METAMORFOSIS 261
Idilios continuos.
La madre de Osman está de cuatro meses de gestación estaba ventilándose con un abanico para avivar el fuego del fogón en aquella mañana de mes octubrino de 1964, cuidaba mucho del precioso bebé engendrado por el patrón, los amantes guardaban en secreto la gestación de ese niño, Osman que había visto y escuchado ese idilio entre su madre y el patrón guardaba silencio, esperaba un hermanito, eso lo hacía feliz, rogaba a su madre para que fuese un machito como él para enseñarle a jugar con el balón, llevarle a pescar y a cazar en sus hombros, afortunadamente su hermanito sí conocería a su verdadero papá, o por lo menos así lo pensaba, la madre estaba acostada en una hamaca quedándose dormida de a poco, él estaba sentado contemplando a su madre que cabeceaba de sueño, estaba extenuado de la actividad realizada en la ramada, optó por subir y recostarse, fue a sacar un bote cilíndrico fino de la hendija de madera, estaba muy polvoriento tras varias semanas sin ver lo que adentro contenía, le gustaba leer aquellas declaraciones de Lupercio Valdés, se manoseaba el pene leyendo aquellas expresiones y detalles pormenorizados que se leían allí, de cómo Lupercio le hacía el amor a Renata y de cómo era su intención de hacerle un hijo tan pronto como tuviese la edad para parir, Osman estaba leyendo las declaraciones y confesiones de Lupercio el difunto hijo del patrón Joaquín Valdés, dejó a un lado esos papeles y se puso a pensar en el futuro, sin lugar a dudas que su futuro hermanito o hermanita heredarían parte de las tierras del patrón, en ello coincidía con las aspiraciones de su madre que por lo pronto también eran suyas, deseaba estabilidad, eso de correr de un lugar a otro y ser señalados por la gente en nada le valdría para vivir mejor, sólo el tiempo al transcurrir podrá dar respuestas a sus inquietudes, sin embrago, no se notaba mucha ambición que albergaba en su alma, sin lugar a dudas que el nacimiento de su hermanito o hermanita marcarían la permanencia, de pronto se escucha acercarse un auto por el ruido de su motor, levanta polvo antes de estacionarse que llega a la hamaca donde ella estaba acostada, el ruido del motor y el polvo la despertaron, corrió rápido a recibirle a su potentado amante terrateniente, cayó en sus brazos siendo abrazada con cuidado, estaba feliz de verle, en él también se notaba felicidad en su rostro, se inclinó tocando el vientre de la mujer que lo llevaba hacia la hamaca a sentarse, Osman bajó muy alegre de recibir al patrón, la madre ordenó que trajese fruta fresca, estaba muy feliz de que la haya visitado, le dijo que se vistiera pues los llevaría a la estancia y luego al pueblo a comer algo, feliz fueron a vestirse para la ocasión, el hombre las esperaba en el auto, se subieron y el auto partió entre polvorosa carretera de segundo orden, en el trayecto les decía que su esposa e hijo habían ido a la capital por un tratamiento muy necesario para mejorar la salud de Joaquín Lupercio, así que aprovecharían del tiempo de soledad del patrón para pasarla bien, y así fue, comieron, pasearon, se divirtieron mucho, el patrón estaba muy atento al cuidado de su empleada que le daría un hijo, él quería que fuese varón, si de ser así sería su tercer varón, aprovecharon de estar en la estancia para llevarle a su alcoba, desde fuera de la habitación Osman se apegaba a la puerta a escuchar los gemidos de su madre que seguramente estaba recibiendo pene del patrón por el culito ya que podría afectar al bebé si le daba por la vagina, le decía que era una mujer maravillosa y que tenía un cuerpo delicioso único e insuperable, así eran las lisonjas hacia la mujer para conseguir lo que ella ofrecía a cambio, se deseaban y eso era lo importante, ya contento sacaba el pene con rasgos de semen dejados en el culo de la mujer, la cual le daría un hijo, un hijo que perpetúe su sangre, pero, a veces pensaba en su mejor amigo a quien le había confiado su mujer e hijo, ahora le traicionaba de esa mala forma engendrándole un hijo y penetrando por donde su mejor amigo antes le penetraba, se refería a su mejor amigo el supuesto padre de Osman quien lo llamó para que les dé cobijo, ahora esta relación significaba mucho al saber la venida de ese ser, por su parte Fernanda la mujer de Joaquín no daba interés a la maternidad de su empleada ni se preocupaba en saber la paternidad de ese futuro nene por nacer, ella se dedicaba más al cuidado de su hijo, estaba presente siempre la figura de Luis Daniel Pérez, el verdadero padre de su hijo, así ella viajaba constantemente a la capital so pretexto de algo, de tal forma que en ocasiones mayormente llevaba a su hijo dizque por salud, pero en realidad era para que se entrevistase su tierno hijo con su verdadero padre sin que el niño se entere de la realidad de su origen de nacimiento ni la familiaridad con el nieto Daniel Nicolás Arichabala Pérez, para esa ocasión Fernanda aguardaba la presencia del doctor Pérez, sentado a su lado estaba su hijo Joaquín Lupercio, el niño nacido en mayo de 1960 salió a su encuentro, el hombre lo marcó abrazándole sentidamente y colmándole de besos en la mejilla y en la frente, verlos así le emocionaba a la mujer, a sus inocentes cuatro años y cinco meses daba cuenta de sentirse feliz al lado de aquel hombre sin saber que era su verdadero padre, los invitó a subirse al auto, el niño iba arrodillado en el asiento trasero con sus manitos pegadas al vidrio viendo el cambio de paisaje que se daba en la capital, mientras su padres se miraban con ternura entrelazando las manos, para el doctor era un inmenso placer tenerlos