METAMORFOSIS 271
Cabrito.
Las manos recias de dos mujeres campesinas estaban con la acción de marinar el cabrito, para lo cual una de ellas se encargaba de la mezcla del ajo triturado, cebolla picada, comino, pimienta, cilantro fresco y el jugo de limón o vinagre, la otra mujer ya cubría la carne con esta mezcla y de esa forma con la que un par de días anteriores se la había dejado reposar al sereno de las dos noches para que absorba bien los sabores, tiempo después ya se podía observar al cabrito siendo colocado en una parrilla cocinándose lentamente sobre el fuego, dándole vuelta para que se cocine de manera uniforme, unos niños tenían un recipiente que bañaban con jugo de naranja, había un peón que utilizaba cerveza con un poco de salsa barbacoa hecha por su esposa de plantas ancestrales para darle un toque único, en otro extremo se encontraban nos sirvientas contratadas para la ocasión y estaban guisando otro cabrito, lo calentaban en aceite y pizca de manteca en una olla grande, se podía ver cómo colocaban la carne maridada friendo hasta dorarse, una de ellas lanzaba trozos de cebolla, tomate, y cilantro picado, además de agua o caldo de carne, se notaba el recipiente puesto a leña tomando en cuenta la cocción a fuego lento y con paciencia agitaba el abanico avivando el fuego hasta que la carne esté muy suave, le hizo la pregunta a su compañera para ver si se podía añadir las papas o yuca a la olla para que se cocinen junto con la carne y absorban los sabores, las mujeres estaba conscientes que el plato se sirve con guarniciones como arroz blanco, yuca frita o cocida, patacones (plátanos fritos), y ensaladas frescas con tomate y cebolla, estaba acompañado de una salsa picante hecha con ají o guacamole, que le da un toque fresco y ligeramente picante al platillo, era el turno de servir a los comensales que estaban atentos al servicio de esos platos, se llevaban a la boca la comida, uno de ellos opinaba que su platillo estaba lleno de sabor, para él representa mucho más que una comida, simplemente es un ritual de preparación y unión familiar, alzaba la copa avivando al anfitrión y felicitándole por tan buen detalle para con los invitados, eso era testimonio de la grata consideración y valoración personal, describía el plato con sabores intensos y tradicionales manteniendo la esencia del uso de ingredientes frescos y naturales, uno de los invitados se puso en pie para hacer otro brindis hasta que llega el turno del anfitrión agradeciendo la presencia en respuesta a su sentida invitación, agradeció en especial a los delegados del gobierno y a Valentín con quién firmaría convenios de créditos, sí, el doctor pensaba en endeudarse para mejorar su aparato tecnológico agroindustrial y pesquero, valoraba mucho la presencia de Valentín, a prudente distancia estaba Squeo con mirada a todos lados hasta que se detuvo con su mirada fija ahora en Fernanda y Joaquín, pese a la distancia intercambiaron saludos alzando la copa, Squeo con risa burlona brindaba con el terrateniente a la distancia, estaba allí para velar por los intereses de su patrona Matilde Peñalba tal y como lo hacía cuando estaba vivo Fulgencio Arichabala, los comensales estaban felices disfrutando de la velada, septiembre, los nativos del sector lo consideraban como un mes con algo de frío y escasa lluvia, Fernanda estaba inquieta tratando de disimular su incomodidad de ver tomado de la cintura al anfitrión con su compañera sentimental del país del norte, agachaba el rostro cuando el doctor miraba a Fernanda, insinuaba que se apartase de aquella mujer, sacó de su cartera una polvera, estaba su rostro escaso de polvo de maquillaje, se preocupó al verse el rostro al espejo de esa polvera de nombre comercial Maja, “¡regreso pronto!” le dijo al esposo y sin esperar aprobación o respuesta se dirigía a una empleada para que le guiase a algún tocador, no se podía negar que Fernanda al caminar mostraba un garbo por su estatura tanto así que era objetivo de miradas que su esposo Joaquín ya daba cuenta, gustaba de seguir probando de la bebida local rural, a través del vaso miraba la silueta de su esposa, irradiaba belleza sin duda con ese vestido y retoque, era el centro de atención, se sentía complacido y feliz por haberla traído, al probar ese trago se notaba que tenía un gran sabor y no le pedía favor a marcas conocidas de importación de licores, en camino hacia el tocador se encuentra con el anfitrión, el doctor Luis Daniel Pérez, de ahí que el primer nombre de su hijo fallecido era Daniel como el padre, lo que ahora no sucedía con el segundo hijo de ambos, Joaquín Lupercio, pues ella calló la paternidad verdadera del doctor Pérez e hizo creer al terrateniente que ese precioso niño era su hijo, la toma del brazo sutilmente, estaba un poco mareado con muchos copetines que había tomado, al conocer bien su casa la llevaba por pasillos discretos, así llegaron a una habitación apartada de los sirvientes, entraron, “¿qué haces?” le dijo sorprendida viendo a Luis Daniel que se bajaba la cremallera sacando entre el calzoncillo el pene erecto, “¡vamos a ver si funciona el poder del cabrito que hemos comido!”, riendo la abrazaba a su cuerpo, las manos buscaban bajarle la ropa interior de ese amplio vestido de moda, ella se negaba, “¿qué te pasa hoy?” “¡es nuestro momento!” “¡aprovechémoslo!” “¡vamos mi amor!”, “¡te amo!”, “¡te amo!”, ella se esquivaba ante la intención del doctor a besarle el cuello, sorprendido le exclamaba “¿qué te pasa?” “¡dime!”, “¿es tu periodo?” ella puso una expresión de molestia agitando negativamente la cabeza “¿entonces?” ella puso un rictus de seriedad que el doctor de a poco lo fue entendiendo, “¡tienes celos de ella que está aquí conmigo!” “¿verdad?” al haber acertado el médico ella se puso cabizbaja, le toma del mentón “¡bien sabes que te amo sólo a ti!” “¡sólo a ti!” “¡la mejor forma de demostrarlo es haberte engendrado dos hijos hermosos!” “¡hermosos!” le miraba fijamente a los ojos “¡sí!” “¡hacemos hijos hermosos!”, “¡no sólo tú y yo lo sabemos!” “¡escucha a la gente!” “¡hoy eres el centro de la atención de mis invitados!” “¡tú mi amor!” “¡sólo tú!” siguieron los besos apasionados a los que ella correspondía rodeando sus brazos en sus hombros y cuello, le acariciaba el pelo mientras sentía esos besos con lengua, se sentía plena en brazos del hombre al que realmente amaba, él fue quien la desvirgó, él la hizo su mujer, su mujer, difícil de olvidarle pese a las penas sufridas en la vida, prevalecía su amor, su ex secretaria en un arrebato fue desabotonando la camisa, él hacía lo mismo con el vestido, luego dos cuerpos se acostaban en la cama manoseándose, el efecto del cabrito hacía furor, ya que el rígido pene entraba en esa humedecida vagina, estaba en el tiempo, emitían gemidos suaves cuidando de ni ser escuchados en ese apartado lugar, la música de la fiesta se la escuchaba lejana, la cadera se alzaba y bajaba, el glande entraba y salía con furor para ser metido de nuevo, sabían del corto tiempo disponible, irónico, Joaquín Valdez tomaba licor junto a la esposa del anfitrión, se había acercado a conversar junto a otros invitados en la mesa, eso distrajo al hombre ignorando la ausencia de su esposa, mientras reían en la mesa, a una distancia de allí dos amantes se prodigaban sexo duro, “¡viniste a acá para ser mía!”, ella respondía “¡sí!”, “¡vine!”, “¡vine!” los besos sellaban su declaración el estar en ese estado etílico le era más delicioso disfrutar de ese cuerpo, la madre de sus hijos, las uñas de Fernanda se aferraban a la espalda del doctor, dejaban marcas, no las sentía por su estado, metía profundo, se lo mandaba a guardar muy dentro, muy dentro, la estaba gozando, s{i, gozando de forma plena, muy plena, “¡mi amor!” “¡es nuestra noche!” “¡nuestra noche!” “¡te amo!” “¡te amo!”, ya le venía el gustito por acaba, ya le venía, ya le venía, ella abierta de piernas sentía el roce y tope de las pelvis, sentía el furor del movimiento del pene acelerado dentro de su vagina al deslizarlo fuertemente, los vellos de ambos se rozaban al toque del movimiento, las caderas se movían más y más, más y