METAMORFOSIS 264
Réplica.
Había pasado un mes de aquel infausto hecho, era mediados del mes de mayo del 1965, las investigaciones no daban luz a las inquietudes y preguntas que los tabloides formulaban junto con las autoridades, para el gobierno de turno este hecho mermaba la popularidad, la policía y ejército estaban siendo vinculados en las pesquisas pero nada de dar resultados que lleve a los autores, cómplices y encubridores, abrazada de su hijo el doctor Cota la mujer subía las gradas de escaleras que la llevaría a sentarse en el avión, le toma del brazo subiendo erguida, sonriente y altiva, el pelo se movía al viento, miraba a su hijo con ternura “¡madre, creo que ya nada tenemos que hacer en este país de la canela!”, ella asintió con seguridad y entraron a sentarse dentro del avión, por la ventanilla vieron la ciudad contrastada la visual con nubes, “¡aquí tengo el sólo recuerdo de haber encontrado el amor!” respiraba hondo al decir “¡el haber tenido un hijo!” “¡un hijo!” con las manos de ella se aferró a las manos de su hijo palmeándole el brazo, “¡tranquilo hijo!” “¡muy pronto lo verás!” “¡Te lo he prometido y cumpliré!”, el sorprendido médico miró el rostro altivo de su madre que miraba al frente sin verle al rostro a su hijo, “¡hablé hace poco con ella!”, le dijo con seguridad, “¡lo estará pensando!” le miró a los ojos, “¡entiende que ella ahora tiene un nuevo compromiso…!” le cortó la expresión expresando “¡y un hijo de él!”, ella le miraba “¡sí, hijo!” el hombre movía negativamente el rostro poniéndose cabizbajo “¡un hijo… de él!” tragó saliva y recostó su cabeza en el alto del asiento de avión, el medio exclamaba viendo el rostro de su madre “¡ese hubiese sido nuestro segundo hijo!” “¡el hermano de nuestro hijo… mi segundo varón!”, le miró con ternura “¿aún la quieres, hijo?”, el hombre sonrió de forma irónica poniéndose su piel rojiza como demostrar ser descubierto exclamando “¡más que a mi vida, madre!” se reclinó en su asiento suspirando ahora con la visual en el techo del avión cuyos motores se escuchaban en su apogeo de movimiento y sonido considerable, la madre puso su cara en el pecho de su hijo, “¡has sufrido mucho por ese amor!” el hijo besaba el pelo de su madre, “¡sí, madre, aún la amo!” hizo puños la mano “¡sí me hubiese dicho a tiempo que esperaba un hijo mío… la hubiese llevado al fin del mundo para que no le hicieran daño!” hizo más puños “¡pero decidió continuar con su difunto esposo!”, “¡la amo y no puedo olvidar!” “¡más aún que existe un hijo hecho de los dos con amor!” la madre le vio a los ojos “¡sí, madre!”, “¡lo hicimos con amor!”, “¡lo sentía en sus entregas!” “¡ella aún me ama!” “¡sé que me ama!” “¡lo sé!” “¡lo sé!” al oír esa desesperada declaración de su hijo Corina sonrió al escucharle decir, “¡por eso es lindo!”, sacó de su billetera la foto de Mateo Fulgencio, madre e hijo observaban esa foto de aquel niño bonito nacido en abril de 1958, Corina sonreía “¡es verdad, es mi hijo!”, la madre le consuela acariciándole el pelo y las mejillas “¡sí, Patricio!” “¡es tu hijo!” “¡es mi nieto!”, le miraron fijamente el rostro sonriente que el precioso niño tenía así vestido de marinerito “¡se parece mucho a tu difunto tío Patricio!” el hombre suspiraba, “¡es un Berlingieri!” “¡sin duda!”, le daba repetidos besos a la fotografía de ese precioso niño, “¡no cabe duda que ella mientras gestaba al niño pensaba mucho en tí!” “¡sino no tuviese tu rostro en parte!” “¡mira que mientras crece más se parece a tì y a mi!” “¡es un Berlingieri como yo!” “¡como tu sangre y ascendencia!”, “¡por eso deseo verle!” “¡deseo… acariciarle, mimarle, abrazarle!” “¡sentirlo mi nieto mientras lo acaricio!” su respiración aceleraba de gusto al recordarle al pequeño Fulgencio Mateo “¡ya lo tuve una par de veces cuando lo conocí!” “¡es muy precioso!” “¡blanco como su estire!” “¡sonríe igual que tú!” “¡mi precioso!”, de repente, al acercarse la aeromoza guardó la fotografía, pidió un gin-tonic, al probarlo decía “¡a ella le gusta mucho este trago!”, sonrieron, la aeromoza no estaba enterada de a quien se referían, al irse hizo una venia invitándoles a disfrutar de la bebida y pasapalos puestos a su disposición, hizo un suspiro saliendo de sus labios el nombre de su precioso hijo: Mateo Fulgencio, paradójicamente el niño llevaba el nombre y apellido de su enemigo personal que ahora estaba fallecido, se escuchaba por los altoparlantes la ruta de viaje de parada hacia la ciudad luz.