a su lado, el niño se hacía hermoso mientras pasaba el tiempo, llegaron al lugar convenido, el niño fue el primero en salir del auto maravillado con lo que contemplaba en su delante, todo a su alrededor era verde, corrió a las caballerizas, el doctor sacaba uno de sus más dóciles caballos y montó junto a su hijo, la madre los miraba a cierta distancia, estaban en la quinta próxima a la capital, luego se revolcaba con su hijo en la grama, le decía a la madre lo hermoso que estaba su hijo y lo bien cuidado que le tenía, ella respondía así a las atenciones que su amante le daba, más cuando el doctor le daba dinero para que lo cuide a su hijo de buen modo, el pequeño iba adquiriendo cierto aire de niño bien, se daba cierto amaneramiento al momento de correr y también se reflejaba en su voz suave, la sonrisa delataba ser hijo del ex senador, Fernanda estaba feliz a su lado, el niño quedaba jugando cerca de ellos, luego se daban la famosa escapada a estar a solas íntimamente desfogando su apasionado idilio, era la causa principal de estar allí, de pensar luego en cuanto tiempo volver a verse, pensar lo mucho que se aman, que ese niño les había devuelto la fe de estar juntos, se bañaban los tres en la alberca a discreción de los empleados, aquella ocasión el ex senador estaba muy excitado que no importaba de entre el agua sacar su pene erecto y rozarle a la vagina vestida de Fernanda mientras estaban bien abrazados, le dijo algo al oído mientras el niño nadaba a cierta distancia, los ve salir del agua, los acompaña, es llevado de las manos de sus padres, Fernanda entra con el pequeño a ducharle y cambiarle de ropa pues saldrían de viaje a la capital, el niño muy contento brincaba en la cama, Fernanda le dice que espere en la habitación, que iría a ver crema para ponerle, el niño quedó acostado en la cama, el tiempo transcurría y su madre no llegaba, tenía puesto sólo el calzoncillo, caminaba por el cuarto, decidió girar el pomo de la puerta y salir en búsqueda de su madre, algo lo detuvo en el pasillo, se escuchaban ciertos sonidos atrayentes, se acercó a una de las puertas y pegó su oído, se trataba de gemidos provenientes del interior, asombrado trata de abrir la puerta pero estaba cerrada, esa inquietud le incrementaba el deseo de saber qué estaba pasando allí adentro, hubo un leve silencio, vio una hendija en el ojo de la puerta, desde allí se podía apreciar los movimientos de esos cuerpos, el movimiento de esas pelvis uniéndose y separándose, el nene vio el cuerpo de aquel hombre amigo de su padre alzando y bajando las caderas sobre el cuerpo tendido de su madre en aquella cama que chirriaba ante los movimientos continuos de aquellos cuerpos de los amantes, el niño miraba con mucha atención esos movimientos, miraba el rostro complaciente de los amantes, luego vio que su madre se sentaba sobre los muslos del ahora cuerpos tendido del doctor Pérez, ella apoyaba sus manos en los hombros relajados de su amante quien con sus manos tomaba el pene para que ella sintiese que estaba entrando en su vagina, una vez acomodados pene y vagina empezaron a moverse de tal forma que se reflejaba el placer en los rostros de los amantes al moverse de forma repentina, a moverse continuamente, a moverse para que lo presencie el pequeño Joaquín Lupercio, ver a su madre en ese estado de excitación era algo nuevo, más aún con el amigo de su padre, ella se iba inclinando despacio hasta lograr rozar sus labios en el pecho y besarse apasionadamente, el niño todo lo miraba en detalle, se notaba que se amaban, el pequeño estaba viendo otra faceta de su madre, estaba muy inquieto, vio hacia abajo que su penecito instintivamente se ponía erecto, se metió una mano dentro del pijama sin dejar de mirar que ahora el hombre giraba sobre “¡viniste a que hagamos otro hijo!”, “¿verdad?”, las piernas ella rodeaban las caderas de su hombre “¡a eso viniste!”, “¡no lo puedes negar!”, “¿verdad que sí?”, inclinó un poco el cuerpo así el pene iba entrando, ella tenía los ojos cerrados mordiéndose los labios sintiendo ese pene que entraba todo dentro de la vagina, el latido era fuerte “¿verdad que sí?” ella respondía con un rotundo “¡sí!” cuando el pene al deslizarse le daba esa deliciosa sensación similar a aquel momento en que ese hombre tiempo atrás la desvirgó, sin duda que para Fernanda ese doctor era el hombre de su vida, a fin de cuenta fue el padre de su primogénito fallecido Daniel Eduardo, también ahora es el padre de su hijo Joaquín Lupercio y ahora estando así con ese “sí” de respuesta quería que el haga el tercer hijo, las pelvis chocaban como también rozaban los testículos en los glúteos inclinados que Fernanda los tenía, “¡de veras quieres que tener un hijo!” “¡dime!” “¡un hijo!”, ella asentía, estaba deseosa de tenerlo, “¡entonces… tengámoslo ahora!” el mete y saca se hacía evidente ante los ojos del pequeño, todo el pene adentro dejando el semen, se escucharon gemidos y luego suspiros, la mirada del pequeño se centraba en la de su madre que estaba satisfecha, “¡déjalo ahí!”, “¡no lo saques!”, “¡no lo saques!”, “¡déjalo ahí!” “¡déjalo!” esas voces altisonantes las escuchaba el niño, quedaba en su mente, en verdad que su madre se estaba entregando al amigo de su padre, tiempo después los pies de la mujer se posaban sobre el colchón, lo hacía de forma relajada, vio que el hombre alzaba la cadera sacando el pene mojada de semen que se movía como péndulo, luego de ver aquello se sacó su manito del pijama llevándosela a oler a la nariz, mientras eso hacía los amantes se ponían en pie, se abrazaba y se besaban, el pequeño miraba esos culos adultos