entre padre e hijo médicos, Luis Alfonso y Luis Daniel Pérez trabajaban en varios negocios referidos a la salud, como ex senador influyente tenía a cargo múltiples actividades e inclusive de carácter internacional a los que ahora se adhería su hijo, tenía muchos clientes entre ellos figuraba Heriberto Alpizar, hijo del difunto militar y eficiente en los negocios sanitarios, allí realizaba actividades que le proporcionaban ingresos muy altos, las reuniones se daban sobre todo en ciertas fiestas donde aprovechaban el tiempo para negociar, en una de ellas acudió a la cita de negocios de prestantes industriales del país de la canela, y coincidentemente a muchos pasos detrás sin darse cuenta de aquello también llegaba su amante Lucrecia en compañía de su hermano Dagoberto que por aquel entonces ya cumplía los treinta y ocho años y su hermana Lucrecia los cuarenta y tres, las miradas se daban entre los amantes guardando discreción, pocos de los presentes sabían que tenían un hijo en común nacido hace siete años de nombre Ricardo Heriberto Alpizar, así como también una relación poco convencional, la frialdad del trato del padre al hijo era notable, pasos más allá se notaba la figura de Luis Alfonso, sus miradas de reencuentro con Dagoberto eran evidentes, Dagoberto era acompañado de su hermana y esperaba a su jefe que en instantes aparecía, se trataba de Luis Izaguirre, la mirada de Luis Alfonso era para Dagoberto, muchos años habían pasado desde aquella ocasión en esa casa abandonada del bosque, Luis Alfonso recordaba esos momentos con quien lo desvirgó haciendo de aquello un símbolo en aquella casa abandonada, él fue su iniciador, él fue quien le hizo descubrir sensaciones nuevas nunca antes percibidas. Él fue quien le hizo el amor sin temor, él fue quien lo indujo a revelarse su metamorfosis, habrían muchos amantes por su cuerpo pero Luis Alfonso reconocía que ninguno se le parecía a Dagoberto, tenía sentimientos encontrados entre tristeza y alegría por verle a los tiempos, ambos habían crecido, a distancia se veían prudentemente, Luis Alfonso fue el primero en acercarse debido a que junto a su padre debía saludar a los invitados de la recepción de negocios, en un aparte dialogaron compartiendo inquietudes y hablando de su vida, el más sonriente sin lugar a dudas era Dagoberto, mientras que un poco apartados Lucrecia hablaba de sus negocios simples con los invitados estando a cierto distancia siendo vista por su amante Heriberto el padre de su hijo, en cierta forma Lucrecia había abandonado al humilde campesino Aparicio, le había dejado su hija Amarilis haciéndole conocer que era el padre de la niña cuando en verdad el verdadero padre fue Emilio el “hombre de negro” hermano de Teodomiro e hijo del hombre obeso, Luis sabía de ese idilio y consecuentemente sabía del origen del nacimiento de Amarilis por ello Luis la entregó a su abuelo el hombre obeso, ahora Lucrecia y Luis se miraban fijamente desde hacía años que no se veían, su aspecto de avanzada edad se notaba en el rostro de la mujer que distaba de ser aquella despampanante hembra de aquellos años muy deseada por quien la miraba, seguramente allí estaba el detalle por la que su amante ya no se fijaba mucho en ella y no visitaba ese departamento con tanta frecuencia como antes Heriberto lo hacía, los visitantes se dedicaron a beber y eso hacía más dinámica la recepción, se firmaron ciertos acuerdos comerciales con representantes del gobierno, atrasado llegaba Squeo representando los intereses de Fulgencio Arichabala, lo que fue motivo para que se fortalezcan sus lazos de amistad bajo un mismo interés comercial, estaban atentos al desarrollo del comercio exterior, Luis Daniel Pérez teniendo a su hijo Luis Alfonso tenía una alianza significativa en los negocios teniendo a su lado a Luis Izaguirre junto a Dagoberto estando detrás Lucrecia y su amante Heriberto Alpizar, para Luis era muy sentido el trato de alianza pero se resignaba a llevarlo debido a que las ganancias eran muy altas si permanecía aliado a ellos, tanto es así que muchas reuniones se hacían en la estancia Pérez a la que acudían los socios, en otras ocasiones se hacían en la capital del país de la canela, estaban muy animados y se sentían bien en los primeros meses de sus altas ganancias, Squeo aportaba también con su contingente, hubo una ocasión en que se reunían en la estancia Pérez ubicada en aquel pueblo rural, todo había cambiado ante la salida de Agripina de la estancia, su hermano había tecnificado la estancia pese a sus estudios en la capital, ahora paseaba por los alrededores de la propiedad, del mismo modo Dagoberto caminaba por aquellos lugares donde le recordaba a su niñez, se sentó a suspirar en el sitio donde estaba esa gran roca que le sirvió a Wilson quien lo desvirgó allí, luego pasó por el monte palomar, dio cuenta que esa propiedad estaba arrendada, se saludó con el único ocupante y se marchó a fuerte galope, ya era hora de dejar ese caballo en la caballeriza de la estancia Pérez donde se encontraban hospedado con Heriberto Alpizar su cuñado, iba pensativo cabalgando, recordaba el cuerpo de Heriberto, recodaba la forma en cómo dormía, recordaba ese bulto que se le hacía en el pijama, sin duda que Dagoberto deseaba en silencio a su cuñado, el pequeño hijo del militar asesinado se parecía mucho a su padre, por eso Dagoberto sentía una atracción bien fuerte con el niño, sus pensamientos se diluyeron al ver a corta distancia la casa abandonada de esa montaña, se sentó a meditar, vio aquellas ruinas, se puso en