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Raúl había conocido a Flor en uno de los cabarets que frecuentaba, de inmediato hubo química entre ellos, aunque se marcaba una evidente diferencia de edades había cierta química entre ellos, él se había separado de su compañera sentimental, habían quedado como amigos, desde que descubrió la presencia de Flor todo era maravilloso, le llegaba el sentido de la necesidad, cada día la relación era muy estable y fortalecida por los tratos, se complementaban, a veces lamentaba no verla por unos días debido a sus “viajes de negocios” “de canto y baile” él la conoció así y se resignaba al hecho de no tenerla muy seguido con frecuencia, su relación fue desde que la vio en esa fiesta de navidad y en la despedida del año 1964, allí por casualidad charlaron sobre los precios de las botanas, tenía a su lado a su tierno hijo y fue un acercamiento a primera vista, el nene fue muy cordial desde el principio, paradójicamente se llama igual que el padrastro de Flor, con el tiempo conoció a la madre de Flor y a su hermano Clotario, la amistad era adecuada, muy pronto participaba de las fiestas familiares, con quien tenía un poco de apego era con Ramón el padrastro de Flor, el niño Ítalo Javier jugaba mucho, con el transcurrir del tiempo Raúl consolidaba su relación con Flor, él era el más entusiasmado, igual el niño al que marcaba, acariciaba y participaba de los juegos, Raúl se había convertido en su padre sustituto, pese a que no se hablaba de la naturaleza de origen paterno del niño, no era necesario, lo importante ahora era disfrutar de los juegos y compañía de esos dos seres que ahora eran muy importante en sus vidas, Raúl quería estar más presente con ella, deseaba acompañarle a esos “viajes de negocios” pero ella con prudencia le hacía desistir, la vida continuaba para él en cuanto tocaba de estar visitando a sus amistades, un día decidió visitar el pueblo donde conoció a Elena su exesposa, desde hace mucho tiempo no visitaba a su amiga íntima, creyó que era el momento de hacerlo, así que ese segundo fin de semana de octubre de 1965 decidió viajar a ese pueblo del interior del país de la canela, al llegar lo notaba muy cambiado desde aquella última vez que estuvo con sus dos tiernos hijos Melquiades y Domingo, para ese entonces ya se notaba cierto descontento con Elena, tenía una particularidad de inconformidad y desapego a ese lugar, al pasar el tiempo e pueblo tuvo sus adelantos, se invirtió en la agroindustria y muchos inversionistas apostaban al desarrollo del lugar, entre ellos fue el difunto don Elías, ahora Raúl tenía esa necesidad de dialogar con sus amigos cuando él conoció allí a Elena, recorrió las calles del pueblo mejorado, su aire se respiraba igual, se sirvió comida típica del lugar y así aparecían los amigos, tuvo grata tertulia con los lugareños, preguntaba por la vida de su amiga, hubo un silencio, le contaron lo sucedido, de la horrible desgracia por la que estaba pasando, decidió visitarle, a prudente distancia de pueblo se encontraba la estancia de su amiga, llegó al portón y un criado salió a su encuentro, Raúl pidió entrevistarse con la dueña, el criado dijo que había salido a recorrer la propiedad, por discreción decidió alejarse, se dijo que en algún momento la volvería a visitar, en camino al pueblo vio algunos niños que iban en dirección al río, les acompañó, ese lugar le atraía en sus recuerdos, el paisaje no había cambiado, estaba muy inquieto con no haber podido conversar con su íntima amiga, esperaba hacerlo al día siguiente antes de regresar a la capital, en su mente se dibujaba el rostro de Flor, empezaba a extrañarle, decidió darse un baño, de pronto a cierta distancia vio a alguien muy familiar, Raúl discretamente se escondía entre las rocas del río, la miró al pasar, iba con un hombre que le daba indicaciones, se pararon en la orilla viendo los alrededores, luego continuaron por aquel sendero, Raúl estaba sorprendido de verla ya que no la había visto desde hace tiempo en que se separaron, aun presentaba belleza, de pronto que se acerca una mujer montada a caballo, estaba muy inquieta, seguramente perseguía a la pareja que antes Raúl había visto, vio que portaba un rifle, vio el rostro desafiante de la mujer, al rato pasaba por el pueblo, sus recuerdos venían a su mente, de pronto la vio pasar, ahora iba sola, vio la fachada, sin lugar a dudas que se trataba de su ex esposa Elena, era el momento de partir, se alejaba del pueblo con aquel pendiente de en algún momento regresar para conversar con su amiga íntima, de pronto frena el vehículo de una forma intensa, los pasajeros se levantan ante la incertidumbre, Raúl era uno de ellos, vio por la ventana de su lado a una mujer que cabalgaba presurosa adentrándose en la espesura, había cruzado milagrosamente la carretera sin que el bus la chocase, del