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Dominación Hombres, Gays, Heterosexual

METAMORFOSIS 267

Lunae.
Se notaban ciertos arreglos navideños en aquella ramada, la madre marcando a su hijo pequeño de nueve meses adornaba el interior con la ayuda de su hijo mayor de once años, era una tarde radiante de sol, calurosa, el tiempo había pasado normalmente, estaban muy apacibles, el niño miraba con sus ojos miel el movimiento de manos, estaba muy feliz agitando sus manitos tratando de tomar los objetos, su hermano le hacía mimos y llegó a marcarle arrimándole a la ventana, era lo mejor para refrescarse y sentir el viento fresco, de pronto el niño empezó a relajarse, entreabría los ojos, era el momento de dormir a esa hora pues había tomado del seno de su madre, tiernamente le acostó en la cuna, la madre llamó a su hijo para que viese el trabajo hecho, era acogedor, viendo la posición del sol daba cuenta de pedir permiso a su madre para ir de pesca, contenta la madre le daba el permiso no sin antes que le diese de comer a los animales de corral, presuroso fue a realizar su tarea, los rayos de sol eran intensos y trataba de estar bajo sombra, empezó a sudar, ya casi terminaba su tarea cuando vio a lo lejos al pequeño hijo del patrón de cinco años que cabalgaba junto a Segismundo de diecisiete años, Osman ayudó a Joaquín Lupercio a apearse del caballo, Segismundo lo hizo solo, había sido enviado por el patrón, sacó un morral entre la montura, el niño fue al corral a ver los animales eso le gustaba mucho, Segismundo llevaba el morral hacia la mujer que habitaba en la ramada, las manos de Osman de once años pasaban por el suave pelo del animal que estaba bien cuidado a la vez miraba al pequeño Joaquín Lupercio de cinco años que se inclinaba viendo los animalitos mostrándose ese culito voluminoso, Osman instintivamente se llevaba la mano a su short dándose placer a su creciente erecto pene, se vio punta mostrándose en su tela, se acercó al pequeño que estaba en un apartado rincón lejos de la vista de la rama, le agarró de las caderas y comenzaba a darle besos en el cuello, “¡qué guapo estas hoy Joaquincito!” empezaba a frotarle el pene vestido en ese culito, “¡ven, vamos a jugar alá!” con el brazo extendido le mostraba el lugar, el nene se dejaba llevar de la mano, “¡desde aquí no nos ven!”, sonrió bajándose el short “¡mira!” el pene de Osman estaba a vista de los ojos de Joaquín Lupercio, estaba erecto, “¡está bien tieso como a ti te gusta Joaquincito!” el niño Se limitaba a ver los movimientos de manos de Osman en su pene, veía que el short caía a los tobillos,  miraba las manos de Osman que bajaban su pantaloncito corto y su calzoncillo dejándose ver el penecito luego la mano de Osman tocaba con sutileza el penecito lampiño de cinco años haciéndose grandecito de tieso, “¡mira Joaquincito!” “¡qué bien se lo ve!” “¡qué bonito lo tienes!” la mirada del nene era para su penecito que era estirado por la mano de Osman, “¡ahora vamos a jugar!”, “¡quietecito!”, Osman se acuclillaba un poco para estar a la altura del niño en pie, le agarraba al niño de la cintura, y así acercaba su pene a la pelvis de Joaquincito, empezaba a mover las caderas en círculos haciendo roces con su pene en el del pequeño, Osman cerraba los ojos diciendo “¡así!” “¡así!” “¡así!” sentía el roce de sus penes, el más grueso de Osman se deslizaba mayormente sobre el de Joaquincito, olía lo sudoroso de la piel, se apartaba un poco mostrando el pene rozando con el otro penecito “¡mira!” “¡mira!” los ojos de Joaquincito miraban ese roce de penes que se deslizaban por las pelvis, ya para ese momento el penecito estaba bien erecto, de súbito le hizo girar quedando la espaldita sobre el pecho de Osman quien le rozaba el culito con su pene ya bien venoso y grueso, cerraba los ojos con gran placer exclamando, “¡que rico culo!” frotaba el pene en la rajita “¡lo tienes rico!” cerraba los ojos con gusto “¡que rico!”, acomoda el pene luego de deslizar el prepucio mostrándose el glande salido de ese pene tieso como lanza, empieza a meterlo por el culo, “¡te tengo!” “¡te tengo!”, “¡ya!”, al sentir la puntada inicial Joaquincito fruncía fuertemente el ceño y también exclamaba que lo deje “¡no!”, “¡no!” Osman se extrañaba sobre esa actitud del niño a él pues intentaba ahora zafarse, pero lo tenía bien agarrado rozándole el pene en la raja del culito precioso, “¡ya!” pujaba y exclamaba “¡me va a doler!”, “¡no!” pujaba y exclamaba estando bien agarrado de Osman “¡me va a doler!” “¡ya!” la preocupación en el niño aumentaba y Osman se extrañaba más, “¡deja!” movía sus manito “¡deja!” intentaba zafarse, de pronto sintió en la punta del glande una cierta humedad recogida del culito de Joaquincito, pasó el dedo por el glande y se lo llevó a la nariz, en su mente pensó al olor que era semen, sí, semen, ahora lo entendía, hace poco ese culito había recibido una buena ración de sexo, sonrió encorvando al niño “¡déjame ver!” abrió los glúteos de separación del culito, el niño se movía no queriendo mostrar pero Osman con su fuerza lo sometió a que se está quietecito y así en breves segundos pudo ver el culito bien rojizo, pasó el dedo suavemente en la entrada del culito lo que hizo moverse mucho a Joaquincito dando unos pasos hacia adelante, tembloroso vio que Osman llevaba su dedo a la nariz, Joaquincito vio el rostro lleno de risa de aquel muchacho de once años, por unos segundos se vieron al rostro, “¡picarón!” “¡picarón!” “¿qué has hecho antes de venir acá?” “¿qué has hecho en el camino con él?” “¿eh?” “¿eh?”, trató de acercar el dedo a la nariz del niño para que oliese el