METAMORFOSIS 269
Hembra.
La radio informaba de los acontecimientos que describía la creciente donde de violencia en el frente de batalla entre ejército e insurrectos que se desangraban, se hablaba de su consolidación de guerrilla armada tomando como bandera de lucha a la erradicación de la pobreza, el presentador de noticias anunciaba un periodo oscuro en la vida nacional, desde hace seis meses había nacido un monstruo que devora, las milicias tomaban cuerpo en la selva, la radio emitía noticias y se difundía la voz informativa dentro de la tranquilidad de un cuarto de arriendo, las sabanas cubrían dos cuerpos, se notaba que se alzaba y bajaba la tela blanca, la cama se movía al ritmo del movimiento de esos dos cuerpos desnudos, los gemidos eran mezclados con la voz salida de la radio, a propósito estaba elevado el volumen para ahogar en algo los gemidos y que no se pueda escuchar por la vecindad, luego en parte se hizo el silencio en el cuarto, los besos eran esperados, lentamente la sábana se deslizaba dejándose ver el rostro de esos dos amantes, Osman se encontraba encima del cuerpo de Clotario, su espalda estaba sobre el pecho del que cariñosamente le decían “niño”, la sábana seguía deslizándose por el pecho y abdomen de ese muchacho de doce años que se sentaba sobre la pelvis de su amante que por esa época tenía cumplidos los veintiún años de vida, el muchacho cabalgaba con el pene dentro de su culito, mordía los labios a ojos cerrados, estaban sudorosos los cuerpos continuaban humedecidos y desnudos producto del calor de esa tarde capitalina, allí quedaban extasiados de placer, el hijo recién reconocido del patrón Squeo tenía relaciones sexuales con el hijastro del chófer en servicio, era el momento de partir, Clotario sube primero al auto seguido de un discreto Osman sentándose en el asiento posterior, ahora tocaba llegar a la mansión donde Osman vivía con su padre, habían hecho un alto para entrar al cuarto de arriendo de la familia de Clotario en esa vecindad, aprovecharon de esa soledad para entregarse pasionalmente, ya faltaba poco para llegar, se escuchaban suspiros y una respiración controlada, Osman y Clotario el “niño” estaban ajenos a lo que ocurría con un desenlace; por otra parte, Venancio retorna al país en compañía de Valentín, había mucha expectativa, tenía referencia de aquel hombre de nombre Modesto nacido en 1879, tío de Gustavo Pozzo medio hermano de su padre y había tomado asunto a lo que se dijo en la comarca del viejo continente que Modesto asesinó a la familia de su sobrino Gustavo cuando tenía 7 años quien milagrosamente se salvó siendo ayudado en su fuga por los partisano humildes de la comarca, se dijo que tomó un barco rumbo al nuevo mundo, para Valentín saberse familiar de aquel Modesto significaba que en el país de la canela tenía una rama familiar directa, supo que aquel Gustavo había cambiado de apellido al llegar al país de la canela, Pozzo, ese era el cambio, con Venancio hicieron las averiguaciones, precisaba conocer el paradero de ese tal Modesto, pero por ahora se dedicaría a buscar a esa familia, quien mejor que el propio padre de Venancio para hacerlo, así, en ese ocaso arribaban por sorpresa a la mansión de su padre Squeo, fueron dirigidos a la sala por un sorprendido Ramón quien abrazaba a los ilustres recién llegados, sorpresa para Venancio fue ver bajar por esa amplia escalera interna bien decorada con adornos navideños viéndose entre ellos a Osman que bajaba pausadamente con cierta inquietud igual que la de Venancio y Valentín, se acercó a estrecharles las manos, la inquietud era intensa, la mirada que puso Valentín en ese precioso niño fue cautivadora, sintieron mutuamente la atracción de piel a piel desde el primer momento dándose una sonrisa cómplice y de ello se dio cuenta Venancio, hubo un corto silencio que fue interrumpido al abrirse la gran puerta de entrada de la mansión apareciendo Squeo quien superando la sorpresa de ver a su hijo retornado a casa abría los brazos para recibirlos de manera muy cordial sobre todo al ilustre visitante, los sirvientes llevaron las maletas a sus respectivas habitaciones, era comprometido para Squeo tal situación, pidió a Valentín que fuese a ponerse cómodo instalándose en su habitación, cortésmente hizo una venia y fue conducido por la servidumbre mientras Squeo a Venancio y a Osman les tomaba de los hombros ingresando a la biblioteca, los sirvientes conocedores de la situación vieron al patrón Squeo que cerraba la puerta amplia, adentro se dirían muchas cosas, tiempo después uno de los empleados era testigo de la salida de Squeo con sus dos hijos siendo llevado en abrazos, la mirada de Venancio aún no se mostraba de complacencia en contraste con la tímida mirada de Osman, en cuanto a la estadía de Valentín sería por tiempo mediano ya que le daba la necesidad de saber referencias de la familia Pozzo Buonanote tan mencionada en aquel pueblo, Squeo supo manifestar que la relación con esa familia era estable, estaba por interés en condiciones de ayudarle y puso al servicio de los mejores detectives, así se preparaba el terreno para futuras entrevistas con los miembros de esa familia, que era también su familia, él lo consideraba así y llegaría hasta consolidar lo que se tenga que hacer y saber por todas el origen de su linaje y la relación con la referida familia.