otro lado se encontraba un jinete que rodeaba el bus detenido para seguir a la mujer, los ojos de Raúl vieron adentrarse a ese jinete, la misteriosa mujer galopaba con intensidad, para ella era el momento de correr lo más rápido posible, había fallado en su cometido, debía escapar, lo estaba logrando, no veía a su perseguidor, se adentraba en la montaña, decidió permanecer allí la noche, a su lado estaba su caballo, también portaba su rifle, aquel que horas atrás había disparado en la cabeza a la persona equivocada, estaba contrariada, sacó del morral una cajetilla de cigarrillos, empezó a fumar pensativa, se preguntaba qué haría mañana, ese jinete la había descubierto, ella se lamentaba haber fallado, el tiro era para él, a gran distancia de allí el jinete regresaba al pueblo, estaba contrariado de no haber podido atrapara a quien había atentado sobre la vida de su mujer, unos peones lograron interceptarle, le dieron la mala noticia, brioso salió a galope, estaba muy triste, había perdido a su esposa, la madre de su tierno hijo, no descansaría hasta encontrarle y hacerle pagar por todo lo que habría hecho, al llegar a la estancia un grupo de damas entre ellas se encontraba Elena quien ayudaba para las pompas fúnebres, sin pensarlo mucho se dejó llevar de los abrazos de Elena a los que correspondían de adecuada forma, estuvieron juntos en todo momento y eso dio de qué hablar con el lumpen, al pasar las semanas se los veía juntos en una relación muy significativa, estaban apoyándose el uno al otro, la barriga iba en crecimiento, los murmullos de la gente hacían pensar lo peor, se opinaba que tal vez a Margot la hicieron a un lado para quedarse con todo pues a fin de cuentas Jasmani quedaba como heredero de cierta parte de las tierras de Margot, otra parte se repartieron con los familiares a quienes Jasmani compró tierras con asesoría de Elena, así, con el tiempo, para ambos se iniciaba una nueva vida, sin embargo no estaban juntos pues Elena continuaba en su casa propia del pueblo propiedad de sus padres y Jasmani vivía en la estancia que ahora le pertenecía, a cierta distancia del lugar una pensativa mujer tomaba el bus en las afueras del pueblo, pasaba de incógnita, llevaba forrado el fusil con un cuero de color atrayente y vistoso, se sentó junto a un niño, el viaje sería largo, hacia la capital, por esos caminos tortuosos, la vista del niño se concentraba en aquella vistosa correa, se notaba las inscripciones, tiempo después el niño era tomado de la mano de su madre, se bajaban en el pueblo cercano a vender, de eso vivían, al bajarse no dejaba de ver el rostro atento de aquella mujer y esa correa atractiva a su vista, ese detalle quedaría fijo en su mente, la mujer continuaba su viaje hacia la capital, pensaba en lo que había hecho y en lo que deberá hacer a futuro, su sed de venganza hacia aquel hombre continuaba, para ella la vida sólo tenía sentido en su venganza, ahora iría por la venganza hacia otro hombre que le significó mucho en su vida, era el momento de ajustar cuentas, sabía que vendría a la capital a un encuentro de negocios y sería el momento de vengarse, respiró hondo y empezó a pensar en aquel momento de vida en aquel lugar donde inicialmente fue feliz cuando lo conoció y que con el pasar del tiempo su relación se fue convirtiendo en un infierno, tal fue el caso de haber perdido a sus dos hijos engendrados por dos hombres, ella conocía un secreto de su esposo, de la familia, ella fue la que hizo envenenar a esos inocentes niños hijos de aquella pobre mujer que en su lecho confesaba un terrible crimen, un crimen hecho por amor y celos, aquella mujer que viajaba en ese bus contenía en su mente y en su pensar aquellos secretos que al ser divulgados cambaría el destino de muchas personas, los rayos de sol reflejaban ese brillo en aquel cinturón sinónimo de identidad de crimen y venganza.
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Los caballos levantaban polvo al galope por el sendero que daba a la orilla del río, esa tarde de mayo estaba llena de sol, mostraba el movimiento de dos jinetes llegando a la cueva que estaba casi cubierta de maleza, se apearon de los caballos dejándolos amarrados en los árboles, detrás quedaba el polvo levantado, deseaban estar en la intimidad, el uno al otro, abrieron campo por el sendero que llevaba a la cueva tupida de monte, entraron con precaución, vieron los alrededores del lugar, de a poco se fueron quitando la ropa cayendo en la fría arena del suelo, se manosearon abrazándose, deseaban ese contacto piel a piel desde hace mucho tiempo, se correspondían mutuamente a sus caricias, estaban muy felices de unir sus