más, ella se aferraba con manos y brazos al cuerpo de su amante, lo hizo al sentir el semen que se deslizaba en su vagina, en su interior, se limitó a exclamar “¡Te amo Luis!” “¡te amo!” unieron las frentes “¡eres el hombre de mi vida!” “¡te amo!” cerraban los ojos besándose aun el pene estaba dentro de la vagina haciendo movimientos de vaivén, seguía deslizando ahora humedecido de semen dentro de la vagina, fue sacando el pene acostándose de perfil vieron el pene humedecido de semen, estaba brilloso, el doctor estaba muy feliz, así que miraban ese pene y esa vagina humedecida de semen a ella le gustaba ver el pene de su amante, “¡nunca olvidemos de lo que hicimos esta noche!” “¡nunca, mi amor!” “¡es el testimonio de nuestro amor!” “¡de lo mucho que nos amamos!” “¡te amo Fernanda!”, “¡te amo!” “¡no he dejado de amarte!” “¡estás en mi mente y en mi corazón!” ella le hizo girar el cuerpo, se acuesta sobre él a besarle “¡yo también mi amor!” “¡yo también!”, de inmediato giran sus cuerpos ahora él estaba encima de ella, “¿quieres que te lo siga metiendo?” ella unida su frente a la del doctor aceptaba “¡sí, mi amor!” “¡penétrame!” “¡métemelo!” “¡métemelo!”, el humedecido glande entraba y luego el resto de tiesa carne viril, mientras le hacía el meter y sacar exclamaba el médico “¡nunca olvides este momento!” “¡nunca!”, se dejaba sentir el ser penetrada por el hombre de su vida, la fiesta continuaba, a una distancia de allí Luis y Valentín se entrevistaban, salía una invitación para visitar a don Rodolfo Buonanote en donde para coincidencia estaría su tía Noelia quien enviudara de Gustavo Pozzo y su nieto Gustavo Teodomiro, para Valentín era muy importante la entrevista con la tía de Luis, se concertó para futuro, a unas mesa de allí Joaquín se impacientaba un poco viendo su reloj, se diluyó su inquietud viendo llegar presurosa, al oído le pidió disculpas por tardar pues parece que el cabrito le había hecho agriuras, estaba un poco mal, a los pocos minutos la pareja se despedía de los anfitriones, la venia y el beso en la mano del doctor a Fernanda era el sello de lo que habían hecho anteriormente, los efectos del cabrito seguramente se verán a futuro en la vida de la pareja.
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La mirada de Fermín era atenta a ese niño precioso que estaba sentado en el borde de la alberca agitando sus pies ante las enseñanzas del profesor de cultura física, se podía ver ese bultito hecho en el ajustado short, las manitos apoyadas al borde cuyos dedos alargados estaban bien formados, se podía ver la alegría desbordante del pequeño a través de las líneas definidas de los labios, de ese rostro bonito, Fermín tragaba saliva el gusto y a la vez de las ansias, se llevaba instintivamente las manos dentro de la ropa sobándose el pene erecto vestido, la mirada seguía los movimientos del cuerpo de ese niño que al ponerse de cara al piso mostraba ese voluminoso cuerpos y esos pies bien definidos, Fermín pensaba que ese niño fue hecho en varias noches de amor sincero de sus padres y por ello allí el resultado de esa obra de encuentros sexuales, de idilios, no cabe duda que el pequeño es el resultado de dos seres amantes al idilio, a la pasión y al deseo desbordante pleno de ternura, por ahora se fijaba en ese culito voluminoso cubierto de esa tela húmeda, del agite de piernas humedecidas, se complacía verle esos movimientos de cuerpo en la alberca, tragaba saliva repetidamente, a cierta distancia se sentaba para ver con mayor detenimiento, recordaba que el pequeño niño bonito estos días quedaba en el internado por el viaje a la fiesta de la que habían sido invitados sus padres, a más de que estaba en tutorías de estudio, y entre ellas una con él, a veces esas tutorías pagadas por los padres aparte de las pensiones por lo general eran personalizadas en la biblioteca, patio, terraza y otras se hacían personalizadas en las habitaciones de los clérigos, ese sería el caso de Fermín y ese precioso niño, miraba su reloj anhelando que llegue el momento, de la alberca pasaría a los baños, cambiarse de ropa, luego a la sala amplia de comedor para luego asearse e ir a recibir la tutoría, el encuentro de alumno y tutor se hizo en el patio a la salida del comedor, el niño iba feliz llevando en su bracitos los libros y cuadernos, Fermín le acariciaba el pelo, le miraba con atención y cariño “¡verás cómo te gustará aprender!”, continuaron caminando, ahora una de las manos de Fermín se apoyaba en el hombro del pequeño nacido en mayo de 1960, para esa fecha tendría siete años con cuatro meses de vida, el niño tenía mucha confianza al clérigo, se dejaba tocar, ya una vez que abren la puerta, Fermín en un acto inusitado levanta la niño sujetándole y abrazándole con cariño “¡mi niño precioso!” le dice agregando sentidos besos en las mejillas, lo tiene alzado con los brazos, lo abraza muy fuerte así como lo sujeta y comienza a besarle apasionadamente, el pequeño correspondía con la misma intensidad de roces de labios que se iban transformando en desenfreno, las manos adultas recorrían la espalda, le besaba el cuello de forma muy intensa, los labios se unían con más gusto, le saboreaba la lengua y él correspondía del mismo modo, “¡qué rico lo haces mi pequeño!” “¡me gusta mucho!” “¡sigue!”, “¡sigue!”, no paraban de besarse, el niño continuaba marcado ahora los libros habían caído al suelo y sus brazos rodeaban el cuello del clérigo que rozaba su nariz por le cuello, unieron las frentes mirando los libros en el suelo, sonrieron, se miraron fijamente, “¡eres un niño muy bonito!”, le dio un sentido beso “¡te quiero!” otro beso “¡te quiero!” y otro más, sonreían, la confianza era mutua, sentían lo caliente de sus pieles, lentamente le puso en pie para que recogiera los libros, el clérigo se encargó de cerrar la puerta, le hizo señas para que deje los libros sobre la mesa, los estaba ubicando cuando sintió un roce por detrás seguido de unos brazos que rodeaban la cintura infantil, el clérigo le acariciaba detrás de él, lo alcanza con delicadeza y lo carga acostándole en la cama, él sonreía, y el rostro del clérigo se transformaba en dulzura lentamente se acuesta sobre el niño y empieza a besarlo nuevamente, así es como empezaba a desvestirle, iniciaba con desabotonar su camisa, mientras a ojos cerrados continuaban con los apasionados besos, abre los ojos para pasar la lengua por el cuello, pasa la lengua por su oreja, él reía y se movía viéndose abierta la camisa mostrándose su pecho, la lengua hacía círculos en la tetillas a la vez que eran chupadas por los labios humedecidos de Fermín, posteriormente continuaba recorriendo su cuello con los labios, de nuevo fue hacia los pezones, delicadamente los mordía y eso hacía para que él gimiese con ciertos suspiros, luego empieza por desabotonar el pantaloncito corto que llevaba puesto, así le iba deslizando lentamente esa prenda de su cuerpo, le quita el pantaloncito lanzándolo a un rincón del cuarto y se ve su calzoncillo con una curiosa manchita que por ser tela blanca se notaba la punta del recubierto prepucio de un penecito en erección, era tan blanquito y suave que se detuvo a ver esos labios que ya tenían un rojo intenso, esa piel calurosa por el momento de lo vivido, esos dedos aferrados a la sábana mostrando la intensidad del deseo provocado por el clérigo en ese apuesto niño, lentamente le iba deslizando el calzoncillo así de esa forma se ve liberado el penecito, era maravilloso verle así sonrojada la piel a la vista de un hermoso ser completamente desnudo, se dejaba manosear, estaba quietecito viendo el roce de las manos de aquel hombre acariciado sus muslos, jugando con los dedos esos testículos, lentamente lo fue abriendo de piernas sin oponer resistencia el niño miraba complaciente como el cuerpo de Fermín ya desnudo ante él se iba acostando sobre su cuerpito haciéndole pujar por el peso del grueso cuerpo, las piernas se abrían más de manera voluntaria por parte del pequeño de mucho más de siete años de edad, se iba acoplando el cuerpo de Fermín al vientre, fue allí donde besaba cariñosamente el estómago y con la punta de