desnudos, miraba ese desliz de las manos por el culo de su madre, lo que a él más le llamaba la atención es que su madre se dejaba hacer eso, su madre le permitía a ese hombre que esas manos pasen por su cuerpo desnudo, dijo en voz alta con sus brazos rodeando el cuello de su amante “¡sí!” “¡deseo darte otro hijo!” rieron “¡en verdad, tú y yo hacemos hijos bonitos!” sonrieron, “¡ahí está Joaquín Lupercio!” “¡nuestro hijo!” decía aquel hombre que repetía cada vez aumentando más la voz “¡nuestro hijo!” “¡nuestro hijo!” la marcaba a la mujer dejándola caer en la cama, se acostaba sobre ella y aquel hombre repetía “¡un niño bonito como nuestro hijo Joaquín Lupercio!” ahora el niño de una forma casi brutal entendía que aquel hombre en realidad era su verdadero padre, “¡tendremos un hijo tan precioso como Joaquín Lupercio!” “¡nuestro hijo Joaquín Lupercio!” a su tierna edad se sentía raro al saberse hijo de otro hombre, en parte aceptaba la idea pues aquel hombre desde que le conoció sólo le colmaba de caricias y mimos, le decía lo orgullosos que estaba de él, a su tierna edad iba entendiendo que ese hombre en realidad era su verdadero padre, ahora entendía cierto desapego por aquel hombre que creía ser su padre, para Joaquín Lupercio empezando por sus nombres le era tan raro, difícil de comprender a su tierna edad, en su inocencia sólo se daba por enterado, sus manitos tomaban el penecito vestido dentro de ese pijama, estaba observando sintiendo el manoseo, su madre besaba el cuello del amante, mientras el doctor respondía con caricias sutiles, en realidad el pequeño estaba viendo hacer el sexo entre sus verdaderos padres, ellos pedían tener otro hijo, era el momento, lo habían hecho, en su inocencia el pequeño anhelaba tener un hermanito, tras escuchar aquello él sólo deseaba que se cumpliese el deseo, se retiró pensativo a su habitación, allí esperaría a su madre, diferente a lo que se había propuesto, callaría para no importunar, en realidad tenía miedo de hablar, ver a ese médico y sentir sus manos suaves ahora sería diferente su sentir, a veces el niño tenía sentimientos encontrados de recelo y en otras ocasiones se dejaba llevar por la ternura que su verdadero padre le prodigaba, Fernanda complementaba esos mimos abrazándose los tres, el niño ya lo sentía, tenía además un gran apego al que sería su sobrino Daniel Nicolás Arichabala Pérez, con el tiempo siguen los encuentros entre Fernanda y Luis Daniel Pérez en la capital llevando al niño con pretexto de salud.
*******
Dagoberto estaba arrimado a la ventana de su habitación, su madre y hermana salieron de viaje al interior, estaban emocionadas por la propuesta de negocios en la que participaba su compañero sentimental Heriberto Alpizar, se habían dado una oportunidad para continuar su relación a fin de cuentas que tenían un hijo en común Ricardo Heriberto el nene que ahora había quedado a cargo del cuidado de su tío Dagoberto, precisamente ahora estaba dormido en su habitación, la mañana fresca daba para aquello, ilusionado daba vueltas alrededor del cuarto, miraba constantemente por la ventana el exterior que daba a la calle, de pronto se ve caminar a una figura conocida que entraba al edificio de cuartos de arriendo, se iluminó su rostro con amplia sonrisa, era él, sí, al fin llegaba, se escuchó el toque de puerta y de inmediato le vio haciéndole ingresar, se dieron un fuerte abrazo con intención de besarle a la visita quien reaccionó con recelo de no querer hacerlo, “¡no temas!” “¡sólo está mi sobrino Ricardito!” “¡aún sigue dormido en su cuarto!” al escuchar eso se dejó abrazar y después se dejaba besar apasionadamente, “¡acompáñame!” fueron tomados de la mano y al ingresar a la habitación se lanzaron a la cama a dar vueltas sobre el colchón, Dagoberto sólo tenía puesto el calzoncillo y se notaba sobresalir su pene erecto por una manga de lo que dio cuenta Luis Alfonso tocando con su mano es aparte del cuerpo y con la otra se iba desabotonando la camisa, Dagoberto le ayudaba a desvestirse, de un impulso así acostado se quitó el calzoncillo se acostaron de perfil viéndose sus penes, se abrazaron de la cintura para sentir el desliz mutuo de esos penes erectos “¡lo afeité como pediste!” “¡lo hice para esta ocasión!” “¡y veo que tú también lo hiciste!” “¡mi amor!” “¡mi amor!”, “¡te extraño tanto!” “¡tanto!” sonrieron, “¡pero ahora estoy aquí contigo!” “¡para decirte lo mucho que te amo!” “¡te amo!” “¡te amo!” los besos que siguieron a esa declaración fueron prolongados, se aferraron de mayor fuerza en las caderas uniendo más las pelvis, al separar los labios se escuchó decir de Luis Alfonso “¡quiero sentirte!” “¡quiero que me lo metas!” “¡anda, por favor, métemelo!” “¡métemelo!” se acostó de cara a la cama “¡métemelo!” abrió con sus manos de dedos alargados aquellos glúteos aun juveniles, Dagoberto agitaba su pene erecto en cuya punta de glande se podía apreciar el líquido preseminal, “¡métemelo!” insistía diciendo “¡quiero sentirte!” con amplia sonrisa Dagoberto exclama “¡seguro que sí te lo meto!” “¡vas a ser mío!” “¡te esperaba!” “¡te voy a ser sentir!” “¡ahí te va!” el pene entraba humedecido, Luis Alfonso empezaba a sentir, Dagoberto inclinó la cara ya cuando sintió que se lo había metido todo ese tronco de carne dentro del ano y le dijo al oído “¡recuerda cuando te lo rompí por primera vez!” “¿te acuerdas de aquella vez?” “¿te acuerdas mi amor?” el hijo del ex senador Pérez asentía con la cara fruncida, Dagoberto le decía “¡te lo voy a hacer con amor!” “¡como aquella vez que me diste el culo por primera vez siendo un niño!” “¡mi pequeño niño!” “¡mi pequeño!” “¡mi