cuerpos, se dieron besos prolongados con lengua, se deseaban mutuamente y se notaba esa entrega apasionada, ese deseo necesitado de complacencia, ese idilio en formación, Bruno Sebastián se acostaba lentamente de cara al suelo, le seguía Luis Izaguirre encima del cuerpo, sintió que lentamente se introducía el pene por su culito, era intenso ese tipo de penetración en el ano, fruncía el rostro, ya lo deseaba todo adentro, así su cuerpo respondía ante el deseo dejándose penetrar, el pene quedó todo adentro, no lo sacaba, deseaba que sintiese que le pertenecía, allí lo dejaba dentro por unos segundos, estaba complacido de tenerlo sometido, le recordaba que él había sido el primero en su vida, le recordaba la entrega en ese lugar, ese sitio significaba mucho para su vida, estaban felices así, vivían felices en la capital, sobre todo los fines de semana cuando Brunito salía del internado y pasaban noches de sexo y placer combinadas con paseos que al niño gustaba mucho, la arena se impregnaba en sus pieles ante el movimiento de meter y sacar que le daba Luis por el culo a Bruno Sebastián, el niño estaba sometido al placer de Luis que ahora lo ponía en posición perrito, “¡eres mío!” “¡me perteneces!” “¡te deseo!” “¡mío!” “¡mío!” el pene entraba y salía por ese culo dilatado el erecto pene mostraba las venas que se pronunciaban de acuerdo al movimiento que tenía dentro de ese culito infantil, Luis se esmeraba por satisfacer con su pene ese anito de Bruno Sebastián, le daba pene por el culo con esa postura hasta el cansancio, era insaciable la forma de coger y de cogerse, “¡deseo sentirte!”, “¡deseo sentirte!” “¡eres mío!” “¡te quiero Bruno!” “¡no lo olvides!” “¡mi amor!” “¡mi amor!” “¡no lo olvides!” “¡este lindo culo es mío!” “¡yo te lo rompí!” “¡yo!” “¡yo!” “¡soy tu marido!” “¡tu marido!” “¡mi amor!” “¡mi amor!” el pene continuaba haciendo estragos en ese culo de niño bonito hasta más no poder, esas expresiones de Luis calaban en el subconsciente del pequeño Bruno Sebastián que la hacía ahora de pasivo, el color de piel cambiaba por efecto de pujes y gemidos, estaba bien prendido del pene por el culito, ese culito rosáceo producto de tanta embestida del pene, de un intenso movimiento de pelvis sobre los glúteos vino la calma, estaba muy tranquilo pasivamente cuando sintió ese fluido deslizarse por el interior de su culo, era el semen depositado por Luis en su interior, lentamente le fue metiendo y sacando lubricando más el culo, el semen se deslizaba por los muslos de las piernitas hermosas bien rellenitas de Luis, como siempre le daba besos en la nuca, la lengua se deslizaba por la espalda como a él le gusta que se lo hagan, estaba bien agarrado a su cuerpo, “¡ahora quiero sentir tu pene en mi culo, Brunito!” el niño se acuclillaba pujando tratando de sacar el semen de su culito, Luis le veía con agrado, estaba satisfecho de haber probado ese culito, el niño se sentó y encima de él se sentó Luis acomodando su culo abierto con sus manos para bajar su cadera de tal forma que le pene rosáceo lampiño de diez años pueda ingresar en el culo bien abierto de Luis, así poco a poco se iba metiendo al galope de Luis sobre la pelvis de Bruno Sebastián, iba sintiendo el gusto de penetrar de tal forma que los glúteos de Luis chocaban en su pelvis y parte de sus muslos, las manos de Luis se apoyaban rígidamente en el suelo, estaba feliz sintiendo aquello a ojos cerrados, mordía sus labios, tenía un gran apego al niño, ese lugar para ellos significaba mucho pues ahora Luis se entregaba a Bruno como lo hacía también en la cama allá en la habitación de la capital, habían formado ya una especie de vinculo de pareja, se sentía feliz recibiendo pene en esa postura, luego se encorva en posición perrito haciendo que ahora Bruno Sebastián se agarre de las caderas de Luis para empinarse y meterle el pene suave y sutilmente, se notaba el movimiento de las caderas cuya pelvis chocaba con los glúteos de Luis, así lo tuvo unos instantes “¡anda, no te detengas!” “¡sigue!” “¡sigue metiendo!” “¡sigue metiendo!” “¡ah!” “¡ah!”, con esos gemidos estaba tratando de estimular más al pequeño para que continúe con su sexo, estaba muy contento recibiendo ese hermoso lampiño pene en el culo, “¡te amo Bruno!” “¡te amo cuando me lo metes así!” “¡dame más!” “¡dame más!”, “¡ahora soy tu mujer!” “¡dame más!” “¡más!”, “¡te amo Bruno!”, “¡te amo!” el pequeño seguía metiendo y sacando el pene con un movimiento muy especial que el propio Luis le había enseñado al hacerlo en ese culito lampiño, le hacía continuar, por un rato más ese pene entraba y salía del culo de Luis hasta el cansancio, hasta que el niño fue delicadamente