la lengua daba roces circulares a su ombligo, el hombre se deslizaba, seguía moviendo la lengua, al llegar con su lengua al pene lo movía con la punta ajustando el prepucio de punta a punta, ya para ese entonces estaba erecto, rosado, latente, tieso, gusto a la vista, agradable al sentirle, sin duda era una preciosura de niño, en todo aspecto, en toda forma de su cuerpo, había sido concebido y engendrado con mucho amor, era evidente aquello de solo ver ese pelito como cerquillo tapando la frente viéndose a rasgos del pelo esos ojos color miel con esa suave piel cautivadora, aquel niño lo enamoraba cada vez más al clérigo en cada encuentro, ahora disfrutaba chupando suavemente el pene mirando a la vez el rostro de complacencia del pequeño, se lo metía todo a la boca, el paladar rozaba el pene, la lengua le rozaba haciéndole suspirar, chupaba y chupaba, con su movimiento de cabeza, arriba abajo, arriba abajo, arriba abajo, las manitos del niño extendían los dedos en señal de gusto y a la vez evidenciando de buena forma que lo estaba pasando bien, él sabía lo que iba a pasar estando a solas con el clérigo en su cuarto, por tanto se dejaba estar, había confianza, había apoyo, había ese cariño y había esa atención gustosa por parte del clérigo, el enamoramiento de ese personaje crecía más a tal punto que rayaba la discreción mostrando un grado de mayor atención hacia el pequeño y ello evidenciaba esos encuentros de tutoría dizque para que mejore la nota, en realidad era para mejorar su confianza y su entrega pasional, ahora de forma muy alegre y sonriente el clérigo ya ponía el rostro con sus mejillas a rozar ese penecito ensalivado, el nene tenía los ojos cerrados experimentando esas chupadas y lamidas que dejaban restos de saliva en la piel, suspiraba diciéndole “¿Te gusta, amor?” el nene le respondía con gemidos moviendo afirmativamente el rostro con los ojos entrecerrados, el clérigo muy animado de aquella respuesta continuaba chupando su penecito, sus testículos suaves al tacto de lo lampiño que eran, dulces, pasaba a morder suavemente las piernitas rellenitas, así de esa forma adecuada recorría con esos labios esas largas piernas rellenitas desnudas a su vista con los dedos de los pies bien estirados, así lamiendo, mordiendo y chupando las piernas llegaba a sus pies, las plantas era rosadas en contrate de su piel blanca, las olía, a cada dedo de los pies los fue chupando, al pequeño mucho le gustaba eso, claramente se notaba su cara de excitación, le pidió que diese vuelta y de una manera pasiva y natural obedecía a lo que Fermín le decía como orden, le besaba los tobillos, quería recorrer con su lengua de forma intencional cada rincón de su cuerpo desnudo, allí estaba ese culito voluminoso como de hembra, bien desarrollado con muslos bien definidos a los que empezó a besar constantemente, recorría las pantorrillas, hasta llegar a sus enormes glúteos, los mordía sutilmente “¡esto es mío!”, “¡sólo mío!” decía con apasionada autoridad, hizo describir algunos rastro de círculos con la lengua sobre esos glúteos voluminosos, los sentía y saboreaba cual si fuese un rico trozo de manjar suave y sutil al tacto, con su nariz rozaba la entrada, registraba su aroma de culo abierto, llegando así a esa rajita, con las manos iba abriendo los glúteos, y ahí estaba, se podía apreciar a plenitud ese agujerito rosadito que le hacía delirar al clérigo, pasaba la nariz por encima recogiendo el aroma de culo de niño típico de esa edad inconfundible, después pasaba por ese lugar su tiesa lengua, pasaba lentamente por sobre cada separación de espacio, de esa forma intentaba asegurarse de probar hasta el mínimo detalle de sabor, el clérigo exclamaba de solo percibirle, tan delicioso como él solo, su hermosa piel tan suave por lo bien cuidada que estaba típico de un niño bien engreído por sus padres y no podía ser de otra manera contribuyendo a la belleza de ese bonito cuerpo, y ni qué hablar del olor tan rico de su naturaleza corporal de niño precioso, la lengua pasaba por la rajita, su ansiedad era de abrirla lo más que se pueda mostrándose lo rosadito del potito a disposición de aquellas piernas bien abiertas con las que estaba acostado el niño bonito, las abre más dejándose el niño y empieza a meter la lengua, trataba de sentir cómo su lengua punteaba ese culito haciéndole suspirar de nuevo a ese niño bonito, tratando de sentir el palpitar su anito, Fermín movía de arriba a abajo la lengua, le hizo alzar un poco las caderas, y él obedecía de buen modo, restregaba la cara con todas las fuerzas chupándole el culito de por sí tibio, sedoso y caliente, después se aparta, chupaba el dedo índice hasta ensalivarlo completamente y así luego le iba metiendo en el culito, entraba de poquito en poquito, “¡vamos, tranquilo mi primor!”, el dedo entraba, más y más “¡sé que te gusta!”, el dedo entraba más, “¡te gusta!” hasta que se vio un completo fruncido evidente a causa de que el dedo entraba totalmente en ese culito, se pasó el dedo en el culo y se lo pasó al niño en su nariz, “¡huele tu culo!” “¡huele!”, “¡seguramente así te pasas el dedo por el culo y la nariz cuando estás a solas!” “¿verdad que sí?”, a ojos cerrados el pequeño olía ese dedo que pasaba por su nariz, “¡relájate querido, ahora viene lo mejor!” “¡vamos a jugar delicioso!” “¡cálmate!”, el rostro describía el movimiento de subir los labios describiendo con delimitados besos de rastros de labios cada parte de su espaldita dejando rastros de saliva por y en cada caricia recibida en esa piel, hasta buscar a esos hermosos labios, allí se dieron cortos besos que fueron correspondidos junto con las caricias en la nuca y cuello mostrándose el sentir de la tibia piel del niño, pudo abrazarlo dándole besos en el pelo “¡eres muy lindo!” le decía con gran gusto al besarle “¡eres lo más lindo que he conocido!”, lo voltea de modo un tanto brusco que así quedase de frente a frente, así le volvía a repetir esas frases motivadoras, “¡eres bonito!”, “¡muy bonito!”, para el pequeño escuchar aquello ya era un elogio dado por aquellos con los que han estado haciendo sexo, en cada uno de ellos escuchaba lo mismo, se sentía bien al escucharlo, aunque de esa forma, pero se sentía bien, gratamente se dejaba tocar, tanto es así que mientras seguían dándose besos Fermín lleva su mano a rozar el vientre del niño llegando a su penecito y de esa forma comenzaba a masturbarle, así le estiraba el penecito mostrándose el rostro de complacencia del pequeño, estaba feliz, muy feliz, sintiendo ese roce de dedos en el pene, “¡date la vuelta amor!” el niño gira y allí Fermín le hace abrir de piernas, ahora el glande roza el culito con liquido preseminal, el niño lo sintió en la entradita de su culito, el clérigo exclamaba: “¡siente cómo juega!”, “¡te lo estoy metiendo mi tesoro!”, “¡ahora!”, “¡siente!”, “¡ya quiere entrar en tu cuevita!”, se apartaba un poco del niño, esto para que ahora el coxis del niño se apegue al pecho de Fermín, así el culito abierto estaba más cerca de la boca del clérigo, le chupaba el culito como a un desesperado, estaba punteando el culito con la lengua, estaba muy animado en hacerle sentir sensaciones deliciosas, el niño entreabría los ojos color miel, estaba excitándose más, lentamente le fue descendiendo hasta quedar acostado abierto de piernas, ahora le besaba intensamente los muslos y los pies, el clérigo estiraba un brazo tomando un recipiente que contenía crema estando sobre la mesita junto a la cama, y luego lo alza un poco sobre las almohadas a piernas abiertas, fue así que rápidamente le pasa sutilmente la crema untada sobre el dedo índice, va con el dedo humedecido a la entrada del ano, empieza a relajarle con suave masaje probando el toque en esa piel tan suave que se sentía, lentamente empieza a meter un dedo, él gemía, luego acercaba la punta del glande metiendo al ano, “¡te da gusto cómo juega!”, “¡mi tesoro!”, “¡qué gusto!”,“¡siente cómo quiere entrar en tu cuevita!” poco a poco el pequeño hacía gestos de gemir, luego de sacar el pene volvía a introducir los dos dedos en el culo “¡lo tienes de cajón!” le decía con aire de