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Joaquincito como le decían de cariño a ese hermoso niño hijo del patrón Juan Valdés estaba caminando por los alrededores de la estancia, había venido desde la capital donde ahora residía con su madre a pasar las navidades decembrinas de 1966, su madre Ana Fernanda le cuidaba mucho, y no era para menos, ya que en la actualidad para la mujer ese niño es su único hijo varón, Joaquincito es su segundo hijo luego de haber fallecido Daniel Eduardo su hijo primogénito, paradójicamente Joaquincito lleva el nombre de un hombre que no es su padre, Joaquincito es hijo segundo de la relación amorosa carnal entre su madre y el doctor Luis Daniel Pérez, ex senador del país de la canela, el pasado mes de mayo el niño ya había cumplido los seis años de vida y ya iría el siguiente mes de enero de 1967 a estudiar al liceo internado de la capital allí donde estudió su medio hermano de padre, el niño era testigo de presencia de las amistades de sus progenitores que manifestaban el beneplácito de verle tan bien cuidado y bien arreglado, se escuchaba decir “¡cada vez está más precioso!”, “¡va creciendo y más hermoso está!”, “¡sin duda es un príncipe!”, “¡se está poniendo cada vez más bonito!” expresiones como esas enorgullecían a la mujer y miraba a su esposo con recelo pues el hombre desconocía que Joaquincito era su verdadero hijo, pese a ello el terrateniente se enorgullecía del niño lo que Fernanda miraba con recelo, luego de ese sufrido secuestro con los rebeldes consolidados como guerrilla en mayo de 1966 Joaquín decidió que Fernanda y el niño viviesen en la capital del país de la canela, aumentando así los encuentros de ella con el ex senador, de esas visitas íntimas en hoteles variados y centros de diversión pudo darse cuenta Squeo que era mano derecha de Matilde Peñalba a quien la noticia llegaba a sus oídos, y en verdad en las vistas que ella hacía a la matrona de los Arichabala pudo notar al verle al niño un cierto aire al padre biológico del niño, Luis Daniel Pérez, abuelo de Daniel Nicolás, con suma alegría y sin saber la verdad el terrateniente Joaquín Valdés se aferraba al cariño del niño a fin de cuentas él creía que era su hijo sobreviviente a su hijo Lupercio fallecido e hijo de su primer mujer, Aarón, su segundo hijo de su segunda mujer, para el terrateniente el cuidado de ese niño era primordial y era motivo de mucha consideración de su seguridad por parte de la servidumbre, por eso en aquella mañana soleada el pequeño heredero de esas tierras selváticas caminaba junto a Alexander de ocho años hijo de un peón viudo, llevaban un balde con elote ya que iban en dirección del gallinero, a su encuentro estaban las gallinas variadas con algunos gallos, esa actividad de darle de comer a las gallináceas le gustaba mucho al tierno hijo del patrón, se sentaban a darle de comer lanzando el elote, algunas rodeaban al niño, Alexander miraba con detenimiento al pequeño recomendado al cuidado de la mamá, el niño vestía un pijama y una ligera remerita debido al calor mañanero, portaba unas sandalias sin calcetines viéndose los dedos de los pies bien formados y bien cortadas sus uñas, Alexander vio el pijama de tela de alta calidad por el que se mostraba amoldado el pene del pequeño, la mirada de Alexander cambió al escuchar el sonido seco de un gallina que tras ser perseguida se puso quieta dejándose montar por un gallo joven, ambos niños vieron el movimiento de las patas del gallo sobre las alas de la gallina que instintivamente en el animal se abriera su aparato reproductor llamado beso cloacal y así el gallo hacía contacto dejando sus espermatozoides para luego brincar alejándose de la gallina que se agitaba de plumas y continuaba comiendo, Alexander vio a Joaquincito que sonreía llevándose la mano instintivamente a tocarse el pene vestido, estiraba sus piernas y en eso una de las sandalias se salió del pie, luego la otra, aún tenía los pies estirados cuando manoseaba su pene vestido con sus dos manos, el hijo del patrón vio que el humilde hijo de peón se fue a corretear logrando agarrar una gallina que la inclina en el suelo para que de esa forma uno de los gallos se monte sobre ella agitándola para que el aparato reproductor del animal se abriese y así el gallo depositase su materia en ese hueco haciendo el popular beso cloacal, Alexander reía aun sosteniendo la gallina mientras el gallo una vez dejado el espermatozoide brincaba alejándose un poco y estirando sus plumas hacia movimientos característicos de macho, al soltar la gallina miraba a Joaquincito que se metía las manos dentro del pijama tomándose el pene, sus piernas estiradas estaban igual que sus pies descalzos, reía viendo como los gallos castizaban a las gallinas que Alexander las tomaba, “¡así pondrán más huevos!”, decía alegremente el hijo del humilde peón viudo, Joaquincito no paraba de reír viendo atento esos movimientos de los animales, luego se sentó a seguir lanzando elote junto al hijo del patrón, la mirada era fija en las manos del niño dentro del pijama, luego las sacaba llevándoselas a la nariz de forma instintiva para olerlas, “¡son muy traviesos los gallos!” “¡montan a las gallinas!” “¡así nomás!” el nene escuchaba el comentario de su amiguito muy sonriente y asintiendo viendo a los animales, vieron pelearse entre algunos gallos, “¡ese está celoso porque se le ganó a su hembra!” reían viéndoles pelear, Alexander fue a sepárales mientras tanto que Joaquincito fue acercándose junto a una caseta rústica de madera cuya función era de bodega, se arrimaba a la pared de madera deslizándose el pijama sacándose le penecito lampiño erecto, Alexander vio que el elástico llegaba a la mitad de los glúteos, vio la orina salida del penecito, la madera se humedecía al contacto de ese líquido, al instante estuvo cerca del hijo del patrón, él también se bajó la trusa que llevaba puesta mostrándose el pene saliendo orina cuyo liquido se mezclaba con el dejado en la pared de madera, se subió el short una vez terminado de micciar, se vieron y se sonrieron, pasaron unos segundos viéndose con mirada cómplice, como insinuándose algo, le agarró de la cintura “¡vamos!” le hizo entrar en la pequeña bodega improvisada, le llevaba abrazado por detrás haciendo que su pene vestido roce el culito