alejándose con el pene del cuerpo de Luis, se sentó en la arena y a piernas abiertas se miraba el rojizo pene mientras Luis se recostaba en la arena viendo el cuerpo desnudo sentado en la arena, “¡vamos a seguir allá!”, le señaló hacia donde estaba el río “¡quiero penetrarte en el agua!” “¡vamos!” vio que el nene se puso en pie teniendo en la piel de los glúteos y los muslos los restos de arena pegada junto con el semen, la arena brillosa hacia contraste con la piel rojiza de ese niño bonito, tomados de la mano salieron de la cueva, Luis lo marcaba hasta la orilla, parte de semen y arena se pegaban en los brazos, entraron al agua, se abrazaron, le marcó con más sutileza y el agua cristalina daba a vista que el pene entraba en el culo de Bruno que con sus manos se aferraba con fuerza al sentirse penetrado, su carita se apoyaba en el hombro de su iniciador, su metamorfosis evolucionaba como s esperaba en esos casos teniendo más apego y deseo por el de su mismo sexo, sin lugar a dudas Luis le había convertido en su perfecto amante, su “niño amor” que era como le decía cálidamente en aquellas noches de pasión en su cuarto capitalino debajo de las sábanas, bruno aguantaba estoicamente esas embestidas de pene, seguía aferrado abrazado a Luis, sentía ese grueso pene entrando en sus entrañas, Luis estaba feliz, sí muy feliz, se sentían en libertad, “¡nunca olvides estos momentos mi pequeño Brunito!” “¡te amo!” “¡te amo!”, se besaban, lo tenía bien sujeto a sus brazos, “¡este culito es mío!” “¡mío!” “¡sólo mío!” Bruno sentía todo el pene dentro de su culito, “¡yo te lo rompí!” “¡fui el primero!”, le besaba apasionadamente, “¡me lo diste a voluntad!” “¡entregaste tu culo a mi pene!” “¡dejaste que te lo meta como ahora!” lo besaba apasionadamente “¡por eso te amo!” “¡te amo!” volvieron a besarse, sorprendentemente el nene exclamaba aún con el pene adentro “¡yo también te amo Luis!” “¡te amo!” “¡te amo!” las embestidas fueron más seguidas, salieron del agua aun llevándole marcado al niño y lo dejó acostarse suavemente debajo de un frondoso árbol con amplia sombra sobre la arena humedecida, Luis se acomodó bien para que las piernas de Brunito se posaran sobre sus hombros ya sí lo sujetó para abrirlas un poco con el culo empinado para que el pene entre en esa posición preferida por Bruno, el pene volvía a embestir a ese culito haciéndole gemir, Bruno exclamaba “¡te amo Luis!” “¡te amo!”, “¡yo también Brunito!” “¡yo también!” se sintió que el pene entraba lo más profundo posible en las entrañas de ese niño hermoso, más se inclinaba el cuerpo de Luis sobre el pequeño, la diferencia de edades y la estatura no daba para impedir ese idilio, al contrario, de parte Luis el pequeño recibía experiencias sexuales y de todo tipo mientras que de Bruno su apoderado e iniciador se colmaba de buen gusto y necesidad de amar plenamente, sin duda, Luis había tenido muchas relaciones pero ésta de Bruno era la mejor, la más significativa, la que más nostalgia y necesidad daba de estar cerca, así como ahora compenetrado su cuerpo al del niño hermoso, estaba haciéndole el amor a un niño precioso de facciones singulares, de piel suave y tersa, de mucho colágeno que se delataba ante el sol, así a ojos cerrados y con sentimiento penetraba una y varias veces a ese niño bonito, “¡te amo Bruno!” “¡te amo!” el niño abría la boca a ojos cerrados, su aliento salía a chocarse con el pecho de su iniciador, “¡Luis!” “¡Luis!” el pequeño había a prendido a seducirle con el pasar del tiempo, mientras crecía se ponía más hermoso su cuerpo, estaban muy felices haciéndose el amor, entregándose asimismo como lo hacían en la cama de la capital, asimismo desnudos, asimismo deseosos de placer, Brunito se dejaba penetrar, lo sentía con gusto, su expresión mostraba facialmente que quería más y más y Luis lo complacía, ya no salía semen pero el pene estaba bien erecto, hizo una pausa acelerando su respiración, “¡vamos al agua!” “¡quiero prenderte mejor allá!” “¡quiero hacértelo como la primera vez!” “¡vamos!” así tomados de la mano se metieron en las cristalinas aguas, se despojaron de los restos de arena, Luis le abrazaba y le lanzaba al agua, eso al niño le gustaba, estaban contentos hasta que Luis lo marca, los brazos de Bruno Sebastián rodeaban los hombros y nuca de Luis dándose besos prolongados y muy apasionados, le descendió un poco por el tórax y sin dejar de marcarle el pene buscaba con la punta del glande ese culito, así bien sujeto el pene iba entrando en ese culito infantil, así las pieles unidas como si fuesen uno solo disfrutaban de los manjares del placer sexual, le embistió hasta cansarse, salieron a acostarse en la