semen, “¡huele!” el niño se puso cabizbajo moviendo la cabeza, “¡hicieron el jueguito!” “¡el de papá y mamá!” “¿verdad que sí?” el niño seguía cabizbajo sin hablar, Osman se acercó acariciándole el pelo, “¿te gusto?” “¿no es cierto?” el niño seguía cabizbajo sin responder, “¡dime la verdad Joaquincito!” “¿quiso hacerlo contigo?” “¿y tú lo aceptaste?” “¡te dejaste coger de él!” el niño temblaba de miedo, era natural en su personalidad y en su carácter con el cual había nacido y lo había heredado de su madre Fernanda, había sido descubierto, sentía vergüenza, se temblaba un poco, Osman se aprovechó de aquello amenazándole “¡ahora le diré a mi mamá que Segismundo te hizo el juego del papá a y la mamá!”, “¡ahora mismo se lo diré a mi mamá delante de Segismundo para que le avise al patrón y lo corra!” se arreglaba la ropa y dio unos pasos “¡ahora mismo se lo digo!” el niño estaba estático de la impresión empezó a llorar, Osman abusaba del estado emocional del pequeño Joaquincito, “¡si se lo cuento a tu papá seguro te golpea!”, el miedo aumentaba en el niño que movía negativamente la cabeza sollozando cabizbajo, Osman se detuvo “¿no quieres que se lo diga?” “¿verdad?” el nene movía la cabeza negativamente, tomo respiro de pausa acercándose a Joaquincito a quien tiernamente le acariciaba el pelo, le vio el penecito flácido colgando de sus testículos humedecidos del sudor, aún estaba el niño con su pantaloncito y calzoncillo en los tobillos, “¡está bien!” “¡no les diré lo que te hizo Segismundo!” pasó el dedo por el traserito, ahora Joaquincito se dejaba pasar el dedo, vio que Osman se llevaba el dedo a la nariz oliendo de forma sarcástica, “¡te ha dado varilla de la buena!”, reía el muchacho de once años, “¡ese Segismundo se ve que tiene buen gusto al escoger!” le acariciaba el pelo al cabizbajo Joaquincito “¡todavía al hijo del patrón!” “¡bue!” “¡bue!” continuaba riendo, “¡travieso Joaquincito!” “¿te gusta jugar con Segismundo?” “¿te gusta el pene de Segismundo?”, “¿te gusta lo que hace en tu culito?”, le vio a los ojos al pequeño, “¡dime Joaquincito!” “¿lo hace mejor que yo?” el niño miraba con fijación el suelo, Osman insistía acariciándole el pelo  “¡dime!” “¡Joaquincito!” “¿Segismundo lo hace mejor?”, el niño movió negativamente la cabeza sin dejar de mirar el suelo, “¿no te gusta porque al culito te lo hace doler?” el niño por un rato hizo una pausa mirando al suelo, luego vio a su rostro, a la vez asintió, Osman le acarició el rostro quitándole las lágrimas de las mejillas, “¡tranquilo!”, “¡tranquilo!” “¡no les diré!” seguía acariciándole, “¡ya!” “¡ya!” “¡calmadito!” el niño se iba tranquilizando de a poco a través de los mimos que recibía del muchacho, la piel del nene estaba rojiza, le pasó las manos por el bracito, le dio besos en el pelo, “¡no les diré a cambio de algo!”, el sorprendido nene miró el rostro inquieto de Osman, “¡a cambio de mi silencio jugarás conmigo a solas!” “¡te prometo que nadie nos mire al jugar!” “¡no sabrán de lo que hacemos!” “¡sólo que debes dejarte!” “¿entendido?” el niño con cierta tristeza miraba al piso y asentía, le dio un beso en la mejilla, “¡buen chico!” le arregló la ropa “¡vamos!” “¡por acá no podrán vernos!” “¡vamos  rápido!”, caminaron furtivamente entre los matorrales yendo tomados de la mano, estaban alejándose de la ramada, de lejos se veía el alazán amarrado al poste de la ramada, lo que ellos desconocían es que cuatro ojos les miraban desde la ventana, se escuchó una voz diciendo “¡hagámoslo ahora!” otra voz se negaba “¡no!” “¡pueden venir en cualquier momento!” otra voz replicaba “¡no, ahora cierro la puerta!” mientras el uno desvestía al otro miraban la cuna donde el pequeño dormía cómodamente, “¡es precioso tu hijo!”, se vieron desnudos completamente yendo a acostarse en la cama, vio ese pene velludo, se abrió  de piernas y sintió el pene entrando en la vagina, para ambos se notaba el gusto agradable en el rostro, empezó a moverse de caderas el pene se deslizaba en esa vagina, ella abrió más las piernas, se acoplaban a las pelvis, suspiraba y gemía sintiendo todo el tronco del pene dentro de la vagina, las embestidas continuaban, el muchacho de diecisiete mostraba todo su furos juvenil fresco sexual, ella recibía las embestidas, escucharon al nene que se despertaba, Segismundo con recelo dejaba de embestir, sacó el pene, ella que estaba aferrada a los brazos de su amante juvenil exclamaba “¡no te detengas!” “¡ven!” “¡no le hagas caso!” el preocupado joven decía “¡es que pueden venir Osman y Joaquincito!”, la mujer trataba de calmarle, “¡no pasa nada!” “¡recuerda que la puerta está abierta!”, “¡lo del niño no des cuenta!”, trataba de convencerle “¡ven!” “¡házmelo!” le hizo reflexionar y recordar  “¡hace tiempo que no lo hacemos!”, “¡ven mi amor!”, “¡ven!”, el muchacho se acostaba sobre ella, le besaba con desenfreno los pezones, le pasaba la punta de la lengua por aquellos voluminoso pezones que al chuparlo se notaba la salida de leche materna, “¡calmado!” “¡vas a dejar sin leche!” “¡al niño!” “¡a…!” no terminó la frase debido a un fuerte beso, sonrieron viéndose en complicidad, “¡anda!” “¡hazlo!” “¡como la primera vez que lo hicimos en el río!”, “¡como la primera vez que te hice un hombre de verdad!” ella sonrió  viéndose a los ojos “¿te acuerdas cuando te desforré  el prepucio?” “¿te acuerdas cuando te desvirgué  tu pene?”, “¿te acuerdas mi Segismundo?” el muchacho reía “¡sí!” “¡me acuerdo!” ella sonreía diciéndole “¿te acuerdas de lo que te dije cuando estabas receloso?” el muchacho le dio un beso en la mejilla, “¡sí!” “¡claro que me acuerdo!” “¡dijiste que me lo ibas a hacer