pequeño!” “¡como la primera vez!”, el pene hacía estragos sensitivos en ese culo entrando y saliendo, desde aquella desvirgadas hasta ahora ese culo había probado muchos penes entre los que sobresalía el de su difunto cuñado Nicolás Arichabala, esposo de su difunta medio hermana Justin, ahora el culo de Luis Alfonso estaba disfrutando de las penetradas del pene del hombre que fue su iniciador en el sexo y quien propició con el sexo su metamorfosis mental y corporal, se escuchaba el choque de los testículos con los glúteos, los gemidos entre ambos se hacían más intensos, se escuchaban chocar acústicamente en esa habitación cerrad con seguro, “¡sigue!” “¡no pares!” la intensidad de las penetradas se hacía fuerte, estaba feliz sin duda recibiendo esas embestidas de pene de su iniciador, “¡date vuelta!” “¡quiero terminar en tu boca!” obediente giró y ahora con la cadera inclinada el grueso pene entraba en la boca de Luis Alfonso, moviendo hacia adelante y hacia atrás, “¡prueba de tu culo!” “¡prueba!” “¡prueba!”, los labios ensalivaban las paredes del tronco del pene, brillaba al verle salir y así y todo con restos del culo entraba de nuevo en esa boca cuyo glande rozaba en el paladar, el deslizamiento era notorio “¡siente que te lo meto!” “¡siente!” “¡siente mi amor!” hace una pequeña contracción lo que hace que de pronto se note el semen depositado en la boca, “¡traga!” “¡traga!” Luis Alfonso lo hizo, Dagoberto muy lentamente se acostó pecho con pecho, sonreían con respiración acelerada “¡ahora déjame probar mi semen de tu boca!” se besaron apasionadamente pasándose el semen con saliva, los dedos de Dagoberto hacían círculos en ese pelo bien cuidado de Luis Alfonso, le miraba diciendo “¡eres muy guapo mi amor!” a lo que el otro respondía “¡tú también mi amor!” “¡bien te conservas!” “¡también eres muy guapo!”, sonrieron y se dieron besos apasionados, su atención estaba en sentir sus cuerpos, sentirse con dicha de entregarse el uno al otro, “¡ahora ábrete de piernas!” “¡deseo mamarte tu pene Luis Alfonso para que me lo metas por el culo!” muy sonriente asentía alegremente, vio que la boca de su iniciado cabía en el pene dentro, la lengua la deslizaba por el tronco haciéndole suspirar, “¡extrañaba eso de ti!” “¡siempre pienso en que te tengo así!” “¡queriéndote!” “¡deseándote!” “¡amándote!” “¡mi amor!” “¡te deseo!” “¡te deseo!” al instante se veía a Dagoberto puesto en posición perrito sobre la cama “¡ahora!” “¡métemelo!” “¡hazme sentir!”, con una mano apoyada en la espalda y la otra fija en el tronco del pene hizo que el glande vaya entrando en ese bien abierto culo roto por el pene de aquel entonces en esa roca del río del pueblo a causa de la penetrada del pene del difunto Wilson ya de esto hace mucho tiempo siendo Dagoberto un niño que fue interceptado cuando regresaba a ver la ropa lavada en el río por su hermana Lucrecia y precisamente en ese instante que Aparicio desvirgaba en el río a la dulce Lucrecia, ahora el pene de Dagoberto era estirado por sus manos mientras el pene de Luis Alfonso hacía estragos en el culo de Dagoberto, estaban felices sintiendo esa fornicación, de pronto salió el semen depositándose dentro del culo, “¡rico!” “¡rico!” solo atinaba a exclamar, lentamente ese pene salía dejando dentro el semen, del ano salía un hilillo de semen que se deslizaba desde el glúteo en parte hacia el muslo de cada pierna, se notaba que por su juventud había depositado bastante semen, fue en ese instante que detrás de la puerta se escuchaba el llamado de Dagoberto por parte de su tierno sobrino Ricardo Heriberto que estaba a su cuidado, le hizo señas a Luis Alfonso en señal de silencio, Dagoberto respondió al llamado diciendo que estaba en el baño y pronto saldría a atenderlo, ingresaron a asearse en el baño y aprovecharon en manosearse sus cuerpos y acuclillados con la ducha se limpiaban el culo y lavándose la boca con pasta dental eliminando restos de semen, Luis Alfonso quedó dentro de la habitación, fue a atender a su sobrino de siete años, el niño lamentaba no haber pudo acompañar a sus padres y a su abuelita al interior del país de la canela, estaba contrariado, el tío lo notaba en el rostro de niño precioso que era su sobrino, su único sobrino vivo ya que sus otros dos sobrinos hijos de Lucrecia y el humilde campesino Aparicio fallecieron en un accidente de la moto sobre la calzada de asfalto humedecido por la lluvia, le preparó a su sobrino un batido de fresa con leche con cereal de hojuelas de maíz recién de moda en el mercado capitalino, le llevó a que se sirva en la terraza y ya dejándole solo fue al cuarto a que Luis Alfonso simule haber llegado recién, se acercaron a donde el niño estaba sirviéndose lo preparado por su tío, la reacción de Luis Alfonso fue similar de admiración que la de Luis cuando lo conoció al pequeño, lejos estaban de saber que el pequeño Ricardo Heriberto cuando tenía seis años ya había tenido su experiencia de ser sodomizado por el pene de Luis Izaguirre, al darse la mano sintieron un fuerte apego, sus miradas cordiales se cruzaban alegremente, de so dio cuenta Dagoberto que preparó más de lo mismo para comer los tres, Luis Alfonso los invitó a pasear y allí se consolida la amistad entre ellos, el niño poco a poco iba teniendo confianza, así que con el tiempo las visitas eran más periódicas en ese edificio de arriendo de cuartos llevándole obsequios al pequeño, la atención que Luis Alfonso le daba al nene era constante y eso lo notaba Dagoberto, así que se lo hizo saber a Luis Alfonso y ante aquella inquietud de Dagoberto su respuesta a cambio fue el silencio y una leve sonrisa.