orilla bajo el frondoso árbol, la carita de Bruno se posa sobre la pelvis de Luis haciendo que las mejillas rocen sobre el pene velludo, los deditos alargados del niño se deslizaban sobre los muslos viendo el rostro de su iniciador brindándole una sonrisa, suspiraba a lo que Luis le miraba y le sonreía, le acariciaba el pelo humedecido lacio castaño oscuro, le pasaba la mano por la mejilla viéndole los ojos, Luis se preguntaba el por qué ese precioso niño no tenía rasgos físicos al padre siendo este pequeño tan precioso de piel blanca en contraste con la piel morena clara del padre, mientras seguía acariciándole pelo le preguntaba “¿te gustó, Brunito?” el nene alzaba la carita moviendo la cabeza afirmativamente con amplia sonrisa “¿te gusta mi pene?” el niño suspiraba “¡sí, Luis!” “¡me gusta tu pene!”, de inmediato sin perder tiempo lo acostó sobre su cuerpo pasándole la mano por los glúteos acercándose a rozar su labios para después besarse con mucha pasión, ahora la cara se posaba sobre el pecho de su protector, la respiración se expandía sobre la piel velluda de Luis Izaguirre, la mano continuaba acariciando el pelo de Bruno Sebastián, hubo un corto silencio rompiéndolo luego el pequeño, “¡Luis, tengo miedo!”, “¿de qué, mi pequeño?” “¡de que me dejes algún día!” “¡de que ya no me quieras!” “¡de que te canses de mí!”, de súbito Luis le miró al rostro expresando “¡cómo puedes pensar eso!” “¡nunca te voy a dejar!” “¡nunca!” “¡tú eres la persona que más amo en esta vida!” “¡Bruno, mi amor!” “¡te amo!” “¡te amo!”, empezaron de nuevo a besarse apasionadamente correspondiéndose a su amor, no importaba la edad para amarse, hasta ahora su relación iba muy bien, Luis se extrañaba por aquellas opiniones, le calmaba mimándole intensamente, estaba tratando por todos los medios por tranquilizarle y hacerle creer que eso no sería posible, dieron vueltas sobre el suelo arenoso afincándose sus cuerpos atrayéndose más y más, estaban muy felices con su manoseo y sus besos recurrentes, allí estaban esos dos cuerpos desnudos unidos por las pelvis haciéndose rozar los penes contrastados el uno lampiño y el otro peludo, con proporciones diferentes pero con la misma intensidad de roce que sus deseos de poseerse, unían sus frentes y rozaban sus mejillas “¡te amo Bruno!”, “¡te amo Luis!” se besaron, “¡ya no pienses en esas cosas!” le dijo a Brunito mirándole a los ojos cuando lo tenía acostado sobre su cuerpo, “¡nunca te dejaré!” “¡nunca!” le da un fuerte beso con lengua “¡lo mío es tuyo!” el rostro del niño se puso brilloso, le abrazó poniendo su carita sobre el cuello “¡te quiero Luis!” “¡te quiero!” las manos de Luis recorrían la espaldita, “¡no te voy a dejar!” “¡no!” se besaron intensamente y ya para ese momento se pusieron en pie yendo desnudos tomados de la mano hacia el agua, se dejó limpiar el culito pasándole agua, se vistieron y partieron en sus respectivos caballos hacia el monte palomar donde estaba esperándole el padre de Brunito con una apetitosa comida preparada por sus manos, luego Luis partió dejando al niño junto a su padre, le dijo que en la tarde del día siguiente lo esperaba en la estancia Buonanote para ir a la capital, pero grande fue su sorpresa al verle un par de horas después mientras cenaba con su abuelo Rodolfo Buonanote, para su sorpresa el niño estaba en la antesala esperándole, de ello habló un peón a Luis que estaba sentado en la mesa junto a una apenada Amacilia quien le contaba a Luis el deceso repentino de su hijo Nicanor y su nieto Leandro a manos de la guerrilla en una emboscada fatídica, la mujer estaba devastada y de igual forma el anciano Rodolfo Buonanote quien se recuperaba de sus dolencias de a poco para ahora recibir esa lamentable noticia, Luis los estaba consolando, para él era también un duro golpe recibir esa mala noticia, la anciana nacida en 1881 estaba dolida, la nuera se había encargado del funeral y de igual modo el anciano terrateniente, en silencio Rodolfo Buonanote sufría la pérdida de Nicanor su hijo no reconocido así como de Leandro su nieto, Luis estaba muy triste al saberlo, en su interior recordaba aquellos lugares en los que fue feliz en compañía de Leandro, sobre todo en aquel lugar del río en donde lo desvirgó, luego de tantos encuentros supo cautelosamente que Leandro era su primo ya cuando estaban en la plenitud de la juventud, de a poco se apartaron quedándose con una bonita amistad, ahora que no estaba presente pensó que le quedaba Bruno, pidió permiso para salir a ver a ese precioso niño, allí en el comedor un pensativo Rodolfo Buonanote no salía del asombro, pensar tristemente que había muerto su hijo Nicanor de cuarenta y tres