con amor!” ella le dio un beso sujetándole de las mejillas y se recostó en la cama, “¡sí… mi Segismundo!” “¡ahora quiero que me lo hagas con amor!” “¡ven!” “¡cógeme como sólo tú sabes hacerlo mejor, mi amor!” “¡mejor que él!” “¡mucho mejor!” así desfogaba la mujer ante las embestidas que ese muchacho le daba, el nene movía sus manitos y sus piecitos, cerca estaba en su cuna de esos dos amantes que se daban esperanzas de amor, a su edad le respondía a la mujer, su pene juvenil le hacía que se engrupiese más, mucho más, cerrado los ojos ella sentía ese delicioso tipo de embestida de pene, cerca de allí Joaquincito abierto de piernas a los hombros de Osman se dejaba sodomizar, “¡me gusta tu culo!” “¡me molesta que otro lo esté usando!” “¡es mío!” le daba de palmaditas en las caderas en señal de autoridad, pero Joaquincito no respondía, se dejaba, para ese momento ya estaban sus cuerpos desnudos, Osman no vio en reparos de revolcar sus cuerpos sobre la arena de aquella cueva que tiempo atrás Renata hacía el amor con Lupercio sin saber que eran hermanos, allí mismo en ese lugar Jasmani le hacía el amor a Renata, se enamoraron en ese lugar que ahora Osman sometía a Joaquincito, “¡me gusta mucho tu culo!”, los pies del niño se agitaban al viento ante ese movimiento de cadera con el que estaba penetrando el pene ese culito de cinco años, Osman exclamaba “¡no puedo entender que a tan corta edad ya han pasado varios penes por tu culo!” “¿verdad?”, Osman se imaginaba que ese niño era un pequeño travieso gustoso de penes, estaba muy emocionado cogiéndole en la cueva, desde que supo que el niño había regresado de la capital con su madre Fernanda pensó en este momento de tenerle así empalado con el pene dentro del culo, a Osman le vino un hormigueo en la espina dorsal y una especie de adormecimiento en su cerebelo, era señal de que pronto terminaría su acción sexual saliéndole un líquido transparente, se detenía, los piecitos de Joaquincito se deslizaban lentamente por las caderas de Osman hasta llegar a poner los pies en el suelo de arena, sentía un latir fuerte de su culo, a diferencia del anterior muchacho Osman no dejaba semen sino una babita humedecida en el culito del niño, estaba feliz de haberle cogido a placer, se sentó abriendo las piernas viendo su pene humedecido por esa babita en la punta del glande, Joaquincito de su lugar le miraba, “¡mira quién te rompió el culito!” le decía al niño con gozo, “¡podrás darle el culo a cualquiera!” “¡pero este fue el que te lo rompió!” “¡este!” le agitaba al pene acercándose a donde el nene seguía acostado, se sentó sobre el niño, el pene rozaba los labios, abre la boca, ahora las rodillas se apoyaban en el suelo para no sentir mucho peso sobre el cuerpo de Joaquinito, “¡abre y mama!”, “¡como ternero!” “¡vamos!” le daba gusto someter así al hijo del patrón, sometía con gusto de envidia al que sería el heredero por ahora de todas esas tierras, la metamorfosis en Joaquincito estaba en desempeño, cerca de allí un niño lloraba por la desatención de su madre, lloraba instintivamente de hambre, deseaba lactarse, a un costado el muchacho sometía sexualmente a la mujer, “¡te lo estoy haciendo con amor!”, cerraba los ojos complacido de que todo el pene estaba adentro, se empinó más haciendo gemir más a la mujer, pese a su juvenil estado el pene estaba bien desarrollado, era largo y grueso como lo que gustaba a la mujer, ambos se habían engrupido, se necesitaban viéndose a escondidas de todos, solo que últimamente con el nacimiento de ese precioso niño el muchacho visitaba con más frecuencia a la mujer aprovechando ultimadamente en hacer el amor, la agarró como pudo inclinándola más era su deseo dejarle el semen bien adentro, como siempre, no importaba el estado de ella, él solo quería disfrutarla y ella también, así que ese líquido entraba en las entrañas de la vagina, ella sintió el líquido en su interior y emitió un alargado suspiro, en verdad ella estaba enamorada del muchacho, era su secreto mutuo, era parte de su vida el amarse intensamente, ambos se entregaban con gusto, lentamente él se apartaba de ella, para ese momento los cuerpos estaban sudorosos, Segismundo se preocupaba de que Osman se enterase de la relación que sostenía con la madre, ya de por sí se tenían inquina ante la disputa de credibilidad del patrón, se apartó del catre donde le había dado sesión de sexo a la mujer y se sentó en un taburete, estaba completamente desnudo esperando a que la mujer tomase un recipiente y le limpiase el pene en señal de sometimiento y agrado, mientras veía las manos de la mujer limpiándole el pene con semen se preguntaba cómo podía tener tanta vitalidad de tener semen si hace poco le hizo el amor por el culo al hijito del patrón, recordaba aquel paraje donde lo llevó para hacerle el amor, de pronto un pájaro se posaba en el marco de la ventana, miraba atento a la comida puesta en la mesa, miraba a la mujer acuclillada limpiándole el pene, el animal aprovecho en tomar con el pico una pequeña hogaza de pan traída por Segismundo, el nene no paraba de llorar ahora más intensamente, ambos miraron al pequeño que movía sus manitos, se vistieron acercándose a ver al niño en su cuna, instintivamente con sus brazos llamaba la atención de su madre que lo marcaba, viéndole a los ojos le decía a Segismundo “¡es muy lindo!” “¿verdad?” la mujer le puso al niño  en los brazos del muchacho, le miro exclamado con satisfacción “¡es muy lindo!” le dio un beso en la frente, tal fue el impacto de aquello que el pequeño instintivamente dejó de llorar y pasó a sonreír, le frotaba su nariz con la suya, le daba de muchos