*******
La noche de ese último viernes octubrino de 1964 era muy fresca, se notaba en el ambiente, tenía una definida característica en humedad ambiental, estaba activa la luz de luna entrando por la ventana de esos cuartos, habían algunos pies sobresalidos de la sábana, en otros casos había sabanas que apenas a medias cubrían los cuerpos, parecía que todo estaba en calma, hasta que una sábana se alzaba y bajaba cubriendo el cuerpo, se abultaba alzando y bajando, luego esa misma sábana se deslizó por ese cuerpo vestido, dejó verse los pies descalzos, esos dedos bien formados y alargados, se sentó rodeando la sábana a su cintura, metió las manos dentro del pijama manoseándose el pene lampiño erecto, estaba con deseos, sin duda alguna, miró en su delante, a unas literas más allá, estaba viendo cuerpos dormidos, muchos eran de su edad, estaba pendiente, sintió debajo de sus pies que una mano le rozaba, sonrió, seguramente era él, lo comprobaba viéndole los dedos de esa mano que rozaba sus pies, esa mano salida debajo de su cama, esa mano que ahora le hacía cosquillas a uno de sus pies, “¡oye!” “¡ya!” intentaba reír pero no era adecuado pues despertaría a los nenes del bloque, “¡quieto!” “¡calma!” de pronto apareció el rostro del amiguito por debajo de la cama, se había escabullido de gran forma por el corredor de las literas hasta llegar allí, ahora estaba con su amiguito, se notaba la felicidad en su rostro por verle, vieron las telas de los pijamas mostrando puntas en aquellos penes lampiños que estaban erectos, uno de ellos dijo al otro “¡muéstramelo!” lentamente se fue deslizando el pijama mostrándose el pene bien erecto, le sacudió con la mano, “¡es lindo!” los dedos recorrían el tronco del pene “¡es muy suave!”, el otro nene le decía “¡ahora tú!” “¡muéstrame el tuyo!” sonriente se fue bajando el pijama, el pene era un poco más grueso pero estaba muy latente, lentamente el nene del pene grande se acostó sobre el otro nene de pene pequeño, un año de vida separaban a los dos nenes, de esa manera empezó a alzar y bajar las caderas al ritmo en que los penes se rozaban al contacto, debajo el nene abrazaba al que lo tenía encima, ese acto era demostración de entrega, “¡gira!” “¡dame tu potito!” “¡gira!” al girar el pequeño mostraba su espalda y su culo denudo, el amiguito vio a través de la luz de luna ese voluminoso traserito mostrado y empezó a manosearle, abrió los glúteos poniendo el tibio pene en el ano ardiente del deseo, Abner iba metiendo de a poco, mientras Brunito aguantaba a bufadas, “¡ya casi está!” “¡ya casi!” “¡espera un poco!” “¡ya casi!” “¡ya casi!” hizo un leve empujón para que el pene entrase más de esa forma en cómo lo tenía cogido, animado estaba para continuar cuando de repente le detuvo la mano de Brunito, “¡espera!”, “¡Abner, ya!”, “¡aquí no!”, “¡mejor vamos afuera!”, “¡alguien nos puede ver!” rápidamente al disimulo se pusieron los pijamas ajustándolos al cuerpo, salieron descalzos para no ocasionar sonidos que los comprometieran, para su mala suerte la puerta estaba cerrada por fuera, era de esperarse aquello, la noche bordeaba la madrugada de aquel naciente último sábado octubrino de 1964, “¡mejor vamos allá!” señalando la escalera que llevaba a una especie de cobertizo, “¡vamos!” le dijo Abner a Brunito, los dos subieron por la escaleras, desde allí se podía ver hacia abajo las literas de los niños dormidos, así, la luz de luna mostraba a esos cuerpos desnudándose sobre ese rústico y frío entablado, estaban dando vueltas sobre ese piso de madera, estaban dándose caricias y besos, “¡ahora métemelo!” “¡métemelo!” Abner con una amplia sonrisa lo ponía en posición de piernas al hombro sujetándole bien para introducirle el pene, ya estando bien adentro Brunito empezó a gemir fuerte, Abner hizo un alto para con gestos insinuarle que haga silencio, lo agarró bien de las caderas y bombeaba su pene de diez años de edad en las entrañas de su amiguito de nueve años de edad, la luz de luna definía el culito de Abner alzándose y bajándose cogiendo a su amiguito por el culo, sacaba el pene acercando su carita por le culito botando saliva, con el dedo lo lubricaba y lo volvía a meter, Brunito agarrado estaba con sus manitos en los antebrazos de su amiguito, esos dos cuerpos de niños preciosos se movían intensamente al contacto entre pene y traserito, inquieto Brunito le pregunta a Abner Heriberto “¿ya terminas?”, así, a ojos cerrados el amiguito le contesta “¡ya casi!” “¡ya casi!” “¡déjate!” “¡déjate!” “¡eres mío!” “¡mío!” “¡mío!” el pene lampiño erecto entraba y salía del culito del pequeño Brunito, un niño precioso de rostro cuyo culito se lo entregaba a Abner pese a haber prometido a Luis Izaguirre su protector que su culito le pertenecía, ahora Abner se inclinaba un poco haciéndole lo mismo al cuerpito de Brunito, así la penetración era más efectiva pese al corto tamaño del pene le hacía gemir mucho a su amiguito, Abner había aprendido muchas mañas en acciones sexuales, estaban hechos un bulto aquellos cuerpos, las piernas rodeaban las caderas del amiguito, de pronto escucharon el toque de una piedra por el techo del tragaluz que estaba encima de ellos, no dieron cuenta de ello, “¡ahora me toca a mí!” “¡pero primero debes mamarlo!” sonrieron, Abner asintió “¡entonces, ábrete de piernas!”, “¡déjame ver!” estaba