ironía, “¿te molesta mi amor?” le preguntaba mientras seguía introduciendo los dedos de poco a poco, el niño se limitaba a asentir, con pausas, emitía sus gemidos tan ricos, salidos de esos hermosos labios de nene bonito, hizo un alto para besar los labios, se agitaban las lenguas, luego continuaba metiendo el dedo medio hasta el fondo “¡cajón!”, “¡cajón!”, vio que se relajaba, que se acostumbraba, lo toma de los muslos alzando las piernas entallando el pene en la entrada del culito haciendo movimientos circulares de roce en la entrada del ano, el hijo del terrateniente gemía tan delicioso, se notaba paradójicamente sus gemidos entre un tono voz angelical propio de las niñas y otro tono de voz de nene al que mostraba cierta complacencia al ser penetrado, metía y sacaba el glande deliciosa y suavemente de su esfínter, así una y otra vez hasta que se acostumbraba a esa lubricación, se notaba en el anillo del culo esos restos de excremento, “¿Te sigue doliendo, amor?” movía la carita negativamente con una expresión de dejadez y a la vez de resignación, así que continuaba suavemente con el meter y sacar el glande, en cada empujón se mostraba el puje en el rostro del pequeño niño bonito, saca lentamente el glande, y luego empieza a lubricar el pene untándose crema, le hizo arrodillar sobre la almohada, allí se notaba la espina dorsal por las que los labios del clérigo iban deslizándose haciendo la piel de gallina del niño bonito, las mejillas de Fermín se ponían a rozarse sobre las costillas y caderas “¡eres bonito!”, “¡mi niño precioso!”, “¡te quiero!”, “¡te quiero!”, esas sentidas palabras salidas de los labios de Fermín calaban en la mente del pequeño que sentía caricias circulares sobre su espalda, luego el glande hacía esos roces, hasta que se deslizaba en la rajita lubricada con crema, le tomaba de la cintura, lentamente el cuerpo se iba acoplando al del pequeño, las pieles se unían tibiamente, “¡quisiera tenerte siempre así!”, le rodeaba de la cintura con firmeza “¡así!” “¡mi niño bonito!”, el glande rozaba la rajita, arriba – abajo, arriba – abajo, arriba – abajo, puso la cara sobre la espalda del niño, “¿quieres que te lo meta, cariño?” para gusto de Fermín el pequeño movía afirmativamente la cabeza, en su rostro se reflejaba una amplia sonrisa pese a tener los ojos cerrados, “¿estás listo, mi amor?” el niño bonito asentía de nuevo, se encontraba con su rostro rosadito causado por la tensión, el clérigo estaba muy complacido al mirarle ese rostro relajado que tenía los ojos cerrados y su boquita abierta, el glande se deslizaba lentamente por ese anito, y así Fermín empieza a frotar el glande, la almohada quedaba debajo de la espalda, toma esos suaves y delicados pies bien formados y los coloca sobre el pecho, continuaba frotando el pene, iba entrando “¡te lo voy a hacer con amor!”, lentamente empieza a empujar, se iba haciendo un poco más intenso, estaban incrementando su apego, ser uno solo, así prendidos del pene y por el culo de niño bonito, entraba el glande un poco m{as en el culo y el niño fruncía el ceño, el nene empezó a retorcerse un poco aunque después se notaba en parte lo relajado de su rostro, Fermín lo sujetaba, lo abrazaba, y comienza a la vez a besarlo apasionadamente, al fruncir el rostro Fermín lo iba relajando, “¡calmadito!”, “¡calmadito!”, “¡Calma, amor, déjate coger mi cielo!”, “¡mueve suave el culo, el culo!”, “¡puja, amor, aguanta!”, “¡puja!” obediente el niño gemía “¡suave mi amor!”, “¡relájate mi cielo!”, “¡mi niño bonito!” “¡mi precioso!”, “¡mi precioso!”, así con suave melodía en sus palabras lo iba estabilizando, el cuerpo se movía de acuerdo a las embestidas que le daba con el pene en el culito, Fermín estaba complaciente con su pene que al rozar el esfínter se iba dilatando y contrayéndose, apretaba tan rico, para los dos esos movimientos se sentían tan exquisito y agradable, luego continuaban con los besos y las caricias, mientras de sus ojitos se notaba complacencia y relajación al sentir esas penetradas con movimientos de caderas, así iba cediendo entre caricias y consolación, poco a poco fue relajándose, hizo un leve alto “estás bien, mi niño?” el pequeño sólo asentía con la cabeza, sentía dentro de su culo todo ese trozo de carne viril latente, Fermín continuaba besando, y el niño le seguía el ritmo, con sus caricias calmó poco a poco, se metía y sacaba poco a poco pude moverse dentro de él con su pene, se estaba relajando más, y era notorio aquello pues antes de Fermín ese niño ya le habían metido muchos penes por el culo como el de Edgar Fausto aquel militar que lo indujo en tocamientos y penetraciones, Osman quien le desvirgó por completo, Segismundo aquel muchacho que lo ama mucho, y Alexander, hermano de Segismundo que siempre al estar a solas en el cuarto se rozaban los penes y se dejaba rozar el pene por el culo, ahora se sumaba Fermín a aquellos otros que le hacían furor el ojo del culo, Fermín le daba con un vaivén lento, entraba y salía, primero lentamente, deslizaba ese pene grueso, tieso, venoso y velludo entre sus paredes interiores, era la gloria, ese niño bonito así sometido ante los movimientos de pelvis de nuevo empezaba a gemir, sus ojitos estaban cerrados, mostraba su complacencia con su boca abierta, ya no se quejaba ni mucho gemía, ahora se notaba que instintivamente sus labios del pequeño buscaban los del clérigo así que se correspondían mutuamente a los besos sintiendo el pene dentro de su culo, esos suspiros salidos con leves jadeos eran señales de motivación para Fermín y eso era para seguir con seguridad, así ya para ese instante empezaba a darle embestidas más duras, más rápidas, tanto así que el pequeño bonito gemía de placer “¡mi niño precioso!” le decía en el clímax de gusto al tenerle dándole pene por le culito rosadito, “¡mi niño!”, “¿estás bien, mi cielo?”, ¿te gusta lo que te estoy haciendo?, “¿te gusta que te lo meta así?” “así¿?”, de su rostro relajado con los ojos cerrados salía de sus labios un “¡sí!” acompañado de un “¡me gusta!”, así respondía ese niño bonito con aliento pausado, causa del placer que estaba sintiendo por parte del trozo de carne del clérigo, Fermín continuaba con las embestidas, sacaba completamente el pene, y volvía a meter en ese culito dilatado, “¿Te gusta?”, le preguntaba el clérigo en medio del desenfreno mientras le sujetaba del hombro, y chocaba su pelvis con los muslos de ese precioso niño, “¡tienes un culito único!”, “¡hermoso!”, “¡me encanta!”, “¡me encanta!”, “¡aprieta como te dije!” “¡quiero sentirte!”, “¡quiero sentirte!” “¡mi precioso!”, “¡mi precioso!”, “¡aprieta!”, “¡aprieta!”, el vaivén continuaba entre esos dos cuerpos acostados en la cama, el pene, entraba y salía con toda la rapidez que podía, y con toda la fuerza que podía, le estaba sodomizando ampliamente a ese hermoso niño, y paradójicamente a él le encantaba, ya sólo oía sus gemidos, así que se da el tiempo de sacar el pene y admirar esa colita con mucha atención, sentado como estaba se miraba el humedecido pene con restos de excremento, se lo había mandado a guardar hasta el fondo, no había duda de aquello, “¡eres precioso!”, “¡precioso!” dándole besos prolongados de nuevo, ahora lo cambia de posición y lo coloca en posición como de perrito, era agradable a la vista de Fermín ver esa hermosura de niño blanquito en cuatro, le hace encorvar un poco haciéndole hundir su cabeza en la cama, su espalda formaba el arco perfecto, y su trasero mostraba su preciosura total, esa vista, le pide que con sus dos manitos se abriera el culo, y ahí estaba, ese anito tan hermoso, rojo como carmesí, abierto, miraba cómo se abría y cerraba, toma un papel y lo pasa por el culito, luego roza su cara y así pudo saborear ese culo, le dio un escupitajo, preparaba así el pene, y fue metiendo el pene suavemente, el pequeño sólo alcanzó a quejarse, pero no le importó, las embestidas fueron duras y rápidas, estaba taladrando a su alumno favorito, le daba nalgadas, le decía que era su favorito, que no lo iba a desamparar, en el rostro se mostraba que le encantaba, se abría la rajita mientras le penetraba, gemía y gemía, pasaron unos