pie asustado al sentir el golpe de una piedra en su hombro, miraba a todos lados, estaba inquieto, de entre las ruinas aparece la figura de Luis Alfonso, se iba acercando lentamente a donde estaba parado Dagoberto, “¡es bonito este lugar!” “¿verdad?” el sorprendido Dagoberto asintió nomás ante la pregunta, “¡fu aquí!” “¿te acuerdas?” Dagoberto movía afirmativamente la cabeza, “¡fue hace mucho tiempo!”, “¡bastante tiempo!”, tocaba de caminar por los alrededores, se rozaban las manos al caminar, su mirada cruzada de aspecto cómplice hacía que sonrieran, estaban animados a seguir viendo los alrededores, Luis Alfonso se adelantó un poco viendo esa construcción, de inmediato sintió que sus caderas las rodeaban los brazos de Dagoberto, “¡fue justo aquí!” “¿te acuerdas?” empezó a lamerle la oreja y el cuello, Luis Alfonso cerraba sus ojos, abría la boca, estaba feliz, deseaba, deseaba, giró dejándose arrimar por Dagoberto, el beso intenso que se dieron fue prolongado, Dagoberto y Luis Alfonso dejaron fluir sus pasiones, estaban en el clímax, de a poco se iban quitando la ropa cayendo al suelo “¡házmelo como aquella vez!” Dagoberto le besaba “¿Cómo la primera vez?”, Luis Alfonso le besaba “¡sí, Dagoberto, sí!”, “¡como la primera vez!”, “¡anda!” “¡házmelo!” “¡hazme sentir!” Dagoberto le besaba apasionadamente “¡ya mi cielo!” “¡ya!” “¡espera!”, “¡sí, mi amor!” le puso a abrir lo más que pudo las piernas por alrededor de las caderas, “¡ahí va mi amor!” el pene entraba por ese culo humedecido, al irle metiendo el pene en el culo el pene erecto de Luis Alfonso rozaba el ombligo de su amante iniciador, “¿sí te acuerdas de aquella vez en que te dije que te lo iba a hacer con amor?” “¿te acuerdas?” Luis Alfonso a ojos cerrados movía afirmativamente la cabeza, “¡pues así será ahora!” “¡ahí te va!” las caderas se movían “¿lo sientes mi amor?” Luis Alfonso asentía, Dagoberto bufaba de placer manifestando “¡como la primera vez!” “¡cuando eras un niño!”, “¡justo aquí que te lo rompí!”, “¡justo aquí!”, “¡justo aquí!”, “¡me diste el culo por primera vez!” “¡eras mi pequeño Luis Alfonso!” “¡aquí te lo metí y te salió sangre!” “¡mi pequeño Luis Alfonso!” “¡acuérdate que al caminar la sangre salida por tu culo se deslizaba por las piernas llegando a los talones dejando huellas en la tierra!” “¡justo aquí!” “¡justo aquí!” la mirada de Luis Alfonso era atenta en el lugar señalado, “¡aquí te entregaste a mí!”, “¡este culo es mío!”, “¡mío!” “¡sólo mío!” al decir eso más se movían las caderas, el pene hacía furor en ese culito, lo sacó haciendo que las piernas descansen en el suelo, iba deslizando con la lengua por el tórax y vientre hasta llegar al pene que lo agitaba y le deslizaba el prepucio, tenía líquido seminal pero no importaba, la necesidad era lamerlo y chuparlo con mamadas intensas, “¡delicioso!” “¡delicioso!”, el glande salía por un lado de la mejilla y así y todo lo rozaba y se lo volvía a meter en la boca con mucha intensidad, estaba muy deseoso de tenerlo así, se notaba el gusto por pasarle la lengua por los testículos, lo chupaba con dedicación y sutileza, le hacía gemir de placer, “¡ahora tú cógeme!”, “¡quiero sentir tu pene como siempre!” “¡vamos!” “¡dame por el culo!” “¡es tuyo mi amor!” emocionado Luis Alfonso lo pone en posición perrito a Dagoberto y le da pene por el culo entrando poco a poco, milímetro a milímetro, las caderas se movían armónicamente, estaba en pleno placer, el culo de quien había sido su iniciador ahora era suyo, a placer le penetraba, le tenía deseo, estaba tan bien que exhalaba con gusto teniéndole así, ese lugar, esa construcción abandonada, era testigo de la reafirmación del gusto por cogerse entre Dagoberto y Luis Alfonso, renacía ese deseo sexual y esa entrega entre ambos, quedaron abrazados besándose intensamente, sus manos recorrían los cuerpos adictos al sexo pleno, primero Dagoberto lo sostuvo piernas al hombro a Luis Alfonso dejando semen dentro de sus entrañas y luego Luis Alfonso dejaba su semen en la boca de Dagoberto, quedaban en sus cuerpos restos de tierra polvosa, se vistieron y se vio una estela de polvo que dejaban los amantes, que prometieron verse más a menudo.
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Se escuchaba pujes fuertes de voz de niño dentro de esas sábanas, y le seguían a la voz de adulto que también armonizaba con esa voz infantil, las piernas velludas estaban sobre aquellas piernas lampiñas sobresaliendo del borde de la sábana que mostraba movimientos de alzar y bajar uno de los cuerpos mientras que el otro de menor estatura estaba muy tranquilo, se deslizaba un poco la sabana mostrando el rostro del pequeño Bruno Sebastián de cara a la almohada de fina tela dejando restos de saliva y con sus manitos que estaban estiradas, mientras que se notaba la cara de Luis arqueado con su cuerpo posándose sobre el pelo del pequeño, se alzaba un poco con su cuerpo de manera que ponía bien el pene dentro del culito y así el pene se deslizaba con sutileza dentro del culito del nene, “¡así!” “¡así!” “¡me gusta cogerte!” “¡eres mío Brunito!”, “¡sólo mío… mi amor!” “¡mi amor!”, las embestidas por el culito del niño precioso se hacían constantes y el movimiento cada vez aumentaba más y más, “¡este culito me pertenece!”, “¡es mío… sólo mío!”, así le daba pene por el culo, ya habían pasado algunas semanas desde que llegaron del pueblo a la capital y desde su llegada en aquella primera noche siempre terminaban haciéndose el amor, Luis estaba como si fuese en luna de miel con el pequeño que se había convertido