allí erecto entre las piernas bien abiertas, estaba muy contento al ver a ese hermoso niño al que le ofrecía el penecito lampiño para que se lo chupe, la lengua subía desde los testículos hasta la punta del glande descubierto, Brunito gemía de gusto, a ojos cerrados recordaba que así se lo hacía Luis Izaguirre a solas en el cuarto esos maravillosos días de fin de semana, estaba contento sintiendo esos placeres, ahora Abner se pasaba a ponerse en cuatro a recibir las embestidas del penecito erecto lampiño de Brunito, “¡ahí te va!” le dijo con seguridad, “¡quieto!”, “¡quiero metértelo todo hacia adentro!” le encorvó más alzando las piernas e inclinando la columna, abrió la separación de los glúteos y una vez descubierto el ano le fue metiendo el pene, sentía la tibieza del pene entrando en el culito, las caderas se movían, se escuchaban la caída de algunas piedras, pero los nenes seguían concentrados en lo suyo, así le dio pene por el culo en varios minutos hasta que quedaron satisfechos el uno de dar y el otro de recibir, se acostaron en el frío piso viendo por el tragaluz la intensa luna llena, sonrieron tomados de la mano, pero su risa cambió al ver a lo lejos ante sus ojos infantiles aquel rostro aparecido de repente de una figura conocida, no podían creer lo que sus ojos estaban viendo, el rostro serio de aquel personaje con mirada disciplinada y recta prepotencia mostrada en sus ojos hizo que se les helara la sangre y se les erice la piel, temblaban de desconcierto, rápidamente se vistieron sin dejar de ver el tragaluz por donde habían sido espiados por ese personaje, rápidamente bajaron las escaleras y cada uno se metió entre las sábanas de sus respectivas camas, al amanecer estaban aseándose, por su lado pasó ese personaje que simplemente sonreía irónicamente, los familiares vinieron en su búsqueda, en el caso de Abner llegó su padre a retirarle mientras que a Brunito el chófer de Luis Izaguirre estaba allí para llevarlo a casa, el personaje a prudente distancia los veía partir, se podía notar su pene vestido siendo manoseado por su mano en señal de deseo, sí, de mucho deseo.
*******
La atenta Elena miraba con profunda ternura a ese hermoso bebé de tres meses de nacido, era el fruto de la entrega sexual entre Margot su amiga de infancia y de Jasmani aquel dueño de una quemada abacería, las dos mujeres contemplaban al bebé mamando de los senos voluminosos de su madre Margot, tenía unas cejas bien definidas a las de su madre aunque el mentón y aquel perfil facial había heredado de su padre, ahora ausente pues de acuerdo a Margot el padre de su hijo ahora se encontraba de negocias en el pueblo, la madre estaba feliz con su retoño, se notaba claramente en su rostro, Jasmani le había engendrado un hijo muy precioso, un varoncito que sería el hermanito de Ronald Elías que tenía cinco años por ese tiempo, la visita muy atenta le había llevado unas frutas y obsequios de pañalera, lo cual agradeció Margot con mucho afecto, se notaba la felicidad de Margot respecto a la relación amorosa con Jasmani, le dijo a su amiga que él la había llenado de luz tras la oscuridad de su vida respecto al asesinato de su esposo, el fallecido Elías, Elena seguía contemplando al pequeño cuyas manitos se aferraban a los senos de su madre, le felicitó por lo precioso de su hijo, con nostalgia le vino a la mente el recuerdo de sus hijos fallecidos, lo seca que se sentía en la soledad de no poder contar con ellos, no poder abrazarles a Melquiades, Domingo y Heriberto, éste último resultado de un idilio con el mejor amigo de su esposo Raúl siendo su mejor amigo en la milicia con quien se acostaba Elena, ahora ella se encontraba en ese lugar de su origen, regresaba a esperar su vejez y morir, estaba resignada a esa vida de soledad que en algo menguaba visitando a sus amigos, su vida era de compra y venta de artículos a más de una pequeña porción de tierra heredada, miró el reloj de pared al disimulo, era muy larga la charla que tuvo que cortarla, Margot pedía que se quede un poco más pero esta había sido la tercera vez que le hizo caso y en verdad ahora sí debía retirarse, le dijo que era lo mejor para que descanse, pero Margot insistía en que su amiga se quede un rarito más a seguir conversando, Elena resignada se sentaba en la silla junto a la cama donde su amiga estaba dándole de lactar a su pequeño, los rayos de sol se reflejaban irradiando esa casona de estancia, su luz llegaba hacia aquel cuarto en donde estaba un niño que se deslizaba el pantaloncito corto llegando a las sandalias finas de cuero compradas a gusto de su atenta madre, lentamente se fue deslizando el calzoncillo mostrándose así ese suave culito voluminoso con esas descubiertas caderas, se veía claramente a través de la luz del sol esa rajita del culo, esos muslos rellenitos de ese niño precioso, voluntariamente lo había hecho, eso a satisfacción de su padrastro que lo tomaba por detrás sentándose sobre la silla puesta allí, el pequeño de cinco años se sentó sobre la entrepierna desnuda del padrastro de sesenta y tres años, su fino culito sintió el roce suave que le daba el pene velludo muy erecto entre la rajita del potito, el padrastro manoseaba los muslos del hijastro que había tenido su primera experiencia de contacto sexual de esa manera con Osman cuando vivía allí, el