cuantos momentos que Fermín ya empezaba a sentir que iba a eyacular, pero se decía que aún no, así que le saca el pene y se acuesta en la cama, con su pene hacia arriba como mástil, le pide al niño que se subiera sobre él, lentamente el pene iba calando dentro de ese culito de niño precioso, la expresión en el rostro del pequeño había cambiado completamente, ahora lo estaba disfrutando, ése niño bonito que gemía fuerte hace unos momentos al ser ensartado se había transformado ahora en un complaciente jinete sacándole los más promisorios gustos de placer al clérigo, , ahora quería tener el control del movimiento a toda plenitud, a quien ahora hacía gemir era al clérigo, su culo estaba adaptado al trato de tantos penes que este uno más pero en su mente había uno en especial, el de Osman, difícil de olvidar ese trozo de carne sensible lleno de vida, fue aquel muchacho quien le rompió el culito allá en esa cascada de arroyo en la selva en la tierra de su supuesto padre, así lo pensaba a ojos cerrados mientras sentía ese cabalgar de ese pene dentro de su culito, así momentos después, se dejaba caer lentamente sobre Fermín quien por cierto se había comido los culitos de niños más bonitos del internado, eso, debido a su carisma, discreción y cordialidad que se hacía ganara la confianza de los más pequeños, y así de esa forma empezó a besarle mientras las manos recorrían todo su cuerpo, bajó a su pecho, tal y como lo había hecho con él, recorría sutilmente ese cuerpo, y empezó a chuparle el pene sin que el clérigo se lo pidiese, le chupaba los testículos, lo hacía como si ya fuese un experto a su edad lo que al clérigo le extrañaba pero a la vez pero le encantaba, al rato volvió a besarle los labios y se acomodó a modo que su rajjita quedase justo en el pene, de ahí que Fermín le abraza por detrás sujetándole para que el pene algo le penetre en esa posición con su pierna puesta sobre la caderita del niño, así lo tuvo sometido rozándole la nariz por las orejas y el cuello “¡te quiero mucho mi bebe!” “¡te quiero!”, “¡mucho!”, “¡mucho!”, instantes después se paró sobre la cama, y empezó a inclinarse, con su manita derecha tomó el pene y la colocó en su culo, daba pequeños sentones y así lentamente se fue ensartando solo, hasta que todo el tronco de pene quedó enteramente dentro de él, Fermín algo sorprendido por esa iniciativa del pequeño se dejaba llevar, increíble, ese niño sabía lo que hacía realmente, se limitó a sujetarle de sus piernas, para hacerle fácil el subir y bajar, y así fue que ese precios nene estaba dando unos sentones tan excitantes, esa colita se apretaba tan rico en cada contacto, increíble, era fabuloso lo que estaba pasando, lo que estaba viviendo con ese nene bonito, se preguntaba quién le enseñaba de esa forma, dónde lo aprendió, a qué edad se lo rompieron, eran muchas preguntas en donde cabían las dudas pero reaccionaba en su pensar, no era momento para reflexionar de esa forma, ahora de repente se inclinaba a darle un beso, y volvía a saltar, el clérigo jadeaba ante el peso, lo tenía sujeto de las caderas ante ese movimiento, sintió que era el de eyacular pero se contuvo, deseaba disfrutar más ese culito, lo sujeta para cambiarse de posición, él quedó abajo, con las piernas abiertas, y Fermín queda en medio suyo, entrando y saliendo, sentía un delicioso placer, así lo sentía, él llegó al punto, empezó a mojar la cama, parcialmente ese niño bonito estaba orinándose, era increíble, por su parte el clérigo no pudo resistir más y empezó a dar las últimas embestidas, para ese momento el pequeño se relajó tanto que su culito ya no cerraba tanto como al principio, ya estaba completamente abierto, Fermín no podía soportar más, así que apretó la cintura del pequeño muy fuertemente con las manos, le pide que abriera más su colita, y ya en la última embestida, expulsa chorros y chorros de semen dentro de él, bufaba bruscamente como si estuviese terminando de cachar a una hembra espléndida, y el niño también, estaba gimiendo en parte con su voz tan infantil, el clérigo seguía taladrando ese agujero, mientras el líquido seminal empezaba a salir, seguía moviéndose, cada vez más lento, se inclina hacia él y le daba besos más apasionados, le abraza y se pusieron de cucharita, aún con el pene dentro de él, poco a poco fueron perdiendo rigidez, pero seguía adentro suyo, después de unos minutos, saca el pene del culito del niño, se levanta a admirar a su niño travieso a quien lo da unas palmaditas en los glúteos, todavía su carita estaba entre las otras almohadas, , sobre la cama, y su colita, toda abierta, estaba rozagante, con restos de semen deslizándose por sus glúteos también rosáceos de tantas nalgadas, restos de popó, y un poco de semen, se acuesta detrás de él y con un susurro de su respiración golpeando las orejas le pregunta que si “¿estás bien, mi niño?” de su rostro salía una sonrisa “¿te gustó mucho?” asentía como respuesta sin dejar de sonreír, sin duda le había gustado, le hace preguntas para asegurarse la confianza deposita en él, hubo una sincera respuesta, notaba que el niño estaba cayendo cansado, se limitaba a alzar y bajar los piecitos, Fermín agarró uno a la altura de su pecho y empezó a besarle repetidamente “¡tienes unos pies hermosos!”, “¡hermosos dedos!” “¡me gustan verlos!”, luego se acuesta completamente sobre el cuerpo del niño haciendo que el humedecido pene roce la rajita del culo, “¡eres mío!” “¡mi pequeño!”, “¡no me olvides mi amor!” “¡piensa en mí!”, “¡como yo siempre pienso en tì!” “¡en cada instante!”, le rozaba el pene “¡en cada momento, mi amor!”, “¡mi amor!”, estaba siendo sincero, “¡recuerda siempre de estos momentos!”, esa frase ya la había oído hace tiempo atrás, habían salido de labios de Osman y de Segismundo sus dos más prominentes hacedores de sexo en su cuerpo infantil, de pronto sintió su cuerpo aligerado luego de recibir cariño en el cuello por parte de Fermín, fue a tomar unas toallas húmedas y de una forma cariñosa y muy sutil comienza a limpiarle, se podía apreciar que las toallas estaban manchadas de orina, semen y demás fluidos con restos fecales, sin duda le despertó al niño ese deseo cautivador de ser sumiso ante el sexo, lentamente se restregaba las manitas en sus ojitos, lo lleva al baño y de esa forma comienza a lavarle todo el cuerpo con detalle, vio que el penecito estaba tieso y con los dedos empezaba a masturbarle “¡siente lo rico que es!”, el niño sonreía mientras el agua caía por su cuerpo desnudo, de esa manera aprovechaba para volver a disfrutar el culito del hijo del prestante hombre de negocios, quién se imaginaría que el apuesto hijo de ese conocido personaje en el mundo de los negocios agroindustriales estaría siendo sometido por el humilde pene de un clérigo que en delante del pequeño gozosamente se masturbaba, para luego iba atrayéndole a su cuerpo húmedo y a continuación para rozarle el pene por el culo, así que sólo pudo hacerle sentir su pene y vio que del penecito del niño salía orina que contrastaba el color con el agua enjabonada, estuvieron un rato nada más y salieron, aprovechaba para secarle recorriendo cada parte de este cuerpo desnudo al que era incansable de besar, “¡eres muy lindo querido mío!” se miraban desnudos frente al espejo, él detrás del niño, pasándole la mano por los muslos mientras su cabeza se apoyaba en los hombros del pequeño, estaban felices los dos viéndose así, la confianza se incrementaba, estaban contentos viendo ese pene desnudo y esa pelvis lampiña, viendo cómo la mano de Fermín masturbaba el penecito erecto de ese precioso niño, para que después le ayudase a vestir, por si acaso le dio de beber agua medicinal y le aplicaba crema en su culito, él volvió a revisar los cuadernos de notas, el clérigo se sentó a su lado unieron las mejillas, se miraban sonrientes y se daban besos apasionados con lengua, “¡me gusta verte así!” “¡feliz!”, “¡feliz!” se miraban atentos uniendo las frentes “¡te quiero mi niño!”, “¡te quiero!”, “¡te quiero!”, la brisa entraba en la habitación, el reflejo de luz en la pared mostraba la silueta de dos seres que se prodigaban besos y abrazos.