en su juguete sexual, el hoyito del culito se había ya normalizado para recibir pene en cantidad, Brunito sentía esa sensación de placer que le había hecho descubrir Luis, ese culito voluminoso y bien sedoso enloquecía a Luis en solo tocarle, “¡eres mío!” le decía con autoridad, las sábanas se movían más y más alzándose, la presión del pene en el culito era constante, para ese tiempo el pequeño ya estaba acostumbrado a recibir esas embestidas, era fresca aquella naciente mañana en la que al despertarse Luis le hacía el amor a Bruno Sebastián, la intensidad del movimiento de caderas se notaba mucho en el deslizamiento de las sábanas, estaba muy complacido dejándole el semen dentro del culito, así quedaron quietos, Luis estaba acostado sobre el cuerpo del pequeño cuya carita seguía sobre la sábana, sentía el latir de su culito y ese líquido muy dentro de sí, dieron vuelta viendo el techo, la mirada de Luis se fijaba en el reloj de pared, “¡ya casi es hora!” “¡vamos!” sentado estaba Bruno Sebastián con sus manitos apoyadas en el extremo de la cama donde dormía con Luis, al levantarse quedaba la mancha de semen en las sábanas, Luis miraba esa evidencia salida del culito de Bruno Sebastián, ingresaron desnudos al baño, dentro de la ducha ambos se pasaban las manos enjabonadas al cuerpo, el jabón cayó al piso y Bruno se inclinó a tomarlo en sus manitos y fue en ese instante que fue agarrado de las caderas y pegado al cuerpo de Luis que acomodaba su pene para sobarle la rajita del culo “¡aún hay tiempo para seguir jugando!” “¿verdad Brunito?” el nene desde su posición sonreía pícaramente, como quien aceptando hacer el sexo de nuevo, le clavó el pene por el culito moviendo las caderas adelante y atrás, estiró sus manitos para apoyarse en la pared estando en posición perrito, eran incansable esas penetradas y a Brunito cada día le gustaba más, se notaba el gusto por el pene de Luis que se dejaba así nomás, la ducha mojaba a eso cuerpos desnudos, “¡ven!” lo siguió hasta el inodoro donde se sentó a piernas abiertas viéndose los vellos púbicos, el niño se inclinó con su carita dejándose rozar el rostro con ese glande humedecido, “¡abre!”, “¡eso!”, “¡así!”, “¡bien!”, el pene con su glande entraba en la boquita del nene, lo humedecía con saliva, era un verdadero placer sentir esa boca cuyos labios rozaban la pared del tronco del pene, “¡ahora date vuelta!” el niño se puso en posición perrito estirando sus bracitos y con sus manitos se apoyaba en la pared mientras Luis se ponía en pie delante del inodoro y sostenía de las caderas al nene, así acomodaba el pene en la entrada del culito y lo empujaba hasta llegar bien adentro, “¡así me gusta cogerte!” el pene se deslizaba dentro del culito del nene haciéndole gemir, mordía los labios y a ojos cerrado sentía ese cada vez más deseoso placer de ser cogido por detrás, “¡me gustas!” “¡me gustas!”, “¡eres mío!” “¡sólo mío!”, le dio pene hasta el cansancio, “¡es tu ración para toda esta semana en la que no nos vamos a ver!” el nene escuchaba con el rostro fruncido, “¿vas a pensar siempre en mí?” “¿ok?” el nene asentía gusto de lo que recibía en las embestidas de pene, se metieron en la ducha y salieron para vestirse, “¡aún hay tiempo!”, las amistades y demás gente que lo conocían veían adecuado ese compromiso que había asumido Luis en ser el apoderado de ese niño huérfano de madre y de padre humilde, había tenido la aprobación de su familia y de quienes lo conocían pues su conducta siempre rayaba en filantropía, así había decidido matricularlo en el prestigioso internado de la capital regentado por clérigos, el niño estaría en el internado de lunes a viernes y pasaba con él los sábados y domingos llevándole periódicamente los fines de semana al campo a visitar a su padre, precisamente ese día era el primer lunes septembrino de 1964, Bruno Sebastián se vestía con su uniforme de parada de gala, sería su primer día de clases, iría un poco retrasado de conocimiento y de eso ya se había hablado para que lo nivelen, el niño se miraba al espejo muy orgulloso, su culo irritado y latente le recordaba del “jueguito” hecho con Luis hace poco al momento de caminar, se miraba al espejo, se reflejaba en el espejo la figura de Luis que lo besaba por detrás abrazándolo con cariño, unieron las mejillas viéndose al espejo, “¡pareces un príncipe!” “¡mi amor!” le daba muchos besos viéndose en el espejo, salieron muy formales, el niño iba con sentimientos encontrados de timidez, temor y ansiedad pero también gustoso por todo los lujos que le daba Luis a cambio de entregar su cuerpo infantil de nueve años seis meses de vida, llegarían justo a la formación, Luis le acarició el pelo y el nene obediente bajo la guía de un clérigo tomo parte de la fila donde le tocaba su grado, el destino quiso que se forme detrás de Abner Heriberto Alpizar Rodríguez de diez años de edad, fue con el niño que por vez primera hablaba en el internado en esa formación, sonrientes conversaban fluidamente, Abner Heriberto decía que su abuelo fue un gran militar que murió en combate con los subversivos, que sus padres a menudo lo dejaban en el internado pues casi siempre les tocaban de viajar, Bruno se refería a Luis como su protector y su charla en la fila era fluida hasta que un clérigo les llamó la atención, abrumado Bruno vio a Luis a la distancia, le haría falta todos estos días pero ya ansiaba que llegue el fin de semana para poder pasear, comer e ir al cine de lo que tanto le gustaba hacer, luego de la formación hubo un espacio para despedirse de Luis