glande se deslizaba por la separación de los glúteos “¡se siente bien!” “¿te gusta mucho?”, “¿verdad que sí?”, no escuchaba respuesta a sus preguntas, es que el pequeño estaba viendo el calzoncillo sobre pantaloncito corto además miraba los dedos de una mano de su padrastro que tocaba el pene tratando de ponerlo erecto, sentía las caricias en su cuello infantil y el pase de la lengua por su garganta “¡eres precioso!”, “¡precioso!”, “¡lindo!”, “¡muy lindo!”, la nariz se deslizaba por el cuello haciéndole levemente tiritar apretando las manitos sobre las manos de su padrastro que se deslizaban juntas en los muslos, “¡a ver!” “¡déjame verlo!” “¡eh!” “¡sí!” “¡está hermoso!” “¡míralo cómo se estira!” la mirada del pequeño se deba tras el cerquillo que le cubría levemente sus ojos con ese pelo lacio castaño oscuro, miraba con detenimiento lo erecto que se ponía el pene lampiño, además miraba por debajo de su entrepierna que salía el pene erecto de su padrastro, estaba lleno de venas, tenía mucho pelo, el tronco del pene se alineaba junto al tronco del pene erecto del pequeño, los dos penes estaban unidos, “¡mira cómo lo gozan moviéndose!” el niño miraba con detenimiento con algo de recelo lo que el padrastro le estaba haciendo, ahora el rostro del padrastro se posaba sobre el pelo del hijastro, estaba animado a continuar, estaba emocionado teniendo así en su delante aquel cuerpo semidesnudo del pequeño, él le acariciaba con gusto, estaba atento a cada movimiento de manos, trataba con esa acción de estimularle, para que se sienta bien cómodo con sus caricias, para que pueda ser voluntaria esa entrega, su fin era de poseerle, estaba con esa intención, abrió el culito del pequeño y puso el glande a puntera el potito, “¡tranquilito!” “¡ponte quietecito primor!”, el nene fruncía el ceño, el glande estaba entrando en el ano, las manitos se aferraban en los muslos y las uñas dejaban marcas leves en la piel del ahombre mayor, a sus cinco años el pequeño experimentaba esa metida de pene en el culito, nadie más que su padrastro se había osado en hacerlo por la cercanía de ambos y la confianza de cariño que se tenían, logró tenerlo así ganándose la confianza y brindándole la seguridad al pequeño que había quedado huérfano de padre y veía ahora en su padrastro ese amor filial, pero todo eso se ha conducido a encontrarse así ahora, en el que el pene del padrastro trataba de entrar, lo sostenía de la cintura “¡cálmate!” “¡sólo déjate!” “¡déjate!” “¡mira lo rico que se siente!” no era cierto aquello que le decía, en realidad el nene sentía cierta molestia, pujaba, de un impulso logra apartarse de su padrastro quien o toma de nuevo pero ahora sentándole en su delante para besarle constantemente, “¡vamos allá!” le decía con los labios pegados “¡allá como a ti te gusta jugar!” señalándole la cama con la mano estirada “¿quieres?” hubo un silencio como respuesta “¡vamos!” le dijo al hijastro, “¡allá jugaremos mejor!” “¡como a ti te gusta!” le marcó y en ese momento se le cayó el pantaloncito corto con las sandalias, y luego le sentó en el extremo de la cama quitándole el calzoncillo que había quedado colgado apenas entre los pies de dedos alargados, “¡ábrete mi cielo!” le hizo abrir las piernitas rellenitas, “¡que lindas las tienes primor!” “¡ábrete más!” “¡más!” con sentida emoción se maravillaba viendo abrirse al niño de piernas yendo a recostarse en el colchón, el pene erecto se notaba rígido, “¡ahora dejemos que ellos jueguen!” cerraba los ojos sintiendo placer cuando su pene se deslizaba sobre el penecito, “¡así!” “¡así!” sentía el roce que le daba su pene velludo a ese penecito lampiño más al alzar y bajar la pelvis, los testículos se deslizaban sobre el penecito “¡que rico mi amor!” cerraba los ojos con cierta pasión que se inclinaba a besarle el pelo gimiendo y exclamando “¡tu piel!”, “¡tu piel!”, bajaba ahora a lamerle y chuparle las tetillas, en eso las piernas ahora rodeaban las caderas del padrastro, el niño se turbaba de emoción, estaba sintiendo algo electrizante, los penes estaban unidos mientras el padrastro le besaba el cuello, “¡si fueras como tu madre te lo metería por ahí y te preñaría!”, sonrió luego de decirle aquello al pequeño hijastro, “¡aflójate primor!” las piernitas se volvían abrir lo más que podía el niño “¡así!” “¡así!” le miraba sonriente al pequeño al moverse, “¡ahora voy a hacer lo que te gusta!” la nariz olía el penecito, luego la lengua se deslizaba por el pene cito y los testículos lampiños, la cara del padrastro se deslizaba con sus mejillas sobre el penecito y los testículos, empezó a meterse el necito en la boca mientras lo hacía trataba de mirar el rostro del pequeño en el que se le dibujaba cierta sensación de gusto, pero una exclamación de gusto no le permitió continuar con el sexo bucal, una voz de mujer en tono autoritario lleno de sorpresa mencionaba el nombre del padrastro del niño, esa mujer no podía creer lo que estaba viendo, un niño abierto de piernas semidesnudo siendo sometido por un adulto mayor, más aun tratándose de su hijastro, el hombre sorprendido se puso en pie, el niño bajó sus piernas tocando el suelo con sus pies descalzos rozando los dedos alargados, la mujer sorprendida miraba ese penecito brilloso de saliva que instintivamente por vergüenza era cubierto con sus manitos, ella le hizo