de su amiguito, entraron si dejarle soltar de la cintura abrazándole por detrás, “¡jugaremos aquí!”, le recostó de pecho sobre la mesa, su carita rozaba con algunos frascos, “¡yo seré el gallo y tú la gallina!” sintió que su pijama llegaba a los tobillo luego el roce del pene de Alexander sobre sus glúteos, le pasaba por la rajita “¡así coge el gallo a la gallinita!” “¡así!” “¡así!” Joaquincito sentía el en su cabellera el golpe de respiración de Alexander, la pelvis se movía hacia adelante y hacia atrás, se sentía el penecito erecto que se deslizaba en los glúteos, lo tuvo así por un par de minutos en los que el pecho se acoplaba a la espalda pequeña, se encorvaban más para hacerse sentir de mejor forma, luego se apartó de Joaquincito que se dio vuelta viendo a Alexander que se manoseaba el pene, vio el short a los tobillos de su amiguito igual que vio su pijama en sus tobillos, “¿te gustó?” le dijo alegremente a lo que Joaquincito respondió pícaramente asintiendo, los dos se miraban manoseándose cada uno su penecito lampiño erecto, “¿quieres ahora ser tu el gallito?” Joaquincito dibujó una amplia sonrisa en su rostro cuyos ojos brillaban de la emoción asintiendo el deseo, “¡ven!” Alexander se encorvó sobre la mesa y con las manos le decía que se acerque “¡hazlo Joaquincito!” “¡hazlo!”, el hijo del patrón acercaba el erecto pene a rozar el culito de su amiguito el hijo del peón viudo, “¡así!” “¡así!” “¡cógeme Joaquincito!” “¡cógeme así!” el nene movía más las caderas haciendo que su penecito erecto se deslice más y más seguido sobre la piel de los glúteos de Alexander, “¡cógeme!” “¡cógeme gallito Joaquín!” Alexander sentía los movimientos del pene en su culito y le estimulaba a que se siga moviendo más y más “¡gallito!”, “¡gallito!”, “¡gallito!” “¡cógeme!” así, al moverse en armonía seguía diciéndole “¡cógeme!” “¡más!” “¡más!” “¡así!” “¡así!”, estuvieron por un par de minutos así de esa forma, hasta que Joaquincito se aparta de su amiguito, Alexander da un giro mostrándose el pene erecto tocándoselo con la mano la cual lo agitaba, “¡ven Joaquincito!” “¡cógeme el pene!” “¡ven!” “¡ven a coger mi pene!” el nene se acerca y es tomado de la cintura de manos de Alexander quien lo lleva a unir sus pelvis, le manoseaba los glúteos mientras se movían los penes “¡cógeme!” decía cerrando los ojos “¡cógeme Joaquincito!”, “¡cógeme!”, la mesa se movía haciendo chirridos, parecía que se iba a caer de patas, Joaquincito seguía sujeto de las caderas por las manos de Alexander que insistía en se siguiese moviendo, se vieron el roce de los penes, “¡qué rico lo haces Joaquincito!” “¡qué rico!” “¡qué rico!”, un par de minutos estuvieron así cogiéndose hasta que se apartaron subiéndose la ropa, era víspera de navidad en ese día soleado en la selva del país de la canela, los niños salieron de esa bodega improvisada, cerraban el corral del gallinero llevando en sus manitos los recipientes vacíos de elote, fueron interceptados cerca de las caballerizas por la figura de un sirviente de la estancia que la hacía de mozo de las caballerizas, había venido por el niño a orden de la patrona madre del pequeño para llevarle a cambiarle de ropa, estaba cerca el mediodía, así los dos fueron a la casona mientras Alexander continuaba con la faena ahora de limpieza de las porquerizas, allí ya se encontraba su hermano Segismundo quien había cumplido la mayoría de edad y en esa ocasión llevaba puesto una remera y un short, al verle el hermano mayor le dijo con amplia sonrisa indicándole los rincones “¡pasa por allí la escoba!” le miró sonriente y le dijo “¡travieso!” “¡malcriado!” al decirle eso se manoseaba el pene vestido, en tono burlesco le dijo a su hermano menor “¿le diste bien de comer a tus gallinas?” el niño asintió tímidamente, “¿también a esa gallinita?” el niño se puso cabizbajo “¿a la que llevaste?”, reía y le acariciaba el pelo en señal de mofa, “¡aprovecha que está aquí para que le hagas un huevito!” descargó la carcajada, Alexander se limitó a barrer en silencio, luego el rostro de Segismundo cambió y en tono de severidad le dijo “¡apúrate!” “¡debemos pronto terminar esto!” tiempo después fueron a almorzar en las carpas aledañas a la casona, se sentaban plácidamente debajo de los árboles que eran sostén de dichas carpas especialmente traídas desde la capital, estaban felices, por estos días recibirían los regalos de los patrones, generalmente era ropa, juguetes y dulces para Alexander y para Segismundo le obsequiaban ropa, y dinero, a su padre le daban un incremento del sueldo, más lo que vendían en el mercado del pueblo llevando gallinas, cerdos y una que otra hortaliza de los huertos que tenían, el padre se acercaba a comer con ellos conversando de lo que harían en estas fechas de pascua y fin de año, el padre y los dos hermanos se disponían a continuar con la faena cuando el mayor fue llamado por la patrona, esperaba en la sala, una amplia puerta se abre, aparecen madre e hijo, Fernanda le dice a Segismundo que acompañe a cabalgar a su hijo, que no importase él como estaba vestido, pidió que lo haga pasear por los alrededores de la estancia, toma al niño de la mano, hace una reverencia a la patrona diciéndole “¡descuide patrona!” “¡estará bien protegido!” “¡Joaquincito disfrutará mucho de su paseo!” “¡ya lo verá!”, salieron de la casona camino a las caballerizas donde el mozo les esperaba con dos mansos caballos, el galope era pausado, Joaquincito vestido para la ocasión de montar iba muy feliz por esos caminos de herradura, subían y bajaban lomas, miraban con detenimiento las hondonadas, Joaquincito con mucha atención miraba los alrededores de aquel lugar, levemente parecía que se le hacía conocido, y no era para menos teniendo al frente esa cascada, su respiración aceleraba por el calor, sudaba, quería llegar a esa agua a refrescarse, se apearon de los caballos amarrándolos en la cercanía de aquella rustica cabaña en ruinas, entraron a ver el interior, Joaquincito recordaba esos recorridos con Osman, sintió en su hombro la mano de Segismundo, después se deslizaba por la espalda “¡mira Joaquincito!” “¡allá!” el dedo indicaba un improvisado catre roto, “¡seguramente allí hacían travesuras!” “¡je!”, “¡je!”, se acercaron a ver rastros de tela, había un retazo de prenda de vestir de mujer, de niña para