e ir a las aulas, “¡en verdad te vez precioso con ese uniforme!” le decía al oído estando muy orgulloso de su protegido, pese a que no deseaba tenerlo en casa todos los días para evitar sospechas y decidió mejor que todo ese tiempo estuviese en el internado, lo disfrutaría sólo los fines de semana, sin lugar a dudas que pasaba el tiempo y ambos de manera constante se extrañaban, la adicción de sus cuerpos era evidente en cada encuentro de fin de semana, mientras en el internado se mostraba a Bruno Sebastián que iba aplicando más y así iba destacándose en el aula como un aprovechado estudiante, la atención de los clérigos en el pequeño se fue haciendo notoria mostrándose su sentido de humildad, cortesía y respeto para con todos, Luis era el más orgulloso por el estado académico del niño, valió la pena haberle traído a la capital, cada vez gastaba más en ropa para verle muy guapo y jovial y ya era el centro de atención de las niñas y señoritas del sector residencial donde vivía, Luis a distancia veía el comportamiento del pequeño, sus amigos y detractores se iban mostrando, pero ante todo tenía el respaldo de los clérigos, uno en especial, Fermín, quien tenía a cargo la vigilancia de ese pabellón de los niños que se quedaban a dormir en el internado, a su cargo tenía a los niños desde los 6 a 11 años, su carácter jovial y empático hacía que le tengan confianza, ciertas noches tocaba de llevar a los niños al baño, en una de ellas Bruno Sebastián no podía dormir, a dos camas a su extremo se veía a un niño que se movía en la cama, estaba inquieto, empezó a llorar, Fermín se acercaba ante los llantos del niño para llevarlo al baño, al rato regresaba pensativo, le había hecho duchar y de pronto quedó dormido, Bruno daba cuenta de la forma adecuada que Fermín tenía para cuidar a los niños, cierta semana le tocaba quedarse a dormir en el internado al Heriberto, luego de mucha charla notaron que las luces se apagaban en señal de dormir, la oscuridad le hacía meditar a Bruno, de lejos vio a su compañero dormido profundamente, pasaron varios minutos, de pronto se siente el frio de la madrugada, se aferraba a sus sábanas viéndose sobresalir sus pies, recordaba a su madre cuando le secaba los pies después de bañarse, “los tienes igual que los de tu padre”, “¡de él heredaste su forma de andar y su sonrisa!”, sus pensamientos fueron diluidos por un leve reflejo de luz que se hacía por efecto de la abertura de la puerta del dormitorio, vio una sobra característica muy conocida que iba hacia un niño en especial que estaba acostado cerca de él, se trataba de aquel niño que semanas antes pasaba incómodo, el visitante le movía el hombro con la intención que despierte, Bruno discretamente se deslizaba la sábana para cubrirse el rostro, no deseaba que lo viese despierto pues seguramente le castigarían al otro día, escucha al visitante decir “¡despierta!” “¡vamos!”, “¡te está esperando para jugar!”, “¡vamos, despierta!”, Bruno Sebastián desliza su sabana a la altura de la nariz, ve al niño bostezando sentado en el extremo de la cama, los piecitos descalzos buscaban las pantuflas para ponérselas, sus manitos hacían círculos en sus ojos entreabiertos a la vez que emitía bostezos, el visitante puso su cuerpo delante del pequeño, fue acercándose a acariciarle el pelo, curiosamente la carita del nene rozaba a la altura de la cremallera del pantalón, el visitante acariciaba la frente y mejillas sobándole el rostro en el bulto metido en la ropa, le hizo poner en pie, iba tomado de la mano del visitante, “¡vamos en silencio!” “¡vamos!”, curiosamente Bruno Sebastián vio al visitante llevando al pequeño, vio su reloj bordeando la lectura de las tres de la madrugada, un instinto de curiosidad hizo que se levante de la cama, salió descalzo, rápidamente se deslizaba por esa poca penumbra, estaba inquieto siguiendo a ese hombre con el pequeño, entraron a una apartada habitación situada en el ala extrema del internado, “¡aquí estaremos cómodos!” “¿te acuerdas del regalo?” “¡mira!” “¡tómalo!” “¿te gusta?” “¡tal como te lo prometí por ser un buen chico!”, “¡ven!”, “¡ahora te toca!” para Bruno no era suficiente escuchar de afuera, miró por los alrededores y vio una ventanilla, ligeramente se acercó con cuidado de no ser visto, afortunadamente podía ver algo del interior por lo claro de la noche de luna llena que se daba en aquella noche del último miércoles octubrino de 1964, para sorpresa de Bruno Sebastián vio al padre Fermín que le hacía alzar los bracitos al pequeño para sacarle la camisa, luego le hacía gestos al niño indicándole con las manos para que voluntariamente se deslice el pijama mostrándose así su cuerpito desnudo, “¡bien!” “¡me gusta que hagas caso!” “¡cuando te diga para jugar no quiero que tengas mucha ropa!” “¡bien!”, “¡ahora, acércate!” Bruno Sebastián vio que el nene se acercaba al clérigo, se notaba esa desnuda piel infantil parecida al del armiño, iba caminando temeroso con sus dedos alargados en los pies, iba descalzo y caminaba pausado, “¡acércate!”, “¡no tengas miedo!” “¡ya nos conocemos!”, “¡ya te di el regalo!” “¡ahora te toca jugar conmigo!” “¡sólo jugaremos!” “¡ven, no tengas pena!”, “¡acércate más!”, “¡mira tu lindo premio!”, “¡mira!”, la mirada de Bruno Sebastián era hacia el brazo estirado de Fermín cuya mano indicaba una boleta notas que seguramente era n de altas calificaciones con un mensaje de felicitación como él las recibía también, “¡tus papás te van a querer más cuando vean eso!”, “¡por ti estarán más unidos!” “¡eso me lo debes a mí!”, la