besos en la frente, estaba muy contento marcando a ese pedacito latente de carne, sin lugar a dudas era el centro de atención de los amantes que unieron las mejillas viendo al pequeño, a la mujer le llamaba la atención lo bien portadito del niño, estaban felices de ver que el niño reía tiernamente estando en los brazos de aquel muchacho, la mujer los veía con mucha ternura, el muchacho le dio un beso prolongado en la frente, le miró a la mujer a los ojos diciéndole, “¡lástima!” “¡es el hijo del patrón!” el joven sabía con ello que su relación con la mujer era sólo del momento, reaccionaba a esa realidad y que su relación fugaz se comprendía pues su amante era una mujer mayor cuya debilidad era de sentir a los hombres por igual, si había tenido ese hijo con el patrón era por conveniencia y daba cuenta que con este muchacho reverdecía el romance truncado desde hace muchos años cuando se entregó al padre de Osman, que a propósito a cierta distancia de aquella ramada se encontraba metiéndole el pene en la boca de Joaquincito, refiriendo se a su pene le decía: “¡es tuyo!” “¡traga!” “¡traga!” le decía con autoridad al pequeño Joaquín Lupercio que por ratos tosía, le hacía eso con cierta violencia recordándole que él era quien lo dominaba, le mostraba así su incomodidad de enterarse que le había dado el culito a aquel muchacho, el glande ensalivado mostraba ese movimiento de deslizamiento sobre las mejillas dejando restos de humedad, estaba muy animado viendo el rostro complaciente del niño, “¿te hizo así?” “¡dime!” “¿así te lo hizo en la boca?” Joaquín Lupercio no contestaba, cerraba los ojos, Osman daba cuenta de aquello, con ese silencio aceptaba que lo había hecho también, de inmediato Osman se sentó en la arena, “¡ven siéntate aquí!” señalándole sus muslos, el niño en pie se veía todo llena su piel de arena, “¡no!”, “¡ya no!” le decía suplicante, “¡ven, Joaquincito!” “¡ven!” “¡siéntate!” ante ese modo de autoridad el pequeño dócilmente se sentó sobre los muslos de Osman que le deslizó hasta poner su culito encima del pene erecto, al niño le besaba el cuello y el pelo, “¡está oloroso!” le besaba repetidamente el pelo a ojos cerrados “¡hueles bien!” “¡delicioso!” “¡delicioso!”, sintió que era punteado por el pene debajo de su culito, sintió que las manos de Osman se aferraban ajustándose a las caderas, hizo un leve gemido abriendo los ojos teniendo sus manitos apoyadas al suelo,  “¡ya!” “¡ya!” “¡vamos!” “¡vamos!” Osman le besaba el cuello, “¡aún no mi pequeño!” “¡aún no!” “¡quiero que sientas!” “¡siente cómo te lo meto!” “¡!siente” “¡siente!”, le seguía besando “¡acuérdate cómo te lo rompí!” “¡acuérdate la vez que fuiste mío así!” “¡así!”, el nene respondía gimiendo y pujando “¡ah!” “¡ah!” “¡yaa!” “¡yaaaa!” le hizo moverse como si estuviese cabalgando, los movimiento se hacían rápidos el pelito sedoso se movía, las manitos hacían puños con la arena, los dedos de los pies se estiraban al sentir ese contacto de penetración, “¡ya!” “¡para!” “¡ya!” “¡deja!” “¡deja!” “¡nos están esperando!” “¡ya!” “¡vamos!”, “¡vamos!”, Osman le sigue besando ahora la espalda, sus manos estiran el penecito lampiño del niño bonito, “¡está bien!” “¡nos vamos!”, le dijo con cariño sin dejar de manosear el penecito “¡pero antes te lo voy a hacer como a ti te gusta!”, “¡ven!”, le hizo poner en pie limpiándole la arena de la piel y parte que tenía en el pelo, ahora acuéstate, así lo hizo con un poco de molestia que se veía en el rostro y o era para menos ya que su culito estaba irritado de tanta cogida, se inclinó delate del pequeño poniendo esas piernitas rodeando las caderas, “¡ahora vas a ser mío plenamente!” el grueso pene rozaba la rajita para después irse metiendo poco a poco, el niño se movía, estaba ya muy irritado su culo, le estaba dando pene sin mucho lubricar, así que Osman se impacientaba ante los movimientos bruscos del pequeño hijo de los patrones,  “¡quédate quieto!”  “¡carambas!” “¡con el otro bien que te dejabas!” “¡ahora me toca a mí!”, “¡tranquilo, que luego nos vamos allá!” “¡déjate coger!” “¡siente que te lo meto!” “¡disfruta Joaquincito!” “¡disfruta de tu macho”  “¡disfruta que te lo meto!” “¡así!” “¡así!” “¡ah!” “¡ah!”  “¡ah!”, ambos cuerpos unidos se movían intensamente ante la iniciativa de Osman que solo quedaba a Joaquincito dejarse llevar por esos movimientos, fruncía el ceño, para Osman era un disfrute no así para Joaquincito que eso era una tortura, toda esa tarde había recibido embestidas de pene, Osman se apartó sentándose en la arena a piernas abiertas mostrándose el humedecido y aún erecto pene, “¡ahora sí, vamos!”, ven para limpiarte, “¡recuerda que es nuestro secreto!”, “¡yo no digo!” “¡tú tampoco!”, el niño asintió cabizbajo, “¡eso me gusta, mi pequeño!” “¡ahora vamos!”, tomado de la mano caminaban por el sendero, cuando iban a pasar por el puente de entablado rustico los ojos de Osman y del pequeño Joaquín Lupercio se llenaron de asombro al ver un auto lujoso de último modelo de época estacionado cerca del caballo que inquieto se movía, el joven jinete lo tenía agarrado al alazán, “¡ya te iba a buscar jovencito!”,  le dijo al niño al apearle, Osman le contestó que estaban dándole de comer a las gallinas, el niño tímidamente asintió ante la mirada del jinete que lo llevaba delante de su entrepierna, fríamente le dijo al Osman “¡nos vamos!” hizo una mueca de despedida en su rostro y viendo hacia la ramada le dijo “¡tienes vista, atiende!” con esa autoridad y nos palabras ni gestos dio el giro al caballo dándole la espalda e hizo una reverencia al chofer que estaba sentado dentro del auto fumando un cigarrillo de