ser exacto y lo vieron en un rincón, para Joaquincito el lugar le llenaba de recuerdos, recordaba bien ese catre cuando “jugaban” con Osman, se guardaba las palabras, se unía la espalda del pequeño con el pecho de Segismundo, empezaba a besarle el cuello, “¿te gustaría jugar allí?”, le rodeo detrás con sus brazos, “¡te voy a hacer sentir allí!” el nene se quedaba quietecito, “¡me gustas !” “¡te he extrañado todo este tiempo en que no has estado conmigo!”, le hizo girar poniéndose delante, unieron las frentes, cerraba los ojos diciéndole “¡no sabes cuánto te he extrañado!” “¡Joaquincito!” le acariciaba las mejillas mientras le exclamaba al niño “¡Joaquincito!” “¡eres tan bonito!” “¡cada día que pasa te vuelves más bonito!” “¡mi niño!”, rozaron los labios cerrando los ojos al mismo tiempo “¡mi niño!” rozaban las mejillas “¡mi niño!” “¡mi precioso!”, instintivamente las manitos del hijo del patrón buscaban el antebrazo del hijo del peón humilde, pese a la diferencia grande de edades se tenían una gran atracción, sin duda era así, ambos lo sentían del mismo modo, así que se fundieron en un prolongado beso, “¡que rico, mi pequeño!” “¡lo haces bien!” “¡tal como te lo enseñé hace tiempo!”, le dio un beso en la frente, lo marcaba girando dando vueltas “¡mi niño!”, “¡mi pequeño!” el niño reía ampliamente, se sentía feliz con Segismundo, de esa forma sintieron sus cuerpos sudorosos, de tanto girar salieron de la cabaña quedando cerca de la orilla de ese arroyo, con agua algo turbulenta con considerable caudal a propósito de esa época en la que ya empezaban las lluvias, se sentaron a sacarse la ropa quedándose en trusas, ya se notaba ese pene erecto de Segismundo bien definido el grosor en la tela blanca que llevaba puesta cuyo color contrastaba la humedad con el color de piel, mientras tanto Joaquincito con una fina trusa con estampados infantiles la estiraba detrás de su culito por estar algo ajustada, se vieron los pies descalzos, eran diferentes, el de Segismundo era plano y el del nene era un pie cavo con dedos alargados con empeine elevado, se rozaron las dedos de los pies llegando a la espinilla, reían, la trusa de Segismundo era grande y por un manga se notaba la punta del pene con un glande con prepucio, el nene observaba con detenimiento, “¡vamos al agua!” caminaron con determinación tomados de la mano, Segismundo sonreía con ironía al ver caminar de una forma delicada al hijo del patrón, como si fuese una hembrita tomada de la mano, la manito era muy suave como su piel brillosa bien cuidada, le marcó entrando en el agua tibia, lentamente le iba deslizando hasta que sus pies descalzos topaban el lecho lamoso del río cuyas piedras estaban resbalosas, era debido a lo apartado del lugar con creciente vegetación en esa época, las manos de Segismundo de a poco iban deslizando la trusa del niño, logra sacarla del agua y la lanza con tanta fuerza que va a dar en la orilla, así el hijo del patrón quedaba completamente desnudo, Segismundo se fondea en el agua medio turbia salía burbujas en el agua, al instante se ve a Segismundo teniendo en su mano la trusa, de igual forma con mucha fuerza logra lanzar la trusa cayendo casi junto a la de Joaquincito, “¡ven!” el nene obedece, “¡quiero tenerte cerca!”, siente que es marcado, los bracitos rodean los hombros y se dan de piquitos, con una mano lo sostiene y con la otra ajusta el pene a rozar la entrada del culito del pequeño travieso, “¡aquí juguemos un poquito!” unieron las mejillas “¡mi pequeño!” “¡te gusta que te tenga así!” “¡te gusta!” “¿verdad que sí?” seguían unidos de las mejillas, las manitos estaban sobre los hombros, el uno sentía la punta en el culo y el otro gustaba del roce que deslizaba el pene entre la rajita del culo, “¡vamos acá!”, le fue llevando hasta la cascada de agua turbia, pasaron por esa caída de agua, con algo de temeridad, se sentaron sobre aquellas rocas planas, se miraban los penes desnudos, “¡acuéstate Joaquincito!”, “¡quiero besarte todo tu cuerpo!” “¡quiero dejarte mi huella con mis labios!” “¡quiero que sepas cuánto me gustas!”, lentamente el niño se fue acostando, empezó a besarle y a chuparle el pene haciéndole cosquillas, se introdujo todo el pene en la cavidad bucal, el nene reía al sentir cosquillas, “¡quietecito!” “¡quiero probar bien!” “¡quietecito mi amor!”, besaba las piernas llegando a chupara cada uno de los dedos de los pies, “¡los tienes bien hermosos!” “¡bien formaditos!” “¡ah!” “¡cómo me gustas Joaquincito!” “¡lindo!”, “¡precioso!” llegaba a besar los brazos y a chupar cada dedo sin dejar mutuamente de reír, “¡ábrete de piernas Joaquincito!” el niño miraba el pene que se deslizaba sobre el pene lampiño, Segismundo cerraba los ojos “¡así me gusta!” “¡así!”, “¡así!”, estaba muy feliz teniendo ese hermoso cuerpo en sus manos, en su mando, era el activo sin lugar a dudas e iba incrementando la metamorfosis en Joaquincito, le besaba repetidamente las tetillas con lamidos que al nene le hacían suspirar y reír por tener cosquillas, luego por unos instantes contemplaba el cuerpo desnudo del nene al que le caían las gotas de agua formándose unos arco iris, “¡date vuelta!” “¡quiero probar de tu culito!” “¡vamos, mi amor!” obediente se puso de cara con sus manitos apoyadas en al roca humedecida por donde se deslizaba el agua caída, sintió el peso del cuerpo de Segismundo, el aliento chocaba en su cuello, “¡te voy a hacer mío!” “¡como siempre!” el pene rozaba la entrada del culito, sintió una punteada “¡ah!” “¡aah!” “¡aaah!” cada vez el glande iba más adentro, más adentro “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ah!” mientras sentía penetrarle le besaba el cuello, “¡así!” “¡así!” “¡me gusta tenerte mi precioso!” “¡ah!”, “¡ah!”, “¡ah!” la pelvis empujaba, “¡aahhh!” “¡ya está!” “¡ya está adentro!”, hizo una pausa para decirle con el pene dentro del culito, “¡si fueras hembra… te preñaría!”, “¡tienes todo para ser hembra!” “¿lo sabías?”, “¡tienes unos dedos alargaditos en las manos y en los pies bien bonitos y suaves!” “¡tienes una piel blanca… muy suave que me enamora!” “¡tus labios son deliciosos al besar!”, “¡tu pelo suave y muy bien cuidado!”, “¡tienes un rostro hermoso!” “¡eres muy lindo!” “¡me gustas mucho Joaquincito!”, “¡siempre te he cuidado!” “¡desde el primer día!”, “¡siempre quiero estar