mirada de Bruno ahora era en el pequeño al que emitía una leve sonrisa de complacencia, se notaba su timidez, seguramente recordaba que eso de lo que estaba haciendo no estaba bien, sus pensamientos fueron cortados, “¡al salir de aquí lo llevas y lo guardas!” “¡verás que bien la vas a pasar con tus alegres padres este fin de semana!” “¡verás que bien estarás con ellos!”, “¡te van a querer más!”, “¡seguro que sí!”, le acariciaba las mejillas dejándose ver el rostro de seguridad con cierto autoritarismo del clérigo, “¡ahora inclínate!” Bruno Sebastián vio que las manitos del nene deslizaban la cremallera del pantalón del clérigo, hurgaba entre el calzoncillo sacando el pene erecto, lo vieron erecto, muy erecto, estaba venoso con ciertas canas, “¡eso!”, “¡ahora, hazlo como te enseñé!” la carita se acercó más teniendo las manitos tocando el pene, la nariz del nene olía el pene, se lo pasaba por los labios y también por las mejillas, abrió sus labios y se introdujo la mitad del glande, al sentir eso Fermín emitía suspiros de placer, la cabeza del niño se movía de arriba abajo haciendo que el pene se deslice por esos labios de arriba a abajo, de arriba hacia abajo, de arriba hacia abajo, “¡lo haces muy bien mi pequeño!” a ojos cerrados suspiraba con placer “¡sigue así!” “¡sigue así!”, tenía un gran a pego hacia ese nene, Bruno Sebastián se encontraba impresionado viendo que el pequeño ahora se ponía en pie siendo abrazado por el clérigo que rozaba su pene el pecho del pequeño, “¡vamos allá!”, le toma de la mano llevando hacia ese lugar donde había una tina de baño bajo esa ducha, al verle caminar de manos del clérigo se notaba esa manera afeminada de caminar con sus caderas, seguramente que desde hace mucho tiempo Fermín vio ese amaneramiento peculiar en el niño lo cual le llamaba la atención para tocarle y hacerse amigo, sentía atracción por el pequeño tanto así que en poco tiempo ya tenían mutua confianza y valiéndose de lo que el niño le decía en sus problemas familiares logra avanzar en sus intenciones hasta el punto de manipular sus sentimientos y sus acciones como ahora que a su orden se recostaba de pecho en la tina, sus bracitos y manitos se agitaban al viento al estar fuera de la tina, estaba de rodillas con sus piernitas extendidas en la base de esa gran tina de baño, la piel blanca s enmostraba ante la evidente luz de luna, Fermín se quitaba la ropa, se ponía detrás del niño, movía las caderas a manera de que el pene roce el culito del pequeño, le besaba apasionadamente el pelo, “¡qué hermoso eres!” “¡la vamos a pasar bien ahora!”, “¡vamos a ver cómo está ese culito desde la última vez que jugamos!” “¡verás que ya no molesta!” “¡sentirás rico, muy rico!” “¡aunque la última vez que nos vimos aquí ya no te dolía mucho verdad!” el nene cabizbajo movía afirmativamente la carita con rasgos de estar pensativo, muy pensativo, seguramente en lo que se imaginaba que iba a pasar a continuación, Fermín le besaba el cuello pasando por la nuca y la espalda, los bracitos y las manitos se agitaban al viento, “¡juguemos!” “¡juguemos!” se vio el rictus del niño, se entendía que el pene iba entrando en el culito, Fermín a ojos cerrados mordía los labios, “¿te duele?”, el niño respondía sólo moviendo negativamente su cabeza, se vio un impulso del cuerpo sobre el del pequeño “¿ahora?” “¿te duele?” el niño seguía negando, eso era señal de que el pene iba entrando, hasta que dijo Fermín “¡ya te tengo!” “¡ya!” “¡eres mío!” “¡sólo mío!” “¡ya ves, está adentro!” “¡buen chico!” “¡buen chico!” y empezó a mover la pelvis haciendo que el pene entre y salga en ese culito, se encorvaba ocupando la cavidad de la tina de baño grande, Bruno Sebastián no dio cuenta del movimiento de una sombra por detrás de donde estaba viendo a Fermín ahora moviéndose más sobre el pequeño haciendo que sus bracitos se agiten más al viento con sus manitos extendidas al aire, el nene gemía igual que su iniciador, “¡recuerda!” “¡aquí empezamos a jugar!” “¡fue hermosos!” “¿te acuerdas?” “¿te acuerdas?”, el nene se dejaba hacer, los movimientos de ese cuerpo sobre su cuerpito eran intensos, ya calaba bien ese pene en el ano delicioso que tenía, Fermín estaba complacido al someterle, lo cubría más con su cuerpo, se notaba el cuerpo adulto cubriendo al del pequeño, se notaba ese alzar y bajar de caderas de forma intensa, el culo de Fermín se movía por efecto a su movimiento de caderas, Bruno Sebastián escuchó un leve ruido venido de los alrededores, miraba desde su lugar con mucho cuidado, para su sorpresa no vio alma alguna, al regresar a ver dio cuenta que Fermín estaba en pie notándose el pene lleno de semen, a su lado el pequeño seguía recostado sin moverse sobre la tina de baño, Fermín observaba salir su semen del culo del pequeño, “¡ya ves!” “¡ya terminamos de jugar!” “¡ya no duele!” “¡es más, creo que ya te va gustando!” “¿no es verdad mi pequeño?”, el niño seguía acostado en esa postura que Fermín le había indicado, “¡ahora date vuelta mi pequeño!”, “¡vamos, date vuelta!” el obediente niño giró su cuerpo, sabía lo que vendría, “¡ahora te voy a ungir para que todo te vaya bien!” los ojos de Bruno Sebastián estaban llenos de sorpresa al ver que Fermín se tomaba el pene con una mano saliéndole orina que caía en el cuerpo acostado del niño, ese líquido amarillento se impregnaba en el pelito, bajaba por el cuello y parte de ese líquido se deslizaba por el pecho, el abdomen y llegaba a la pelvis, “¡con esto que te hago no tendrás problemas en tu casa con tu familia!”, “¡ya lo verás!”, el