filtro muy de moda en aquella época, el chófer respondió con la misma intención y su mirada se clavaba en aquel niño, como que lo conocía de algún lado se dijo interiormente, el jinete iba satisfecho, se mostraba en su rostro, en contraste con el niño que de por si su naturaleza era de ser tímido ahora se le notaba más, Osman saludó con gesto cordial al chófer el que respondió de igual modo, al abrir la puerta vio a un señor muy bien vestido y a su madre con cierta palidez en su rostro teniendo marcado a su hermanito, “¡siéntate hijo!” “¡te presento al señor!” el hombre que estaba sentado se puso en pie, sonriente se acercaba a estrecharle la mano, miraba con mucha atención al niño de once años, su expresión se amplió en el rostro, Osman respondió sonriente al visitante, se sentaron al mismo tiempo, el hombre n dejaba de verle, seguía sonriente, “¡hijo!”, “¡el señor…!” de inmediato el hombre interrumpe a la mujer “¡mi nombre es Squeo!”, “¡soy un amigo de tu madre!” “¡estoy aquí de visita!”, en ese momento aparecía el chófer trayendo unos paquetes, a señas del patrón los dejó junto a él, hizo una venia y se retiró, el niño abrió los ojos muy inquieto, el visitante tomó algunos de los paquetes y le entregó al niño, “¡son para tí!” “¡espero te gusten!”, Osman comenzó a abrir esos paquetes, cada objeto que abría le gustaba más, “¿te gustan?”, “¡sí!”, “¡mucho!”, el hombre miraba cada movimiento del niño con detenimiento, “¡son para ti, obviamente!”, “¡estos son para tí!”, la mujer con el niño en brazos abría los paquetes, Osman se acercó a ayudarle, fue allí que el visitante vio más de cerca al niño, sus rasgos eran evidentes, el perfil, la nariz, pero sobre todo aquel hombre se fijaba en las orejas y en los pies del niño, reía ampliamente, la mujer le miraba con recelo, “¡vine a dejarles esto!”, “¡es parte de mi aprecio hacia ustedes!”, aún inquieto Osman miraba al visitante, estaba feliz con sus obsequios, “¡ve a darle un abrazo hijo!” “¡agradece por la bondad que ha tenido en obsequiarnos!”, el niño de once años abrazó al visitante, “¡no es nada!”, “¡desde hace mucho tiempo se merecían esto!” al decir eso la miraba con ojos intensos a la mujer, “¡hijo!” “¡déjanos a solas!” “¡el señor y yo debemos charlar!” “¡llévale bebida fresca al señor chófer!”, así de tranquilo y feliz salió con una jarra de jugo de frutas llevándole al chófer, allí supo en la conversa alguna que otra referencia del ilustre visitante, que venía de la capital precisamente a visitarles, es lo que el chófer le dijo a Osman y le habló del patrón en breves rasgos, que tenía mucho dinero, pues era uno de los hombres más influyentes de la capital, tiempo después escuchó la voz de su madre que lo llamaba, de inmediato fue a verla, el visitante se encontraba sentado ahora el semblante era diferente, estaba algo contrariado, “¡hijo!”, “¡el señor quiere decirte algo!”, el niño sonriente se sentaba en el taburete rústico “¡está bien don Squeo!”, el visitante al escuchar su nombre de esa manera quedó un poco inquieto, “¿don Squeo?”, “¡sí!”, “¡me lo dijo usted!”, el visitante sonrió asintiendo “¡está bien!”, “¡debo decirte algo!” se acercó acariciándole el pelo, hizo una pausa para tomar aire “¡conocí a tu madre desde hace mucho tiempo!”, “¡hace quince años para ser precisos, por allá en 1950!” “¡tuvimos una bonita amistad!”, “¡nos enamoramos!”, “¡de esa relación…!”, hizo larga pausa tomando aire “¡…naciste tú!”, Osman asombrado se puso en pie, la mujer interrumpe diciendo “¡es… tu padre!”, “¡hijo!”, “¡el señor Squeo es… tu padre!”, se acercó a acariciarle la mejilla con una mano teniendo al niño en sus brazos, ella sollozaba, “¡vino a llevarte!”, “¡a que tengas un mejor modo de vida!”, “¡hijo es mejor así!” “¡aquí no puedo darte lo que necesitas!”, “¡tu padre ha venido a ofrecerte un mejor porvenir!”, el niño quedó en silencio actuando ahora Squeo, “¡sí, hijo!” “¡quiero que vivas mejor… junto a tu hermano!”, hizo una pausa, “¡sí… tienes un hermano!”, asombrado Osman continuó en silencio, le venía los sentimientos encontrados, entre ella la pregunta que se hacía en su interior de por qué no vivió el señor Squeo con su madre, de forma instantánea empezó a entrelazar los dedos, Squeo le acariciaba el rostro diciéndole con ternura  “¡vengo a darte mi apellido, a reconocerte legalmente!”, “¡quiero que tengas tus derechos de herencia!”, hizo una pausa para respirar hondo “¡eres mi hijo!” “¡lo sé pues al verte ya lo sentí!”, sonrió, “¡tu madre me ha dado el permiso para llevarte y darte el estudio y todo lo que mereces y necesitas!”, “¿qué me dices?”, Osman no atinaba respuesta, todo para él era mucho, era todo acelerado, un cúmulo de impresiones, de ideas, de sentimientos, de preguntas, parecía mareado, era demasiada la escucha, simplemente miró el rostro de su madre que estaba llorando marcando férreamente a su nene, “¿quieres que me vaya?”, esa pregunta fue un puñal en su corazón, su llanto  se intensificaba mientras asentía, el nene se despertó, “¡desde que abriste los ojos hasta ahora hemos estado juntos!”, “¡mira lo que tienes a tu alrededor!”, “¡sabes por lo que hemos pasado!”, “¡él fue quien nos ayudó a que podamos llegar aquí!”, “¡gracias a él y sus envíos de dinero hemos podido sobrevivir!”, “¡soy consciente que mereces algo mejor que esto!”, el visitante intervino, “¡tiene razón!”, “¡puedes visitarle cuando quieras!”, Osman inquieto preguntaba “¿por qué no puede venir conmigo ahora?”, hubo un silencio, en cada pregunta había un recelo de compromiso para los adultos, “¡por ahora no se puede!” “¡esperemos a que el niño crezca!” “¡entiendo que tiene a su padre!” les