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Bruno Sebastián había salido muy feliz del internado con buenas calificaciones, ansiaba llegar a la casa, le esperaba un buen fin de semana, el recibimiento fue algo simple, no como otras veces en donde reinaba la alegría, ahora se notaba un ambiente gélido el cual percibía el niño, le contaba a Luis que había conocido a muchos amigos, era el momento de comer, esperaba que lo llevase a algún restaurant céntrico pero la respuesta gélida de Luis era de que se preparase su propia comida, se notaba cierta indiferencia que el niño ya la iba asimilando, le dijo que vea lo del refrigerador y de allí haga su comida, Luis iba en dirección al baño pues luego saldría al centro a cierto evento social, Bruno entendió que no iba llevarle, y efectivamente le dijo al niño que se quedase en casa, Bruno estaba extrañado con la actitud de Luis en las últimas semanas, en este fin de semana pensó pasarlo con él, lo había deseado durante toda la semana en el internado, ya no era cariñoso con él, desde la mirada le era indiferente, siempre serio, se preocupaba pues algo le estaría pasando en su salud o en los negocios, realmente ese niño estaba preocupado por el cambio radical de trato que le daba, aprovechó para arreglarse y luego se sentaba en el amplio sillón a ver tv local, abierto de piernas disfrutaba de las palomitas de maíz tomándolas con una mano, mientras que con la otra tenía metida la mano dentro del short ajustado, en ese instante pasó Luis por su lado, estiró la bandeja convidándole sin dejarse de sacar la mano del short, mostraba una amplia sonrisa infantil, fueron cortos segundos de indiferencia negando esa acción del niño mostrando seriedad en el rostro, Brunito estaba desconcertado, no esperaba esa actitud, no entendía por qué rechazaba las palomitas de maíz, le vio salir presuroso, se escuchaba el sonido de las llaves cerrando por fuera, así estaba dejando al niño en el interior con efecto de estar cerrando la puerta, se escuchó el ruido del motor de ese lujoso auto que partía, arrodillado sobre el sofá arrimado al cristal de la ventana estaban sus manitos de dedos alargados, sus labios se pegaban al frio cristal siguiendo el deslizamiento de su nariz, estaba inquieto viéndole partir, al pasar quiso abrazarle pero le daba recelo decirle que necesitaba de su cuerpo pues temía un maltrato, le vio partir, se sentaba en el amplio sofá abierto de piernas manoseándose el pene, al sentirse a solas se desliza el short mostrándose el pene erecto, estaba ya con pelusitas, se veía con detenimiento el pene que erecto apenas se movía, lo acariciaba con gusto, se complacía verle erecto a plenitud, tan tieso, tan suave, tan venoso, tan blanco y la vez rosáceo, instintivamente se ladeó sin dejar de ver el programa de televisión, su carite se apoyaba en un cojín, el pelito se deslizaba en la tela ante los movimientos de cabeza debido a que se pasaba el dedo por el culo y eso le hacía estirarse, veía esas escenas de romance en las película y se metía el dedo en el culo con mucho gusto cuando los protagonistas se besaban apasionadamente, creía ser él, cerraba los ojos y exclamaba el nombre de su apoderado, de su protector, de su iniciador, de quién le había roto el culo en aquel río, en aquel ambiente rural libre de pesquisas, libre de miedos, así de libre se entregó a él, de sus labios salió aquel nombre: “¡Luis!”, se metía el dedo pronunciando ese nombre: “¡Luis!”, “¡Luis!”, no entendía por qué ahora estaba así con él, ese trato gélido, la mirada atenta a la televisión hizo para que gimiese, emitiendo ese nombre que le significaba mucho en su vida, “¡Luis!”, “¡Luis!”, se metía el dedo al culo y a la vez se estiraba el penecito en un masturbe que dura un par de minutos, le dio ganas de micciar, caminó descalzo semidesnudo al baño, allí quedó debajo del sofá el pijama, se miraba el pene lampiño, estaba caliente, se sentó en el inodoro y empezó a micciar acompañado de gases expulsados cuyo sonido retumbaba ante el puje y la emisión así que el niño reía, pujaba para que salga el excremento, su piel rápidamente se puso rojiza, vio la pared de la ducha que le recordaba los momentos en que allí le arrimaba la carita y el pecho para que le caiga agua y a la vez sentir que el pene de Luis entraba por el culo, suspiraba viendo esa pared, miraba sus pies descalzos, pujaba hasta sacar el resto de excremento, se notaba el cambio de su piel blanca en rojiza, sobre todo se notaba en sus orejas, aquellas orejas a las que Luis tanto gustaba chupar, lamer y besar, pujaba hasta el último trozo, estaba ligero ahora, se pasó papel y en cada pasada era un suspiro intermitente, fue a ver televisión, a piernas abiertas estaba tocándose el pene y con la otra mano terminaba de comer las palomitas de maíz, lamentaba estar solo en casa, en el internado pensaba que Luis lo llevaría al cine o al parque de diversiones, había desilusión y desencanto, continuaba viendo tv a piernas abierta pasándose el dedo por la línea que va desde los testículo hasta llegar a la punta del glande descubierto, se daba gusto masturbándose, vio el final del programa y cuando empezaba el otro programa de variedades ya entreabría los ojos, el sueño lo tentaba a dormir, alzaba los brazos bostezando, estiraba lo que más se podía, se puso en pie, tenía metidas las manos dentro del pijama, lo sobaba y deslizaba las manos por las caderas hasta rascarse las pompis, para Brunito Sebastián era delicioso sentir aquello, tenía algo crecido el pelo lacio color castaño, los dedos alargados deslizaron la sabana, hizo un alto en los movimientos, sonrió, tiempo después, el auto se estacionaba en la acera, de él bajaba la figura de Luis abriendo el portón, vio apagadas las luces de las ventanas, el auto ingresa y cierra el portón, prendió la luz, el ambiente fresco daba para ir a tomar agua, se bebía tres vasos, se sentó en la sala, vio el recipiente de palomitas, en su delante estaba el televisor, quiso encenderle pero ya le dominaba el sueño, fue caminado despacio a su cuarto, durante el trayecto se quitaba la corbata y se iba desabotonando la camisa, pasó a oscuras a su cuarto, se sentó en el extremo de la cama a sacarse los zapatos, de a uno por uno, se recostaba y cuál era su sorpresa que había una especie de bulto humano a su lado, de inmediato corre a prender la luz, se notaba que Luis estaba completamente desnudo, al ver hacia la cama dio cuenta que Brunito se encontraba en su delante, quietecito con sus ojitos cerrados, sus manitas que poyaban su carita de perfil, en posición fetal, él también estaba completamente desnudo, en vez de sonreír su tono rostro estaba lleno de seriedad, en verdad el niño era audaz, sale de la cama, y cubre a Brunito, para que pudiera seguir descansando, no sin antes, darle un beso en la espalda, y apretar una de esas maravillosas pompis, se recostaba junto al niño que seguía bajo un sueño profundo, “!mi nene¡”, “!tan precioso¡” estaba envuelto en la sábana que tanto le gusta, dándome la