pequeño sentía el olor y la calidez de ese líquido, hubo un poco que el clérigo le lanzó en el rostro, “¡para que sigas siendo guapo!” “¡pero sobretodo que entiendas que eres mío!” “¡sólo mío!” “¡no quiero que ningún niño de aquí te toque!” “¡sólo yo puedo hacerlo!”, “¡eres mío!”, “¡sólo mío!”, así quedó un rato viendo al clérigo que agitaba su pene, “¡ven!” “¡ponte de pie!”, el niño se puso en pie mostrándose lo amarillento del líquido deslizándose por su cuerpo, se notaba sus pies de dedos alargados bien definidos por donde quedan restos de orina impregnados en es aparte de su piel, sus piernas rellenitas mostraban ese brillo del líquido, de inmediato salió agua cayendo sobre el cuerpo del pequeño, el clérigo le pasó jabón liberándose así del líquido amarillento, el niño se hizo a un lado dentro de la tina para que Fermín logre sentarse poniendo un tapón en el fondo al no ver ya más restos de ese líquido amarillo, lo sentó lentamente sobre su pelvis, aún el agua caía sobre sus cuerpos cuando el pequeño a pujos y gemidos comenzó a alzarse y bajarse, es que en ese instante el pene entraba y salía del culito del pequeño que cabalgaba sobre Fermín, los movimientos fueron largos y tensos, “¡así mi amor!”, “¡así!”, “¡así!”, el nene se lazaba y bajaba ante la mirada atenta de Bruno Sebastián que continuaba observando escondido a cierta distancia, salieron de la tina, Fermín vio su reloj, se rascó el pelo, hacía gestos de contrariedad, como que estaba nervioso, daba a entender de que debía haber hecho algo más pero el tiempo ya no le daba, le ayudó a vestirse al pequeño, luego se viste y salen presurosos del lugar, a cierta distancia Bruno Sebastián los sigue, los ve caminar despacio, de eso logra adelantarse por un atajo llegando presuroso y casi sin respiración a la habitación, afortunadamente no tenía seguro, se acostó en su cama, su sangre se heló al escuchar una voz, “¿vienes del baño?”, no le que dio otra sino contestar con un “sí” que se cortó rápido ante la repentina aparición del reflejo de la luz de luna por efecto de abrir la puerta entrando el niño solo y pensativo a acostarse en la cama, “¡mira, parece que él también viene del baño!” “¿vinieron juntos?”, Bruno Sebastián responde “¡no!”, “¡yo vengo desde el baño de mayores, él de los niños!” le dijo a su amigo con cierta autoridad y prepotencia, no se dijeron nada más y siguieron durmiendo, a corta distancia cerca de allí el clérigo se limpiaba el pene y se iba a acostar, de pronto se escucha el toque leve y suave en la puerta, se sabía la clave y de quién se trataba, sonrió aún acostado en la cama, no se preocupó por levantarse y los toques de puerta continuaba, hubo un silencio, dejó pasar cierto tiempo, continuaba sonriendo, se levantó tiempo después, iba descalzo a abrir la puerta, vio solo penumbra y leve luz de luna, cerró de inmediato, él sabía de la persona que le había tocado en la puerta, se trataba de Abner, el clérigo se preguntaba por qué no llego a la hora convenida cuando estaba con el pequeño, el clérigo deseaba haber hecho un trío, con su actitud Abner llegó al dormitorio, vio a Bruno Sebastián entre los que estaban profundamente dormidos, le llamó la atención de su postura para dormir teniendo la sábana a un costado estando abierto de piernas con sus pies descalzos expuestos, se notaba el volumen de tela por el que se amoldaba el pene, se acercó lentamente a olerlo, estaba con deseos, el no haber podido hacerlo con Fermín le angustiaba, deseaba ser penetrado, así que empezó a oler los pies apoyando su cara en el colchón justo en el extremo de la cama para tratar de olerle el culito, en realidad Abner estaba muy deseoso que lo prendan, el frío de la noche le hizo reaccionar, estaba concentrado a ojos cerrados rozando la nariz por la tela del pijama quedando el pene lampiño debajo de la tela, olía restos de orina, no vio que los ojos de Bruno Sebastián se entreabrían, se contuvo en su reacción viendo a su amigo Abner que dejaba de oler la tela levantando su carita y ahora le pasaba el dedo por la tela, luego con su nariz rozaba y ya estaba oliendo los dedos del pie, le fascinaba ver los pies de su amigo, esos dedos alargados que estaban bien formaditos, al acariciarle los pies le daba la impresión de que a su amiguito lo habían hecho con mucho amor, Abner lejos estaba de pensar de que Bruno Sebastián sabía la existencia de su verdadero padre, no era ese hombre que estaba labrando la tierra en el campo, el ambiente le daba de seguir concentrado en acariciarle los pies, de súbito a Abner se le helo la sangre al escuchar “¿qué haces?”, presurosamente se apartó, le daba recelo mirara a los ojos a su amigo que se sentó en a cama “¿vienes del baño?” el amiguito quedó en silencio, se limitó cabizbajo a mover negativamente la cabeza, se limitó a decir “¡es que…!”, “¡escuché ruidos!” Bruno estiró el brazo sonriente “¡no mientas!” “¡estabas aquí por otra cosa!” “¿no es cierto?”, Abner continuaba cabizbajo, su manito rozaba el frío metal del extremo de la cama muy cerca de los pies, esos movimientos dedos los miraba con atención, se los llevaba rozándoles en la nariz, era su tic nervioso, luego volvió a ponerla sobre el filo de la cama, Bruno estiró su mano poniéndola sobre la mano de su amiguito y empezó a rozarle, Bruno esperaba que Abner quite su mano de allí pero éste la dejó que siga rozándole, tragando saliva le dijo “¡me gusta lo que hiciste!” de pronto Abner levanta su cara mostrando extrañeza “¿te gusto?” Bruno sonriente le dijo “¡sí… me gustó mucho!” Abner no lo podía