contigo!” movía la pelvis haciendo que el tronco de pene erecto se deslice con el humedecido glande, “¡siempre he querido estar asì!” “¡así!” “¡que te sientas bien mi amor!”, “¡que seas feliz!” “¡conmigo seas muy feliz!”, “¿sabes por qué?”, “¡porque te amo!” “¡sí!”, “¡te amo!”, “¡te amo!”, “¡estoy enamorado de tí!”, “¡me gusta tu cuerpo hermoso!”, “¡me gusta tu forma de ser!”, “¡me gusta cuando sonríes!”, “¡si fueras hembra!”, “¡te habría hecho mi mujer!” “¡mi mujer!” “¡tuviéramos hijos!” “¡muchos!” hubo un silencio de meditación, era absurdo lo que el humilde muchacho decía, pero había mucha sinceridad en sus palabras y así daba a escuchar y a entender por parte del hijo del patrón, a los seis añitos la metamorfosis continuaba manifestándose en el pequeño Joaquín Lupercio, “¡ah!” “¡ah!” “¡ya sientes que te lo meto!” “¡qué delicioso es todo esto!” “¿te gusta que te lo meta?” hubo leve silencio “¡responde!” ante esa orden Joaquincito respondía “¡si!” “¡si!”, “¿sí… qué?” el nene respondía a ojos cerrados sintiendo la penetración de ese pene en su culito “¡sí… me gusta!” “¡me gusta!” Segismundo continuaba penetrándole, “¡me gustas mucho!”, “¡mucho!”, “¡así!” “¡así!”, ya le venía el gustito, tragaba saliva, de pronto hizo un templón haciéndole gemir más al pequeño, “¡aahhh!”, “¡aahh!” “¡ah!” “¡ah!”, el semen quedaba dentro del culito, no era la primera vez, era una de tantas en sus encuentros, en sus entregas, así quedaron quietecitos, le fue sacando el pene con rapidez, luego se fue sentando dejándose ver el semen salido del culito, miraba su traserito y alzaba el rostro para verle la expresión de satisfacción en el rostro de Segismundo, “¡acuéstate conmigo!” “¡que nos caiga esas gotas de agua!” se acostaron de perfil, Segismundo detrás de Joaquincito, los dedos rozaban los hombros y piernas del pequeño llegando a rozar el penecito lampiño, “¡me gusta mucho tenerte así!”, “¡cuando estoy solo en mi cuarto te sueño asì que te tengo!” “¡tomo mis almohadas y me imagino que eres tú metiéndote el pene en tu potito!” le dio repetidos besos en la mejilla, le pasaba la lengua en el cuello, “¡espero que tú también pienses en mi cuando estés a solas!”, se aferró fuerte al niño “¡te amo Joaquincito!”, “¡te amo!”, “¡me apena cuando te vas y dejo de verte!”, “¡prométeme que estando por allá vas a pensar en mí!” “¿lo prometes?” hubo un silencio, luego salía la respuesta de labios del hijo del terrateniente “¡sí!”, “¡lo haré!”, muy contento le dio de besos en las mejillas, “¡así se habla mi amor!” “¡mi amor!”, “¡eres mi amor chiquito!” “¡mi chiquito!” le besaba el pelo apasionadamente, “¡siempre me acuerdo de ti viéndome desnudo en el baño cuando me toca micciar!”, “¡me acuerdo de tu culo cuando veo mi pene tieso!” “¡recuerdo lo que hicimos!” hubo otro corto silencio, “¡cuando estés solo en el baño acuérdate de mi pene!” “¿lo harás mi amor?” el nene respondía moviendo afirmativamente la cabeza, “¡ahora acuéstate sobre mí!”, “¡mi amor!”, “¡anda cógeme!” “¡cógeme como yo lo hice contigo!” el pene de Joaquincito se deslizaba en la rajita del culo de Segismundo, en ese día lo hacía en los dos culos de los hermanos, la trasluz mostraba la cadera alzando y bajando sobre ese culo de dieciocho años, al niño le gustaba eso, se sentía bien, “¡sigue cogiendo!” “¡sigue!” “¡cuando te encuentres a solas toma una almohada y hazlo!” “¡que nadie te vea!” “¡sigue mi amor!”, “¡sigue!”, “¡sigue!”, “¡sigue!”, “¡te amo!”, “¡te amo!”, “¡me haces muy feliz!” “¡muy feliz!”, “¡no lo olvides!”, “¡no lo olvides!”, le dio pene hasta el cansancio de deslizarlo por el culo, se apartando yendo a la pared de roca, tomaba su pene rojizo botando orina, luego se acuclillaba para limpiarse el culito liberándole de semen en el exterior del ano, pujaba para sacarse lo de dentro, Segismundo sonreía viendo pujar al niño, recordaba que en ese lugar Osman lo había desvirgado al pequeño Joaquincito, estaba seguro pues siempre los perseguía viéndoles a la distancia, se lamentaba no haberlo impedido pues lo comprobó la primera vez que su pene le penetraba el culito notándose que había sido desvirgado por Osman, suspiraba hondo, tragaba saliva viendo el culito del niño, se le ocurrió llamarle, “¡ven Joaquincito!” “¡ven!” el nene se sentó dejándose recostar en la roca plana, las piernas se apoyaban en los hombros de reclinado Segismundo que chupaba el culito del hijo del patrón, le hacía delirar a ojos cerrados, eso era lo mejor que le estaba pasando, sentía ser chupado su culito, sabía lo que vendría una vez humedecido el potito, y era que el glande entraba en esa posición por el culito de Joaquincito, le daba con furor, lo sostenía pero le daba duro por el culito humedecido de semen que aún se sentía por dentro, “¡así me gusta cogerte!” “¡así mi amor!” “¡así!”, “¡así!”, “¡te amo!”, “¡no lo olvides!”, “¡te amo!”, las manitos se aferraban al antebrazo, se dejaba penetrar por medio de esa postura, era agradable sentir penetrar y sentirse penetrado, sin duda la pasaban bien, Joaquincito tenía una postura y carácter pasivo, lo había heredado de su madre, se dejó coger de una manera activa, le dio pene por el culo hasta el cansancio, sabía que el tiempo apremiaba y deseaba aprovechar de los días que estaría allí para cogerle, en verdad que Segismundo estaba enamorado a plenitud de ese niño bonito de seis años cuyo porte en cada visita iba creciendo y eso lo enamoraba más, afortunadamente para él no perdía el apego del niño cuando visitaba la estancia rural selvática de su padre, seguramente el apego era que en cada encuentro las palabras y frases motivadoras calaban hondo en la conciencia del niño, así era fácil la entrega de Joaquincito hacia el humilde muchacho mayor de edad, salieron del agua a ponerse las trusas, se vistieron montándose en sus caballos, la siluetas se proyectaban pasivas al trote de caballos por la espesura de la selva, iban muy felices, esperaban los momentos siguientes para estar de nuevo juntos, el apego entre ellos era cada vez mayor en cada encuentro que era muy discreto, esos días últimos de 1966 el niño los pasó activos en la bodega, en el río, en su cuarto, en las caballerizas y en los rincones apartados de la estancia, sin lugar a dudas, Joaquincito probaba con su culito de niño bonito los penes de los dos hermanos.