miraba a los ojos a la madre y al hijo, quedaron en silencio cabizbajos, el visitante abrazó al niño, “¡entonces… Osman!” “¿te vienes conmigo?”, sentado en el taburete entrelazó sus dedos, de forma cabizbaja asintió, el visitante le acarició el pelo, “¡muy bien!”, “¡es la mejor decisión de tu vida!”, esa frase salida del padre impactó la memoria de Osman, “¡hoy estaré por el pueblo visitando a un amigo y luego al día siguiente en la tarde iremos a la capital!”, le dio un abrazo y un beso en la frente como despedida, “¡mi hijo querido!”, “¡mi amado hijo!”, “¡mi perpetuidad de sangre!”, el abrazo fue intenso, se despidió con una venia a la mujer y una sonrisa de triunfo, atento el chofer a la salida del patrón encendió el automóvil lujoso, muy cerca de allí desde la ventana Osman miraba perderse el auto entre la polvosa carretera de segundo orden y en la maleza, su madre detrás le acariciaba el pelo, “¿estarás bien mamita?”, “¡sí hijito, mientras tú estés bien!” se dieron un fuerte abrazo, Osman se sentía otro, ahora le tocaba vivir con su padre, tiempo después en la entrada de la estancia un entusiasmado Joaquín Valdés recibía a Squeo, pasaron a dialogar y luego a cenar, Fernanda les atendió espléndidamente, a Squeo le llamó la atención del bien comportado Joaquincito, algo perturbador para Fernanda fue el escuchar la invitación de Squeo que hacía a la pareja de anfitriones a nombre de su gran amigo el doctor Luis Daniel Pérez quien a través de su persona los invitaba a una fiesta de aniversario, entusiasta Joaquín aceptó, intercambiaron los obsequios y luego de cenar conversaron para luego Joaquín invitarle a alojarse y así patrón y chófer fueron conducidos a sus habitaciones, en sus meditaciones recordaba el rostro de la esposa de su amigo, y sobre todo vio las facciones del niño, le vino una idea luminosa, sonrió, sin duda Squeo era un buen fisonomista,  reconocía el rostro del pequeño, sobre todo esa forma tan original de caminar y sobre todo manera de sonreír del pequeño que era propia de una gran amigo conocido, ahora entendía cierta incomodidad reflejada en el rostro de la anfitriona al invitarles a la fiesta de aniversario, la noche en el lugar era cautivadora, tenía un gran apego al campo, recordaba que allí abrió sus ojos por vez primera, ese sonido de croar le recordaba a su infancia, durmió plácidamente, al día siguiente fue colmado de muchas atenciones por la servidumbre, al despedirse le reiteraba la invitación, se despidió del pequeño marcándole sutilmente y así teniéndole más cerca comprobaba su sospechas, su risa en cierta manera irónica era disimulada, interiormente compadeció a su amigo de forma irónica y camuflada al darle la mano a la anfitriona, el nene se despedía agitando sus manitos, el automóvil se encendía del motor saliendo de la estancia, al llegar a la ramada ya lo esperaba Osman, su padre le abrazó emocionado, orgulloso llamó a su chófer “¡Ramón… te presento a mi hijo Osman Gabriel, lleva los nombres de mi abuelo!”, “¡así le puso la madre!”, “¡lo cual se lo agradezco!”, el chófer le dio la mano solemnemente, la madre de Osman escuchaba decir de Squeo “¡va a tomar posesión de su nuevo hogar!”, “¡que todos sepan de su existencia!”, “¡es mi hijo amado!”, “¡mi tercer hijo varón!”, “¡mi machote, carajo!”, le dio de palmadas en los hombros, el niño se despide de su madre y recibe su bendición, entra al vehículo ya con lágrimas en los ojos, el padre lo abraza durante largo rato, “¡calmado!”, “¡te entiendo!”, “¡recuerda que podrás venir a verle el tiempo que desees!”, “¡le pasaré dinero para que esté bien!”, “¡no te preocupes!”, el niño vio tiempo después que el auto era escoltado por dos jeeps militares, había entrado en una zona de conflicto con la naciente guerrilla en la selva del país de la canela y fue escoltado hasta cierto punto en el cual se enrumbaba hacia la capital, Ramón mostraba su pericia de chófer de los buenos, Squeo le tenía mucha confianza, lejos de allí la mujer lloraba desconsoladamente por haber dejado ir a su hijo, ahora se arrepentía, tenía miedo que su hijo cambiase el cariño más por el padre que por ella, tenía miedo que la olvide, de pronto escuchó el relincho de un caballo, el jinete preguntó por Osman pues de parte del patrón le llamaba para una tarea en la estancia, vio a la madre del muchacho postrada, sólo dijo que ya no estaba con ella, que su padre le había venido a verle y a llevárselo a vivir en la capital, que eso le informase al patrón Joaquín, haciendo un gesto de despedida el jinete partió a informarle del particular al patrón, tiempo después llegaba el patrón Joaquín a consolarle, a decirle que contaba con su apoyo, también era pretexto para visitar a su hijo al cual le marcaba y le hacía mimos, eso en parte a ella le consolaba pues sus dos hijos eran de padres influyentes y adinerados, su futuro estaba trazado así,  solo que con el menor de sus hijos debería guardar reservas, no se esperó a más y la acariciaba y ella pese a la pena respondía entregándose en cuerpo y alma al patrón, el pequeño nene agitaba sus manitos y piecitos descalzos viendo el techo muy sonriente típico de su inocencia a esa edad y junto a él en ese catre el patrón y su madre hacían el amor carnal, debajo en el entablado estaba Segismundo esperando al patrón, estaba pensativo y cabizbajo sin reacción, tenía una navaja cortaba pedazos de madera de un pedazo de madera sostenida por sus manos, la miraba fijamente, su rostro mostraba simplemente que estaba resignado escuchando las promesas de amor de los amantes junto con ese chirrido del catre en el que se imaginaba lo que estaban haciendo.