espalda, en la misma posición, él con su carita hacia la pared, el tiempo transcurría la mirada de Luis estaba puesta en el techo en ese ambiente oscuro, entraba la luz de luna por la ventana, algo de frío se sentía, su deseo era despertarle para que fuese a su cama pero su instinto de sexo pudo más, así que levanta la sábana, y queda admirando sus glúteos, grandes y suaves, los iba a tocar pero se contuvo, sin embrago se emocionaba viendo ese niño dormido totalmente desnudo, y se coloca a su lado, recorre los dedos acariciando suavemente su espalda mientras tragaba saliva y la respiración aceleraba, subía los dedos por sus hombros, sus bracitos, acercaba su nariz para olerlo, aun había restos del perfume que se puso pensando en salir con él, bajaba suavemente por su cintura, su piel tan suave, su aroma a infante perfecto, puso las manos en su trasero, hacía círculos con las yemas dedos, crecía en erección rozando los labios por la cadera dando cortos piquitos, se acomoda adecuadamente detrás del niño en posición fetal, dirigía así el glande del pene erecto a la rajita de ese tan apreciado voluminoso culo, estaba húmedo, de esa forma desliza el pene entre sus pompis, al principio se sentía bien, acercaba sus labios a las orejas y suavemente con el aliento salía su nombre “!Brunito¡”, “!Brunito¡”, el recelo inicial se diluía así que Luis no pudo evitar meter la mano por abajo de su cuerpo suave, lo hacía para abrazarle y juntarse a su cuerpo, le acaricia el pequeño pene, se sorprendió que estaba flácido, pero él seguía dormido, el pene queda en la entrada y empieza a rozar el culito, el nene hizo un leve movimiento con un entrecortado gemido, se lo iba rozando poco a poco, ya para ese momento se sentía la tibieza de piel a piel rozándose constantemente, fue en ese momento que se despertó, hizo un brusco movimiento para girar su cuerpo pero las férreas manos de Luis le contuvo, se quedó quieto, era él, era él se decía con satisfacción, era su amado Luis que lo estaba cogiendo, trataba de penetrarle desde esa postura, se dejaba con gusto emitiendo una leve sonrisa en su rostro, luego siente que lo afloja, “¡Luis, hola!” saludaba decía mientras estiraba su cuerpo en el lecho, Luis le preguntaba “¿qué haces aquí? El pequeño niño bonito se giraba para quedar frente a frente, “¡quise esperarte aquí!” Decía el nene, dirigiendo su manito a la rajita, rascándose las pompis, Luis contuvo la sonrisa de ver cómo exclamaba que le picaba el culito, Luis alzaba una pierna sobre la caderita, uniendo la frente sonreía y de esa forma le correspondía de la misma forma, mientras poseía aquellos bien definidos labios, y las manos recorrían su espalda, se frotaban la nariz, giraron y Brunito estaba acostado encima de Luis, puso la carita en el pecho, escuchaba el latir de su corazón, su nariz rozaba la tetilla, eso ponía la piel de gallina, las manos de Luis recorrían la piel del culo y espalda una y otra vez, pese a lo fresco de la noche sentían sus cuerpos con sudor, abría las pompis deslizando los dedos por la rajita, Brunito sonreía, de repente el niño se sienta sobre la pelvis de Luis y empieza a moverse, toma el pene y trataba de metérselo en el culito, a lo que sorpresivamente Luis reacciona “¡no!” bruscamente le hizo apartar se quedó acostado de perfil de cara a la pared, hubo un largo silencio en la habitación, la manito de Bruno Sebastián quedaba suspendida en el aire ante la indecisión de tocarle el hombro o no, se decidió por los segundo, era el primer rechazo que tenía, Luis sintió que se aligeraba esa suave cama de resortes ante la salida del niño, escuchaba que la puerta se abría y luego se cerraba, giraba su cuerpo, miraba al techo, su mirada estaba llena de meditación, no podía olvidar aquella escena que vio de aquel hombre con Brunito, a pocos pasos de allí Brunito lloraba desconsoladamente, había sido rechazado por Luis, no entendía, lejos estaba de saber que Luis lo había visto en las sombras con aquel hombre haciendo el amor, desconocía el motivo de su rechazo, para la sorpresa del niño al día siguiente vio en la sala tres petacas las cuales iban a ser llevadas al internado, “¡en las próximas horas tengo que viajar!” le dijo con cierta frialdad, “¡te quedarás desde ahora en el internado!”, “¡hasta segunda orden!”, “¡no te faltará dinero ni comida!” “¡tenlo por seguro!”, “¡ya hice el depósito en el internado!”, “¡pide lo que desees en el comedor!”, “¡y si falta queme avise el padre Fermín que está a tu cargo!”, el niño cabizbajo asentía, él en realidad quería estar con Luis, era su fin de semana, se puso muy triste a tal punto que deseaba llorar, pero la autoridad de Luis primaba, “¡recoge y vamos!” así de gélido era el trato al pequeño, Luis no le perdonaría aquel desliz, caminaron con las petacas al auto, “¡vamos, te están esperando!” le dijo al subir al auto, mientras manejaba de reojo miraba al niño cabizbajo con sus manitos entrelazadas, tenía puesta una simple remerita y un pantaloncito corto con calcetines a las rodillas y sandalias, sus ojitos miel estaban enrojecidos a punto de salir lágrimas, la mirada fija de Luis era esos hermosos labios rosáceos y la piel rojiza debido a la temperatura, miraba por la ventana, iba de copiloto, vio de reojo que la manito alargada blanca y tersa de Brunito se pegaba abierta de dedos en el cristal, con la otra se rascaba el trasero ladeándose para poder hacerlo de mejor manera, tragaba saliva, se sostenía en sus instintos, no lo podía negar, ese niño le atraía mucho, desde el primer momento en que lo conoció, ahora le invadían los sentimientos encontrados, entraba en angustia, estaba muy aferrado al volante bien abierto los ojos, las venas se desarrollaban con evidencia en el rostro, Brunito no las veía por aun estar cabizbajo, respiraba hondo, quería llorar, se llevaba las manos con dedos alargados al cabello, esos dedos blancos alargados se deslizaban en el pelo sedoso y bien cuidado, mostraba su preocupación pero también su desdicha y decepción, le mostraba a Luis con esa actitud que no entendía el rechazo al que ahora estaba sometido, iban a medio camino, levantó la carita mostrándose los ojos vidriosos del niño que miraban en tono de acusación a Luis que cruzaba mirada con el niño, mordió los labios, por un instante corto cerraba los ojos, movía negativamente la cabeza, su piel se puso rojiza, sus venas se incrementaban en las sienes, su angustia se incrementaba, no podía más, estaba sofocándose de la indignación, volvió a ver al rostro del niño que se guía mirándole en todo de desconcierto, de pronto frena bruscamente, Brunito se sobresaltó, no esperaba esa reacción, el auto se detuvo, Luis manoteaba con golpes al volante y en uno de ellos golpeaba el pito del vehículo, un conductor les miró sobresaltado pero a velocidad pudo presenciar sólo un instante, puso los brazos sobre el volante y su cara se metió entre los brazos descansando en el volante, estaba contrariado y bufaba como toro a causa de su indignación, le mira increpante, sus ojos