creer “¿en serio?” Bruno movía afirmativamente su cabeza diciendo “¡en serio… neta, me gustó mucho!”, se vieron a la cara sonrientes, sus semblantes cambiaron, “¿quieres verlo?” le dijo Bruno a su amiguito que respondía moviendo afirmativamente la cabeza, lentamente se acostó y deslizó su pijama “¡mira!”, maravillado Abner contemplaba ese hermoso penecito lampiño, “¡toca!” le miró y luego estiró la mano rozando el pene, mientras lo hacía el pene se iba poniendo erecto, Abner sonreía, se llevaba los dedos de la mano a la nariz para olerlos, le hizo gestos para que acercase su nariz al pene, ese roce agradaba a Bruno y de igual modo a su amiguito, “¡Abner, muéstrame el tuyo!” así lentamente se bajaba el pijama, estaba erecto y con algo de humedad en la punta del prepucio que recubría al glande, así acostado como estaba Bruno estiró su mano rozando sus dedos en el penecito de Abner, “¡es muy lindo!”, sonrieron, “¡el tuyo también es lindo!”, seguían sonriendo, continuaba rozando el pene con los dedos, se puso erecto, “¡mira!” “¡están iguales!” se acercó para que ahora la nariz de Bruno huela el pene de Abner, “¡ven, acuéstate!” se hizo a un extremo para que se acueste su amigo, de inmediato se abrazaron así acostados de perfil, la pierna la alzó sobre la cadera, el pie descalzo se deslizaba sobre esa pierna sedosa, los penes se rozaban al movimiento de las caderas de ambos, les gustaba sentirse así, se movían sin decir palabras, sus pelvis se rozaban mucho, estaban conectados, se entregaban ante ese secreto guardado, se declaraban así su atracción, la sábana se movía ante lo que las caderas se deslizaban, Bruno se dejó que Abner se acueste sobre su cuerpo, le abrazaba al sentir ese roce de penes de mejor manera, cerraban los ojos sólo para sentir sus cuerpos moviéndose sexualmente en la cama, los manoseos no se hicieron esperar, estaban desahogándose, vibraban su cuerpos manifestándose sus anhelos de sentirse bien entre sí y para ello sus tocamientos eran constantes, cerraban sus ojos mostrando su pasión infantil del momento, las manos tocaban los culitos desnudos, se rozaban las mejillas, piel a piel ardiente, piel a piel candente, sus cabellos se unían de igual modo que sus penes con sus pelvis moviéndose rítmicamente con ayuda de sus abrazos, Abner y Bruno se declaraban el gusto mutuo, Abner fue de la iniciativa tras respirar hondo exclamaba “¡dame tu culo!” “¡dámelo!” se apartaron, los dos coincidían con tener desforrados sus penes, los glandes estaban a la vista tras deslizarse el prepucio, se miraron y rieron viéndose tal coincidencia en sus penecitos lampiños, uno a otro pensaba de su amiguito que ya había experimentado el sexo, “¡dame tu culo!” le dijo Abner con seguridad, “¡dámelo!”, insistía, estaba deseoso de probar por vez primera ese culito, sentir la piel suave de ese potito, así que rápidamente el cuerpo de Bruno giró poniéndose de cara a la almohada, recordaba que así le hacía Luis Izaguirre cuando estaban en casa, el pene rozaba el culito por la rajita, iba entrando a lo que más podía ese corto pene, para Bruno era una caricia pues el pene de Luis si le hacía estragos en el culo, como pudo Abner le iba penetrando, puso su cara sobre el pelo diciéndole “¡así los viste desde la rejilla!” “¿no es cierto?”, Bruno abrió los ojos “¡era yo!” efectivamente Abner fue que hizo un ruido ante la sorpresa de ver a su amigo ubicado en la pared de la rejilla, Abner se escondió rápido, no deseaba ser visto, ahora le confesaba, los testículos estaban deslizándose por el culito, estaban pegados, desde abajo Bruno decía “¡ahora me toca a mí!” “¡dame tu culo!” “¡dámelo!” Abner se hizo a un lado, se acostó de cara a la almohada y ahora Bruno era el que metía su penecito en ese culito que lo probaba por primera vez, la cama se movía, Bruno era un niño venido del campo, tenía más vitalidad para hacer eso, así pasaron la noche los dos acostados tocándose el cuerpo, se miraban y sonreían con agrado, tras varias horas de estar despiertos salía el sol, una campana los despertaba, había tiempo para ducharse y para vestirse con el uniforme, los esperaba un regio desayuno y además la clase matutina y vespertina del día, había un espacio antes del ocaso de estar en la alberca del internado, allí desde lejos sentados se miraban la entrepierna, instintivamente al mismo tiempo se llevaban disimuladamente las manos a sus penes vestido, la sonrisa picaresca anunciaba un nuevo encuentro en esa noche y en las siguientes, había nacido una relación significativa entre ambos niños bonitos.
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En la bodega de vinos se llevaba una especie de ritual con una indumentaria que se remontaba a la época de la colonia, era una mezcla de paganismo, santería y brujería, se tomaba una calavera de un cuerpo bien cuidado, ese cuerpo pertenecía al asesino de su amado tío, el cráneo actuaba como un receptáculo, contenía vino el cual ambos bebieron, se sentaron a invocar a ciertos seres extraterrenales, el efecto del alcohol hizo que en su estado se ponga airado colérico le enrostraba a su madre el origen de su debilidad por el mismo sexo, aquella tapada debilidad todos estos años, aquella debilidad que condujo a un asesinato, le recordó con detalles aquella noche lúgubre en la que se encontraba plácidamente dormido hasta sentir en su espalda una tibia mano que lo rozaba, que se deslizaba entre la tela del pantalón de pijama y manoseaba sus tiernos glúteos, luego del sobresalto vio ese rostro familiar sonriente que le pedía silencio