 *******

En los primeros años de la segunda gran guerra Alemania se anexionó Alsacia y Lorena; al mismo tiempo que en el Departamento de los Alpes Marítimos la Italia Fascista se apropiaba de Grenoble, Niza, Saboya y la Isla de Córcega, la familia huyó del sur de Francia para llegar con el tiempo al norte de Italia, fue allí en esa frontera que se conocieron y se enamoraron sus padres, era un amor puro, se les veía como la pareja ideal, pero las intrigas y comentarios mordaces sobre el origen del novio acabaron por hacer mal tendiendo una red de intrigas, las cuales lograron vencer y superar huyendo la pareja con su tierno hijo hasta el sur del país de la bota, el anciano hizo una pausa viendo los billetes sobre la mesa, vio los ojos perturbados de aquel visitante de aspecto extranjero,, le sonrió, “¡no estoy mintiendo!”, “¡digo la verdad!” al hablar se quiso levantar pero el peso de los años no se lo permitieron, con énfasis el visitante le decía “¿acaso lo he dicho o insinuado?”, dio un golpe en la mesa junto a los billetes “¡está bien!” dijo el anciano de forma socarrona, estaba listo para seguir relatando tomando aire profundamente, “¡aún me acuerdo de ese formidable señor!”, “¡muy altivo!”, “¡daba un aire como de pertenecer a la realeza!”, “¡su esposa era menor que él!” “¡era una doncella de campo transformada en una formidable dama!”, “¡el hijo les nació sano y muy bonito!” “¡muy bonito!”, el visitante se ruborizaba, mientras que sentado a su lado el compañero de viaje y aventuras le veía el rostro lleno de ansiedad, hubo un corto silencio roto por la exclamación “¡habla más!” “¡habla de ese niño!”, “¿qué sabes de él?”, les acompañaba otro hombre arrimado en la puerta masticando goma y fumando copiosamente, su mirada era en la calle, como velando que los personajes de adentro de la sala no fuesen vistos por los inquietos transeúntes, le hacía señas de que se calmasen, él los había traído a los extranjeros, había una buena suma de dinero sobre la mesa, el anciano continuaba con el relato asintiendo al personaje arrimado en la puerta, el anciano por segunda vez quiso levantarse pero no pudo, pidió al muchacho que estaba de compañía del extranjero señalando una caja para que la ubique sobre la mesa, el anciano se recostó, “¡abre!” absorto el visitante vio el sello de la caja, estaba grabado en relieve alto y bajo, era de un color rojo de fondo y aún brillaba su tomo sobresaliendo dos leones, “¡esto es lo que pude quitarles a los bribones!” “¡a los asesinos!”, tembloroso tomaba con sus manos ese relicario de su sus ancestros, allí se guardaba parte de su secreto, había esperado tanto tiempo, pasó los dedos por esos leones, tragaba saliva de emoción, su compañero de viaje le miraba el rostro, “¡vamos extranjero, ábrelo!” “¡ábrelo!”, reapareció el silencio, de pronto una foto, al verla cerraba los ojos y no pudo contener de llorar, eran sus padres, en algo los llevaba en su mente, ahora lo confirmaba, aun así  tembloroso se puso en pie, “¡dime qué sabes del niño!” con la mirada el anciano le insinuaba que siguiese hurgando un compartimiento secreto de esa caja, sacó un broche donde se notaba el rostro de un niño, al pie del grabado algo poco usual se leía lunae 20 juniadnsj 1543, el anciano vio la cara de extrañeza del visitante extranjero “¿qué es esto?” el anciano agitando las manos le dijo que por esa fecha se firmó una tregua entre el rey Fernando I de Bohemia y Hungría y el sultán otomano Solimán I, por la que el primero debía pagar un tributo al segundo, entre ese tributo figuraban las familias enemigas del reino que fueron llevadas como esclavos a una segura muerte, el visitante vio debajo de la simple figura de los leones la palabra “Dampierre”, le vio “¿este es mi apellido?” el anciano hizo una mueca, “¡el de tus ancestros!”, le vio las manos, “¡son idénticas a las de tu padre!” “¡ese noble hombre!”, “¡tienes en tu rostro la herencia de la belleza de tu madre!”, “¡se nota tu piel de noble!”. “¡se nota que has sufrido mucho!”, “¡lo has heredado de tus ancestros!”, “¡desde esa fecha empezó el calvario para tu familia!”, “¡hasta hoy… espero!”, miraron los objetos con mucho cuidado, “¡existe una reliquia que fue llevada al nuevo mundo a finales del siglo pasado!” “¡es un aro!”,  quedó extrañado en escuchar eso, “¡lo sé!”, “¡no tengas duda!”, por esa reliquia han muerto muchos, “¡a diferencia que ese aro fue dado a unos esclavos de color!” “¡por su lealtad!” “¡que reafirma la alianza entre familias!” “¡si lo ves!” “¡sabrás que existe la lealtad!”, el anciano respiró hondo “¡eres joven, muchacho!” “¡muy joven!”, “¡te queda mucha vida para encontrarlo!”, “¡quien lo tenga sabrá mas que yo de tu origen, de tu hermano!”, “¡hasta aquí llego!” “¡búscalo, ahora!”, el hombre