de inmediato un gesto al niño para que se acerque, el pequeño pensativo y cabizbajo se acercó, le tenía mucha confianza a ella, se dejó poner la ropa y ajustar las sandalias y sin decir palabra alguna fue sacado de ese lugar tomado de la mano, ella lo miraba con desprecio mientras él estático no articulaba palabra ni acción alguna, temeroso de lo que podía pasar se acercó a ella una vez puesta su ropa, el niño miraba el diálogo sostenido, ella no quería saber nada de él, le decía lo decepcionada que estaba de él, el padrastro trataba de acercarse a hablarle pero ella de súbito lo dejó con la palabra en la boca llevándose al niño lo más lejos posible, estando a solas con el niño le preguntaba detalles, cabizbajo respondía a las preguntas que le hacían, tenía los ojos mojados de lágrimas, lamentaba lo que había visto, no podía permitir que ese hombre continuase viendo al niño, pero al hacerlo se metería en problemas, a fin de cuentas fue circunstancial lo que vio en su salida de la estancia, nunca se imaginó ver tan deplorable escena, el padrastro haciendo sexo oral en el pene del hijastro, era una situación muy comprometida para ella, recordó que hace poco su amiga de la infancia estaba feliz con aquella relación que no se imaginaba qué tipo de compañero sentimental le había engendrado un hijo, todavía un hijo en la madre del niño al que le hacía sexo, estaba pálida ya que no salía del asombro, el niño se sentó pensativo, tenía miedo, empezó a llorar pues había escuchado que la mujer le iba a contar a la esposa lo que hacía con el hijastro busca que al declarar lo castigue la justicia, el niño pese a lo hecho apreciaba a su padrastro, a fin de cuenta lo trataba muy bien y era motivo de su alegría, temeroso sentado en una silla de comedor el nene exclamaba con temor “¡no le cuente a mi mami!” “¡no lo haga!” “¡no!” lloraba con pesar, la mujer le pasó la mano por el pelo buscando los ojos del niño a medio cubiertos por el flequillo de pelo lacio, alzó la cara mirándole “¡no lo haga!” “¡tengo miedo que mi mamá me pegue!”, “¡no lo haga!”, “¡no lo haga!”, la mujer lo llevaba a su cuerpo abrazándole y besándole el pelo y así de esa manera sin decir palabra le calmaba, le tomó la carita con sus manos, le sonrió en seña de aprobación, “¡vamos para que veas a tu mamita y a tu hermanito!” “¡ven!” “¡vamos!” el nene se dejó llevar de la mano de aquella mujer, mientras tanto de lejos aquel hombre preocupado miraba entrar en el cuarto de su compañera sentimental al niño con la visita, tiempo después la mujer toma el rumbo de salida en dirección al pueblo, iba pensativa de lo que había observado, nunca se imaginó que ese hombre fuese así, le compadecía a su amiga, al rato cautelosamente el hombre pasaba por la cercanía del cuarto en donde estaba el pequeño de cinco años acostado y dormido con su madre y el pequeño hermanito también dormido en la cuna, ella le vio pasar y le llamó, al escuchar el llamado se le heló la sangre, regresó unos pasos a verle de frente a os ojos, vio con tranquilidad que de los labios de su mujer salía una amplia sonrisa, vio que le acariciaba el pelo a su hijo y lo había hecho dormir, le pidió que entrase, “¡míralos!” “¡están dormidos!”, ella acariciaba el rostro de su hijo mayor Elías pasándole la mano por el pelo sedoso, con mucha ternura de madre acariciaba a su primogénito Elías, ese hijo que le hizo pasar como suyo al difunto Elías pero que en realidad era hijo del primo, ella le decía a su actual esposo con tono considerado y pausado “¿llegaste recién del pueblo?” “¡no te oí llegar!” al ver el rostro sereno de la mujer y al escuchar esa pregunta con un tono de voz agradable le hizo sentir tranquilidad, seguramente la amiga no le contó lo que vio, buen punto, pensaba que su esposa aún no sabía la verdad, dejaron al pequeño dormido en la cama y juntos abrazados vieron dormir plácidamente en la cuna al pequeño Jonathan Jasmani, ella estaba muy emocionada aferrada al abrazo de su compañero sentimental, de esa forma ya muy emocionada decía “¡es hermoso nuestro hijo!” pegaban sus mejillas tibias de emoción “¿verdad que sí?” cabizbajo el hombre asentía, ella seguía apegando sus mejillas a las de su compañero sentimental, “¡quisiera tener otro hijo tuyo!” lentamente movían sus mejillas unidas a sus rostros, “¡pero esta vez quiero que tengamos una niña!” dijo la orgullosa madre “¡sin duda hacemos hijos hermosos!” el hombre aún estaba temeroso y se dejó llevar de las caricias insinuantes de su compañera sentimental, de reojo miraba a su hijastro acostado con las piernas abiertas y sus pies descalzos, trataba de mirar aquel penecito por la manga del calzoncillo que llevaba puesto, quería ver ese penecito que estaba ensalivado, sus temores bajaron un poco a{un se preguntaba por qué esa mujer no lo había hecho, tras largos minutos de reflexión encontró quizás el motivo, desde ahora él pensará cómo salir de ese problema, pese a todo está su deseo de seguir tocando a su hijastro, le atraía por ser un niño muy bonito y tener un cuerpo cautivante que a cualquiera enamora, pero estaba ese inconveniente por lo que ya pensaba en cómo solucionarlo y hacerlo en qué momento preciso, ante eso, corría el tiempo.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO PRIMER EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!