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Un tanto receloso se iba quitando el pantaloncito corto, ya lo había hecho con sus sandalias y calcetines, tenía once años, su visible el pene mostraba brillo en la punta del prepucio a efecto de haber sido masturbado, era un líquido transparente, lo que se conoce como liquido preseminal aunque a esa edad se podría decir en algo así, estaba cabizbajo, se miraba desnudo del ombligo hacia abajo, se escuchaba la voz venida de la cama decir que se quite el resto de la ropa, así lo hizo mostrándose desnudo, a órdenes recibidas lentamente se acercaba al extremo de la cama, una mano tocaba sutilmente el pene que se estaba poniendo duro, él se limitaba a mirar esos tocamientos en su pene, esos dedos que antes habían pasado por su labios, vio ese rostro acercarse a su pene, vio cómo esa nariz le olía la punta del pene que ya estaba tieso, vio que poco a poco se introducía en esa boca, cerró los ojos con el hecho de sentir placer que le daban esos labios y esa lengua, vio el desliz de los labios por el pene dejándole brilloso impregnado de saliva, puso un pie descalzo sobre el borde de la cama quedando el otro pie en el piso, continuaba sintiendo el efecto del sexo oral al que estaba siendo sometido, vio su pene bien tieso siendo liberado por los movimientos de labios y lengua, suspiraba, escuchó un “¡ven!”, ahora sus pies estaban en el suelo, su culo desnudo se sentaba en el extremo de la cama, el hijo de Daniel Maximiliano Macay y de Sonia Paltan cerraba los ojos siguiendo suspirante, estaba sentado detrás de ella que le daba masajes en el cuello para luego besarle, susurrando le decía “¡es el momento!” “¡ven!”, se acostó plenamente en la cama, miraba su pene erecto como un mástil, las manos de esa mujer experimentada en el sexo desde hace muchos años hacía furor en el piel de ese niño de once años, ella por experiencia sabía cómo hacerlo en ese momento en que no importaba la gran diferencia de edades, la intención de ella es que sienta placer y así se lo hacía saber con su tocamientos en las caderas y muslos a la vez que le besaba repetidamente e cuello, era fabuloso para ella tenerlo así, desde hace muchos años que no lo había hecho, él acostado sobre la cama mientras que ahora ella sentada sobre él le masajeaba los hombros al estilo al que ella conocía, se inclinaba para llevarse el pene a la boca y seguir haciéndole sexo oral a la vez que ese niño de once años hacía puños en las sábanas, con el seguido susurro en los oídos “¡te va a encantar!” ahora ella se acomodaba sobre el cuerpo de él, el niño nacido en 1955 vio que su pene tocaba los labios vaginales a un roce circular, con ello sabía que estaba pasando la línea del contacto de esos dos genitales, apenas aparecía la punta del glande por el prepucio como siempre al momento en que desde que tenía uso de razón lo hacía para micciar, ella se alzó un poco tomando el pene haciendo roces con una mano, él sintió el contacto de su pene en esa vagina, sintió estremecerse, el pene iba alojándose de a poco en esa vagina, iba de a poco sintiendo molestia y a la vez extrañeza de un dolor creciente en su glande que poco a poco mientras entraba en la vagina se iba desforrando, hasta que sentada como estaba ella a ojos cerrados y caer sutilmente su cuerpo hasta que las dos pelvis hicieran contacto, allí en ese instante se escuchó un quejido prolongado combinado de angustia, dolor y extrañeza, allí se mostraba el rostro del pequeño con sus ojos abiertos junto con su boca mostrándose el efecto de haber sido desvirgado, es que ya había pasado lo de solo puntear la vagina ahora a la penetrarle la vagina, ese niño quedó quieto, ella empezaba a moverse lentamente sacando y metiendo, sacando y metiendo, sacando y metiendo y durante aquello las manos hacían fuertes puños en las sabanas, agitaba la cabeza, ella seguía moviéndose a ojos cerrados, pese a su edad aún tenía esa vitalidad de hacerlo, estaba feliz, lo había logrado, experimentaba en ese acto sexual pues también lo había hecho antes con un niño parecido a él, con un niño muy cercano a ella allá por aquel tiempo de 1890 precisamente con un niño de esa misma edad, ahora el pequeño cerraba los ojos mordiendo los labios ante el sentir de su pene ardiente metido y deslizándose sobre esa vagina de avanzada edad “¡verás que al principio duele y molesta!” “¡si seguimos haciendo te va a gustar!” “¡ya lo verás!” “¡todos ustedes los hombres pasaron por esto!” “¡ya eres un hombre!” “¡mi amor!” “¡un hombre!” “¡te hice un hombre!”, “¡mi hombre… no lo olvides!” ella acariciaba el pelo aun moviéndose “¡yo me comí tu cosita!” “¡soy tu primera hembra que te comes!” acercó el rostro “¡mi amor!” “¡mi amor!” el niño estaba tembloroso, con mucho ardor en el pene y seguía gimiendo ante el deslizamiento del pene dentro de la vagina, lentamente ella se apartaba un poco y se desplomó hacia atrás, jadeando y tratando de recuperarse, la respiración era acelerada de ambos, el niño miraba su pene desflorado que estaba bien rojo, era la vez primera que veía su glande descubierto en su totalidad, la mujer aprovecha y levanta las piernas del niño dejando a la vista su culito virgen y los testículos a su tacto, “¡tranquilízate!” le decía deslizando el dedo por los testículos del niño, “¡verás que pronto te pasa!”, el pene latía con ardor, la mujer miraba con amplia sonrisa al niño acostado de esa forma a lo que lentamente bajaba los pies en la cama, puso la cara sobre el pecho del niño, el dedo con habilidad estaba corriendo la punta del dedo índice por el tronco del enrojecido penecito de once años, “¡ya pronto te pasará la molestia!” estaba muy inquieto con el dolor, su piel morena clara estaba rojiza, sus manos aún sostenían agarrada la sábana con fuerza al sentir el toque del dedo en el glande desflorecido, la mujer empezó a reír sin dejar de ver ese pene con fijación, “¡qué rico lo que me comí!”, “¡rico!”, miró hacia el rostro del tembloroso niño “¡fuiste mío hoy!” “¡lo serás por siempre… de ahora en adelante!”, continuaba con su rostro sobre el pecho del niño mirando el pene desflorado, “¡te pondré crema para que te pase el ardor!”, miraba ahora hacia los pies del niño “¡los tienes igual que a él!”, “¡sin duda!”, reía ampliamente satisfecha de lo que había hecho, pese a tantas cosas, lo había logrado, la virginidad de ese niño le pertenecía y eso hacía que lo ame más, así se lo dijo, empezaba a besarle con placer, de pronto la puerta se abre, quién se iba a imaginar que aquel apuesto joven mirase ese espectáculo en la cama, un niño de once años y una mujer de edad avanzada desnudos en la cama, no había para tanto análisis, estuvo segundos y en silencio presenciado la escena y así como estuvo se fue al mismo tiempo cerrando la puerta con fuerza, para sorpresa del niño la mujer manejaba con rigidez la situación, actuando ante el niño con gran indiferencia, se limitó a mirarle y a hacerle mimos, luego le pasaba con cuidado crema en el pene desflorado, le dio unos antibióticos “¡tomarás estos para sentirte bien!” “¡me avisas cómo vas!” el niño caminaba con dificultad, la mujer le ayudaba a vestirse al niño, caminaba con dificultad, le dijo que haga un esfuerzo en disimular al caminar, así lo hizo, le puso un par de billetes en el bolsillo del pantalón corto, lo vio cerrar la puerta al irse, ella aun algo jadeante se acostaba en l acama, reía ampliamente, lo había logrado, miraba hacia aquella botella del que bebió un sorbe, era una especie de elixir que le daba esa vitalidad envidiable en aquellas mujeres de su edad, “¡Gracias Clemente!” “¡gracias!” exclamaba viéndose las manos que mostraban relativa juventud, pensó que lo del visitante en su cuarto lo solucionaría pronto de acuerdo a su acto de autoridad familiar, sin duda que el visitante perderá más de lo que ella.