dejó de arrimarse a la puerta para unirse a los demás, tomó la reliquia y vio con ojos de seguridad al visitante, que de inmediato le tomó de la ropa andrajosa, “¡aun no!”, “¡dime cómo murieron mis padres!”, “¡dime qué pasó  con mi hermano mayor!” “¡dímelo!” el hombre del cigarrillo intervino haciendo gestos de separarlo, le miraba al anciano fijamente a los ojos haciéndole que viese los billetes de alta denominación sobre la mesa, “¡es tu oportunidad!” “¡no habrá otra!”, “¡dile o no cobras!” intimidado el anciano empezaba a hablar, “¡no es tu hermano mayor!”, “¡es tu primo!” “¡sobrino de tu padre que al ser engañada tu tía lo reconoció  como hijo al morir ella de pena al saberse que daría a luz a un bastardo!”, “¿está vivo?” “¿cómo se llama?”, “¡dímelo!”, “¡dímelo!”, la tormenta de nieve empezaba, se notaba a través de los vidrios de las ventanas, el anciano cerró los ojos y luego se tapaba el rostro, “¡él vive!”, “¡seguramente que sí!”, “¡a diferencia que a ti te abandonaron a él su familia de padre logró rescatarle!”, “¡el padre de tu primo cayó en desgracia!”, “¡está  pagando su culpa!” algo histérico le dijo “¡vive!”, “¿Dónde puedo encontrarle?”, “¡dime!” “¿Dónde?” “¿Donde?”, con esfuerzo el anciano logró ponerse en pie, “¡lo tienes enfrente!”, todos se sorprendieron al escuchar eso, para los moradores del sector aquel anciano humilde había participado de las dos grandes guerras y tenía un cierto respeto por sus acciones no así la vida lo había tratado de mala forma por sus desacertadas decisiones, “¡era 1927 cuando nació!” “¡no lo sabía!”, “¡estaba lejos!”, “¡no por cobardía!” “¡sino… por engaño de mis padres que lo sabían y me lo ocultaron!”, se sentó pausadamente haciendo débiles movimientos de manos, “¡ahora te entrego tu identidad!” así señaló el cofre “¡es la posta!”, agitaba las manos con acción de indiferencia “¡sabrás qué hacer con eso!”, “¡nunca hubiese permitido que mi hijo sea un bastardo!” los ojos humedecidos se llenaron de ira mirando fijamente a los ojos del visitante extranjero, cabizbajo Valentín tomó el cofre que era lo único que lo identificaba con su origen noble, dio un giro de espalda en dirección a la puerta “¡espera!”, “¡tu nombre verdadero es Saúl!”, “¡tu familia lo adoptó en homenaje a su alianza ancestral hebrea!” “¡significas el deseado, el pedido!” esas interesantes revelaciones llamaron mucho la atención a Venancio que se paró en el marco de la puerta a escuchar, “¡lo recuerdo perfectamente decir!”, “¡tus nombres son Saúl André Philippe, Louis Dampierre Borbón y Castilla!” el anciano llevó los billetes a  su bolsillo, Valentín regresó a la mesa dejando el cofre, mirando a los ojos le dijo al anciano “¡no te guardo rencor!”, “¡espero no seas tú uno de los asesinos de mi padre!”, sorprendentemente le agarró de los hombros y mirándole fijamente a los ojos fue a darle un beso en la frente, tomó las manos encallecidas y avejentadas y las besó tres veces en cada mano como señal de obediencia, “¡sé de tu linaje, excelencia!” “¡lo sé!”, “¡en un tiempo fuiste fiel a la corona decadente ibérica y sé que ahora estás desterrado aquí!” le hizo una venia como gesto cordial y una leve sonrisa, “¡sire!”, el emocionado anciano le agarró como pudo dándole un prolongado abrazo, le dijo al oído un nombre, “¡ve por Gustavo Pozzo!” “¡ve por su linaje!”, “¡ve por ellos!”, el asombrado Valentín preguntaba “¿te refieres a los Pozzo del país de la canela?” el anciano entrecerró los ojos asintiendo para luego desfallecer en la silla, sacó un fajo de billetes dejándole en la mano, el anciano feliz le dio la bendición, “¡espero volver a verte algún día!” Valentín asintió, sabía que era la despedida, mordiendo los labios con temperamento tomaba el cofre, un lujoso auto rentado lo esperaba a la puerta el hombre que los había llevado a entrevistarse con el anciano combatiente de las dos grandes guerras, aún atragantada su garganta con saliva y lleno de emoción le dijo al chófer, “¡quiero que viva sus últimos días con dignidad!” “¡que no le falte comida, ropa y calor!” “¡aunque desde hace ya tiempo ya que no ha sentido calor de hogar!” “¡es su destino y hay que ayudarle!” “¡no lo desampares!”, “¡mantenme informado!” a su lado iba Venancio en silencio, en sus manos tenía el cofre de Valentín, habían muchos cabos que atar y la próxima parada sería en el lugar donde el soldado del país del norte le salvó y lo llevó a su país natal cambiándole su vida, Valentín se preguntaba si algún día sus vidas se volverían a encontrase. 

FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO

83 Lecturas/23 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Betelgeuse
Etiquetas: hermano, hermanos, hijo, madre, mama, mayor, padre, sexo
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