destellaban fuego al mirarle, de sus labios salía un tono de voz fuerte, “¡lo tienes todo!”, “¡todo!”, “¿qué te falta?”, asustado el niño se limitaba a escucharle, de inmediato sacaba de la gaveta del carro un pañuelo, los ojos del niño se abrieron ampliamente “¡a esto me refiero!”, lo lanzó al rostro, estaba manchado, aún olía a semen, “¡ahí tienes la prueba!” “¿algo más?”, hizo una pausa para respirar hondo, estuve viendo cómo ese hombre te cogía, el niño miraba por la ventana y se puso después cabizbajo, le hace girar del hombro, “¡dime!”, “¿te gusta?”, “¿verdad que lo amas?” le agitó el hombro, “¡seguro que sí!”, “¡te entregas a él!”, asustado el niño agitaba negativamente la carita, no decía nada, se limitaba a responder moviendo la cabeza de forma negativa con ojos llorosos, de súbito encendió el motor y continuó la marcha, “¡estarás en el internado hasta que yo lo diga!”, “¡no saldrás de allí sin mi permiso, el padre Fermín estará a cargo de su cuidado!”, “¡hablé con él y ya lo aceptó!”, aquel pañuelo estaba en el piso del auto junto a los pies del niño, la cabeza se arrimaba al cristal de la ventana, estaba inquieto, no había dicho palabra alguna, Luis de nuevo detuvo el auto, “¡dime!”, “¿por qué lo hiciste?”, “¡dime!”, “¿por qué?”, el niño simplemente lloraba, su impulso fue abrir la puerta y salir del auto, estaban en un parque, el niño se alejaba del auto, Luis sale detrás, le alcanza de los hombros le hace girar para verle a los ojos llorosos, “¡yo te he dado todo!”, “¡nada te falta!”, “¡mi dinero le dabas a él!”, “¡no es justo que pagues así mi confianza!”, “¡entiéndelo!”, “¡estás mal!” el niño no contestaba, se limitaba a llorar desconsoladamente, le arrimó a un árbol, le tenía sujeto de los hombros, le miraba de arriba hacia abajo, era innegable observar su belleza física y su buen porte de vestimenta, estaba viéndole llorar, “¡entiende mi enojo!”, “¡no acepto lo que hiciste!”, “¡me lo hubiese dicho antes de hacerlo!”, “¡te hubiese dejado a donde tu padre y olvidarte!”, “¡que es lo que voy a hacer!”, “¡porque ahora al verte esa noche sé que a él lo amas!”, “¡esa noche te estabas entregando a él!”, “¡a él!”, “¡te vi cuando le dabas el dinero que me habías pedido luego de haber hecho el amor conmigo!”, “¡conmigo!” le agitaba de los hombros, “¡seguramente se conversaban!”, “¡se burlaban detrás de mí!”, “¡tú y tu padre me utilizaron!” “¡pero ya no más!” el niño asombrado por lo que escuchaba agitaba negativamente la cabeza, quiso alzar la mano y abofetearle pero se con tuvo dejando la mano en alto, la bajaba despacio, “¡vamos, sube al auto!”, el niño caminaba adelante y Luis por detrás, al llegar al internado el clérigo Fermín junto al superior esperaban la llegada de Luis Izaguirre con su protegido, al verle los ojos llorosos Luis decía que estaba triste pues habían planeado un fin de semana diferente pero que sus compromisos de negocios hicieron cambios de planes con el pequeño, sin decir más se despidió dejando al pequeño con un gélido acto de despedida, en el auto iba meditando que sacaría de su vida de inmediato a ese niño traidor, de él no se burla nadie, esperaba a que termine el año de estudio y llevaría al niño del internado a entregarlo a su padre, mientras tanto estaría esperando para sacarlos de la propiedad de su padre el difunto Aparicio, hablaría con Amarilis para que los largue del sitio, para Luis sólo quedaba el grato recuerdo de haberle desvirgado al pequeño y ahora comprendía que esa sentida entrega del niño no fue por amor sino por dinero, no deseaba estar más con él, debía sacárselo de su vida, era necesario, no había otra salida, se estaba exponiendo con ese niño y podía legar un desafortunado juicio social, al día siguiente mientras almorzaba veía la silla que ocupaba Bruno Sebastián, se atragantaba comiendo de solo pensar lo que había pasado, suspiró hondo, vio la hora, de nuevo vio el asiento, recordaba esa sonrisa que le atrapaba, recordaba esas cejas, esos labios, esas mejillas, sobre todo recordaba el pelo lacio cuyo flequillo le hacía un niño muy hermoso, se contuvo, no era momento de pensar en eso, no iba a caer en la nostalgia ni en la necesidad de poseerle sexualmente, había decidirlo sacarlo de su vida, volvió a ver la hora, Amarilis le esperaba para conversar la situación de arriendo del padre de Bruno Sebastián, deseaba echarlo cuanto antes, le declaraba como persona nociva, de pronto escucha el timbre, en su delante estaba un cartero entregándole un simple sobre, agradeció, le llamaba la atención que tenía una posta con sellos de Hugues Capet, Felipe II Augusto y Luis IX adicional a una emisión de la diosa Mariannes, vio el sobre de carta postal con detenimiento, leyó el remitente, le llamó la atención el nombre, abrió el sobre, de él simplemente salía una foto con un niño vestido de marinerito con pantalón corto, calcetines hasta las rodillas portando sandalias brillosas de calzado de moda de la época de mediados de siglo XX, se le veía muy guapo con ese peinado, estaba montado en un caballito de madera, sus manitos tomaban las riendas, se notaba una amplia sonrisa, la foto había sido tomada en una prestigioso parque de la ciudad luz, era innegable la belleza del rostro de ese niño, Luis sonreía ampliamente, se dejó caer sobre el sillón, reaccionaba deduciendo que era solo una foto enviada en un sobre, la yema del dedo pulgar recorría el rostro del pequeño, era atrayente, giró la foto, había algo escrito, simplemente detrás decía en la primera línea: Lois Jean Pierre y la siguiente línea debajo se podía leer 6 de junio de 1965, a ese niño le habían tomado la foto el día de su segundo año de nacimiento y en el tiempo en que Luis recibe la carta ese niño ya tiene 2 años con tres meses de vida, Le llamó la atención la lectura del primer nombre del niño “Lois” que su equivalente es “¡Luis!”, se recostaba en el sillón alzando la foto, se vino una amplia sonrisa, “¡Lois!”, “¡difícil creer!” “¡Lois!” “¿por qué?” “¡Lois!” “¿en qué momento?” “¡Lois!”, “¡no puede ser!”, “¡Lois!”, “¿cuándo?” “¿dónde?” “¡Lois!” “¿dónde, por Dios?” pensó con cierta inquietud y así pasaron varios minutos contemplando esa foto de ese niño, “¡difícil de creer!” “¡muy difícil!”, suspiraba viendo esa foto, los rasgos del rostro infantil sin duda en su mayoría se parecían a los de su madre pero había algo innegable que otro tanto tenía rasgos de Aparicio el difunto campesino y ex peón de la estancia Buonanote, aquel hombre fallecido hace muchos años atrás, pensó que Amarilis podía esperarle unos minutos, tomó una hoja y se puso a escribir, fue a correos, compró un sobre e introdujo la hoja con breve contenido, escribe al remitente, la deposita, luego se sube al auto, movía irónicamente la cabeza, “¡conforme se pierde, también se gana!”, mientras conducía en dirección a casa de Amarilis el ruido del motor contrastaba con sus pensamientos.
FIN DEL DUCENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO PRIMER EPISODIO



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