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Luciano de la Sierva estaba viendo salir y entrar repetidamente de su casa a un niño de aproximadamente cinco años que llevaba a cada pollito hacia el corral de malla circular que estaba bajo el frondoso árbol, estaba muy contento entrando a casa y saliendo con otro pollito, en total vio que eran seis, el niño vestía solo una trusa ajustada a su culito, se mostraban sus piernitas rellenas, estaba descalzo mostrándose sus polvosos pies con dedos gruesos, propios de su raza indígena, así, su pelo lacio negro de corte hongo propio de moda de la época contrastaba con sus ojos del mismo color, tenía un pequeño flequillo en su frente que le hacía agradable al rostro, estaba atento con sus manitos tocando a los politos dentro de ese corral, sus pies mostraban los arcos en las plantas, sus dedos se movían y algo de lo que siempre le atraía cuando lo veía al niño era la manga de esa trusa por donde se mostraba la punta del prepucio de ese pene lampiño que se mostraba el bultito de los testículos a la tela, era admirable ver esas piernitas abiertas y esa saliva brillosa en las comisuras de los labios, esos labios en si carnudos y ese penetrante mirar que le daba la forma de su rostro agradable para quien lo viese desde la distancia en que se encontraba Luciano, miraba las manos del niño con esos gruesos dedos que se deslizaba por la rejilla, los bracitos brillaban a la luz del sol, se podía notar lo suave que era esa piel seguramente al contacto con otra piel, estaba muy atento viendo esos movimientos del pequeño que a veces se ponía de rodillas tocando a los pollitos por dentro del improvisado corral, sacaba un pollito y jugaba tiernamente acariciando las mejillas con la pelusita o pasando la punta del dedo por las alitas, lentamente se recostaba en el piso abriéndose de piernas mostrándose el penecito por la maga de la trusa y de esa manera estaba poniendo al pollito sobre su ombligo, el animal picoteaba la piel de su abdomen, haciendo que emita risas, los piecitos se agitaban al viento alzándose un poco, al levantarse con su pollito en las manos se notaba la basura puesta en el pelo lacio del pequeño, con una manito se la quitaba mientras que con la otra ponía el polito en el corral, de nuevo se acostaba en el suelo solo que esta vez lo hacía acostado de pecho al suelo, las manitos tocaban la rejilla, mientras levantaba y bajaba los pies, se notaba lo voluminoso del culito precioso que tena ese hermoso niño, ´la mirada de Luciano cambia de pronto y ve hacia la casa de al lado en la que se abre la puerta y aparece Parcemón llevando una silla para sentarse, entraba y salía pronto de la casa llevando una caja de dulces que al parecer eran finos, el niño de corte hongo se puso en pie al verle, se acercó a Parcemón, sus manitos se posaban sobre el borde de la silla forjada al hierro, como que el niño con su mirada fija en el dulce le pedía que le convidase un pedacito, Parcemón sonrió, repentinamente Luciano vio que ese niño de aproximadamente cinco años se siente sobre la entrepierna de Parcemón nacido en febrero de 1955 ya para ese entonces tenía los once años y en tres meses cumpliría los doce años de vida, las piernas del niño se posaban sobre los muslos de Parcemón quedando los piecitos al aire agitándose en el viento, se notaban los polvorientos deditos de los pies descalzos, de igual manera se veía los pies descalzos de Parcemón que se deslizaban sobre la tierra, estaba vestido con una trusa, hizo apegar la espalda del niño llevándole sobre su pecho, allí puso su mentón sobre el pelo, con las manos estiradas hacia adelante le mostraba la envoltura del dulce, las manitos del niño rozaban las manos de Parcemón haciendo que salga la envoltura del dulce, los antebrazos rozaban las mejillas, Luciano miraba desde su ventana con prudencia que las manos de Parcemón junto con las del pequeño llevaban el dulce hacia ese niño de cinco años que lo disfrutaba masticando, los labios carnudos se movían armoniosamente, igual pasaba con los piecitos que se movían al agitarse al viento y era que las caderas de Parcemón se alzaban y bajaban, le rodeó con los brazos al niño que estaba apoyado sentado, una de las mejillas de Parcemón rozaban el cuello y mejillas del pequeño, vio que acercó sus labios a una de las orejas como que diciéndole algo que Luciano no escuchaba por la distancia, era que en ese momento el niño se elevaba un poco de caderas y pudo ver que las manos deslizaban un poco la tela de esa ajustada trusa, lo mismo hizo Parcemón con su trusa viéndose de ahí que el pene erecto rozaba la raja del culito, Luciano veía el movimiento de esos cuerpos sobre la silla cuyo activo era Parcemón, la cara rozaba la mejilla del pequeño, tenía un claro y marcado deseo sexual en el pequeño que al verle el rostro como que se mostraba el buen gusto en hacerlo, alzaba y bajaba el culito en ese pene que ya mostraba el glande descubierto en el deslizado prepucio de casi doce años, fueron pocos los segundos que estuvieron así ya que las manos de Parcemón tomaron las caderas del niño apartándole poniéndole en pie, de inmediato Parcemón se puso en pie acomodándose la trusa y de igual forma con sus manos le subió la trusa al niño, fueron a donde estaban los pollitos y jugaban con ellos, Luciano continuaba viéndoles jugar, hasta que decidió ir a recostarse en la cama, el lugar era tranquilo y silencioso, gustaba vivir allí, el calor decembrino hizo que vistiese igual que los niños, corría una brisa suave, lo silencioso del lugar invitaba a realizar una siesta, habrían pasado algunos minutos que había conciliado el sueño cuando de repente le despertó unos gemidos, venían de la parte posterior de la pared donde estaba la letrina de su casa, se sorprendió que alguien estuviese allí, escuchaba susurros, se apegó a la pared tratando de escuchar de mejor manera “¡ven!” “¡por aquí!” “¡ven rápido!” se notaba un silencio roto después por un “¡ah!” y otro “¡ah!” y para sorpresa de quien escucha “¡me duele!”, “¡ya!”, “¡ya!”, “¡no!”, “¡me duele!”, “¡me duele!”, “¡ya!” luego vino un gesto como el de querer llorar, de nuevo vino el silencio, se escuchaba pasos por sobre esas hojas secas caídas, “¡quédate quieto!” otro corto silencio “¡ah!” “¡ay!” “¡ay!”, “¡deja!” “¡ya no!” “¡me duele!” “¡ya no!” de nuevo Luciano escuchaba silencio, “¡déjate o no te doy dulces!” “¡déjate!” de nuevo vino el silencio para luego escuchar “¡ah!” “¡ah!” “¡ah!”, “¡ya no!”, “¡ya no!”, “¡me duele!”, “¡me duele!”, vino un silencio y se escuchaba luego el crujir de las hojas