en gestos, estaban solos los dos en aquel cuarto, le dijo que era su noche, se acostó junto a él oliendo el característico tufo de libación, las caricias lo relajaban menguando en algo su temor, ya antes habían insinuaciones y roces pero no como ahora que se sentían piel a piel, luego el momento cumbre de aquel estado, el pene rozando e introduciéndose en el trasero ante los gritos del niño en que sólo eran escuchados por su iniciador, la nonagenaria de un grito interrumpió el dramático relato de su hijo, golpeó el bastón sobre la caja donde se encontraba el esqueleto golpeaba en varias ocasiones, ahora maldiciendo el apellido Berlingieri, la anciana profería palabras gruesas golpeando repetidamente el bastón, Matilde estaba furiosa por lo escuchado en las noticias, se hablaba de un tal militar de profesión que trabajaba con la prestante Corina Berlingieri, estaba encargado de averiguaciones sobre ciertos negocios inadecuados que afectaban a esa cada vez más influyente familia, la función de Raúl era dar seguridad a las investigaciones, el asunto era escabroso, a Raúl no le importaba los temores, a fin de cuentas estaba solo sin hijos, los había perdido a todos, Matilde sabía la identidad de aquel hombre y pidió a su hijo que lo eliminen pues atentaba contra la seguridad e interés familiar, además por haberse aliado a Corina Berlingieri y a Carlos Felipe del Olmo Peñalba, se los veía en los tabloides y en acciones de investigación, Rodolfo Buonanote salió de aquel lugar para hacer una llamada a Squeo, era el momento de actuar, con Sandra no podría contar pues estaba muy enamorada del doctor Cota, era el compañero que ella eligió, pese a ello, Fulgencio dio la orden que la eliminen a ella si se interponía en el asesinato previsto contra el doctor, éste había mancillado el honor de la familia teniendo relaciones con Fernanda y haberle engendrado un hijo llamado Mateo Fulgencio, para suerte de ella se encontraba en la ciudad luz con su actual compromiso, había dado un precioso niño, lo parió en esa ciudad, todo estaba previsto para el desenlace, días después los tabloides informaban del atentado en el se cobra la vida de Sandra pero afortunadamente ella con su cuerpo logra salvar a su amante quien responde con su revolver matando a uno de los lugartenientes de Squeo, la madre del médico decide que viaje al viejo continente, era lo mejor para ese momento, para el caso de Raúl aconteció que su atentado no dio éxito debido a que anticipadamente fueron prevenidos y así esperaron el ataque resultando asesinados toda la gente de Squeo que participó en la intentona, los tabloides quisieron maquillar aquello como una guerra de guerrillas, Fulgencio contrariado leía el diario, lo hizo bola producto de la ira y lo lanzó al tacho de basura, sólo lamentaba el resultado de enterarse del fallecimiento de Sandra quien murió por amor, descaradamente presenció el entierro dejando un ramo de rosas sobre el montículo de su tumba agradeciéndole los servicios prestados en otrora actividad de trabajo, ella fue su amante y a quien le cambió la vida, también lo fue de Squeo quien estaba junto con Fulgencio dándole la última despedida, Fulgencio vio el rostro de Squeo y con seriedad al verle movía negativamente la cabeza, quedaba pendiente Raúl y Carlos Felipe del Olmo Peñalba, el auto llegaba a la mansión Arichabala, la cara de Fulgencio se iluminó viendo la presencia de Dionisio, estaba jugando con Adrián Daniel, le hizo gestos al muchacho para que lo acompañase, pasaron por las habitaciones, al cerrar la puerta Fulgencio se sentó en el sillón, le hizo que el muchacho le quite zapatos y calcetines, el muchacho besaba los pies en señal de obediencia, levanto su cara y vio al pene salido por la cremallera, estaba flácido, “¡he tenido un día difícil!”, “¡tú lo harás fácil!”, “¡ahora!” Dionisio sonriente dejaba que el pene se deslice en la cara, besaba el pene “¡qué bien lo haces mi chiquito!”, “¡me gustas mucho!”, chupaba delicadamente el pene, “¡vírate!” Dionisio se bajó el short mostrándose el culo “¡acércate!” el culo rozaba el pene amanera de cabalgar, manoseaba sutilmente los muslos, el culo de Dionisio sentía sutilmente el deslizamiento del pene humedecido con saliva, “¡extrañaba tu culito!” “¡eso mi pequeño!” “¡así!”, “¡así!”, brincaba y brincaba lo que hacía feliz a Fulgencio, Adrián Daniel estaba sentado arrimado a un árbol esperando a su amigo; a unos pasos de allí la matrona de los Arichabala estaba buscando entre cajones, desempolvaba objetos hasta encontrar lo que buscaba, temblorosa Matilde sacaba de una caja raída por el tiempo una serie de fotografías, se podía ver que eran las fotos ordenadas en separadores que pertenecían a un niño en sus diferentes etapas, asimismo habían recortes de periódico que mencionaban de su actividad castrense, iracunda tomaba esas fotos hasta casi romperlas, se contuvo, lamentaba no haber matado en su momento a ese niño del pecado, a unos kilómetros de allí Corina leía la carta de su amigo, algo tenebroso se manifestaba en ese pequeño extracto, se decía que al ser desvirgado Jairo vio el calzoncillo de Fulgencio, era del mismo diseño con bordados del que había desenterrado en las orillas del rio que desembocaba en el lago la noche en que mataron a Patricio Berlingieri, se confirmaba aquella penosa acción, su amigo había sido testigo, Corina tenía elevada su cólera, llamó a su amigo, el plan se puso en marcha.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO EPISODIO
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