años y su nieto Leandro de veintisiete años, sin duda que ese año 1965 era fatídico, en la antesala Luis se sorprendió al ver a Brunito que se apartó de la silla yendo a abrazarle, “¡Luis!” “¡Luis!” se abrazaba férreamente, “¿Qué tienes Brunito?” “¿Qué te pasa?” el niño empezó a llorar aferrado a las caderas de su iniciador, “¡él!” “¡él!”, “¿qué pasó?”, el niño constipaba, le acariciaba el pelo tratando de tranquilizarle, “¡quiso hacerlo!” “¿qué?”, le miraba a los ojos admirado “¡sí, él!” “¿qué cosa?” le seguía acariciando el pelo “¡quiso hacerlo!” le miró con seguridad a los ojos “¡quiso tocarme!” “¡quiso hacerlo a la fuerza!” “¡pero no me dejé!” “¡no me dejé!”, Luis le seguía acariciando el pelo, “¡hiciste bien en venir acá!” “¡muy bien!” le acarició el pelo, “¡mañana hablo con él!” el niño se angustiaba y de ello se mostraba en su rostro “¡espera, no!”, “¡no lo hagas!”, tembloroso le tomaba del brazo, “¡no!” “¡tengo miedo!” algo sorprendido Luis le preguntaba el por qué, “¡nos vio!” “¡él nos vio!” el rostro de Luis era una suma de sorpresa y preocupación “¡me dijo con detalles lo que hicimos en el río!” “¡ya sabe lo nuestro!” Luis se apartó del niño y empezó a dar vueltas, “¡dijo que yo le pertenecía!” “¡dijo que no debí entregarme a ti!” “¡dijo que él tenía derecho sobre mí!” Luis le abrazó consolándole, “¡me marcó y se acostó encima de mí en la cama!” Luis estaba muy preocupado, “¡quiero irme de aquí!” “¡llévame!” “¡no quiero verle!” “¡no!” “¡no!” sin decir palabra le condujo al niño a su habitación, allí le dijo que se dé un baño, fue por el bolso para dejarle en el cuarto, luego regresó a donde seguían sentados los apesadumbrados ancianos, quería compartir esa pena de la terrible pérdida, Amacilia prácticamente estaba sola en la vida, sin hijo y sin nieto, Luis la calmaba, su abuelo Rodolfo se marcaba un rictus entre impotencia y dolor, lamentaba haber perdido su hijo con Amacilia, Rodolfo Buonanote había heredado de sus antepasados Alejandro III y Vladimir Ifimovich el gusto por la paternidad en diferentes mujeres, al igual que ellos Rodolfo Buonanote tenía un gran atractivo principesco heredado de su padre y de una gran hermosura en el rostro heredada de su madre aquella doncella campesina en la cual se engendró naciendo ese precioso niño , que dejaría su belleza en los vientres de muchas mujeres preciosas dejando niñas y niños muy lindos cuya hermosura de rostro las heredarían sus descendientes, estaban atentos a lo que Luis le decía, el nieto primogénito de Rodolfo Buonanote se manifestaba de modo particular, trataba de animarles, deseaba calmarles, la plática duró un par de horas, luego fue al cuarto, allí estaba Brunito sentado junto a la ventana mirando la estrellada noche, al verle se notaba que estaba tembloroso “¡Luis!”, “¡Luis!”, se abrazaron con fuerte ternura “¿qué vamos a hacer?” “¡tengo miedo!”, “¡dijo que me quede en casa!” “¡dijo que ya no te vuelva a ver!” “¡dijo que me habías corrompido!”, “¡dijo que no va a permitir que esté contigo!” “¡no quiero quedarme con él!” “¡deseo irme contigo!” el abrazo siguió con caricias en el pelo “¡cálmate mi pequeño!” “¡cálmate!”, hubo un corto silencio en lo que se escuchaba el ruido de los animales nocturnos, miraron el bolso, le tomaba el rostro con sus manos y los dedos gordos rozaban la piel de las mejillas “¡a primera nos vamos!” el rostro de preocupación del niño cambió en una amplia sonrisa, la noche fue tensa, esperaban la llegada del padre de Bruno, pero no se dio, pues desde la entrada hubo una disposición por parte de Luis que no se permita la entrada por duelo, así a la mañana siguiente Luis se despedía llevando de acompañante a Bruno, el auto partía y desde una cierta distancia los ojos llenos de ira y desesperación miraban ese auto alejarse en la campiña del país de la canela.
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La tienda capitalina estaba algo distendida de gente exclusiva que iba a comprar, entre ellos se movían discretamente Fernanda con su hijo y ese personaje importante como lo era el verdadero padre de su hijo el doctor Luis Daniel Pérez, el nene estaba en trusa dentro de un cubículo esperando para ponerse la ropa elegida por el amigo de su madre como lo consideraba a aquel señor, que por cierto para el pequeño Joaquín Lupercio ese señor era muy amigo del que creía que era su padre, el ex senado estaba animado escogiendo la ropa mientras ya el niño estaba probándosela, lleva un par de conjuntos casuales con dibujos de Walt Disney de la época, al verle puesto el nene parecía verdaderamente un hijo de ricos, le marcaba con entusiasmo y le colmaba de besos, el niño sonreía