cuyo sonido se iba disminuyendo conforme se escuchaba los pasos apartándose del lugar, rápidamente y con prudencia deslizó la ventana y vio a Parcemón con ese niño saliendo furtivamente del sector donde se encontraba la letrina, el rostro en el niño era de irritación, iba metiéndose la manito dentro de la trusa tocándose seguramente la separación del culito, mientras tanto, Parcemón se estiraba el pene vestido, se notaba lo erecto mostrado en la tela, su rostro era una combinación de risa con gozo y expresión de contrariedad seguramente porque no logró lo que deseaba, instantes después le abrazaba al pequeño que iba con un dejo de resignación, le movía el dedo índice al pequeño para indicarle el silencio que debe guardar, tiempo después de la casa de Parcemón sale su madre Estela y su hijito Donato Edmundo nacido en mayo de 1962, iba llevado de brazos, aquel niño ya tenía cuatro años y seis meses de vida, iba bien vestidito con traje de marinerito, el niño de cinco años se acercó a acariciarle las manitos, la madre del pequeño salió de la casa a saludarle, valoraba como el hijo de la vecina iba vestido, parecía un riquillo, le hacía mimos al pequeño delante de la madre que lo llevaba marcado, en realidad ese niño era bien adulado, iba bien perfumado así como su presencia era de estar bien peinado acorde a la moda de época, iban felices de camino a un evento, quedaba Parcemón cuidando la casa, rato después estaba arrimado en la puerta probando un fino dulce, el niño dejó de estar jugando con su carrito de juguete junto a los pollos, se acercó a pedirle y Parcemón hacía gestos de darle pero señalaba dentro de la casa, el niño ingresaba, Luciano desde la ventana veía a un sonriente Parcemón que movía lentamente la puerta para cerrarla a continuación, Luciano tragaba saliva con la angustia de saber lo que pasaría con esos dos niños encerrados, ya se imaginaba pero había necesidad de presenciarlo, de un impulso salta de la silla, discretamente camina entre los matorrales que rodean la casa y se acerca a la ventana que da al cuarto, afortunadamente estaba apegada, deslizó un poco la tela de cortina y lo que vio daba crédito a lo que había imaginado, allí estaba acostado aquel niño a piernas abiertas completamente desnudo que se movía al ritmo del movimiento del cuerpo desnudo de Parcemón que se encontraba sobre él, el nene pujaba debajo del cuerpo pesado, se veía el culo de Parcemón como se movía con las caderas, estaba feliz haciéndole esos movimientos sexuales, todo era calma en ese cuarto, se movía rápido sobre el pequeño, le chupaba las tetillas, “¡eres mi hembrita!” “¡así te cojo!” “¡así te gusta!” seguía moviéndose notándose que al alzar la pelvis el pene erecto se deslizaba sobre el penecito y sus testículos lampiños, se apartó poniendo sede pie y allí se manoseaba el pene, le daba órdenes al pequeño que se diese vuelta, el nene gira mostrándose ahora de cara a la cama siendo visible ese culito suave que pasaban por él las manos de Parcemón, agitando el pene lo golpeaba en los glúteos, y empezaba a deslizarse, el niño quiso voltearse mostrando una cara de preocupación, “¡no!” “¡me duele por ahí!”, le acariciaba el pelo “¡tranquilo!”, “¡tranquilo!”, “¡no te va a doler!” “¡tranquilo!” el glande iba punteando, iba entrando, hasta que se escuchó un gemido, “¡ah!”, luego otro “¡ah!” el niño exclamaba “¡ya!”, “¡ya!”, “¡me duele!”, “¡me duele!”, el glande quedó suspendido en el aire con ese pene que parecía péndulo, le calmaba frotándole la espalda, se agacha a decirle algo al oído y luego de eso volvía a rozarle el pene que entraba punteando ese potito, lo tenía bien agarrado hasta que gimió de forma perturbadora, el pene había entrado en algo a ese culito, contrariado Parcemón se apartó, caminó descalzo y desnudo hacia su mesita de noche sacando un par de dulces finos, el nene estaba aún acostado en la cama “¡ya que no completaste el juego!” “¡toma!”, estiró la mano dándole un dulce, se sentó viendo al otro dulce en la mano de Parcemón que dio cuenta de esa necesidad “¿lo quieres?” le dijo agitando la mano donde tenía el dulce, el niño con tristeza en el rostro asentía, “¡bien!” “¡te lo regalo!” “¡siempre y cuando me lo chupes!” el nene asentía resignado, le lanzó el otro dulce al pecho, sacó de la mesita una moneda de mediano valor, la lanza al nene, “¡también te la regalo!” el nene sentado miraba con alegría esa moneda regalada, sabía que compraría un dulce, Parcemón se acercó a acariciarle el pelo al pequeño “¡debes hacerlo bien!”, se sentó a su lado y lentamente se fue dejando caer en la cama, allí quedaba Parcemón abierto de piernas y los deditos del nene tomaban ese pene para chuparlo llenándole de saliva, la cabecita subía y bajaba, subía y bajaba, se escuchaban gemidos de placer, “¡sigue!” “¡no te detengas!” “¡sigue!” “¡sigue!”, de repente se escuchaba el toque de la puerta, como un rayo Parcemón se puso la trusa y le ayudaba al niño a ponerse la suya, allí quedó el pequeño sentado en el extremo de la cama mientras Parcemón salía a atender, Luciano no se movió, quedó mirando al pequeño cuyos pies se movían a la altura del piso, para su sorpresa vio entrar al cuarto a Eliazar Emigdio el protegido del acaudalado industrial, se acercó al niño acariciándole el pelo, escuchó que lo llamaban y salió al encuentro de su madre que seguramente vio la llegada del visitante, sin más, de forma repentina se abrazaron estando seguros en esa habitación, Parcemón le quitaba la ropa, hasta dejarle desnudo, rápidamente se acuesta en la cama y ahora Parcemón era quien le hacía sexo oral, se intercalaba, respiraba y tragaba, respiraba y tragaba, eso era nuevo para Luciano, saber que aquel personaje social tuviese esa novedad en el sexo, momento después se cubrieron con una sábana cogiéndose mutuamente por el culo, mutuamente se dejaban restos de semen en el trasero, el momento era ideal para ambos, saberse así amantes en secreto para ellos era de un gran reto, Luciano se limitaba a ver esas sábanas que se movían a causa de ese movimientos de cuerpos, gemían al sentirse, les gustaba cogerse así, estaban plenos de placer, para Luciano era sorprendente que aquel al que desvirgó ahora entregue su cuerpo al jefe patrón de su madre, salió del lugar, había visto bastante, muchas sorpresas para su buen gusto, caminaba meditabundo, pensando en qué hacer con lo visto, y así conocedor de aquello le daba la despedida de aquel diciembre del 1966.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEXAGÉSIMO NOVENO EPISODIO



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