animadamente, “¡mi pequeño!” “¡mi rey!” le decía con mimos en el rostro a su hijo, “¡te quiero mucho!”, “¡mucho!”, “¡eres mi hijo!” “¡mi hijo!” el nene reacciona con cierta seriedad, “¡sí!” “¡te ves muy bien!” le marcaba y le besaba las mejillas, estaba muy orgulloso del pequeño Joaquín Lupercio, “¡mi hijo!” “¡mi niño precioso!”, el doctor sin darse cuenta de lo que decía eran escuchadas sus emocionadas frases detrás de un armario de ropa en donde se encontraba su hijastra Agripina de treinta dos años, nacida en 1933, cabe recordar que a los tres años de vida su padre Aquiles de veintiún años (nacido en 1915) dejó a su madre Clemencia que fue la difunta la madre de su difunto hermano mayor llamado Arnulfo, sin dejarse ver la mujer recién llegada discretamente escucha la conversación, “¡me siento muy orgulloso de tí!” “¡mi pequeño!”, “¡es tiempo que lo sepas ya!” “¡yo soy tu padre!” “¡tu verdadero padre!”, “¡te quiero mucho mi hijo querido!” le daba de besos repetidos en la mejilla “¡te quiero mucho!” “¡mucho!” “¡mucho!”, “¡te quiero!”, “¡te quiero!” le miraba orgulloso “¡eres parte de mi!” la mujer no atinaba a responder se limitaba a ver a su hijo con amplia sonrisa de manera inocente, ya se acercaba junio el mes en el que cumplirá los cinco años de vida, emocionado el doctor fue por más ropa y calzado para que se lo calce, el nene emocionado se saca las sandalias y se disponía a ponerse el calzado, pero su padre le hizo sacar los calcetines, le vio los pies de forma normal muy parecidos a los suyos en diferencia con los pies planos que tenía su madre, los pies entonces los había heredado de su padre, así como su sonrisa y un dejo al caminar, a distancia prudente Agripina observaba la escena de su animado padrastro para el que en un buen tiempo cuidó la estancia, ante todo pronóstico y comentario de la plebe se hizo de compromiso con Vladimir Ifimovich quien es hijo de Rodolfo Buonanote, además es padrastro de la hija de Agripina llamada con cariño Mielicilla, cuidaba de no ser vista, sin desearlo se había enterado de algo tan fuerte, pensó en Alison la novia norteamericana de su padrastro, ¿estará enterada de aquello?, Agripina movía negativamente la cabeza con una mirada cortante, se notaba frustración, vio a la mujer cabizbaja, era del tipo de carácter que al doctor le gustaba, sí, aquellas mujeres sumisas, como muchas a las que ella había conocido más una en particular, tragó saliva fuertemente, estaba muy contrariada viendo a esa mujer que se dejaba llevar por el mandato del doctor dibujado en sus movimientos de brazos y manos, arreglaron las ropas y calzados en las bolsas yendo a la caja registradora, era muy emotivo la forma de ver las atenciones del padre a su tierno hijo sobre todo aquellas caricias emotivas, le salió lagrimas a Agripina, eran de rabia pues esa escena nunca vio en su medio hermano Luis Alfonso por parte del doctor ex senador, más bien era indiferencia y el único pecado haber sido hijo engendrado en una mujer humilde que fue su empleada y según decían se la encontró desnuda junto al cuerpo también desnudo del capataz caporal de la estancia del doctor Pérez, muchos dijeron que fue asalto y violación, otros, que era un idilio de faldas descubierto amoralmente por la gente, Agripina tenía humedecidas las lágrimas viendo a ese hombre con su tierno hijo que por cierto tenía breves rasgos de él sobre todo su rostro de perfil y su sonrisa, la misma de su medio hermano Luis Alfonso, irónico, ese niño bien podría ser hijo de su medio hermano por la edad, consecuentemente ese niño bien podría ser nieto y no su hijo, pro las cosas estaban dadas, Fernanda se había entregado varias veces al doctor y lo seguía haciendo, quería tener otro hijo de él pues en verdad que ella siempre lo había amado con deseo y esperanza, estaba feliz viendo pagar las prendas y el calzado, llevó de la mano a su tierno hijo saliendo de la tienda sin ser vistos por una Agripina que se trata de esconder entre la ropa, al llegar a casa su esposo vio su rostro de contrariedad, ella buscaba a su hija ante la incomprensión reflejada en el rostro de su esposo Vladimir Ifimovich, la mentaba como el que más el haber perdido ese hijo con Agripina, se habían resignado a criar a su hijastra hija de Agripina, el abrazo entre madre e hija fue muy fuerte, más de lo acostumbrado, en realidad la mujer buscaba refugiarse en los brazos de su hija para desfogar tal decepción y tanta injusticia vista en la tienda, todo el resto de la tarde y noche pasó con su hija mirando la estrellada noche del mes mariano.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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